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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

NUEVO CAP <3

UNKNOWN
—Capítulo 36—
Ahora o nunca
 
 
 
 
Los gritos de Tatsuya rebotaron en las paredes desde la sala, esparciéndose en cada rincón de la casa hasta llegar a los oídos de Kise. Él apretó los puños sabiendo que si bajaba justo después de Kasamatsu y Aomine, muy posiblemente se le lanzarían a él encima, llenándolo de preguntas y exigencias que, si era sincero, no estaba seguro de poder negar. 
 
Él entendía porqué Aomine lo estaba haciendo. Y si bien la preocupación por Yukio comenzaba a carcomerlo desde dentro, había prometido no decir nada a menos que fuera necesario. Ellos estaban poniéndose en quién sabía que clase de peligro, y como Daiki había dicho, nadie podía ser de ayuda. Bastaba con escuchar la reacción de Tatsuya para entenderlo. Y no quería imaginar como podrían llegar a reaccionar los gemelos. 
 
Pero estaba nervioso y ansioso, y no quería que su lengua lo traicionara por ello si bajaba y todos lo interrogaban, por lo que decidió permanecer aparatado de sus amigos. 
 
Salió de la habitación de Aomine y caminó por el pasillo de la enorme casa, dejando que sus ojos vagaran en los cuadros que estaban en las paredes, los cuales ya conocía, pero que los veía como una forma de mantener su mente ocupada porque si le daba rienda suelta a sus pensamientos, iban a llevarlo por caminos que no quería atravesar. 
 
Cuando al fin llegó a la habitación de su destino, no era la suya, sino la de Kuroko. Creyó que si alguien lo iba a buscar, por lógica lo buscarían primero en su habitación, así que no fue allí. Así, si escuchaba a alguien buscándolo en otros lugares, al menos le daría más tiempo para esconderse. 
 
Primero pensó en dejarse caer en la cama y distraerse con su celular, pero al final terminó sentado en el suelo, a orillas de esta con la espalda retrancada. 
 
Tenía unas enormes ganas de llorar, no solo por la preocupación por Yukio, sino por Kuroko y Taiga. Sus ojos ardían y sentía un fuerte nudo en la garganta que estaba presionando su pecho y haciendo que doliera el respirar. Un sollozo difícil de contener brotó de sus labios, y él cubrió rápido su boca con ambas manos. 
 
El solo imaginar que sus amigos estaban con el loco desgraciado de Nash, lo hacía querer vomitar de la angustia. Ese tipo estaba demente, todo lo que le había hecho a Taiga era horrible, lo había roto al punto de obligarlo a lanzarse frente a su auto en marcha. Había logrado escapar quien sabía como, llegando a dar con ellos quienes lo pusieron a salvo… pero ahora estaba allí de nuevo, encerrado con ese maldito. Y Ryōta quería solo echarse a llorar con fuerza porque no podía si quiera acercarse a imaginar lo mucho que estaba sufriendo Taiga por ello. 
 
Pero era por eso mismo que sentía que al mismo tiempo no podía hacerlo, porque estaba seguro que Kuroko, siendo la fiera que era, estaba luchando, haciendo su mejor esfuerzo… entonces no podía llorar, no cuando eran ellos quienes estaban allí, esforzando. Tenía que ser fuerte y rezar, a quien maldita sea lo escuchara, por su bien. Debía confiar también en Aomine y Yukio. En que ellos los traerían de vuelta. 
 
Él atrajo sus piernas hacia su pecho, para abrazarse a ellas y ocultar en estas su rostro… pero entonces un ruidito llamó su atención. Un suave y bajo gemidito lastimero que le llegó desde debajo de la cama.  Kise se asomó, inclinándose sobre si y observando. Lo que encontró, le sacó a él un jadeo de dolor. 
 
Nigō yacía bajo la cama de Kuroko, acostadito sobre lo que parecía ser una de las playeras de su amigo sombra. El pequeño cachorrito estaba hecho bolita, y parecía que lloraba por la ausencia de Tetsu, como si supiera que algo estaba mal con él. 
 
—Nigō… —susurró Ryōta, sintiendo como su pecho se oprimía al verlo tan deprimido. El cachorrito lo miró, triste, con sus ojitos celestes tan parecidos a los de Kuroko mientras soltaba otro gemidito—. Nigō, ven —le llamó con calma y una sonrisa. 
 
Nigō no se levanto de inmediato, tardó unos segundos, luego fue hacía a él con lentitud, mirándolo como si quisiera llorar. Kise lo tomó entre sus brazos con cuidado, enderezándose mientras de nuevo se recostaba contra el costado de la cama. 
 
—Estará bien —le susurró mientras lo pegaba a su pecho en un abrazo protector—. Él estará bien, Nigō. 
 
Un gemidito salió del perrito, como si comprendiera de qué le estaba hablando el rubio. 
 
De pronto, desde fuera, en los cristales del ventanal se reflejaron luces blanquecinas y pronto el inconfundible sonido de un motor de auto se escuchó en la distancia, haciéndose cada vez más audible conforme iba acercándose de prisa… por extraño que pareciera, Kise de hecho reconoció el sonido de ese motor. 
 
Sabía, sin duda, quien acababa de llegar… y él no podía ser más oportuno. 
 
 
 
~•§•~
 
 
 
Aomine sintió que se le escapaba el corazón un instante en cuanto divisó el pequeño trozo de tela. 
 
Llevaban ya mucho tiempo internados en la oscuridad, rodeados de arboles y follajes, insectos y aves nocturnas; la luz de luna sobre sus cabezas y las linternas iluminando al frente. Sus ojos atentos, observando, buscando cualquier mínimo detalle que estuviera fuera de lugar, en el suelo que pisaban, en la vegetación a su alrededor, pero nada. Afortunadamente, pronto llegaron a un área un poco menos frondosa, libre de tanta vegetación, lo que significaba más probabilidades de encontrar alguna huella. 
 
