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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

HOLAA...


AL FIN PUDE SUBIR BIEN LOS CAPAS... MASOMENOS. COMO SEA, FUERON CUATRO ACTUALIZACIONES, ESPERO LAS DISFRUTEN <3

UNKNOWN
—Capítulo 35—
En acción
 
 
 
 
Cuando Aomine volvió a la sala con una chaqueta encima para disimular la pistolera, lo primero que notó fue un ambiente aún más lúgubre de lo que había estado cuando fue con Kise escaleras arriba. Estaba totalmente seguro que los chicos, que de por si estaban alterados, no estaban tan mal cuando él se marchó. Pero, si bien era cierto que verlos en ese estado era algo impactante, Daiki no tenía tiempo para preocuparse por ellos. 
 
Por supuesto, no pudo evitar la punzada de dolor que atravesó su pecho al ver a sus amigos en tan mal estado. Tampoco era insensible, pero, después de todo, había algo más que merecía toda su atención, y era por ello que creía conocer la respuesta al porqué ellos estaban de repente tan alterados… pero eso solo hizo que su intención de traer a Taiga de vuelta fuera más fuerte. 
 
Él atravesó la sala caminando directo a la puerta sin titubear, la mayoría no le prestó atención pues estaban sumergidos en su dolor: Los gemelos. Chihiro que trataba de consolar a su prometido, ambos aún en el suelo. Midorima, abrazando a Akashi, que parecía petrificado sentado en el sillón más pequeño, Takao estaba con ellos, no diciendo nada, solo apoyando al de anteojos. Murasakibara, que desde que había llegado Himuro no existía nadie más que él… pero, entonces estaban las personas que sí reparáron en su presencia. 
 
Satsuki, Tatsuya. 
 
No pudo evitar pasar saliva cuando sus ojos azules se toparon con la mirada de su mejor amiga y cuñado, por lo que ellos lo vieron con confusión cuando él apartó la mirada y continuó caminando sin detenerse detrás de Kasamatsu, quien ya estaba casi en la puerta pues se había adelantado para ir por su auto. 
 
—¿Dai-chan? —Momoi le llamó con su voz suave, se escuchaba realmente confundida—. ¿A dónde vas? —ella estaba segura que algo ocurría, pues lo había visto estar también alterado y desolado, sin embargo en ese momento tenía una mirada decidida. 
 
Daiki apretó los ojos, pero no se detuvo, no podía detenerse. 
 
Era solo que su amiga no había sido la única en darse cuenta de su mirada. 
 
—Aomine —la voz de Himuro lo hizo titubear, dándole un vuelco en el corazón. Mierda, tenía que marcharse rápido—. ¡Aomine! —el moreno apresuró el paso. Él lo sabía, mierda, Tatsuya lo sabía. Tenía que irse cuanto antes porque de ninguna maldita manera iba a involucrar al hermano de Taiga—. ¡Te estoy hablando, maldita sea! —Daiki escuchó sus pasos acercándose desde atrás. 
 
Se giró, centrando su mirada azul en una persona. 
 
—¡Murasakibara, detenlo! 
 
Atsushi tuvo apenas un par de segundos para decidir entre el enojo de Himuro o su seguridad. Era cierto que parecía desinteresado la mayoría del tiempo, algunos dirían que era un tonto, pero a pesar de su apariencia, incluso él tenía sus momentos. La mirada urgida de Daiki le dijo mucho con un solo vistazo, su amigo sabía cuanto le importaba Himuro, y todo en sus ojos azules le indicó que si no lo detenía justo en ese momento, iba a ponerse en peligro. 
 
—¡No! —Tatsuya gritó en cuanto sintió los fuertes brazos de Atsushi rodearlo. 
 
—Lo siento, Muro-chin… 
 
—¡Suéltame, Atsushi! 
 
La mirada de Daiki se centró momentáneamente en el rostro de Satsuki, ella se había cubierto los labios con ambas manos y parecía estar a punto de llorar. Aomine se dio la vuelta y continuó avanzando hacia la puerta, más de prisa que antes. 
 
—¿¡A dónde vas, Aomine!? ¿¡A dónde vas!? —Tatsuya forcejeó, intentando liberarse del agarre de Murasakibara, pero el chico era demasiado fuerte—. ¡Tú sabes algo! —aseguró—. ¡Tú lo sabes! ¡Aomine! —Himuro se retorcía y pataleaba en brazos del de cabellos morados—. ¡Aomine! —sus gritos hicieron eco en toda la sala. 
 
