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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holi...


¿Cómo les va? Yo espero de todo corazón que muy bien.


Jsnzksmdldmd ¡¡¡Lo siento!!! ¡¡Lo siento mucho, en serio!! Mil excusas no valen nada, pero al menos dejenme explicarme. 


Verán, no sé si se han pasado por mi cuenta, pero publico otra historia en la categoría de Naruto. En esta historia, ya voy por el final. Yo quería escribir un cap completo, pero me estaba saliendo muy largo y ya llevaba mucho tiempo sin actualizar, esto gracias a los benditos bloqueos mentales. Kandkskdkddks siempre me pasa horrible en los finales. Los bloqueos viene a mi con mucha fuerza.


Al final termine cortando el cap en dos partes y lo subí hace unos días. La cosa es que si no avanzo en uno, puedo en el otro porque se me pega el bloqueo. Así que lo siento mucho por hacerlos esperar tanto. No crean que me olvide del fic. Lo continuaré sin importar que. Y ahora, que ya casi termino el otro, podre dedicarme por completo a este, y les prometo que las actualizaciones serán más seguidas... Solo tenganme un poquito de paciencia más. 


Eso... 


A quienes me leyeron en cap anterior, y quienes me dejaron sus hermosos y sensuales comentarios: Angélica, Emilce, Athuran y Lucy Dragneel (Mi Lorita se llama Lucifer pero le digo Lucy :) ), los amo con todo mi kokoro. De verdad que los adoro. Ajsnskdnskdkd no me odien por hacerlos esperar.


Los personajes le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki-sama. Por los posibles horrores ortográficos, dos mil disculpas. Soy mero pendeja para notarlos todos, así que se me pasan varios. 


Sin más que decir excepto que, espero por el ángel y el cap sea de su agrado, los dejo leer. 

UNKNOWN

—Capítulo 7—

Un cambio

 

 


Con una pequeña sonrisa en los labios, Akashi contemplaba al alto chico peli-rojo mientras éste se observaba en el espejo frente suyo.

Una vez habían acabado las compras, Akashi se permitió dar un suspiro de alivio de lo que le pareció la salida más estresante que nunca antes había tenido, y no porque hubiera sido realmente molesto, sino porque el chico no aceptaba, de ninguna forma, las prendas que él pretendía comprarle. Podía verlo en sus ojos escarlata cuando salía del vestidor con las ropas puestas y se las mostraba, le gustaban y se sentían cómodas, pero entonces veía el precio y se las quitaba de inmediato.

—No me gustan… —escuchó decirle tantas veces, que Seijūrō estuvo a punto de ponerle cinta adhesiva en los labios y comprar toda la tienda solo para él.

En serio, jamás se había sentido tan frustrado en toda su vida, ni Tetsuya había llegado hasta ese nivel, y vaya que eso era decir demasiado.

La única manera en que logró que el muchacho aceptara, fue porque las prendas terminaron siendo bastante sencillas y baratas. Y pocas, no la gran cantidad que él pensaba comprarle. Seijūrō no sabía como sentirse al respecto. Bueno, en parte estaba complacido con su actitud tan modesta, pero por otro lado quería complarle muchas cosas, llenarlo de regalos. El asunto era, que ni siquiera con Tetsuya cedía de esa forma. Pero es que… lo veía. Veia sus ojos de rubíes y su sonrisa sincera, y también estaba esa forma en la que decía: … por favor, deteniéndose un momento, como si pensara «Ah, si digo por favor debería de aceptar, ya que son las palabras mágicas». Y, ¡diablos! Tenía razón. No podía negarse.

¿Por qué sucedía eso? ¿Por qué se sentía tan familiar, y natural, el estar cerca de él? ¿Qué demonios significaba? Esa sensación de reconocimiento no desaparecía, y Akashi, por más que le daba vueltas al asunto, no llegaba a una razón coherente del porqué de ella. Era imposible que se hubieran visto antes, él lo recordaría, no había forma de que pudiera olvidarlo. Pero no lo había visto y aun así sentía que lo conocía.

