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Indicio de Amistad por yuhakira

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Notas del capitulo:

 

 

 

Una semana después de su último encuentro, la mente de Ángel se había tranquilizado. Había evitado a toda costa estar cerca de Jeyko,  luego de descubrir que su pesadez se acrecentaba con su cercanía. Sin embargo y más por la fuerza de la costumbre que porque realmente quisiera hacerlo, fue a quedarse esa noche. Sabía que Andrea no estaría, había salido de viaje con sus padres luego de que ellos supieran la noticia de la boda. Si sus cálculos eran correctos, se ausentaría por lo menos una semana más. 

 

Esa semana procurando mantenerse alejado de Jeyko, se había dedicado a su trabajo. Horas extras casi todos los días. —Ahorro para algo importante—, decía cada que alguno de sus amigos preguntaba la razón de su creciente sentido de la responsabilidad. Incluso el día que no laboraba se presentó al supermercado, para sorpresa del resto de empleados. Pero esa noche de sábado, luego de haber salido casi a medianoche del lugar de trabajo, no podía seguir ignorando los incesantes llamados de Jeyko. Después de muchas excusas él insistía fervientemente que necesitaba hablar con él, en lo posible antes del regreso de Andrea. Su reloj marcó las doce de la noche al momento de cruzar la portería del conjunto residencial, como era costumbre pasó sin anunciarse. Se detuvo frente al ascensor y esperó que este abriera sus puertas, más cuando lo hicieron se mantuvo estático, sin mucha espera las puertas volvieron a cerrarse. Sabía que no había forma de prolongar por mucho tiempo el momento que había estado evitando durante toda la semana, pero lo haría en lo posible. Caminó hasta las escaleras y fue subiendo muy calmadamente una por una, para el cuarto piso su cuerpo sintió el cansancio de todo el día acumulándose en sus piernas. Se detuvo por un momento a tomar aire. El celular en su bolsillo empezó a vibrar, sintió su movimiento leve y lo apretó en su mano. Sabía que era él, era el único contacto que carecía de sonido alguno. Volvió a respirar hondo cuando la vibración terminó.

 

Jeyko estaba impaciente. Había estado buscándolo en toda la semana. Le había dejado incontables mensajes, en su casa, en el celular, en el correo, en todo lado. Sin embargo, cada vez que iba a buscarlo, se encontraba con que estaba trabajando, incluso horas después de terminado su turno, cosa que hasta ahora nunca había sucedido. No había vuelto a hablar con él luego de que se despidieran en el bar, y Alex ante su preocupación había bromeado con la boda. —Seguro quiere comprarte algo lindo—, decía sin entender que su afirmación estaba más allá de lo erróneo. El viernes en su hora de almuerzo se había propuesto intentarlo por última vez. La pedida de mano con los padres de Andrea no habían salido bien, y más que hacerle algún reclamo por su actitud lo que necesitaba era hablar con un amigo, uno que le diera fuerza, el único al que elegiría como padrino. Pero ya cansado de sentirse ignorado decidió hacer el último intento. Para su sorpresa al tercer timbrazo la voz de Ángel al otro lado del auricular le saludó.

 

—¡Hermano! ¿dónde has estado? me tienes abandonado —le dijo tratando de bromear.

 

—He tenido mucho trabajo, eso es todo, siento no haber respondido tus mensajes, ¿sucedió algo?

 

—No, nada importante, solo quiero tomar una cerveza con mi mejor amigo, ¿vendrás mañana?

 

Cómo hubiera podido negarse a eso. No podía, aún cuando su mente le gritaba que no lo hiciera, que le dijera que había trabajado mucho y estaba muy cansado. Pero no podía mentirle. Estaba cansado, pero no lo suficiente para no tomarse una cerveza con él. Por eso se encontraba allí en las primeras horas del domingo. Golpeó en uno de los dos portones blancos del séptimo piso del edificio, en contados segundos la puerta se abrió, y esos ojos aguamarina que había tratado de olvidar durante toda la semana ni siquiera le vieron. Permaneció estático frente al apartamento. La puerta estaba abierta pero no había nadie delante de él. Pensó en dar media vuelta y devolverse. Podría hacerlo antes de que Jeyko se percatara. Pero era consciente de que sería una reacción muy cobarde el hacer eso, y él obviamente no era así. Respiró hondo y acrecentó su pecho. No le daría a entender nada que no fuera necesario esa noche. Lo escucharía, sonreiría y a la mañana siguiente seguiría ahogando sus penas esclavizado a un trabajo que empezaba a odiar. Absorto en sus pensamientos no entendió lo que la voz de Jeyko desde la cocina le había gritado. Entró con cuidado y cerró la puerta tras él. Efectivamente la voz venía de la cocina, una voz que le hablaba de la misma forma en que lo había hecho los últimos años. Pero la reacción de su cuerpo ante esa misma voz ahora era diferente. Con sus manos ocultas tras su espalda una sujeta de la otra, tratando así que el horrible temblor de su cuerpo se detuviera, continuó hacia la cocina hasta detenerse en la puerta de la misma.

