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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

¡NUEVO CAP!

UNKNOWN
—Capítulo 38—
Más fuerte que nunca
 
 
 
 
Kuroko dormitaba con tranquilidad en la suave y cómoda cama de hospital. 
 
Si dejaba de lado las vendas que cubrían su cabeza, su mano, y las obvias heridas en su rostro, Akashi, sentado en una silla al lado de la cama, podía intentar convencerse de que solo dormía con calma, y no porque se encontrara débil debido a sus heridas y la perdida de sangre. Pero obviamente ignorar el daño en su cuerpo era algo que no podía hacer; si pudiera hacerlo no se sentiría como un maldito inútil. 
 
Su pecho subía y bajaba con un ritmo tranquilo y constante, y aunque Akashi sabía que el peligro había pasado, no podía evitar que las manos le temblaran y que sus ojos se fijaran siempre en el mismo punto, temiendo que en cualquier segundo ese sube y baja se detuviera sin que pudiera hacer nada. 
 
Con las manos sosteniéndose la cabeza y los codos apoyados en el suave colchón, Seijūrō se lamentaba de no tener el poder para curar sus heridas en un chasquido y hacerlo reaccionar. Verlo allí, inconsciente y con un expresión tan serena a pesar de los vendejas, dolía de sobremanera. 
 
Apretó los ojos con fuerza, mordiéndose el labio inferior tratando de contener las lágrimas que desde hacía mucho luchaban por liber…
 
—Seijūrō… 
 
Akashi, alzando el rostro de prisa, giró la mirada hacia un costado para observar a quien lo llamaba mientras posaba una mano sobre su hombro, aunque no tenía que verlo para saber de quién se trataba. 
 
—Lo siento —Chihiro le sonrió apenado al ver que se había sobresaltado, alejó su toque—. Te llamé varias veces… no escuchaste. 
 
—Lo lamento… yo… 
 
—Está bien, lo entiendo… ¿Quieres un poco de café? —sonriendo sin despegar los labios, Hiro le extendió una mano con un vaso desechable con café en ella.
 
Akashi lo miró al rostro un momento, notando su nariz rojiza y las bolsas oscuras bajo sus ojos, luego miró la bebida que le ofrecía, finalmente tomó el vaso. 
 
—Gracias —dijo. Chihiro asintió y luego se giró en busca de una de las dos sillas que habían en la habitación, fue hasta ella que estaba en una esquina y la sostuvo con una mano, puesto que en la otra yacía otro vaso—. Permíteme —Seijūrō esbozó de inmediato, dejando su café sobre su asiento y levantándose de para ir hasta su cuñado. 
 
—No soy un inútil —Hiro torció los ojos hacía un lado. 
 
—No pienso que lo seas… solo… quiero ayudar. 
 
Chihiro suspiró resignado, luego asintió, aceptando la ayuda que no creía necesaria puesto que sus piernas y brazos no estaban heridos en absoluto. Con una pequeña sonrisa de victoria, Akashi tomó la silla de madera y le llevó junto a la cama de Tetsuya, al lado contrarió de donde él había yacido todo ese tiempo. 
 
—Gracias —el fantasma mayor agradeció luego de tomar asiento, por lo que Seijūrō después fue hasta su lugar de nuevo—. ¿Ninguna respuesta aún? 
 
Akashi negó con la cabeza. 
 
—Nada. Solo está allí, dormido… si su pecho no se moviera diría que está… 
 
—Pero eso es bueno —Hiro hizo una mueca, estaba tratando de convencerse de ello—, está descansando, recobrando energías, debemos dejar que lo haga y ser pacientes… él estará bien, es mi hermano después de todo. 
 
—Lo sé —Akashi esbozó un pequeña sonrisa, sus ojos adquirieron un brillo lleno de ternura apenas unos segundos mientras miraba a su cuñado, luego desapareció cuando volvió la vista hacia la cama—. Yo lo sé… es solo que, no puedo evitar sentirme como un inútil que no pudo protegerlo, que no pudo evitar que esto sucediera, e incluso no puedo detener que mi mente divague en qué hubiera sucedido si… 
 
—No pasó —Hiro lo cortó con algo de brusquedad, sus cejas levemente fruncidas—, ¿Por qué te atormentarías por algo como eso? Tetsuya está aquí con nosotros. Entiendo que te sientas impotente, me siento de la misma forma, demasiado, créeme… Pero no ganamos nada con ello. Lo único que hacemos es transmitirle energía negativa, lo cual es pésimo para su recuperación; se qué es difícil, pero al menos cuando estemos con él, debemos tratar de dejar esa negatividad de lado. 
 