Daiki no perdió tiempo y en cuanto estuvo frente a la puerta, la abrió de prisa y corrió hacia el auto de Yukio, que ya lo esperaba en la entrada. 
 
—¡Vamos, rápido! —exigió una vez en el asiento de copiloto. Kasamatsu se apresuró y antes de darse cuenta la casa de Akashi se perdió tras ellos. 
 
¡Maldita sea, maldita sea! 
 
Debieron haberse escapado por una de las jodidas ventanas. Que idiota. Pero, para ser sincero, creyó que podría pasar entre ellos sin levantar sospechas si no decía nada y caminaban directo a la puerta, la mayoría no estaba bien y estaba seguro que ignorarían su presencia, el problema en ello fue que subestimó a su mejor amiga y cuñado. Ellos eran realmente perceptivos. No había querido dejar alterado a nadie, pero las cosas ya estaban hechas. 
 
Por suerte fue solo eso y no se involucraron también los gemelos, Akashi porque estaba tan perdido en su mente que no notó los gritos a su alrededor, y Seimei porque Chihiro, que de hecho si lo había visto, lo abrazó a su cuerpo mientras cubría sus oídos con las manos. Antes de girarse por completo hacia la puerta, su mirada oscura se había clavado en Daiki tan solo un instante. 
 
«Trae a mi hermano de vuelta», había suplicado en silencio. 
 
Y Daiki iba a hacerlo, maldita sea. Él los llevaría de vuelta al abrazo protector de sus hermanos, no importaba qué. 
 
 
 
~•§•~
 
 
 
Kuroko apenas estaba tratando de mentalizarse cuando Taiga se removió en sus brazos soltando un sollozo, solo para luego despertarse de golpe totalmente asustado. El chico jadeó desesperado, aterrado de su toque en cuanto lo sintió cerca. 
 
Le hubiera gustado que continuara durmiendo, que descansara, debía sentirse tan, tan agotado mentalmente. 
 
—Taiga-kun —Tetsuya susurró con calma, no quería alterarlo más—, soy Kuroko. 
 
—¿K-Kuroko? —Taiga dijo, calmándose notablemente. 
 
—Sí. 
 
Taiga comenzó a respirar con fuerza por la boca en un intento de calmar sus latidos desesperados, sin darse cuenta, tomó la mano de Tetsu y la apretó entre sus dedos, el chico fantasma solo podía afianzar el toque de vuelta en un gesto de apoyo y seguridad. Finalmente, ya más calmado, Taiga soltó su mano y se movió, recostándose contra la pared. 
 
No dijo nada en un par de minutos, Kuroko solo lo sentía removerse incómodo y respirar aún con algo de fuerza, sabía que estaba tratando de asimilar lo mejor que podía la situación, lo cual en verdad era un gran avance. Antes se había perdido tanto que Tetsu creyó no lograría hacerlo volver, y no estaba seguro de lograr traerlo de vuelta una segunda vez. Esperaba no tener que de nuevo intentarlo, pero las circunstancias no eran alentadoras.  
 
No estaba bien aún, de hecho todavía estaba demasiado alterado, pero a comparación de antes, estaba mejor, y aunque a Kuroko en serio le gustaría dejarlo descansar todo el tiempo que pudiera, necesitaba hacer algunas preguntas. Kuroko había entendido en la crisis del chico, que todos sus recuerdos habían vuelto, y si bien no todos, al menos los de su estadía con el maldito de Nash. 
 
—Taiga-kun —carraspeó la garganta, no muy feliz por lo que estaba haciendo, pero es que no tenían tiempo. Ahora estaban solos en esa oscura habitación, pero no sabía cuando es que Nash terminaría de torturarlos de esa maldita forma y por fin aparecería por esa jodida puerta—. ¿Puedes decirme… cómo lograste escapar antes? 
 
Taiga dio una profunda inhalación ante la pregunta, y Tetsu lo sintió temblar a su lado, por lo que buscó su mano y volvió a sujetarla. 
 
—S-Solo… —comenzó el chico, con voz temblorosa—, fue suerte —suerte o no, pensó Kuroko, había sido lo suficientemente fuerte y valiente para aprovechar la oportunidad frente a sus ojos y así lograr escapar incluso estando solo. Para correr sin mirar atrás. Con el chico fantasma a su lado, las probabilidades eran incluso mayores—. Él… me t-tenía… me tenía esposado a un-una cama. Pensé… yo pensé q-que podría engañarlo, p-pero él sabía lo que es-estaba haciendo. 
 
