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Feliz... ¿Cumpleaniversario? por KuroGina

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Notas del fanfic:

Hola, una vez más Gina en acción.

Me costó tanto trabajo subirlo, realmente AY se pone demasiado pesadito cuando quiere, asi que lamento si hay un error o algo, trate de arreglarlo lo mejor que pude.

Un Kaiha que nació de un gif, esperando que sea fluffly y canon, aunque creo que no lo es del todo.

Disfrutenlo~

 

Kai siempre ha tenido una pésima memoria y eso le ha causado varios problemas a lo largo de su vida. Cuando era niño, el mayor problema era que se le olvidaba hacer la tarea. Al ser adolescente, lo más grave era olvidarse de avisarle a su madre que iba a salir con sus amigos. Ahora que es todo un adulto, tiene varios problemas, el trabajo, los deberes en casa... Y su pareja.

 

En los últimos días su memoria había empeorado aún más, se había dejado la cartera y el celular en el trabajo dos veces esa semana y se había olvidado de pagar la luz, lamentablemente se dio cuenta de ello cuando llegó a su departamento totalmente cansado y decidido a ver una serie, pero la realidad lo golpeó cuando ninguno de los focos prendían y Uruha estaba en el sofá con un rostro de clara molestia, esperándolo. Pero eso no era el problema, oh no, esa mañana había sucedido el "gran problema".


Había despertado como siempre, abrazado al cuerpo de Uruha; cosa que nunca le ha gustado al guitarrista, pero poco a poco se fue acostumbrando a sus mimos. Y es que en ocasiones el baterista solía ser muy encimoso, simplemente le nacía ser de esa forma.

 


— Buenos días, cariño. — Fueron las primeras palabras que salieron de sus labios al observarlo, tenía los cabellos despeinados y los ojos hinchados por tanto dormir, pero aun así le parecía la persona más bella del universo entero.

 


— Buenos días, Kai. — Respondió el guitarrista con la voz grave, removiéndose entre sus brazos con tal de soltarse del agarre.

 

 Tan terco como siempre, apenas y amanecía, Kouyou escapaba de sus brazos con tal de sentirse más cómodo. Suspiró y soltó al guitarrista, dejándolo libre en la cama, quedando frente a frente.

 


— Me encantan tus párpados... — Soltó de la nada, a veces eso le molestaba a Uruha ya que siempre lo tomaba por sorpresa, y si tenía suerte, lograba hacerlo sonrojar. El guitarrista le sonrió, moviendo la cabeza de un lado a otro, negando suavemente.

 


— Venga, lo has dicho hasta en público, ¿No te cansas de alagarme cada vez que tienes oportunidad?

 


— No, no me canso y seguiré haciéndolo hasta acabar de decirte todo lo que me gusta de ti. —Aseguró el baterista con determinación, una traviesa sonrisa comenzaba a formarse en sus labios.

 


— ¿Acabarás pronto? — Cuestionó Uruha, le gustaba jugar con el quien era su pareja desde hace ya dos años.

 


— Tal vez me lleve unos diez años más si tenemos suerte. — Respondió pensativo el baterista, mirando de reojo al castaño que lo miraba con un cariño latente.



Kouyou y Yutaka habían sido compañeros de la misma banda desde hace ya 15 años. Recordaba muy claramente que sus primeras impresiones no fueron muy buenas, pero conforme pasaba el tiempo y mejor se conocían, un extraño sentimiento fue creciendo dentro de ambos y trece años después, cuando ya estaban seguros de sus sentimientos, habían comenzado una relación amorosa. Una relación cualquiera que tenía malos y buenos momentos como los que vivían todo el mundo. Y justamente se acercaba uno de esos "malos momentos".



— Ah... A veces me gustaría tener una mascota. — Soltó de la nada el joven guitarrista, llamando totalmente la atención del otro hombre que se había perdido en sus recuerdos.

 


— ¿En serio? Sabes que somos muy malos para eso. Tu planta Pakira murió al mes que la tuviste y mi gato que adopté hace años se me escapó a los pocos meses, que por cierto, aún extraño. — Aquello último salió con un exagerado tono dramático, una perfecta excusa para abrazarse de nuevo a Uruha, enredando sus brazos en el torso ajeno.

 


— ¡Kai! —exclamó con un ligero puchero, removiéndose instintivamente ante el tacto. — Sabes que sólo te dejo abrazarme cuando vamos a dormir, no me gusta.

