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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

Holaaaaa.... 

¿Que tal, criaturas? ¿Comon les va?  Yo pasaba a dejarles el nuevo cap. Sé que me tarde y les pido disculpas. Ksndmdnfkdf 

A quienes me dejaron su bonito comentario: Angel y Juun, de verdad muchas gracias, fue hermoso poder leerlos. Besos y abrazos para todos en general. 

Los personajes le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki-sama. Por los posibles horrores ortográficos, dos mil disculpas. Lo leí antes de publicar pero seguro más de algo se me paso.

Sin más que decir excepto que, esperó por el ángel que el cap sea de su agrado, los dejo leer.

 

 

 

UNKNOWN

—Capítulo 3—

No memories

 

 


Las gotas de sudor que resbalaban por las sienes de Aomine, eran como ácido en su piel. Su cuerpo estaba completamente helado y seguro estaba temblando como gelatina. Aunque no precisamente por el frío.

Desde que soltara su patética y estúpida excusa, habían trascurrido tres minutos y diez y seis segundos, diez y siete, diez y ocho, die… el asunto era que lo estaba contando mentalmente. Y en todo ese tiempo nadie había dicho nada. La sala permanecía en un silencio tan sepulcral, que Daiki lo vio como un adelanto de su funeral.

Los hermanos Akashi eran en personalidades, por lo general, como el día y la noche. Sin embargo, había ocasiones en las que pensabas: «ah, definitivamente son hermanos». Y esto era cuando estaban molestos. Tenían un genio heredado por el mismísimo demonio y una maldad digna de recordar toda la vida. Daiki lo sabia muy bien, todo el equipo arcoíris lo sabia muy bien.

Así que, sí. Tenía un jodido miedo por lo que Seijūrō podría hacerle.

Tetsu, ¿Dónde carajos estaba Tetsu? En momentos como esos el mejor para calmar, o en ocasiones avivar más, los ánimos demoniacos del emperador era el peli-celeste. Tratando de no ser muy obvio, Aomine busco a su amigo con la mirada, pero no lo vio por ningún lado, en cambio, si que observo las muecas que hacia Takao al intentar contener su escandalosa risa. Kasamatsu por otro lado, tenía un poco de respecto al no mostrar ninguna expresión, así como Midorima. Por parte de Satsuki, ella estaba de brazos cruzados y con un puchero en sus labios.

Y ni que decir de Murasakibara, quien continuaba sentado en el sofá, comiendo sus golosinas y no se veía nada interesado en lo que sucedía a su alrededor. Y Kise, quien estaba a su lado y sí se notaba curioso aunque muy nervioso. Sus dorados ojos volvieron a desviarse cuando se encontraron con los de Aomine. ¿Qué carajos le pasaba? Como fuera, Daiki no tenía tiempo de pensar en la rubia cuando su pellejo corría peligro y el único que podía salvarlo, o terminar de condenarlo, no daba señales de vida.

¿Tetsu no había llegado o es que el maldito estaba escondiéndose en algún lugar para torturarlo? Podía esperar cualquier cosa de ese peli-celeste fantasma.

—Escucha, Akashi —aun sudando frio, decidió tomar la palabra y tratar de interceder por su cuello—. De verdad que n… —se detuvo de golpe y por instinto, retrocedió un paso, dos, tres.

Los mismos que, en completo silencio y con un aura oscura, Seijūrō dio hacia él.

Ay, demonios. Ay, demonios. Ay demonios. ¡Las salidas! ¿¡Donde estaban las salidas!? ¿¡Cual de todas era la mejor opción!? ¿¡Cuan rápido tenía que correr para poder escaparse de Akashi!?... ¡Ah! Podía dispararle. ¡Su arma, su arma! Daiki toqueteo los costados de su pantalón de forma frenética en busca de esta… no estaba. ¡Maldición! Claro que no iba a estar, pues la había dejado en su equipaje. ¡Mierda, mierda, mierda!

Alto…

¿Qué demonios estaba pensando?

Por supuesto que no iba a dispararle a Akashi, incluso si tuviera su arma en mano. ¿Qué maldita clase de oficial sería si lo hacía? Además, ¿Cómo carajos podía mostrar una actitud tan patética? Alguien que aspiraba a unirse a las Fuerzas Especiales, no podía acobardarse con un tipo como Akashi.

«Serenidad, Aomine, serenidad».

El cambio en Daiki fue notable a ojos de Seijūrō, pues la turbación en su expresión, espasmos en su cuerpo y obvio miedo en sus azules ojos había sido remplazado por una gran tranquilidad y fuerza. Ahora sus ojos incluso tenían cierto brillo incitador, y había una sonrisilla de medio lado en sus labios provocando al peli-rojo, retándolo a que intentará hacerle algo. Fuera lo que fuera, Aomine no iba a dejarse. Sí, era culpable, pero no estaba dispuesto a quedarse quieto y aceptar sin más, algo que atentaba contra su integridad.