Akashi, con sus ojos clavado en él desde el inicio, lo miró en silencio, entonces solo soltó una risita de lado, un gesto resignado en su rostro atormentado. Chihiro era seguro que se sentía tan perturbado como él, pero allí estaba, sermoneándolo sin ninguna pena. 
 
Los hermanos sombra eran iguales. 
 
—¿Cómo se sienten? —preguntó entonces Akashi—. ¿Está bien que tomes café? 
 
Chihiro lo miró un momento con el entrecejo aún fruncido, pero entonces este se esfumó y una sonrisa cálida se plasmó en su rostro. Llevó una mano a su vientre y acarició la zona unos instantes bajo la mirada de su cuñado, que lo veía enternecido. 
 
—Es chocolate y… estamos bien —respondió finalmente—. Se que se vio aparatoso que me desmayara en medio del pasillo, pero… la impresión de ver a Tetsuya fue muy fuerte, no es que estuviera algo mal con nosotros. Como ya le repetí mil veces a Sei —torció los ojos hacia un lado al mismo tiempo que hacía una mueca. 
 
Seijūrō soltó una risita recordando a su hermano, pues desde el momento en el que Chihiro se desplomó en el pasillo, no lo calentaba ni el sol. Por supuesto lo había visto un Médico, confirmando que no era nada grave, sino el bajón por las circunstancias con su hermano, solo que eso Seimei no lo entendía. Pero claro, Seijūrō comprendía el porqué de su comportamiento. Ya estaba demasiado nervioso, bastante, con lo de Taiga. 
 
Ver a su prometido desvanecerse a su lado casi había hecho que él también se desmayara. Pero la sorpresa que recibieron después ninguno la había esperado. Resultó que Seimei no estaba preocupado solo por Hiro, sino también por su bebé, como se enteraron ellos cuando el Medico le informó que ambos estaban en perfecto estado. 
 
Desde entonces Seimei no lo dejaba hacer mayor cosa, hasta quería que se quedara en una habitación allí en el hospital, a lo que Hiro lo había mandado por un tubo. Sinceramente Akashi se sentía mal porque en ese momento deberían estar celebrando la llegada de su sobrino, pero no era como si Chihiro estuviera con ánimos para una fiesta cuando su hermano yacía postrado a una cama de hospital. De todos modos, ya tendrían un momento para ello. 
 
—¿Dónde está Seimei ahora? —curioseó Seijūrō, porque dado su comportamiento esos días, era sumamente extraño no verlo pegado a Chihiro como sanguijuela—. Sé que fueron a casa un momento, pero ya no supe más. 
 
—Sí… quería tomar un baño, sabía que estarías con Tetsuya así que no me preocupe por dejarlo un momento. Sei también tomó uno aprovechando —informó—. Luego cuando regresamos él preguntó si estaría bien si me dejaba solo unos minutos. 
 
—¿Dijo a dónde iba? 
 
—No… pero creo que es obvio —Hiro acarició de nuevo su pancita apenas abultada—. Está con Taiga. 
 
El corazón de Akashi se encogió. 
 
Ellos no habían tenido una conversación correcta desde lo sucedido, no porque no quisiera, era solo que Taiga no quería hablar realmente con nadie. Sus amigos le hablaban y él solo no prestaba atención a nada. Por supuesto Akashi se turnaba para estar con él y con Tetsuya, pero no hablaban, solo le hacía compañía porque Taiga nunca respondía, además… Akashi no sabía qué decir, y eso solo hacía que aparte de la impotencia, también se sintiera como un grandísimo imbécil.  
 
¿De qué forma podría consolarlo cuando no podía ni consolarse él mismo?
 
—Deberías ir también —Hiro dijo, sacándolo de sus pensamientos—. Está bien si no dicen nada, ¿sabes? No tienen que rearmarse la cabeza buscando las palabras correctas, escuchar siempre lo mismo es cansado también. A veces solo estar allí es suficiente; una mano en tu hombro, un abrazo, pueden significar mucho más que un montón de palabras que todos repiten una y otra vez. 
 
»Eso es lo que Taiga más necesita, apoyo, compañía, saber que no esta solo en estos momentos… así como yo —su mirada oscura se dirigió de nuevo hacia su hermano que descansaba en la cama, estiró una mano y sus dedos acariciaron con cuidado el dorso de la de Tetsuya—. Ve —alentó de nuevo—, tampoco es como si fuera a quedarse solo, estoy aquí… y ellos también —dijo, haciendo un gesto hacia el sillón en un costado de la habitación, pegado a la pared. 
 
