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La luz de las luciérnagas por sawako1827

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Notas del fanfic:

Todos los derechos de los personajes le pertenece a Haruichi Furudate.

Notas del capitulo:

Algo que le debia a una amiga xD

El verano en Miyagi era cálido y reconfortante comparado con el de Tokio. O por lo menos así lo pensaba Tsukishima desde la comodidad de su hogar envuelta por frío artificial del aire acondicionado.

 

Hacia unos días habían vuelto del campamento de entrenamiento en Sendai. Y la pegajosa experiencia de entrenar hasta tarde, envuelto de cansancio y sudor; no la olvidaba fácilmente. Se preguntaba, aun cuando ya había pasado cierto tiempo, sobre qué tipo de cosa podría haber pasado por su cabeza para aceptar haber ido.

 

Quizá sea la emoción del torneo, pero él no se llamaba Hinata. Quizá era querer conocer una ciudad nueva, gente nueva o hasta técnicas nuevas… pero tampoco.

 

Al final si regresó con un nuevo repertorio de lo anteriormente dicho pero tampoco es que lo emocionara demasiado. No era una de sus características ser tan “jovial”.

 

Soltó un suspiro de frustración cuando vio la hora cuyos números marcaban que se acercaba el horario de ir a entrenar. La idea de sudar nuevamente provocaba que su mente rememorara a los días de campamento. Por lo que se cuestionó su primer pensamiento de si el calor de Miyagi al final era más reconfortante que el de Tokio.

 

Concluyó que quizá en algunos aspectos podrían estar en igualdad de condiciones.

 

****

Caminó lentamente por las calles suburbanas de su barrio puesto que no tenía prisa, en sus oídos retumbaban las guitarras eléctricas, baterías y bajos de las distintas canciones que su reproductor elegía aleatoriamente.

 

“Morning Glory” del reconocido grupo musical británico “Oasis” comenzó a sonar y su mente divagó al pasado de días atrás. A recuerdos de orbes doradas como el sol y el cómo se acercó peligrosamente a ellos. La armonía cálida de las notas que se entonaban por el auricular, producía un inmenso calor desde su interior, mezclandose con el externo del ambiente de verano.

.

.

 

—Entonces para bloquear debes alzar tus brazos más hacia al frente y no tan encima de ti ¿lo entiendes? —Me decía Kuroo haciendo él mismo lo que acababa de explicar para darme una idea gráfica sobre lo que era realmente un bloqueo bien efectuado.

 

—Lo entiendo… —Le respondí simplemente. Él solo sonrió ladinamente con esa arrogancia que no entendía de dónde venía.

 

—Tsuukkiii —Una voz estridente pero barítona comenzó a llamarme a mis espaldas. Y no hacía falta ni darme la vuelta para saber de quién se trataba.

 

—Bokuto-san… —Apenas dije con un tono malhumorado. Su derroche de energía me hacía sentir que derrochaba la misma con tan solo verlo, escucharlo, sentirlo o lo que sea.

Mi cuerpo se balanceó hacia delante producto del peso extra en mi espalda. Bokuto me abrazaba por los hombros apoyando su cuerpo contra el mío. Fruncí el ceño, siempre era de esta forma con él y no entendía porqué lo hacía. Así que solo me limite a sacar sus gruesos brazos de mis hombros.

 

Por alguna razón a Bokuto no le importó y siguió con su discurso.

 

—¡Hey! ¡Hey! ¡Hey! Tsukee ya que te convertiste en un experto en el bloqueo

¿¡Qué te parece si intentas detener alguno de mis remates!? —Decía o, más bien, gritaba con los brazos al aire y su rostro era decorado con una gran sonrisa. Acaricié mi mentón inconscientemente ¿Cómo hacía para que no le doliera los músculos faciales al sonreír siempre de esa forma?

 

Asentí levemente a su petición, después de todo estaba ahí para entrenar y mejorar mi técnica. Y quiera o no necesitaba de él para lograr resultados óptimos.

 

—Bokuto-san, no debe recargarse de esa forma en las personas tan de repente. —Escuche decir a Akaashi de repente. —Tsukishima podría haber perdido el equilibrio y haber caído.

 

—¡A-ah! Lo siento mucho Tsukki. —Se disculpó rápidamente Bokuto y yo solo asentí de nuevo.

