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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Nuevo cap <3

UNKNOWN
—Capítulo 37—
All I Want
 
 
 
Los ojos rojizos de Taiga pasaron de Haizaki y Nash y se clavaron en la persona que el de cabellera trenzada tenía a su lado, él lo estaba tomando de los cabellos con una mano mientras el chico se sostenía el brazo contra el pecho y lo miraba. Taiga gimió bajito al verlo sangrar del rostro, su ropa también estaba empapada desde el cuello, seguramente tenía una herida en la parte trasera de la cabeza. 
 
«Taiga-kun… lo siento», él pareció decirle con sus ojos celestes, rojizos por las lágrimas que dejaban surcos de su rastro por sus mejillas. Se veía tan cansado, adolorido, derrotado… Taiga negó con la cabeza, no pudiendo contener el par de lágrimas que escapó de sus ojos. Se había dicho que ya no lloraría, pero, ¿Cómo no hacerlo?
 
«Yo lo siento, Kuroko. Lo siento tanto». Apretó los parpados con fuerza, sintiendo que el dolor era demasiado en su pecho.  
 
—Dame las llaves —la voz de Nash atrajo su atención, y Taiga de nuevo abrió sus ojos y los clavó en él, justo en el momento en el que Haizaki acataba la petición. Entonces Nash, limpiando un poco de sangre que cubría su ojo, caminó hacia él sin dejar de sonreír en ningún momento. Un predador desbordando lujuria hacia su presa—. Kuroko es todo tuyo —le dijo a Haizaki con una sonrisa—, mientras tú y yo vamos a divertirnos, Gatito. 
 
—¡No te atrevas a ponerle una mano encima! —Kuroko gritó, tratando de correr hacia Nash, pero Haizaki, que lo tenía aún sujeto del cabello, tiró de él sacándole al chico un grito debido al golpe que tenía en la cabeza, justo de donde lo mantenía preso. 
 
Solo que Kuroko no quería que algo así lo detuviera, quería seguir luchando hasta el último momento, no iba a darles la satisfacción de rendirse. Nunca. Así que luchó contra Haizaki para liberarse, si tenía que arrancarse el cabello para ello, entonces lo haría, porque, de ninguna forma, iba a dejar que Nash volviera a destrozar a su amigo. Le gritó a Nash, a Haizaki, se retorció e intentó golpearlo con su mano sana, intentó darle un rodillazo que el de cabellos trenzados esquivo con facilidad y una sonrisa en el rostro. 
 
Mientras Taiga solo podía ver toda la escena con miedo pintado en sus ojos. Kuroko… no quería que Kuroko pasara por lo mismo que él. No. No. No. Perdido en su mente con los recuerdos de repente atormentándolo por miedo a que su amigo tuviera que pasar por lo ese mismo infierno, que él tuviera que de nuevo vivir todo, alcanzó a reaccionar cuando Nash le quitó el segundo grillete, el de la muñeca, para intentar llevarlo a quien sabía donde. 
 
Confiado y creyendo que de nuevo estaba en Shock, Nash no esperó que Taiga le lanzara un puñetazo en cuando sintió su muñeca libre, sin embargo ya con experiencia, esquivo el golpe y en cambio lo tomó del antebrazo y tiró de él hacia su cuerpo, pegando sus pechos y luego sus labios. Taiga se resistió desde el primer segundo e intentó apartarlo, pero Nash le sostuvo ambos brazos, así que hizo lo más razonable en lo que pudo pensar. Le mordió el labio con la fuerza necesaria para que él lo dejara en paz. 
 
Nash no se quejó, pero sí se alejó con sangre escurriendo por su barbilla y una sonrisa en los labios, sonrisa que se borró en cuanto Taiga le escupió con todo el asco y repulsión que había sentido al besarlo, sus ojos rojizos inyectados en odio y desprecio. Nash lo miró en silencio sin decir nada, entonces soltó uno de sus brazos y en su lugar lo sostuvo con fuerza de los cabellos, solo para entonces besarlo de nuevo, metiendo su lengua asquerosa. 
 
De nuevo Taiga intentó morderlo, pero, anticipándose a ello, Nash se alejó justo a tiempo y tiró de los cabellos del chico hacia atrás mientras este soltaba un gruñido. Kuroko, forcejeando con Haizaki, intentaba con todas sus fuerzas soltarse del agarre del de cabello trenzado, pero el dolor en su mano que carcomía su brazo y también su nariz rota y la herida en su cabeza junto a la perdida de sangre, hacía que fuera tan difícil. Ni siquiera debería estar de pie, pero lo estaba porque no iba a rendirse si aún tenía la mínima fuerza. Y sabía, Kuroko sabía que no iba a lograr hacer algo con ello, habían tenido una oportunidad y no habían sido lo suficientemente rápidos y él cada ve se sentía más débil… pero no pensaba rendirse sin luchar hasta el final. 
 
—¡Suéltame, hijo de puta! —Taiga se retorció en los brazos de Nash mientras este intentaba hacer que se pusiera en marcha hacia la puerta, pero como una fiera que no iba a dejarse domar, el chico luchaba contra su agresor con uñas y dientes.
 
Sin embargo, Nash estaba comenzando a hartarse, y no pensaba perder más tiempo. En su forcejeo, Taiga no vio llegar el golpe, lo sintió en la boca del estómago cuando la rodilla de Nash lo golpeó con fuerza y lo dejó sin aliento haciéndolo sentir mareado momentáneamente, hecho que Nash aprovechó para sujetarlo por detrás pasando el brazo por el frente de su cuello, entonces comenzó a caminar hacia la salida, arrastrando consigo a Taiga, que comenzó a patalear e intentar liberarse del agarre sobre su cuello, aruñando, tratando de incrustarle profundo las uñas. 
 
—Divierte —escuchó al rubio decir, y un escalofrío le subió por toda la espalda.
 
—Por supuesto —Haizaki sonreía de oreja a oreja. 
 
—Te espero en el yate —su compañero asintió sin dejar de sonreír. 
 
—¡No, no! —gritó Taiga mientras era arrastrado fuera del sótano escaleras arriba, resistiéndose lo más que podía—. ¡Noo! ¡Kuroko! —no, no, no. No podía permitir que le hicieron eso a su amigo. No podía dejar que Kuroko pasara por lo mismo que él, no, no, no. No Kuroko, no él. No—. ¡NOO! 
 
Ya harto de sus gritos, Nash apretó su agarre en el cuello del chico, presionando fuerte, pero no demasiado, para que este dejara de hablar y en su lugar se concentrara en tratar de liberarse y así poder respirar. 
 
—¡Taiga-kun! —Tetsuya vio a su amigo boquear por oxígeno mientras era arrastrado hacia arriba por las escaleras, al mismo tiempo que Haizaki lo arrastraba a él hacia adentro del sótano—. ¡Déjame! —se retorció en brazos del tipejo—. ¡Suéltame!
 
Pero lo único que logró fue que el maldito ensanchara su sonrisa, y también que sus fuerzas disminuyeran todavía más. Se estaba volviendo tan, tan difícil resistirse, tratar de hacer algo. ¿Tenía siquiera algún caso? 
 
Haizaki, como broma de mal gusto, hizo lo que estaba pidiéndole, pero no de la forma en la que había querido. Él lo empujó de sí, tirándolo con fuerza al suelo en donde se estrelló sin contemplaciones. Tetsuya soltó un gritó desgarrador en cuanto su mano se golpeó contra el piso al haberla puesta de frente como reflejo para amortiguar la caída. El dolor viajó como un rayo por todo su brazo haciendo que se retorciera en el frío suelo. 
 
—Preferiría una cama —Haizaki dijo de pie a su lado—, pero no me quejó —se inclinó, poniéndose de rodillas para luego meterse entre las piernas Kuroko, entonces sujetó sus muñecas con una sola mano, inmovilizándolas sobre su cabeza totalmente—. Me doy cuenta que ponerte cerca de algo mínimo que puedas usar como arma sería mi fin —se rio, observando como Kuroko se retorcía bajo suyo, dirigiéndole una mirada de absoluto asco y desprecio, pero también haciendo muecas de dolor por sus heridas. Un poco de sangre aún escurría de su nariz y la que había salido primero estaba comenzando a secarse. 
 
Haizaki se relamió y mordió su labio en anticipación. Había dicho que hubiera preferido al modelo, pero Tetsuya definitivamente no estaba nada mal. Esa mirada en sus ojos de miedo profundo que trataba de camuflajear con una expresión fiera de determinación inquebrantable. 
 
Él iba a demostrarle que no era tan fuerte como se obligaba a creer. 
 
