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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaaaa... 

¿Como están, bellas criaturas? Yo espero de todo corazón que muy bien. Como ven, me he pasado a dejarles el nuevo cap... Perdón por tardar. 

A quienes leyeron el capítulo anterior, y a la personita que me dejo su bello y sensual comentario: KagamiLove. besotes y abrazotes de oso para ustedes, los amodoro. 

Los personajes le pertenecen al genial Tadatoshi Fujimaki-sama. Por los posibles horrores ortográficos, dos mil disculpas. Siempre leo el cap antes de subirlo, varias veces de hecho, pero seguro más de un par se me paso por pendeja. 

Sin más que decir excepto que, espero por el ángel que el cap sea de su agrado, los dejó leer.

 

 

 

 

 

Pd: estaba tonteando así que corrijanme si me equivoqué: rojo, fresa y Langosta. Y Arándano.

 

UNKNOWN

—Capítulo 5—

Aho

 

 


La enorme cama matrimonial era, para su placer, muy, muy suave y acogedora, y el chico de cabellos rojos no se quería levantar de ella.

Se encontraba completamente desparramado sobre el colchón, enredado entre las sabanas y cobertores de seda blanca y abrazándose a las también muy suavecitas almohadas. Inspiró hondamente y con ello el aroma fresco y agradable que desprendía toda la habitación lleno sus fosas nasales. Él gimió muy bajito, extasiado con la sensación tan maravillosa que le desbordaba el cuerpo. Sus ojos cerrados y una media sonrisita en los labios.

Ah, realmente no quería levantarse.

Y sin embargo lo hizo. Liberó las almohadas y quito las sabanas de su cuerpo, dio un bostezo y se estiro cual gato perezoso en la cama. Luego se quedo inmóvil, observando el techo de la habitación, y el hermoso candelabro caro que se encontraba en medio este. Hizo una mueca al una punzada de dolor pincharle la espalda como un alfiler en el dedo. Finalmente, se levanto y con ello hizo otra mueca al sus descalzo y lastimados pies posarse sobre el frío suelo. Pero lo soporto, no era realmente algo por lo que quejarse en exceso… ya no.

Los rayos del sol se filtraban por las blancas cortinas, las cuales oscilaban con delicadeza gracias al fresco viento que soplaba con armonía contra estas. Volvió a desperezarse un poco y luego fue hacia el cuarto de ducha. Este no era muy amplio pero sí elegante y de un diseño Europeo: con azulejos finos de color gris cenizo hasta media pared, esta de un gris muy pálido; una bañera grande, acunada en baldosas grises y bordeaba con cristales transparentes; mientras que el lavabo y el váter de un pulcro blanco. Estaba muy bien suministrado para el aseo corporal: Champú de eucalipto y de sándalo, jabones de barra y liquido con aromas deliciosos, cremas y aceites, incluso había burbujas para usar en la bañera y unas cuantas velas aromáticas. También perfumes, cremas, toallas por supuesto… Entre otras cosas.

El chico se paro frente al espejo y se observó minuciosamente el rostro. Tenía vendas en las sienes, las ojeras habían desaparecido en gran mayoría, sus labios resecos ahora se veían más humectados, continuaba un tanto pálido pero definitivamente tenía más color, sus pómulos continuaban viéndose un poco huesudos, y su cabello escarlata y largo estaba limpio pero enmarañado. Suspiro. No pudo evitar seguir el movimiento de su pecho y con ello, se observo el vendaje que sobresalía bajo la playera negra que utilizaba, la cual le sentaba un tanto floja. Se pregunto de quien sería. tenía un aroma muy rico.

Parecería una momia si no usara el pantalón de chándal color gris, que le quedaba quizá un poco más holgado de lo que debería, y la playera, pues gran mayoría de su cuerpo se encontraba vendado.

Se observo las muñecas un momento, también cubiertas por vendas, mientras contraía y expandía las falanges. Aun dolía, pero era mínimo, tan solo una pequeña molestia en comparación con la primera muestra de dolor que se manifestó a él. En su espalda era más notorio, pero soportable, y así mismo en su abdomen. Dolía un poco al inclinarse, aunque dijo a si mismo que no debía demostrarlo. Tenía que ser fuerte. Suficientemente débil se había visto ya ante el dueño de casa y los amigos de este. No podía estar lloriqueando por cualquier cosita; además de que debía de intentar pagarles de alguna forma lo que estabestabana haciendo por él.

Giro la llave del grifo y humedeció sus manos y luego su rostro. Tomo un cepillo y desparramo en el pasta dental. Una vez aseada su boca, salió del cuarto de ducha. Fue hacia la cama y se coloco unas pantuflas que podía utilizar, eran suaves, como peluches, y calentitas. Entonces fue hacia la puerta y salió de la habitación. Nada más estar en el pasillo, un aroma a chamuscado le llegó a las fosas nasales, por lo que se encamino hacia donde provenía el olor.

Mientras avanzaba paso a paso, no pudo evitar recordar los sucesos del día anterior. Había sido todo un espectáculo. Sus mejillas aun se coloreaban de solo recordar. Resultó que el Líder había tenido razón. El rubio, Ryōta, no tardó mucho en volver con las hamburguesas, una muy buena cantidad de ellas. Ni había cruzado por el marco y él ya había sentido el aroma. No pudo evitar saborearse y salivar y observar, embelesado, cuando el rubio las entrego al peli-rojo. Y su estomago, oh, su estomago rugió cual tigre furioso, avergonzándolo de sobre manera una vez más.

