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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaa...

¿Como les va, hermosos lectores? ¿Yo espero de todo corazón que muy bien? 

Hsndkdndkfndkd ¡¡Lo sééééé!! No tienen que decírmelo, ¡me tarde demasiado y lo siento mucho! Surgieron unos inconvenientes y no pude escribir antes. Pero les juro que me apresure lo más que pude a terminar este cap... Y me gusto mucho escribirlo. 

A las hermosas y sensuales personas que leyeron el capítulo anterior, y esas preciosas criaturas que me dejaron su lindo comentario: Emilce y Lauui,  besotes y abrazotes de oso para todos. Los adoro. 

Los personajes le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki-sama. Por los posibles horrores ortográficos, dos mil disculpas. Lo revise muchas veces para que quedara lo mejor posible, pero estoy segura que más de un par se me paso. Soy mero pendeja. 

Sin más que decir excepto que, esperó de todo corazón que el capítulo sea de su agrado, los dejo leer.

 

UNKNOWN

—Capítulo 6—

Adorables

 

 

 

Kise se encontraba en la cocina justo frente al fregado, lavando los trastos, cuando el chico peli-rojo asomó el rostro por el marco de la puerta y observo en todas direcciones. El rubio lo vio suspirar aliviado terminado su escrutinio, luego finalmente ingreso completamente en el lugar.

—Nigō esta con Kurokocchi dando un paseo por la playa —susurro Kise, con la vista clavada en el plato que estaba en sus manos, lleno de espuma.

El muchacho se sonrojó.

—Gracias por… el dato.

Luego de su patética huida, él había estado dándose duro contra la pared de la habitación que le habían asignado. Tremenda vergüenza que acababa de pasar. Pero al menos le sirvió para darse cuenta que los perros le aterraban. Era un miedo tonto, tomando en cuenta la criatura adorable que parecía ser Nigō, como Kise acababa de decir que se llamaba, pero tambien era bueno, pues significaba una cosa menos por recordarr de sí mismo.

Observó como Ryōta fregaba los platos que habían utilizado para el desayuno. Parecía estar, a toda costa, evitando verlo a los ojos.

—En realidad no tienes que ayudarme. Esto es lo menos que puedo hacer por la ayuda que me están dando —avanzó hasta quedar de pie a un lado de él, y en el momento en que terminó de decir sus palabras, escuchó como el rubio inhaló con fuerza, además de que toda su postura se puso rígida.

—Yo… desde luego que tengo que… ayudarte.

«Oh, ya veo», pensó el de rubíes en vez de ojos, dándose cuenta de lo que cruzaba por la mente de Kise.

Permaneció en silencio un momento, escogiendo bien sus palabras para que el rubio comprendiera que no estaba molesto.

—No tienes que sentirte culpable —comenzó, y Ryōta dio un respingo ante lo dicho—. La verdad es que agradezco el haberme topado con tu auto.

Kise dejo caer en el lavadero el vaso que estaba enjuagando en ese momento. El tintineo del golpe resonó en medio de toda la habitación, junto con el caer del agua del grifo abierto. Sus ojos se permitieron entonces buscar los rojizos del chico, y este notó que los ireses del rubio estaban brillozos.

—N-No bromees a-así —dijo él, una sonrisa nerviosa estaba dibujada en sus labios. Todo su cuerpo delataba lo incómodo que se encontraba—. ¿Cómo vas a estar agradecido? Por mi culpa perdiste tus recuerdos.

—Sí… mis recuerdos no están —al escucharlo hablar, parecía muy triste, pero su tristeza era de otro tipo, se dijo Kise. Su mirada se veía tan distante y en cierta forma vacía—. Quiero preguntarte algo. ¿Podemos sentarnos un momento?

—Sí, c-claro.

El rubio cerró la llave del agua, se secó las manos con una toallita que estaba cerca y luego ambos fueron hacia la isla y tomaron asiento en los bancos, uno junto al otro. Ryōta, con cada segundo que transcurría, se sentía más incómodo con la situación; sus manos, reposando sobre su regazo, temblaban levemente y sentía la garganta reseca.

—¿Recuerdas… Recuerdas que expresión tenía?

Kise ladeó el rostro, confundido. Había esperado cualquier pregunta, pero esa definitivamente no.

—Ah —suspiro el de cabellera larga—. Supongo que sucedió muy rápido como para que hayas logrado ver con claridad. De haber sido así, hubieras podido evitar el golpe.

—Yo… de hecho sí lo recuerdo —medito un poco—. Sí, sucedió muy rápido y no pude evitarlo, pero recuerdo que, por un instante, pude verte a los ojos.

El peli-rojo lo observó con mucha curiosidad e interés, alentándolo para que continuara.

—No había pensando en ello por el susto que me lleve… pero ahora recuerdo. Tú me viste directo a los ojos. Creó que en parte fue por ello que me paralice un instante, lo suficiente como para no poder frenar o virar el auto a tiempo.

Ryōta no pudo evitar volver en el tiempo, dos noches atrás, cuando el incidente sucedió.

 

Ese día se había apresurado a acabar rápido todo el trabajo para poder irse con sus amigos. Sobretodo, estaba muy emocionado por que al fin podría pasar tiempo junto a Aominecchi. Había estado insistiendo un poco para verse en los días de descanso del policía, pero este siempre ponía peros, o de paso lo rechazaba sin contemplaciones. Afortunadamente, Kasamatsu-sempai siempre estaba para darle ánimo, o ya sea para golpearlo por idiota insistente.

