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UNKNOWN por RoronoaD-Grace

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Notas del capitulo:

 


¡Hola!


¿Como les va, criaturas? Yo espero que súper bien. Pasaba a dejarles el nuevo cap.


Pero antes de ir con la lectura, permitan agradecerles una vez más por la oportunidad que le dieron al fic. Ver sus preciosas lecturas me hizo muy feliz. Y a quienes me dejaron su hermoso y sensualon comentario: Soo y KagamiLove, ame el leer su bellas palabras. Alegraron mi kokoro más de lo que ya lo estaba. Muchas gracias.


Los personajes son propiedad de Tadatoshi Fujimaki-sama. Por los posibles horrores ortográficos,  dos mil disculpas. Leí el documento pero soy medio pendeja y ciega, por lo que estoy segura que más de un par de errores se me fueron.


Sin más que decir excepto que, espero por el ángel que el cap sea de su agrado, los dejó leer.

 

UNKNOWN

—Capítulo 2—

Por el maldito alcohol

 

 

El más que conocido sabor del licor recorrió su garganta al beberse de un trago todo el contenido del vaso. La mueca de desagrado que hizo no paso desapercibida para la persona que le había servido la bebida. Quien alzo las cejas y soltó una risilla divertida.

—Si realmente no te gusta, ¿Por qué no lo dejas? —cuestiono el hombre canoso al otro lado de la barra.

Los azules ojos de Aomine contemplaron el vaso ya vacío, luego, simplemente se encogió de hombres.

—Yo me hago la mismo pregunta, viejo —suspiro, a la vez que extendía el brazo en una indicación silenciosa de que se le llenara el vaso un vez más—. Su sabor es desagradable y la sensación que deja en la garganta aun más, pero por algún motivo siempre termino en un bar en mi día de descanso.

El hombre nuevamente sonrió, y su sonrisa era extrañamente agradable.

—Otra vez te reunirás con tus amigos —él acató la petición y luego continuo haciendo lo que hacia: limpiar los vasos.

Daiki dio un sorbo a su bebida, tomándose su tiempo para responder.

El lugar no estaba lleno ni nada por el estilo, pero tampoco era como si ni un alma se paseara por ahí. Porque habían otros clientes, solo que estos se podían contar con los dedos de las manos. De los altoparlantes, una tranquila melodía se podía escuchar, haciendo que el ambiente se volviera un tanto deprimente al estar casi vacío.

—Sí, otra vez nos reuniremos —Respondió el peli-azul, después se llevo el recipiente una vez más a los labios.

—Ah, que bueno es ser joven.

—No te pongas melancólico, es desagradable —El vaso una vez más estaba vacío—. Mejor dime, ¿Cuándo vas a cerrar este cuchitril? Cada vez que vengo esta peor. Mejor dicho, tu estas más decrepito.

El de cabellos canos soltó una carcajada.

—Tan insolente como siempre.

No es que ellos fueron precisamente amigos, de hecho, las veces que habían conversado eran muy escasas. Era solo que, hacia unos años atrás, Aomine había dado con ese lugar por pura casualidad mientras vagaba en el pueblo buscando distraerse en solitario. Al igual que en ese momento, sus amigos y él habían quedado para las vacaciones y en ese tiempo él no estaba precisamente bien. Maldecía mucho la debilidad que había tenido al, prácticamente, contarle toda su vida al hombre frente a él.

La siguientes veces que había quedado con los chicos del equipo arcoíris, como malditamente los habían apodado en el instituto, en más de una ocasión visito el lugar, encontrándose de nueva cuenta con el hombre. Quien, para su mala suerte, aun lo recordaba. «Un hombre con tus características es difícil de olvidar», le había dicho.

—De la única forma que cerrare este lugar, será muerto.

—Entonces apúrate y muérete… es un fastidio tener que pasar y ver tu fea cara.

—Nadie te obliga a venir.

Daiki sonrió de medio lado imperceptiblemente para cualquier otro, pero no para el hombre de cabellos canosos.

—Lo sé, pero tengo que asegurarme que no le contaste nada a nadie de lo que hable esa estúpida noche.

Y nuevamente, el viejo soltó una carcajada. Que excusa más tonta estaba dándole ese chico. Sin dudad alguna, había más en su interior de lo que a plena vista se veía. Era un buen muchacho.