Había estado esperanzado, positivo, porque no podía ser de otra forma si quería encontrarlos. A su lado, Yukio iluminaba el camino pendiente de todo, a cualquier singularidad. Era difícil, desde luego, pero no podían rendirse tan pronto. 
 
En algún momento de la noche, su recompensa estuvo allí. Un huella humana. 
 
Había sido difícil de encontrar, primero no la había visto, pero gracias a que estaban atentos y observaban dos o tres veces cualquier mínimo detalle y por la experiencia de Aomine, la habían visto. Se acuclillaron de prisa y Daiki limpio las hojas y ramitas para dejarla totalmente expuesta. Era una huella de un buen tamaño, como las suyas, como las de Taiga, estaba seguro. 
 
—Tiene que ser de él… —Yukio lo escuchó susurrar, no diciéndoselo a él realmente, pero Kasamatsu no pudo evitar sonreír y ponerle una mano en el hombro, apretando su toque en un gesto de aliento.
 
No pudo evitar sentir el ardor detrás de sus ojos, y tuvo que pasar saliva con fuerza para evitar sollozar patéticamente. No era tiempo para eso. 
 
Por la posición de la huella podían darse una mejor idea para orientarse, tuvieron que cambiar un poco de rumbo, pero continuaron avanzando pues ahora sabían que estaban en el camino correcto. O puede que no y fuera la huella de alguna otra persona, pero no creía que ese lugar tuviera muchos visitantes que corrieran descalzos. 
 
La esperanza, por un tiempo, fue realmente alta en cuanto continuaron avanzando. 
 
Pero pronto la desesperanza comenzó a corroer poco a poco la mente de Daiki, pues luego de esa primera huella, no habían encontrado nada más que indicara que el camino que tomaron fue el correcto. No había nada más, ese rastro había sido difícil de encontrar, pensaba que habían tenido tanta suerte al descubrirlo, pero… 
 
¿Y sí había hecho una mala elección en el rumbo? Taiga pudo haber corrido en otra dirección, quizá zigzagueando, cambiando de dirección cada ciertos metros, y él solo había seguido hacia de donde la huella parecía llegar. 
 
Imbécil, imbécil. 
 
Pero es que creyó que, al estar tan desesperado y temeroso, lo último que cruzaba por la rojiza cabecita de Taiga era una estrategia de huida. Solo correr con todas sus fuerzas sin mirar atrás. Pero quizá… tal vez había estado más concentrado de lo que había creía, posiblemente él había tenido de verdad una estrategia. Si en lugar de acercarse, Aomine estaba haciendo que se alejaran, nunca iba a per…
 
—Aomine, ahí… —la voz de Kasamatsu lo había devuelto de cavilaciones, Daiki le dio su atención—, mira —señalo, sonriendo. 
 
Los ojos azules del moreno siguieron la trayectoria de su mirada, sintiendo que el corazón se le salía del pecho en cuanto sus ojos encontraron lo que Kasamatsu iluminaba con su linterna. Se acercó lentamente y con una mano temblorosa sostuvo el pedazo de tela entre sus dedos callosos.  El material estaba sucio y descolorido enredado en entre las ramitas de un arbusto seco cerca del suelo, pero Daiki estaba complemente seguro, era un trocito de la playera que Taiga llevaba puesta el día que Kise lo llevó. 
 
Posiblemente Taiga había resbalado y su ropa había queda prensado en el arbusto, por lo que, cuando se puso en pie y continuó corriendo, el retazo se había desprendido y quedado allí, esperando ser descubierto. De golpe soltó el oxigeno que no sabía estaba conteniendo inconscientemente desde que Yukio le hablara. Fue como si el alma le hubiera vuelto al cuerpo luego de casi perderla un momento. 
 
No se había equivocado. No lo había hecho, mierda. ¿Cómo había podido dudar? Tener dudas en ese momento era lo peor que podía hacer, así no encontraría a los chicos, eso solo provocaría que de verdad se equivocara. No podía volver a sentirse de esa manera. No, maldita sea.
 
—Vamos por buen camino —Kasamatsu dijo, dándole una palmada en la espalda. 
 
Él había notado el estado en el que Daiki se había perdido un momento, pero que encontraran esa pista había sido realmente tan, tan alentador. 
 
—Sí… —Aomine pasó saliva con fuerza—. Deberías enviarle a la rubia nuestra ubicación en tiempo real —Yukio sacó su teléfono e hizo lo que Daiki dijo, pues ahora sabían que estaban en el camino correcto. No tenían dudas que no tardarían mucho más en dar con el lugar. 
 
—Listo. 
 
—Entonces sigamos —Aomine cerró los dedos alrededor del trocito de tela con fuerza, aferrándose a el con toda su esperanza. 
 
«Voy por ti, Taiga —pensó—. Voy por ustedes, solo espérenme un poco más»
 
 
 
~•§•~
 
 
 
—Taiga-kun… Taiga-kun… 
 
Taiga escuchaba su nombre ser dicho en la distancia, apenas un susurro. Quería responder, quería abrir sus ojos, pero se sentía tan, tan cansado. Podía solo quedarse donde estaba en ese momento, en algún lugar lejano donde nada podía hacerle daño, donde la oscuridad era su amiga y lo protegía de quienes querían lastimarlo, porque allí, incluso si esta estaba tragándolo, se sentía bien.
 
