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UNDERCOVER por Shiroi Kaze

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La habitación seguía a oscuras, sólo la pantalla blanca y la luz del proyector se vislumbraron con claridad. De fondo, los gráficos con afluencias de números eran incoherentes. Las brechas entre un límite y otro no conseguían tener un patrón de amplitud, la media de los valores estadísticos tampoco parecía encontrar la sintonía que en otros papeles alegaba tener. Y yo, mientras explicaba aquello, iba desmantelando las altas cifras dirigidas a organizaciones inexistentes. Las reales no daban abasto si quiera para lo que costaba un pequeño local.


Mi labor era dar con eso, los puntos de incongruencia y las claves donde se escondía el dinero. Teniendo esa certeza, la magia de desglosar aquellas organizaciones fantasma y encontrar sus verdaderos motivos de inversión comenzaba a cobrar forma.

Con mi voz proyectándose en la junta, parecía un agente anónimo. La pantalla de la laptop que tenía en frente iluminaba mi rostro y no me permitía una visión de mis oyentes más allá de unos oscuros trajes y gafas que brillaban con los gráficos proyectados reflejados en los cristales. Sin embargo, supe que había hecho un buen trabajo cuando un par de aplausos rompieron el silencio al final de mi discurso. El proyector se apagó momentos después, las luces de la sala comenzaron a encenderse y tuve que retirar mis propias gafas para esclarecer un poco la vista. Alrededor de media hora en la oscuridad hacía estragos.

— Buen trabajo Bam, ¿Has visto las caras de los demás? Como si nunca se les hubiera podido ocurrir esa movida en un juego de ajedrez. ¡Estupendo!—. Ahí estaba el agente Lee dando su opinión mientras mantenía su mano sobre mi hombro de forma amistosa y, de alguna manera, para no perderme de vista entre tantas personas. Digamos que era una persona demasiado jovial para este ambiente; animado y pegostosamente amable.


Pero ¿quién era yo para juzgar? Mis inicios tampoco se trataron de los mejores. 

Mark T. Lee tenía poco tiempo de haber ingresado al departamento de asuntos encubiertos y todavía se perdía con facilidad. No teníamos idea como fue a parar al departamento de contabilidad pero, siendo el miembro más joven del equipo, tampoco representaba una amenaza. 

Estuvo presente en la junta y fue de bastante ayuda para hacerme una idea de las opiniones de los presentes camino de regreso a mi cubículo. Hubieron varias pausas de por medio para poder comprender lo que intentaba decirme debido a dos motivos: la afluencia de personas que también colmaba el pasillo y su procedencia estadounidense. A pesar que el joven de delgado perfil y cabellos marrones era de descendencia coreana, gran parte de su vida lo había llevado en los Estados Unidos; de hecho, era un agente trasladado de las sedes americanas a modo de "prueba".

Le tomaría un par de meses soltar con más fluidez los sonidos del hangul que muy bien sabía era difícil de amoldar pero, no era una misión imposible. Cuando te vez en la obligación de sobrevivir aprendes con rapidez. 

— Ha sido un trabajo pesado pero, al menos me alivia que sea productivo. Esa empresa llevaba ya un par de meses robando y ocultando las cifras con supuestas "obras de caridad", ingeniosa estrategia pero...no lo suficiente—. Concluí con un aire ostentoso al llegar a mi pequeño cubículo; tenía que de alguna forma presumir el trabajo que me hacia sentir tan orgulloso.


Dejé las carpetas y la laptop junto al escritorio y comencé a recoger las cosas que irían conmigo a casa para ir preparandome para el fin de semana. Con el éxito tras esta investigación, al jefe no tardarían en picarle las manos y darme otro caso.

— ¿Crees que te asciendan? 

— No te sabría decir, pero un aumento de sueldo no vendría mal. La verdad es que no tengo esa ambición por ascender.