 

Akaashi podría haber tenido razón, el peso de un cuerpo como el de Bokuto fácilmente podría haberme hecho caer, pero es porque escuche su voz llamándome que tuve la ligera sospecha de lo que pasaría.

 

Preparar mi mente no solo para recibir su cuerpo sino el extraño escalofrío que se originó desde hacía días atrás.

 

Aproveche el entrenamiento para aligerar mi mente y liberarla de pensamientos innecesarios. O por lo menos así lo deseaba y del dicho al hecho hay mucho trecho.

Digamos que la distancia entre un bloqueador y un rematador a la hora de “matar” el remate, es relativamente “corta”. Con la red en el medio obstruyendo parte de la vista la mayoría de las veces no llegas a ver el rostro del contrario. El problema recae cuando ambos llegamos a sobrepasar la altura de la red.

 

Y es esta misma situación que se fue repitiendo incontables veces en el entrenamiento que en mi cabeza ahora abundaba el dorado brillante. Dos grandes orbes tan resplandecientes e irradiantes de calidez que me hacían sentir que estaba cerca del mismo sol.

 

Desviaba mi mirada y sentía que no estaba haciendo un buen trabajo.

 

Y de un momento a otro, nos tomamos un descanso… “el comienzo del fin”.

 

—Tengo que ir al baño, vuelvo enseguida. —Anunció Akaashi haciendo un movimiento leve con su cabeza y se fue lentamente. Aquella acción habría pasado desapercibida de no ser por la inquisidora mirada de Kuroo, siguiéndolo con la vista y levantándose del suelo.

 

—Yo también tengo que ir. —Dijo sin más y no pude evitar pensar que aquello era muy sospechoso. Sin embargo con ellos dos fuera del panorama la única compañía que tenía en ese momento me hacía surgir una extraña incomodidad.

 

—Creo que son pareja. —Dijo de repente Bokuto con la mirada clavada en el suelo. Con su mano jugaba con la botella de agua que gracias a dios se encontraba vacía. —No lo dijeron, pero parece obvio ¿No crees?

 

Mi actividad mental se detuvo de repente, porque aquellos ojos que brillaban como el sol de repente parecían más opacos que el carbón. Así que solo asentí sentándome también, imitando su actividad visual la cual ya no parecía tan absurda.

 

Dentro de mí surgió la imperiosa necesidad de preguntarle algo, pero mi naturaleza no era particularmente curiosa así que me tragué las palabras, inclusive aquellas que derrochaban el ácido con las que tanto se caracterizaban. Incluso una persona como yo entendía cuando había un límite.

 

—Dime Tsukki. —Dijo Bokuto mirándome con una sonrisa, esos cambios de humor a veces me daban hasta miedo (pero no literalmente). —¿Tienes a alguien que te guste?

 

Oh bien, si sus cambios de humor ya me descolocan; aquella repentina pregunta lo hizo por completo. Haciendome hasta tardar en responder porque había quedado en blanco. Me acomode los lentes y fruncí levemente el entrecejo.

 

—No, nadie me gusta. —Contesté sin más, ignorando por completo la sensación extraña que había surgido en mi pecho y se trasladaba a mi estómago.

 

—Y-ya veo ¿Por qué? —Preguntó haciendo comenzar un cuestionario incómodo.

 

—Porque no...

 

—Oh vamos Tsukki tiene que haber una razón.

 

—¿Una razón? ¿Para que no me interese nadie? —Enarqué una ceja expresando un tono de voz irónico. —Simplemente nadie me interesa y ya. No veo el porqué de darle vueltas al asunto.

 

—¡¿Ni siquiera una chica linda?! —Preguntó completamente sorprendido.

 

—No, ni siquiera. —Intenté finalizar la conversación puesto que el tema ya me estaba irritando, por alguna razón, más de lo normal.

 

Él solo se me quedó mirando y segundos después desvió la mirada hacia algún punto inerte de la habitación.

—Ya veo… —Repitió en un susurro que apenas pude escuchar.

.

.

.

 

Con una expresión irritada aceleró su paso, el viento se levantaba tenuemente debido a la voracidad del verano. Estación que odiaba puesto que tenía cientos de cosas en contra. Aunque tampoco le gustaba el invierno ya que a pesar de ser el polo opuesto, la lista de negatividades estaban igualadas para ambas estaciones.