 


— Ya, ya, eres tan quejoso... ¿Ni siquiera porque soy tu novio?

 


— No, ni siquiera porque eres mi novio, anda. — Dio un manotazo ligero al brazo de su amante, provocando que este se separará con una fingida mueca de dolor para cruzarse de brazos, todo ese acto sólo le hacía reír. — Pero que exagerado eres... No puedes abrazarme pero puedes besarme, bobo.

 

Le brillaron los ojos al baterista al escuchar aquellas palabras e inevitablemente una sonrisa se formó en sus resecos labios. Se acercó con lentitud al más alto, tomando con su diestra los largos mechones de cabello que tenía en su rostro, acomodándolos detrás de la oreja de Kouyou. Cuando dejó el rostro libre para su gusto, se acercó un poco más para plantar sus labios en el pequeña frente ajena, después bajo hasta la redonda nariz y finalizó en los carnosos labios, dejando repetidamente castos besos en ellos.

 


— Pareces un cachorro... Hablando de animales, quiero un perro. — Volvió a decir el guitarrista, negándose a olvidar el tema que habían comenzado hace unos minutos.

 


— ¿Un perro? ¿Desde cuándo te gustan los perros, ah? — Estuvo seguro de que había hecho una cara rara al decir aquello, pues Kouyou se había reído con disimulo.

 


— Desde siempre, sólo que no me habían nacido las ganas de tener uno... Pero ahora lo quiero.

 


— Sabes que no podemos tener un perro, no cabría en el departamento, además... ¿Quién se encargaría de él?

 


— Tampoco quiero un perro de dos metros, idiota... Y nos encargaremos de él los dos, ya verás que no se nos morirá.

 


— No lo sé, es una mala idea.

 


— Quiero un perro. — Sentenció el de largos cabellos, levantándose con gracia de la cama mientras se estiraba un poco, sin dejar de ver al batero que lo miraba con sorpresa. — Además... ¿Sabes qué día es hoy, no?

 


He aquí, he aquí el primer problema de Kai en ese día, el primer y más grande problema que pudiera haber tenido.

 


Su rostro se deformó al escucharlo, no sabía si era de preocupación, sorpresa o impotencia de no haber recordado que día era.

 


— ¿No lo recuerdas? — La voz de Uruha salió un tanto decepcionada e incluso su ceño se frunció levemente haciendo notar que no era un día cualquiera.

 


— ¡Claro que sí! ¿Cómo olvidaría este día? — Exclamó un tanto preocupado y con una fingida sonrisa, aquella misma sonrisa que usaba cada vez que Aoi le mostraba sus nuevas prendas de ropa con colores y estampados un tanto... ¿Psicodélicos?

 


— ¿Ah, sí? — Su delgado novio enarcó una de sus depiladas y cuidadas cejas, cruzándose de brazos al mirarlo. — ¿Qué día es hoy?

 


Su cuerpo tembló al escucharlo y su sonrisa comenzó a desvanecerse poco a poco. No lo recordaba, a duras penas recordaba la fecha, mas no lo que se festejaba.

 


¿Era su cumpleaños? ¿Era el aniversario de noviazgo? ¿Era navidad? ¡¿Qué carajo se celebraba ese día?!

 


Se removió con impotencia en la cama e incluso contuvo las ganas de jalarse los cabellos de estrés, se levantó y se sentó en el colchón, suspirando pesadamente sin atreverse a mirar al guitarrista que estaba parado en frente suyo.

 


— Bien, sabía que no lo recordarías. — Su voz era demasiado seria, como cuando trataba una y otra vez sacar una canción y no lo lograba, era decepción. — Sólo espero que lo recuerdes, Tanabe... Búscame cuando tu memoria se haya refrescado. — Esa fue su despedida de aquel día, saliendo de la habitación con molestia mientras lo dejaba solo, sintiéndose realmente mal por ser así, pero no era su culpa el tener tan mala memoria o al menos eso quería creer.

 

 

Estaba absorto en sus pensamientos, tan ocupado maldiciéndose a sí mismo que el portazo de la puerta principal lo sacó de su trance, cayendo en cuenta que ahora estaba solo...  Kouyou no volvería, no hasta que se disculpara y arreglara las cosas de alguna forma.