— ¿Y tienes planes para esta noche? En un par de horas un grupo saldrá al bar y no estaría mal que dejaras los números un rato. Quien sabe, podrías enfermar y sería lamentable para el equipo—. Reí al ver como Mark alzaba las cejas y estas se perdían en los flequillos que caían sobre su frente. Su intento de convencerme era inútil, había captado su táctica frases atrás.

— Mark...Llevo viendo números por más de cinco años de mi vida.

— No me has respondido—. Canturreó y yo dejé la vista en blanco al darle momentáneamente la espalda.


— Sí, tengo planes—. Dejé el morral colgando sobre un hombro cuando estuve seguro que no olvidaba nada y, el abrigo sobre el otro antes de volver a dirigir mi vista hacia el impertinente muchacho. Me veía con un entusiasmo que, conociendo el trabajo y energía que consumía su departamento, me hacía preguntarme de dónde la sacaba.


— ¿Sí?

— Llegar a mi casa, saludar a mi cama y echarme a dormir.

— Vamos Bam, ¿es en serio? ¡No seas tan aguafiestas!

— ¡Nos veremos la semana que viene! Oh, y asegurate de salir de mi oficina o le diré a Young que te patee por mi.

Repliqué con gracia cuando al fin lograba librarme con un paso apresurado. Había acabado con su entusiasmo al nombrarle al jefe de su departamento antes de encaminarme fuera de la oficina. ¿Pretendía que le revelara algo más sobre mis planes? Eso fue lo que realmente me hizo reír, era un entrometido. Se despidió ya lo lejos y pronto estuve en mi auto. Lancé mis cosas al asiento del copiloto y en marcha... no precisamente a mi hogar.

La verdad es que, de todo el equipo, sólo podía tener certeza de que una persona podía hacerse la idea de hacia dónde me dirigía y porqué motivos. Aunque no tuviera gran contacto con él, eso bastaba. Cuando trabajas para algo como investigaciones que incluso se inmiscuyen con asuntos gubernamentales y relaciones con los Estados Unidos lo primero que te enseñan es que no puedes confiar en unos pocos. Aunque quisieras y aunque lo dudaba en muchas ocasiones, prefería seguir los consejos de Jack y ser lo más discreto posible. Si algo era cierto es que las intensas miradas que se elucubraban allí, como águilas cazando su presa, se sentían hasta el alma en el momento menos esperado. Daban la sensación de justo lo que decía Mark: estar en un constante juego de ajedrez.

 

 

Más de media hora había transcurrido en carretera, la noche se habría paso y, de no ser por la música de fondo que ambientaba mi auto, hubiera perdido la paciencia. Sólo tenía una dirección que nunca había escuchado, colocada en las coordenadas del gps para llegar a aquel destino a las afueras de Seúl. Hasta que al fin, la voz electrónica que me acompañaba, anunció la llegada a mi destino.

Esta vez era una especie de habitaciones rentables para viajeros que, aunque desolada, tenía varias de las fachadas alumbradas y con movimiento en su interior. Ahora es que comenzaba a comprender los números adicionales que me había mandado en el mensaje. No tardé en estacionarme y dirigirme a la puerta marcada con el número siete. Aun permanecía con las luces apagadas y, frente al seguro en la puerta, me vi obligado a inspeccionar los alrededores en busca de la llave.

« Maldición con este sujeto », pensé al soltar un soplido de obstinación. Revisé la alfombra, los bordes del marco y una planta que se encontraba cerca de la puerta. Perdí varios minutos hasta que di con la copia de la llave en el marco de la ventana.  Todo un esfuerzo perdido para nada. 

El obstinado aire de victoria se me disipó cuando, al introducir la llave en la manija, se escuchó como quitaban el seguro desde adentro. Entre la desconfianza y el reconocimiento que se debatieron por otro par de minutos en mí, sólo hubo una conclusión que me llevó a girar la manija: lo iba a matar.