Una extraña tensión se formo alrededor de ellos. Sus miradas se ensamblaron y parecía que rayos destellantes chocaban entre si, provenientes de sus ojos. Los demás jóvenes presentes esperaron con impaciencia el inicio y desenlace. Parecía que una épica batalla estaba a punto de llevarse a cabo.

Pero esta termino más rápido de lo esperado.

El primero en moverse fue Seijūrō, pero no hizo nada de lo que los demás jóvenes presentes habían pensado. El peli-rojo tan solo coloco la mano sobre el hombro de Daiki y dio un hondo suspiro. El aura de maldad pura había desaparecido y, en cambio, ahora se veía tan solo resignado.

—Dejaras la habitación como nueva —ordeno con tono suave, cansado—. Cambiaras los cobertores, sabanas e incluso la alfombra —retiro la mano y giro sobre sobre sus tobillos, dio un paso, dos; por el rumbo que llevaba, parecía ir hacia la cocina.

Sin embargo, se vio interrumpido al, el resto de jóvenes exceptuando a Murasakibara y Kasamatsu, rodearlo impidiendo que continuara con su trayectoria. Incluso Aomine era parte de ese círculo.

—Akashi, ¿sucede algo? —cuestiono Midorima, colocando una mano sobre el hombre del joven, mientras que en la otra sostenía su Lucky Ítem del día. Seijūrō dirigió la mirada hacia donde su amigo tocaba, luego alzo la vista y busco los verdes irises del chico. Shintarō noto entonces las casi imperceptibles sombras bajo los ojos del emperador. Su mirada siempre calmada, en esos momentos se veía turbia, como sin un vendaval perturbara todo su interior.

—Nada de que preocuparse —respondió con simpleza.

—Puedes decirnos lo que sea, Akashicchi. Sin importar que —Kise dijo. El alivio que había sentido al Aomine estar fuera de peligro, había sido remplazado por nueva preocupación, pero estaba vez por el peli-rojo.

Aomine pensó en disculparse. Disculparse en serio por lo sucedido, pero noto que no era por ello que Akashi parecía un tanto decaído. Ahora se sentía terrible por el mal rato que estaba haciéndole pasar. ¿Había ocurrido algo en su casa? ¿En la empresa? Ninguno de los jóvenes había escuchado algo al respecto así que en realidad no tenían ni idea de que podía sucederle.

Seijūrō negó con la cabeza y se encogió de hombros.

—Estoy bien…

Nadie le creyó.

 

~•§•~

 

En la habitación de Aomine, el chico peli-rojo permanecía recostado boca arriba, pero a diferencia del momento en el oji-azul intento despertarlo sin éxito, ahora el joven tenía los ojos abiertos de par en par. Sus irises eran como dos hermosos y brillantes rubíes, y estos llevaban como dos minutos, quizá más, contemplando el techo como si se tratara de la cosa más interesante del mundo, sin moverse un solo centímetro.

Finalmente, se incorporo en la cama y observo toda la habitación. A simple vista se notaba el lujo. Muebles con tallados hechos a mano y de gran elegancia. Objetos de decoración muy finos. Cortinas blancas de un diseño agraciado. Las sabanas que lo cubrían hechas de la más suave seda. Tanto lujo contrastaba terriblemente con las desgastadas prendas que usaba él sobre su cuerpo.

El graznido de las gaviotas al otro lado de los cristales de la puerta corrediza llamo su atención, así como el sonido de las olas al chocar con fuerza contra la playa. El peli-rojo tomo asiento al borde de la cama un segundo, luego se puso en pie, lo cual le causo cierto dolor punzante en sus descalzas plantas, y fue hacia el ventanal. El sol brillaba con intensidad casi en su punto más alto en el cielo, pero la brisa marina le daba frescura al ambiente. El aire helado cocho con delicia contra el rostro del joven y movió sus largos cabellos rojizos al abrir la puerta corrediza y salir al balcón.

Era una vista preciosa. Azul hasta donde sus rojos irises alcanzaban a ver, ya fuera el mar o el cielo libre de nubes. Una sensación de paz y calma lo embargo, por lo que cerro los ojos, inhalo con fuerza y siguió disfrutando la deliciosa frescura que continuaba acariciando su piel. Hasta que tuvo que abrirlos al un pequeño mareo desequilibrarle. Se sostuvo del barandal para no caer, y párpado repetidas veces tratando de deshacerse de la sensación de vertido en su cuerpo.

Una vez esta desapareciera, una inevitable cuestión llego a su mente.

—¿Dónde rayos estoy? —susurro para sí.

Su voz se escucho rasposa y las palabras ardieron en su garganta al pronunciarlas. Dio un carraspeo y por inercia se humedeció los resecos labios.