Pero en el momento en el que el Líder le extendió su pedido, todo eso quedo de lado, pues pudo más el hambre que la vergüenza. En cuestión de segundos había dejado de ser el chico del que no sabían nada y que había perdido sus recuerdos, cuyo cuerpo estaba lastimado y el como había terminado así era un completo misterio para ellos. Lo único que podían pensar en el instante en que, literalmente, se trago la primera hamburguesa luego de un solo mordisco y que a esa le siguieron otras de forma rápida, las cuales se acumularon en sus mejillas mientras él continuaba masticando y engullendo, fue en una adorable, enorme y muy, muy hambrienta ardilla.

La escena era tan tierna como graciosa, y Tetsuya no pudo evitarSe grabarla.

—¿Acsbass dd jontar onn fojtt? —cuestiono el peli-rojo, con las mejillas infladas de comida, al darse cuenta de que el más bajito sostenía su celular en dirección hacia él, y sus ojos celestes se encontraban clavados en la pantalla del aparato.

Por supuesto, Tetsuya no comprendió sus palabras, pero supuso cuales debieron ser. Sin voltear a verlo, dijo:

—No —su semblante inexpresivo pero concentrado—. Estoy grabando un vídeo.

—¿Jo burrsrds dusppss? 

—No. Servirá de material para mis noches felices.

El peli-rojo se atraganto y escupió un poco de comida a medio triturar. Obligadamente tuvo que tragar el contenido de sus mejillas, y estuvo tosiendo por varios segundos, lo cual resultó demasiado doloroso para su, ya de por si, lastimado cuerpo. Una vez más calmado, pero con la garganta dolorida, observo nuevamente al chico de cabellos celestes. Este continuaba con su expresión imperturbable, sus ojos serios que no decían nada a nadie aunque… había cierto brillo en sus celestes irises...

—¿Habla en serio? —cuestiono el de cejas raras viendo hacia el Líder.

La respuesta le llego de labios del peli-negro junto al alto tipo de anteojos y cabellos verdes, quien hasta ese momento se había mantenido en completo silencio.

—Por supuesto que sí —Takao dijo, una carcajada queriendo brotar de su garganta—. Aunque nadie sabe exactamente que implican sus «noches felices».

Los ojos escarlata del desconocido, abiertos de par en par, observaron a Tetsuya con cierto espanto e incredulidad.

—No te preocupes —Intervino entonces Seijūrō, una sonrisa amable en sus labios—. Lo borrara. ¿No es así, Tetsuya?

Y con sus palabras, el peli-celeste, Tetsuya, por fin había apartado los ojos de la pantalla de su celular, solo para dirigirlos hacia el Líder. Se observaron por unos instantes, y al chico de hebras escarlatas le dio la sensación de que de sus miradas desplegaban rayos destellantes que chocaban entre si.

—No —respondió el más bajito—. No es así.

—Tetsuya… —el tono de Akashi continuaba siendo amable, pero había en el una advertencia adherida.

—Puedes decirle que hacer a los trabajadores de la empresa, por que trabajan para ti y les pagas para que te obedezcan —dijo el peli-celeste, y en sus irises oscilaron llamas de desafío—. También puedes decirles que hacer a Midorima-kun y Murasakibara-kun, e incluso a Kise-kun. Pero yo no soy ninguno de ellos, Akashi-kun, lo que significa que puedo hacer lo que me de la gana. Y, justo ahora, no quiero borrar el vídeo, y no lo haré.

La expresión de Seijūrō fue todo un poema: las cejas alzadas en sorpresa y sus labios un poquito entreabiertos.

Momoi y Kise soltaron una exclamación al mismo tiempo que se cubrían los labios, la peli-rosa divertida, mientras que el rubio un tanto impactado. Shintarō frunció el entrecejo, indignado. Yukio soltó un carraspeo de garganta que más sonó a carcajada contenida. Y Takao… Takao simplemente no pudo continuar conteniéndose; la risotada que escapo de sus labios espanto a más de alguno, y por sus mejillas corrieron unas cuantas lagrimitas. Para su desagrado, Shintarō tuvo que cubrirle los labios, aunque, aun así, la carcajada y las lagrimitas por parte del muchacho continuaron.

El chico de cejas raras, por su lado, se sintió demasiado incómodo con la situación. Desde luego, nunca fue su intensión que el Líder y Tetsuya discutieran por su culpa.

Separó los labios dispuesto a decir que estaba bien si lo borraba o no, no era tan importante después de todo. Pero, entonces, el peli-celeste guardo su celular en el bolsillo de su pantalón y salió muy digno de la habitación, sin voltear a ver a nadie; aunque el chico iba retorciéndose de risa, mentalmente hablando, claro. Todos lo observaron hasta que cruzó por el marco de la puerta. Pero mientras continuaban viéndolo, prestándole atención solo a él, el chico de cabellos escarlata noto algo curioso. El Líder, que parecía llamarse Akashi, dibujo en sus labios una media sonrisa dulce, y en sus ojos brillo una chispa de anhelo y añoranza que nadie más noto, sólo él. Y no pudo evitar contemplar su rostro por más tiempo del debido. Por alguna razón, una punzada de dolor cruzo su pecho, y esta nada tenía que ver con las heridas físicas de su cuerpo.

Luego, cuando Akashi volvió la vista hacia él, le sonrió con cierta pena por lo que había provocado, y también con tristeza por la expresión que había observado en su rostro. El Líder se mostró un tanto consternado, pero pronto le sonrió y negó con la cabeza, restándole importancia al suceso. Aunque, claro, no supo que el desconocido lo había visto observando a Tetsuya.