Los ojos de Seijūrō viraron hacia el lugar, allí, primero chocaron con la mirada azul de Kasamatsu, quien solo hizo un movimiento de cabeza como saludo, después, bajando un poco, encontró a Kise recostado sobre los muslos de este mientras le acariciaban los rubios cabellos; a diferencia del de ojos azules, Ryōta le sonrió sin despegar los labios en un gesto que, de hecho, fue algo tierno en su rostro con cansado. 
 
Akashi parpadeó un par de veces antes de sonreír de medio lado mientras negaba con algo de pena. Realmente había olvidado que ellos estaban allí. En su defensa, ninguno de los dos había hecho algún sonido como para ser notados, así que, sumergido en sus pensamientos como había estado, fue fácil que olvidara su presencia. 
 
 —Iré —declaró, poniéndose de pie rápido mientras avanzaba hacia sus amigos en el sofá y extendía el vaso de café, del cual no había bebido un solo sorbo, hacia Yukio, este lo aceptó sin decir nada. Luego fue hacia la salida, girándose una última más para ver a Tetsuya, entonces salió, dejando a sus amigos atrás.
 
En el pasillo, avanzaba con zancadas fuertes y rápidas. Él sabía, sabía muy bien que las palabras de Chihiro eran ciertas. Su problema yacía en que al menos le gustaría poder decir algo que calmara el corazón de Taiga, ser su apoyo en esos momentos; generalmente tendría algo que decir a cualquier situación, pero cuando lo veía, cuando sus ojos vislumbraban su rostro pálido y lleno de ojeras, su cansancio, cuando veía su desesperación y dolor… también la culpa que creía tenía, Akashi no encontraba las palabras. Se atoraban en su garganta denegándose rotundamente a salir.  
 
Akashi realmente no se sentía capaz de nada en ese momento. 
 
Frente a la puerta de la habitación, que no estaba tan lejos de la de Tetsuya, se tomó un instante para inhalar con fuerza, desde dentro solo le llegaba un suave murmullo ininteligible. Cuando abrió finalmente la puerta, la escena frente a sus ojos ya era conocida y no había cambiado tanto desde la ultima vez, solo que ahora Seimei yacía en la habitación. 
 
Seijūrō ingresó sin decir nada, sus ojos desviándose un momento para mirar a Satsuki, que se encontraba sentada en el sofá de la habitación, ella tenía el cuerpo recostado contra el de su novio, Wakamatsu, mientras él le sostenía la mano y la abrazaba. Al lado de ellos, aún en el sofá, Tatsuya tenía sus ojos fijos en dirección de la cama; sentado en el suelo y con el rostro reposando sobre un muslo del chico del lunar, Atsushi permanecía con los ojos cerrados mientras Himuro le acariciaba el cabello de forma distraída. 
 
Todos lucían cansados, algunos más que otros; Satsuki tenía los ojos rojizos e hinchados. Pero descansar en momentos como esos no era algo que pudieran hacer incluso si llegaban a intentarlo. 
 
Akashi avanzó hasta quedar cerca de la cama en medio de la habitación. Allí, al pie de esta en un costado, se quedó solamente observando el cuerpo que reposaba sobre el mullido colchón. El nudo en su garganta estaba allí de nuevo, la impotencia y el dolor de ver a una persona querida para él, postrado e inconsciente. No podía evitar preguntarse si acaso las cosas hubieran podido cambiar un poco si él hubiera estado allí, en lugar de dejar que sus emociones se desbordaran y el dolor nublara su corazón, sin embargo trataba de convencerse de que nada podría haber hecho en su estado perturbado, quizá hasta hubiera logrado empeorar la situación. 
 
No… él tendría que haber estado allí esa noche. 
 
Se tragó sus pensamientos con furia porque eso ya no importaba, las cosas ya se habían dado y él no podía volver en el tiempo y hacer que todo fuera diferente. 
 
Alzó una mano y con toda la suavidad que podía demostrar, la posó lentamente sobre el hombro de su hermano, de Taiga, que yacía sentado en un silla mientras ocultaba su rostro con su cabello al tener la mirada baja; sus manos sostenían entre sus dedos temblorosos los de Daiki, que reposaba en la cama totalmente inconsciente. 
 