Con la mano que tenía libre comenzó primero a tocarlo sobre la ropa sucia y ensangrentada, presionando su pecho de forma desagradable y haciendo que Tetsuya se removiera con más fuerza, pero no realmente con violencia, puesto que poco a poco la debilidad estaba apoderándose de sus extremidades. Luego, su mano bajó lentamente provocando escalofríos de asco en Kuroko, hasta que sus dedos desagradables y fríos acariciaron la piel expuesta de su abdomen, donde faltaba la tela que había utilizado para su vendaje. 
 
Kuroko tembló en desagrado, pero también por algo que se negaba a aceptar, porque de hacerlo sentía que estaba cediéndole poder sobre sí, y no quería eso. Pero con cada segundo que transcurría, con cada forcejeo y cada desagradable caricia, era más difícil de ignorar. 
 
Tenía miedo. 
 
Tenía mucho miedo. 
 
¡Dios! Estaba en serio tan, tan aterrado. 
 
Con Taiga a su lado podía encontrar la fuerza necesaria para no rendirse y luchar, para dar todo de si y así lograr escapar, pero lo había intentado y no logró nada, y ahora estaba solo en ese asqueroso y escalofriante sótano con ese bastardo hijo de puta, y se sentía tan cansado y adolorido, sus manos temblaban presas por la mano de Haizaki y sus ojos ardían aguantando las lágrimas de impotencia al ser incapaz de poder hacer algo para defenderse. 
 
Le había prometido a Taiga que lo sacaría de allí, y no podía ni liberarse él mismo. ¿Tenía ya algún caso el luchar? Al final el resistirse solo haría las cosas más difíciles, ¿Acaso debía solo rendirse y dejar que pasara? Podía intentar perderse en sus pensamientos y olvidarse de todo, él podría tener su cuerpo pero no dominaría su mente. Incluso podría lograr que bajara la guardia… 
 
Tetsuya sollozó, y de inmediato se mordió el interior de las mejillas. Haizaki había decidido que su mano no era suficiente, entonces su boca comenzó a moverse sobre su piel mientras sus dedos libres se introducían en la pantaloneta de Kuroko y acariciaban su entrepierna 
 
¡No! ¡No, mierda, no! ¿¡Por qué tendría que dejar que pasara!? No quería que lo tocara un segundo más, quería que se quitara de encima y poner la máxima distancia entre ellos lo más rápido posible. Se sentía asqueado, era repulsivo. 
 
—¡Suéltame! —gritó, sintiendo que las primeras lágrimas bajaban por sus mejillas—. ¡No me toques, no me toques! 
 
Como el tonto enamorado que era, no había estado con nadie porque simplemente no quería, no había sentido nunca la necesidad de llegar más allá y estaba bien, pues su corazón ya estaba marcado por un solo hombre y el deseo por nadie solo no existía. A la única persona que quería era a Akashi, era con quien quería compartir ese deseo y placer, quería que solo él lo hiciera derretirse de amor en sus brazos.
 
No quería ser tocado por Haizaki, jamás lo querría, ni por él ni por nadie más de alguna otra forma, sus caricias quemaban como lava ardiente y el asco y la vergüenza lo hacían querer vomitar. Solo quería que parara, solo quería salir de allí y correr sin mirar atrás… así como lo había hecho Taiga. 
 
—Deten…te —gimoteó en susurros.
 
Las lágrimas en su rostro sangrante dejaban surcos donde pasaban. De repente se sentía muy, muy mareado. La perdida de sangre y los golpes por fin se habían llevado todo de sí. Ya no tenía fuerzas, el miedo lo hacía temblar mientras el llanto escapaba de sí sin ya ningún esfuerzo por ser contenido. 
 
—Pronto lloraras de placer —Haizaki susurró contra su cuello, él sonreía, ese bastardo siempre sonreía. Atacó la piel bajo su oreja un momento antes de alejarse y soltarlo del agarre que tenía sobre sus muñecas. 
 
Kuroko ya no se resistía, solo estaba ahí, débil y sollozante, perdido en el miedo de lo inevitable, así que lo soltó dándose cuenta que había aceptado su destino y no se resistiría porque no encontraba las fuerzas para ello. A diferencia de Nash que estaba loco por Taiga y su resistencia, Haizaki los prefería así, con su voluntad rota y tan dóciles, completamente a su merced para ser destrozados sin piedad.  
 
Se alejó, poniéndose de rodillas y apresurándose a desabrochar el botón del ojal y bajar la cremallera. Desde hacía un rato que su pene dolía encerrado en sus pantalones, pero pronto ese dolor iba a pasar. 
 
—Te haré rogar por más —dijo con lujuria a un sollozante Tetsuya—. Te haré retorcerte de placer debajo de mi y lue…
 
De repente, una sombra se movió a su costado de forma casi imperceptible, pero lo suficiente para que Haizaki le diera un poco de su atención, atento a si fue realmente un movimiento o solo su imaginación. Pero la sombra se movió de nuevo, esta vez con un movimiento más claro y rápido, y Haizaki tuvo apenas unos segundos para esquivar el golpe que iba dirigido directo a su rostro. 
 
Él alcanzó a moverse hacia un lado, por lo que solo pudo ver de forma algo borrosa el bate de béisbol que paso frente a sus narices. Iba dirigido con tanta fuerza que un soplo de viento le beso la mejilla cuando lo esquivó. Cayó hacia un costado por el movimiento, no perdiendo tiempo en ponerse de pie para encarar al intruso. 
 
Con una sonrisa engreída, pero alerta, clavó sus ojos afilados en la figura que sostenía el bate y se mantenía de pie frente a Kuroko, protegiéndolo. Tenía el cabello negro y sus ojos azules parecían querer atravesarle el pecho tan solo con mirarlo. Era más bajo que él, pero la determinación en su expresión fiera demostraba que no le importaba en lo absoluto la diferencia de estatura. 
 
Totalmente adolorido y sintiendo el cuerpo muy pesado, Tetsuya intentó comprender qué estaba sucediendo. Haizaki se había quitado de encima y sus manos como ácido solido ya no quemaban su piel, por lo que estaba realmente agradecido, pero una nueva silueta se había detenido a su lado, haciéndole frente al tipejo que había estado a nada de abusar de él. 
 
—Ah… sé quien eres —dijo de pronto la voz de Haizaki, Kuroko podía distinguir la diversión en sus palabras incluso si no lo veía—. Eres el noviecito del modelo. 
 
«¿El novio del modelo?». Kuroko se esforzó por descifrar las palabras de Haizaki, que en su estado actual resultaba difícil conectar puntos pues el dolor lo tenía ya casi inconsciente. 
 
—¿Kasa…matsu-kun? —susurró apenas, tan bajito que bien podría no haberlo dicho, al mismo tiempo que intentaba incorporarse y observar correctamente.
 
—No te fuerces, Kuroko —una voz conocida dijo, tratando de detenerlo de sus acciones, logrando que un sollozo lastimero  escapara de la garganta de Tetsuya al saber que tenía razón. 
 
Estaba allí, Kasamatsu estaba allí. Habían ido a buscarlos. No estaban solos. 
 
El alivió que inundo su pecho de pronto lo hizo sentir muy, muy ligero, como si flotara entre las nubes. Las lágrimas fluyeron de sus ojos como cascadas de aguas salvajes, así que alzó los brazos y cubrió su rostro empapado de gotas saladas y sangre, teniendo cuidado de no lastimar más su mano y su nariz. Pero incluso llorar de alivio era tan difícil, puesto que los fluidos nasales lastimaban su ya rota nariz, respirar tomaba demasiado esfuerzo… solo quería salir de allí, que todo acabara. Estaba tan cansado.
 
—Descansa allí un momento —continuó Yukio, sabiendo que el estado de su amigo era delicado. A Kuroko no le gustaba mostrar sus emociones, pero estaba allí, sollozando tan dolorosamente que dolía el solo escucharlo. Lo habían lastimado tanto—, yo me encargaré de este hijo de puta —sentenció, sin despegar en ningún momento sus ojos del maldito frente suyo. 
 
Haizaki hizo una mueca divertida aceptando que Kasamatsu tenía agallas, pero estaba siendo demasiado arrogante al creer que podría derrotarlo. 
 
—¿Sabes qué haré luego de acabar contigo y destrozar el culo de esa pequeña puta? —dijo, señalando hacía Kuroko, engreído y dando por hecho un desenlace que aún no había ocurrido—. Iré por tu sexy noviecito y voy a violarlo hasta partirlo en dos. 
 
Kasamatsu apretó el mango del bate de béisbol con fuerza, pero se obligó a no reaccionar de ninguna otra forma. Sabía lo que ese maldito bastardo estaba haciendo, y no era tan imbécil como para caer en sus provocaciones… aunque eso no significaba que la idea de que ese maldito le pusiera las manos encima a Kise, no le hiciera hervir la sangre e hiciera que se le retorcieran las tripas de ira.  
 