Esa noche no solo Daiki se había abierto a él, si no que el hombre también había terminado contándole su vida. Las adversidades y dolencias que había afrontado… como había perdido a toda su familia. «Tú me recuerdas a mi difunto hijo», le había dicho, y Aomine sintió que de alguna forma debía, al menos una vez al año, velar por la vida ese hombre. Quien a pesar de todo lo que le había ocurrido continuaba mostrando una sonrisa cálida en su rostro.

Era extraño, era definitivamente extraño pensaba Daiki.

—Hablando de esa noche —el viejo movió las cejas de forma sugerente—. Al igual que en esa ocasión, hay una belleza observándote desde el otro extremo.

Aomine se mostró interesado, una tenue sonrisilla se dibujo en sus labios.

—¿Las tiene grandes?

—mmm, no exactamente… pero es una preciosura.

—Si no las tiene así —con sus manos sobrepuestas en sus pectorales, trato de mostrar más o menos el tamaño que le gustaba—, entonces no me interesa.

El de canas negó con la cabeza.

—Si sólo te fijas en el volumen de su pecho, nunca encontraras una persona con quien formar una familia. Puede que ahora estés bien solo, pero cuando el vacío en tu pecho sea inmenso, querrás tener a alguien junto a ti en las noches, alguien a quien acurrucarte. Y puede que consigas compañía que te satisfaga, que te de calor momentáneamente; pero nadie estará en tu cama al despertar en las mañanas.

Daiki había permanecido con la mirada sobre sus manos que sostenían el vaso nuevamente sin contenido liquido. Oh, cuanta razón tenía ese viejo. No iba a admitirlo en su cara, pero ese momento del que hablaba ya había llegado más veces de las que le gustaría admitir.

Ese vacío en su interior ya había alcanzado proporciones desmesuradas. Oh, quizá por ello era que siempre terminaba bebiendo cuando en realidad no le gustaba el alcohol. Trataba de llenar ese algo en su interior que le hacia sentirse solo.

Daiki no quería aceptarlo, pero quizá aun creía en el destino.

Desde siempre había pensado que existía una chica perfecta y especialmente para él. Una mujer que le complementaria y con la cual podían ser uno, una chica que se abrazara a él en las noches y le diera los buenos días en las mañanas… alguien que lo hiciera recostarse en su muslos mientras acariciaba con suavidad y ternura sus cabellos.

Agh, que malditamente cursi sonaba.

Aomine había esperado por ella, pero la impaciencia era uno de sus peores defectos. Y vaya que tenía varios.

Esa chica jamás había llegado, y Daiki no tuvo la suficiente paciencia para continuar esperando. Creía en el destino pero sus creencias eran un poco infantiles en ese momento. Pensaba que su chica especial se presentaría ante él a temprana edad. Que compartirían parte de su niñez y todo su adolescencia, su madurez. No la conoció en la preparatoria, pero espero poder encontrarse con ella en el instituto… pero ella no dio ninguna señal de su existencia.

Decepcionado y sintiéndose como un estúpido, Daiki dejo de esperar y, en cambio, busco una mujer con características físicas a su gusto. Si ella era atractiva y tenia buena delantera, ambas a la vez, estaba bien. Sonaba demasiado superficial, pero ese era su asunto.

No era de piedra, al contrario de lo que la mayoría pensaba de él. Tenía sentimientos y esperaba que alguna chica fuera lo suficientemente interesante como para que pensara que pasar la vida a su lado no sonaba tan mal. En un principio tenía expectativas muy altas: pesar mil y una venturas junto a su chica especial, hacer esto y lo otro, lograr tales metas. Pero con el transcurso del tiempo los sueños infantiles se esfumaron al igual que lo hizo la creencia de que existía una mujer destinada absolutamente solo para él, y quien también esperaba poder conocerlo.

Ahora, tan solo quería poder encontrar a alguien que estuviera ahí cuando abriera sus ojos. Dejar de ser un policía común y corriente, y poder ingresar a las fuerzas especiales.
Aunque, la verdad era que le daba un poco de pavor encontrar a una chica con la que estar estaba bien. El sexo era siempre bien recibido y el vacío crecía en su pecho cuando despertaba solo en las mañanas, pero de alguna forma tonta también se sentía aliviado. No lo decía… pero inconsciente aun esperaba por su chica ideal, y no quería que cuando ella al fin llegara a su vida, se decepcionara al ver que se conformo con cualquiera, que no espero por ella.