Pero, a pesar de lo mucho que se había esforzado, el trabajo era demasiado y simplemente no pudo terminarlo rápido; además de que al finalizar estaba muerto de agotamiento. Ser modelo no era para nada fácil ¡Quien dijera lo contrario se merecía un golpe de su parte! Pero lo peor estaba por llegar. Resulto que Kasamatsu-sempai no podía acompañarlo, puesto que aun tenía mucho trabajo pendiente en el bufete de abogados de su padre, y prefería dejar todo arreglado para que no hubiera ningún inconveniente en su ausencia.

Kise tendría que conducir solo hasta la casa en la orilla de la playa de Akashicchi, rodeado por la fría, terrible y aterradora oscuridad a tan altas horas de la noche. Pudo haber esperado al día siguiente, pero no lo hizo. Aominecchi solía decirle que era un cobarde por temerle a la oscuridad, y viajar con Sempai por eso mismo. Esa era la oportunidad perfecta para demostrarle al futuro padre de sus hijos, que podía enfrentar sus miedos.

Y vaya que resultó increíble la experiencia.

Había conducido lento, pero no al punto de ser realmente lento, pues lo que quería era llegar rápido, por lo que aceleraba de vez en cuando por los nervios. Tenía muy malas experiencias con la oscuridad y en verdad le aterraba. Había viajado observando de un lado hacia otro, entre los arbustos, los arboles y cuando la carretera quedaba completamente despejada.

El dasafortunado incidente se había llevado a cabo cuando Kise sintió que su martirio estaba por terminar, pues fue casi llegando a la entrada del pueblo. Estaba hablando con Kasamatsu-sempai, ya que este lo había llamado preocupado, cosa que no aceptaría si le preguntaban, para saber como estaba llevándo la situación. Él le había dicho a Kise que esperara por él para así viajar juntos al día siguiente, pero el rubio fue terco. No tenía que demostrarle nada a Aomine, pero aun así ese idiota sentía que debía hacerlo. Se ganó un coscorrón en la cabeza por ello.

Entonces informó, alegre, que ya podia ver las luces de la pequeña cuidad, e incluso escuchar las olas golpear contra la playa. Escucho a Kasamatsu-sempai suspirar aliviado, y de igual forma él se había permitido relajarse y suspirar también con alivio, incluso cerro los ojos una décima de segundo, y al abrirlos… fue entonces cuando todo ocurrió.

De repente, una sombra salio de entre los árboles que bordeaban el camino.

La sombra corrió, a toda prisa, con aparentes intensiones de atravesar la carretera y continuar corriendo por el otro extremo, pero entonces las luces delanteras del auto de Kise lo habían iluminado. Todo sucedió tan rápido, que al rubio le fue imposible percatarse de todos los detalles de la escena, pero sí fue capaz de observar los ojos escarlata del muchacho.

Esos irises se clavaron en los suyos con sorpresa, al parecer estaba tan concentrado corriendo, que no había notado para nada el auto y las luces de este. Entonces el chico giró el cuello hacia atrás de sí, asustado, sólo para después volver el rostro hacia Kise y observarlo con cierta esperanza. Luego se detuvo, quedando en trayectoria de golpe, y cerro los ojos. Ryōta lanzo el celular hacia un lado, chilló asustado saliendo del shock inicial, y trató de virar y frenar el auto para evitar el contacto, pero estaba demasiado cerca ya. Alcanzó a desviar el vehículo unos centimetros, pero el golpe ocurrió. Vio y escuchó, en cámara lenta, como el cuerpo del chico golpeo contra un extremo del capo con lo que le pareció un terrible estruendo y crujido diabólico. Los neumáticos del automóvil chirriarón al derrapar en el asfalto, y el muchacho se vio lanzado con fuerza hacía el frío y duro concreto de la carretera.

El auto frenó, y todo quedó en silencio. Pero había algo que se escuchaba en medio de la fria y desolada noche: el acelerado repiqueteo del corazón de Kise, que golpeaba con fuerza su pecho y resonaba en sus oidos, aturdiéndolo. Lo sentía incluso latir en su garganta, cortándole la respiración. Eso y la insistente voz de Kasamatsu al otro lado de la línea que llamaba una y otra vez al rubio, notablemente preocupado.

Ryōta tenía los ojos abiertos de par en par, y estos ardían terrible, sus manos temblaban sobre el volante y su pecho se hinchaba con violencia. Sentía la boca reseca.

—¡Kise, kise, kise! —La voz de Yukio continuó insistiendo.

El rubio, sintiendo que podía llorar en ese momento, dirigió las manos temblorosas hacia su rostro y cubrió sus labios antes de soltar una exclamación o sollozos. Pero Kasamatsu-sempai continuaba en la línea y su voz se escuchaba tan preocupada por él, lo cual lo hacia muy feliz, que no podía dejarlo así.

Sacando valor de donde no tenía en ese momento, descubrió sus labios e inhaló y exhaló hondamente. Luego se inclinó hacia un lado y buscó su celular en el suelo del asiento del copiloto; una vez en sus manos, se tomó un segundo antes de hablar.

—¡Kise, maldita sea! ¡Contestame con un demonio! —al otro lado de la linea, parecía que a Yukio iba a darle un colapso.

—Estoy bien, Kasamatsu-sempai —de alguna forma, había logrado que su voz sonara completamente normal.

—¡Bien y una mierda! ¿¡Que carajos ocurrió!? ¡Y no me digas nada! —Ryōta lo imaginó caminando de un lado hacia otro, desesperado. Eso le saco una sonrisita—. ¿¡De que te ríes, con un demonio!?

—Es que te escuchas tan preocupado por mí, y eso me hace feliz.

La línea se silenció por unos segundos, Kise tan solo escuchó la respiración de Kasamatsu-sempai durante ese tiempo, y eso, por alguna extraña razón, le causó escalofríos. No escalofríos en el mal sentido… sino todo lo contrario.