»Todo el… tiempo estuvo engañándome, h-haciendo que tuviera un poco de esperanza —tembló, pasando saliva y apretando el agarre de la mano de Tetsuya—, dijo que, dijo que había alguien m-más. Alguien que l-le había ordenado hace-hacerme todo lo que me hizo… Yo lo c-conocía de antes, yo s-sabía que le gustaba, así que pensé, pensé que sí lo seducía, él me ayudaría a escapar. 
 
»O, al menos… que podría hacer que me soltara. Y si b-bien eso no-no funcionaba, creí que po-podría es-escapar por mi cuenta provocando una oportunidad. Yo no soy t-tan idiota, sabía q-que cuando me lastimaba, él lo disfrutaba… P-Pero dijo que ha-había alguien más, y como tonto le creí. Así que pensé q-que, pensé que si lo engatusaba aún más de mí, y luego le decía que me ayudara y nos fuéramos juntos, lo haría, porque e-esa otra persona tarde o temprano haría que ter-terminara… lo que sea q-que estaba haciendo. Lo que maldita sea quería lo-lograr al hacerme daño. 
 
»I-intenté… y-yo intenté, lo intenté, traté de… yo… y-yo… 
 
—Taiga-kun —Kuroko pegó al chico hacia sí con su mano libre, la que llegaba hasta él, lo abrazó con fuerza sintiendo las lágrimas detrás de sus ojos. Taiga estaba temblando demasiado, casi hiperventilándose—. Perdona por preguntar, Taiga-kun, s-soy un grandísimo tonto, perdón. No tienes q-que decirlo…  no tienes que hablar de ello. 
 
Taiga soltó un hipido mientras se aferraba con fuerza a Kuroko. Era difícil, era demasiado difícil recordar todo. Habían pasado semanas de ello, pero los recuerdos golpeaban su mente con dolor y sin piedad, haciendo que reviviera cada maldito segundo de ese maldito día y como Nash lo había roto pieza por pieza, desarmando su corazón y dejándolo expuesto y a su completa merced. 
 
 
 
~•§•~
 
 
 
Los contactos de Akashi eran realmente útiles, eficientes, descubrieron Aomine y Yukio con Satisfacción, pues en su transcurso hacia las afueras de la pequeña ciudad, se habían topado con varias patrullas y oficiales, y una barricada con varios vehículos y uniformados yacían en medio de su camino ya en la entrada del lugar. 
 
Ellos los detuvieron e intentaron inspeccionar el auto, hacer preguntas, pero Daiki no tenía tanto tiempo que perder, por lo qué el también les mostró su placa y les informó que estaba al tanto de la situación, y que necesitaba que los dejaran pasar. Tardaron un momento en el que el oficial le preguntaba algunas cosas y hacía una llamada, pero al final les dieron el pase libre sin hacer más preguntas e inspecciones. 
 
Finalmente Yukio puso el auto de nuevo en marcha y entonces ellos continuaron. 
 
—No tendría que estar muy lejos, ¿Cierto? —preguntó Aomine tiempo después de que dejaron la barricada muy atrás. Tanto él como Kasamatsu iban pendientes de la carretera y los alrededores, concentrados en encontrar el lugar que había descrito Kise. El auto iba algo lento para darles tiempo de verificar correctamente. 
 
—No tan cerca como Kise dijo —respondió el de cabellos negros—, en la oscuridad no es bueno midiendo distancias. 
 
—Así que… tú y la rubia eh —los ojos azules de Aomine estaban fijos en el paisaje nocturno fuera del auto, en el follaje, los árboles y el asfalto iluminado por las luces del vehículo—. Espero que estés preparado para las consecuencias si te atreves a dañarle un solo cabello de elote —advirtió con aura de hermano mayor sobreprotector. 
 
Yukio observó a Aomine por el rabillo del ojo un momento, el hombre continuaba con la mirada fija fuera del auto. Con las manos en el volante sonrió de medio lado tan solo un segundo ante sus palabras, después volvió la vista hacia el frente. 
 
—No estoy demente como para arriesgarme a terminar muerto… Admito que a veces Kise es algo complicado —decidió sincerarse—, pero créeme, lo único que quiero es hacerlo feliz. 
 