O tal vez simplemente tenía miedo de enamorarse y que le rompieran el corazón. Si la chica era plástica no había peligro de que crecieran sentimientos por ella. No había peligro de salir lastimado. Aunque eso tampoco ayudaba en lo absoluto, solo hacia que el agujero negro en su interior aumentara de tamaño. Y el peli-azul quizá tenia miedo de que al final se lo tragara.

«Patético». Daiki pensó de si mismo. No importaba si era una o la otra, las dos opciones eran igual de patéticas.

—Escuchar lecciones de vida es lo que menos quiero ahora, viejo —tan sólo quería continuar bebiendo durante toda la noche.

El hombre no respondió, se limitó a llenar de licor el vaso que Daiki nuevamente le extendía, sólo para que luego el chico se lo bebería de golpe a la vez que hacia una mueca de desagrado.

 

~•§•~

 

A Daiki lo despertó el brillo del sol sobre sus parpados, el graznido de las gaviotas sobrevolando al otro lado de la ventana, el choque de las olas en la playa y el sonido de un suave ronquido a su lado.

Lo primero que hizo al estar despierto fue bostezar, luego abrir sus azules ojos con gran pereza. Él estaba recostado de lado en la cama, descubierto y solo utilizando un bóxer negro con franjas grises. La vista de sus ojos se encontraba un tanto borrosa, así que solo veía una mancha roja frente a él. Quizá tenia que ver en ello el hecho de que estuvo bebiendo trago tras trago la noche anterior.

¡Ah! La cabeza estaba doliéndole y sentía reseca la garganta. Maldito alcohol.

Cerro los ojos una vez más y frunció el entrecejo. Otro bostezo escapo de sus labios acompañado de un quejido. En serio, maldito el que invento las bebidas alcohólicas.

¿Qué día era? Ni idea. ¿Qué hora? Peor. ¿Debía trabajar? Le importaba un carajo. La pesadez en su cuerpo y las secuelas de emborracharse la noche anterior no dejaban que pensara con claridad. Lo único que quería era estar tirado en la cama unas cuarenta y ocho horas más, así que, sintiéndose un tanto incomodo en la posicionen la que se encontraba, se removió en el colchón buscando acomodarse mejor.

Y entonces lo noto.

No estaba solo en la cama.

Los ojos de Aomine nuevamente se abrieron, y a diferencia de la primera vez, veía todo con total claridad. Pasaron unos segundos en los que se quedo simplemente observo el rostro masculino que estaba justo frente al suyo. Tan cerca el uno del otro, que bien pudo haberse movido escasamente y sus labios hubieran chocado.

Era peli-rojo y llevaba sus cabellos bastante revueltos y largos, quizá un poco más abajo de sus hombros. Su piel estaba un poco pálida, pero Aomine podía darse cuenta que no era precisamente de tez blanca. Su nariz era bonita, aunque tenia un poquito de ¿tierra? en ella, y de igual forma bonitos eran su labios, pero estos estaban un poco resecos. Sus pestañas era negras y largas, un tanto volteadas hacia arriba… y estaba ese par de ridículas cejas.

«Como las tenazas de una langosta». Pensó el peli-azul burlonamente.

El chico también estaba recostado de lado, de una forma un tanto adorable, usando sus dos manos como almohada. Y, a diferencia de Daiki, el peli-rojo estaba cubierto hasta sus hombros por una sabana blanca. Finalmente acabado su escrutinio, el cerebro del peli-azul termino de procesar la escena que protagonizaba.

Estaba con otro chico en la misma cama. Se encontraba semidesnudo con un hombre a su lado. Tan cerca que incluso pudieron haber estado durmiendo abrazados hasta hacia no mucho…

¡Por la puta verga!

Los ojos de Daiki se abrieron desmesuradamente a la vez que un escalofrío recorría sus espina dorsal y luego cada parte de su cuerpo. ¡No, no, no, no, no, no, no! ¡No podía ser cierto! ¡De ninguna forma podía ser cierto! ¡No!

Un tipo… ¡se había acostado con un tipo!

Aomine rodó lentamente sobre su espalda hacía el lado contrario de donde el desconocido dormía, ¡porque no tenia idea de quien era! ¡Ni siquiera recordaba nada de lo que sea que hubiera pasado la noche anterior! Rodó tanto, que inevitablemente termino en el suelo. Un golpe el seco y un gruñido de su parte resonaron en la habitación.