 

—¿Qué es lo que dices? 

 

El rostro de Jeyko giró en su dirección y el temblor en su cuerpo aumentó sustancialmente. Él solo quería que tomara asiento y lo esperara, que ya le llevaría una cerveza. Jeyko estiró su mano hacia Ángel quien sin vacilar tomó la bebida enlatada dándole la espalda casi al mismo tiempo. Caminó hasta la sala, y ambos en un movimiento sincronizado se sentaron en el sofá frente al televisor. Sus cuerpos se repelieron el uno al otro. Cada uno lejos del otro buscaron la forma de estar lo más cómodo posible, hasta que la luz del televisor cambió el ambiente entre los dos. La bebida de Ángel se agotó rápidamente, y el envase vacío terminó sobre la mesa de té frente a ellos.

 

—Pensé que no ibas a venir —fueron las palabras de Jeyko buscando dar inicio a la conversación.

 

—Casi no termino, pero no me has contado como te fue con los padres de Andrea.

 

—Fue un desastre.

 

La conversación se encaminó por el camino que estaba destinada a seguir. Ángel escuchó atentamente todas las palabras que salían de la boca de Jeyko. La reacción de los padres de Andrea no era más que de esperarse. Ella tenía un historial de relaciones fallidas justo en la época en que éstas tomaban un aire tan serio como el del matrimonio. No tenían nada en contra de Jeyko, es más, de todos sus antiguos pretendientes, él era, sin lugar a duda el mejor. Sin embargo esto no disminuyó su miedo. Ya eran incontables las veces en las que la habían visto sufrir por compromisos que nunca llegaban a término, y el viaje que habían emprendido lo hacían para buscar en su hija, la respuesta a la incógnita que tenían.

 

Jeyko desahogo sus miedos por primera vez ante Ángel. Sus miedos alrededor de la decisión que había tomado, eran muchos e importantes. Pero al mismo tiempo le dejo ver lo feliz que eso le hacía. Ángel sonreía de vez en cuando y le daba una palmada en la espalda. Entonces iniciaba un brindis por la felicidad de su amigo. Sabía que desempeñaba bien su papel, Jeyko y su forma de desenvolverse con él se lo hacían saber. Pero muy dentro de él cada palabra que Jeyko mencionaba acerca de su felicidad se le clavaba como una estaca en la yugular, sangrando emociones que no eran vistas a plena piel. Se sentía así, desangrado en medio de la sala, controlando lo único que era capaz de controlar en ese momento, su cuerpo y sus expresiones. Una felicidad fingida que le permitía seguir estando cerca de él, sin derrumbarse.

 

Jeyko continúo en su monólogo? Acostumbrado a solo ser escuchado no prestó mucha atención a las pocas palabras que decía su amigo. Sabía que no era tímido. Que no era que las palabras se le dieran mal, pero eso no significaba que no fuera capaz de escuchar cuando otro necesitaba serlo. Sus sonrisas y comentarios de aliento le quitaron la horrible idea que se había formulado días atrás, Ángel no podría ser así, y saberlo le hacía sentirse apenado y disgustado consigo mismo. Tenía que aclararle de una vez por todas que no le dejaría solo, su amistad sería lo más importante. Claro está, que el recelo de Andrea hacia Ángel era algo sobre lo que tenían que trabajar, no podía permitir que luego de casados ellos siguieran odiándose de tal forma. Había compartido con ella varias conversaciones alrededor del tema, ella prometía recibirlo en su casa, siempre que él se portara de forma adecuada y no osara hacer el amor sobre alguno de sus muebles. El acuerdo era bastante justo, Jeyko tampoco disfrutaba mucho del espectáculo que daba su amigo en ocasiones en las que el alcohol le hacía perder el control; puestos los puntos sobre la mesa, no habría motivos para problemas.