—Taiga-kun… por favor… 
 
Los ojos rojizos de Taiga se abrieron con lentitud, lo primero que vio fue la luz de la bombilla en el techo, luego la sonrisa magullada de Kuroko al verlo reaccionar. Él ni siquiera sonreía tan abiertamente, pero allí estaba, sonriéndole, aunque debía dolerle el rostro por los golpes que Nash le había dado. Tenía el labio roto y habían rastros de sangre en sus orificios nasales, tenía la mejilla hinchada y sangrante también. 
 
Continuó contemplándolo un momento antes de reparar en su propio dolor, entonces soltó un quejido y llevó una mano a su cabeza, descubriendo el liquido rojizo que manchaba su cabello. Intentó incorporarse del regazo de Tetsuya, donde yacía recostado, pero el mareo se lo impidió, además de su amigo que lo instó a permanecer recostado un poco más. 
 
—¿Qué pasó? ¿D-Donde está…? —preguntó sin decir un nombre, no quería decirlo y pensó que Kuroko lo sabría sin decir nada. 
 
—Salió luego de golpearte… pero debe de estar rondando allí afuera —dijo, omitiendo intencionalmente el hecho de que también lo había vuelto a golpear a él, una patada en el estomago que una vez más lo dejó sin aire un momento y lo hizo perder quien sabía cuanto tiempo la consciencia. Pudieron haber sido minutos u horas. No tenía idea—. Escuché que hablaba con el otro tipo acerca de un problema, no entendí bien, pero… estamos solos —él, encontrándose entre la línea de la inconsciencia y la lucidez, había logrado escuchar lo que decían antes de salir, pues Haizaki había vuelto para observar el espectáculo que había hecho. Luego por fin se había desmayado—. Estamos nosotros y él nada más —dijo, sosteniendo su mano y apretando su agarre al terminar sus palabras.
 
Taiga lo observó, sintiendo su toque. Vio sus ojos, la chispa que brillaba en ellos. Determinación pura. 
 
Kuroko no tenía idea de qué pasaba por la cabeza de ese desgraciados. Qué era lo que querían lograr o qué maldita sea ganaban con hacerles daño. Podía entrar en su cabeza que Nash estuviera obsesionado con Taiga, era un jodido loco, pero no sabía que motivaba a los otros dos tipejos a ayudarlo. ¿Amistad? Sinceramente lo dudaba, eran unos desquiciados, unos enfermos. ¿Simple placer? Probablemente; solo eran compinches con un objetivo en común, quizá. ¿Eran apenas en eslabón pequeño de algo más grande? No lo sabía, no tenía ninguna idea… pero no era como si quisiera averiguarlo. 
 
Y no iba quedarse a hacerlo. 
 
Si tenían una oportunidad, era justo en ese momento en el que tan solo estaba Nash como guardia. Si los otros volvían, estaban perdidos, y sería mucho peor si los llevaban al transporte que había escuchado. Un yate, un jodido yate. Eso era desalentador, rodeados por libros y libros de agua sería imposible escapar. Pero eso le decía una cosa, sí esos tipejos estaban pensando escapar por agua, significaba que por tierra era complicado. 
 
Kuroko sonrió para sus adentros, porque estaba seguro que había sido Akashi quien estaba orillándolos a ello. Por supuesto que sería él. Seguramente había estado llamando y, al no responderle, había sabido que algo estaba mal. No había forma de que supiera lo de Nash, pero alertar acerca de su desaparición era suficiente. Y claro, conociendo a Akashi, no era una simple pequeña búsqueda. 
 
Tenía que hacerlo a lo grande, digno de él. 
 
Oh, dios, cuando lo tuviera de nuevo cara a cara iba a besarlo tanto. 
 
—Es ahora o nunca, Taiga-kun —habló de nuevo—. Tenemos que salir de aquí. 
 
—S-Sí. 
 
Taiga podía ver en la mirada de Kuroko que él ya había trazado el plan en su cabeza, sabiendo perfectamente qué hacer. Confiaba en ese chico, confiaba tanto en él, se sentía tan afortunado y agradecido de que estuviera a su lado en ese momento, porque de no ser así, de estar solo allí de nuevo en las repugnantes garras de Nash, estaba seguro que estaría totalmente perdido. Pero Kuroko era su salvavidas, era ese sostén seguro que no lo dejaba caer en la oscuridad. 
 
—Escúchame bien, Taiga-kun, porque necesito tu ayuda —Taiga lo vio pasar saliva en un signo de nerviosismo, seguro estaba conteniéndose tanto, y todo por su bien.
 
—Haré l-lo que sea —respondió, seguro. 
 
—Bien… —Kuroko le sonrió, una sonrisa que llevaba en ella una disculpa—, porque necesito que me disloques el pulgar. 
 
Los parpados de Taiga se abrieron hasta donde llegaban en sorpresa, y él lo vio horrorizado. 
 
—¿Q-Qué? 
 
—Y-Yo no puedo hacerlo —Tetsuya se mordió el labio, sintiéndose totalmente impotente, cobarde—. Antes, cuando ataqué a Nash, lo intenté. Mierda, lo intenté, pero no pude, inconscientemente me detuve. Cuando el dolor llegó a un punto demasiado alto, no pude hacerlo —calló, bajando la mirada un momento, cuando volvió la vista, tenía los ojos rojizos—. Sé lo que te estoy pidiendo, Taiga-kun, pero necesito que hagas esto por mí. 
 
—Y-yo… 
 
—Por favor. 
 
—P-Pero ¿Por qué t-tienes que ser tú? —¿Por qué tenía Kuroko que protegerlo hasta ese punto? Estaban juntos en eso, mierda, no tenía que hacerlo todo él—. Y-yo lo haré —decidió—. Yo l…
 
—No. —Kuroko interrumpió—. Tengo que ser yo… mi mano es más pequeña —dijo, alzándola para mostrarle—. Con el pulgar dislocado el grillete saldrá, pero tu mano es más grande, para sacarlo tendríamos que cortar. 
 
