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Nueva vida, nuevo amor por chibibeast

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Notas del fanfic:

Como dato curioso: Este fanfic fue planificado para el -DIK 2017-, pero no soporté tanta azúcar. Este año, tampoco aguanté mucho, aunque al parecer, adquirí un poco de resistencia para editar y publicarlo jajaja
 

Notas del capitulo: ¡El mundo necesita más FLUFF KAIxAOI y Reita con edad infantil!
 

Una mañana tranquila, como cualquier otra, en la que las aves trinan y revolotean en las ramas de los árboles, la calidez y luz de los rayos solares se cuelan por la ventana de la habitación, dando directo a sus párpados cerrados, incomodándolo, causando su despertar.


Con pesadez, saca una mano de las cobijas para frotar sus ojos perezosos, da un largo bostezo, mientras realiza un intento fallido de sentarse sobre la mullida cama, ya que termina regresando a la misma posición de cuando dormía plácidamente. Ligeras sacudidas a su hombro derecho y susurros bajos le alientan a despertar por completo, pero el cariño con que esa voz le habla no hace más que arrullarlo. Deja de sentir aquella mano que insistía en hacerlo salir de su letargo. Ahora un cosquilleo viaja desde la planta de sus pies, siendo sacudido por la inminente risa, que escapa de sus labios curvados y muestra aquella sonrisa faltante de dos dientes frontales.


− Papá, basta. − sus primeras palabras del día, envueltas en alegría y tartamudeos− Papi, no más. − suplicas apenas entendibles son acompañadas por una risa más grave y sonidos extraños producidos del contacto entre sus pequeños pies y la boca del adulto, trata de librearse de dicha acción, pero una mano le ata ambas extremidades, impidiéndole escapar. − ¡Ya desperté! ¡Papá, me orino!


Esa advertencia basta para ser liberado. Encoge las piernas al estilo mariposa, después de unos segundos su respiración es menos agitada, aunque sus regordetas mejillas lucen sonrosadas por el esfuerzo.


− Este es tu castigo por ignorar la alarma. − voltea a ver su papi, quien sonríe divertido por lo que acaba de pasar.


− Eres malo, papá. − cruza los brazos y hace un pucherito, para hacer notar su enojo− Yo no escuché la alarma, seguro sólo querías molestarme. − entrecierra los ojos, acusadoramente.


− ¿Yo, molestarte? Para nada. Me ofendes, bebé. − lleva una al pecho en pose indignada.


− ¡No soy un bebé! No es mi culpa que tú seas viejo y tengas que comer papillas.


− No es papilla, es puré[1]. Infórmate bien, niño. − Así, demostrando cuán maduro es, Yutaka realiza el gesto estándar de burla infantil: sacar la lengua. Gesto que Akira copia. − Además, si hablamos de vejez, Yuu…− es interrumpido por un fuerte grito proveniente de la primera planta de la casa.  


− ¡Cállense los dos y bajen de una vez!     


Del susto por haber sido descubiertos discutiendo, ambos saltan de la cama y salen de la habitación a paso veloz; en algún punto del camino iniciaron una encarnizada carrera hacia el comedor, la cual terminó en empate. Yutaka quiere mucho a Akira, pero no implica permitirle vencerlo en todo, así le enseña que en la vida no siempre se gana… No, no es cierto, sólo no quiere que el niño le arme un berrinche por haber perdido.


− Ya estamos presente, señor. − realizan un saludo militar, luego los tres ríen.


− Bien, siéntense. Traeré el desayuno. − Yuu se adentra a la cocina siendo seguido por Yutaka, estando en la privacidad brindada por la puerta cerrada, lo abraza desde atrás, pasando las manos de la cintura al sobresaliente vientre de ocho meses de gestación.


− Queda poco tiempo. − dice, a la vez que reparte castos besos a lo largo del cuello de Yuu y lo atrae más hacia él.


− Lo sé. − suelta un tenue suspiro, también posa las manos sobre su vientre− Quisiera que el tiempo avanzara más deprisa, para tenerlo entre mis brazos.