—¿Qué sucedió? —Yukio retomó la palabra, lo que provocó un sobresalto en Ryōta.

—Una ardilla se atraveso, me asustó y frené. No ocurrio nada —fue lo primero que se le ocurrió decir, pero sus palabras y su tono sonaron convincentes, pues escuchó al peli-negro suspirar aliviado.

—Bien, entonces… voy a colgar. No vemos mañana.

—Ten una linda noche, Kasamatsu-sempai.

Yukio chasqueo la lengua.

—Enviame un mensaje cuando llegues —Kise creyó que colgaría luego de ello, pero entonces el de ojos azules susurro contra la bocina—. También ten una linda noche —luego colgó.

Kise volvió a sentir una escalofrío en la espalda ante la forma en la que Sempai había susurrado, lo que provocó que pasara saliva..

Y entonces la realidad lo azotó con fuerza.

El temblor en sus manos volvió, y la garganta volvió a resecarsele en un instante. Con teléfono en mano, abrió la puerta y lentamente salió del vehículo. Con el corazón martilleadole la garganta y los oídos, rodeó el auto por la parte trasera para poder observar al muchacho que acaba de arrollar.

Se encontraba desparramdo boca arriba; su cabello estaba un tanto largo, más o menos como el de Murasakubaracchi, era escarlata y, por lo que había visto minutos antes, sus ojos eran del mismo tono. Sus ropas estaban tan desgastadas que tenía unos pequeños agujeros, y se encontraba descalzo. Sus pies tenían cortes que sangraban. ¿Cuan doloroso resultaba correr así? El rubio no podía imaginarlo. Pero ese chico había corrido como si no sintiera dolor en absoluto. ¿Tan desesperado estaba?

Temblando como gelatina, Kise caminó hasta estar a un costado de él, se puso de cuclillas y movió suavemente su hombro. En ese instante, notó un hilillo de líquido carmesí bajándole por la sien, sangre, también un pequeño raspón en uno de sus codos.

—Oye… oye —volvió a removerlo, pero por más que esperó a que reaccionara, el chico peli-rojo no dio ninguna señal de que fuera a despertar. Estaba completamente inmóvil y frío.

Kise se enderezó de golpe, pálido como una hoja de papel y sudando frío. Sus latidos se encontraban a mil por hora y sentía la bilis subirle por la garganta. Un pequeño mareo lo golpeo, por lo que tuvo que apollarse contra su auto. Fue deslizándose lentamente hasta el asfalto, donde se abrazo a sus rodillas y ocultó su rostro en el hueco que formaban sus extremidades.

«Lo maté —pensó aterrado—. ¡Lo maté!». Las lágrimas ardían detrás de sus ojos.

¿Cuántos años de cárcel le darían por la atrocidad que acaba de cometer? Eso si Kasamatsu-sempai no lo mataba antes, si no lo lograba, seguro iría a verlo a la cárcel sólo para repertirle una y otra vez que era un idiota, un estúpido. Al menos lo veria, y eso le hacía de alguna foma feliz. ¿Con que cara lo vería Aominecchi? ¿Decepcionado? ¿Qué le diría? ¿Al menos iría a verlo igual que Kasamatsu-sempai? ¿Y que dirían Kurokocchi y Momocchi…? ¿Takaocchi, Akashicchi, Midorimacchi? Murasakibaracchi seguramente ni siquiera se vería afectado.

¡Maldición! Ya podía ver lo titulares de los periódicos y el noticiero: «DE MODELO A ASESINO: El famoso modelo, Kise Ryōta, fue detenido anoche por las autoridades luego de atropellar a un joven identificado como xxxxxx xxxxx quien perdió la vida en el acto. Los familiares del joven exigen se haga justicia, y le caiga todo el peso de la ley al culpable».

Oh, cárajo, su vida estaba arruinada. ¡Y por culpa suya!... Si tan solo le hubiera hecho caso a Kasamatsu-sempai de que esperara para viajar juntos, nada de eso hubiera ocurrido.

¡Era un completo imbécil!

Y, entonces, hubo un destello de hermosa y brillante luz en medio de toda esa oscuridad.

—mmm… —un suave quejido resonó en el silencio de la fría noche.

Ryōta alzó la mirada rápidamente al ese quejidito ingresar en sus canales auditivos. Lo que observo, fue al muchacho removiéndose sobre sí en el asfalto y soltando más quejidos lastimeros, que para el rubio sonaron como una hermosa sinfonía algelical.

—No lo maté —susurró, y una lagrimita de felicidad le acarició la piel de su mejilla.

Se inclinó hacia el frente y rápido gateó hasta llegar al muchacho, este aún tenía los ojos cerrados y contraía la expresión en una mueca de dolor mientras continuaba soltando quejiditos… pero estaba vivo. ¡Estaba vivo! Kise se limpió las lágrimas que aun bajaban por sus pómulos y se apresuró a ingresar el número de los paramédicos. Pero antes de pulsar llamar, se detuvo.

¿Qué diría cuando le preguntaran que le ocurrido al muchacho? Desde luego no podía mentir. Tendría que decir que lo arrolló con el auto. ¡Oh, rayos! Después de todo sí que tendría que enfrentarse a la policía.

«No quiero ir a la cárcel». Pensó asustado. Pero tampoco podía solo hacer como si nada había ocurrido y dejar al chico allí, desparramado y quejándose.