Taiga no pudo decir nada, porque la verdad era que sentía el grillete demasiado apretado contra su muñeca. Sus ojos observaron la mano de su amigo, que aún seguía alzada frente suyo, contemplándola un momento antes de sostenerla entre sus dedos y apretarla al mismo tiempo que sus ojos volvían al rostro de su amigo. Había miedo en ellos, pero también seguridad en su expresión. 
 
—¿Cuál es el… plan? 
 
Kuroko suspiró aliviado de saber que contaba con su ayuda. 
 
—La meta, noquearlo —dijo—, sinceramente no sé si salga como espero, pero tenemos que hacer nuestro mejor esfuerzo —Taiga asintió, pasando saliva—. Primero, quitarme los grilletes de la mano, al tener la cadena solo en la pierna, de hecho puedo usarla como arma, después voy a romper el bombillo —señaló la luz que parpadeaba sobre sus cabezas—. Luego tendremos que hacer mucho ruido para hacerlo entrar. 
 
—Yo lo haré —Taiga se ofreció—, puedo hacerlo. 
 
—Bien —Kuroko aceptó—. Entonces voy a ocultarme cerca de la puerta y lo atacaré de nuevo, pero está vez con la cadena. ¿Recuerdas cuando hice equipo con Aomine-kun? 
 
Claro que recordaba, ese día se había convertido en uno de los más increíbles de toda su vida. Había sido todo maravilloso: Básquet excelente, amigos asombrosos y Aomine. 
 
—Recuerdo —dijo, esbozando un pequeña sonrisa que hizo que a Tetsuya le temblara el labio. Dios, él realmente había sonreído, por un momento había llegado a creer que jamás volvería a verlo esbozar una—. Tú parecías un fantasma. No creí que tu falta de presencia fuera realmente tan útil. 
 
—Exacto. 
 
Taiga lo miró durante un par de segundos, confundido, y luego la comprensión se dibujo en sus ojos rojizos. Sonrió de nuevo sin poder evitarlo. Kuroko era asombroso. 
 
—Voy a usar esa falta de presencia a nuestro favor, por lo que tendrás que captar toda su atención en ti, de esa forma será más útil. No es que crea que funcione mucho contra Nash, pero pienso que al menos nos dará unos segundos. Mi objetivo es derribarlo cerca de ti, así tú también podrás ayudarme a noquearlo porque, siendo sincero, no es algo que yo pueda lograr solo. ¿Puedes hacerlo? 
 
Por supuesto que podía, a parte de querer huir de él, golpearlo era lo que más quería hacer luego de ello. 
 
—Sí puedo. 
 
—Bien. Estoces luego buscaremos las llaves de los grilletes, esperemos que las tenga o que estén afuera. 
 
Silencio, ambos se vieron a los ojos. Entonces Kuroko también sostuvo a Taiga de la mano, por un momento el chico creyó que era un gesto de apoyo mutuo, pero entonces él lo sostuvo del pulgar con una mano, haciendo que se doblara un poco hacia atrás, mientras que con la otra mano lo sostenía de la muñeca. 
 
—Tienes que hacerlo así —le dijo—, presiona el pulgar y tira de la muñeca hacía abajo con fuerza —lo soltó. 
 
A Taiga le temblaron las manos en cuanto tomó entre las suyas la de su amigo. 
 
—¿Q-Quien te enseñó a hacer esto? —interrogó, tomándose solo un momento para adquirir el valor necesario para terminar la acción. Tetsuya sonrió de medio lado. 
 
—En el pasado tuve algunos incidentes —confesó para nada contento—. Si bien Akashi-kun me protegía, que no es que creyera está mal, Amine-kun en su lugar me enseñó a defenderme. Me dio algunas clases de defensa personal.  
 
Parte del ataque se basaba en dominar, y eso significa sostener, así que si el atacante se confía en que tiene a la victima, y en cambio esta se aprovecha de ello y le rompe el dedo, eso lo toma por sorpresa y el dolor lo hace bajar la guardia y cometer errores. 
 
No había sido exactamente de esa forma, pero sin duda Nash se había confiado de que los tenía. Se había dejado engañar por la apariencia de Kuroko y creyó que no era una amenaza, por ello lo tomó tanto por sorpresa en cuanto atacó. Él tenía colmillos y garras aunque no los mostraba, y eran muy afiladas. 
 
—A la cuenta de tres —Tetsuya pidió, Taiga Asintió, sus manos aún temblaban, pero se obligó a calmarse—. Uno —comenzó, y luego se subió la playera para tener algo que morder, no quería atraer la atención de Nash antes de tiempo. 
 
Inevitablemente los ojos de Taiga se fijaron en la piel descubierta de su abdomen. Estaba rojiza y comenzaba a volverse de un horrible tono verduzco y amoratado. Más que miedo por toda la situación que estaban pasando sin merecerlo, Kuroko menos que nadie, la furia se apodero de su pecho. Luego podría llorar por todo, por su corazón destrozado e incluso por los golpes, pero no en ese momento… ya no. 
 
Nash había tomado suficiente de él, no le daría nada más. 
 
Ni una lágrima más. 
 
—Dos —su voz era segura. Kuroko estaba asintiendo, alentándolo a llegar a tres y terminar de una vez, pero Taiga se le adelantó—. Tres —dijo, al mismo tiempo que con total fuerza doblaba su dedo y muñeca de la forma en la que le había dicho. 
 