Después de ello, Akashi lo incitó a que continuará comiendo las hamburguesas, a lo que el chico no se hizo mucho del rogar. Luego, le propusieron tomara un baño y Takao, siendo enfermero, se ofreció a ayudarlo a asearse si le era difícil hacerlo solo, y, con un deje de vergüenza, él acepto. El baño fue delicioso y un tanto reparador; el agua al contacto con su piel lastimada había ardido feo, pero pronto paso y fue como si su cuerpo se anestesiará y solo sintiera la parte rica del baño. Takao había sido muy amable mientras lo ayudaba, no comentando nada respecto a su apariencia.

El que tenía rubíes en vez de ojos no pudo evitar sentirse un tanto consternado por la visión que tenía de su cuerpo desnudo: tan lastimado y delgado; con lo cual noto nuevas heridas, más cortes pequeños, hechos por una fina cuchilla por la forma de estos; marcas de pinchazos en sus muslos y brazos que no había notado antes. ¿Estuvieron inyectándole drogas? ¿De que tipo? Se sentía totalmente frustrado. No sabía quien era y como había terminado así, y tenía un poco de miedo de no poder recuperar sus recuerdos. Aunque, quizá, no le molestaba del todo que eso sucediera… no quiera recordar sucesos traumáticos. Pero entendía que, si quería hacer pagar a quien le había hecho daño, recordar era esencial.

Acabado el aseo, cuando salió del cuatro de ducha se encontró con el peli-verde de anteojos. Este, junto con Takao, habían procedido entonces a aplicarle ungüentos y vendas, dejándolo más como una momia. Después había entrado Akashi con una playera negra y un pantalón de chándal gris en sus manos y le había dicho que lo usara, por lo que él lo hizo.

—Acompáñame —le había dicho luego y el alto muchacho lo siguió. Lo condujo por el pasillo hacia una nueva habitación: amplia, elegante; con muebles finos y adornos caros—. Dormirás aquí —le comunico con amabilidad. Le mostró el cuatro de ducha rápidamente, luego volvieron y le dijo que podía utilizar todo en el dormitorio.

El de cejas raras contemplo la habitación con ojo curioso. Paseándose por esta y toqueteando cosas, luego fue hacia la enorme cama matrimonial y había hecho una mueca de felicidad al sentarse sobre el suave colchón.

—Descansa por ahora —le sugirió posteriormente y, antes de salir de la habitación, le había sonreído tiernamente mientras revolvía con suavidad su cabello… como un hermano mayor lo haría.

Lo contemplo marcharse y cerrar la puerta. Luego se había recostado completamente en la cama pensando en que su mente no lo dejaría dormir si lo intentaba, pero había caído rendido al instante. Y su sueño duro hasta la mañana del día siguiente.

Volviendo al presente. Bajaba por las elegantes escaleras de madera, observando todo a su alrededor. El día anterior no le presto tanta atención, pero ahora que veía, la casa era hermosa. Con bellas pinturas enmarcadas y colocadas en varios puntos de la pared, estas de un color gris beige y blanco. Al pasar por la sala se maravilló con la decoración. Dos sofás pequeños, grises, y uno más y largo con forma de «L», blanco, bordeaban una pequeña mesita de cristal con una linda planta puesta en la superficie. En los sillones había varios cojines con bordados elegantes. Frente a los muebles se encontraba una chimenea, aunque solo era mera decoración. Sobre esta estaban dispuestas varias fotografías enmarcadas y más arriba, en la pared, se encontraba una enorme televisión de pantalla plana. Cortinas de un gris cenizo flanqueaban las enormes ventanas de cristal, que permitían una hermosa vista hacia afuera: cielo azul, una piscina y algunas camillas de madera sobre verde gramilla, arbustos de un metro de altura rodeando el patio.

No pudo evitar pensar que era algo tonto tener una piscina, cuando, literalmente, tenía una hermosura natural a un costado de la casa.

Su atención se vio redirigida al unas voces llegar a sus canales auditivos, provenientes de lo que supuso, seria la cocina; el aroma a chamuscado aun entrando por sus orificios nasales. No perdió tiempo en ir.

Sus cejas se alzaron al observar el lugar, la cocina era preciosa: Primeramente, había una isla en medio de esta, con superficie laminada de color blanco y un recipiente con frutas varias sobre esta, la cual era para unas ocho personas, con banquitos de hierro tapizados en la superficie de un cuero gris; los gabinetes tanto superiores como inferiores, de un gris casi negro, mientras que la superficie del fregadero hasta la estufa, de un blanco brilloso; el frigorífico alto y ancho, era de un gris pálido y había una ventana, sobre el lavadero, que daba de frente a la playa y la hermosa planicie azul infinita al otro lado de esta. Y el suelo, de toda la casa en general a decir verdad, era de baldosas alargadas con diseño de madera oscura.

Sentados en los banquitos alrededor de la isla, se encontraban los dos peli-negros de ojos azules, y Ryōta y Tetsuya. Mientras que frente al fregadero lanzando a este de una sartén, algo que parecía carbón, y usando una gabacha rosa, estaba la chica de rosados cabellos. A un lado de ella, sosteniendo la cafetera y dejando caer el liquido dentro de una taza, se encontraba el chico de cabello azul y ojos de zafiro

—Buenos días —gruño, su voz rasposa.

Todos dirigieron la mirada hacia él, correspondiendo el saludo con una sonrisa, o al menos la mayoría de ellos. El peli-azul ni volteo a verlo y el rubio evito a toda costa su mirada.

—Puedes tomar asiento —Yukio palmeo un banquito a su lado, en su otro costado se encontraba Ryōta.

El chico peli-rojo asintió y tomo asiento. Sus ojos se pasearon por el lugar, buscando algo, alguien, en específico que, desde luego, no estaba.