Suspiró hondamente, decidiendose. Limpió las nuevas lagrimitas que se habían escapado de sus ojos castaño dorado, guardó su celular en el bolsillo de su pantalón y, tomando al muchacho con suavidad del cuello, lo incorporó un poco tratando de acomodarse para poder cargarlo. Algo que fue relativamente fácil, pues el peli-rojo estaba casi raquítico. A Kise le sorprendió no haberle roto ningún hueso.

Lo llevo hacia el auto y lo recostó en el asiento trasero, luego fue rápido hacia el asiento del conductor. Sentado allí, se tomó unos segundos para calmar el temblor en sus manos y los acelerados latidos de su corazón, que amenazaba furioso con romperle las costillas y escapar de su pecho. Inhaló y exhaló hondamente una vez ya más calmado; giró el rostro hacia atrás para observar una vez al muchacho, y entonces volvió la vista al frente, encendió el vehículo y se puso en marcha.

Jamás había conducido tan rápido en la oscuridad, solo, como lo había hecho esa noche. Creyó que se encontraba más tranquilo, pero los nervios estaban aún presentes y las manos no le dejaban de temblar.
Cuando llegó a la «pequeña mansión» de Akashicchi, se apresuró a enviarle un mensaje a Yukio y luego no perdió tiempo en salir del auto, ingresar a la casa y subir con el chico por las escaleras. Por supuesto, tratando de hacer el menor ruido posible. Lastimosamente, Murasakibaracchi lo descubrió mientras se dirigía a la cocina por un bocadillo. Él estuvo a punto de delatarlo con Akashicchi pero, afortunadamente, Kise había pensado en llevarle algunos obsequios a sus amigos, por lo que tenía una bolsa llena de dulces y chucherías en el auto. El soborno perfecto.

Además de no delatarlo, le pidió que le ayudara a llevarlo a una habitación vacía. Lo colocaron con suavidad sobre el delicioso colchón de la primera que se atravesó en su camino. Luego de ello, Kise le hizo jurar a Murasakibara que no diría nada, pues él personalmente le explicaría a Akashi la situación, después, con un pañuelo que tenia en el bolsillo, había limpiado un poco la sangre de su sien y pies lastimados. Esa noche no pudo pegar el ojo ni un segundo, por lo que escuchó el momento en el que la motocicleta de Aomine llegó, pero ni siquiera eso logró sacarle una sonrisa del rostro.

A la mañana siguiente, se encontró con Nigō al salir de su habitación, ni siquiera se había cambiado puesto que aun conservaba la misma ropa de la noche anterior. Estaba muriéndose de los nervios, había estado dándole vueltas y vueltas a la situación, en como le explicaría al dueño de casa del porque había un extraño en ésta, sin quedar como el malo del cuento. Al llegar a la sala, los escucho a todos en la cocina, o al menos a la mayoría, ya que Atsushi estaba sentado en el sofá en forma de «L» en la sala, comiendo las golosinas que le había dado de soborno. Se topó con Takao cuando este salió de la cocina, puesto que Akashi le había dicho que fuera a llamar a Daiki, se saludaron.

Suspiro hondamente antes de ir a enfrentar a Akashi, pero se acobardó en el instante mismo que dio un paso. Muerto de los nervios no podía ir a hablar con él, así que tomó asiento junto a Atsushi para tranquilizarse un poco. Pero entonces la situación de complicó de sobremanera. Pues Takao hizo vibrar la casa con sus gritos.

¡Oh, por la madre! ¡Habia dejado al chico en la habitación de Aominecchi! Asustado a más no, Kise volteó a ver a Murasakibara, quien solo se encogió de hombros restándole importancia a la situación.

¡Kasamatsu-sempai iba a matarlo, y Aominecchi lo reviviría solo para destrozarle el cuello cuanto quisiera! La situación se salió completamente de sus manos cuando el peli-azul se asomó, a quien ni siquiera tuvo el valor de ver a los ojos, y Akashi salió de la cocina luego de ver las fotografías que Takao había tomado. Kise quiso intervenir, pero Seijūrō lucía demasiado aterrador en ese momento, como si en realidad fuera Seimei. Por un momento tuvo la loca idea de no decir absolutamente nada y dejar que todos pensaran que fue Aomine quien llevo al muchacho. Así de aterrado se encontraba por la expresión de Akashi. Pero simplemente no podía solo desentenderse del tema.

Hablaría con el dueño de casa y le explicaría la situación, pero al menos permitirá que se tranquilizara un poco.

Sin embargo nada parecia mejor, puesto que entonces Akashicchi mostro un lado en cierta forma frágil. Lo cual preocupó a todos. Al menos eso pareció menguar un poco el ambiente hostil que se había creado, pero luego todo volvió a estar mal, ya que el muchacho peli-rojo apareció. Y vaya con la forma en la que lo había hecho.

Cuando lo vio poner los ojos en blanco y desplomarse, a Kise estuvo a punto de darle un colapso mental. Y simplemente no pudo continuar callándose, así que explotó y soltó la verdad.

 

—Primero que nada —dijo el chico peli-rojo, luego de que Kise terminara de contarle lo que había sucedido—, sé que fueron simples suposiciones ante una escena que parecía bastante obvia pero… ¡Eeww! Jamás voltearía a ver a un imbécil como ese, mucho menos tener algo con él. Doble eeww —Ryōta, a pesar del momento incómodo, soltó una risita—. Segundo, no importa como lo mires, el único culpable del accidente… soy yo.

El rubio dio un respingo. Sus ojos abiertos de para en par.

—¡No estoy tratando de quitarme la culpa ni nada por el estilo! —agitó sus manos frente a sí, negando.

—No te preocupes, lo sé —rio divertido el peli-rojo—. Pero, por lo que cuentas, es claro que yo busque el contacto. Además…

—Al parecer había alguien siguiendote —aseguró Kuroko.