Aomine le creía. 
 
Por un momento, él dejó de mirar hacia afuera y clavó sus ojos en Kasamatsu, serio un segundo y luego sonrió, para después fruncir un poco el entrecejo. 
 
—Eres un buen hombre —posó una mano sobre su hombro—. Yo… gracias por estar aquí —en sus labios había una sonrisa sincera. Sabía que lo estaba exponiendo al peligro, pero realmente estaba muy agradecido de no tener que hacerlo solo. 
 
—Para eso están los amigos —Yukio le devolvió la sonrisa. Entonces frenó el auto de golpe, haciendo que Daiki tuviera que poner las manos en el tablero por la repentina acción—. Creó que es aquí… —dijo, desabrochándose el cinturón de seguridad y bajando del vehículo. 
 
Aomine lo siguió. Bajó también del auto y observó a detalle a su alrededor. Kise había dicho que había un árbol especialmente grande con marcas extrañas en su corteza, que no era realmente una gran descripción. Sin embargo allí estaba uno, tal como había dicho, justo al lado de la carretera; aunque también dijo que su auto había derrapado, por lo que habían quedado marcas en el asfalto. Ya habían pasado semanas, pero esperaban que todavía fueran un tanto visibles. 
 
Afortunadamente las marcas del derrape de los neumáticos aún estaba allí en la carretera, borrosas pero distinguibles. Aomine caminó hacia ellas y las observó un momento, intentando no pensar de más. Se inclinó y sus dedos apenas rozaron las marcas antes de levantarse y dar un par de pasos a su alrededor, entonces se detuvo y se giró, quedando de frente al auto. 
 
Tomando en cuenta el tiempo de reacción de Kise y el rastro del derrape, donde estaba de pie en ese momento debía ser el punto en el que Taiga emergió a la carretera, la rubia había dicho que apareció desde la derecha yendo para el pueblo, así que caminó hacia la orilla en dicha dirección y buscó rastro de ello. Taiga era alto, incluso con la mala alimentación, su cuerpo debía ser pesado, además de que había estado corriendo, por lo que sus pisadas debieron haber dejado un rastro, o al menos en el follaje cuando pasó entre él. 
 
No tenía mucha esperanzas de encontrarlo pues la vegetación no era realmente de ayuda cuando se trataba de buscar un rastro, y las hojas y ramas rotas de los árboles podían llegar a cubrirlo, sin mencionar que era de noche. Por lo que usaría su instinto para guiarse, y la experiencia, tratando de recrear su ruta tomando en cuenta el punto en el que había aparecido.  Por supuesto, esperaba al menos encontrar una pista de su paso conforme avanzaba, para así poder continuar guiándose y saber que iba por el camino correcto. 
 
—¿Desde aquí? —preguntó Yukio a su lado, sacándole un pequeño susto, pues había estado totalmente inmerso en sus pensamientos. 
 
—Sí… avanzaremos desde aquí. 
 
—Bien. 
 
Yukio giró hacia su auto y caminó hasta el maletero. Allí, lo abrió y sacó un par de linternas, le lanzó una a Aomine quien la sostuvo en el aire. Después, antes de cerrar, Daiki lo vió rebuscar algo más, cuando emergió, tenía un bate de béisbol en las manos. Finalmente apagó las luces del auto y le puso llave, después fue hacia Aomine con su linterna ya encendida. 
 
—¿En serio? —le cuestionó el moreno, asombrado, viendo el bate en manos del más bajo. Yukio solo se encogió de hombros. 
 
—Uno nunca sabe cuando podría ser útil —fue su respuesta. 
 
—Si me dices que lo tienes para noquear a la rubia por alguna de sus tonterías, no me extrañaría. 
 
Kasamatsu resopló. 
 
—O tal vez para noquearte a ti cuando te pones de idiota insoportable las veinticuatro siete. 
 
Daiki le dio una mirada de ojos entrecerrados, sin decir nada más. Bueno, al menos tenía razón en que nunca se sabía cuando podía ser de utilidad, justo como en ese momento. Le dio una última sonrisa antes de él también encender su linterna,  desvió la vista de su compañero y la fijó en el frente. 
 
—Vamos. 
 
Entonces se adentraron entre el follaje, dejando que los árboles, el chillido de los grillos, el ulular de los búhos y la luna brillando en el manto nocturno fueran los únicos testigos de su búsqueda. 
 