—Dime —continuó Haizaki—, ¿Es su culo tan bueno como imagino? —se rio, esperando alguna reacción por parte Yukio, pero él tan solo continuó viéndolo con ojos fieros. Sin duda estaba furioso, pero no era impulsivo. Él no iba a caer en sus provocaciones. 
 
Haizaki resopló, no era divertido para nada. 
 
—Bien, acabemos con esto —dijo, alerta a cualquier movimiento por parte de Yukio. Quería provocarlo para que se enojara y estuviera ansioso de luchar y cometer errores al ser impulsivo, pero al parecer no era idiota. 
 
Dio un paso al frente, observando atentamente su reacción, esperando que retrocediera un poco o que demostrara que, en realidad, no era tan valiente como aparentaba, sino que todo era una fachada; quizá estaba nervioso y estaba intimidado y esa era su forma de afrontarlo. Pero Yukio no reaccionó de nuevo, se quedó allí en el mismo lugar, sin moverse un solo centímetro, solo observándolo con sus ojos fríos como el hielo. 
 
Una tensión asfixiante se instaló en la habitación. Ambos se veían a los ojos, Haizaki intentando predecir cuando ocurriría el primer movimiento, puesto que era obvio para él que intentaría valerse de su bate de béisbol para intentar noquearlo y dejarlo fuera de base. Pero solo tenía que predecir el ataque, lo demás era fácil. 
 
De repente, un estruendo resonó en la lejanía, el inconfundible sonido de un disparo que viajó a través de los árboles y luego de las paredes e hizo eco en los oídos de Haizaki, tomándolo por sorpresa lo suficiente como para distraerlo apenas un instante. Instante que Yukio no iba a desaprovechar. 
 
Justo en ese momento de duda, Kasamatsu se lanzó hacia el frente con el bate en las manos, lo apretó con fuerza entre sus dedos, con odio, y lo dirigió directo hacia el rostro de Haizaki, tal como este había esperado, por lo que pudo esquivarlo a tiempo y sin sufrir ningún daño, en cambio, él alzó su puño y se apresuró a contraatacar, dispuesto a romperle la cara a ese idiota confianzudo. 
 
Solo que Yukio había esperado que Haizaki esquivara el golpe, de hecho había atacado con la intensión de ello, para que así el bastardo se confiara y creyera que lo único que tenía contra él era el bate de béisbol. Así que, cuando Haizaki dirigió su contraataque contra la mandíbula de Yukio, Yukio se dejó caer de cuclillas al ras del suelo con una pierna totalmente extendida, allí, giró sobre si para derribar a Haizaki desde abajo con su pierna. 
 
El cuerpo de Haizaki se estrelló con un siseo escapando de su garganta al ser tomado por total sorpresa, entonces Yukio no perdió tiempo y se lanzó sobre él, atrapándolo en el piso con su cuerpo. 
 
—¡Hijo de puta! —le gritó, descargando sobre él la furia acumulada en forma de puñetazo tras puñetazo. 
 
Soltó contra su rostro el enojo que le había hecho aguantar con sus asquerosas palabras. Haizaki forcejeó e intentó tirarlo y devolverle los golpes, pero Yukio era bastante fuerte y reaccionaba muy rápido, esquivando, pues desde el inicio el bate de béisbol no había sido lo único que tenía para atacar. Él también tenía sus puños. 
 
Haizaki ya estaba harto de esa mierda, cansado de que lo engañaran con su apariencia, primero Kuroko, que fue lindo de hecho, pero Kasamatsu era lo contrario, y ahora estaba realmente enojado. Él cambió de objetivo, en lugar de golpear a su rostro y estómago, decidió apuntar a un lugar que sería más fácil de conectar y que podría dejarlo realmente fuera de si un instante. Se quedó inmóvil, dejó de defenderse y sus brazos cayeron a sus costados, lo que hizo que Yukio se detuviera apenas un momento creyendo que luego de todos los golpes asestados y el estado sangrante de su rostro, había quedado por fin inconsciente. 
 
Pero entonces Haizaki le sonrió y antes de que Yukio pudiera desviar el golpe o quitarse, él golpeó directo y con fuerza en su entrepierna. Un dolor agudo que viajó al instante por cada musculo de su cuerpo y le hizo soltar un gritó ahogado. Yukio cayó a un costado, sosteniéndose con ambas manos la ingle mientras se encogía sobre sí sintiendo que le faltaba un poco el aliento. 
 
Una sonora carcajada borboteó de la garganta de Haizaki mientras se incorporaba y se limpiaba la sangre con el antebrazo y luego escupía hacia el rostro de Yukio.
 
—¿Acaso creíste que no jugaría sucio? —se burló, y luego fue él el que lo apresó contra el suelo.
 
Los golpes fueron fuertes y llegaran uno detrás de otro, con los primeros Kasamatsu no se pudo defender pues el dolor en su entrepierna lo había dejado aturdido y viendo luces un momento. Pero los puñetazos de Haizaki lo hicieron reaccionar al centrar el dolor en esa parte de su rostro que podía ser más soportable. Comenzó a retorcerse, golpearlo de vuelta, cubrirse el rostro por momentos para mitigar el daño.  
 
Kuroko, sintiendo que estaba más inconsciente que despierto, sabía que tenía que hacer algo, incluso si no podía hacer mucho en su estado actual, tenía que ayudar a Yukio. Esa rata asquerosa de Haizaki no podía salirse con la suya. Se incorporó, sintiéndose aún muy ligero, sabiendo no muy bien qué hacía, pero el bate de béisbol de Yukio estaba cerca suyo y parecía gritarle que lo sostuviera. 
 
Haizaki continuaba arremetiendo contra Kasamatsu, que hacía lo que podía para quitárselo de encima. No tenía que hacer mucho, solo distraerlo un momento para que su amigo aprovechara la oportunidad, pero Kuroko estaba dolido y se sentía tan asqueado de sí mismo, de cada parte de su cuerpo que ese maldito había tocado, y sabía que no tenía que sentirse de esa forma, pero no podía evitarlo y esa era culpa del hijo de puta de Haizaki. 
 
Así que, se acercó lentamente por detrás, apretando el bate de béisbol con ambas manos, no importando el dolor en su dedo lastimado, de hecho eso lo ayudó a despertar y enfocarse. Cuando dirigió el golpe hacía el costado del rostro del tipejo, el enojo brillaba en sus ojos junto a las lágrimas que resbalaron de sus mejillas. Inmediatamente se fue de espaldas y el bate resbaló de sus manos pues se sentía demasiado mareado. El golpe no había sido tan fuerte como hubiera querido, pero fue lo suficiente como para tomar al bastardo por sorpresa un segundo y aturdirlo un instante. 
 
Suceso que Yukio aprovechó para tirarlo a un costado y de nuevo subirse sobre él, pero en esta ocasión en lugar de arremeter con sus puños, se apresuró a golpear su mandíbula con el codo para que el daño fuera mayor. Golpeó una y otra y otra vez, llenando sus brazos de sangre, golpeó por las cosas asquerosas que había dicho de Kise y la rabia que le había hecho sentir por ello, pero sobretodo, lo golpeó por Kuroko, por el daño que le había hecho y por lo que había estado a punto de hacerle de él no haber llegado a tiempo.
 
Hasta que, finalmente, Haizaki dejó de moverse. 
 
Había quedado totalmente inconsciente. 
 
Yukio se quitó de encima y se dejó caer contra la pared,  recargándose un momento en esta, respirando con fuerza y frunciendo los parpados, los golpes en su rostro lo habían hecho sangrar y si bien en su momento lo habían espabilado un poco del dolor en la ingle, ahora que había pasado su rostro dolía como el infierno… pero no podía quedarse allí a descansar. 
 
Se incorporó sintiendo el cuerpo algo pesado, yendo directo hacia la cadena que estaba tirada en el costado contrario de la habitación, en la parte oscura donde la luz de fuera no iluminaba casi nada. Regresó con ella en sus manos y entonces la enroscó alrededor del tubo metálico que estaba soldado a la pared, queriendo que estuviera lo más corta posible, luego caminó hacia el cuerpo inconsciente de Haizaki y lo arrastró por los tobillos sin ninguna consideración. Lo alzó por los hombros y lo tiró contra la pared cerca de la cadena, entonces finalmente le puso los grilletes en cada muñeca, pues la llave aún estaba en uno de ellos. 
 
Haizaki quedó allí, pegado contra la pared, apresado de las muñecas por detrás y con poca movilidad. Ya no podía hacerle daño a nadie. 
 