 





Bien, de todas las personas que existían y que conocía, no se le ocurrió alguien mejor que Aoi y se dio cuenta de su estúpido error cuando ya estaba fuera de su casa ¿Por qué Aoi? ¿Por qué el miembro más inestable y que se quejaba de todo? Ni él lo sabía, de hecho en un inicio fue descartando personas.

 


De la gente que sabía sobre su relación con Uruha eran muy pocas, ahora, teniendo en cuenta de que era fin de semana y no había trabajo:

 


Takanori ni en broma le abriría la puerta de su casa, era los únicos días en los que podía "flojear" y salir a comprar a sus anchas, también eran sus días especiales ya que se la pasaba con su bola de pelos.

 


Akira, bueno... Al menos lo recibiría en su casa, pero solamente para decirle hasta de que se iba a morir por ser un pésimo novio para "su hermano". Obviamente se pondría del lado de Kouyou, –de hecho cualquiera con sentido común sabría que Tanabe era el culpable–, así que quería evitarse un sermón de parte del rubio.

 


Y por eso ahora se encontraba afuera del departamento de Yuu, esperando a que le abriera la puerta y que no tuviera una enorme resaca.

— ¿Quién es? — La voz del guitarrista salió chillona como siempre, se escuchaba que estaba lejos de la puerta ya que había gritado aquello.

 


— Soy yo, Yutaka. — Respondió sin muchas ganas, metiendo ambas manos en los bolsillos de su desgastado jean.

 


Ya no se escuchó una respuesta, sólo absoluto silencio por unos cuantos segundos que se le hicieron eternos, después unos pasos se acercaron poco a poco a la puerta y…

 


— ¿Qué carajo pasó? — Ni un "Hola Yutaka, ¿Cómo estás?", no, directo y sin pensar en sus palabras, como siempre.

 


— ¿No me dejarás pasar?

 


— Mmh... — El pelinegro abrió más la pesada puerta haciéndose un lado para que el batero pudiera pasar. Kai simplemente agradeció con un movimiento de cabeza y se adentró al pequeño departamento, mirando de reojo lo tirado que estaba para finalmente sentarse en uno de los pequeños sofás.

 


— ¿Y ahora? — Soltó una vez más el de cabello oscuro, plantándose junto en frente suyo.

 


— ¿Ahora qué?

 


— No te hagas idiota, Kai ¿Qué pasó?

 


— Me peleé con Uruha. — Confesó finalmente.

 


— Ah... Ya sabía que no me visitabas porque me extrañabas.

 


— Oh, venga Aoi, no empieces.

 


— Como sea... ¿Por qué?

 


— ... — Tragó saliva al escucharlo, bajando la mirada apenado de decirle la verdad.

 

 

Todos los miembros sabían de sus problemas de memoria e incluso se burlaban de ellos, y este no sería la excepción.

 


— ¿Me lo vas a decir o no? — Aoi no se veía con mucha paciencia. Estaba en frente suyo, cruzado de brazos mientras lo observaba con una ceja enarcada, esperando justamente la razón por la cual había venido a molestarlo.

 


— Se me olvidó... — Susurraba. — Se me olvidó. — Dijo esta vez con mayor seguridad, levantando la mirada hacía su compañero de banda.

 


— ¡¿Qué se te olvidó?! ¡No soy un adivino!

 


— ¡Ese es el problema! ¡No sé qué carajos se me olvidó! — Y una vez más su odio a sí mismo volvía a aparecer, de seguro sonaba como un completo idiota ahora.

 


— ¡¿Qué?! ¡¿Acaso estás idiota, Kai?!

 


— Oh, venga... Cállate Aoi. — Tomó aire tratando de controlarse, lo que menos quería era agarrarse a golpes con el estúpido que tenía en frente, aunque sabía perfectamente que nunca se atrevería a hacerlo.

 


El guitarrista guardó silencio, simplemente miraba al batero de arriba a abajo sin entender mucho a lo que se refería. No podía ayudarlo si no sabía cuál era el problema.

 


— Se supone que hoy se festeja algo, pero no sé qué es. Simplemente olvidé una fecha importante. — Finalmente sus palabras salieron con tranquilidad, esperando que ahora el pelinegro entendiera su problema.

 


Aoi sonrió de una forma peculiar, algo así como un "Lo sabía, eres idiota" y eso le molestó, frunciendo el ceño con molestia a la espera de la estupidez próxima que le iba a decir.

 


— Ah... Realmente eres un pendejo, ¿Verdad?