Como si se tratara de un suricato, asomo la cabeza por sobre el colchón verificando si por el ruido provocado, el chico se había despertado. Pero este ni siquiera se había movido un centímetro. Continuaba exactamente en la misma posición.

¡Genial, eso era genial!

Incorporándose completamente y tratando de ser lo más silencioso posible, busco sus prendas con la mirada, estas se encontraban desperdigadas en el suelo de la habitación. Lo primero en colocarse fue el pantalón, y recogiendo su playera azul estaba cuando algo entró en su campo de visión. Era tan sólo un objeto, algo trivial y sin importancia. Pero que al ser descubierto, le erizo cada vello de su cuerpo. Levanto la vista e inspecciono durante unos segundos la habitación en la que se encontraba. ¡No podía ser verdad! ¡Solo eso le faltaba!

Estaba en la casa de Akashi, específicamente en esa habitación asignada a su persona en cada ocasión que, tanto sus amigos como él, habían quedado para pasar unas buenas vacaciones juntos.

—Jamás van a olvidar esta mierda —susurro para si.

Pero, ¿y si no se enteraban?

Conociéndose, seguramente llego entrada la madruga, así que probablemente todos ya estaba durmiendo a esa hora, o ninguno había llegado aún. Por lo que, si aun no tenia a nadie sobre él restregando en su cara que El gran Aomine Daiki amante de lo pechos grandes se había llevado a otro hombre a la cama, ninguno estaba enterado aun de tan increíble, terrible, suceso.

Lo que debía hacer era despertarlo y, lo más silenciosamente posible, sacarlo de la casa evitando ser visto. Algo realmente difícil considerando la estura que parecía tener. ¡Más o menos la suya! Si lo descubrían, solo quería dejar en claro que estando en sus cinco sentidos jamás hubiera cometido tremenda locura. Culpaba completamente al alcohol, y por supuesto que después de tremenda tontería nunca iba a volver a tomar.

Primero se cortaba las bolas antes de nuevamente emborracharse.

Despertaría el chico en ese momento y le obligaría a cerrar el pico, le inventaría alguna mentirilla y luego de dejar todo el asunto en claro, saldría él primero para inspeccionar el terreno y las vías de escape. Después, cuando ya hubiera creado una ruta segura, regresaría a la habitación y era turno de sacar al peli-rojo por patas. Si se iba a caminando o tomaba un taxi más adelante, no era del interés de Aomine, lo único que quería en ese momento era sacarlo de la casa con la promesa de nunca jamás volverse a ver en la vida.

Sonaba bien. Ese plan sonaba bien… lástima que cuando él estaba a punto de colocarse la playera para llevarlo a cabo, este se fue completamente por el retrete al abrirse la puerta de golpe.

—Aomine, Akashi me envió para ver si estabas muer…to.

La taza de café en la mano del chico que había ingresado se hizo añicos al estrellarse de lleno contra el suelo de la habitación, mientras la mandíbula se le desencajaba por la impresión de lo que sus ojos azules le mostraban.

¡Oh, por la bendita madre que lo parió!... Era el pensamiento que cruzaba no solo por la mente del de cabellos negros, si no también de la de Aomine.

De encontrarse una tercera persona, despierta, en la habitación, le hubiera sido un tanto difícil decidir quien de los dos muchachos causaba más risa. Si la mueca de incredulidad en el rostro de Takao Kazunari o la expresión de espanto que mostraba Aomine Daiki.

El primer en reaccionar fue Takao, quien sacudió la cabeza para despabilarse y rápidamente saco su teléfono, puso la cámara y tomo todas las fotos que pudo.

—¡No puede ser, no puede ser, no puede ser! —susurraba, gritaba, mientras capturaba en fotografías el tan épico momento.

El peli-azul no pudo hacer nada para impedir las acciones de Kazunari, quien se movía sin parar de un lado para otro, se encontraba demasiado concentrado en inventar una excusa creíble de que no había sucedido nada de lo pensaba.

—¿¡Eso es sangre!?... —sin embargo, ante el grito alarmado del de cabellos negros, no pudo evitar no voltear a verlo. Takao se encontraba a un lado del peli-rojo, fotografiándolo desde cualquier ángulo que pudiera—. ¡Aomine, eres una bestia bruta! —el susodicho frunció en entrecejo, ofendido.