 
 
~•§•~
 
 
 
Taiga continuaba aferrado a Kuroko, buscando en él un consuelo desesperado. 
 
Solo quería que todo fuera una pesadilla, una jodida pesadilla que desaparecería al despertar, para luego descubrir al abrir sus ojos, que yacía en la habitación de Daiki, entre sus fuertes y protectores brazos, donde se sentía a salvo y tan amado. Entonces él lo vería con esos ojos azules que lo contemplaban con tanto amor, y lo besaría y llenaría de mimos y le diría que era tan malditamente hermoso y estaba loco por él. Y todo estaría bien entonces, porque todo era perfecto así, nada podía dañarlo estando con Aomine, estando en casa de Akashi, con sus amigos. 
 
Un nuevo sollozo brotó desde lo profundo de su garganta, cada recuerdo dolía más que el anterior, y bailaban uno tras otro en su interior atormentándolo sin darle un respiro. No quería pensar, no quería recordar, solo quería olvidar todo, enterrarlo en las profundidades de su mente y dejarlo ahí perdido. El repudio, el asco y el miedo lo hacían querer gritar. Ojalá solo pudiera deshacerse de las sensaciones en su piel, que como un chiste cruel lo hacía sentir vergüenza de sí mismo, pero la voz, los susurros, sus gruñidos… podía escucharlo hablarle al oído como si estuviera allí a su lado. 
 
—K-Kuroko… —gimoteó—, n-no quiero estar a-aquí. No q-quiero. Por favor… por fa-favor sácame —el corazón de Tetsuya se apretujó terriblemente al escucharlo suplicar con tanto dolor—. Quiero… q-quiero ver a Daiki —sollozó. 
 
Kuroko se presionó contra él con fuerza, luego se alejó y tomó su rostro con la mano que podía, sus dedos de inmediato sintieron la humedad en su rostro. Sus lágrimas. 
 
—Te lo prometo, Taiga-kun —le dijo él con absoluta seguridad—, te voy a sacar de aquí —Taiga hizo un ruidito ante su promesa, asintiendo varias veces y creyendo sin dudar en su palabra—. Pero necesito que te quedes conmigo, ¿sí? —sabía que pedirle que no volviera perderse en su mente era demasiado difícil, pero Kuroko, después de todo, no podía hacerlo solo. Sí Taiga volvía a dejar que sus recuerdos lo alejaran de la realidad, no sabría qué hacer—. ¿Puedes intentarlo, por favor? —el chico asintió—. Y si te digo que corras sin ver hacia atrás, ¿Lo harás? 
 
Con los dedos aún en su mejilla, Kuroko sintió los movimientos confusos en su expresión. 
 
—¿A q-que te ref…? 
 
—¿Lo harás, Taiga-kun? 
 
—Y-Yo… 
 
De repente, una franja de luz brillante apareció al ras del suelo desde la pared contraria a la que ambos chicos se encontraban, haciendo que Taiga se sobresaltara de sobremanera y el corazón de Kuroko diera un vuelco terrible en su pecho. Sintió su estómago revolverse y un frío helado le besó toda la extensión de su columna. 
 
Un chasquido tronó y luego un chirrido horripilante hizo un eco estruendoso en toda la pequeña y mugrienta habitación, entonces una nueva franja de luz se abrió paso cuando la puerta se abrió lenta y escalofriantemente. Kuroko cerró los ojos un momento ante el repentino cambio de claridad. Los abrió al mismo tiempo que Taiga soltaba un ruidito desgarrador, Tetsu giró la mirada hacia él, solo para encontrarse con su rostro contraído en una mueca de terror y sus lágrimas empapando la piel de sus mejillas. 
 
—Taiga-kun, por favor quédate conmigo —suplicó de inmediato, tomando su mano y apretándola con fuerza para hacerle saber que estaba con él, que no estaba solo. 
 
Los ojos aterrados del chico, rojizos por el llanto, lo miraron. Él estaba respirando con fuerza, sus orificios nasales se abrían por lo acelerado de su respiración, estaba casi hiperventilándose de nuevo, pero le devolvió el apretón con la misma fuerza, por lo que Kuroko se sintió esperanzado. Le había prometido quedarse con él, y realmente estaba esforzándose por ello. 
 
—¿No pudiste traer al modelo? —dijo entonces una voz totalmente desconocida para Tetsuya, sacándole un respingo por la sorpresa. El dueño de la voz se escuchaba realmente decepcionado. 
 