—¿Y Akashi? —Pregunto.

—Akashi-dictador-kun se encuentra en su despacho en compañía de sus dos lambiscones.

Takao casi se atraganto con su saliva ante la respuesta que dio Kuroko.

—Shin-lambiscón-chan —dijo, por lo que todos sus amigos se carcajearon levemente—. Takao, no me digas así-nanodayo —respondió a si mismo, haciendo un movimiento como si se hubiera acomodo unos anteojos y con una imitación de voz de quien, el peli-rojo supuso, era el alto chico de cabellos verdes.

Nuevas carcajadas sonaron en la cocina. Y, mientras todos reían divertidos, el de hebras rojizas noto que, de hecho, no todos reían. El peli-celeste, Tetsuya, mantenía esa expresión seria que ya antes le había visto, y sus irises inexpresivos se encontraban clavados en su persona. Un escalofrío le bajo por la espalda al percatarse de ello.

Carraspeo la garganta un tanto incómodo.

—¿Café? —Para su sorpresa, fue el chico de cabellos azules quien hablo. Sus rojizos ojos buscaron los azulados del muchacho.

—Sí… por favor.

Pronto, una taza con café humeante fue colocada frente a él.

—Gracias —la llevo a sus labios y, de inmediato, escupió a un lado todo el líquido… estaba asqueroso. Jodidamente amargo, y no se debía a que acaba de lavar sus dientes; era café demasiado cargado para su gusto.

Una escandalosa carcajada por parte del de piel exótica resonó en las paredes de la cocina.

—No dije que fuera a gustarte —y, aun burlándose de lo lindo, abandonó la cocina con una taza con café en una de sus manos.

El de cejas raras lo observó con ojos fulminantes y mejillas levemente sonrosadas mientras se retiraba a quien sabía donde.

—¿Siempre es así de imbécil? —cuestiono enfurruñado a nadie en particular.

—De hecho, no —dijo la única chica en el lugar—. Bueno, no tiene la mejor personalidad del mundo. Pero tampoco suele serlo por voluntad propia. Normalmente sólo sucede sin que él lo controle.

Sus amigos asintieron, concordando con ella.

—¿Quieres desayunar? —cuestiono entonces con amabilidad, la peli-rosa se encontraba frente a la estufa, una hornilla estaba encendida y sobre la llama azul se encontraba una sartén; la chica sostenía dos huevos en sus manos y sonreía dulce.

El peli-negro junto a él, le susurro muy bajito que se negara rotundamente.

—Vi lo que hiciste, Matsu-kun —comunicó indignada.

—Lo siento.

Ella apago la hornilla, dejo los huevos a un lado de la estufa y se cruzo de brazos.

—Disculpen por poner todo mi esfuerzo en querer alimentarlos.

—Momoi-san, quizá no deberías esforzarte tanto. Modérate un poco. Tal vez así dejas de hacer esos desechos tóxicos que llamas comida.

El de cabello negro partido por el medio, Takao, se cubrió los labios con una mano mientras la otra formaba un puño y golpeaba una y otra vez la superficie blanca y brillante de la isla. El otro muchacho de cabellos negros y alborotados que se encontraba junto a él, se mordió el labio inferior mientras carraspeaba la garganta. Ryōta reía nervioso, incomodo. Mientras que Tetsuya mantenía su expresión imperturbable.

La peli-rosa lo observó indignada, una vez más.

—¡No son desechos tóxicos! —pero ellos le dirigieron una mirada de: «Oh, sí que lo son»—. Bueno, entonces hagan el desayuno ustedes. La cocina es toda suya —un puchero en sus labios.

Sus amigos no dijeron nada.

—¿Puedo hacerlo yo? —cuestiono entonces el alto chico peli-rojo. Tuvo la sensación de que, si lo intentaba, podía hacer algo rico.

Lo chicos le dirigieron una mirada suspicaz. Luego fue el de ojos celestes quien hablo, encogiéndose de hombros.

—No hay forma de que puedas ser peor que Momoi-san.

 

~•§•~

 

Seijūrō se encontraba sentado en una silla giratoria de cuero negro, detrás del escritorio de madera de su despacho. A su espalda había dos grandes ventanas bordeadas por cortinas de un gris opaco, y que permitían ingresar claridad en el lugar. Por un extremo había un pequeño sofá cama, en el cual se encontraba desparramado Murasakibara, comiendo chucherías. Había un par de altas estanterías con varias enciclopedias y libros, aunque no se encontraba muy surtidas puesto que no vivía en dicha casa. Un pequeño candelabro colgaba del techo y había un poco de decoración de tallados en madera. Al costado contrario de donde las estanterías se encontraban, había un pequeño mini bar a medio surtir.

—Akashi —Shintarō le llamo. Él se encontraba sentado en una silla frente al escritorio de madera, en una de sus manos sostenía su Lucky Ítem del día: un oso pequeñito de cristal—. ¿Qué dice el informe?

El peli-rojo no pareció escucharlo. Él ya llevaba mucho tiempo enfrascado en la lectura; ambas manos se encontraban en la superficie de su escritorio, una laptop abierta y encendía reposaba también en esta. Akashi tenía sus ojos puestos en la pantalla, su mano derecha se mantenía quieta y firme, pero la izquierda contraída y expendía los dedos, formando y deshaciendo un puño una y otra vez.

Midorima había notado ese gesto desde hacia un rato atrás, ¿Estaba lastimado? Frunció el entrecejo al verse completamente ignorado.

—Akashi —llamo una vez más.

El susodicho, sin girar el cuello, dirigió la mirada hacia el peli-verde.

—¿Qué dice el informe? —repitió.