—¡mmmgh! —Tetsuya apretó los ojos y un sonido de “Ploc” hizo un suave eco en la habitación, al mismo tiempo que el dolor se esparcía por su brazo como llamas ardientes que derretían su piel. Taiga vio como inevitablemente las lágrimas de dolor escaparon de sus parpados cerrados.
 
El bloqueo por el dolor duró solo un momento, instante en el que Tatsuya dejó que más lagrimas acariciaran sus mejillas y que su mente aceptara el dolor. Taiga sintió su estómago retorcerse al ver el dedo de su amigo en un posición tan antinatural, fue peor saber que lo había hecho él, pero no podía permitir que la culpa lo consumiera y alejara de su objetivo. 
 
Kuroko se quitó la playera de la boca e inhaló con fuerza, sus manos temblaban pero se apresuró a quitarse el grillete de la muñeca. Un gemido adolorido escapó de sus labios y nuevas lágrimas brotaron de sus ojos en cuanto el metal acarició su dedo lastimado, pero tal como había dicho, el grillete se deslizó con facilidad luego de ejercer solo un poco más de presión. 
 
Una vez su muñeca libre, Kuroko dejó la cadena en el suelo y atrajo su mano hacía su pecho en un gesto de consuelo a sí mismo, como si con ello pudiera mitigar el dolor que, dios, era demasiado, más de lo que había esperado. 
 
—D-Duele… —susurró, y Taiga sintió sus ojos arder. 
 
Pero eso fue todo lo que el chico fantasma se quejó. Sorbió la nariz y luego limpió sus lágrimas con fuerza, no podía dejar que el dolor lo dominara. Con su otra mano tomó de nuevo la tela de su playera e intentó romperla en una especie de vendaje improvisado, pero fue difícil, sin embargó Taiga comprendió lo que estaba haciendo, por lo que le ayudó a hacerlo. Intentó cortar una tira uniforme, casi lográndolo, y luego se apresuró a vendar su dedo y mano. 
 
Tetsuya se mordió el interior de las mejillas aguantando el dolor ardiente que quemaba su brazo. Una vez terminado, se puso de pie algo tambaleante mientras sostenía la cadena y tiraba de esta con cuidado de no hacer sonido, hasta sacarla completamente del tubo que estaba soldado a la pared. Luego, Taiga lo vió ir hacia la puerta y colocarse de espaldas a un costado de ella.
 
Allí, se quitó uno de sus zapatos, el izquierdo, después tomó la cadena y comenzó a enrollarla alrededor de su pie derecho. Una vez listo, se enderezó y clavó sus ojos celestes en Taiga. 
 
—¿Listo? 
 
—No… 
 
Kuroko le sonrió comprensivo, una expresión difícil tomando en cuenta que estaba comenzando a sudar demasiado debido al dolor. 
 
—Yo tampoco —confesó—. Cubre tus ojos. 
 
Taiga lo hizo, y pronto un estallido como un chillido de pájaros inundo sus canales auditivos, junto con alguno que otro pedacito de bombillo dando contra sus brazos. De inmediato supo que esa era su señal. Descubrió sus ojos encontrándose solo con oscuridad, y por un momento esta amenazó con devorarlo de nuevo y tirarlo al abismo, pero Taiga no dejó que sucediera, construyó una muralla alrededor de su corazón e impidió que se apoderara una vez más de él. 
 
—¡Nash! —gritó, dejando que toda la furia y el miedo salieran en forma de palabras, insultos—. ¡Maldito pedazo de mierda, ven aquí! ¡Te estoy hablando hijo de puta! 
 
Si algo Taiga había entendido luego de lo que le hizo ese desgraciado, era el porqué estaba tan obsesionado con él.
 
Y eso era su agresividad. Su fiereza. 
 
Le guastaba que fuera tan arisco. Como el mismo maldito había dicho, su ojos rabiosos lo calentaban de sobremanera. No quería que fuera dócil solo para complacerlo, quería domar esa fiera en su corazón, someterlo. Por lo que, desde luego, su plan de intentar seducirlo jamás tuvo oportunidad. Pero también fue por ello que le había hecho tanto daño: los golpes, los cortes, los latigazos; porque quería que esa mirada dura se rompiera por su mano. 
 
Solo que en el proceso, a pesar de todo el daño físico, nada había funcionado; sus ojos continuaban viéndolo con la misma agresividad, pero incluso si así era, a Nash no le importaba, ambos se dieron cuenta. Porque sus ojos agresivos, después de todo, eran lo mejor, y prefería verlo llorar de rabia que de miedo. 
 
—¡Nash, bastardo desgraciado! ¡Ahora resulta que a parte de ser un malnacido hijo de perra también eres sordo! ¡Ven aquí, maldita sea! 
 
El pestillo de la puerta sonó, y luego está crujió abriéndose hacia adentro tortuosamente, sobresaltando a Taiga que no esperó abriera tan de golpe, había creído que al menos escucharía sus pasos acercándose. La luz de fuera se abrió camino en la oscuridad, deteniéndose sobre él, enfocándolo completamente.  Al otro lado, Nash lo saludo con una sonrisita, él se había cruzado de brazos y estaba recargándose contra el marco de nuevo. 
 
—¿Ronroneaste, gatito? 
 
Taiga contuvo el asco en su garganta. 
 
—¡Sí! —le gritó de nuevo—. ¡Eres un pedazo de mierda malnacido! —escupió con odio y rabia brotando de su cuerpo—. ¡Voy a romperte la cara y borrar esa asquerosa sonrisa de tu rostro! 
 
La sonrisa de Nash se ensanchó totalmente complacido con su actitud, porque la verdad se había sentido algo decepcionado al verlo llorar y tan fuera de sí. Pero allí estaba de nuevo el Taiga que tanto le gustaba, la dureza en sus ojos rojizos, el rechazo hacia su persona. Había estado pensando en la forma de volver a pintar en su expresión el odio y aborrecimiento, encontrando que el daño hacia Kuroko era un detonante para este, por lo que dejaría que Haizaki lo destrozara frente a sus ojos. 
 