Podían decirle mujeriego, sin vergüenza, y todos los sinónimos que se les ocurrieran, pero él jamás le haría algo a alguien si no tenia su consentimiento. No recordaba aun nada de la noche anterior, y ojalá no lo hiciera, pero si el chico era un Masoquista no era asunto suyo.

—Como sea, no me importa —Takao continuó—. ¡Todos tienen que ver esto! —entonces salió corriendo de la habitación con celular en mano.

—¡Ni se te ocurra, Takao! —intento detenerlo, sin embargo, el chico fue más rápido.

—¡El gran Aomine Daiki, quien alega ser una amante de los pechos grandes, se acostó con un tipo! —sus gritos resonaron en las paredes de la casa mientras se alejaba por el pasillo con dirección hacia la cocina—. ¡Tengo pruebas de ello!

Aomine se quedo de pie en el marco de la puerta, con el torso desnudo y una promesa más hacia su persona. Definitivamente iba a matar a Takao Kazunari.

Suspiro honda y repetidamente.

Bueno, el plan de no ser descubierto había fracasado incluso antes de llevarse a cabo. Maldita su suerte. Y de todos, tenía que ser el idiota de Takao quien lo descubriera. Que estupendas vacaciones las que iba a tener, pensó con sarcasmo.

Bueno, no le quedan de otra que afrontar la situación. Era un hombre después de todo, una tontería por culpa del alcohol la podía cometer cualquiera. Al menos no recordaba nada del acto en si, y esperaba que fuera así por el resto de su vida. ¿Qué carajos cruzo por su mente borracha cuando se le ocurrió que acostarse con un tipo estaba bien? Conociéndose, seguramente nada. Grandísimo idiota.

Se inclino para recoger su playera, que nuevamente había ido a parar al suelo, se la coló y cuidando de no cortarse con lo pedazos de la taza que Takao había roto, fue hacia el chico peli-rojo y lo removió. Si ya sabían él, ¿Qué importaba sacarlo por la puerta principal? Lo mejor era que se largara por donde habían llegado para que pudiera él hablar con el otro peli-rojo, era un desconocido después de todo. Y seguramente Akashi estaría colérico por haber osado profanar su casa de la playa.

El primer intento no dio el resultado deseado, así que Aomine volvió a moverlo.

—Oye, despiértate. Tienes que largarte.

—mmm… —El chico le dio un manotazo en la muñeca y cambio de posición en la cama, boca arriba.

¡Ah! ¿¡Quien se creía el bastardo ese!

Furioso, poso las manos en ambos hombros del chico y lo removió tan rápido que si en algún momento el peli-rojo se despertó, volvió a quedar inconsciente por la muy brusca manera en la que su cuello se movió hacia delante y hacia atrás. Aomine terminó aun más frustrado.

Otro suspiro hondo salió de sus labios.

Sin quitar las manos del cuerpo del muchacho, pensó en que estaba bien, genial, si lo lanzaba por la ventana. No creía que la caída de un segundo nivel fuera a matarlo, ¿o sí? Si era posible, ¿los recuerdos de que se enredo con él morían también? Valía la pena intentarlo.

Quizá realmente lo hubiera hecho de no haberse dado cuenta de algo… ese chico estaba en los huesos.

Un poco consternado por ello, Aomine inspecciono una vez más el rostro del muchacho. En ese momento que lo observo en una mejor posición, noto las ojeras bajo sus ojos y lo marcados que estaban los huesos de sus pómulos. Además de que, sus brazos estaban sobre su vientre y con un vistazo de reojo, Daiki noto unas manchitas de pinchazos en las venas de estos.

¿Con que clase de tipo se había metido?

Gracias que tenía la ropa puesta, si lo hubiera visto, o recordará desnudo, y rogaba por no hacerlo, se traumaría para toda la vida. Definitivamente debía sacarlo de la casa lo antes posible. Sin embargo, el imbécil no parecía fuera a despertarse en un rato más.

Sólo porque no estaba de muy buen humor lo dejaría ahí mientras hablaba con Akashi. Luego lo tiraría de verdad por la ventaba si era necesario. Con esa imagen mental, se colocó sus zapatos y al fin salió de la habitación con rumbo a enfrentar, como el hombre que era, el problema en el que se había metido.

Akashi era un buen tipo, tranquilo y amable, en comparación con el psicópata de su hermano, pero tenia también ciertas reglas que podían volverlo un tanto histérico si no se respetaban. Una de ellas era el no revolcarse con extraños en su casa, pues esta era un regalo y recuerdo de su madre... Akashi en verdad adoraba esa estructura.