Tetsuya centró su mirada al frente, en las dos figuras algo iluminadas por la luz de fuera que les daba directo en la espalda. Eran como espectros escalofriantes enviados para atormentarlos. 
 
Desde luego, Tetsu no había esperado que Nash estuviera solo, Silver tenía que haber estado rondando cerca, pero lo que no esperó, fue que hubiera una tercera persona. Eso… eso era demasiado desalentador. Si con dos ya sería difícil, tres era casi impos… no. No. Debía sacar rápidamente esos pensamientos negativos de su cabeza. Había hecho una promesa y, por supuesto, iba a cumplirla. 
 
En sus ojos celestes la furia brillaba. 
 
—Eres un maldito pedazo de mierda —escupió con rabia. 
 
El tipo que había hablado antes se rio suavemente, pero Tetsuya no le prestó mayor atención, su mirada celeste estaba fija en el bastardo de Nash, que yacía de brazos cruzados y recostado contra el marco de la puerta. Él tenía una risita de medio lado engreída. 
 
—Que boca tan sucia —dijo, sin dejar de sonreír—. Hola, gatito —sus ojos predadores se clavaron en el chico al lado de Kuroko. 
 
Taiga se removió, tratando de contener sus sollozos y fallando estrepitosamente. 
 
—Hijo de puta —Tetsuya se movió ligeramente frente a su amigo de forma protectora.  
 
—Viéndolo bien —habló de nuevo el otro sujeto—, no está tan mal. Se me pone dura solo de imaginar lo que podría hacer con esa lengua afilada. 
 
La mirada fiera de Kuroko se desvió de Nash, y entonces al fin se fijó en el tipejo que estaba al lado de ese bastardo. Era un tipo alto, aunque ligeramente más bajo que Nash, su cabello oscuro yacía trenzado hacía atrás, tenía una mirada afilada que desprendía peligro y en sus labios una sonrisa asquerosa de superioridad. 
 
Tetsuya dirigió su odio hacia él. 
 
—Acércate, y descubrirás que mi lengua no es lo único afilado. 
 
Una carcajada escapó de la boca del tipo. 
 
—Wow, eso me la acaba de poner realmente muy dura —dijo, codeando suavemente al rubio a su lado—. Dejarás que me divierta, ¿Cierto? 
 
Kuroko pasó saliva tratando inútilmente de no mostrar el escalofrío que le acarició la espalda. Tenía que ser fuerte, no podía titubear. 
 
Los ojos nauseabundos de Nash lo miraron de nuevo, pues se había fijado un segundo en su compañero, su sonrisa se ensanchó al ver el movimiento de su nuez cuando tragó con fuerza. 
 
—Por supuesto —dijo divertido—, tanto como quieras. 
 
La sonrisa del tipejo se agrandó, y sin quitarle los ojos de encima a Kuroko se adentró en la habitación, sin embargo, una mano sujetando su brazo lo detuvo, al girar, se encontró con el rostro desinteresado de Nash. 
 
—No seas impaciente, Haizaki. Aún tenemos algunas horas. 
 
—¿Y crees que solo unas horas serán suficientes para satisfacerme? 
 
Kuroko sintió la bilis detrás de su lengua, los malditos bastardos hablaban como si fuera algo tan trivial, como si ellos no estuvieran allí, secuestrados, como si no hablaran de querer violarlo. 
 
—Claro que no —Nash respondió, Haizaki entonces hizo el amago de soltarse del agarre, pero el rubio apretó sus dedos alrededor de su brazo—. Déjanos a solas un momento —ordenó, la sonrisa había desaparecido siendo reemplazada por una seriedad que ponía los pelos de punta—. Pregúntale a Silver si todo está en orden con el yate. 
 
Haizaki tiró de su brazo con fuerza, pero se giró completamente y salió de la habitación refunfuñando. Nash lo ignoró totalmente mientras centraba su vista en Kuroko. 
 
—Kuroko, Kuroko —dijo su nombre casi ronroneando, la sonrisa había vuelto a su rostro—. ¿Sabes? Realmente eres adorable. 
 
Nash despegó la espalda del marco y se adentró en la habitación, cerrando la puerta detrás de sí con un sonido metálico escalofriante. Taiga gimió al quedar de nuevo en la oscuridad, ambos solos con el bastardo de Nash. Y de repente la luz se hiso en todo el lugar con un suave click. Taiga inhaló con fuerza y se aferró completamente al brazo de Tetsuya y, aunque este intentó controlar sus reacciones, no fue suficiente para evitar el retorcijón en su vientre cuando giró la vista a su amigo y entonces pudo contemplarlo con total claridad gracias al resplandor de la bombilla en el techo. 
 