 


— ¡Maldita sea! No vine para que me insultarás, ya lo hice por mí mismo en el auto de camino aquí. — Respondió sin vergüenza, elevando ambos brazos al aire mientras hablaba.

 


— Al menos aceptas que eres un idiota.

 


— Ya, ayúdame.

 


— Bien, ¿Qué necesitas?

 


— Dime qué se supone que debería de celebrar.

 


— ... No es cierto, ¿Verdad? — Esta vez sonó demasiado burlesco. Pasó de ser un Yuu que se aguantaba la risa a uno molesto. — ¡¿Acaso crees que yo sé sus estúpidas fechas de pareja?!

 


— Puta madre... Al menos ayúdame a darme ideas. — Ya ni tenía idea de cuantas veces había maldecido en ese día.

 


— Su cumpleaños no es, eso tenlo por seguro. — Respondió su compañero de banda un poco obvio, tomando asiento junto al lado del batero.

 


— Ah... Una fecha descartada. — Suspiró con alivio Kai, a pesar de que era demasiado obvio, ni siquiera se le había cruzado por la cabeza debido al estrés que se cargaba desde la mañana.

 


— Espera... ¿En serio creías que podría ser su cumpleaños? ¡Es en Junio, Yutaka, y estamos en Marzo! — Definitivamente había acabado con la paciencia de Yuu, lo sabía ahora que le había gritado como histérico.



— Agh... Sólo provocarás que me duela la cabeza, mejor dame una cerveza. — Ya no sabía ni que decir, sabía perfectamente que ya la había cagado lo suficiente por hoy.


— Si me hubieras dicho que vendrías, hubiera comprado algunas...


— ¡¿No tienes cerveza?! ¡Maldita sea, Yuu! ¿Cómo es posible que no tengas cerveza en plena primavera? — Ahora era Yutaka el que gritaba como loco. Sólo quería una simple cerveza y no tenía ni ese gusto.



— ¡No tengo nevera! ¡¿Dónde carajos quieres que meta las cervezas?! ¡¿En el culo, eh, eh?!


Definitivamente aquella respuesta lo había dejado sin palabras.

 

 Se quedó como un idiota mirando a Aoi, que incluso este estaba un tanto rojo por la semejante idiotez que había dicho. No aguanto más y soltó una sonora carcajada, negando repetidas veces con la cabeza. Sus ojos se entrecerraron y dejó caer parte de su torso en el sillón, parando de reír poco a poco e inhalando como si hubiera corrido un maratón.

 

— Buda... No sé cómo se te ocurren tantas idioteces, Aoi.



— Ah... — No lo vio, pero pudo asegurar que el pelinegro sonrió al escucharlo. — Lo importante aquí es que sonreíste y quitaste tu cara de amargado.



— Gracias...



— No hay de que, líder. — Aquello último lo había dicho con toda la intención de burlarse, mas no lo hizo. — Ahora debo ayudarte a que recuperes tu relación amorosa y homosexual.



— Eso último está de más. — Murmuró Kai un tanto avergonzado, rodando sus ojos con un poco de hastío.



— Cállate y escucha mis increíbles consejos, siempre me han funcionado...



— Pero estás soltero. — Replicó. — Si estuvieras...



— ¡Estoy soltero porque quiero! — Lo interrumpió el pelinegro entre gritos. — ¡Ahora cállate!



— Bien...


— El punto es que no recuerdas lo que se festeja hoy, ¿Verdad?


—... — Hizo una cara de molestia ¿Acaso no le había quedado claro que ese era el problema? A veces Aoi simplemente quería molestarlo.



— ¿Uruha te ha pedido algo? Esas cosas típicas que te dicen después de una ronda de sexo, algo como "Aaaah... Como me gustaría un collar de diamantes". — Dijo aquello último con una voz más aguda de lo normal, imitando a una chica.



— Que mala imitación de mujer, es la peor que he escuchado... — Trató de no reírse, parecía de todo menos una chica. — Pero sí, hoy en la mañana me pidió un perro.



— ¡¿Un perro?! — Ahora Aoi era el sorprendido, se cargaba con una cara de idiota tan grande, de seguro así se veía el batero en la mañana.


— Sí, un maldito perro.



— Eh... Pues tendrás que conseguir un perro, no sé dónde pero lo debes de sacar. Sino, el último recurso será robar a Koron de Ruki.



Pésimas ideas, Yuu sólo daba pésimas ideas.