Mientras terminaba de cruzar el pasillo y baja las escaleras, sintió un aura extraña y oscura que emanaba de la cocina. Oh, oh, Seijūrō estaba más que furioso. Podía escuchar en su mente la campana de una iglesia sonando, doblando en indicación de que una persona había fallecido.

¡Ah! Su mente estaba enviándole mensajes subliminales.

«Tu puedes salir vivo de esta, Aomine. Tu puedes». Se alentó. Ayudaría que creyera en sus palabras y no temblara como gelatina. Pero, ¡eh! No le tenía miedo a Akashi o algo parecido. Lo viera por donde lo viera, en una pelea, era obvio que Daiki ganaría. Tenía más masa muscular, altura y había recibido un duro entrenamiento en distintas artes marciales en la academia de policía. Un tipo así no podía temerle a Seijūrō. Además, era imposible que fuera realmente a intentar matarlo. Quizá le gritaría y lo echara de su casa. Pero algo peor dudaba que sucediera.

«Te va a destripar con sus propias manos». Una vocecita interna le dijo.

Por un instante, se quedó petrificado al pie de las escaleras, pero luego retomo su camino. Al pasar por la sala, se topo con la mirada nerviosa de Kise, quien estaba sentado en uno de los sillones, él volteo el cuello hacía el lado contrario cuando sus ojos se cruzaron. Murasakibara estaba a su lado, comiendo una gran cantidad chucherías y dulces con gran ahínco. Por supuesto, él peli-morado lo ignoro olímpicamente.

Ignorando el raro comportamiento de Kise, era extraño ver juntos a esos dos. Además de que el rubio no parecía fuera a decirle algo de lo que, obviamente Takao había, literalmente, gritado a todo pulmón. Quizá le sucedía algo, pues conociendo a Kise, debería de ser el primero en prenderse de su cuello y lloriquearle que porque se había llevado a un extraño a la cama, cuando él, Kise, se le había insinuado tantas veces. El otro en la lista era Tetsu. Pero Aomine decidió no darle importancia. Su cuello estaba en peligro de ser cortado de un extremo a otro.

Sacudió la cabeza, dispuesto a retomar el camino hacia la cocina, pero el diablo se le adelanto.

—Aomine Daiki.

Al peli-azul le recogió un escalofrío por la columna ante el tono que Seijūrō había utilizado.

Fijo la vista en el frente, y lo encontró de brazos cruzados en el marco de la puerta. Detrás del peli-rojo podía ver a Midorima, Satsuki, el bastardo de Kazunari, y Kasamatsu. Las facciones de Akashi se mostraban imperturbables, pero el aura negra que continuaba emanando no auguraba nada bueno para Aomine. ¡Maldito Takao!

Trago saliva fuertemente ideando una excusa creíble, pero nada llegaba a su mente. Estaba totalmente en blanco gracias a la penetrante mirada del dueño de casa. Seijūrō dio un paso hacia él, y eso sobresalto a Aomine haciendo que dijera lo primero que cruzo por su azul cabecita.

—¡No tengo ni idea de como termino en mi cama!

Y esa fue la peor pendejada que pudo haberle dicho a Akashi en ese momento.

 

Notas finales:

Yyyyyyyy eso fue todo.

¿Que tal?

¿Que les pareció?

¿Les gusto?

Yo espero que sí. Sé no fue muy movido el cap, pero es solo el comienzo. En el siguiente, nuestro querido Bakagami hará su fabulosa entrada, así que esperen por ella. Ha ha ha.

Deje algunas cositas en el cap, para que puedan darse una idea de como va la trama en adelante. Creo que son fáciles de identificar pero si no lo son, les pido disculpas por ello. Tratare de los indicios sean más claros la próxima vez... O puede que no y mejor les frío las neuronas. Okay no,  así tampoco. He he.

Si les gusto el cap, pueden hacérmelo saber por medio de un sensualon comentario. Yo lo leere y responderé con mucho gusto. Y si no, igual puede  hacérmelo saber, sólo no me insulten mucho que mi negro konoro siente aunque, como notaran de ahora en adelante, aveces no lo parezca.

Que el ángel me los cuide, hermosos lectores.

Besos y abrazos de oso para todos.

Hasta la próxima.


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