El murmullo que había escuchado desde fuera de la habitación, y que se había vuelto más audible al ingresar, era Taiga susurrando una y otra vez como si recitara un mantra de sanación. 
 
Por favor, por favor, por favor… —su voz sonaba rasposa y cansada, desesperada, pero sus suplicabas no menguaban, solo se volvían más y más fuertes—, vuelve a mi, por f-favor… por favor
 
Bajo el toque de sus dedos, Akashi podía sentir a su hermano temblar, y estaba seguro que él también estaba temblando. Sus amigos, las personas que más le importaban, sufrían mientras Tetsuya y Daiki estaban postrados en una cama, y lo único que podía hacer cualquiera de ellos era esperar. 
 
Kuroko en reposo, durmiendo con tranquilidad pudiendo despertar en cualquier momento, sin embargo, Aomine estaba en coma, y el Señor Midorima y Shintarō habían dicho que no estaban seguros cuanto tiempo realmente podría llegar a permanecer en ese estado. 
 
Todos habían estado muy sorprendidos por ello, pues no entendían el porqué de su estado, pero Midorima no había perdido tiempo en explicarles: Además de que el proyectil había golpeado un punto delicado en su cuerpo, Daiki había perdido demasiada sangre por esto, lo que le provocó un ataque cardíaco cuando viajaba con los paramédicos y, por unos instantes… su corazón se detuvo; por lo que él había entrado en ese estado debido a la falta de oxigeno en su cerebro en el momento de ser reanimado. Las primeras horas habían sido criticas, pero al menos estaba fuera de peligro. Ambos. 
 
Lo único que podían hacer ahora era no perder la esperanza, confiar en la fuerza de sus amigos y guardar por su recuperación para que cuando despertaran al fin, los recibieran con sonrisas y abrazos, y sí, también lágrimas, pero de alegría. 
 
Solo que mientras ese momento llegaba, la angustia era sofocante y difícil de soportar. Era cierto que Akashi sentía que su corazón se estrujaba al ver a Tetsuya en tal estado, pero Taiga… él había tenido a Aomine en sus brazos mientras se desangraba sin control, y el shock había sido tal que tuvieron que sedarlo en cuanto llevaron a Daiki al quirófano, pues él había estado sumamente alterado de que lo apartaran de su lado. Aunque poco después les informaron lo que había sucedido en el traslado, así que era demasiado comprensible que Taiga temiera no volver a ver a Aomine si lo alejaban de sí.
 
El propio Seijūrō había sentido que se le partía en miles de pedazos el corazón al ver a Tetsuya tan lastimado, pero el dolor que Taiga estaba sintiendo no podía ser descrito. 
 
Tiempo después cuando se despertó en una cama del hospital con sus heridas ya tratadas, sus tres hermanos habían estado con él. Tatsuya fue el primero en reaccionar; él lo abrazó con fuerza mientras lloraba y Taiga correspondía algo perdido. Pero entonces sus ojos se fijaron en él y en Seimei y ellos también lo miraron, y antes de darse cuenta ambos estaban abrazándolo desde el otro extremo de la cama. Taiga se aferró a ellos mientras las lágrimas brotaban de sus ojos como una fuerte llovizna que de golpe se volvió un huracán.  
 
—¡D-dejó… él dejó… no es-estaba… n-no estaba…! —trató de decir entre gimoteos y sollozos, sus mejillas mallugadas y empapadas de lágrimas y su respiración acelerada al mil—. ¡S-
 
Las lágrimas hicieron acto de presencia en el rostro de Seijūrō de manera silenciosa mientras continuaba abrazándolo. Los hipidos hacían temblar el cuerpo de Taiga, y los sollozos inundaron la habitación. Ellos tres se quedaron a su lado mientras liberaba todo su dolor, hasta que las lágrimas poco a poco cesaron y los temblores se esfumaron y entonces solo estuvo allí en su lugar respirando con fuerza, pero con la tristeza reflejada en sus ojos. 
 
Cuando él suplicante les pidió que lo llevaran con Daiki, por supuesto ninguno se negó. Sabían que él también debía descansar pues estaba lastimado, pero, ¿Cómo podrían decirle que no cuando con lágrimas les decía que quería verlo? Ellos lo llevaron con Aomine esperando que calmara su corazón el tenerlo cerca, solo que cuando lo vio recostado en esa cama, pareciendo que solo dormitaba con calma, los sollozos nuevamente brotaron de su garganta mientras caminaba hacia él y tomaba su mano, llevándola hacia su propio rostro para acariciarla contra su mejilla.
 