Llevo la vista hacia la playa, buscando a alguien, quien fuera. Su cuello se movió hacia la izquierda y hacia la derecha, pero ningún alma se veía cerca. Sin embargo, unas voces llegaron a sus canales auditivos y estas parecían provenir del interior de la casa, desde la primera planta.

El joven inhalo una vez más ese aire tan puro, tan limpio, antes de girar sobre sus tobillos y adentrarse nuevamente en la habitación. Sus pasos eran lentos, pues dolor en las plantas de sus pies permanecía aun, mientras salía al pasillo y recorría este hasta el inició de las escaleras. En las paredes pudo observar hermosas pinturas de paisajes naturales y arquitecturas imponentes, en marcos con diseños preciosos. El trazo con el que habían sido hechas, tan preciso y detallado, realista, le decía al joven que el artista realmente amaba su trabajo. El cual debía de ser sumamente caro.

Finalmente, las escaleras se mostraron a sus ojos y, apoyándose en la elegante madera del barandal, bajo escalón a escalón. Las voces se escuchaban cada vez más cercanas, por lo que podía distinguir perfectamente los tonos. Aunque, lastimosamente, no reconoció ninguna de ellas.

«En serio, ¿Dónde carajos estoy?».

Al llegar al final de las escalares, se apresuro en ir hacia la que sería la sala. Lugar en el que sin duda alguna yacían los dueños de las voces. Mientras se acercaba, distinguió preocupación en el tono de la mayoría de los presentes, uno pareció un poco tenso. Al chico no le causo curiosidad el porque de que el ambiente se encontrara de esa forma, tan solo quería saber donde estaba y como había llegado allí.

—Disculpen, ¿pueden decirm…? —comenzó a cuestionar una vez estuvo en el lugar de destino. Sin embargo, se detuvo a media pregunta al ver a los presentes. Se tomo un instante para observar a los chicos que permanecían de pie y en círculo.. Acabado su escrutinio, fue imposible que sus ojos no se achinarán y una sonrisita se formara en sus labios.

Al su voz hacerse escuchar, todas las miradas del equipo arcoíris, incluida Satsuki, se centraron en él. Así mismo la de Kasamatsu y Takao: el primero se encontraba recostado contra la pared y de brazos cruzados, mientras que el segundo insistía en tomar a Shintarō del brazo sin existo alguno. A excepción de Yukio y Atsushi, los jóvenes continuaban rodeando al peli-rojo emperador.

—¡Wow! ¿Dónde estoy? —cuestiono sin perder la sonrisa en los labios el de cejas como tenazas de langosta—. ¿En la guarida de los Power Rangers?

Las reacciones de los presentes fueron inmediatas.

A Satsuki se le desencajó la mandíbula por la impresión de lo dicho, aunque después se cubrió los labios tratando de reprimir una sonrisita. Los dorados ojos de Ryōta brillaron de emoción, pero luego, por alguna extraña razón, palideció. Shintarō alzo las cejas aunque, segundos después, frunció el entrecejo y observo con severidad al osado muchacho. Aomine se cruzo de brazos, completamente indignado y molesto ¿Cómo se atrevía ese tipo? Murasakibara, sentado el sofá, simplemente le dirigió una mirada desinteresada mientras se llevaba una fritura a los labios. Kasamatsu trataba de mostrase imperturbable, aunque el temblor en sus labios, señal de una sonrisa contenida, lo delataba completamente. Takao, por su parte, no reprimió en ningún momento su diversión, puesto que se carcajeó de todos con gran descaro.

A Seijūrō le dio un fuerte tic en el parpado izquierdo, y esa aura negra que antes había desapareció volvió a manar de él. Genial, que lindo. No solo el chico ese tenía el atrevimiento de burlarse de ellos en sus narices, si no que de paso, se trataba del que había sido el polvo de Aomine la noche anterior. ¿Cómo debía deshacerse del que profano su casa? De una forma muy linda, por supuesto. Akashi apretó la mandíbula y sus puños se cerraron con fuerza. Su mejor mirada afilada dirigida hacia el alto peli-rojo.
Antes de que alguno dijera nada, una persona se adelanto.

—En efecto —la nueva voz se dejo escuchar en la sala. Específicamente a un costado del de cabellos largos y ropas gastadas—. Estas en la guarida, y él —señalo a Akashi—, es por supuesto el líder.

—¡Fuck! —chillo el de cejas como tenazas de langosta al ver a un extraño chico, más bajito que él y de cabellos y ojos celestes, a su lado. Sobraba decir que no lo sintió llegar y pararse junto a él. El susto fue tanto que se llevo una mano al pecho, mientras se alejaba dos pasos, sintiendo como su corazón latía con intensidad dentro de su caja torácica.

Kasamatsu estuvo a punto de carcajearse, pero logro contenerse. Takao sentía que el estomago estaba comenzando a dolerle. El equipo arcoíris fulminó con la mirada a Tetsu. ¡Al fin se dignaba a aparecer!