Kuroko le agradaba y pudo haber sido realmente divertido, pero sus ojos eran tan… extraños, además tenía un limite, y él lo había sobrepasado, así que no le importaba lo que sucediera con él. De todos modos, el único al que quería era a Taiga.
 
Siempre sería Taiga. 
 
Nash se despegó del marco de la puerta y dio dos pasos hacia adentro, fue entonces que bajo su bota algo crujió. Primero no le dio importancia, vio Taiga, pero entonces él frunció levemente el entrecejo. Sus ojos observaron de un lado hacia el otro, por fin notando la oscuridad en la habitación, pues él recordaba haber dejado la luz encendida para que ellos pudieran ver en sus propios rostros las consecuencias de actuar estúpidamente; miró hacia arriba, de inmediato fijándose en los restos del bombillo roto. 
 
Un resoplido escapó de sus labios, entonces sus ojos buscaron de nuevo a Taiga, solo que en sus irises no había ninguna pizca de diversión cuando lo enfocaron. Tenía una mirada filosa, peligrosa como un cardumen de pirañas hambrientas, por un instante Taiga temió que fuera a devorarlo hasta los huesos. 
 
—Crees que eres muy inteligente, ¿Cierto, Kuroko? —dijo Nash, observando hacía un costado por el rabillo del ojo, hacia la puerta abierta, donde estaba seguro Tetsu se ocultaba esperando que él se adentrara más en la habitación, y así luego atacar. 
 
Pero Nash no iba a dejar que tuviera una oportunidad de poner en practica su tan ingenioso plan. Él retrocedió un paso, luego alzó un brazo y estrelló la palma en la puerta para que esta se pegara completamente contra la pared, logrando así que Kuroko quedara aturdido por estar entre ambos, pared y puerta. Sonrió, esperando el grito adolorido, o que incluso cayera al suelo si es que lo había golpeado demasiado fuerte. 
 
Solo que ningún sonido llegó a sus oídos, y tampoco hubo ninguna resistencia en la puerta, señal inequívoca de que no había nadie detrás de esta. Nash giró la mirada de inmediato hacia Taiga, encontrándose con que el chico tenía en su rostro una sonrisa de medio lado sin despegar sus labios. 
 
—Sí, lo soy… —Kuroko dijo, justo detrás de Nash.
 
Antes de que Nash pudiera girarse y atacar, Kuroko atacó con mucha más rapidez que la primera vez, la cual había pensado era suerte solamente. 
 
Con la planta de su pie por delante y con ayuda de la cadena que se había enrollado en este, golpeó con toda su fuerza detrás de una de las rodillas de Nash, para así doblarla hacia delante y hacerlo caer. El rubio se tambaleó y enterró una mano y la rodilla golpeada en el suelo con un siseo, justo delante de Taiga, quien no perdió ni un solo segundo y alzó la pierna para darle una patada en el rostro. 
 
Nash, anticipándose a ello, esquivó el golpe y lo sostuvo por el tobillo, sacándole un gritó cuando lo torció hacia un lado. No lo rompió, pero si dolió. 
 
—No caeré dos veces en el mismo trugh… 
 
Con satisfacción, Taiga observó casi en cámara lenta el momento en el que Kuroko, con la misma pierna donde se había enrollado la cadena, le daba a Nash una fuerte patada en el rostro. Fue asombroso, pensó el de cabellos rojos, viendo a su amigo dar una vuelta sobre sus tobillos con la pierna extendida para tener mucha más potencia, y luego estrellar su extremidad contra el costado de la cara del maldito de Nash. 
 
El «Crash» que hizo el choque resonó en las paredes, y luego un poco de sangre le cayó a Taiga en el rostro. 
 
Completamente aturdido pero no del todo inconsciente, el cuerpo de Nash golpeó contra el suelo entre las piernas de Taiga, allí, se removió sacudiendo su cabeza e intentando aclarar su mente y levantarse de nuevo. Por supuesto, iba a ser difícil noquearlo por completo, pero los chicos tampoco iban a darle chance de contraatacar. 
 
Taiga se inclinó de prisa hacia el frente y le soltó a Nash un puñetazo directo en la mandíbula que dolió terrible en sus nudillos, pero que fue realmente satisfactorio, luego alzó ambas piernas incluso si la cadena tiraba de su muñeca hacia atrás, pegándola contra el tubo soldado a la pared y lastimándola. Si Kuroko podía con el dedo dislocado, él podía soportar un pequeño tirón. Posó sus piernas en los hombros de Nash, enrollándolas en su cuello y tirando de él. 
 
Los ojos de Nash lo miraron, se clavaron en su rostro con intensidad, de una forma que a Taiga le dio escalofríos, pero se mordió las mejillas no dejándose intimidar por él, por lo que apretó sus muslos para asfixiarlo y así lograr dejarlo al fin inconsciente. Aún aturdido y sangrando, Nash intentó levantarse sin dejar de verlo a los ojos, fallando y resbalando debido al mareo por el golpe, entonces llevó sus manos hacia los muslos en su cuello, tratando de liberarse, sin embargo Taiga en lugar de aflojar su agarre con el forcejeo, lo hacía más fuerte. 
 
Aprovechando la chance que tenían, Kuroko, con su mano buena, comenzó a toquetear el cuerpo de Nash en busca de las llaves de los grilletes, pues las necesitaba para liberar a Taiga… no encontró nada. 
 