 

Soltó un suspiró y giró a la derecha en la esquina. A un par de metros ya podía vislumbrarse el edificio escolar de Karasuno.

 

****

El entrenamiento era agotador, como siempre. Las gruesas gotas de sudor recorrían su rostro humedeciendolo de forma tan pegajosa, asqueandolo en el proceso.

 

Aun así siguió cumpliendo su tarea, porque su orgullo era más grande y fuerte que cualquier cosa y no podría seguir viviendo sabiéndose inútil. Que sí, era realista y admitía que había muchas cosas que no podía hacer, pero el que muchas personas se lo hayan dicho es una historia diferente.

 

Y por eso aplicó todos sus conocimientos adquiridos en el campamento y hasta entrenaba horas extra con su hermano, y si eso no era dedicación, no sabía que era.

 

Dedicación que intentaba aplicar en ese momento pero que a la hora se le estaba dificultado más de lo que quisiese. Porque aun si trataba de concentrarse en cada bloqueo, dos gemas doradas, tan radiantes y tan grandes, se presentaban en el hueco de su visión que era vacía y oscura. Logrando iluminar toda la zona con su sola presencia.

 

Y no lo entendía y lo odiaba, porque aquello le hacía sentir una calidez inigualable. Tan fuera de contexto que superaba su análisis.

 

Y el calor del verano ya era más que suficiente para él como para seguir atormentandose con otra fuente radiante y subjetiva de energía calórica.

 

Al anochecer, el entrenamiento se dio por finalizado. Y en las calles que anteriormente había transitado, no sólo ese día, sino muchas veces, se encontraba casi en completa oscuridad.

 

El extenso campo que era la bóveda del cielo estaba falto de su protagonista diurno. El círculo de plata, a su vista, diminuto, era quien proyectaba su débil poder lumínico.

 

Tan débil, que las fuentes artificiales de haces de luz tenían que ayudarla a iluminar su alrededor.

 

Y de pronto no podía evitar sentir un hueco de soledad provocando una aprehensión en su pecho.

 

Yamaguchi desapareció en algún momento del camino, pero su compañía no fue notoria aun si el otro ponía su mayor esfuerzo en producir palabras.

 

Palabras que siquiera cruzaron el umbral de sus oídos y aun así ahora mismo las anhelaba. Así que para cubrir ese nuevo hueco cubrió ese mismo umbral con un muro sobreprotector. Donde además de protegerlo de agentes externos, le brindaba aquello que quería.

 

Los auriculares por fin dejaron escapar sus ondas sonoras que pronto recorrieron hasta la última neurona. Y de esa forma, siguió su camino.

 

Pasando sombras y construcciones de concreto que básicamente las sabía de memoria. El viento ahora se alzaba con más ímpetu removiendo sus delgadas hebras y acariciándolo con frescura. Cerró los ojos para incrementar aquella sensación de regocijo.

 

Y al volverlos a abrir un intenso pero pequeño brillo danzaba por el aire no muy lejos de él.

Se acercó a la pequeña luminaria alcanzandola sutilmente con una de sus falanges.

 

“Una luciérnaga” pensó y era claro el motivo de su aparición si se encontraba a mitad del verano.

 

A esa pequeña le siguieran un par más y luego de verlas flotar dentro de su estrecha frontera de espacio personal, desaparecieron sutilmente de su campo de visión, siguiendo su camino independiente.

 

Aquello era normal en una pequeña ciudad como la suya, pero de pronto no pudo evitarse preguntar que tipo de reacción exagerada expresaría cierta persona al ver el pequeño show de luces.

.

.

.

 

Cuando Kuroo nos dijo lo obvio (el hecho de que él y Akaashi fueran pareja), ya no se molestó en contenerse con sus muestras de cariño. Aun si Akaashi imponía límites para no incomodarnos, Kuroo siempre se las arreglaba para hacerlo sucumbir, aunque sea un poco.

 

Desde entonces la actitud de Bokuto comenzó a tornarse “normal” o molesta, por lo menos para mi; ya que, incluso, hasta lucía aún más animado.