Ryōta y el muchacho peli-rojo soltaron una exclamación y un insulto a viva voz. Cosa que divirtió en exceso al peli-celeste que, aparentemente, acaba de hacer su aparición. Él estaba sentado en un banquito al otro lado de la isla, justo frente a ellos. Su expresión era la misma, estoica, pero por dentro estaba retorciéndose de la risa.

—¿¡Porque rayos te apareces de esa forma!? —alegó el de irises rojizos, una mano sobre su pecho—. ¡Un día mataras a alguien! ¡O alguien te matara a ti!

—Lo dices como si lo hiciera a propósito —cosa que desde luego hacía, pero que por supuesto no aceptaría—. La culpa es de ustedes por no haberme notado antes. Estoy aquí desde que inició el relato de Kise-kun.

El alto muchacho de cabellos largos puso cara de espantó. Volteó la mirada hacia el rubio con una clara cuestión en sus ojos escarlata: «¿Esto sucede siempre?». Kise asintió en afirmación.

—¿Qué rayos ocurre contigo y tu nula presencia? —el muchacho de cejas raras estaba confundido, y de alguna forma sintió pena por Kuroko. A quien no le afecto en lo más mínimo—. Pero, volviendo al tema, creo que tienes razón.

—Es lógico el suponerlo —continuó diciendo el peli-celeste—, ya lo había pensado antes —cosa que el cejas raras también hizo—, pero luego de escuchar la historia de Kise-kun, estoy completamente seguro. Eso explicaría el porque corrías tan desesperado y porque volteaste a ver hacia atrás, asustado.

—Y el porque busque el contacto…

Kise se le quedo viendo, no entendiendo del todo el porque de sus palabras.

—¿Tú viste, no? Las lesiones en mi cuerpo —el rubio asintió.

—Casi me dio algo al creer que fue por mi culpa. Pero Kasamatsu-sempai me hizo ver que no fue así.

—Bueno, el asunto es… que prefería mil veces ser arrollado por un auto, a volver con quienes me hicieron esto. Pienso que, eso era lo que cruzo por mi cabeza cuando me detuve frente a tu auto.

La cocina se quedo en silencio, a excepción del costante tintineo de unas gotitas de agua cayendo del grifo sobre los trastos que aun no había lavado el rubio. El graznido de las gaviotas resonaba en la lejanía.

Luego de esas palabras, Ryōta comprendió entonces a que se refería el muchacho cuando dijo que estaba agradecido de toparse con su auto. Desde luego, aunque no tuviera recuerdos, estaría feliz de no tener que permanecer cerca de personas tan desalmadas como las que le habian hecho ese terrible daño a su cuerpo. Ahora se encontraba a salvo, con personas que lo estaban ayudando y tratando bien. Claro que estaba agradecido.

El peso de la culpa de Kise dejo de ser tan abrumador. Aún permanecía, pero luego de esa conversación se sentía más liviano.

Ninguno sabía que decir exactamente luego de esa declaración. El ambiente se tornó un tanto incomodo para los tres chicos.

—Entonces… —dijo el peli-rojo, su mente buscó una forma de desviar la conversación. La verdad era que no quería hablar más de ello, al menos no en ese momento. Quizo aclarar esa duda, pero no se sentía mentalmente preparado para hablar abiertamente del tema. Sabía que el día llegaría, pero no era ese—. Por lo que dices —dijo viendo a Ryōta—, ¿Estas enamorado de Imbécilmine?

A pesar de que estaba insultando al chico que le gustaba, Kise soltó una risita divertida por la forma en la que lo había llamado. Sin embargo, fue Kuroko quien respondió a la cuestión. Él había entendido que el muchacho no quería hablar de lo ocurrido, que desde luego no recordaba, así que respetó su decisión. Podía darse cuenta que resultaba demasiado difícil en ese momento. Quizá más adelante, pero aun no.

—Irónico, ¿verdad? —dijo él. El de cejas raras lo observo, confundido—. Dice que le aterra la oscuridad, pero esta enamorado de ese negro.

La rizotada que escapó de la garganta del peli-rojo, resonó en la cocina y más allá. No era ninguna exageración decir que se escuchó en cada rincón de la casa.

Los rojizos ojos del muchacho lagrimeaban, y él se sostenía el vientre con cuidado mientras continuaba carcajeandose y, al mismo tiempo, quejándose por el dolor de las heridas en su abdomen. Kise estaba indignado, pero la diversión en la expresión del chico era contagiosa, así que no pudo evitar reírse también. Kuroko los observaba sintiéndose satisfecho, pues el objetivo había sido aligerar un poco el ambiente y desde luego lo había logrado.

Entonces, un ladritido resonó en el lugar.

Kise no le dio ninguna importancia, pero el chico peli-rojo dio un respingo en su lugar y su sonrisa desapareció al instante. Completamente asustado, sus ojos se movieron de un lado hacia el otro, buscando a Nigō en cada rincón de la cocina. No lo vio por ningún lago, lo que provocó que suspirara aliviado. Sin embargo, otro ladridito se escucho.

Sudando frío, dirigió la mirada hacia el lugar donde estaba seguro, Nigō se encontraba. Y no se equivocó. El cachorro de Husky asomaba la cabecita, con sus orejitas bien alzadas, por debajo de la superficie de la isla. Todo el tiempo había estado allí, reposando sobre los muslos de Kuroko, pero se había mantenido en silencio hasta ese momento.

El de cejas raras se puso un tanto pálido.

—¿Qué sucede? —pregunto el peli-celeste al alto chico, ladeando un poco la cabeza. Parecía una pregunta inocente, pero algo en su mirada resultaba de alguna forma espeluznante.