— ¡¿Es que eres imbécil o qué?!—. Exalté en un susurro al entrar y ver su silueta. Todo estaba absolutamente oscuro y antes de que pudiera volver a quejarme o siquiera cerrar la puerta, ahí estaba su siseante e infantil risa de niño tras haber llevado a cabo una travesura; el sello que confirmaba su identidad.

— Dudaste en si era yo o no... No sé si alegrarme o sentirme ofendido de que al fin no seas tan confiado.

Apenas unos centímetros más alto, no obstante, su contextura corpulenta creaba la ilusión de ser mucho más alto que yo. La ropa negra lo fundía con toda la oscuridad pero, aun podía distinguir aquel rubio cenizo que lo diferenciaba de cualquier otra persona tanto como lo hacia ese tono de voz de grosor y vibrar denso, encantador y varonil; iba con toda esa apariencia que conocía a la perfección pese al estado de ceguera.

No había terminado de entrar cuando ya me había tomado del brazo, ocasionando mi chocar con su cuerpo. Cerró la puerta por mi y completó el agarre rodeando mi cintura con la posesión de un felino por su territorio. A diferencia de él, yo era todo lo contrario, contextura firme pero delgada, más bajo y con una palidez resaltada por el carbón que se propagaba por mis cabellos; solía mal interpretarse con fragilidad. Esas eran apenas las primeras diferencias de la larga lista que podría enumerar pero, ninguna de ellas importaba ahora. 

Como si nunca hubiera pasado un día alejado de él, el estallido de su perfume y calor silenció cualquier reproche. Embriagó mis sentidos hasta dejarlos dóciles; la primera experiencia frente a un potente sedante. Sólo respiré profundo y correspondí con la misma fuerza. Los restantes momentos se mantuvieron en aquel idioma de caricias y pinceladas, entre las manos y los labios. La luz no hizo falta cuando lo que aplacaba la sed estaba obrando entre la danza de nuestros labios; hasta que la vehemencia del hambre era captada como insaciable. Cuando las mordidas ocasionaron la distorsión del garbo e incitaban a los ahogados gruñidos y jadeos, moverse solicitó al menos una lasciva luz que hiciera evidente el acto.

Un par de maldiciones y leves risas no faltaron en el torpe camino de dejar nuestros cuerpos despojados de toda prenda. Era inevitable. Después de tres largos y lentos meses lejos de cada uno, el verse y no acabar solapados por el deseo de carne era imposible. No, no teníamos fuerza de voluntad más allá del acallar los esporádicos gemidos que escapaban en el climax de la obra de arte. Jackson, quién era la firma más marcada en el brillo de mi piel, era el único capaz de inculparme por el gravísimo delito de amarlo. Y vaya que era un caso de complicidad tan complejo que quizás, incluso al FBI le resultaría indescifrable.

[...]


— Yo también te extrañé— Murmuró al dejar un beso sobre mi frente cuando percató que ya comenzaba a vencerme el sueño.

Serían pasadas las tres de la mañana cuando al fin nos dignamos a salir de la cama. Él, que había dado el primer paso al salir de entre las sabanas, comenzó a vestirse con una muda de ropa tan oscura y desaliñada como la que había arrebatado de su definida figura. Sólo adopté la posición más cómoda para detallar sus movimientos antes de conseguir reunir el valor para al menos dar con mi ropa interior.

Ya cuando Jackson estuvo completamente vestido, lo máximo que alcancé a hacer fue servir un par de copas. Había perdido la cuenta de cuando fue la última vez que compartimos al menos un trago, una fiesta, un momento más íntimo que una eufórica dosis de sexo. Sin embargo, mis esperanzas acabaron cuando al acercarle la bebida éste me vio con una expresión congestionada.

— Kun... No puedo quedarme—. Le costó articular la frase que ya estaba consciente que diría y mi expresión seguramente lo dejaba en claro.