− Claro, y cuando se cague no querrás ni acercarte. − insinúa con gracia, posando sus labios en la mejilla del mayor.


− No seas idiota. Ya cambié pañales sucios una vez, puedo hacerlo otra vez. − declara, suspirando debido a las afables caricias− Además, esta ocasión no estaré solo, tú también te ensuciarás las manos…− Yuu gira dentro del abrazo para quedar frente a frente con Yutaka, eleva los brazos hasta enredar los dedos entre los cabellos cobrizos del contrario y darles un débil tirón− porque si no lo haces, te irá mal, muy mal. − puntualiza, en tono hosco, cerca de los labios ajenos.


− Tus amenazas sólo hacen que quiera no cumplir con tus palabras.


Las miradas retadoras no duran ni cinco segundos, cuando sus labios ya están unidos en una grácil danza, sin profundiza en nada más que detallar el volumen de dichas carnosidades.


Un par de ojos observan la escena, con aquella curiosidad infantil que los caracteriza. Akira, desde su puesto en el desayunador, es testigo de la melosidad y cariño de sus padres; no sabe de qué hablan, ya que musitan, pero puede verlos a través de la abertura en una de las paredes que funciona como ventana y da hacia la cocina. Esa ventana que siempre se mantiene abierta y que los adultos olvidan, quedando el sitio con nula privacidad.


Pacientemente, el pequeño, espera a que sus papis decidan parar de robarse el oxígeno. Así es como lo ve él, ya que cuando se separan respiran como si hubiesen corrido kilómetros y estuvieran cansados, también hacen ruidos extraños; entiende que es una manera de demostrar amor, ellos se aman mucho, mas, eso no impide que le parezca desagradable. Es decir, a sus tiernos 6 años, este tipo de contacto le causa repulsión, al igual que a otros niños, pero es algo que acepta sólo si proviene de ellos dos.   


Los ve separarse y decirse unas cuantas palabras más. Luego, toman los platos del desayuno y se acercan a la mesa, donde posicionan los platos, cada quien se sienta en su asiento designado. La atención de Akira está puesta en sus padres, quienes sostienen una plática amena, incluyéndole en esta. Terminan de comer en una atmosfera grata. Yutaka levanta los platos sucios y se dirige a lavarlos. Mientras, Yuu se encarga de bañar al niño y vestirlo con el uniforme escolar.


Se reencuentran en la puerta principal, donde Akira es cubierto —casi totalmente— con un abrigo de un vivo color azul, un gorro del mismo tono y un par de aguantes rojos, como protección al frío invierno; Yutaka, lleva puesto un abrigo y guantes de color negro, y un gorro gris. Ya ambos listos, se despiden de Yuu, quien debido al embarazo tomó un tiempo de descanso del trabajo. Ve a su hijo y a su esposo alejarse de su hogar, agarrados de las manos y, seguramente, discutiendo por alguna curiosidad que al chiquillo se le ha ocurrido. Con una risilla, cierra la puerta.


—No, Aki-bobo. La nieve no sabe a helado, si la comes, enfermarás.


Un puchero le sigue a su respuesta. Espera que haga caso a su advertencia y no regrese a casa con dolor de estómago o algo peor.


Picó la sonrosada mejilla, molestando al infante. Le gusta ver esa expresión arrugada de párpados cerrados y labios en puchero.


Más le encanta tener a alguien a quien cuidar, a quien amar y a quien hacer sonreír con el mínimo detalle, y viceversa. Ama a Akira tanto como ama a Yuu, cuando le conoció era un bulto llorón que causaba desastres para llamar la atención de su papi, con el pasar de los años han creado una bonita amistad, que espera se convierta en una buena relación de padre e hijo. Se siente afortunado de tenerlos, ahora más, gracias al bebé en camino. Una nueva vida, un nuevo amor.
 
Antes, no tenía nada. Ahora, lo tengo todo.

Notas finales: [1]No es papilla, es puré = en realidad, es lo mismo. Para que vean qué tan bobos son xd
 
Disculpen, iré a vomitar el azúcar que acabo de ingerir (por escribir este fic xD)

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