—Ah… n-nada

—¿Le temes a los perros? —Por supuesto, era algo que había quedado más que claro. Preguntaba con otras intensiones.

El peli-rojo soltó una risita nerviosa.

—N-No.

—¿Estas seguro? —El peli-rojo asintió, demasiado nervioso—. Eso es genial, pues parece que a Nigō le agradas —dicho eso, se puso de pie con el cachorrito en sus brazos, y dio unos pasos para rodear la isla y quedarse de pie junto al peli-rojo. Este se levanto rápido de su lugar y retrocedió dos pasos—. Sí quieres, puedes acariciarlo —Kuroko lo alentó.

—N-No es necesario —sus brazos se encontraban alzados hacia el frente, como creando una barrera entre Nigō y él.

—¿Por qué no? —Se acerco un poco más hacia el chico, y este retrocedió de nuevo—. Nigō es una criatura adorable.

—S-Seguro que s-sí pero…

—Vamos, acaricialo.

El alto chico retrocedió más, pero entonces se topó con una muralla a sus espaldas: el lavadero. Posó la mano en la superficie de este y giro un poco sobre sí para poder continuar retrocediendo, puesto que Kuroko continuaba avanzando hacia él con Nigō en sus brazos.

Sudor frío le bajaba por las sienes al muchacho de ojos escarlata, y su corazón latía como loco dentro de su pecho. El color natural de su tez desaprecio de su rostro, para darle paso a un tono azul verdoso. Los ojos estaban comenzando a lagrimearle un poco. Kuroko, aunque estaba serio y quizá trataba de aprentar un poco que actuaba con cierta inocencia, tenía un brillo travieso en esos irises celestes que resultaba damasiado aterrador.

Unos pasos más, y el de cejas raras no pudo continuar retrocediendo, ya que se topo con las hornillas. Y ese segundo de sorpresa, en cual había volteado una milésima de segundo hacia atrás, kuroko lo aprovechó.

El peli-celeste terminó de acortar la distancia y alzo a Nigō a la altura del rostro del de hebras largas y rojizas. Este dio un gritito al volver la mirada al frente y encontrarse con los ojos del cachorrito. Completamente asustado, el alto chico giro sobre sus tobillos y se puso de cuclillas, sus brazos puestos sobre su cabeza, tratando de protegerse del ataque feroz de Cancerbero.

—Nigō es un buen perrito, acaricialo —insistio Kuroko. Literalmente, le puso al cachorrito de Husky en la espalda. Quien dio un ladrido en la oreja del peli-rojo.

El de cejas raras temblaba como chihuahua mientras trataba de cubrirse, el tono azul verdoso de su rostro había empeorado y sentía que el corazón se le iba a salir del pecho. Unas lagrimitas de nervios y miedo amenazaban con acariciarle la piel fría de sus mejillas.

—Acaricialo…

Aterrado, el alto chico giró el cuello hacia un lado, tratando de observar a Kuroko y Nigō, y en el momento en el que los observo, se dio cuenta a quien le recordaban los ojos del perrito.

Ambos tenían la misma mirada, sonaba extraño pero así lo era. Sus ojos eran idénticos y en ese momento lo eran aun más.

Kuroko continuaba con esa mirada espeluznante en sus ojos, y el cachorro, aunque pareciera raro, también tenía esa misma mirada. Era como si ambos se hubieran puesto de acuerdo para atormentarlo y disfrutaran de los resultados. El peli-rojo sentía que podía tener un paro cardiaco.

Kise, que desde luego había estado observando toda la escena, dijo divertido:

—Eres tan malo, Kurokocchi.

—¡A-Alejalo! ¡Alejalo! —Chilló el de ojos de rubíes—. ¡No p-puedo con los perros! ¡Alejalo… por favor!

Pero sus palabras obtuvieron el efecto contrario.

Kuroko encaramó más a Nigō, y el cachorrito comenzó a soltar más ladridos en la oreja del peli-rojo. Lo que provocó que escalofrios le removieran todo el cuerpo. Él sólo podía pensar en que esos dos no eran otros más que «Hades» y «Cancerbero». Quien dijera lo contrario estaba completamente loco. Eran el mal en persona.

Entonces alguien dijo:

—Tetsuya, ya basta.

La voz de Akashi ingresando en sus canales auditivos, interponiéndose a la diabólica melodía que eran los ladridos de Nigō, fue como música celestial entonada por hermosos querubines para el chico de cejas raras. Como el cielo abriéndose y filtrando la luz del sol luego de una fuerte y aterradora tormenta, iluminándolo todo y llenando de calor el corazón de las personas.

Akashi, de pie en el marco de la puerta de la cocina, parecía un ser divino a ojos del alto peli-rojo en ese momento. Desprendía un aura de salvación y protección que aliviaba su corazón atormentado por ese demonio que decía llamarse Kuroko Tetsuya.

Kuroko chasqueo la lengua y se alejo del muchacho con Nigō en sus brazos.

—Akashi-aguafiestas-kun —dijo, sin temor a represalias por parte del dueño de casa. Escrito estaba ya, que el peli-celeste no le temía a la ira del «Emparador».

Seijūrō clavó su mirada en él, y cuando sus irises conectaron, pareció que chispas saltaban de los ojos de ambos. Kise creyó que ninguno iba a desviar la mirada hasta que el otro lo hiciera, lo que significaba la derrota del primero en hacerlo y, desde luego, ninguno querría perder. Pero Akashicchi lo sorprendió desviando primero los ojos, como si no fuera realmente importante esa batalla de miradas. Kuroko se mostró sorprendido por una décima de segundo.