Y desde entonces había permanecido allí a su lado, esperando por él entre lágrimas y suplicas. 
 
La mano de Akashi que reposaba en el hombro de Taiga acarició con suavidad sobre la tela, dándole ese consuelo del que Chihiro había hablado, su presencia en esos momentos, sin embargo aún sentía que debía decir algo… ojalá tuviera las palabras correctas. 
 
—Daiki es fuerte —le dijo solamente, pero con total seguridad.
 
—Él jamás permitiría que esto lo separe de ti… —Seimei, al costado contrario de Taiga, secundo. Él también tenía una mano sobre el hombro del chico.
 
Como esperaron, Taiga no respondió, solo continuó allí, susurrando una suplica que le aterraba no fuera escuchada. 
 
Tatsuya, que no le había quitado los ojos de encima a su hermano, miró a los gemelos un momento, ellos lucían como guardianes resguardándolo cada uno a un costado suyo, después volvió la vista hacia a su hermano, y entonces pensó en todo lo que había ocurrido y en lo que Momoi le había dicho que sucedió en el tiempo que estuvo con ellos; en cómo la relación se dio y el comportamiento de Aomine con su hermano. Y también pensó en la forma en la que él había corrido en búsqueda de Taiga y cómo lo había protegido. 
 
Se había enojado mucho con Daiki por involucrarse con su hermano siendo el moreno un hombre con mucha más experiencia, pero él no había estado allí, no había visto sus miradas ni sus acciones; no había visto la felicidad de Taiga y mucho menos sus ojos rebosantes de amor por él. Pero sí había visto a Aomine desesperado en cuanto supieron que estaba en peligro, que era el bastardo de Nash quien estaba detrás de todo; y también lo había visto no perder tiempo en ir a buscarlo… y él lo protegió. No dejó que le hiciera más daño.
 
Ahora podía ver a Taiga, y era terriblemente doloroso observar cómo su hermano estaba al borde del precipicio en una lucha mental en la que se autodestruía con pensamientos pesimistas y de culpabilidad sobre hechos que no eran para nada su culpa. Podía ver su dolor y su desesperación, su miedo a perderlo para siempre  temiendo que fuera él el causante de ello. 
 
Daiki era un tonto, aún lo pensaba, y un jodido temerario, pero ya lo veía, ya lo tenía claro. Él estaba realmente enamorado de Taiga, y Taiga también lo amaba con todo su ser. Y Tatsuya estaba tan agradecido por ello, porque sin Aomine su hermano no estaría allí en ese momento. 
 
Acarició una vez más los cabellos violeta de Atsushi antes de levantarse del sofá y caminar hacia el lugar en el que Taiga permanecía. Mursakibara lo siguió con la mirada en toral silencio permaneciendo allí en el suelo de la habitación. Al llegar al lado de su hermano, Tatsuya avanzó hasta estar frente a él, luego se puso de cuclillas y posó las manos sobre las suyas que sostenían las de Daiki. 
 
—Él es igual de cabezota que tú —le dijo, tratando de obtener su atención. Increíblemente los ojos de su hermano, rojizos por el llanto, lo miraron en busca de algo que no dijo, pero que necesitaba con todo su ser—. ¿Sabes? En cuanto supo que corrías peligro, él no dudó en correr en tu búsqueda como un jodido caballero de brillante armadura —Kise, que había sido testigo de su desesperación, les había dicho finalmente lo que habían hablado antes de que su amigo se marchara tan precipitadamente—. Él no estaba del todo seguro que fuera el lugar correcto, e incluso si lo era, no dudo en correr hacia ti.
 
»Porque no importaba qué, necesitaba encontrarte y ponerte a salvo. Sabía que sería peligroso, pero fue eso mismo lo que lo hizo actuar. Y lo hizo, él te encontró —Yukio también se había tomado el momento para explicarles cómo finalmente habían dado con el lugar—. Te encontró Taiga, a pesar de que las probabilidades parecían no estar a su favor, ¿Entiendes? Si hizo todo eso por llegar a ti, haría todo de nuevo, y más, por volver a tus brazos. Así que no lo dudes, él se pondrá bien, porque después de todo eso no va a dejar que su amor termine así. 
 
Taiga asintió, sus ojos comenzando a brillar gracias a las lágrimas que las palabras de su hermano habían hecho brotar; él alejó una mano de las de Daiki y limpió sus ojos húmedos mientras sorbía la nariz. El corazón de Tatsuya se hundió profundo en su pecho, jamás antes su hermano había lucido tan joven y vulnerable… incluso si tenía ese enorme cuerpo y parecía mayor, él solo era un chico de diez y nueve años, tener que pasar por todo eso era algo demasiado difícil de afrontar. 
 