Aun me costaba comprender cómo es que cambiaba su semblante y actitud tan rápido siendo que anteriormente parecía que se derrumbaria cuando aquellos dos desaparecian.

Ese día, en el descanso del entrenamiento, se me acercó atiborrandome de preguntas, unas más absurdas que otras, soltando palabras de forma estrepitosa, moviendo sus manos “de acá para allá” mientras expresaba todo con un tono de voz estridente.

 

Estaba poniendo demasiado empeño en querer entablar una conversación conmigo y no podía evitar pensar que ésta, estaba siendo demasiado forzosa.

 

Y cuando finalmente me cedió la palabra le pregunté:

—Hasta ayer te vivías deprimiendo en los descansos ¿que te sucedió ahora? —Es lo que finalmente terminé preguntando, sin siquiera haberlo pensado demasiado, habiendome hecho perdedor ante la curiosidad.


Fruncí el ceño y desvié la mirada en cuanto me di cuenta de este hecho. Sintiendo como su mirada se intensificaba, aún si no la estaba viendo.


—AwwTsukee. —Vociferó fuertemente abrazandome con fuerza, demasiada para mi gusto. —¡¡Estabas preocupado por mi!!


—No lo estaba. —Le contesté intentando safarme de su agarre, sin lograr demasiado.

 

—¡Hey Hey Hey! ¡¡Claro que si!! —Exclamó levantando uno de sus brazos al aire como si vitoreara algún primer premio importante. Lo miré aún más confundido y molesto, pero de respuesta obtuve su gran y brillante sonrisa. De esas que eran demasiado resplandecientes... demasiado perfectas.

Y en cuanto ese pensamiento se cruzó por mi mente lo evité de nuevo, empujándolo fuera de mi círculo personal.


—Claro que no. —Le volví a responder.

—Cla-ro-que-si. —Dijo remarcando cada sílaba, convirtiendo su sonrisa en una de índole juguetón, marcando un fuerte contraste de emociones en mi interior.  Como si mi corazón diera un vuelco de 180° y revolucionara hasta el movimiento de mis partículas. —En fin Tsukki. ¿Sabes que? Estoy tan feliz por mis amigos. Kuroo y Akaashi, me refiero. Es que hace un tiempo ellos solo se iban por ahí y pensé que entrenaban solos porque ya no querían entrenar conmigo porque perdían mucho ante mi grandioso poder de remate... —Dijo cabizbajo y pensativo. —Pero al final me equivoque. —Levantó la cabeza rápidamente. —Y la cosa resultó más genial de lo esperado. ¿No crees? ¿Eh Tsukki?

Asentí con un leve movimiento de cabeza mientras intentaba procesar la información recientemente acotada. Aun así no sabía que responder exactamente, por lo que dejé que siguiera hablando prácticamente solo.

 

Luego de eso, era extraño ver como Bokuto de pronto se me acercaba aún más en los entrenamientos. A veces tomándome desprevenidamente del brazo, arrastrándome hasta alguna cancha vacía para que lo ayudará a practicar; otras veces simplemente se acercaba con timidez, por extremo, impropia de su persona, sentándose a mi lado a la hora de los descansos, manteniéndose en un extraño silencio. Extraño porque, precisamente, Bokuto no era una persona que descansara y mucho menos se mantenía callado.

 

Así que pensé que simplemente había entrado en su modo deprimido de nuevo, pero al verlo, descarté la idea de inmediato.

 

Porque estoy seguro, que en su modo deprimido no sonreiría con satisfacción cuando se hundía en pensamientos. Y aunque me pareciera un poco extraña su actitud, no me molestaba del todo.
.

.

.


Cuando llegó a casa acomodó sus cosas de entrenamiento en sus respectivos muebles e inmediatamente fue a bañarse.


Se recostó en su cama y sacó su celular el cual emitía una pequeña lucecita en la parte superior, producto de una notificación sin revisar. Desbloqueó la pantalla e inmediatamente se mostraba un pequeño cartel de un nuevo mensaje.
El remitente, era una persona que desde el campamento no le ha dejado de escribir día tras día; mañana, tarde y noche.

"HEY HEY HEY!! TSUKEE. CÓMO ESTAS!!??? HAS ENTRENADO MUCHO EL DÍA DE HOY?
YO HE REMATADO MIL VECES TSUKKI! MIL!!"