— No entiendo tu plan.


— Calla... Vas y lo buscas junto con el cachorro, se lo das junto con su pastel favorito y te disculpas de la manera más dulce, verás que en la noche ya estarán follando como conejos.



— Mira, Yuu, que ahorita lo que menos me interesa es tener sexo. — Chasqueó la lengua un tanto molesto, el pelinegro comenzaba a irritarlo con sus ocurrencias.



— Ya, pero mi plan funcionará... ¿O tienes uno mejor, ah? — Contraatacó el guitarrista con una sutil sonrisa, sabía que había dado justamente en el punto.



A pesar de que era un plan sin sentido, era cierto lo que le decía su compañero de banda. Rodó los ojos un tanto hastiado, para después hablar: — Agh... No, no tengo nada.


— ¿Ves? No perderás nada con intentarlo, me lo agradecerás en un futuro.



— Pero... ¿De dónde sacó el perro?



Problemas y problemas era lo único que había ese día, era fin de semana y dudaba que una tienda de mascotas estuviera abierta a esa hora.



— No lo sé, pero se te hace tarde, buena suerte con eso. — Soltó con rapidez el pelinegro, levantándose del sofá mientras lo miraba fijamente, como si estuviera esperando algo de él.



— ¿Me estás corriendo? — Murmuró Kai un tanto incrédulo, copiando la acción de su amigo, incorporándose del polvoriento sofá con el ceño fruncido, no entendía del todo lo que estaba sucediendo.



— Sí, adiós líder. — Esas fueron sus últimas palabras antes de empujar por la espalda al baterista, llevándolo casi a rastras, -cosa que le costó mucho trabajo por cierto-, hasta la vieja puerta.



— ¡Ya entendí! ¡No tenías que llegar a estos extremos! — Volvió a elevar la voz completamente molesto, abriendo la puerta por sí solo y así salir de ese horrible departamento, cerrando la puerta de un portazo sin importarle en lo absoluto.

 


¿Quién se creía Aoi para correrlo de esa manera? No tenía sentido nada de lo que hacía ese hombre y eso le molestaba, de hecho todo le molestaba ese día. Le molestaba su mala memoria. Le molestaba su suerte. Le molestaba su existencia en ese preciso instante.



Salió del edificio echando humo de lo enojado que estaba, sus pisadas eran más firmes y su mandíbula le comenzaba a doler por apretarla tanto al igual que sus puños. Se subió a su auto, suspirando con gran frustración. No quería perder a Uruha y su relación, tenía que conseguir un maldito perro a toda costa.

 

 

 



Estuvo viajando por la ciudad por largos minutos, pasando por locales que la mayoría estaban cerrados. Ya había pasado por tres tiendas de mascotas, pero en ninguna tenían "perros" para vender, simplemente eran en adopción y eso era en un día en específico, por lo cual no había ningún animal para llevar.



Ya llevaba varios minutos caminando por las calles, el sol comenzaba a ocultarse y las luces de la ciudad comenzaban a prenderse, dando un aspecto demasiado colorido a cada calle. Kai tenía el ceño fruncido, -incluso le dolía ya por haberlo mantenido tanto tiempo-, pero no importaba lo que hiciera por quitarlo, no funcionaba y la única cosa que lograba ponerlo feliz estaba enojado con él en ese instante.



Comenzaba a darse por vencido, no encontraba ningún perro en toda la ciudad y tampoco planeaba robar uno. Era demasiado complicado, su vida en sí era complicada.

 


Sus manos comenzaban a temblar de ansiedad, sentía la necesidad de fumar tan sólo un poco a pesar de que ya lo había dejado desde hace medio año.

 

 Jamás había sentido tanto estrés, ni siquiera cuando la fecha límite estaba cerca y no había hecho ni un tercio de la canción, ni siquiera eso se asemejaba a lo que sentía.


Algo llamó su atención en un local de esos cutres que había por la calle, tenía un enorme letrero con luces neón en la cual se leía " El mundo del yoga ". « Pero que horrible nombre, ni siquiera trataron de pensar un poco » pensó el baterista al verlo, tentado realmente a entrar y buscar algo para regalarle al guitarrista.