—Taiga, escúchame —llamó de nuevo su atención con voz suave, Taiga lo miró en medio de un estremecimiento debido a los sollozos. Tatsuya afirmó el toque sobre la mano del chico, su mirada era segura y tranquila—. Tienes que entender, y sobretodo aceptar, que esto no es, de ninguna forma… tu culpa. Nada, escúchame bien, taiga, nada de lo que sucedió es tu culpa. No lo es. 
 
Taiga lo observó durante segundos en los que se mantuvo en silencio, entones, así mismo sin decir nada, sus ojos se llenaron de lágrimas silenciosas que expresaban no solo su dolor, sino también su alivió. 
 
Esas eran las palabras que  había querido escuchar, porque incluso si el tormento que azotaba su corazón era él mismo diciéndose una y otra vez que todo eso había sucedido por su culpa, la verdad era que quería que alguien le dijera que no era así. Que él no tenía forma alguna de saber lo que en un futuro sucedería como para decir que era su culpa, o que lo que había hecho estaba mal; que jamás debió seguir a Nash para devolverle su billetera. 
 
Solo estaba siendo amable, y eso no estaba mal, eso lo volvía culpable de absolutamente nada. Él no podía saber que Nash era un maldito loco bastardo.  
 
La lágrimas continuaron brotando y sus labios se arrugaron formando un puchero que removió el pecho de Tatsuya, que sin poder resistirse más se  puso de pie y atrajo el cuerpo de Taiga hacia el suyo en un abrazo que fue absolutamente reconfortante. Y no solo para ellos dos, sino también para Seijūrō y Seimei, que habían observado todo sin perder ni un solo detalle. 
 
—Gracias… —le susurró Seijūrō con una sonrisa realmente conmovida. Estaba en verdad agradecido de que hubiera alguien que supiera qué decir y sobre todo, que hiciera sentir cálido a su hermano. 
 
Tatsuya correspondió su gesto con lo que pareció una sonrisa. Después él se alejó de Taiga e hizo que de nuevo lo mirara a los ojos, aún tenía algo que decir. 
 
—Sé que es difícil, Taiga —inició—, y lo entiendo, créeme que entiendo el dolor por el que estás pasando; sé que todo puede parecer desalentador y que a pesar de lo mucho que te digamos que Aomine estará bien, te sea difícil aceptarlo al ver su estado… pero cree en él. Y cree en ti. Y cree en su amor. Él no se dará por vencido.
 
»Ya lo ha dicho Akashi, Aomine es fuerte… y tú debes de serlo también. No puedes dejar que el dolor te consuma. Él necesita que seas más fuerte que nunca, sé que justo ahora está luchando con todas sus fuerzas para volver a ti, pero necesita que tú confíes en él y seas valiente. Transmítele todo el amor que rebosa de tu pecho mediante tu presencia y tu toque, sé que él podrá sentirlo. 
 
»Sé que ese es el impulso que necesita para encontrar el camino de vuelta a ti. Ayúdalo, Taiga. Ayúdalo a volver a tus brazos. 
 
De nuevo, Taiga asintió entre lágrimas. 
 
Pero está vez en lugar de dejar que las lágrimas corrieran libres por su rostro, Akashi y Seimei se pusieron de cuclillas a cada lado suyo, Taiga los miró primero a uno y luego al otro, y entonces ellos limpiaron las gotas saladas que resbalan de sus mejillas al mismo tiempo que le sonreían con ternura. Fue un gesto, una caricia tan dulce, que el corazón de Taiga se sintió realmente confortado y, por primera vez desde que despertara, en paz. 
 
Si no los tuviera a ellos tres, estaría perdido en un mar de oscuridad que lo tragaba lenta y dolorosamente. Ellos eran su soporte, y así él también debía ser el faro que iluminara el camino de vuelta para Daiki, no iba a permitir que se perdiera en el mar de la inconsciencia. 
 
Sorbió su nariz y limpió sus mocos, luego inhaló profundamente, hinchando sus pulmones, entonces soltó el aire en un suspiro que se sintió más liberador de lo que había creído. El panorama ya no lucia tan aterrador, podía sentir el cariño de los chicos calmando su corazón. 
 