—¿¡Dónde están las llaves!? —le gritó, pero Nash continuó concentrado en intentar quitarse las piernas de Taiga del cuello—. ¿¡Dónde están las malditas llaves!? —No hubo ninguna respuesta. Y la verdad no podían arriesgarse a aflojar el agarre para que hablara y en lugar de ello se liberara. 
 
Totalmente exasperado y con el corazón latiéndole a mil, se incorporó desenrollando la cadena de su pie, luego, con esta en mano, corrió hacia la puerta. Su pecho se oprimió con la idea de dejar a su amigo a solas con el maldito de Nash, incluso si solo era un momento, lo habían tomado por sorpresa pero no sabían cuanto tiempo lograrían retenerlo, además del peligro constante en el que ambos yacían sin saber en qué momento podía Haizaki regresar, lo que era peor, podía volver en compañía de Silver, y entonces sí que estarían perdidos. 
 
Estaban cortos de tiempo, necesitaban actuar rápido. Tenía que encontrar las llaves ya.
 
Le sorprendió, aunque no del todo, descubrir que al otro lado de la puerta una escalera trazaba el camino hacia arriba. Por supuesto, los tenían en un sótano. Aunque lo había pensado ya debido a la falta de ventanas y el frío. Se apresuró a subirlas de dos en dos, tratando de hacerse una idea de dónde podría buscar las llaves. Llegó hasta el final, apresurándose aún más a abrir la puerta que le cerraba el paso hacia la casa. 
 
Dio un paso fuera, y entonces algo metálico se estrelló de lleno en su rostro, esparciendo un terrible dolor desde su nariz hasta su columna y mandándolo directo hacia el suelo, cayendo con un ruido sordo y enterrando la cabeza contra el piso de madera, a centímetros apenas de rodar por las escaleras. Kuroko gimió de dolor y vio luces mientras se removía, un pitido resonaba en sus oídos y él jadeó, respirando con fuerza tratando de enfocar y saber qué rayos acababa de pasar. 
 
Una risa resonó cerca pero al mismo tiempo lejana. Kuroko veía borroso, sentía que la cabeza iba a estallarle. La sangre brotaba de su nariz, indudablemente rota, y su labio, que habían recibido la mayor parte del golpe, posiblemente su cabeza también sangraba. 
 
—¿Buscabas esto? —la voz dijo, sin perder la diversión. Tetsuya escuchó el tintineo inconfundible de un manojo de llaves. El tipo se puso de cuclillas, observando de cerca el cuerpo del chico, Tetsuya apenas y veía su silueta borrosa—. Estoy realmente impresionado de que llegaras hasta aquí… pero es lo más lejos que avanzarás.
 
Haizaki se incorporó de nuevo, y luego, fijándose en el vendaje improvisado en la mano de Kuroko, no le tomó mucho tiempo saber qué había hecho para liberarse. La sonrisa que ya estaba dibujada en sus labios se ensanchó, y luego él alzó la pierna y la dejó caer sin piedad sobre la mano lastimada de Tetsuya. 
 
El grito de dolor que brotó desde lo profundo de la garganta del chico fue desgarrador, y viajó a través de las paredes llegando hasta el sótano y resonó allí de forma aterradora, erizando todos los vellos del cuerpo de Taiga, quien se sobresaltó y, en un momento de miedo y duda, aflojó el agarre que mantenía sobre Nash. Nash, que se encontraba más lúcido y no dejó pasar la oportunidad y soltó un puñetazo hacia la mandíbula de Taiga, logrando así aturdirlo, por lo que el agarre se aflojó totalmente y él retrocedió, tosiendo fuertemente al mismo tiempo que una risa histérica brotaba de su garganta e iba subiendo poco a poco de tono, hasta hacer un eco  escalofriante que resonaba en la habitación.
 
Taiga sacudió la cabeza, perdido momentáneamente, los golpes de Nash siempre eran tan fuertes, él tenía el puño demasiado pesado. Pero se obligó a reaccionar, necesitaba hacerlo, tenía que detener a Nash porque sino el dolor de Kuroko sería por nada… Kuroko. 
 
El miedo se apoderó de nuevo del cuerpo de Taiga, pero no por él y lo que fuera a hacerle Nash, sino que fue por el grito de Kuroko que hacía eco aún en sus oídos. No había que ser muy listo para saber qué había pasado. Haizaki. Tenía que haber sido él. Había vuelto, no habían sido tan rápidos. Mierda. 
 
Así que realmente Tetsuya se había herido por nada. Quizá hubieran podido lograrlo si su mano fuera un poco más pequeña, entonces él también se hubiera dislocado el pulgar y en lugar de perder el tiempo buscando las llaves o retener a Nash, hubieran corrido a la mínima oportunidad, e incluso hubieran podido dejarlo encerrado en la habitación… era su culpa. 
 
Todo era maldita sea su culpa. 
 
El hecho de que Nash estuviera tan obsesionado con él, sobretodo. 
 
Cuando recuperó el recuerdo de la primera vez que conoció a ese bastardo, en la casa de este, realmente había creído que él fue quien lo salvó, también que jamás lo había visto antes. Pero estaba tan equivocado. Ahora todos sus recuerdos habían vuelto y lo atormentaron tan brutalmente que se había sentido totalmente perdido. El dolor fue tanto que su mente luchaba por permanecer en la lucidez, y si no hubiera sido por Kuroko, realmente le daba miedo imaginar como estaría en ese momento. 
 
Ahora sabía que era Daiki, siempre fue Daiki. Inconscientemente lo recordaba, por ello incluso el primer día se había sentido a salvo a su lado. Por eso lo había buscado a él en forma de ayuda cuando intentó recordar y no había nada en su memoria. Era él. Había sido él todo el tiempo. Y ahora también recordaba como es que todo había iniciado. No fue en el bar, no fue esa noche. 
 
