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For the Kingdom por canneloni

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Notas del fanfic:

Sí, caí en el romance vampírico. Triste. Sin embargo, espero no me salga cliché.

Si les gusta, no duden en dejar un review. También, si ven algún error no teman decírmelo. Estoy abierta a sugerencias.

Desde el comienzo de los tiempos, entre las sombras, ocultos de los ojos humanos, se hallaban las bestias. Seres monstruosos de diferentes especies y habilidades, escondiéndose de las personas por miedo. A pesar de ser más poderosos ellos eran minoría, los humanos eran muy inteligentes y, sobre todo, destructivos. Algunos humanos eran conscientes de dichas criaturas y les contaban a sus compañeros, pero éstos no creían en la posibilidad de la existencia de tales seres. Empezaron a formarse mitos y leyendas que protegían la identidad de las bestias.

Dichos seres de la oscuridad tenían sus propios reinos escondidos, separados por especie. Casi todos los reinos se llevaban con cordialidad y algunos destacaban más que otros en éste sobrenatural mundo.

Uno de ellos era el Reino Vampiro, liderado antes por Tempest Le Boursier, un alpha. Él y su reino nunca se llevaron bien con El Clan de los Lobos y mucho menos con Crimson Dragomir, el alpha supremo entre los suyos. Sin embargo, ellos decidieron no llevar su rivalidad más allá, pues una guerra sería perjudicial y una pérdida innecesaria para ambos reinos. Sin embargo, cuando el hijo mayor de Tempest asumió el trono, se desató el caos.

Mortum Le Boursier era la viva imagen de su padre en cuanto al físico, pues en ideales eran muy distintos. Mortum era el mayor de cuatro hermanos, el más alto y musculoso, el más fuerte y sanguinario. Si bien poseía un porte elegante, era impresionantemente bárbaro en muchos aspectos que Tempest siempre ignoró. Un alpha en toda la extensión de la palabra, feroz y dominante con todos. Se casó con la siempre bella Enigma Desjardins, su prima segunda de parte de su madre. Con ella tuvo a Demetrius, un alpha y el orgullo de Mortum. Años después nacieron los gemelos Imperia y Obsidian, una beta y un omega muy hermosos.

Mortum sentía un odio casi irracional hacia los licántropos, considerándolos inferiores a ellos y unos traidores al tener tantas aficiones con los humanos. Así que les declaró la guerra, en contra de los deseos de su padre.

Él empezó a jugar con la cabeza de su gente, metiéndoles ideas, fomentando su odio. Le tomó años lograr que prácticamente todo su reino aborreciera a los lobos. Formó un ejército letal y sádico; formó alianzas con otros reinos que también odiaban a los Lobos y veían la idea de erradicarlos como una ganancia.

Pero El Clan de los Lobos no se quedaba atrás. A lo largo de los años, los vampiros se hicieron de muchos enemigos, cosa que ellos iban a aprovechar al máximo. Ellos eran poderosos y sumamente violentos. Crearon alianzas poderosas y estables, esperando que la batalla inminente surgiera.



Enigma corría por los interminables pasillos del sombrío castillo que ella llamaba hogar. Casi no podía sentir sus piernas, las cuales se vislumbraban desnudas por el vestido negro transparente. Perlitas de sudor recorrían su pálida piel, una expresión de angustia se plasmó en su hermoso rostro, no podía concebir lo que pasaba. Su pequeño bebé estaba teniendo su primer celo, el pobre estaba sufriendo mucho.

Aceleró sus pasos, intentando llegar antes que cualquier otro maldito alpha, deseando evitar que algún mal nacido profanara al niño de sus ojos. En un mal paso, y gracias a los altísimos tacones de plataforma, se tropezó y cayó al piso en un ruido sordo. Pero ella era un vampiro, así que ese pequeño golpe no la detendría. Con elegancia y rapidez, se levantó y siguió corriendo, cada vez más cerca de la alcoba de su amado Obsidian.

Cuando llegó, la nana beta de su hijo le abrió aterrada la pesada puerta, ella pasó y lo vio allí, retorciéndose desnudo entre las rojas sábanas de la inmensa cama redonda. Subió los escalones y se arrodilló en la cama, acariciando la carita de porcelana de su vástago más joven. Le hizo beber el dorado calmante líquido que las curanderas habían hecho para calmar el dolor de los omegas durante el celo. Una gota se deslizó desde los regordetes y pequeños rojizos labios de Obsidian, ella la quitó con su pulgar en un gesto maternal.

— Gracias, mamá. — Susurró el pequeño de largos cabellos negros, su voz saliendo como un gimoteo ahogado. Ella conmovida le acarició la mejilla, dejando un pequeño beso en la, levemente, sudorosa frente. A Enigma siempre le maravillaba que su chiquillo de actuar siempre arisco le dijera "mamá", ninguno de sus otros hijos lo hacía. Ninguno era tan apegado a ella como lo era Obsidian. Esto la lastimaba, pero comprendía que sus amados Demetrius e Imperia prefirieran a su fuerte padre en lugar de su sensible madre omega.

— Circe. — Llamó, la rubia mujer corrió entre tropezones hasta la cama de su señorito y se quedó parada a menos de dos metros. — Prepárale un baño de agua fría, coloca algunos hielos de ser necesario. Pon sales de baño y deja los aceites para la piel de mi hijo apartado junto a un camisón. Cuando termine le trenzarás el cabello y le darás traerás aquí la comida. No quiero que por ningún motivo salga de aquí dentro de los siguientes dos días. — La nana de ojos rojos aceptó los mandatos de su Reina y se encaminó a los pedidos.

Enigma esperó a que la joven mujer se fuera para contestar la muda pregunta de su hijo. — Es por tu seguridad, cariño. No puedo dejarte caminar por el castillo estando en celo, quién sabe qué desgracia podría pasar. — Le dijo con una suavidad característica de ella. El omega asintió, sin ganas de hablar por el momento. — Tomarás el calmante que te acabé de dar antes de comer y los dolores se irán en su mayoría, o al menos serán más leves.

Enigma se levantó de la cama con la intención de irse, pero su retoño la jaló del vestido y le dijo bajito con sus enormes y blancos ojos llorosos. — Mamá, no te vallas. Quédate conmigo.

La fémina lo envolvió entre sus brazos, consolándolo. Se preocupó, su Obsidian no era de esos omegas llorones. Comprendió que todo esto lo abrumaba de la misma manera que la abrumó a ella muchos años atrás. — Mamá, tengo miedo.

Ella se despegó un poco de él, sin dejar de abrazarlo y le besó sutilmente la coronilla. Secó con sus lágrimas con su pulgar a la par que le sonrió. — No temas, amor. Mamá estará para cuidarte siempre. — Le aseguró y el muchacho le regaló una sonrisa en la que se marcaban los dos hoyuelos de sus mejillas.

Circe llegó y, algo incómoda por haber presenciado un momento tan íntimo y familiar, interrumpió diciendo que ya estaba todo listo. Obsidian se levantó completamente desnudo y sin vergüenzas se dirigió al inmenso baño blanco, negro y plateado. La nana rubia desvió la mirada por respeto y siguió al joven. Enigma optó por mejor quedarse en la alcoba y se sentó mirando por el enorme ventanal a los copos de blanca nieve caer al suelo.



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