El rostro de Taiga, contraído en una expresión de terror puro, que si bien eso destrozaba el corazón de Kuroko de una manera inimaginable, lo que llenó de odio su pecho fue descubrir el labio partido del chico y el moretón en una de sus mejillas. 
 
Ahora recordaba, antes de caer inconsciente, había visto a Nash darle un puñetazo a Taiga. 
 
—Esa mirada… —Nash le sonrió al darse cuenta de la forma en la que el chico fantasma lo veía, tanta furia en sus ojos celeste. Se adentró en la habitación, yendo directamente hacia los chicos, allí, se inclinó frente a ellos, Tetsuya contrajo sus piernas, casi pegándolas a su pecho—. Haizaki tiene razón… —admitió, y luego sujetó el rostro de Kuroko con una mano. Taiga respiró con fuerza y lo vio aterrado, pero el chico fantasma no se inmutó. Sus ojos continuaban viéndolo con la misma furia—, tú tampoco estás nada mal. Podríamos llegar a divert… 
 
Kuroko le escupió en el rostro, tomándolo por sorpresa. Nash lo soltó y se limpió, aún sonriendo. Lo observó un momento en silencio, admirando la sonrisa satisfecha que se había dibujado en sus labios. Al igual que Taiga, el chico también tenía un feo moretón en una de sus mejillas, cortesía de Nash. Y él, oh, era tan generoso. 
 
El rubio, sin dejar de sonreírle, le dio una bofetada con el dorso de la mano que le volteó el rostro sin mucho esfuerzo y lo dejó aturdido un momento. El sonido del golpe rebotó en la sucia y pequeña habitación. 
 
Y entonces, por primera vez, el miedo no fue lo único que reflejaron los ojos rojizos de Taiga. Saliendo un momento de su estado alterado, él lo miró con repudio mientras le mostraba los dientes. 
 
—¡No le pongas tus asquerosas manos encima! —le gritó, agarrado todavía a Tetsuya y tratando de alejarlo de las garras de Nash. No querría jamás que su amigo tuviera que pasar por lo mismo que él. 
 
Nash, que sonrió en dirección de él, ensanchó su sonrisa complacido al ver su mirada fiera volver a reflejarse en sus pupilas. 
 
—Eso, gatito, enséñame tus garras —extendió la mano en su dirección, queriendo sujetar también su rostro mientras se relamía los labios extasiado. Al final, él era el mejor de ambos. 
 
—¡No lo toques! —Kuroko le dio un manotazo en el brazo, alejándolo de Taiga y sobreponiéndose a él protectoramente. 
 
Divertido por su actitud, Nash se puso de pie y los observó desde arriba, clavando sus ojos brillantes en ellos. 
 
—Que adorables —se burló, llevándose una mano sobre la entrepierna y masajeándose sobre la tela sin descaro alguno frente a ellos. Era tan excitante verlos resistirse. 
 
Taiga se paralizó al notar qué estaba haciendo. Los recuerdos lo abofetearon sin aviso. Cada toque, cada caricia que parecía ser hecha con un hierro ardiente que marcaba su piel de forma dolorosa y permanente. La humillación y el asco lo hicieron girar hacia un costado y devolver todo su estómago, que más era bilis. Nash le dirigió una mirada de un solo segundo, sin embargo, eso fue todo lo que Kuroko necesitó. Porque Nash creía que al ser pequeño era frágil e indefenso, pero el hijo de puta no tenía ninguna idea. 
 
Sus piernas, que estratégicamente había acercado a su pecho cuando Nash se acercó, las estiró de golpe, dirigiéndolas hacia una de las rodillas del hombre, la cual se dobló hacia atrás con un satisfactorio sonido de “crack”. La cadena se tensó del extremo de su muñeca, tirando de su brazo hacia el tubo metálico, pero Tetsu ignoró el dolor lo mejor que pudo. 
 