Era lo que ponía el mensaje. Tsukishima rodó los ojos. Ya era la tercera vez en el día que le enviaba un mensaje y la tercera vez que le preguntaba cómo estaba. No es como si su humor cambiara tan drásticamente como él.

Tecleó rápido una respuesta. Corta y concisa, tan propio de su persona.

 

Un minuto después la respuesta de Bokuto ya estaba en su bandeja de entrada.

 

—¿Acaso estuvo esperando frente al teléfono mi respuesta? —Se preguntó a sí mismo al ver la velocidad de respuesta que poseía Bokuto.

 

“BAÑATE ADECUADAMENTE TSUKKI!! Y LÁVATE DETRÁS DE LAS OREJAS TAMBIÉN :) :)!!”

 


****
Al otro día, recibió un "BUENOS DÍAS TSUKKEEE" tan cargado de energía que aun siendo la mañana ya se sentía saturado por una sobrecarga.

 

“Buenos días” contestó Kei, redactando el mensaje sin gastarse en palabras de más. Y aquello solo contrastaba más la forma de ser de ambos.

 

Restregó sus ojos levemente para terminar de despertarse y clavó su mirada al techo. Blanco era todo lo que veía aunque su mente fuera todo lo contrario.

 

Y de nuevo su concentración se vió interrumpida por el sonido corto de una notificación cuya causa, era el cuestionamiento de Bokuto hacía su rutina de aquel día. Realmente no tenía mucho para hacer, era domingo y no había entrenamiento por lo que tendría el día libre. Se había despertado temprano solo por costumbre, pero la realidad es que tenía muchos deseos de seguir durmiendo.

 

Bokuto siguió hablando de millonadas de cosas sin sentido; y en el medio de la charla, surgió una pregunta. “¿No irás al festival del Tanabata, Tsukki?”

 

Festival, él realmente no quería salir ni al patio de su casa. Y respondió así mismo exhalando un suspiro y un minuto después le respondió a Bokuto.

 

“No, en verdad no tenía planes de ir”

 

“¡Vayamos juntos, Tsukki! ¡Ya estoy llegando a Miyagi!”

 

Tsukishima se levantó prácticamente de un salto, mirando la pantalla de su celular con absorbente sorpresa.

 

“Espera… ¿QUÉ? ¿En qué momento?”

 

“Nos vemos en un rato y te contaré todo, Tsukki”

 

Entonces Bokuto se desconecto del chat y él solo se dejó caer sobre la cama, muy lentamente. Con sus dedos pellizcó el entrecejo fruncido que por cada segundo, se fruncia aún más. En verdad no entendía a esta persona, actuaba de forma muy precipitada e imprudente. Por otro lado, ¿debía cuidar de él todo el día? Aquello no le hacía mucha gracia, por lo que la idea de simplemente dejarlo por ahí se hacía muy tentadora.

 

Pero la imagen de Bokuto yendo a las comisarías mostrando su foto para buscarlo, se posó en su mente como una escena no tan alejada de la realidad. Y lo cierto es que prefería lidiar solo con Bokuto, y no con Bokuto y un séquito de policías.

 

****

Cerca del mediodía, Bokuto ya lideraba su paseo improvisado. Diciendo que estuvo toda la tarde de ayer “estudiando” las calles en el mapa de su teléfono.

 

—Si tanto sabes cuidarte ¿para que me necesitas?

 

—Porque no es divertido si estoy solo. —Su respuesta sonaba tan obvia que lo hacía enojar.

 

—¿Y porque yo? Creo que te divertirás más con Hinata. —Cuestionó nuevamente, entrelazando sus dedos.

 

—Oh vamos Tsukki, de verdad quería estar contigo hoy.

 

Tsukishima no respondió aquello, porque en verdad no sabia que decir. Solo fijó su mirada a un costado, mirando vidrieras de negocios cerrados. Entonces optó por cambiar de tema y abandonar esa extraña incomodidad que había nacido en el campamento de entrenamiento.

 

—No es Tsukki, es Tsukishima.

 

—De acuerdo Tsukki. —Respondió sonriendo, sin darse cuenta que no había resuelto el asunto del apodo en lo absoluto.