De alguna forma había algo familiar en su presencia, y ese algo hacía que se sintiera correcto el ser amable, comprarle lo que quisiera, protegerlo, mimarlo. Pero, ¿qué era ese algo? La única forma que le quedaba de averiguarlo era pasar más tiempo juntos. Estaba seguro que la respuesta llegaría a él tarde o temprano.

—Akashi, dime la verdad —el muchacho peli-rojo se giro hacia él—, ¿Me veo extraño? —La seriedad en su pregunta y expresión, hicieron que Sei soltara una risita—. Agh... ¿tan mal me veo?

Aun riéndose, Akashi fue hasta él y se quedó de pie a su lado. Colocó una mano en su hombro en una suave caricia.

—No, no —dijo, moviendo su mano y llevándola hasta su rojizo cabello y revolviéndolo con cariño—. Te ves muy bien.

El muchacho alto, que en ese momento se encontraba sentado, observó hacia arriba, hacia Seijūrō, con ojos entrecerrados, suspicaz. Él era siempre muy amable, y pensó que no era la clase de persona que mentía. Sonrió sin despegar los labios, sus mejillas un poco rojitas; luego volvió la vista al espejo, a su reflejo.

Mientras iban de tienda en tienda buscando algo que lo complaciera, Akashi había notado que, a cada cierto tiempo, el muchacho se colocaba mechones de su cabello escarlata detrás de la oreja ya que estos se iban hacia su rostro y le obstaculizaban la visión, lo que claramente era una molestia, por lo que, acabadas las compras, no hacía mucho, le cuestionó si quería hacerse un recorte de cabello.

—Sería genial, sí —había respondido el muchacho, agradecido de que lo hubiera sugerido.

Y entonces allí estaban.

Su reflejo en el espejo le devolvió la mirada. Las ojeras habían disminuido aun más, los huesos de sus mejillas se marcaban todavía, sus labios se veían humectados, y sus cabellos antes largos ahora estaban más cortos, y a estos, por alguna extraña razón, las puntas se les habían oscurecido varios tonos. De ahí el qué el muchacho cuestionara a Akashi de su aspecto. Él estaba un poco sorprendido de su cambio, si bien un corte de cabello no era algo exagerado, el cambio era notable.

Sonrió, le agradaba lo que veía.

—Gracias —dijo a Seijūrō sin perder la sonrisa.

—De nada —el más bajo le correspondió el gesto.

 

~•§•~

 

Los azules ojos de Takao, quien estaba sentado en el sofá cama del despacho de Akashi, seguían a Shintarō de un lado hacia otro mientras éste se desplazaba en la habitación, colérico y completamente enrojecido. El peli-verde se veía un tanto difuminado puesto que las lágrimas que escapaban de los ojos de Kazunari impedían verlo correctamente, además de que la retahíla de barbaridades que soltaba no podían interponerse a la risotada que salía de los labios del peli-negro. Cosa que enfurecía aun más a Shintarō.

¡Era el colmo! ¡El jodido colmo! ¡Shintarō iba a matarlo! ¡Lo tomaría del cuello y se lo haría astillas!

La mirada verde del de anteojos se volvió sombría y él caminó directo hacia Takao, quien notó las intensiones de éste al instante y no pudo hacer más que reír de sobremanera y tratar de protegerse en el proceso. De ninguna forma podía tomarse en serio las intenciones de Shin-chan con la cara que tenía.

Y no es que su expresión no fuera mortífera, más bien era el hecho de que se veía completamente gracioso con la mitad de su cara pintada con rotulador permanente. Y quizá Modorima no hubiera estado tan molesto si solo hubieran sido rayones aquí y allá por toda la mitad de su rostro, pero el hecho de que le pintara un pene, ¡un jodido pene! en toda la mejilla, era lo que lo tenía a punto reventar de ira.

Pero es que, al ingresar en el despacho buscandolo y encontrarlo durmiendo en el sofá cama, con el ceño tan fruncido y los labios apretujados, Kazunari se habría sentido sucio si no le hubiera pintarrajeado la cara. ¡Él se lo buscaba! ¿Quién lo mandaba a dormir con una expresión tan graciosa en la cara?