Nash soltó una retahíla de insultos al mismo tiempo que su otra pierna cedía y se enterraba en el suelo mugriento de la habitación, acción que Tetsuya aprovechó. De inmediato y sin perder ningún segundo, una de sus rodillas se dobló hacia arriba y se estrelló sin piedad y tremenda fuerza contra la barbilla de Nash, que había inclinado el rostro hacia abajo por pura inercia de la acción anterior. El tipejo cayó hacia atrás por la fuerza del golpe, sentándose completamente y apoyando ambas manos en el piso. 
 
Los segundos siguiente se sintieron en cámara lenta.  
 
Taiga tenía los ojos muy abiertos, totalmente asombrado por las acciones rápidas y totalmente repentinas de Tetsuya, mientras que este respiraba con fuerza, escuchando el zumbido de su respiración en sus oídos, como cientos de abejas regordetas, y totalmente alerta a la reacción de Nash, que yacía todavía en el suelo con la cabeza hacia atrás, casi observando la puerta a su espalda. 
 
Pero entonces el ritmo normal volvió de golpe gracias a la carcajada que brotó de lo profundo de la garganta de Nash. Una sinfonía terrorífica que le puso los pelos de punta a los dos amigos. Movió su cabeza, inclinándola hacia el frente y clavando sus ojos pantanosos en Tetsuya. Gotas de sangre brillante escurrían de su nariz, él lamió líquido carmesí sin despegar su mirada de Kuroko. 
 
Y luego las carcajadas se detuvieron de golpe y Nash se movió con gran rapidez sin darle tiempo a Tetsuya para reaccionar. Los sostuvo con fuerza de ambos tobillos y tiró de ellos hacia sí, haciendo que el chico quedara totalmente recostado y que su muñeca crujiera cuando la cadena nuevamente tiró de ella. 
 
Kuroko gritó y pataleó,  intentando asestarle un golpe, un rodillazo en el vientre, en la ingle. Pero Nash lo inmovilizó arrodillándose sobre él y agarrando su muñeca libre. Con horror, Kuroko observó la mano restante de Nash empuñarse y dirigirse con tremenda fuerza hacia la boca de su estómago. Casi se resignó a recibir el golpe, pero entonces, la pierna de Taiga que tenía más movilidad, se estrelló en las costillas del tipo, empujándolo hacia un costado. 
 
—¡No lo toques! —Taiga gritó, colérico. 
 
Nash gruñó, comenzando a enfadarse seriamente. Atrapó de nuevo uno de los  tobillos de Kuroko y apretó con fuerza, sacándole al chico un grito de dolor. Él pataleó e intentó liberarse del agarre con ayuda de Taiga, que intentaba jalarlo hacia si. Pero Nash trepó rápido sobre Tetsuya y sin pensarlo estrelló su puño en su estómago, sacándole el aire y haciendo que boqueara y se contrajera sobre sí. 
 
Taiga intentó golpearlo de nuevo, pero Nash era más rápido. Con Tetsuya fuera de base momentáneamente, su atención se centre el chico de cabellos rojos. Dejó a Kuroko de lado y se movió hacia Taiga, esquivando un puñetazo que iba directo a su nariz. Le sostuvo la muñeca y la torció hacía abajo, haciendo que el chico sollozara de dolor. Y, sin dejar que intentara nada más, lo tomó del cuello y entonces le enterró el rostro contra la pared. 
 
—N-No… —Tetsuya gimoteó sosteniéndose el vientre y sintiéndose totalmente impotente al ver como Taiga caía desparramado en el frío suelo, inconsciente. 
 
—Kuroko, Kuroko —Nash dijo, pero a diferencia de antes que su voz había sonado como un ronroneo, en ese momento sonaba furioso—. Pensaba darte un trato privilegiado, ¿Sabes? En verdad me agradabas —se incorporó cuan largo era y se giró hacia el chico, quedando de pie a un lado suyo—. Podría haber hecho las cosas más “gentiles…” 
 
Pero Tetsuya no escuchaba lo que decía, pues sus ojos celestes, brillosos por las lágrimas contenidas, estaban fijos en el rostro de Taiga, y en ese hilillo de sangre que le rebelaba desde una de sus sienes y se acumulaba en el suelo. 
 
—Pero ahora, ten por seguro que dejaré que Haizaki te destroce. 
 
Kuroko sollozó, pero no por las palabras de Nash, sino por el sentimiento de angustia por Taiga que desbordaba su pecho. Aún no había dado todo, todavía tenía que dar. No iba dejar que el miedo lo paralizara. 
 
Esos bastardos iban a enserio enterarse de lo que era capaz. De lo que era capaz de sacrificar.
 

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