Kasamatsu  fue hacía Kuroko y se apresuró a quitarle el grillete que aún tenía en el tobillo. De inmediato la tiró a un costado y entonces se permitió inspeccionar su estado. Él estaba mal, bastante mal. En el camino escaleras abajo se había percatado de la sangre en el suelo y la que manchaba su ropa le decía que era demasiado, sin mencionar su nariz rota y su mano lastimada. Yukio lo tomó del rostro con cuidado, estaba casi inconsciente, sus ojos apenas y estaban abiertos, posiblemente ni siquiera lo veía. 
 
—Que fuerte eres, Kuroko —a pesar de todo el daño siguió luchando hasta el final. Yukio había adquirido un fuerte respeto hacia él. 
 
Soltó con cuidado su rostro, luego dirigió uno de sus brazos hacia la parte de atrás de sus rodillas mientras la otra la pasaba con cuidado bajo su espalda, entonces se puso de pie con cuidado con Kuroko en brazos y se giró hacia la puerta. Con la luz de fuera iluminando directamente al chico en sus brazos, las heridas se veían peor, también pudo ver el movimiento de sus ojos, aún alertas.
 
—Voy a sacarte de aquí ahora, Kuroko —le dijo, avanzando hacia las escaleras—. Ya puedes descansar, ya no necesitas estar en guardia… acabó. Ahora estas a salvo. 
 
Kuroko observó en su dirección un instante, y después una lágrima, una sola lágrima luego de todas las que había derramado, se deslizó con alivio por su mejilla, finalmente él se rindió ante la inconsciencia sabiendo que ahora todo estaba bien. Su pesadilla había acabado y era momento de tener un lindo sueño. 
 
Yukio lo vio cerrar finalmente los ojos, él sonrió, luego subió las escaleras con su amigo en brazos. 
 
 
 
 
~•§•~
 
 
 
<Momentos antes>
 
Aomine ni siquiera se había dado cuenta que había comenzado a caminar de prisa, casi corriendo, hasta que Yukio posó una mano en su hombro deteniéndolo abruptamente. 
 
—Sé que estás ansioso —le dijo él—, pero, ¿No fuiste tú quien quería actuar solo porque pensaba que los demás serían impulsivos?
 
Daiki guardó silencio y apretó los puños con fuerza. Sabía que Kasamatsu tenía razón, pues de no haberlo detenido a tiempo, habría hecho una estupidez. 
 
Pero es que en el momento en el que diviso las luces al frente, primero creyendo que podría tratarse de luciérnagas, pero descartándolas de inmediato pues estas parpadean y se mueven sin dirección fija, mientras que las que sus azules ojos divisaron en la distancia permanecían inmóviles y constantemente iluminadas, de inmediato supo que lo habían encontrado. 
 
El lugar donde Taiga y Kuroko permanecían cautivos. 
 
Sus pies entonces simplemente se habían movido antes de que pensara en lo que estaba haciendo. Solo querría llegar a ellos y sacarlos de allí los más pronto posible, y todavía quería solo salir corriendo e interrumpir en ese lugar y moler a golpes a hijo de puta de Nash, pero se contuvo. 
 
En lugar de ello avanzaron con precaución, Yukio con el bate sostenido con fuerza en sus manos y Aomine con el arma apuntando constantemente al frente, el dedo siempre a un costado del gatillo. A cierta distancia, apagaron las luces de sus linternas y utilizaron los troncos de los arboles para escabullirse. No sabían que podían encontrar, por lo que era lo mejor permanecer ocultos lo más que pudieran. Pronto, la cabaña fue totalmente visible a sus ojos. Había esperado un pedazo de madera en sus ultimas, pero no era así, parecía un casa en buen estado de un solo nivel, no demasiado grande, pequeña, e incluso podría decir que lucía acogedora. 
 
Daiki quería entrar allí y vaciar el cartucho de su arma. 
 
En la distancia podía escuchar el agua contra la arena. Estaban bastante cerca de la playa, unos cuantos metros al frente de la casa. El imbécil la había hecho pasar como una pequeña casa de verano en la arena, que no estaba del todo cerca, aún había varios arboles al frente de la cabaña hasta la playa y luego a la fuente de agua interminable. 
 
Ellos continuaron acercándose con cuidado, hasta llegar a la casa, se ocultaron bajo las ventanas y trataron de observar el interior, pero no se veía ni escuchaba nada. Pero sin duda era el lugar, tenía que serlo. Quizá había un sótano, con un demonio que lo había, tenía que haberlo. 
 
Sus ojos se centraron en Yukio, que también intentaba observar el interior de la casa, al sentirse observado, lo miro de inmediato. Aomine estaba trazando en su cabeza un plan, la forma de entrar allí y sacarlos. Había que contemplar muchas cosas para hacerlo con éxito. Primero: ¿Estaba Nash solo? De no estarlo, ¿Cuántas personas estaban con él?  Segundo: ¿Cómo los someterían a todos con éxito? Tenía que armar un plan que contemplara varias situaciones y que se adaptara a los cambios. 
 
Daiki apretó los ojos tratando de concentrarse en ello, tirando a un lado el solo querer entrar allí y repartir puñetazos a todo el que se metiera en su jodido camino… pero fue entonces cuando los escucharon…
 
Gritos.
 
Forcejos. 
 
Llegaron de alguna parte de la casa que no era visible a ellos desde donde se encontraban, por lo que casi corrieron hacia el frente de la estructura mientras continuaban ocultándose. Se quedaron a un costado todavía ocultos, esperando que alguien emergiera, entonces la puerta se abrió de golpe y por ella cruzó el hijo de perra de Nash, pero no salió solo. Sujeto por el cuello desde atrás, arrastraba consigo a alguien que se resistía y pataleaba e intentaba quitarse el brazo que obstruía su tráquea y le impedía respirar correctamente. 
 
—¿Qué pasa, gatito? ¿Te comiste tú propia lengua? —Nash se burló claramente. 
 
Y con esas palabras Daiki sintió terribles ganas de vomitar, ese maldito hijo de perra, «Gatito», había dicho a Taiga. Taiga, que lloraba en silencio tratando de liberarse del agarre de ese bastardo; Taiga, que tenía el rostro herido, su labio roto, su mejilla sangrante; Taiga, que lucía tan desesperado y temeroso, pero que aún así luchaba. El corazón de Aomine dio un vuelto en su pecho, un movimiento que dolió y le hizo estremecer de furia y orgullo, su sangre corrió de prisa y sus dedos apretaron con fuerza el arma enredada en estos.
 
Antes de que de nuevo saliera corriendo, Yukio lo detuvo apenas un instante antes. El chico entendía que no existía nada que pudiera calmar la furia que brotaba del interior de Daiki, después de todo Taiga estaba allí, frente a sus ojos, a su jodido alcance, pero tenía que calmarse y pensar con la cabeza fría.
 
—No dejes que te ciegue la furia —le susurró, apretando la mano sobre su hombro. Aomine no lo veía, tenía los ojos puestos en los cuerpos que se alejaban entre los pocos arboles hacía la playa—. Un error y el que lo pagará será él… 
 
—Lo sé… —, dijo, apretando los dientes, por supuesto que lo sabía. 
 
—Entonces ve por él, maldita sea —alentó—, y rómpele todos los huesos a ese hijo de puta. 
 
Por fin, Daiki lo miró un instante, posando también una mano sobre su hombro. 
 
—Saca a Tetsu de ahí. 
 
Yukio asintió. 
 
Entonces Aomine lo soltó y corrió con el arma apuntando al frente sin mirar en ningún instante hacia atrás. Confiaba en Yukio y sabía que él protegería a Kuroko.
 
Uso los arboles para ocultar su presencia mientras se acercaba a las dos figuras que con algo de esfuerzo avanzaban hacia la playa. Estuvo tentado a dispararle a Nash de inmediato, pero era demasiado arriesgado, estaba oscuro, no tenía un buen ángulo de tiro, Taiga se retorcía de un lado a otro intentando liberarse, además… él se sentía demasiado furioso y ansioso, así no podía disparar, no quería darle por accidente a Taiga. Por lo que optó por acercarse lo más que pudo antes de que salieran totalmente del pequeño bosque, entonces una vez en el inicio de la arena, se plantó justo detrás de ellos y alzó el arma hacia el cielo nocturno. 
 
Un solo disparo resonó entre los arboles haciendo eco y logrando que Nash se estremeciera y se quedara inmóvil a medio camino. Daiki apenas tuvo un instante para contemplar el pequeño muelle al que el bastardo arrastraba consigo a Taiga. Allí, un yate se mecía al son de las olas bajo el cielo estrellado, luego volvió toda su atención a Taiga y Nash. 
 