Akashi fue hacia el alto chico peli-rojo, que permanecía de cuclillas, le tendió una mano que agradecido el otro aceptó, y lo ayudo a ponerse en pie.

—Espero esto no se repita, Tetsuya —aunque su timbre de voz fue amable, de alguna forma sonó a amenaza.

El peli-celeste lo observó sin inmutarse.

—Una espera inútil, si me preguntas.

Seijūrō lo ignoró.

—Necesitas vestimenta —dijo al de cejas raras en cambio—. Iremos a comprar prendas de tu gusto, acompañame.

Al de cabello escarlata le hubiera encantado poner distancia entre Nigō y él, pero no quería aprovecharse de Akashi y su amabilidad, además de que no había limpiado ni un poco la cocina.

—Yo… no es necesario —fue su respuesta.

—No puedes estar todo el tiempo utilizando el mismo vestuario.

—Pero ya estas haciendo demasiado por mi. No quiero ser una molestia.

—No lo eres —Sei le sonrió suavemente—. De ninguna forma eres una molestia para mi —el de cejas raras podía notar que lo decía en serio—. Vamos.

—Pero… —se quedo en silencio un segundo, comprendiendo que no importaba cuanto fuera a negarse, no lograría hacer cambiar de opinión al dueño de casa—. Esta bien —suspiro resignado—, pero al menos deja que limpie este desastre.

Señaló la cocina en general, la cual, en realidad, no están hecha un desastre como él decía. Tan solo había que lavar los trastos que estaban en el lavadero y limpiar un poco las superficies laminadas.

—Ryōta puede encargarse de ello —aseguro. El rubio asintió.

—… Por favor.

Seijūrō lo observo un instante ante de suspirar derrotado.

—Esta bien… pero en cuanto termines, ven rápido a buscarme a mi despacho.

El alto peli-rojo acepto con una sonrisa, gesto que Akashi correspondió de igual forma.

—Ryōta, ayudalo.

—Claro que sí, Akashicchi —respondió alegre el rubio. Cosa que desconcertó un momento al dueño de casa, puesto que Kise había estado sintiéndose demasiado culpable. Lo cual lo hacía estar todo el tiempo tenso.

Luego tan solo lo dejo de lado y se fue por donde había llegado. Kuroko y el rubio se quedaron observándolo hasta que desapareció por completo de su vista. Entonces Kise dijo:

—Akashicchi no ha parado de llamarnos por nuestros nombres.

—Lo he notado —concordó el peli-celeste.

—De ninguna forma puede ser Seimeicchi haciéndose pasar por él, ¿verdad?

Kuroko negó con la cabeza.

—Seimei-kun esta haciendo el vago en el apartamento de Chihiro —informo—. Solo creó que tanto tiempo viviendo juntos hizo que se le pegaran algunas mañas.

—Estoy preocupado. Ha estado muy extraño —Ryōta se mostró en verdad afligido, sus ojos perdieron brillo. Su sonrisa había desaparecido—. ¿Qué crees que habrá sucedido?

—No tengo idea, pero ten por seguro que lo averiguare.

El alto chico peli-rojo había permanecido al margen de la conversación, no comprendiendo del todo ésta. Pero sí que entendía una cosa perfectamente: Akashi no estaba bien. Algo lo perturbaba y ni sus amigos sabían que podían ser. Su corazón se estrujó al saber que se sentía atormentado ese chico que tan bien estaba portandose con él. Él era un extraño en la vida de todos ellos, lo sabia muy bien, pero las emociones que experimentaba al estar con Akashi le decían que quizá no era completamente un desconocido, al menos para el dueño de casa. Y podía sentirlo, Akashi también lo creía.

Quería poder ayudarlo, así como él lo ayudaba.

—¿Qué tanto chismosean? —Una nueva voz lo sacó de sus divagaciones, era Aomine, quien en ese momento cruzó por el marco de la puerta.

Inmediatamente, los ojos escarlata del muchacho alto de cabellera larga se posaron en él. Kise y Kuroko le explicaron de que era que estaban conversando, pero el de cejas raras no escucho realmente lo que respondió, puesto que el aire escapó de sus pulmones al contemplarlo y dejo de poner atención.

El peli-azul se veía un poco agitado, además de que estaba complemente sudoroso y el cabello se le pegaba a la frente, como si acabara de estar haciendo ejercicio. Él lo vio peinarse los azules mechones hacia atrás, usando sus dedos, y esa visión resultó demasiado sexy. Antes, cuando lo había cargado el día anterior, sus movientos le había recordado extrañamente a los de una pantera, en ese momento tuvo la misma sensación. Vestía unas bermudas deportivas color azul y unos tenis negros. Una camiseta gris se le pegaba al cuerpo, dejando poco a la imaginación. La firmeza de su pecho y su abdomen se marcaban y sus brazos descubiertos se veían tan fuertes y seguros. El peli-rojo conocía la sensación de estar entre ellos, y en verdad no le molestaría que volviera a ocurrir.

Oh, él era muy atractivo, no había forma de negar eso. Simplemente no podía apartar la mirada de él. De su rostro, de sus labios que formaban una risita sensual y de esos ojos de zafiro hermosos que lo contemplaban con cierta burla.

—¿Qué tanto me ves, Langosta? —Cuestionó el oji-azul, divertido.

Y una vez más, el encanto se veía destrozado.

—¿Qué te hace pensar que te estoy viendo a ti, Arándano? —Se sintió molesto consigo por estar pensando tonterías, podía ser muy guapo y todo, pero tenía una personalidad horrible.

—¿A quien más podrías estar viendo? —la sonrisita de superioridad en sus labios puso de los nervios al peli-rojo. Aunque este no sabía si por la molestia o porque era un gesto demasiado seductor para su gusto.