 

—Tsukishima.

 

—¡Lo siento! Tsukki… shima… —Agregó al final.

 

—Bien, entonces ¿porque viniste especialmente Miyagi? ¿Acaso no celebran el festival en Tokio?

 

—Si... pero no se ven muchas estrellas en Tokio. Akaashi me dijo que es por las luces de la ciudad; que en una donde haya más naturaleza se verían mucho mejor. ¡Entonces recordé que Tsukki viene de las montañas! Y pensé que sería genial por que las estrellas se verían muy lindas y además tú podrías acompañarme.

 

—Lo haces sonar como si fuera un cavernícola de las montañas…

 

—¡Pero es es genial!

 

—No, no lo es.



****

El día siguió recorriendo las horas, su transcurso y sus cambios. Cuando menos se dieron cuenta, el final de la tarde ya estaba llegando, haciendo caer un manto anaranjado y rojizo. Un ocaso caluroso se manifestaba como telonero de la noche despejada. Las luces de la ciudad comenzaron a encenderse, pero no encandilaban, y el cielo estrellado aun seguía viéndose con total claridad.

 

Se podían ver algunos adornos concordantes con la festividad en las plazas, pero el verdadero festejo se desarrollaba cerca del templo.

 

Mientras se adentraban a éste, Bokuto quiso lucirse contando la leyenda de Orihime y Hikoboshi, pero al final Tsukishima terminaba corrigiendolo en algunos detalles.

 

El lugar estaba atiborrado de gente, Kei pensaba que, incluso, era mucho más de lo habitual. Quizá personas de otras ciudades se habían acercado a pueblos aledaños; así como Bokuto, y poder disfrutar del festival con su encanto natural, como se debe.

 

Había muchas luces también, no encandilaban, pero su número si llegaba a molestar. Las personas lo empujaban ligeramente, debido al reducido espacio; y Bokuto lo tomaba de la muñeca y lo llevaba por todas partes, completamente emocionado.

 

Cabe destacar, que un escenario como ese lo haría entrar en desesperación o simplemente no le darían el mejor de los humores. Pero lo cierto es que al final no era “tan malo”. El búho de Fukurodani decía y hacía tantas estupideces, que por dentro lo hacían reir. No demostraba lo que el mayor le causaba y no lo iba a permitir tampoco.

 

Pero aun si la personalidad de Bokuto aligerara la situación, la gente lo estaba agobiando. Miró a su alrededor un poco y decidió sentarse en un tronco que se hallaba a un lado del camino. Donde las luces y el ruido llegaban en menor medida. Quitó el aire de sus pulmones y cerró los ojos. Ya recordaba porque no iba a esos festivales.

 

Bokuto lo encontró al rato, con dos manzanas con caramelo en sus manos, regalandole una al rubio. El mayor se sentó junto a él y sorpresivamente se quedó callado. Ambos se quedaron mirando el ir y venir de las personas, escuchando conversaciones en forma de barullo y risas infantiles.

 

Tsukishima recordaba cuando venía con su hermano. Tampoco le gustaba quedarse mucho tiempo, siempre fue de evadir lugares demasiado concurridos. De la mano de este recuerdo, una imagen llego a su mente.

 

Un campo.

 

No estaba muy lejos de allí, su hermano solía llevarlo cuando se cansaba del festival. Y como el panorama era similar, decidió que era buena idea visitar aquel lugar.

 

—Ven conmigo. —Dijo levantándose de su sitio, caminando para adentrarse al bosque.

 

—¿Tsukki? ¿A dónde vamos?

 

—Ya verás.



****

El bosque no era extenso, por lo que el camino no se hizo largo y cansado, sino todo lo contrario. La oscuridad era espesa, ya que las ramas no dejaban que se filtrara ningún atisbo de luz, pero el suelo no estaba descuidado, así que se podía caminar con tranquilidad.

 

Llegando al límite del ejercito natural, la luz tenue de una fuente luminica extraña los estaba esperando. Bokuto quiso cuestionar tan misterioso acecho, pero al salir por completo del bosque, calló cualquier sonido que su boca pudiera producir.