Seijūrō lanzo un suspiro al aire antes de cerrar la laptop y girar completamente hacia su amigo de anteojos.

—Nada —un crujido se escuchó, proveniente de la dirección de Murasakibara, quien acababa de abrir una bolsa de frituras. Akashi volteo a verlo durante una milésima de segundo, luego volvió la atención a Shintarō—. No hay nada en personas de desaparecidas ni en reportes de secuestro… pero continuara la búsqueda.

—Eso solo me dices dos cosas —al Emperador no le gusto el rumbo por el que se encamino el peli-verde—. Que no tiene familia y por ello nadie lo esta buscando. O que es…

—No —Akashi lo corto—. Debe de existir otro motivo.

—Escucha, Akashi, no tengo ningún problema con sanar sus heridas y brindarle cierta ayuda —ciertamente su labor como Médico había hecho de las suyas, no por nada se había preocupado—. Pero no estoy de acuerdo en que permanezca cerca de nosotros, sin saber absolutamente nada de él —el más bajo lo observo sin alterarse—. Sería mejor para él el permanecer en el hospital hasta que terminen de sanar sus heridas e informar a la policía de lo sucedido. Sabrán como llevar el asunto.

Akashi negó con la cabeza.

—Ha escapado de quienes lo tenían cautivo. Por sus heridas, sería lógico el pensar en que podría encontrarse en el hospital o en algún otro centro médico. Lo buscarían en esos lugares primeramente. Y aun si no es la primera opción, nadie ha reportado su desaparición, pero si de repente aparece alguien en la estación de policía, pidiendo información y actuando con preocupación, la policía no dudaría en darla. Pueden ir con él y decirle que son su familia y podría creerlo, puesto que no tiene memorias para comprobar lo contrario. Lo llevarían con ellos y nadie sospecharía nada. Volverían a lastimarlo.

Shintarō aceptaba para si, que Seijūrō tenía un punto. Aunque estaba dejando de lado los motivos por los que esta o estas personas hicieron lo que hicieron. Algo tuvo que haberles hecho el chico de largas hebras rojizas, para terminar de esa forma. Pero Akashi parecía estarlo ignorarlo a posta, por lo que había algo más que motivaba al dueño de casa a ayudarlo… estaba seguro de ello.

—¿Cuál es la verdadera razón por la que lo estas ayudando? —Akashi alzo las cejas, no se había esperado esa cuestión—. Acaso… ¿te gusta?

Reino el silencio durante unos segundos, antes de que el peli-rojo soltara una suave risita irónica.

—No, no me gusta. Al menos no en ese sentido. Creo que es un buen chico, solamente eso.

—También creo que es un buen chico —el peli-verde y Seijūrō dirigieron la mirada hacia Murasakibara, quien se encogió de hombros—. Solo decía —volvió a lo suyo, comer chucherías.

Shintarō se centro una vez más en el dueño de casa.

—Entonces, ¿Por qué? No es algo que tu harías con un desconocido. Has estado actuando extraño y tu semblante no es el mejor. ¿Qué esta pasando, Akashi?

El susodicho suspiro pesadamente.

—No lo sé —acepto finalmente—. Es extraño, pero siento que lo conozco.

—¿Ya te habías cruzado con él antes? —Akashi negó con la cabeza—. ¿Entonces?

—Como he dicho, es extraño y no término de entenderlo. Pero por alguna razón, siento que debo protegerlo. Y ese sentimiento es muy fuerte… necesito saber quien es y el porque de lo que siento.

Shintarō lo observó, y vio en sus ojos que no importaba que fuera a decirle, Seijūrō ya había tomado su decisión. Suspiro resignado.

—Bien —acepto, acomodándose sus anteojos—. Ahora, dime el porque de tu mal aspecto.

Akashi supo que no había forma de evadir una respuesta sincera, y en cuyo caso si la había, lo único que lograría seria retrasarla, no detenerla permanentemente. Decidió responder exactamente lo que Shintarō cuestionaba.

—Hace una semana, Seimei y yo nos enteramos del porque nuestros padres estuvieron a punto de divorciarse años atrás, pero aunque no lo hicieron, su relación se deterioro, y más que ello, la salud de nuestra madre —Midorima arrugo el entrecejo, definitivamente no esperó ese tipo de respuesta. Pudo notar el cambio inmediato en la mirada de su amigo. Sin duda eso le afligía en demasía—. Muestro padre engaño a nuestra madre —prosiguió el dueño de casa—, y tuvo un hijo con esa persona.

El despacho quedo en completo silencio. Ni Shintarō ni Atsushi eran dados para reconfortar a nadie, pero entendían como debía de estarse sintiendo Seijūrō. Descubrir que tenía un hermano menor, cuya existencia había provocado, si bien no directamente, pero si de forma indirecta, la destrucción del matrimonió de sus padres, y que su madre, la persona que más adoraba en la vida, enfermara y próximamente muriera, absolutamente no era algo que lo hiciera muy feliz.

—Padre dijo algo de vivir todos juntos y felices —Masaomi era sin duda más estúpido de lo que Midorima ya pensaba que era, si creyó que sus hijos aceptarían sin más—. Seimei le dio un puñetazo en el rostro y luego tomo sus cosas y se marcho —Un aplauso, bien por él —. Yo, en cambio, no he vuelto a dirigirle la palabra.

—¿Hablas de que quiere llevarlos a vivir con ustedes?

—Supongo, no quise escuchar nada más al respecto —Shintarō definitivamente no lo dudaba—. Y, lo cierto es, que sé que no tiene culpa alguna… —su hermano menor—, pero por más que lo pienso, no se como debería sentirme respecto a él.