 

Kouyou ya no hacía yoga tan seguido como antes pero al menos se mantenía aún en forma. Tres veces a la semana y previo a cada concierto, ese era su horario para tirarse al suelo y hacer estiramientos que de sólo verlo le causaba dolor. Sí, le causaba dolor al verlo practicar, pero esos estiramientos eran muy buenos para mejorar su flexibilidad y su flexibilidad era muy útil para el sexo, demasiado útil.


Movió la cabeza de un lado a otro con tal de alejar esos pensamientos, no era momento para ponerse a pensar en sexo o algo parecido. Suspiró y empujó la puerta de vidrio, en cuanto entró al local esa típica música de relajación le dio la bienvenida junto con una chica delgada.



— Buenas noches, ¿Buscaba algo en especial?



— Oh no, gracias... Simplemente estoy viendo. — Sabía que la chica sólo hacía su trabajo, pero realmente no sabía que estaba buscando ahí, no entendía mucho del yoga, sólo que le gustaban aquellas medias apretadas que Uruha usaba al practicarlo.


Su mirada comenzó a pasearse curiosa por toda la tienda, buscando algo que fuera llamativo y que pudiera gustarle a su pareja. Anduvo a paso lento por cada esquina del local, mirando las cosas como si fuera un experto, aunque realmente no sabía para que se utilizaban la mitad de las cosas que estaban ahí.



Elevó su mirada hasta arriba de los anaqueles, encontrándose con un bulto que le llamó la atención de inmediato.



— ¿Qué es eso? — Preguntó a la chica que estuvo pendiente de él en cada momento, apuntando hacía la "cosa" que parecía un peluche.


— Oh... Es un ayudante o al menos así lo llamo yo, es un peluche que ayuda a que tu espalda o cabeza no toque el suelo. Es muy útil para principiantes o niños, ya que tiene el tamaño perfecto para...


— ¿Qué forma tiene? — Ni siquiera dejó que la vendedora acabara de explicarle, realmente no le interesaba mucho para que servía, de seguro Kouyou le encontraría el uso, él sabía de esas cosas.


— Ah... Ese tiene forma de un perro, es un especie de perro salchicha.


Sus ojos se iluminaron al escuchar aquello, la respuesta a todos sus problemas era un peluche gordo que estaba arriba del estante de una tienda que nadie entraba.

 


Kouyou había pedido un perro, pero nunca había especificado que uno vivo.



— Lo quiero, me lo llevaré. — Soltó con seguridad, haciéndose a un lado para que la chica pudiera bajarlo con la pequeña escalera que había.

 


La vendedora asintió, subiendo los pequeños escalones para bajar el peluche, -ahora que lo veía de cerca era de un tamaño mediano y gordo-, ofreciéndoselo con una sonrisa. Sonrió por amabilidad y tomó el peluche para irse a la caja junto con la mujer, ese día comenzaba a mejorar un poco.

 


Manejó entre el pesado tráfico de la ciudad, con un enorme perro de peluche en los asientos de atrás, -que por cierto tenía un moño rojo en su cabeza y eso lo hacía ver más tierno-, y con un delicioso pastel de fresas con chocolate que tenía a su lado, el cual fue cuidando durante todo el camino por el temor de que se cayera o algo parecido.


No sabía exactamente dónde estaba el guitarrista líder de su banda, o más bien su "aún" novio. No le contestaba las llamadas y era algo entendible, ¡Estaba enojado con él por olvidar una fecha que aún no recordaba!



— Bien, cada vez que nos peleamos va a con Ruki o Reita, teniendo en cuenta que Ruki está ocupado los fines de semana de seguro estará con Reita. — Murmuraba entre dientes, esquivando en las calles los autos que iban demasiado lento para él. A esas alturas no le importaba llevarse una multa por manejar de esa forma ¡Su noviazgo estaba en juego!

 


Después de haber manejado durante diez minutos aproximadamente y haberse llevado algunas groserías de parte de otros conductores, finalmente había llegado al departamento de Reita.



Ahora estaba a fuera de la puerta una vez más, con un enorme peluche en sus pies y un pastel en una de sus manos, tocando como desesperado con su diestra hasta que escuchó algunos pasos del otro lado.



— Oh... Pero miren a quien tenemos aquí, es el mal novio.


Y otra bienvenida horrible y que lo ponía de malas. El bajista se encontraba con el ceño fruncido, mirándolo de arriba a abajo como si hubiera hecho el peor crimen de todos.



— Lo siento, sabes que... — Se detuvo antes de dar explicaciones, no debía dárselas al mejor amigo de su novio, ni siquiera las merecía. — ¿Está Uruha contigo?