—¿¡Tienes alguna idea de todo el estrés que tengo encima-nanodayo!? —Cuestionó Shintarō en un intento de tomarlo directamente del cuello. Takao pataleaba y movía las manos de un lado hacia otro intentando detener las manos del peli-verde.

—¡Trabajo contigo, Shin-chan! —respondio el de ojos azules, en medio de sus carcajadas y el esfuerzo de luchar por su vida—. ¡Sé por todo lo que pasas en el Hospital! —Luchar por su vida no era del todo cierto, ya que, en realidad, Midorima no estaba intentado seriamente dañarlo, y Takao lo sabía.

Lo que sucedía era más bien un juego tierno, ambos sobre el sofá cama, entre sus manos entrelazas de frente, y las piernas de Kazunari presionando los costados de la cintura de Shintarō. Era imposible para el de cabellos negros estar serio ante una situación así. Y, en realidad, también era difícil el hecho de mostrarse divertido, puesto que Shintarō se frotaba contra sí en todo ese supuesto intento de estrangularlo.

—¡Entonces, ¿por qué no solo me dejas tranquilo-nanodayo?!

—¡Es por eso mismo, Shin-chan! —La expresión en el rostro del susodicho, de no entender nada, hizo que Kazunari borrara su sonrisa por un momento. Lo que sucedió a continuación incluso hizo que Shintarō se callara de golpe.

Takao enrolló las piernas en toda la cintura de Midorima, pegandolo con mucha presión contra sí. Sus partes nobles en demasía. Y, en medio del estupor del peli-verde al percatarse de la comprometedora posición en la se encontraban, el de ojos azules se soltó de las menos de Midorima, que sostenían las suyas, y lo tomó de las mejillas y juntó sus labios en un corto y casto beso.

Shintarō se quedó completamente inmóvil y con los ojos abiertos de par en par, por lo que pudo contemplar como Kazunari se encontraba con los ojos cerrados y con las mejillas levemente coloreadas. Cuando él se alejó y le sonrió de una manera un tanto tímida, con los azules ojos achinados y brillosos, Shintarō no pudo hacer más que pasar saliva con fuerza. Su corazón golpealteaba contra sus costillas.

—Es porque sé de todo el estrés que tienes encima —conmezó Takao a decir, sin perder la pequeña sonrisita en sus labios—, que solo quiero que te relajes un poco, Shin-chan. Se supone que venimos cada año para olvidarnos de todo y disfrutar de la compañía. No pienses en nada que no sea relajarte.

Midorima pasó saliva una vez más, antes de hablar por fin.

—No hay forma de que pueda relajarme con un broma tan estúpida-nanodayo.

Takao se mordió el interior de las mejillas para no carcajearse. Lo cierto era que era muy gracioso, aunque, claro, eso dependía completamente de la perspectiva con la que se veía. Pero Kazunari no quería reír por eso en ese momento, sino por la frase con la que Shin-chan estaba terminando sus oraciones: «nanodayo». Él sabía que era algo que el de ojos verdes no controlaba, aunque lo intentaba. Era un hábito que había adquirido de pequeño y continuó en la adolescencia, sufrió un poco de Bullying por ello. Y era por eso que había estado midiendo un tanto sus palabras para no soltarlo al final, y le funcionaba, la gran mayoría de las veces. Pero en ese momento, que estaba tan nervioso, se había olvidado de ello y solo salía sin que pudiera evitarlo.

Si era sincero, Takao fue uno de los que le hizo Bullying, pero eso quedo en el pasado. Desde hacia mucho, tanto que no recordaba el momento exacto, dejó de parecerle gracioso en si, sino más bien adorable, aunque nunca se lo diría al peli-verde porque estaba seguro que ahí sí que intentaría golpearlo en serio. Eso era una muestra de lo tan nervioso que ponía a Shin-chan.

Ya fuera para bien o para mal, turbaba las emociones de Midorima Shintarō.

—Y a todo esto, ya sueltame-nanodayo —no esperó a que Takao acatara la orden. Agarró los muslos del peli-negro y los desenredo de su cintura, quizá un poco más brusco de lo que debería. Se incorporó quedando de pie frente al sofá cama y se acomodó los anteojos.