—¿De donde carajos saliste? —cuestiono el alto peli-rojo, su ritmo cardíaco con menos aceleración.

Kuroko ignoro la pregunta, o quizá simplemente no la escucho. Sus ojos, normalmente carentes de alguna expresión, se mantenían fijos en dirección hacia Seijūrō.

Akashi al principio no supo como reaccionar ante la forma en la que Tetsuya lo veía, pero entonces noto cierto brillito en los ojitos del peli-celeste. Ya había visto esa mirada antes. Supo que planeaba sin que alguno de los dos dijera algo.

—No te atrevas —advirtió el emperador con un tono autoritario.

Los presentes dirigieron la mirada hacia el dueño de casa al escucharle hablar, luego, al fijarse que su vista estaba puesta en Kuroko, prestaron suma atención al peli-celeste.

Tetsuya ignoro la advertencia olímpicamente, y Akashi observo en sus labios un casi, casi movimiento de una de sus comisuras, antes de que el chico sacara su celular y comenzara a teclear con la mano derecha, mientras que en la izquierda sostenía un malteada de vainilla.

Pronto, proveniente del teléfono de Kuroko, una melodía resonó en toda la sala:

 

¡Go! ¡Go! ¡Power Rangers!

¡Go! ¡Go! ¡Power Rangers!

¡Go! ¡Go! ¡Power Rangers!

 

El párpado derecho de Tetsuya tembló, y él tuvo que morderse el interior de las mejillas o su personalidad, seria y carente de muchas expresiones, perdería por completo su reputación. Se obligo a inhalar y exhalar para reprimir la carcajada.

Satsuki hizo un sonido de garganta al casi escapársele una risotada, logro cubrir sus labios con ambas manos pero aun así el sonido resonó. Aomine fulminó con la mirada, una vez más, a su peli-celeste y descarado amigo. Kise perdió por un momento la expresión de susto, cambiándola por una entremezclada con sorpresa, indignación y emoción, esta duro muy poco puesto que pronto comenzó a sudar frío y desvío la vista hacia ningún punto en específico. El rostro de Shintarō se desencajó y luego puso los ojos blanco, esto durante apenas unos segundos ya que rápidamente recompuso su expresión, pero el aura que comenzó a manar de él: de un negro rojizo que gritaba peligro, delataba su estado de ánimo. Las venas hinchadas en las sienes de Seijūrō, sus ojos abiertos de par en par y la sonrisa extraña en sus labios, le dijeron a Tetsuya que su nivel de tolerancia llegaba hasta cierto punto por encontrarse, aparentemente mal. Aomine se salvo, pero el peli-celeste acaba de sobrepasar esa línea. Era de conocimiento público el repudio de Akashi por los motes respecto a sus tonos de cabello, motivo por el que nadie decía algo al respecto estando en su presencia.

Pero, por supuesto, Kuroko solía tentar mucho al diablo sin temor alguno.

Kasamatsu giro sobre sus tobillos y recostó la frente contra la pared, mientras empuñaba las manos y también las posaba en esta. Sus ojos fuertemente cerrados, pero en sus labios una sonrisa silenciosa fuertemente contenida para no carcajearse. Carcajadas que de igual forma se escucharon, pero provenientes de la garganta de Kazunari, quien se dejo caer de espaldas a la alfombra. El chico se retorcía sobre si como lombriz fuera de la tierra, mientras se sostenía el adolorido estomago y la voz poco a poco iba desapareciendo. No porque dejara de reírse, si no porque tanta era la gracia que le hacia, que su voz era incapaz de salir. Sus ojos lagrimeaban y sus mejillas estaba rojitas. ¡Poder ver esa expresión en el rostro de Shin-chan no tenía precio!

Murasakibara se llevo unos dulces a los labios mientras observaba a Takao retorcerse en la alfombra, él no entendía cual era la gracia del asunto. Y tampoco el porque la mayoría de sus amigos estaban furiosos.

—Shintarō —la imponente y molesta voz del emperador resonó en las paredes—, préstame tu Lucky Ítem un momento.

—Con gusto.

El peli-verde le entrego dicho objeto, y ya con este en sus manos, Seijūrō dio un paso hacia Tetsuya y el alto peli-rojo. Por puro instinto de supervivencia, Midorima, Daiki, Ryōta y Momoi tomaron una distancia prudente. Lo sentían por esos dos, pero el hecho de parecer que se habían confabulado para fastidiar a Seijūrō, era un acto de traición por parte de Tetsuya. Y el emperador estaba a punto de llevar a cabo su sentencia de muerte.

El alto peli-rojo estaba sudando en cantidades exageradas ante la intensidad de presión que la mirada de Akashi emitía. El latido de su corazón estaba acelerado, las manos le temblaban leventemente y sentía como si estuvieran aplastándole el pecho… intentar respirar dolía.