El primero en clavar sus ojos en él, fue Taiga, y el corazón de Aomine se encogió en el proceso. Estaba oscuro y nada más que luz plateada de luna iluminaba sobre ellos y la marea, pero fue como si pudiera verlo todo tan claramente. Primero hubo sorpresa en sus ojos rojizos, luego incredulidad y, por fin, aceptación. Su expresión reflejó anhelo, y miedo, pero también alivio. 
 
—Daiki… —susurró sin voz. Las lágrimas bailando en su rostro mallugado. 
 
Taiga se retorció con violencia del agarre de Nash, intentando liberarse con más intensidad que antes. Aomine estaba allí, frente a él, era real, de carne y hueso… había ido por él… 
 
Había ido realmente por él. Su pecho se apretujó de amor, tanto, tanto amor por ese hombre que lucia como una fiera sedienta de sangre y dispuesta a todo con tal de tenerlo una vez más entre sus brazos. Dios, se veía tan jodidamente atractivo. Incluso si no tenía sentido, Taiga se preguntó por primera vez cómo lucía él, ¿Acaso se veía tan terrible cómo creía? ¿Daiki seguiría amándolo incluso ensangrentado y lleno de mocos? 
 
Mierda, por supuesto que sí. 
 
—Daiki… p-por favor, por favor… —suplicó por lo bajo, solo quería llegar a él y que lo abrazara y lo hiciera sentir a salvo; que nada en el maldito mundo podría dañarlo de nuevo si estaba a su lado. 
 
Antes de que Aomine pudiera siquiera intentar consolar su corazón herido, una risa divertida y burlesca brotó de la garganta de Nash, y se interpuso a cualquier otro sonido, a los sollozos de Taiga y las olas golpeando la arena. Aomine apretó el arma en sus manos en cuanto sus ojos se toparon un momento, casi echando chispas.
 
«Maldita sea», pensó para sí cuando se dio cuenta que el bastardo sostenía a Taiga frente a su cuerpo, usándolo como un escudo humano tomándolo aún por el cuello. Claro que el hijo de perra lo sabía, Aomine también sabía que se arriesgaba a que fuera el otro quien controlara la situación, pero necesitaba que se detuviera, así que no había tenido más opción que dar un disparo de advertencia, en lugar de disparar directamente a Nash. 
 
—¿Estás feliz, gatito? —susurró Nash en la oreja de Taiga, sus ojos clavados en Aomine, contemplando, disfrutando su expresión contraída—. Tú noviecito vino por ti. ¿Crees que todo acabó ahora? ¿Piensas que ya estás a salvo? 
 
En todo momento Nash había sonreído, sabía que tenía la ventaja, Aomine se había encargado de hacérselo saber con ese disparo. No tenía buen ángulo de tiro, no quería arriesgarse a darle a Taiga por accidente, así que no iba a disparar de nuevo a menos que estuviera 100% seguro que iba a darle a él, lo que no iba a suceder Nash teniendo el control. 
 
—¡Quítale tus asquerosas manos de encima, hijo de puta! —Daiki ladró, furioso, los intestinos se le retorcían de enojo al ver como ese malnacido tocaba a Taiga, y como este se estremecía de miedo y asco, cerrando sus ojos y solo queriendo correr lejos de él—. ¡Suéltalo ahora! —su arma apuntando al frente, tuvo que controlar sus manos que temblaban de rabia. 
 
Nash se sonrió de nuevo, ocultando parte de su rostro detrás de la cabeza de Taiga, observando a Aomine. 
 
—Dispara —lo retó con total calma—, hazlo ahora. Rápido. 
 
—¡No creas que no lo haré, bastardo de mierda! 
 
—¿Sí? Pruébalo. 
 
Era una noche algo fría y la brisa marina que golpeaba con el viento volvía el ambiente aún más helado, pero Daiki estaba sudando. Las gotas resbalaban por los costados de su rostro y su cuello, besando su piel morena. Su dedo se posó en el gatillo y adquirió una mejor posición de disparo mientras mordía el interior de sus mejillas. Los ojos de Taiga lo miraron muy abiertos, no asustado, jamás estaría asustado de Aomine; su expresión más bien de aliento. Estaba diciéndole con la mirada que disparara, que no titubeara. Era una suplica. 
 
Y entonces Nash una vez más hizo de las suyas. Él sabía que por más que Aomine quisiera parecer decidido, no iba a disparar, de poder hacerlo ya lo hubiera hecho. Él no pensaba de ninguna forma arriesgar a Taiga. La victoria para uno de los bandos ya estaba asegurada… la victoria era totalmente suya. 
 
Aún con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, sostuvo con su mano izquierda el cuello de Taiga desde el lado derecho, mientras que su mano derecha se posó suavemente sobre su mejilla izquierda. 
 
Aomine se congeló de inmediato al ver sus acciones. 
 
—¿No ibas a disparar? —Nash se burló. 
 
Daiki parecía totalmente alarmado, sus parpados se habían abierto de sobremanera y tragaba con fuerza, sus manos temblaban más que antes. 
 
—N-No lo harías… —dijo él, tratando de contener su nerviosismo. 
 
—Odiaría tener que hacerlo, sí —respondió Nash, susurrando de nuevo contra la oreja de Taiga—, pero a diferencia de ti, sí lo haría. 
 
—No lo harás —Daiki repitió, aunque no tan convencido. 
 
Taiga realmente estaba muy con fundido, no estaba entendiendo muy bien de qué hablaban, solo quería que todo terminara. Que Daiki disparara sin importar si lo lastimaba en el proceso. Las heridas físicas podían sanar… y también quería que lo hiciera su corazón, así que no le importaba una más, ya había recibido muchas antes. Una más lo valía. 
 
—¿Quieres que lo pruebe? —Nash dijo.
 
Y fue entonces que Taiga por fin comprendió de qué hablaban. No lo había entendido porque creyó que Nash solo se ocultaba detrás suyo para no recibir un disparo, pero había hecho algo al mismo tiempo que hablaba. Él había apretado el agarre que mantenía en su cuello y el costado de su rostro, y lo había hecho girar un poco hacia un extremo. 
 
Nash estaba amenazando a Aomine con romperle a él el cuello. 
 
—No quiero tener que hacerlo —habló de nuevo el bastardo—, pero si tengo que dejártelo a ti, lo prefiero muerto. 
 
Un jadeo involuntario escapó de la garganta de Taiga, junto con un estremecimiento que removió su cuerpo cuando un escalofrío le acarició la espalda. Como prueba de sus palabras, el agarre del rubio se volvió más fuerte, solo bastaba un movimiento rápido y certero y todo acabaría. Así, sin más, en un suspiro. 
 
—Daiki… —Taiga susurró, una expresión de terror se había pintado en su cara. Su corazón estaba martilleando su pecho con violencia y casi escuchaba su sangre correr de prisa en sus venas. 
 
—¡No lo harías! —Aomine gritó, tratando de convencerse a sí mismo. 
 
No había forma de que hablara en serio. Nash estaba obsesionado con Taiga, había sido paciente, se había tomado todo su maldito tiempo para engañar a Tetsu para tenerlo donde quería, para que Taiga llegara de nuevo a sus garras sin ninguna sospecha aparente. Había hecho todo eso por él, no una, sino dos veces. Incluso antes de tenerlo cautivo, estuvo detrás de él un tiempo hasta finalmente llevarlo contra su voluntad. 
 
No era un capricho momentáneo del que se pierde el interés luego de pasada la euforia de tenerlo entre sus manos. Al contrario, con el paso del tiempo su deseo se había vuelto aún más fuerte. 
 
Estaba loco, estaba obsesionado. No podía hablar en serio, no podía hacerlo… 
 
Daiki apretó con fuerza desmedida el arma entre sus manos. 
 
—Dispara, si te atreves —lo retó Nash—, solo ten en cuenta que para detenerme completamente, tendrás que poner la bala justo en medio de mi cráneo, y para eso tendrás que atravesar primero la cabeza de este lindo gatito —dijo, pasando la lengua en la oreja de Taiga—. ¿Qué dices? —se burló—. ¿Lo harás? O ¿Quieres que probemos quien se mueve más rápido? ¿Serán tus dedos al apretar el gatillo, o mis manos partiendo en dos su cuello? 
 
Mierda, mierda, mierda. La rabia hervía en el corazón de Aomine. Él había sido el único que había hecho que las cosas se volvieran de esa forma. Debió haber disparado, maldita sea, tuvo que haberlo hecho. Tuvo que haber demostrado que cuando presumía de tener una excelente puntería, era porque era verdad, y que esa vez en la playa cuando derribó la manzana en la cabeza de Seimei, no había sido una jodida suerte…
 
Tuvo que haber disparado. 
 