Kazunari se aguantó una nueva carcajada al observar una vez más lo que había hecho en la mejilla del peli-verde, ademas de la pose en la que éste se encontraba: aparentando dureza y con los brazos cruzados sobre el pecho. Hubiera sido intimidante un poco, pero se veía muy gracioso con el dibujo de pene en su mejilla y un monto de rayones alrededor. Shintarō lo fulminó con la mirada al notarlo.

—No vuelvas a hacerlo-nanodayo —advirtió él. 

—Oh, vamos, Shin-chan. Sabes que no puedo contralarme. Si vuelvo a verte así de nuevo, no podre detener mis manos.

—No me refería a pintarrajearme el rostro. Aunque eso tampoco vuelvas a hacerlo. Hablo del b… beso-nanodayo —bajó un poco la vista y volvió a acomodarse los anteojos.

—¿Por qué? Tú y yo sabemos que te gustó.

—No me gustó —dijo, carraspenando un poco la garganta. El pequeño sonrojo en sus mejillas le decía otra cosa al oji-azul.

Takao solo le sonrió con picardía.

El peli-negro se levantó del sofá, se plantó frente a Shintarō y lo observó desde abajo. Midorima se alejó un paso con el ceño levemente fruncido en una expresión un tanto confundida. Takao se acercó un paso más y el peli-verde se alejó otro. De haber sido cualquier otra persona, Midorima Shintarō le hubiera plantado cara y quizá le hubiera dirigido su mejor mirada de indiferencia, pero era Takao Kazunari quien, con una sonrisita coqueta, se acercaba a él cada vez que se alejaba un poco.

Las piernas de Midorima golpearon el escritorio del despacho y él trastabilló y quedó sentado sobre éste, dirigió la mirada un segundo al mueble y cuando volvio la vista al frente, Kazunari estaba a tan solo unos centimetros de distancia de su rostro.

Shintarō pasó saliva muy fuerte.

—Shin-chan —Takao dijo en un susurro—. Tú sabes que te am...

—Ya basta, Takao.

Takao apretó los labios en una fina línea. Su corazón apretujándose de a poco en poco. Observó los ojos verdes de Midorima, enmarcados por esas hermosas pestañas que poseía y protegidos por esos anteojos que usaba. Oh, amaba tanto esos ojos, y también esos labios finos que tenía. Le encantaba cuando decían su nombre, aunque en ese preciso momento los odio, pero aún así continuaba amándolos. Lo que más quería era que fueran suyos, poder besarlos cuanto y cuando quisiera. Quería que Midorima Shintarō fuera suyo, y viceversa.

Alzó una mano hacia el rostro del peli-verde y acaricio su mejilla que estaba libre de rayones. Pasó sus dedos con sumo cuidado sobre la piel blanca de su pómulo, como si lo que tocara fuera algo sumamente valioso y delicado. Luego bajo un poco hacia sus labios, y paso su dedo pulgar sobre estos. Él observaba lo que sus dedos hacían, completamente embelesado, pero eso se cortó de golpe cuando Midorima lo sujeto por la muñeca, no con fuerza pero tampoco con delicadeza, y alejó su mano de su rostro.

—Ya basta, Takao —repitió una vez más.

El de ojos azules hizo una mueca de dolor contenido.

—¿Por qué, Shin-chan? —Cuestionó con un hilillo de voz—. Tú me amas tanto como yo a ti. ¿Por qué continuas rechazándome una y otra y otra vez? ¿Por qué? —Toda la diversión de hacía unos minutos se había esfumado de él, tan solo había aflicción en sus ojos azules, que brillaban conteniendo lágrimas de impotencia.

Midorma lo observó estoico.

—Yo no te amo —afirmo, fue como un puñetazo al estómago para Kazunari—. Ya te lo he dicho muchas veces, Takao. Y aunque lo hiciera, cosa que no hago, no importaría, y tú sabes porque.