—Te tienes mucha confianza, ¿no?

—Con este cuerpo y esta cara, ¿por qué no la tendría? —Ciertamente tenía razón, acepto el muchacho de cejas raras. Pero no dejaba de ser molesta su actitud.

—Imbécil egocéntrico.

—Idiota raquítico.

—Pantera de circo.

—Tigre de peluche sin relleno.

Ambos se lanzaron miradas afiliadas y mortales. Claramente podían verse rayos, rojo y azul, desprendiendo de los irises de los dos y chocando entre sí con furia. Auras oscuras los rodeaban. Parecían ser, como ellos mismos habían dicho, un Tigre y una Pantera a punto de saltar sobre el otro y tener una batalla a muerte.

Kise se puso un tanto pálido creyendo que realmente atacarían con garras y dientes la garganta el otro.

Kuroko, que a media conversación, por no decir desde el principio, había sacado su celular para grabarlos, pensaba de diferente manera. A sus ojos y el lente de la cámara, parecían tan solo dos gatitos, uno negro y el otro atigriado, con los pelos erizados, las colas y orejas alzadas y mostrando sus pequeños dientecitos. Habían perdida su intensidad mortífera al ponerse a pelear de forma tan infantil. Y eso el peli-celeste lo encontraba adorable.

Los minutos transcurrían y ninguno de los dos daba su brazo a torcer, continuaban observándose como sí el otro fuera su peor enemigo, pero sin empeorar más la situación en la que se encontraban. Ryota nuevamente creyó que una larga batalla de miradas se llevaría a cabo, pero una vez de equivocó.

Ambos, al mismo tiempo, desviaron la mirada con un digno: «¡Hmph!», saliendo de sus labios, y cerraron los ojos un segundo.

Daiki paso al lado del peli-rojo, sin volver a verlo, y busco en los gabinetes superior un vaso. En ese momento, mientras nadie podia verlo, parpadeo repetidas veces para así poder calmar el ardor en sus ojos, puesto que había estado viendo al de cejas raras sin parpadeor un solo segundo. Cosa que también había hecho el de hebras escarlata, solo que él se olvidó de Kuroko y Kise un segundo y parpadeo frente a ellos. Tetsuya encontro aunaún más adorable la situacion. Después, Aomine fue hacia el frigorífico y lo abrió, buscando agua fría la cual llevarse a los labios.

Dio un leve gemidito cuando el vital líquido refresco su boca y próximamente toda su garganta e interior.

El de cejas raras evitó a toda costa voltear la mirada hacia él, lo único que le faltaba era verlo tomar agua de esa forma tan sexy en la que lo hacia, y definitivamente no quería ver como unas gotitas escapaban de sus labios por las comisuras de su boca, bajan por su fuerte barbilla y su sensual cuello, acarician su clavícula y se perdían en la tela de su camiseta.

Paso saliva fuertemente ante esa visión… ¡Demonios! Tenía que aprender a calmarse. No quería elevar más el ego de ese imbécil.

—Ahora que lo pienso —dijo viendo al peli celeste y al rubio, en parte para centrar su atención en otro tema—, ¿De quien es esta ropa? —Sus manos tomaron parte de la camisa y la alzo, al mismo tiempo que inclinaba el rostro e inhalaba profundamente el aroma que desprendía—. Huele delicioso —suspiró.

Aomine, que nuevamente estaba dándole otro sorbo a su vaso con agua, escupió todo el líquido que tenía en la boca en ese momento. Comenzó a toser sonoramente durante unos segundos; luego rápido se limpió los labios y, para sorpresa del peli-rojo, volteo a verlo con las mejillas un tanto, poquito, sonrojadas.

El muchacho escucho a su corazón gritar como loco ante tan espectacular vista.

Kise elevo las cejas, sorprendido, sus labios entreabiertos. Jamás había visto a Aominecchi reaccionar de esa forma; por nada ni por nadie. Y Kuroko sonrió de medio lado.

—De hecho —dijo él, el peli-rojo volteo a verlo aun no creyendo lo que acababa de observar, pero muy curioso por la respuesta del oji-celeste—, las prendas le pertenecen a la imbécil y egocéntrica Pantera de circo.

Los ojos escarlata del de cejas raras se abrieron de par en par. Rápidamente desvío la mirada hacia Aomine, quien se la sostuvo por un segundo y luego volteo a ver hacia otro lado… eso le confirmó que las palabras de Kuroko eran ciertas.

Y entonces, cayendo en cuenta de la situación, el rostro del muchacho desconocido se roborizo de sobremanera. Tanto, que en un punto fue difícil saber donde terminaba su frente y donde comenzaba su cabello. Su corazón resonó estruendoso en sus oidos, mareandolo.

«Oh, tragame tierra», pensó él.

 

Notas finales:

Yyyyyyyy eso fue todo por hoy.

¿Y que tal?

¿Que les pareció?

¿Les gusto? 

Jsnxndmdkdmxld yo espero en verdad que sí. De verdad me mucho escribir esto. Estos chicos me encantan tanto. ¡Los amo! 

Quisiera decirles más cosas pero no me ocurren que. 

Sí en verdad el capítulo les gusto, ya saben que pueden hacérmelo saber por medio de un hermoso y sensualón comentario, el cual leere y respondere con mucho gusto. Saber las opiniones de los lectores siempre es lindo. Y si, al contrario, no les gusto, igual pueden hacérmelo saber. Solo no me insulten mucho que mi corazoncito sufre. 

Que el ángel me los cuide mucho, otros besotes y abrazotes de oso para ustedes. 

Y ahora me largo a ver la final de la Champions.

¡Hasta la próxima!

 


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