—Bueno… —Midorima lucía afligido—. Quizá deberías conocerlo y averiguar…

Unos toquecitos en la puerta le interrumpieron.

—Adelante —Seijūrō dijo unos segundos después.

Por la puerta se asomo una cabellera un poquito larga y rojiza y unos ojos de rubíes se pasearon en Murasakibara, que continuaba desparramado en el sofá cama, luego en Midorima, quien estaba sentado frente al único escritorio de la habitación, y finalmente en Akashi, que lo veía con una sonrisa suave; el brillo tormentoso en los ojos de este se había desvaneció al observar el rostro del chico. Su mirada se había dulcificado.

—¿Interrumpo algo?

—No —respondió con cierta ternura en su tono.

—Bien —terminó de abrir la puerta e ingresó completamente en el lugar.

Midorima alzó una ceja y frunció levemente el entrecejo al observar la confianza con la que el desconocido caminó directamente hacia Akashi. La timidez y vulnerabilidad que mostro el día anterior, había desaparecido por completo. Ahora parecía más tranquilo y relajado.

—¿Cómo te sientes? —cuestiono el Líder al tenerlo a su lado.

—Mejor, gracias —Seijūrō asintió complacido—. Hice el desayuno —comunicó.

—¿Tú lo hiciste? —El Líder río. Entonces a ello se debía la gabacha rosa que utilizaba en ese momento.

El alto chico se encogió de hombros.

—Parecían tener serios problemas en la cocina, y sentí que podía hacerlo, así que lo hice —conociendo a sus amigos, Akashi no dudaba de las palabras del de cejas raras.

Para Shintarō no paso desapercibido el hecho de como, ambos, actuaban con tanta familiaridad. Como había dicho Akashi, como si ya se conocieran.

«Así que es bilateral». Pensó. Interesante, eso era sin duda interesante.

—Además —continuó el extraño—, es lo menos que puedo hacer por ustedes… Me indicaron como llegar ya que quise venir a decirte. Te esperan en el comedor.

—Entonces no hay que perder tiempo —Inmediatamente se puso de pie.

En compañía del alto peli-rojo, se dirigió hacia la puerta seguidos de cerca por Atsushi y Midorima.

 

~•§•~

 

—Así que terminaron pidiendo a domicilio —se burlo Aomine nada más ingresar en el comedor.

Este se encontraba muy bien iluminado gracias al ventanal de cristal y las cortinas corridas. Había unos pequeños mueblecitos en las esquinas en las que reposaban pequeños maceteros. Y un gran candelabro de cristal colgaba del techo. En medio de la habitación estaba una amplia mesa de madera y alrededor de esta, sillas del mismo material pero con cojines suaves. En la superficie de la mesa se encontraban colocados diez desayunos americanos, y junto a ellos los respectivos cubiertos. Constaba de: Huevos fritos, tocino; pan tostado con mermelada; panqueques de banano con miel de maple; un poco de fruta. Y de bebida se podía escoger entre leche, café o zumo de Naranja.

Oh, rayos, a Aomine se le hizo agua la boca. Tenía un aspecto excelente y el aroma que inundaba sus fosas nasales era exquisito.

No perdió temtiempopo en tomar asiento en una de las cabeceras de la mesa.

En el comedor se encontraban, de pie pero ansiosos de poner las manos sobre el desayuno, Kise, Kasamatsu, Satsuki y Tetsu. Al ver el lugar en el que el peli-azul se sentaba, el rubio y el de ojos celestes tomaran rápidamente asiento uno a cada lado de este. Yukio suspiro y luego fue junto a Ryōta. Momoi negó con la cabeza y tomo lugar a un costado de Kuroko.

—De hecho, Aomine-kun —Tetsu habló—, fue e…

Pero se vio interrumpido al ingresar Akashi, Midorima, Murasakibara y el chico desconocido. Este llevaba el delantal rosa que le había visto a Satsuki, e iba muy pegado al dueño de casa.

—Oh, tiene un aspecto delicioso —Seijūrō alabo nada más llegar. El de cejas raras sonrió sin separar los labios, sus mejillas un poco coloradas.

Akashi tomo asiento en la otra cabecera de la mesa, e indico al alto peli-rojo que también lo hiciera a un costado de él, y junto a este se sentó Murasakibara. En el otro extremo, Midorima y Takao, quien ingreso justo en ese momento.

—Espero que no te moleste que haya revuelto la despensa —dijo el de ojos de rubíes.

—Por supuesto que no.

—Hice un desastre en la cocina, pero limpiare al terminar —aseguro.

—Oh, Ryōta encantado te ayuda —sonrió amble en dirección del rubio, quien asintió sin pensarlo dos veces.

Daiki observo su desayuno durante unos instantes, luego dirigió la vista hacia el de cejas de langosta, el chico veía en dirección hacia Akashi, quien le sonreía con ternura. Aomine sintió cierta molestia ante la escena, por lo que chasqueo la lengua.

—Bueno… a desayunar —indico el dueño de casa.

Hubo un ruidito general al dar el primer bocado. Era un desayuno simple, pero estaba indudablemente delicioso.

De repente, Atsushi alzo la mano, como un niño pequeño pidiendo permiso para hablar.

—¿Sí? —Akashi lo veía con una ceja alzada. Todos lo veían.

Sin bajar la mano y viendo al chico de largas hebras rojizas, que estaba a su lado, dijo:

—Cásate conmigo —el peli-rojo alzo las cejas, sorprendido y sonrojado.

Inmediatamente, Seijūrō y Daiki fulminaron con la mirada al alto chico de cabellos morados, por lo que él bajo el brazo e hizo un puchero.