Ya antes lo había visto, solo que lo olvidó, porque simplemente no había sido algo importante para él. Hasta que allí, en esa sucia y fría habitación, Nash se lo había recordado. 
 
Que imbécil había sido. Si tan solo hubiera podido ignorar esa billetera cayendo del bolsillo de Nash mientras este cambiaba de acera. Si tan solo no lo hubiera perseguido un par de cuadras solo para devolvérsela. Si tan solo hubiera seguido su camino, ignorando el maldito objeto en el suelo y, sobretodo, a su dueño, que insistió en invitarlo a un café en agradecimiento.
 
Era su culpa. Todo, todo era su culpa. 
 
Cuando huyó de la boda con Kiyoshi, creyó realmente que estaría bien, más que enfrentar el enojo de su pad… padre. Sabía que tendría consecuencias pero no le había importado porque no pensaba, de ninguna forma, ser el abismo que separaba a dos personas que se amaban. Hasta la fecha aún creía haber hecho lo correcto, de lo único que se arrepentía era de tratar de ser un maldito buen samaritano y haber conocido a Nash. 
 
Ese día, cuando pensaba huir la segunda vez, no le había querido decir a Tatsuya para no involucrarlo, pero definitivamente había pensado comunicarle donde estaba y que fuera a verlo. Ya estaba harto de todo. Del acoso de Nash y de su padre usándolo como mercancía con el mejor postor. Prácticamente vendiéndolo sin ningún remordimiento, y es que realmente no podía importarle menos, porque él en realidad no era su padre. 
 
Dios, recordaba haber llorado solo en su habitación luego de enterarse. Le había dicho que iba a viajar a Japón a casarse y cuando él, indignado, se negó, entonces le soltó la bomba. Que iba a hacerlo sí o sí, porque le debía todo en la vida, porque era un maldito bastardo producto de la infidelidad de su puta madre con alguien que para él era desconocido, porque incluso cuando su madre murió en un accidente de auto, lo siguió criando y dándole todo aunque no fuera su hijo.  
 
En ese momento había querido huir, pero el pensamiento de que su padre tenía razón en todo lo que había dicho, lo hizo dudar. Él tenía que pagarle lo que le dio, lo que su madre hizo. Solo que cuando se enteró de que Hyūga y Teppei se amaban, luego de que Hanamiya entrara en su habitación soltando un: 
 
»—Cierra la boca, muchachito imbécil, y escúchame bien —no pudo seguir con ello.
 
Tal vez si se hubiera quedado las cosas no hubieran sido tan malas. Kiyoshi era un buen tipo y estaba seguro que lo hubiera tratado muy bien, pero el peso en su consciencia jamás lo hubiera dejado vivir en paz. Esa vez había huido por ellos, porque merecían estar juntos sin él interponerse. Pero la segunda vez que pensaba hacerlo, lo iba a hacer por él mismo. Porque ya no quería ser tratado como un objeto. 
 
Nash había estado interesado, tuvo el descaro incluso de hablar con su padre, y este estuvo complacido, pero él ya tenía otros planes. Ya había encontrado un nuevo prometido, un maldito sujeto que cada que lo miraba Taiga se sentía tan asqueado. Nash, por primera vez había parecido resignado e incluso desapareció durante un tiempo, por lo que él se sintió aliviado creyendo que al fin se había rendido. Había dicho que sí sin peros al nuevo compromiso para tener a su padre contento, pero en realidad solo había sido para que no sospechara que se iba a ir, y esta vez sería para siempre. Por ello no le dijo a Tatsuya, porque luego de haber huido la primera vez y que estuviera en contacto con él, lo buscarían primero. Iba a contarle, solo que cuando ya lo dejaran en paz… y también iba a pedirle que se fueran juntos. 
 
Sabía que era egoísta pedirle eso, pero era su hermano, todo lo que tenía, y Tatsuya le había dicho que podía siempre contar con él. Podían comenzar lejos de todo, los dos juntos. 
 
Solo que antes de que pudiera hacerlo, Haizaki entró en su habitación destrozando el seguro que esta tenía puesto. 
 
Y luego todo fue de mal a peor.
 
Un par de pasos acercándose desde las escaleras lo sacaron súbitamente de sus recuerdos, haciendo que volteara su rostro hacia la puerta y sus ojos de inmediato buscaran la figura conocida de Kuroko. 
 
—Estás hecho mierda —Haizaki dijo desde el marco, sonriendo de oreja a oreja al ver a su compañero en el suelo carcajeándose y sangrando. Una nueva risotada escapó de la boca de Nash mientras hablaba. 
 
—¡Estoy tan duro! —comenzó a incorporarse sin dejar de reír. 
 
Los ojos rojizos de Taiga pasaron de ellos dos y se clavaron en la persona que Haizaki tenía a su lado, él lo estaba tomando de los cabellos con una mano mientras el chico se sostenía el brazo contra el pecho y lo miraba. Taiga gimió bajito al verlo sangrar del rostro, su ropa también estaba empapada desde el cuello, seguramente tenía una herida en la parte trasera de la cabeza. 
 
«Taiga-kun… lo siento», él pareció decirle con sus ojos celestes, rojizos por las lágrimas que dejaban surcos de su rastro por sus mejillas. Se veía tan cansado, adolorido, derrotado… Taiga negó con la cabeza, no pudiendo contener el par de lágrimas que escapó de sus ojos. Se había dicho que ya no lloraría, pero, ¿Cómo no hacerlo?
 
«Yo lo siento, Kuroko. Lo siento tanto». Apretó los parpados con fuerza, sintiendo que el dolor era demasiado en su pecho.  
 

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