— Claro que lo está, incluso lloró un poco en la mañana... ¿Sabes que la cagaste, verdad? — La voz de Reita era gruesa pero entre murmullos, como si no quisiera que Uruha se diera cuenta que estaba ahí.



— Sí y vengo a arreglarlo... Sabes que amo a Kouyou como un idiota y me odio mucho por hacerle daño, déjame pasar. — Pidió realmente arrepentido, teniendo una ligera esperanza de que el rubio se quitara de en medio de la puerta, y si tenían mucha suerte, que incluso se fuera y los dejara solos algunos minutos.



Akira simplemente bufó, mirando el enorme pastel que tenía entre sus manos para después bajar la mirada y encontrarse con el enorme peluche, riendo un poco por lo ridículo que era todo eso.



— Está bien, pero me guardarás un pedazo. — Apuntó con un pequeño puchero hacia el pastel, abriendo un poco más la puerta y quitándose del camino, dejando que el batero pudiera entrar libremente al lugar.


— Te guardaré. — Le aseguró.



El hogar de Reita no era la cosa más bella que había visto, de hecho era un departamento demasiado simple y que tenía lo necesario, una pequeña sala, dos habitaciones, un baño, una cocina que nunca usaba y un pequeño comedor en el cual apenas cabían tres personas. Suspiró y dejó el pastel en la mesa, cuidando de que no le hubiera pasado nada durante el ajetreado trayecto. También tomó entre manos el enorme peluche, apenas podía apreciarse su rostro entre la enorme bola que era eso.

 

— ¿Dónde está?



— En mi habitación, no quiero que lo hagas enojar o llorar, saldré un rato... Recuerda que conocí primero a Kouyou que a ti, por lo cual siempre estaré a su lado. — Por primera vez veía a Akira con un rostro completamente serio, aquellas palabras eran realmente una amenaza.

 

Frunció el ceño y se contuvo de chasquear la lengua, no quería aumentar más problemas en ese día, así que simplemente asintió y esperó hasta que el rubio salió por la puerta principal en completo silencio, como si quisiera que Uruha no se diera cuenta de su ausencia.

 


Inhaló profundamente al encontrarse solo, su cuerpo temblaba un poco debido a la adrenalina que corría por cada extremidad de su cuerpo, delatando lo preocupado y nervioso que estaba.

 


— Venga Kai, no lo arruines. — Se repitió a sí mismo un par de veces mientras respiraba con tal de calmarse.



Infló el pecho decidido y comenzó a andar a paso firme hasta la habitación del bajista, la cual ya conocía a la perfección por las veces que se la habían pasado a su casa, deteniéndose en seco cuando se encontraba en frente de la puerta de madera. Las manos le sudaban y no sabía si era por el peluche o por el nerviosismo, así que se limpió la diestra en el costado de su pantalón antes de tocar un par de veces.



— Sabes que puedes pasar, es tu casa, idiota.


Su cuerpo tembló al escuchar la gruesa voz de su pareja, tan sólo habían pasado un par de horas sin él y ya lo extrañaba como nunca.



Estaba a punto de decirle que no era su mejor amigo, sino su novio pero prefirió tragarse sus palabras, girando directamente el pomo de la puerta y así abrirla poco a poco.


Lo primero que vio fue a Kouyou tirado en la cama sin una pizca de elegancia, con un pantalón deportivo negro y una camiseta del mismo color, sin embargo le quedaba demasiado grande para su gusto. Su rostro estaba mirando hacia el celular que yacía a su lado, con sus ojos un poco rojos y brillantes delatando que había estado llorando hace algunos minutos.


— ¿Kou…? — Al murmurar aquello se regañó mentalmente ¿Cómo era posible que no se le ocurriera algo mejor que decir?


El mencionado se giró en la cama con un rostro de sorpresa, mirando al baterista de arriba a abajo sin creer que era realmente él.


— ¿Yutaka?


— Ah... Perdón. — Fue lo primero que salió de sus labios al ver ese rostro, realmente se odiaba en ese instante por ser el causante de esas lágrimas.


— ¿Por qué estás aquí?


— Bueno... ¿Recuerdas que querías un perro? Pues te lo he traído.


—... ¿Eh? — Kouyou pasó de estar un poco melancólico a una cara de total sorpresa, mirando incrédulo aquel peluche que el batero tenía entre sus brazos.