Oh, sí. Takao lo sabía muy bien, pero no porque no lo amaba; porque estaba seguro que lo hacía. Sino el porqué de su insistencia a negarlo. ¿Por qué no solo lo aceptaba y ya? ¿Por qué no solo mandaba todo al carajo y le gritaba que lo amaba? Su padre no estaba obligándolo a nada, incluso a él le sorprendió que aceptara. Entonces, ¿por qué lo hacía? ¿Por qué? A menos que…

—Oh —fue todo lo que pudo decir en ese instante. Observó una vez más a Midorima, a sus hermosos ojos que en ese momento no le dijeron nada. Estaba completamente serio—. Oh —repitió—. Ja…

—¿Qué es tan gracioso? —Cuestionó el de cabellos verdes, confundido.

Takao sonreía, pero la sonrisa no llegaba a sus azules ojos, parecía incluso querer llorar.

—Estaba seguro que me amabas. Pero no me amas —aceptó, al fin. Observó como Shintarō se humedeció los labios, y como su nuez se movió hacia abajo y hacia arriba—. Pero a ella sí… por eso aceptaste el compromiso tan fácil.

Shintarō no respondió. Así que Kazunari se tomó su silencio como una afirmación. Una afirmación que le desgarró el corazón.

—Okay, Shin-chan… okay —inhaló hondamente y luego soltó todo el aire—. Entonces… lo siento. Siento haberte incomodado de esta forma, y sobre el beso, ten por seguro que no volverá a suceder.

Entonces, sin esperar que Midorima respondiera, le dio la espalda y caminó hacia la puerta y salió del despacho. El peli-verde se quedó sentado sobre el escritorio unos cuantos segundos, observando la puerta que había quedado entreabierta. Después, llevó una mano hacia su pecho, sobre su corazón, y estrujó la tela de su playera.

 

~•§•~

 

Kuroko observaba, con una sonrisa mental y sentado en una esquina con Nigō a su lado, a Aomine, quien se encontraba en el pequeño Gimnasio dentro de la casa.

Desde que Akashi y el peli-rojo desconocido se marcharan de compras, él se había encerrado a hacer ejercicio, e incluso desde antes ya lo estaba haciendo. Hasta ahí, todo estaba bien, pero lo que divertía en exceso al peli-celeste, era que Daiki no podía controlar su molestia. Era tan obvio que le encolerizaba ver juntos a esos dos, que le sorprendía que nadie más lo hubiera notado.

Justo en ese momento, arremetía bestialmente contra el saco de arena, dando puñetazos y patadas como poseso, mientras murmuraba cosas inteligibles para sí mismo. Estaba todo sudoroso y hacía un buen rato que se había arrancado la camiseta, por lo que el sudor le resbalaba por todo el pecho, espalda y los brazos, y sus cabellos azules se encontraban incluso más enmarañados y húmedos que antes.

Bueno, desde luego era una magnífica vista.

Tetsuya lo entendía. Aomine siempre estuvo interesado en los pechos grandes y las sensuales cuervas de una mujer, comprendía que no era fácil aceptar que, después de todo, un cuerpo masculino también podía atraerle. Pero, aún así, ¿por qué frustrarse por ello? Nadie iba a juzgarlo, quizá bromearian un poco, kuroko más que nadie quizá, pero todos lo aceptarían. ¿Por qué era tan reacio a aceptarlo? Aunque tenía que admitir que era divertido verlo tan frustrado.

De repente, la puerta se abrió de golpe y por ésta cruzó Takao, Aomine ni siquiera le dirigió una mirada, aunque Kuroko si que lo hizo, y al ver el estado en el que se encontraba, se puso de pie de forma automática y fue hacia él. Nigō también. El de cabellos negros estaba hecho un mar de lágrimas, y la nariz le moqueaba. Tenía los ojos y las mejillas enrojecidas y no dejaba de hipar.

—Takao-kun —susurró al tenerlo de frente, él había ido directo hacia el peli-celeste.

Kazunari no dijo nada, solo se abrazó con fuerza a él sin dejar de llorar, su cuerpo temblaba por el llanto. Kuroko sintió que se le desgarraba el corazón.

El peli-negro solía ser tan sonriente y bromista, siempre tan alegre y con los ojos brillantes y llenos de emoción. Verlo en ese estado despertaba los instintos asesinos de Tetsuya. Y sin duda sabía a quien tendría que estrangular por haber borrado la bonita sonrisa de los labios de Takao.