 

Aquella luz era provocada por miles de luciérnagas, sus pequeñas luces solo eran destellos estando de forma individual, pero todo se intensifica cuando existe una agrupación. Iluminaban como una fogata que surgía del vacío. Pues allí solo era suelo y pastizales.

 

Bokuto se adentró allí, absorto a lo que sus ojos veían. No quería siquiera parpadear. Pero su expresión cambió, se giró para ver al rubio quien contemplaba el espectáculo como él, y le dedicó una de sus más grandes sonrisas.

 

—¡¡Tsukki esto es tan genial!! y hermoso y lindo. —Hablaba con más rapidez de la usual, Tsukishima suponía que era producto de la estupefacción. —... Vine desde Tokio para ver las estrellas en el cielo. Pero esto es mucho mejor ¡porque estoy viendo estrellas en la tierra!

 

Aquel lugar se sentía como nadar en el universo, porque su alrededor estaba completamente ocupado por destellos flotantes, y si elevaba la vista, el inconmensurable firmamento se extendia para cubrir toda su visión.

 

—Son tan bonitas... —Susurró Bokuto levemente en cuanto se adentró un poco más hacia aquel campo iluminado por estrellas terrestres. Las luciérnagas revoloteaban libremente por toda la extensión campestre y llana, funcionando como un show de luces.

—Si... —Respondió Tsukishima mirando el lugar con un poco menos de admiración, puesto que ya estaba más acostumbrado. Bokuto lo miró de nuevo, como si se le hubiera caído de repente, la mejor idea de su vida.

—¡Tsukki! ¡Son como tu! —Expresó el mayor de pronto.

—¿Ah?

—Si Tsukki. Tu nombre ¿no significaba luciérnaga?

Tsukishima enmudeció por segundos, Bokuto siempre lo llamaba por apodos extraños por lo que llego a pensar que ya había olvidado su nombre real. Pero no, e incluso hasta recordaba el significado.


Su corazón comenzó a latir con un pulso más rápido por lo que evitó mirarlo directamente.

—Kei... —Susurró Bokuto y Tsukishima giró rápida pero disimuladamente su rostro por la sorpresa de lo que había dicho. —¡¡Todos ellos son Kei Jr.!! —Exclamó completamente feliz.

Tsukishima no dijo nada, solo comenzó a reír, como nunca lo hacía. Siempre que expresaba alguna carcajada (aunque sea fanfarrona y falsa) era solo para burlarse de sus compañeros. ¿Pero.. reírse libre y sinceramente? Jamás.

 

Y entonces recordó todas aquellas veces en que casi cae en la tentación de dejar fluir su risa debido a alguna ocurrencia producida por el chico de cabellos bicolor, tanto ese día como los anteriores, desde que lo conoció.

—Kei, Kei, Kei, Kei. —Comenzó a nombrar mientras señalaba a cada luciérnaga que se cruzara en su camino.

—¿No deberias usar algun nombre diferente? —Preguntó una vez más calmado. —Quiero decir, todas se llamarían igual.

—¡¡Pero Tsukki!! —Reclamó haciendo un berrinche. —Tu nombre es tan lindo. ¡¡Es un desperdicio no usarlo!! —Bokuto no dijo más nada y siguió jugando libremente por el alrededor.

 

Él solo se quedó allí admirando, a su acompañante energético y su alrededor. Se preguntaba cuánto tiempo duraba la batería de Bokuto, puesto que había sido de esa forma todo el día. También pensaba que visitar este lugar era lo mejor que se le había ocurrido en un buen tiempo. A Bokuto realmente le gustó ese lugar, y admitía -muy dentro suyo- que estaba un poco feliz de que el mayor apreciara el gesto.


El de ojos dorados como el sol se empezó a cansar de tanto correr por lo que dirigió su foco de atención, entonces, al contorno de la figura iluminada de su compañero. Miraba como el amarillo proyectaba pequeñas zonas y el azul delineaba su rostro.

 

Lo sentía etéreo y placentero, solo con la vista.

 

El más alto no tardó en sentir el par de ojos vibrantes sobre su persona, por lo que se giró para devolverle la mirada.

 

—¿Qué?

 

—N-nada. —De forma lenta se acerca a la anatomía del menor, parándose a su lado y admirar el espacio, junto a él. Estaban sumidos en un silencio que no sabían cómo clasificar, porque estaba en el medio, entre cómodo e incómodo. Bokuto fruncía sus labios en un gesto o tic, estaba ansioso por algo. Por realizar algo que deseaba desde que conoció a la persona a su lado.