—Solo decía.

—Genial —siseo molesto Aomine, nadie lo escucho excepto Kuroko, quien ya llevaba un tiempo observando sus gesto y reacciones. Este sonrió mentalmente.

El comedor se silencio durante unos cuantos minutos, al menos ninguna voz se escuchaba, puesto que el tintineo de los cubiertos sobre los platos resonaba quedito; todos disfrutaban de su rico desayuno, cosa que lleno de orgullo el pecho magullado y vendado del de cejas raras. Aunque había algo que lo incomodaba, no, no lo incomodaba; más bien lo ponía nervioso. Y era que, el chico de cabellos azules, volteaba a verlo cada que daba un bocado a sus alimentos. Quizá lo tranquilizaría el que pudiera saber por su mirada si estaba molesto u otra cosa. Pero los zafiros que tenía en vez de ojos lo veían de una forma indescifrable.

—Oh, ahora que lo recuerdo —el dueño de casa rompió el silencio—. Permíteme presentarme formalmente —dejo los cubiertos a un lado de su plato, se limpio las comisuras de los labios con una servilleta blanca, y luego extendió la mano hacia el más alto—. Akashi Seijūrō —sonrió cuando el desconocido estrecho la mano que le extendía.

—Encantado, Akashi —también sonrió, luego deshizo el contacto.

Aomine, con una mueca en los labios, observo la escena. Un segundo después, decidió que no le importaba, por lo que continuó enfrascado en su delicioso desayuno mientras todos continuaban viendo en dirección de ambos peli-rojos.

—Murasakibara Atsushi —el de cabellos y ojos morados dijo juguetón. Por lo que la atención se vio redirigida hacia él.

—Midorima Shintarō —se acomodo los anteojos sobre el puente de la nariz.

—Takao Kazunari —el peli-negro de partido en el medio soltó una risilla. Las cejas del peli-rojo se alzaron un tanto divertidas, ese chico siempre estaba sonriendo.

—Momoi Satsuki —la unica chica entre los presentes agito los dedos en el aire y le sonrió alegre.

—Kasamatsu Yukio —el de cabellos negros alborotados se inclinó un poco y lo saludo desde el asiento contiguo a Murasakibara.

—Kise… Ryōta —un poco de sudor frío le bajo por la sien, en sus labios había un intento de sonrisa.

—Y por allá, el que nunca se ríe —Takao llamo la atención y señalo al peli-celeste, quien se encontraba a dos puestos de él—. Es malteada de vainilla.

Risitas divertidas se escucharon por parte de algunos.

—Que divertido, Takao-kun. ¿Recuerdas aquello para lo que solicitaste mi ayuda? —Kazunari cerro la boca al instante y ante ello, al de cejas raras le pareció vislumbrar una chispa de complacencia en los inexpresivos ojos del peli-cele—. Soy Kuroko Tetsuya —aclaro él.

Y entonces, nueve pares de irises multicolores se posaron firmes en el ultimo de los presentes que debía presentarse, y quien aun continuaba devorando su desayuno. Este, al no escuchar nada más decirse, alzo los ojos y al instante se percato de las miradas que le dirigían sus amigos.

—¿Qué? —dijo unos segundos después, aun triturando comida en la boca.

—Es tu turno de presentarte —indico Seijūrō, desde el otro extremo de la mesa.

El peli azul continuó masticando mientras observaba a cada uno de los presentes en la mesa, exceptuando al de cejas de langosta. Quien se sintió indignado por ello, puesto que ese peli-azul había estado observándolo cada que daba un bocado a su desayuno, que de paso él le había preparado no hacia mucho.

Finalmente, el de piel exótica trago y luego dio un fuerte chasquido de lengua. Sus ojos azul intenso buscaron los rubíes del desconocido y lo observaron con profundidad. Al de cejas raras le bajo un airecito frío por todo la columna ante tal mirada.

Rayos… era muy atractivo.

—Aomine Daiki —dijo finalmente. Y el aire helado, pero rico, que le había bajado por la espalda al alto chico peli-rojo, no tenía punto de comparación con el hervidero que fue su sangre dentro de sus venas, ante la sensual y coqueta sonrisita de medio lado que Aomine le obsequió.

Inspiro con fuerza y paso saliva. Se obligo a no desviar la vista.

—¿Y el tuyo es?... Oh, es cierto. No lo recuerdas —se burlo. Y entonces el encanto se esfumo de forma desastrosa.

Momoi y Kise lanzaron un exclamación indignada. Mientras que Yukio, Midorima y Kuroko lo observaron con total seriedad. Takao no sintió ni un pisca de diversión. A Akashi le latieron y se le hincharon un par de venas de la sien, a la vez que veía al peli-azul con expresión tétrica. Incluso Murasakibara lo observó molesto.

Y el chico de cabellos largos y rojizos le dirigió una mirada mortalmente gélida, no parecía molesto o indignado, simplemente decepcionado.

—Lo que me hace pensar —prosiguió Daiki, parecía no importarle la forma en la que todos lo veían—, que tu podrás llamarnos por nuestros nombres, pero nosotros a ti no —dejo los cubiertos a un lado y sonrió legre—. Tengo una idea, ¿Qué te parece si nosotros te ponemos uno? Al menos hasta que recuerdes el tuyo. Se me ocurren varios, ¿que tal Reed? ¿Strawberry? O mi favorito ¿Lobster?

—No sigas, Daiki —Akashi advirtió.

—¿No te gustan esos? —ignoro completamente al dueño de casa—. Bueno, tengo otras opciones. Que te parece ¿Robusutā? Esta bien ¿Ichigo? O ¿Aka? Te todos te sientan muy bien, por tu pelo, tus ridículas cejas y porque has estado muy pegado a Akashi.