Midorima Shintatō se iba a arrepentir de haber nacido.

 

~•§•~

 

Aomine, al percatarse de la presencia de Takao y Tetsu, y la escena que protagonizaban, salió por patas del Gimnasio. El peli-negro parecía estar terriblemente mal, y Daiki no estaba para consolar y resolver los problemas de otros, cuando no podía ni resolver los suyos. No por nada había optado por hacer ejercicio sin descanso para mantener a su mente ocupada y no pensar en su problema. Y, de todos modos, no es que fuera precisamente el indicado para dar consuelo.

Al igual que había hecho horas antes, asi como estaba de sudoroso y enseñando su piel, fue hacia la cocina por un poco de agua. En el camino se topó con Murasakibara, quien estaba desparramado en el sofa de la sala con forma de «L», viendo televisión y comiendo chucherías, como siempre. En la cocina, el líquido frío refrescó todo su interior, que parecía hervir, aunque no basto, así que simplemente se sirvió otro poco. Llenando el vaso estaba, cuando el sonido de motores de autos llegó a sus canales auditivos, estos estacionaron, se apagaron, un portazo y segundos después se escucharon las conocidas voces de Kise, Satsuki y Kasamatsu, al parecer ellos, al igual de Akashi y a el alto peli-rojo, también habían ido de compras al pueblo. Aunque ellos se fueron por su lado.

Entonces las voces de Seijürō y el otro muchacho también se escucharon. Aomine continuó llenando su vaso, ya que había detenido su acción, y trató de ignorar los pasos de todos, que con cada segundo se acercaban más y más, ya que era seguro que se dirigían a la cocina, o al menos Akashi y Fresita, puesto que escuchó como la peli-rosa, el rubio y Yukio informaron que se dirigirían a sus habitaciones a dejar sus cosas.

Aomine se llevó el vaso a los labios y se dispuso a beber todo el liquido en un intento de hacerse el desentendido cuando los peli-rojos ingresaran, y lo hubiera logrado de no ser porque, de ninguna forma, podía ignorar al muchacho que cruzó por la puerta junto a Akashi. Al igual que sucedió horas atrás, escupió toda el agua hacia un lado. Tosió durante unos segundos ante la ceja alzada de Seijūrō, y el entrecejo fruncido y las mejillas coloradas del alto chico desconocido. Ambos sujetaban en sus manos varias bolsas que suponía contenian víveres  para la despensa, y otras las prendas que Seijūrō compró para el muchacho.

—¿Estas bien? —Cuestinó Fresa—, ¿O nos harás el universal favor de morirte? —A Daiki le saltó una vena de la sien.

Era el peli-rojo desconocido, no le cabia duda de ello. Su jodida lengua afiliada se lo confirmaba. Eso y no creía que pudiera existir otra persona que poseyera esas estúpidas cejas de langosta. Era él, pero completamente diferente. El peli-azul se permitió observarlo de pies a cabeza. Primero que nada, se había deshecho de la ropa que Akashi le había obligado a prestarle puesto que eran las únicas que parecían no quedarle del todo mal; así que vestía un jean color negro junto con una playera roja. Pero, oh, por la madre, aún cargaba sus estúpidas pantuflas de peluche.

Se veía tan jodidamebte adorable, que Daiki tuvo que morderse la lengua para no soltar lo que pensaba, ya que el único que sentiría vergüenza sería él.

Segundo. Sus cabellos largos, con un estilo parecido al de Murasakibara, estaban más cortos. Pero, ¿qué carajos que se había hecho en las puntas? Oh, demonios, le importaba un reverendo cacahuate. Se veía increíblemente bien con éstas oscurecidas. Los Jeans le acentuaban las piernas, que no estaban tan raquíticas como se hubiera pensando al ver su rostro y abdomen, en cambio, se veían un tanto firmes y Aomine no quería divagar en como se verían sus posaderes. Por lo que había notado el día anterior, su cintura era estrechamente sensual para ser un chico, y en ese momento se notaba más con la ropa que usaba.