— Tal vez no sea un perro real, ni ladre ni coma, pero es gordo y suave, también es muy calientito como cuando nos abrazamos... Además te ayudará a hacer tus estiramientos.


— Eso es un peluche, Yuta... ¿Acaso eres idiota?

 

 ¿Cuantas veces había sido llamado de esa forma en el día? Ya había perdido la cuenta.



Suspiró y se encogió de hombros al escuchar aquello, sabía perfectamente que era un peluche, sabía que la había cagado y sabía que debía decirle la verdad al guitarrista que más amaba.



— Sí, soy un idiota, pero soy tu idiota, pero también olvidadizo, gruñón y un tacaño... Pero soy tuyo, vivo para ti y nada más.


El más alto se sorprendió al instante, tiñéndose su rostro de un rosado, incluyendo las puntas de sus orejas las cuales destacaban por llevar el cabello agarrado en una coleta.


— Tal vez no recuerde lo que se festeja el día de hoy ni dónde dejo mi cartera, pero si recuerdo el día en que nos conocimos y todo el amor que te tengo, eres mi luz... Kouyou, necesito que me perdones. — Sus palabras salían solas, en ese momento estaba hablando con el corazón y siendo completamente sincero ante el castaño que tenía en frente. No le importaba que Reita pudiera entrar en cualquier momento y escucharlo, haciéndole burla por varias semanas, sólo le importaba recuperar a su novio, nada más.



Uruha no dijo nada, simplemente lo miró fijamente en un completo silencio, levantándose de la cama con lentitud como si estuviera enfermo.



Suspiró nervioso, sin saber que iba a suceder. Había dos únicas opciones: Kouyou lo mandaba lejos de ahí o lo perdonaba, no había otro camino.


— Ah... Realmente eres un idiota. — La voz del guitarrista lo sacó de sus pensamientos al igual que la melódica risita que salió de sus peculiares labios. Se detuvo justo en frente de Yutaka, tomando con sus manos el enorme peluche y así sonreír con sinceridad. — Se llamará Hideki. — Murmuró para sí mismo, girándose un poco para dejar el perro de peluche en la desordenada cama.



Kai estaba conteniendo el aliento mientras el nerviosismo lo carcomía por dentro, miraba la espalda de Kouyou al dejar el regalo en la cama, pensando que tal vez había funcionado su martirio, que tal vez, esta vez lo había hecho bien.


— Me es imposible pelearme contigo, maldita sea — confesó el guitarrista líder, acercándose al batero para rodearlo con ambos brazos en un fuerte y sincero abrazo. — ¿Sabes cuánto lloré por haberte dejado en casa? Creía que la había cagado por ser un superficial... Prácticamente había mandado a la mierda una relación de dos años, no me calmé hasta que Akira me obligó a dormir un poco.


Algunas lágrimas comenzaban a manchar el rostro de Uruha, delatando que sus sentimientos estaban a flor de piel. Ambos se amaban y lo sabían.


— Perdón, Kouyou... — Murmuró Kai con sinceridad, apretando el delgado cuerpo que tenía entre sus brazos, inhalando el curioso aroma que siempre tenía el guitarrista.


— No digas nada más, no me importa que no recuerdes la fecha del día de hoy. Sólo ámame como siempre lo has hecho, apóyame en cada idiotez que hago y sígueme regalando perritos aunque sean de peluche.


— ¿Lo dices en serio?



Ambos se separaron poco a poco, mirándose fijamente a los ojos por unos segundos. Los dos eran unos bobos a su manera, eran un par de bobos realmente enamorados.



— Lo digo en serio, Kai... — Aseguró Uruha con una media sonrisa, acercándose al rostro de su pareja para unir ambas frentes, quedando separados sólo por algunos centímetros.



— Entonces... Feliz cumpleaniversario, amor. — Soltó Kai entre risitas que escapaban de sus labios, delatando que había dicho una completa idiotez.


Kouyou soltó una carcajada al escucharlo, negando una vez más con su cabeza antes de murmurar: — Feliz cumpleaniversario, mi rey.


 

Notas finales:

Espero les haya gustado, que realmente di lo mejor de mi.

Se aceptan comentarios buenos o malos, quiero leer que opinan de esta cosa que es mi segundo hijo. (?)

¡VIVA EL KAIHA! ¡VIVA EL LÍDER! ¡VIVA EL DIK!


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