Él se giró hacia Akashi, en sus ojos rojizos se notaba el cambio. Antes parecía haber una niebla en su expresión ensombreciendo su semblante, pero ya no más, incluso había un cierto brillo por demás alentador. 
 
—Akashi —llamó—, Seimei… —giró hacía el gemelo menor—, yo estoy mejor. De verdad, ahora estoy mejor —Los gemelos se miraron a los ojos unos instantes. Podían ver que sus palabras eran ciertas, no había duda del cambio. Y que Taiga se los dijera específicamente a ellos se sintió como agua fresca en un día caluroso—. Gracias por estar aquí conmigo, a los tres —dijo, viendo a Himuro—, sentirlos cerca hizo que no me perdiera completamente en el dolor.  Gracias, lo digo en serio. 
 
»Pero sé que así como Aomine me necesita… Kuroko y Chihiro los necesitan a ustedes dos —su mirada se clavó primero en Sei y luego en Akashi—, sé perfectamente el bien que hace que tus personas importantes estén a tu lado en estos momentos. Himuro está conmigo… vayan con ellos, yo estaré bien. Ellos también los necesitan. 
 
Taiga les sonrió, una sonrisa sincera que ilumino su rostro, sus ojos estaban brillosos por las recientes lágrimas.
 
Akashi tragó con fuerza, quedándose estático un momento sin saber qué hacer. No quería dejar solo a su hermano, pero también quería salir corriendo hacia la habitación de Tetsuya y sujetar una vez más sus manos entre las suyas y no saltarlas, quería también ser ese soporte para él, esa ancla… el impulso para volver. 
 
Sus ojos se ensancharon durante segundos que se sintieron realmente largos. Akashi vio en su mirada comprensión, apoyo y entendimiento; por supuesto que Taiga sabía perfectamente qué cruzaba por su mente y qué atormentaba su corazón, porque él también se sentía de esa manera. No tenía que intentar ocultarlo y actuar fuerte. 
 
Si quería estar al lado de Kuroko, entonces allí debía estar. 
 
—Vayan… por favor. Yo lo entiendo, no tienen que sentirse mal por dejarme aquí. No estoy solo —Taiga dijo haciendo un puchero—. Nosotros tendremos mucho tiempo para hablar luego, pero ahora ellos también los necesitan. 
 
El primero en hacer algo fue Seimei, que lo tomó de las mejillas y luego depositó un besito en su frente con mucha ternura, un gesto que nadie esperaría viniendo de él, a excepción de Chihiro. 
 
—Por ahora iré —le dijo él, sonriéndole—, pero volveré después. No te vas a librar tan fácil de mí. 
 
—Claro que no —Taiga también le sonrió. 
 
Con un ultimo beso Seimei se despidió para pronto perderse al otro lado de la puerta ante la vista de todos sus amigos. 
 
—Yo… —dijo Akashi, dudando, luego de unos segundos; carraspeó la garganta—. Hay muchas cosas que quiero decirte, pero tienes razón, tendremos tiempo luego para hablar correctamente. Aún así, hay algo que quiero decir por ahora, algo que necesito que sepas —él tomó las manos de Taiga entre las suyas con total suavidad, viéndolo directo a los ojos para que no quedara duda alguna. 
 
»Jamás cruzo por mi corazón odio alguno hacia ti, si algo… —su garganta se cerró por un instante, sus ojos ardían—, lo único que atormentó mi mente al punto de no poder respirar, fue la impotencia de saber que habías sido herido sin que yo pudiera haber hecho algo para impedirlo. No odie la imagen de ti como mi hermano, pero si repudie el pensamiento de que hubieran lastimado a tal punto a mi sangre, a ti… por favor créeme. 
 
Taiga asintió, las lágrimas que había intentado contener antes para demostrarles que estaba bien, simplemente escaparon sin que pudiera impedirlo. Había tenido mucho miedo de que ellos pudieran odiar tanto la idea que fueran hermanos, se había sentido realmente herido con ese pensar… pero no era así. Lo sintió en las acciones y gestos de Seimei, y ahora lo sentía en cada una de las palabras de Akashi. El alivio que sintió en su pecho fue asombroso. 
 
 —Te creo —dijo en medio en un sollozó, al mismo tiempo que intentaba sonreír.
 
Si era sincero, no quería que ellos se marcharan, quería tenerlos cerca y sentir su cariño, pero sabía que Chihiro y Kuroko necesitaban también esa sensación para sentirse mejor. 
 
—Yo también volveré pronto —Akashi repitió las palabras de su hermano con una sonrisa, luego con cariño absoluto besó el dorso de las manos de Taiga. 
 