— ¿Por qué no? ¿Qué ya no has acabado el caso?— Cuestioné en un tono más golpeado de lo que esperaba. También conocía la respuesta a esas preguntas. Sin embargo, siempre tenía la esperanza de que completara los trabajos en el tiempo que se establecen en las reuniones. Había dejado la copa servida para él sobre la mesa de noche y me desplomé sobre la cama con un eventual desgano que ya era rutinario a nuestras post-reconciliaciones.


Jackson, al igual que Mark y YoungJae, trabajaba para el departamento de asuntos encubiertos. La mano derecha del jefe y a quien le habían encomendado en los últimos seis meses una de las investigaciones más importantes de la oficina. De hecho, su trabajo como agente solía tenernos en estas circunstancias, viéndonos cada tres o cuatro meses, con discreción y poco tiempo. Cualquier paso en alto, incluso entre nosotros, podía hacer caer todo una investigación. Razón principal para que nuestra relación se llevara en secreto, tanto para nuestros colegas de trabajo como fuera del ámbito laboral. Suficiente motivo para que contuviera muchas de mis quejas y que él no encontrara como ordenar las palabras en un intento de explicación.

— Ya estoy cansado... ¿Sabes?— Reconocí antes de acabar el licor en mi copa de un sólo sorbo y quedar viendo un punto inexistente que no fuera él. — Vamos para cuatro años en este problema y...— Interrumpió mi discurso.

— ¡Lo sé! Lo sé bien, Kun... Pero, ya estamos a punto de tener las pruebas suficientes para inculpar a Jae Bum. Sólo es esta ocasión.

— Jackson... Siempre es "sólo esta ocasión". Cada vez más te ponen en casos extensos y peligrosos. ¡Mira tu pinta nada más! 

— ¡El equipo confía en mí! ¡Me conociste siendo parte del departamento! 

— ¡Lo sé muy bien! Pero te recuerdo que desde el momento en que acepté la relación me vienes diciendo que pronto acabarían con todo esto de los trabajos encubiertos. 

No tardé en el entrelazar los dedos a través de mis oscuras hebras; seguían revueltas por la gracia de quien ahora discutía conmigo. Suspiré para liberar la frustración y así poder calmar mi tono de voz, ya comenzabamos a alzarlo. 

— ¿Cuando te...— Resignado a bajar un poco las defensas, me vi interrumpido una vez más. Esta vez no por la voz de Jackson, sino por un fuerte forcejeo en la puerta. 

Ambos dirigimos la vista hacia esta, la manija intentaba girar, se notaba como intentaban acceder con una llave incorrecta y desesperaban. 

Como si fuéramos criminales, comenzamos a movernos con un sigilo de fuga. Tomé rápidamente la ropa y comencé a vestirme apartado del panorama de la ventana frente a la cama. Para cuando alcé el rostro, mi respiración se detuvo frente a la señal de Jack, quien con su dedo índice sobre los labios me pedía más silencio del que ya había. 

Seguí su rastro sin hacer nada. Ya se encontraba al lado de la puerta donde, de un maletín que ni siquiera había notado estaba a los pies de la entrada, sacó un arma.

Abrí los ojos con una preocupación que antes no había experimentado a su lado. Su siguiente señal me indicaba que entrara en el baño mientras él tomaba una posición de defensa y quitaba el seguro del arma. Fue en ese instante en el que, con una lenta respiración, estuve consciente de no tener la mínima idea de qué tan riesgosa era esta vida.

 

Notas finales:

Años sin pasarme por este lugar, espero que mi retorno les resulte agradable. 

Por el momento no daré demasiados detalles: 

Actualización dos veces a la semana: martes y jueves. 

Le agregué el apellido Lee a Mark; ya más adelante entenderan por qué. 

Podrán encontrar esta historía en wattpad. 

Primera persona: generalmente narra Bambam, pero hay pequeñas contribuciones de los otros personajes. 

No me hago responsable de la ansiedad(?) 

 

Nos leemos, espero haya sido de su agrado

Thx wxtch;


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