No sabía qué, pero algo en la forma en la que ese chico lo veía: con una mirada tan agria como el mismísimo veneno, le causo pánico. No porque le tuviera miedo al Emperador, si no que esos ojos trajeron recuerdos a su mente que no sabía que tenía. No recuerdos específicamente con escenas claras, de hecho ni siquiera estaba seguro que fueran realmente recuerdos, pero si el sentir de ciertas sensaciones y emociones. Se vio a si mismo gritando hasta destrozarse la garganta: la espantosa molestia en esta y el sabor de la sangre. Un terrible dolor golpeando con fuerza contra su espalda: su piel desprendiéndose y el liquido rojo manado. Lágrimas bajando por sus mejillas dejando una sensación de ardor terrible: un llanto desesperación, lleno de miedo y terror.

Él, completamente pálido, retrocedió un paso, dos… y entonces eso fue todo.

Los presentes observaron con lujo de detalle, y sin poder siguiera moverse por lo repentino del suceso, como el polvo de Aomine ponía los ojos en blanco y se desplomaba sin más en el suelo de la sala.

Por largos segundos, ninguno se movió. Luego, el primero en reaccionar y acercarse al inconsciente chico fue Shintarō, en compañía de Takao, a quien la diversión se le evaporo del cuerpo siendo remplazada por seriedad. A ellos dos, prácticamente le siguieron casi todos los demás jóvenes, a excepción de Murasakibara, Kise y Daiki. El peli-morado esta vez veía con interés la escena pero sin realmente querer formar parte de ella. Aomine por su lado, no sabía donde meter la cabeza. El rubio estaba incluso más pálido que antes.

Midorima, siendo Medicina su profesión, procedió a hacer una revisión física. Lo primero a tomar en cuenta fue el golpe en su cabeza, el cual hasta ese momento había estado oculto bajo su cabello largo, había un rastro de sangre seca en esta pero no se veía realmente muy seria. Luego estaba un rasguño un tanto grande y amoratado en su brazo izquierdo, aunque no era algo para morirse.

—O se cayo de la cama de forma estrepitosa —dijo el de cabello verde viendo a sus amigos—, o alguien fue una completa bestia anoche-nanodayo —sus ojos clavados en los de Daiki.

Todos observaron a Aomine con total desaprobación. El policía, indignado, abrió labios para defenderse, pero antes de que este pudiera decir siquiera una palabra, Ryōta se le adelantó.

—¡No fue mi culpa! —grito el rubio, sus ojitos dorados soltando algunas lágrimas—. ¡Él apareció de la nada! ¡No pude frenar a tiempo!

Y antes de permitir que alguno le reclamara, salió corriendo en busca de las escaleras, las subió y fue tan rápido como pudo a la habitación en la cual dormía.

—¿Significa eso lo que creo que significa? —cuestiono Kazunari a Shintarō.

—Eso parece.

No hubo falta de ninguna aclaración por parte del Médico. Todos comprendieron, por los golpes del alto peli-rojo y la confesión de Kise, que fue lo que en realidad sucedió.

—Por un momento de verdad creí que te gustaban grandotes, Aomine-kun —Momoi asintió, concordando con el peli-celeste—. Ya estaba pensando en hacerme una operación para estirarme las piernas —sus ojos buscaron el rostro de Seijūrō, esperando alguna reacción de su parte por la insinuación que acaba de hacer, pero el Emperador ni había cambiado su semblante ni lo veía. Kuroko chasqueo la lengua, una vez más decepcionado.

—Ese maldito —siseó Daiki—. ¡Echándome la culpa de sus estupideces! —rugió furioso, en sus azules ojos parecían verse oscilantes llamas—. ¡Ya decía yo que no pude realmente haberme acostado con otro tipo! ¡Pero me va a escuchar! ¡Ese maldito me va a escuchar! —y soltando una larga lista de insultos, se fue en busca del rubio.

Kasamatsu, sin decir ninguna palabra, fue de prisa tras él.

—Kise-kun morirá —afirmo Kuroko mientras le daba un sorbo a su malteada de vainilla.
Momoi asintió.

—Pobre Ki-chan.

Ambos negaron con la cabeza con una expresión de solemnidad, después volvieron la vista hacia el chico que continuaba inconsciente.

—Sera mejor llevarlo a una habitación —Seijūrō dijo mientras se ponía en pie, a lo que Midorima asintió.

—Murasakibara —le llamo el de anteojos—. ¿Podrías llevarlo a mi habitación-nanodayo?

El susodicho hizo un puchero y mala cara antes de ponerse en pie cuan largo era y caminar hacia sus amigos, en las manos llevaba la bolsa que contenía todas sus golosinas. Le entrego esta a Kazunari y después llevo una rodilla al suelo y se inclino sobre el peli-rojo de cabellos largos. No hizo falta que le dijeran que tuviera cuidado al alzarlo, lo sabia de sobra. Paso suavemente una mano bajo el cuello del chico y una también bajo sus muslos. Pronto se encontró caminando hacia donde se le había dicho. A la habitación solo lo siguieron Midorima y Takao, puesto que el dueño de casa debía hablar con Ryōta, por lo que Kuroko y Satsuki debían, querían, escuchar lo que fuera a decirle. 