 

El eco de la naturaleza nocturna los envolvía en su misteriosa mezcla de armonías visuales y auditivas, provocando que el ambiente se volviera dulce y acogedor.

 

Es en medio de ese panorama que Bokuto se inclina para satisfacer su deseo profundo. Rozando los finos labios con los propios, tímida y ligeramente. El contacto no dura mucho, porque su vergüenza supera cualquier cosa. Pero lo atesora, como la gran y fantástica proeza jamás hecha.

 

—Perdón, lo siento si te incomodó… Tsukki. —Expresó alejándose de él un tanto. Dándole la espalda.

 

—...Bokuto-san ¿yo te gusto?

 

El de cabellos como la ceniza y el carbón abrió los ojos que antes había cerrado con fuerza. La verdad era esa, hablar con Kuroo y Akaashi le había hecho confirmar aquella extraña atracción que había formado por el menor. Le gustaba.

 

Le gustaba su cabello rubio y sus ojos en conjunto; su gruñona, arisca y sarcástica forma de ser. Si cualquiera encontraba aquello demasiado problemático, a Bokuto le encantaba porque personas como él, escaseaban. Lo veía como alguien especial, alguien que es difícil de encontrar. Un pequeño tesoro que podría atesorar por siempre y jamás se cansaría de ello.

 

—Si, me gustas.

 

Y Tsukishima solo podía mirar el suelo para afrontar lo escuchado, o ingerirlo o cualquier cosa que su orgullo le dejara pensar cómo es que aquellas palabras retumbaban en su interior. Si los insectos hacían eco en el ecosistema, la voz de Bokuto lo hacía dentro suyo. El mayor se había confesado, pero ¿qué hay de él?

 

Lo consideraba una persona especialmente particular, y estupida, e increiblemente dificil de lidiar. Pero tenía cierta cosa que no dejaba que lo alejara. Y no se había reparado en pensar qué es.

 

Aunque es hasta es momento que se da cuenta, que la verdad no importa. Es Bokuto. Eso es todo. Es aquel que le hizo reír todo el día (aunque solo en su interior), incluso externamente, pues no había controlado aquello y en verdad no le importó. Es aquel con el que siente que le deja ser como se le dé la gana, y aun así no se molestaría. Y si siempre buscaba que las personas se enojaran a propósito, Bokuto era todo un reto. Porque protestaba, sí, pero jamás se enfadaría realmente

 

Bokuto era un reto que podía ser molesto, con sus cambios de humor y como es que cada pequeña cosa le afectaran el doble; sin embargo era un reto que traía cosas aún más satisfactorias.

 

Cómo es que había creído tanto tiempo que su interior solo funcionaba sistemáticamente para que su cuerpo se mantuviera con vida; y luego llega Koutarou, que con una palabra todo se revoluciona y se torna cálido..

 

—También me gustas… creo.

 

Bokuto abrió los ojos grandemente, haciendo lucir el nombre de su escuela y de su nombre también, pues en verdad lucía como un búho.

 

—¿¡De verdad!?

 

—No estoy muy seguro.

 

—¿Pero es más un sí que un no?

 

—Si…

 

Entonces sonrió de nuevo y lo abrazó de forma que pudiera levantarlo del suelo y hacerlo girar en el aire. Le besó la mejilla con dulzura en cuanto lo bajó y lo acarició también. Porque lo sentía preciado para él.

 

Era su tesoro.

 

—¡¡Yo haré que te sientas seguro de tus sentimientos Tsukki!!

 

—¿Ah sí? ¿Y como vas a lograrlo?

 

—¡Ya se me ocurrirá algo!

 

El más alto sonrió muy ligeramente y negó con la cabeza. Apoyando sus manos en los hombros del mayor, se dedicó a observar los grandes ojos del mayor.

 

Sí, realmente lo que sentía era algo especial. No podía simplemente rechazar ese hecho.

 

Por eso si Bokuto iba a esforzarse por explotar aquel sentimiento, él quizá podría hacerle la tarea más facil.

 

Pero él no tenía que saberlo.

 


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