Si algo llegaba a pasarle a Taiga, no iba a perdonarse nunca, porque todo habría sido su culpa. 
 
—¡Si le haces algo, entonces ten por seguro que esa bala irá directo a tu frente! 
 
—Sí, soy consciente, pero Taiga se irá conmigo al infierno. Y entonces estaremos juntos para siempre, y ni tú ni nadie podrá separarnos… eso en realidad suena bastante tentador. 
 
Ese hijo de puta lo tenía justo donde quería. Ni siquiera tenía un arma, maldita sea, estaba burlándose de él, pero detrás de esa burla podía ver claramente que también hablaba en serio. Su tono despreocupado solo volvía todo más escalofriante, hablando tan a la ligera de asesinar a Taiga, como si hablara del maldito clima. 
 
Mientras tanto la expresión de Taiga se volvía cada vez peor, sintiendo en su cuerpo el frio del miedo abrazarlo con cada palabra que salía de la boca de Nash, cada susurro en su cuello, en su oreja. Quería llorar tanto, pero no lo hizo, no lo hizo porque los ojos azules de Aomine no habían dejado de mirarlo en ningún momento, y en ellos encontraba consuelo, sabía que aún sintiéndose acorralado, él no iba a dejar que Nash se saliera con la suya. 
 
—Baja esa arma, Aomine. No vas a disparar. 
 
No, no iba a hacerlo.  
 
Y una mierda que iba a hacerlo, al diablo el maldito de Nash, al diablo la maldita arma, no la necesitaba. Iba a romperle la cara con sus propios puños, borrar esa asquerosa sonrisa engreída de su maldita boca iba a ser un jodido placer. Tal como Nash había dicho, Aomine bajó el arma, dejó de apuntarle y la sostuvo entre sus manos a la altura de su pecho, entonces en cuestión de segundos hizo movimientos rápidos y para cuando Taiga entendió que estaba haciendo, él ya había desarmado el arma. Nash sonrió cuando vio las partes caer a la arena; si en algún momento se había sentido intimidado por Daiki, ya no más, en su expresión se demostró un alivio apenas perceptible.
 
Taiga se sintió totalmente alarmado al ver a Aomine tirar a la arena la única ventaja que tenía contra el bastardo de Nash, inhaló con fuerza temiendo que él fuera a hacer todo lo que le dijera, incluso dejar que se lo llevara, solo por la amenaza de romperle a él el cuello… Daiki tendría que saber que preferiría morir a estar de nuevo a solas con ese hijo de puta.
 
Estuvo a punto de llorar ante la idea de que Daiki lo dejara marcharse y salirse con la suya, pero entonces él lo miró, lo miró con esos ojos azules hermosos e intensos, de una forma que hizo que el tren de pensamientos parara de golpe. Daiki no iba a dejarlo marchar, no iba a permitir que pusiera un solo pie en ese yate. Y Taiga tampoco iba a dejarse arrastrar de nuevo como si nada.
 
Taiga clavó su mirada en el moreno, con llamas en sus pupilas, una llama abrazadora que ardía por él. Y entonces Daiki le sonrió, le dio la sonrisa más acogedora que nunca antes le había visto, su pecho se sintió realmente tan tibio.
 
—Eres tan hermoso —le dijo también, y el corazón de Taiga revoloteó como loco, como solo Aomine era capaz de hacer que latiera. Maldita sea, quería estar con ese hombre por el resto de su vida. 
 
—Ay, no puede ser —Nash se burló irónico, eran tan ridículos. Teniendo el maldito descaro de coquetear justo frente a él. 
 
Pero no importaba, porque al final, quien había ganado era él. Sonrió de nuevo, acercó su rostro una vez más contra la oreja de Taiga. Él era suyo y jamás se lo daría a nadie más, mucho menos a Aomine Daiki; cuando había dicho que lo prefería muerto hablaba muy, muy enserio. 
 
En el momento en que Taiga lo sintió de nuevo respirando contra su oreja, trató de apartarse, inclinó el cuello hacia el frente tratando de poner la mayor distancia, incluso intentó doblar las rodillas, Nash otra vez se burló, pero no buscó acercarse de nuevo realmente, al menos no lo suficiente, permaneció cerca; en algún momento tendría que entender que nunca podría alejarse de él. 
 
Solo que Taiga en realidad estaba alejándose para agarrar impulso. Por lo que, cuando se enderezó de golpe y con fuerza, Nash, al estar justo detrás de él, recibió el impacto de la parte trasera de su cabeza, justo en la nariz, logrando que retrocediera dos pasos. El «crash» que llegó a los oídos de Taiga fue jodidamente muy satisfactorio, aunque no tanto el dolor en su cabeza. Pero eso era lo de menos. 
 
—¡Daiki! —gritó, apenas sintió que el agarre de Nash se volvía débil. Se sacudió para intentar liberarse del todo y luego corrió con todas sus fuerzas hacia Aomine,  alzando su mano, estirando sus dedos hacia él. Quería tocarlo, tomar su mano y no volver a soltarla.
 
Nash, con la nariz de nuevo sangrante gracias al golpe, pues no había sido solo una caricia sino un golpe realmente fuerte, lo sujetó de la muñeca justo antes de que corriera alejándose del todo, tirando con fuerza de su brazo. No iba a dejarlo ir. Sin embargo, Aomine apareció ante él de golpe, con la furia y el odio desfigurando su rostro en una mueca que podría ponerle los pelos de punta a cualquiera. 
 
El primer golpe fue directo hacia su pecho, una patada que tenía como objetivo alejarlo de Taiga y tirarlo al suelo, pero solo cumplió uno de ellos. Nash se vio obligado a soltar la muñeca del de cabellos rojos y luego retrocedió para evitar el ataque de Aomine.
 
—¡No le vuelvas a poner tus asquerosas manos encima! —gritó, colérico, mientras tomaba a Taiga de la cintura y tiraba de él hacia su cuerpo. 
 
La sensación de alivio que atravesó el corazón del de cabellos rojos lo hizo soltar un sollozo, sintiéndose totalmente liviano. En algún momento temió nunca poder estar de nuevo entre sus brazos, pero allí estaba, Daiki había ido por él. Sentía que su corazón iba a salirse de su pecho, resonaba tanto en sus oídos.
 
Con su expresión deformada por el enojo, cualquiera pensaría que Aomine sería brusco en sus movimientos. Pero Taiga sintió sus manos con cuidado posarse en su cuerpo cuando lo sostuvo, él no quería lastimarlo más; lo abrazó a su pecho un momento, apenas un instante en el que escuchó sus latidos resonar contra su cuerpo, susurrándole mientras le sonreía como si todo estuviera bien. 
 
—Déjame el resto a mí, cariño —con suavidad, lo hizo retroceder, indicándole que se alejara. Taiga sintió su pecho llenarse de angustia en cuanto de nuevo estuvo lejos de su cuerpo, pero confiaba en Daiki. Con todo su corazón esperaba que todo saliera bien.
 
Aomine entonces clavó sus ojos en Nash, el odio y la repulsión hacia su persona casi podía tocarse con las manos. Nash le sonrió, provocándolo. 
 
—Acabemos de una buena vez con esto, Aomine —le dijo, sin dejar de sonreír—Taiga y yo tenemos asuntos pendientes —se lamió los labios, limpiando la sangre que escurría de su nariz, pero también como una obvia insinuación. 
 
Aomine, sintiendo la furia hirviendo en sus venas, pero no nublando su juicio,  arremetió contra Nash lanzando un puñetazo a su rostro, puñetazo que este bloqueó con su brazo, entonces él también atacó a Aomine con un golpe hacia la boca de su estómago, pero Daiki también lo bloqueó con su otra mano. Fue apenas un instante en el que quedaron así, cara a cara, luego el siguiente segundo transcurrió y Daiki inclinó el cuello hacía atrás para impulsarlo hacia el frente inmediatamente después, estrellando su sien contra la de Nash. 
 
Nash retrocedió sacudiendo la cabeza, comenzaba a sentirse algo mareado por tantos golpes al mismo punto: Primero Kuroko, luego Taiga, y ahora ese hijo de puta de Aomine. Aomine, que rápidamente fue tras él, alzando su pierna para de nuevo intentar patear su estómago y derribarlo, pero Nash fue más rápido y en su lugar sostuvo el tobillo de Daiki antes de que golpeara. Sonrió un segundo ante la sorpresa en el rostro del moreno, y luego hizo alzar su pierna y fue Nash quien entonces lo derribó. 
 