Estaban seguros que si Aomine y Kasamatsu no lo habían descuartizado ya, sin duda alguna Akashi sí que lo haría.

 

~•§•~

 

Daiki se adentro en la habitación dando un fuerte portazo y sobresaltando a Ryōta en el proceso, pues este se encontraba acostado boca abajo y abrazándose a una de las almohadas. Al escucharlo ingresar rápidamente se puso de pie y, usando la almohada como escudo, trato de alejarse lo más que pudo de él.

—¡Aominecchi, no me mates antes de la boda! —chilló.

Con una sonrisa retorcida, el peli-azul respondió:

—¡Como si quisiera casarme contigo! Además, no te voy a matar… solo te dejare medio muerto —el rubio sintió un escalofrío bajarle por la espalda.

—¡Perdón! —suplicó.

—Te perdono…

—¿D-De verdad?

—¡Por supuesto que no!

Kise dio un grito al ver a Daiki aproximarse hacia él con el puño alzado y claras intensiones de estrellarlo contra su rostro. Cerro los ojos plenamente consciente de que se lo merecía, aunque eso no quería decir que no estuviera temblando de miedo. Sin embargo, el golpe jamás llego, por lo que abrió los ojos de nuevo. Lo que vio fue la mano de Aomine siendo detenida por sobre su muñeca, por otra mano.

—Cuidado con lo que haces, Aomine —En la voz de Kasamatsu había una clara amenaza.

El peli-azul se libró del agarre tirando fuerte de su brazo, chasqueo la lengua sabiendo de sobra que seria una bajeza de su parte romperle la cara a un chico como Ryōta. No porque la rubia no se lo mereciera, si no porque sus padres le habían educado con buenos valores, y entre ellos estaba el nunca ponerle la mano encima, y sobre todo, respetar a esa clase de chicos.

—Kasamatsu-sempai —los dorados ojitos del rubio brillaron con intensidad observando a su salvador. El peli-negro parecía desprender un aura divina.

Fue el turno de Yukio para chasquear la lengua con demasiado fastidio, el encanto desapareció por completo de él. Luego empuño la mano y le dio un coscorrón en la cabeza a ese tonto modelo.

—¡Si primero me defiendes no me golpees luego! —lloriqueo mientras se sobaba donde había recibido el golpe.

—¡Te mereces algo muchísimo peor! ¡Eres un reverendo estúpido! —guió una de sus manos hacia la mejilla de Kise y tiro de ella. Los ojitos de Ryōta lagrimeaban por el dolor mientras él se quejaba—. ¡Como se te ocurrió atropellarlo!

—¡Pero es que nunca fue mi intensión! ¡Él salió de la nada y se planto frente al auto! ¡Lo juro!

—¿Y porque no lo llevaste a un hospital? —Seijūrō dijo, ingresando en ese momento en la habitación—. Pudo haberse lastimado de gravedad. Era necesario que lo chequearan de inmediato —camino hasta plantarse frente a Kise y se cruzó de brazos, observándolo con severidad.

La molestia y enojo que antes desbordaba de su cuerpo había desaparecido, ahora tan solo era el mismo Seijūrō que normalmente era. Quizá un poco un más severo.

—Es que… creí que podrían arrestarme —dijo muy bajito mientras estrujaba la tela de la almohada que aun yacía en sus manos.

—¡Y te lo merecerías por idiota!

—¡Ya deja de insultarme, Kasamatsu-sempai!

—¡Si el chico te demanda luego de esto, con gusto te encerrare yo mismo en una celda!

—¡Que mal amigo eres! —Kise corrió lejos del de cabellos negros, y fue directamente hacia Kuroko y Momoi, quienes también habían ingresado en el lugar—. ¡Kurokocchi, Momocchi! —lloriqueo mientras se aferraba a ellos. La peli-rosa le dio unas palmaditas en la espalda, Tetsuya sólo se dejo hacer mientras le daba otro sorbo a su malteada de vainilla infinita.

—Silencio —ordeno Seijūrō y eso basto para que Kise se callara por completo. Aun corría peligro—. Ryōta, explícame a detalle lo sucedido.

El rubio deshizo el agarre que mantenía sobre sus amigos, limpio las lagrimitas de cocodrilo de sus mejillas, inhalo hondamente y luego dirigió la vista hacia el Emperador.

—Yo venía conduciendo a eso de las once —comenzó su relato—. Estaba hablando por celular con Kasamatsu-sempai —el susodicho asintió—, y todo paso en un segundo… él de repente salió de los árboles y se paro en medio de la carretera. No estaba allí y al instante siguiente sí lo estaba. ¡Juro que es verdad! Intente frenar pero él estaba demasiado cerca y el auto lo golpeó.