Demonios, ¿por qué se veían tan increíblemente sexy? Se había hecho algo más, ¿cierto? Pero, ¿qué cosa? Era imposible que se viera tan diferente solo con un corte de cabello y ropa nueva. ¿Qué más se había hecho? ¿Qué era lo que encontraba diferente aparte de? Y, ¡por un demonio! ¿por qué carajos se veía tan deslumbrarte que llegaba incluso a sentirse cegado? ¿Qué rayos eran todos esos destellos a su alrededor?

Oh, genial, su problema acaba de hacerse mayor.

Daiki lo miró directo a sus escarlatas ojos, y entonces lo notó. Notó que el chico no lo veía a los suyos, aunque sí que lo veía. Veía su cuerpo. Aomine notó el movimiento de sus rubíes, observando cada parte de su piel desnuda, lo vio pasar saliva con fuerza antes alzar la mirada y toparse con su azules irises. Al instante, las mejillas del alto peli-rojo se sonrojaron al ver que había sido descubierto, y él desvío la mirada hacia un lado.

Recompuesto de la patetica escena de hacía no mucho, Aomine sintió un revoloteo en el pecho, el cual trató de ignorar; sonrió engreído.

—¿Y privar al mundo de la fascinante escena que es contemplarme, así como oler la fragancia natural tan masculina que desprende mi cuerpo e impregna mi ropa? —Se mofó, respondiendo a las palabras que antes le había soltado Langosta—. Seee… no lo creo.

El peli-rojo se sonrojo violentamente al recordar lo sucedido en la mañana.

—Que considerado de tu parte —espetó con sarcasmo y vergüenza.

—Soy un alma piadosa, ¿qué te puedo decir? —Daiki se encogió de hombros.

Una vena le latió en la sien a Fresa.

—Bastardo egocéntrico —le dijo éste, sin verlo a los ojos. Aomine emitió una risita victoriosa.

El peli-azul iba a responder, pero entonces notó la sonrisa sombría que Akashi, junto a Langosta, tenía en sus labios. Sus ojos puestos en Aomine le decían que se callara de una buena vez. El peli-azul lo hizo. Pero en sus labios continuó dibujada su sonrisita.

Se acabó el agua y deposito el vasito en el lavadero, luego se dispuso a abandonar la cocina. Pero, cuando pasó junto a Langosta, le dijo casi susurrando en su oído.

—Cuando hagan una fragancia de mi aroma corporal, ten por seguro que te llegará una caja completa, totalmente gratis.

De inmediato, el peli-rojo volteó a verlo con ojos furiosos y las mejillas encendidas. Si eran ira o de vergüenza, a Daiki no le importaba, había logrado su cometido. Antes de que Fresa soltara algún comentario, se alejo sonriendo y silbando muy desafinado una canción que había escuchado en alguna parte.

Mientras se dirigía a su habitación, a darse una merecida ducha. Aomine pensó que, después de todo, quizá su problema no era tan desagradable si podía enfurecer y molestar de esa forma a Fresita.

 

Notas finales:

Yyyyyyyyyyyy, eso fue todo. 


¿Que tal?


¿Que les pareció? 


¿Les gusto? 


Jsbdksndddndkndd fue medio sad con respecto a Takao,  pero espero que sí les haya gustado. Personalmente, me retorcía de la risa en mi trabajo mientras escribía. Hahahshaahshah, sé que saben fdee sus parte hablo. Jsbznsnsnsnw por ahora este quedó un poco corto, pero ya cuando solo tenga que publicar en esta categoría, los haré un poco más largos. Tengo muchas cosas planeadas y además nuevos personajes aparecerán para rasgar los corazones de los tontos que no pelan a nuestros chiquitos. Pero ya verán, estos bastardos ya verán. Kadnksdmslx hehehehe


Bueno... eso es todo por ahora. 


Si el cap les gustó, ya saben que pueden hacérmelo saber por medio de un hermoso comentario. El cual responderé con mucho gusto (cuando pueda). Y sino, igual pueden hacérmelo saber, yo acepto sus comentarios de todo tipo, solo no me insulten mucho que lloro ;) 


Que el ángel me los cuide a todos. Besos y abrazos de oso. 


¡Hasta la próxima! 


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