La espalda de Aomine golpeó con fuerza en la fría arena, y Nash no perdió tiempo y se lanzó sobre él de inmediato, tirando una lluvia de puñetazos directo a su rostro.
 
Daiki se cubrió con los brazos y se retorció, intentando empujarlo con las piernas, respondiendo también a los puñetazos. Alcanzó a sostenerlo del cuello de su ropa solo para tirar de esta hacia el frente para quedar cara a cara y, con su mano en un puño pegado a su pecho, arremetió contra su mandíbula usando su codo, logrando asestar el golpe. 
 
El cuello de Nash se torció hacia un lado por el impacto, pero se enderezó rápidamente para golpear a Daiki en la boca del estómago, luego estrelló su puño en su mejilla, rompiendo la piel y haciendo que sangre brotara. Aomine intentó usar sus piernas, trató de alzar la cadera para poder elevar las rodillas y así quitárselo de encima. Logró asestarle un golpe justo en el costado, logrando que el rubio hiciera una mueca de dolor y de furia. 
 
Aomine continuó golpeando en el mismo punto, haciendo que Nash intentara tomar su rodilla para alejarla de él, lo que hizo que los golpes hacia el rostro de Aomine dejaran de llegar. Justo en ese momento, un movimiento a su costado llamó su atención, era Taiga. 
 
Taiga, que con miedo veía como la sangre escurría del rostro de Daiki luego de que ese bastardo lo hubiera golpeado. Temeroso, pero también furioso por el daño que Aomine había recibido, no pudo simplemente hacerse a un lado para que el moreno se hiciera cargo de la situación, si podía darle su ayuda, por más mínima que fuera, no iba a quedarse escondido en un costado, solo viendo. 
 
Ahí donde Nash estaba, encima de Aomine y distraído, Taiga intentó patear su rostro, quizá tirarlo hacia un costado y dejar libre a Daiki. Pero en el momento en el tiró el golpe, Nash se hizo hacia atrás esquivando su ataque. Él giró sus ojos hacia Taiga, y el chico se estremeció ante su mirada, fue como si de repente algo lo hubiera poseído. Sus ojos brillaron de furia, algo que jamás había visto en él. Nash estaba realmente molesto, las venas en su sien se hincharon y rechinó los dientes sin dejar de verlo. 
 
Se veía como una criatura realmente aterradora, y Taiga retrocedió en sorpresa y miedo. Nunca había visto esa parte de él.
 
Nash entonces se quitó de encima de Aomine en un instante y se enderezó de golpe, aún viéndolo, el enojo que desprendía, el aura maligna que desbordaba, era asfixiante. Taiga se quedó paralizado por el miedo. 
 
—¡No te metas en esto! —Nash le gritó, logrando que un escalofrío retorciera su espalda ante lo que más que un grito, pareció un rugido demoniaco. Solo pudo observar como el rubio alzaba su puño, apretándolo con fuerza, y lo dirigía directo a su rostro.
 
Su puño se detuvo a penas a centímetros de distancia. Aomine, con la velocidad y agilidad de un felino, se había movido justo a tiempo para sostener la muñeca de Nash, logrando sorprender no solo al de cabellos rojos, sino también al rubio.
 
—¡Te dije que no volvieras a poner tus repulsivas manos en él! 
 
Con sorpresa, pero no miedo, Taiga observó que Nash no era el único que parecía haber sufrido un cambio. Daiki estaba enojado, estaba furioso, pero en el momento en que Nash intentó lastimarlo justo frente a sus ojos, algo se apoderó de él. Una rabia descomunal y un odio tan devastador, que no solo sostuvo su muñeca antes de que Nash lo golpeara, sino que apretó con tanta fuerza, que en cuanto hizo un movimiento para alejarlo de sí, escuchó el crujido que hicieron sus huesos al partirse en dos.
 
Nash soltó un gritó y tiró con  fuerza de su brazo para soltarse del agarre de Aomine, pero él lo tenía sujeto, y no pensaban soltarlo hasta hacerlo papilla. Así que, sin contemplaciones, soltó un golpe con la punta de sus dedos contra su cuello que lo hiso toser durante segundos, luego, con su puño libre, arremetió contra su costado, hacia sus costillas. Golpeó una y otra y otra vez, haciendo que algo crujiera y luego también se quebrara. Un gruñido de dolor escapó de la garganta de Nash seguido de unas fuertes maldiciones, y él intentó darle un puñetazo a Daiki, pero Daiki lo esquivó y luego tiró de la muñeca lastimada del otro, asestando un golpe a la boca de su estómago que lo hizo escupir saliva mezclada con sangre y que lo dejó sin aliento un momento. 
 
Un segundo después, el rubio intentó de nuevo golpearlo, esta vez el golpe iba hacia su costado, pero en lugar de esquivarlo, Aomine atrapó su brazo contra su cuerpo, logrando así sostenerlo de ambas extremidades. Nash quiso liberarse, pero antes de que intentara siquiera hacer algo, la rodilla de Daiki se estrelló contra su estómago, una, dos, tres, cuatro veces. Nash de nuevo escupió, pero está vez más sangre que saliva, entonces Aomine finalmente lo soltó, y el rubio de inmediato cayó hacia la arena, pero el moreno no había acabado. 
 
Antes de que enterrara la cara en la playa, Daiki enterró su rodilla en su mandíbula, haciendo que su cabeza se fuera hacia atrás con un «crack» y que, en lugar de caer boca abajo, su espalda quedara contra la arena. 
 
Su rostro escurría sangre que se desperdigaba contra en la playa, y su pecho se hinchaba con un chirrido constante, lo que confirmaba sus costillas rotas. Él respiraba con fuerzo, sus ojos clavados en el cielo nocturno. Y aún así, viéndose como un maldito costal de huesos rotos y sangre, soltó una risa que le puso los pelos de punta a Taiga, pero que hizo que en las venas en el rostro de Aomine se hincharan por la furia. 
 
Camino a su costado dando fuertes pisadas en la arena, los ojos pantanosos de Nash lo siguieron de sin perder la sonrisa burlona en sus labios, esa maldita y asquerosa sonrisa Aomine iba a borrársela. 
 
—Púdrete en el infierno, hijo de puta —escupió con odio, y luego con fuerza propinó una patada en su rostro que le hizo torcer el cuello hacia un costado, dejándolo por fin totalmente inconsciente. 
 
Aomine respiraba con fuerza y sus puños se apretaban con enojo contemplando el cuerpo inerte en la arena. Su corazón latía de prisa y la sangre hervía en sus venas. Ese bastardo hijo de perra, si solo lo mataba justo en ese momento, le haría un favor al maldito mun…
 
—Daiki.. —Taiga susurró no muy lejos suyo. 
 
Él se giró, alzando la mirada y clavando sus ojos azules en la figura que lo observaba de pie en la playa. Tenía el rostro mallugado y su ropa estaba sucia y rota, con restos de sangre seca en ella. Taiga se abrazaba a sí mismo sin dejar de observarlo, su cuerpo temblaba y sus ojitos rojizos brillaban por las lágrimas contenidas. 
 
La expresión de Daiki cambió radicalmente y los pensamientos que había tenido apenas unos segundos antes se esfumaron de golpe, porque lo único que había en su mente en ese momento era Taiga. Taiga y lo frágil que lucía, lo joven. El chico de cabellos rojos lo vio alejarse del cuerpo inconsciente de Nash, dando primero un paso hacia él, cauteloso, creyendo que quizá lo había asustado. Pero no existía forma alguna en la que fuera a sentir miedo de Daiki, así que cuando él le sonrió, regalándole la más hermosa expresión que podía dibujar en su rostro herido, dejando en vergüenza a la luna, le hizo saber que lo único que quería era que lo llenara de besos y mimos, y que lo pegara contra su pecho en un abrazo protector.
 
Había acabado, estaba a salvo. 
 
Todo lo que quería era que lo sacara de allí y no lo dejara ir nunca más. 
 
—Daiki —llamó de nuevo, extendiendo sus brazos hacia él. 
 
Con los ojos abiertos de sobremanera, Aomine de pronto corrió en su dirección. Taiga sonrió ante ello porque el moreno incluso llegó a lucir desesperado, no lo sobrepensó, pues apenas se trató de unos segundos, además, Taiga también se sentía de esa forma, desesperado por estar en sus brazos. 
 
Sonrió cuando él se apegó a su cuerpo con fuerza gracias a la carrera que había tomado, pero a diferencia de lo que Taiga había esperado: un beso desesperado, un abrazo acogedor, Aomine realmente lo abrazó con fuerza al mismo tiempo que giraba con él sobre sus tobillos para hacerlos cambiar de posición, quedando el moreno en el lugar donde él había estado apenas un segundo antes. 
 