—Así que a ello se debió el grito de nena que soltaste —medito Yukio.

—Sí… ¡no grite como nena!

—Justo ahora lo estas haciendo, así que no puedes debatir.

Kise hizo un pechero.

—¿Y porque carajos me estabas echando a mi el muerto? —Cuestiono Aomine, molesto.

Ryōta se estremeció ante la palabra «muerto». Recordó el como se había sentido al bajarse del auto y ver al alto peli-rojo inconsciente en medio del asfalto. Por un momento realmente había pensado que estaba muerto, por lo que entró en completo pánico y tuvo unas ganas de llorar muy intensas. Hasta que el chico soltó un quejido lastimero, lo cual lo alivio de sobremanera. Pensó en llamar a una ambulancia pero luego medito en las consecuencias que ello conllevaría. Era demasiado joven para ir a la cárcel.

—No es que lo haya hecho a propósito, Aominecchi… estaba en pánico así que yo sólo le dije a Murasakibaracchi que lo metiera en la primera habitación que vi.

—¿Murasakibara? —Daiki no lo podía creer. Ahora tenía sentido el que esos dos estuvieran tan cercanos.

—Me encontró tratando de subirlo por las escaleras y dijo que se lo diría a Akashicchi. Tuve que sobornarlo.

—Ni siquiera es para sorprenderse —negó con la cabeza.

—Aclarado que al parecer no tienes tanta culpa —Seijūrō retomo la palabra—. Fue una total imprudencia de tu parte el traerlo acá. Como mínimo siquiera me hubieras informado de ello y yo podría haberlo solucionado. Yukio tiene razón… ese chico puede demandarte —todos observaron a Kise y luego negaron decepcionados.

—Meterte en la cárcel —agrego Daiki.

—Sabía que eras estúpido, Kise-kun —Kuroko comento—, pero no tenía idea de que a este nivel.

—Ya dejen de insultarme… —gimoteó.

—Ninguno dejara de meterse contigo, Ki-chan —Momoi le dio sus condolencias—. Mukkun quizá no.

No era realmente un gran consuelo para el rubio.

Estaba por lloriquear una vez y decirles que al menos tuvo la decencia de no dejarlo allí tirado, pero en ese momento ingreso Midorima en la habitación. Desde luego iba a estar molesto con Kise por la tontería que había hecho, pero la expresión en su rostro: demasiado serio y con el entrecejo fruncido viendo en dirección hacia el dueño de casa, les advirtió que había algo más.

—Akashi, tienes que ver esto —sin agregar nada más, giro sobre sus tobillos y regreso por donde había llegado.

Desde luego, Seijūrō fue tras el peli-verde y, por supuesto, los demás chicos les siguieron los pasos a ambos.

Takao estaba comiéndose las uñas cuando Shin-chan regreso en compañía de todos sus amigos. Se mordió suavemente los labios al verlos ingresar uno a uno y rodear por completo la cama donde reposaba el alto peli-rojo. Él muchacho continuaba inconsciente, pero Shintarō le había despojado de su desgastada playera para poder revisarlo por completo, así que su torso estaba desnudo.

La primera reacción de Satsuki fue abrir los ojos de par en par y llevarse las manos a los labios para ahogar un gemido de asombro. Kise se fue de espaldas y hubiera caído al suelo de Kasamatsu no haberlo sostenido.

—Claramente no es algo que tú le hayas hecho, estúpido —le dijo mientras lo ayudaba a incorporarse. El rubio parecía estar a punto de llorar.

Seijūrō, demasiado serio para gusto de cualquiera, se acerco al chico inconsciente e inspecciono cada parte de su piel visible. Kuroko se bebió su batido de un sorbo, deposito el vaso en un mueble cercano y de igual forma fue hacia el alto peli-rojo. Sin moverse de su lugar, los azules ojos de Daiki se movían de un lado hacía otro sobre el cuerpo del de largas hebras rojizas.

Tenía hematomas en prácticamente casi todo el abdomen, algunos ya casi desapareciendo y otros muy marcados, estos sin duda provocados por golpes propinados con fuerza exagerada. En su piel también habían pequeños cortes repartidos en un 85% de esta, al menos la que alcanzaban a ver, de igual forma unos ya estaban cicatrizados, mientras que otros aun se encontraban rojizos. Si eso se veía mal, aun faltaba agregar el hecho de que el chicos estaba demasiado delgado, sus costillas se marcaban visiblemente. Además de que uno de los huesitos de la clavícula se notaba un tanto deforme, por lo que no era difícil el suponer que sufrió una fractura y esta no fue tratada como era debido.

Y estaban entonces las contusiones en las muñecas y tobillos del joven. La piel estaba muy rojiza, amoratada, demasiado dañada, lo que indicaba que ejerció fuerza constante y por un largo periodo de tiempo en estas. Las marcas parecían ser hechas por grilletes de un buen grosor… Daiki había visto muchas veces esas heridas.