Una lucecita brillo en la mente de Kuroko.

—¿Esa es una mera observación? O ¿acaso es un reclamo, Aomine-kun?

La sonrisita burlona en los labios de Daiki titubeó, y sus azules ojos fulminaron a Tetsu. El peli-celeste, por supuesto, ni se inmuto.

—¿Y que te parece a ti —dijo el de cejas raras, captando la completa atención de todos en la mesa; ahora sí se veía molesto—, si en vez de llamarte Aomine, te digo Burūberī? ¿No te gusta? Bien, tengo otra opción, que tal ¿Blueberry?

Takao se mordió por completo el labio inferior, tratando de acallar una fuerte carcajada, aunque aun así se escucho el sonido que hizo su garganta. Momoi apretó fuerte los labios, tratando de no reír, a la vez que observaba del peli-azul al peli-rojo. Mientras que Kise sujeto con fuerza la mano de Yukio por debajo de la mesa, él no quería estar de parte de nadie, pero admitía que el peli-rojo había jugado bien. Kasamatsu correspondió el gesto y sonrió de medio lado, no por lo que dijo el desconocido, si no por la acción de Ryōta. Shintarō se acomodo los anteojos, y cerro los párpados un instante, Kazunari, que estaba orgulloso se reconocer y saber interpretar sus los gestos del peli-verde, estaba seguro que eso fue el intento de contener una carcajada. Y Akashi veía con un sonrisa divertida y orgullosa al de largos cabellos rojizos.

Los rubíes ojos del desconocido se mantenían fijos en los zafiros de Aomine. Ambos sosteniéndose la mirada de forma amenazante y furiosa. Tan filosas que eran incluso capaz de cortar el diamante.

Finalmente, luego de minutos que parecieron eternas horas, Daiki se levanto de su asiento y fue directo hacia la puerta, pero antes de cruzar por ella dijo:

—Idiota —fue un rugido lleno de veneno.

—Imbécil —gruño molesto en respuesta el chico peli-rojo.

El comedor permaneció en silencio unos instantes, todos observando al chico que se encontraba al costado derecho de Akashi. Ninguno de ellos estaba ni meramente molesto, todo lo contrario.

Entonces, el silencio fue roto por un suave ladrido. Lo cual provocó que el de cejas raras diera un fuerte bote en su lugar.

—¿Qué es eso? ¿Qué es eso? —sus ojos paseándose en el rostro de cada uno de los presentes. Un nuevo ladridito resonó, tan cerca del muchacho, que bien podía tener justo al lado a quien los provocaba.

Giro la vista hacia su costado izquierdo, y ahí lo vio, movía su cola de un lado a otro mientras sus patas delanteras se encontraban alzadas y su cuerpecito reposaba en sus patas traseras: era un cachorro de Husky color blanco y negro, utilizaba una mini playera negra que decía «I’m the boss»; sus ojos eran celestes y extrañamente le recordaron a alguien, pero no le dio tiempo de pensar en quien, puesto que dio un gritito vergonzoso al momento en el que el cachorrito lanzo otro ladrido.

El chico se fue de espaldas contra el suelo junto con su silla, luego se levanto y salió por patas del comedor, muerto de miedo.

El silencio volvió a reinar por algunos segundos, antes de que nuevamente fuera roto, pero esta vez por una carcajada brotando de la garganta de Kuroko. Quien se gano la mirada incrédula, y quizá espantada, de algunos de sus amigos.

No todos los días podías ver reír a Kuroko Tetsuya.

—Es capaz de retar, sin una pizca de duda, a una pantera salvaje como lo es Aomine-kun —comento el peli-celeste, en su rostro la expresión alegre se conservaba—, pero le teme a un lindo y tierno cachorrito como lo es Nigō. Ese chico es muy interesante… me agrada.

Y a Akashi sin duda le agradaba la hermosa sonrisa dibujada en los labios de Tetsuya. La media sonrisita dulce en su rostro y el revoloteo de su corazón dentro de su pecho era prueba de ello.

 

Notas finales:

Yyyyyyyyyyyy eso fue todo. 


¿Que tal?


¿Que les pareció?


¿Les gusto? 


Yo espero que sí... Me llevo mi tiempo pero al fin pude terminarlo. Y me gusto mucho escribirlo. No soy muy dada para la comedia y no quiero verme egocéntrica, pero hubo una parte que se me hizo muy graciosa y no podía avanzar con la siguiente escena, luego que cada que iba a escribir de nuevo veía lo escrito arriba y me retorcia de la risa... Hahahahaha aun me río. Y aún así  no estoy muy segura que les resulte gracioso a ustedes.


Soy bien loca, lo siento. :) 


Respecto a las palabras: Reed, de un apellido inglés que  proviene de múltiples fuentes, incluyendo el viejo significado español leer «Rojo». ¿Estan bien las otras? Tengo mis dudas. Literalmente le soltó lo mismo en dos idiomas.


Jdjdkeiwkdkdkde no tengo mucho que decir, solo que ya empiezan los putazos. Hahahahaha, okay no. 


Yo esperó y ojalá el cap si haya sido de su agrado, ya sabe que pueden hacérmelo saber por medio de un lindo y hermoso review, el cual responderé y leeré muy feliz. Saber sus opiniones siempre es hermoso y motivador. O si al contrario, no les gusto, igual pueden  hacérmelo saber, yo acepto sus review, sólo no me insulten mucho que mi corazón sufre.


Muchas por leer. Besotes y abrazotes de oso para todos. 


Que el ángel me los cuide.


¡Hasta la próxima!


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