Y fue entonces que él también abrió sus ojos de sobremanera, entendiendo que la desesperación en los ojos azules de Daiki no eran por abrazarlo y besarlo… sino porque quería protegerlo, pues en la distancia a unos cuantos metros en la arena, Silver se encontraba de pie con arma apuntando en su dirección. 
 
El corazón de Taiga se detuvo en cuanto los disparos se antepusieron a las olas golpeando la arena. 
 
¡Bang! 
 
¡Bang! 
 
¡Bang! 
 
Su cuerpo y el de Daiki dieron un sobresalto al mismo y sus rojizos ojos, que seguían clavados en Silver, de pronto vieron como este caía en la arena, inmóvil. 
 
—Uf… —dijo entonces una voz desconocida para él, detrás suyo—, eso estuvo realmente cerca. ¿Tienes idea, Aomine, de lo que me hubiera hecho Satsuki si no llegaba a tiempo? Puré, eso sería. 
 
—Sí… que oportuno eres, Wakamatsu… —Wakamatsu sonrió, alejándose un poco para sacar su celular y Llamar a Satsuki, su novia. 
 
Taiga no estaba prestando realmente atención a las palabras del desconocido, su sus ojos continuaban clavados en el cuerpo sin vida de Silver, y en el eco de los disparos que aún resonaban en sus oídos de forma tan escalofriante. El aire que había escapado de sus al momento de las detonaciones no había vuelto, y no podía hacer que volviera. 
 
Estaba hiperventilándose. 
 
—Hey, hey —Aomine, dándose cuenta de lo que pasaba, sostuvo al chico de las mejillas he hizo que lo viera a los ojos—. Vamos, cariño, necesito que respires conmigo —él comenzó a inhalar y exhalar, esperando que el Taiga lo imitara. 
 
Taiga, sintiéndose momentáneamente perdido, se sujetó de la cintura de Daiki con fuerza, clavando de inmediato sus ojos abiertos de sobremanera en los suyos. Se miraron, rojo contra azul, segundos eternos en los que solo estaban ellos dos… entonces Taiga comenzó a llorar. 
 
Las lágrimas bajaron por sus mejillas de forma silenciosa al mismo tiempo que el aire de nuevo entraba a sus pulmones con fuerza y él daba una gran bocanada. Finalmente el llanto, los sollozos brotaron de su garganta y él, en lugar de solo sostener a Daiki de la cintura, se aferró a su espalda con fuerza. Los hipidos hicieron temblar su cuerpo y Aomine acarició su espalda tratando de tranquilizarlo. 
 
—Todo estará bien, cariño —le susurró con dulzura, pero no había forma en la que Taiga pudiera calmarse—. Te lo prometo, Taiga, todo estará bien —sintió que las manos del chico se aferraban con más fuerza a su cuerpo en cuanto lo llamó por su nombre—. Tú hermano apareció en la casa junto al investigador privado amigo de Akashi —le informó, por si tenía curiosidad de cómo de pronto sabía su nombre. Si así lo fue, no dijo nada—. Sabes que te amo, Taiga. 
 
Se alejó de su cuerpo para volver a tomarlo de rostro, pero Taiga cerró los ojos con fuerza y giró la cabeza de un lado hacia el otro, negándose a verlo. 
 
—Vamos, Taiga, por favor mírame —otra negativa, el chico apretó aún más los ojos mientras los sollozos hacían temblar su cuerpo junto con el de Aomine—. Por favor… —suplicó, pegando su frente contra la de él sin dejar de acariciar su rostro.
 
Finalmente, Taiga abrió lentamente sus ojos llenos de lágrimas desbordantes, quiso decir algo, pero los hipidos y sollozos habían cerrado su garganta y por más  lo intentó, ninguna palabra salió de sus labios. Aún así, Daiki le sonrió, una sonrisa llena de ternura y amor, estaba bien si no podía decirle nada, lo entendía… solo necesitaba que lo escuchara y le creyera. 
 
—Te prometo, Taiga, que todo estará bien. ¿Entiendes? Lo prometo… por favor créeme. Por favor, necesito que lo hagas. ¿Me crees? —quiso limpiar sus lágrimas, pero fue un esfuerzo inútil ya que estás solo continuaban escapando de sus ojos.
 
Taiga intentó calmarse, inhaló con fuerza permitiendo que el aire salado entrara en sus pulmones. Tenía que hacerlo, necesitaba calmar el llanto, quería hablar. Tenía que decirle a Daiki que él también lo amaba. Él se alejó de su toque, clavando sus ojos rojizos en los Aomine, boqueó intentando hablar, tenía que hacerlo, necesitaba, necesitaba hacer que lo escuchara. 
 
—T-Tam…bien… T-También te… a-amo…  —logró decir luego de tartamudeos—. También t-te amo, Daiki. 
 
Daiki le sonrió, una sonrisa suave, dulce, que tenía como fin calmar su corazón desbocado, pero que logró todo lo contrario en cuanto los ojos de Taiga se fijaron en el hilo de sangre que comenzó a resbalar desde su nariz. Los hipidos por parte de Taiga entonces no tardaron nada en volver a inundar el ambiente. Se abrazó al cuerpo del moreno sintiendo también como de nuevo la sangre se escurría entre sus dedos al aferrarse a su espalda. 
 
—¿¡P-Por qué!? —gritó. ¿Por qué tenía que protegerlo de esa forma?
 
—Prometí… que te salvaría s-sin importar… qué… —Daiki apoyó la frente en el hombro de Taiga, y Taiga sintió sus manos caer a sus costados, sin fuerza. 
 
—Esto… esto está h-haciéndome más daño que cualquier mal-maldito gol-golpe. 
 
—Estaré bien, Taiga. C-Créeme. 
 
¿Cómo podía Taiga creerle cuando estaba desangrándose entre sus brazos sin poder él haberlo impedido, solo por protegerlo? Era igual que con Kuroko, él se había hecho tanto daño solo para que estuviera bien, para que no pasara de nuevo por ese maldito infierno.
 
Todo por su culpa. Todos se hacían daño por su jodida culpa.
 
—Mierda, Aomine —el chico dueño de la voz que antes vagamente había escuchado, entró en el campo de visión de Taiga. Era alto, rubio, y tenía una expresión de horror en la cara mientras se tomaba los rubios cabellos con ambas manos—. Le acabo de decir a Satsuki que estaban bien, maldita sea. No me hagas esto, bastardo hijo de perra.
 
Aomine no respondió, y el corazón de Taiga casi se detuvo en cuando sintió su cuerpo perder todo apoyó. Gimoteó, sintiendo las lágrimas derramarse con más fuerza. Wakamatsu, más horrorizado que antes, se apresuró a ayudar a Taiga, entre ambos lo quitaron del cuerpo de cabellos rojos y con sumo cuidado lo recostaron en la arena, no sin antes el rubio quitarse la chaqueta que usaba y ponerla bajo la ropa de Daiki, intentando hacer presión en la herida al recostarlo. 
 
En lloriqueos incontrolables, Taiga apoyó su cabeza entre sus muslos. Daiki no se movía, pero tenía los ojos abiertos y estaba viéndolo. 
 
Wakamatsu se alejó, de nuevo tomando su teléfono y gritando contra él, pero Taiga no lo escuchaba, toda su atención estaba en Daiki, y en las caricias que le daba en el rostro. En sus mejillas, peinando sus cabellos hacía atrás. Sus ojos azules continuaban viéndolo y eso solo hacía que su corazón se fragmentara más y más. Sus manos temblaban, su llanto no cesaba, y Aomine continuaba viéndolo con ojos brillosos. 
 
Una mirada que Taiga conocía, una mirada que dolía en lo más profundo de su ser y astillaba su alma.
 
«Eres tan hermoso, Taiga. Te amo», era como si él estuviera diciéndole de nuevo. 
 
Y Entonces Daiki sonrió, una sonrisa pequeña, dada con fuerzo, pero que reafirmaba su mirada llena de amor. Y luego sus ojos lentamente se cerraron, y con ellos el corazón de Taiga terminó de romperse en mil pedazos, pedazos que quedaron esparcidos en la arena junto con la sangre de Aomine. 
 
Taiga gritó su nombre de forma desgarradora, o creyó que lo hacía, porque de pronto toda luz desapareció a su alrededor, y en su lugar solo había oscuridad.
 Eterna, fría y aterradora oscuridad que comenzó a consumirlo, y Taiga no se negó, no se resistió, no peleó contra ella. Solo dejó que lo consumiera sin reparo, que abrazara y resguardara su corazón herido, porque sin Daiki a su lado, nada importaba. 
 
Ya nada tenía sentido. 
 

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