Con una ultima mirada y una sonrisa cálida en sus labios, salió de la habitación. 
 
Taiga soltó un sollozo involuntario, cubrió rápido sus labios porque ya había llorado demasiado. No quería que cuando Daiki despertara viera su cara toda hinchada por el llanto y con ojeras tan pronunciadas, que ya fueran parte permanente de su rostro. Se limpió las mejillas con ambas manos y luego inhaló con fuerza, soltando un suspiro mientras Tatsuya le acariciaba y revolvía los cabellos. 
 
Inhaló de nuevo y soltó el aire en exhalaciones suaves y pausadas que tenían como objetivo calmar su corazón. Una vez sus latidos ya no sonaban atronadores en sus oídos y las lágrimas ya no picaban tras sus ojos, miró en dirección del sofá mientras en sus manos sostenía las de Daiki, Himuro permanecía a su lado. 
 
—Momoi —dijo Taiga, con un tono calmado. 
 
Satsuki, que permanecía aún rodeaba por el brazo de Wakamatsu en el sofá, y que había estado atenta a la conversación aunque sin verlos, pues veía sus manos inquietas sobre sus muslos, alzó la mirada de inmediato en cuanto su nombre fue dicho. Tenía bolsas oscuras bajo sus ojos y lucía tan cansada. 
 
—Momoi —Taiga repitió, dibujando en sus labios una sonrisa—, yo… entiendo lo que piensan y sienten, Daiki necesita todo el amor y cariño que pueda transmitirle para que mejore, pero… todos sabemos que no soy solo yo. Él también te necesita a ti. Necesita a su hermana. 
 
Satsuki lo seguía viendo, así que Taiga capturo en su memoria el momento exacto en el que sus ojos y nariz enrojecieron, un puchero se mostró en sus labios y entonces las lágrimas hicieron acto de presencia en sus mejillas, deslizándose hacia abajo sobre su piel como riachuelos. 
 
Wakamatsu la sintió temblar. Él apretó su abrazo sobre ella, la acunó en su pecho cuando se aferró a él un momento en busca de consuelo, y él también besó su frente mientras acariciaba su mejilla con suavidad, limpiando las lágrimas. 
 
—Vamos, cariño —le susurró con ternura, luego hizo que ambos se pusieran de pie. Caminaron hacia la cama y una vez en la orilla al lado contrario de Taiga, Wakamatsu atrajo la otra silla de madera para que Satsuki tomara asiento en ella. 
 
Ella lo hizo, y pronto sus manos buscaron de inmediato la mano de Aomine para sentir su calor y, al mismo tiempo, hacerle saber que estaba allí, con él, que no iba a dejarlo y que esperarían con paciencia por él, ella y Taiga. Todos. Wakamatsu se quedó de pie junto a ella, con una mano sobre su hombro haciéndole saber que estaba a su lado sin importar que. 
 
Por su parte, Tatsuya sonrió en silencio y así mismo camino de regreso hacia el sofá, donde Murasakibara permanecía ahora sentado, y desde donde había estado observando sin perder un solo detalle. Parecía no muy interesado en la conversación, pero Himuro sabía que él estaba tan afectado como todos, preocupado sinceramente por sus amigos. Solo que para él era algo difícil demostrar y conocer sus emociones. Pero estaba bien, porque Tatsuya lo conocía muy bien y sabía que cruzaba por su corazón. 
 
Llegó hasta él y tomo asiento a su lado. Una sonrisa tierna se dibujó en su rostro cuando el enorme chico recostó su cabeza en su hombro. Himuro también se recostó contra él, su mano viajó hacia la de Atsushi e hizo que sus dedos se entrelazaran. El enorme chico no se negó, sino que apretó más su agarre. 
 
Taiga había visto la escena con una sonrisita de medio lado, y antes también había observado a Momoi y Wakamatsu. Se alegraba de todo corazón que ellos se tuvieran los unos a los otros. 
 
Sus ojos rojizos se desviaron y observaron el rostro sereno de Aomine, tenía algunos moretones y cortes por los golpes de la pelea, aún así, Taiga continuaba creyendo que era endiabladamente atractivo. Sus manos acariciaron la del moreno con suavidad, jugueteando con sus dedos. 
 
—Todos estamos esperando por ti, amor—dijo él, sonriendo sin mostrar sus dientes, pero sí con ojitos achinados—. Así que no nos hagas esperar demasiado… por favor. 
 
 

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