—Si piensas que eso se ve mal —Midorima le dijo a Akashi, y a todos en general—, deberías ver su espalda.

Seijūrō clavo la vista en el peli-verde, no iba a hacer lo que este le indico, puesto que algunos de sus amigos se encontraban un tanto afectados. Sin embargo, le indico con la mirada que se explicara.

—Marcas de latigazos —informo Shintarō—. Algunas ya cicatrizadas, otras en proceso.

Un escalofrío recorrió la espina de Kise, Momoi y Kuroko. Kasamatsu y Aomine fruncieron el entrecejo y apretaron los labios. En los ojos de Akashi se mostró una sombra. Observo al inconsciente peli-rojo una vez más, antes de voltear el cuello y dirigirse hacia Daiki.

—¿Secuestro?

—Quizá —respondió sin apartar los azules irises del cuerpo inconsciente sobre la cama—. Existen otras posibilidades, pero por ahora esa es la más probable ya que no parece ser realmente un delincuente. Tendremos que esperar que reaccione para poder interrogarlo.

Lo cual no tomo demasiado tiempo en realidad, puesto que justo en ese momento el chico emitió un suave jadeo y sus ojos temblaron. Él se removió en la cama y sus párpados lentamente se abrieron. Sus dos rubíes se asomaron bajo estos, los cuales observaban un tanto borroso, pero unos segundos después ya veían con total claridad. Una sonrisita se dibujo en sus labios al percatarse de quienes estaban presentes.

—Ah, los Power Rangers —dijo, luego se incorporo en la cama.

En esa ocasión, Seijūrō no le dio ni la más mínima importancia al mote, él giró sobre sus tobillos y camino hasta estar a un costado del chico. Entonces tomo asiento en el borde y fijo la mirada en sus ojos.

—¿Cuál es tu nombre? —cuestiono con un tono relajado, puesto que el muchacho pareció sobresaltarse ante sus acciones.

Los demás jóvenes en la habitación esperaron, expectantes. El peli-rojo se mostro un tanto dudoso pero después abrió los labios para dar su respuesta…

Aomine observo como en sus desconfiados ojos pareció desatarse una tormenta. Un huracán que agitaba todo su interior sin tregua alguna. Sus párpados se expandieron de par en par mientras sus irises se movían hacia los presentes, recorriendo el rostro de estos de uno en uno, un tanto asustado. Cuando lo observó a él, Daiki noto como su mirada cambio al encontrarse con su azules ojos, y se mantuvo por largos segundos. Y al contrario del miedo con el que había visto a sus amigos, a él lo veía como si esperara algo de su parte. Observo como sus labios temblaron, y luego cerro los ojos con fuerza a la vez que se llevaba una mano a la sien, específicamente donde yacía el golpe que ahora estaba cubierto con unas venditas.

Estuvo respirando agitadamente durante instantes que se sintieron eternos, antes de volver a levantar la vista y buscar una vez más los zafiros de Daiki, este lo vio pasar saliva fuertemente.

—Yo… no lo sé —susurro apenas, sin dejar de ver a Aomine. El peli-azul sintió su interior removerse al observar tanta fragilidad en sus ojos. Aparentaba estar en los veinte, pero con esa mirada tan temerosa y débil voz que brotaba de su garganta, tan solo se veía como un chiquillo solo y asustado—. No recuerdo cual es… no recuerdo nada.

Daiki sintió el impulso de ir hasta él y estrecharlo en sus brazos. No lo hizo.

Entonces todos, a excepción del peli-azul, dirigieron la vista de forma sincronizada hacia Ryōta, puesto que eso sí que era definitivamente su culpa. El rubio sudo frío con los ojos abierto como platos, y Kasamatsu le dio un zape en la parte trasera de la cabeza.

 

 

Notas finales:

Yyyyyyyyyy eso fue todo.

¿Que tal?

¿Que les pareció?

¿Les gusto?

Ojalá y sí... Jsnxkskdlx yo disfrute mucho escribir, por lo que realmente espero que les haya gustado como quedo. ¿Esperaban algo así? Había dejado algunos indicios así que si no lo esperaban, tampoco debió de ser una verdadera sorpresa. Jsndkdnflfn como sea... ¿Teorias locas? ¿Alguna idea de lo que sucederá de ahora en adelante? 

No sé ustedes, pero a mi me dio mucha risa cuando Kise confeso y salió corriendo. Hahhs jskdmdlx 

Ya no sé que decir...

Ojalá y el cap sí haya sido de su agrado, si así fue, pueden hacérmelo saber por medio de un lindo comentario. Si al contrario, no lo fue, igual pueden hacérmelo saber, solo no me insulten mucho que kokoro sufre. 

Que el ángel cuide mucho de sus vidas, besos y abrazos de oso para todos. 

¡Hasta la próxima! 

 

 

 

 


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