 

La conversación del tema alrededor de los padres de Andrea llegaba pronto a su fin y Jeyko buscaba la forma de entrar en el otro asunto sin ser demasiado brusco. Ángel que hasta ahora había estado muy atento a todo había perdido el hilo de la conversación en el último tramo de la misma. Su desconcentración se debía al cansancio acumulado durante la última semana. Estaba agotado. Su presencia no había sido realmente requerida durante todo ese tiempo en el supermercado, sin embargo, el trabajo no era mínimo tampoco. Se sorprendió a sí mismo de las cosas que quedaban en el aire luego de su partida, y el esfuerzo de las horas extras se colaba en su piel. Mas no dormía, sus ojos completamente abiertos observaban el rostro de Jeyko que articulaba cada palabra sin dar mayor emoción a su rostro. 

 

Eran casi las dos de la mañana. Ya habían bebido cuatro cervezas cada uno, las mismas no habían causado mayor efecto más allá del tenue entumecimiento de la punta de los dedos y la lengua aún poco perceptible. Posiblemente para cuando fueran en la octava el efecto sería mucho más visible. Aun perdido en sus vacilaciones seguía observando el rostro de Jeyko que había guardado silencio buscando acercar la bebida enlatada a su boca. Sus labios se entreabrieron y sin acercarse mucho al borde de la lata dejó que el líquido visible desde la lata entrara en su boca. Ángel se relamió los labios. sintió sed, mucha sed. Tomó su propia lata y bebió el resto del líquido en ella. Retiró su mirada del rostro de Jeyko y la dirigió hacia el televisor que transmitía la repetición de un partido de la liga española, sin embargo, no era suficiente para retirar de su mente la sensación de hace unos minutos. Con el rabillo del ojo volvió a mirarle, percatándose de que él había empezado a hablar de nuevo y le miraba. No sabía de qué hablaba, solo era capaz de concentrarse en lo fino de sus labios, en lo delicados que lucían y lo apetecible que en ese momento le parecían.

 

—Que... ¿Qué es lo que dices?

 

—Ángel... solo digo que Andrea está dispuesta a recibirte en casa las veces que quieras siempre y cuando te comportes —hablaba sobre condiciones que había impuesto Andrea y eso le hirvió la sangre, más respiró tranquilo y continuó escuchando, esta vez muy atento a lo que él decía—, incluso puedes dejar tu ropa en el armario si así lo deseas, lo que ella menos quiere es separarnos.

 

—Oh sí, no hay problema, igual trataré de no molestar mucho a los recién casados —sonrió, con la sonrisa más falsa que había dado en toda su vida.

 

El alcohol siempre nos ha hecho querer hacer cosas que de otra forma no llegarían siquiera a hacer parte de nuestros pensamientos. Ángel nunca se vio tan necesitado de que Jeyko lo viera a los ojos; quería ver esos orbes aguamarina mirándole fijamente, ahogarse en ellos si era necesario para limpiar de su cuerpo la impureza que inevitablemente empezaba a apoderarse de su mente. La conversación había terminado en buenos términos y Jeyko ya agotado decidía irse a su cama. Ángel en un movimiento de reflejo, buscando evitar que él se alejara, terminó acostándose sobre el sofá rápidamente y posó su cabeza sobre las piernas de Jeyko que habían estado a punto de levantarse antes de sentir el tacto pesado sobre ellas. Por fin lo veía a los ojos, esos que ahora le miraban interrogantes. Ángel solo ladeo la cabeza hacia el televisor satisfecho de haberlo visto y empezó a prestarle más atención al partido. Se sentía cómodo. La cercanía con Jeyko le hacía sentirse así, relajado a pesar de la cantidad de pensamientos que pasaban por su mente. Jeyko respiró hondo. Estaba cansado. Quería ir a su cama y sentir las sábanas sobre su cuerpo. Pero ante el movimiento un tanto brusco de Ángel no pudo más que quedarse en la misma posición en la que estaba. No paro de mirarle mientras este se concentraba en el partido. Jeyko quería tocarlo, así como lo había hecho tiempo atrás cuando no sabían que ese comportamiento no era apto entre ellos. Estando los dos solos en medio de su sala no vio motivos para no hacerlo. Volvió a respirar hondo y con la mano, ligeramente temblando, acarició suavemente los cabellos de Ángel quien no pudo evitar cerrar los ojos ante el tacto. Con los dedos acomodó los cabellos enredados. No se había percatado de lo largo que lo traía. Luego acarició su cuello solo con la yema de sus dedos, hasta llegar al pómulo de su oreja y hacerle presión un par de veces sin parar de acariciarlo. El cuerpo de Ángel se estremeció debajo de él y sus manos se detuvieron bruscamente. Ángel no había podido controlar la sensación que la sola caricia de Jeyko causaba en él. Su cuerpo había actuado solo, y el movimiento brusco de Jeyko buscando retirarse lo alertó de sobremanera. Se sentó de nuevo en la forma en que lo había hecho al principio muy lejos de Jeyko como para sentir siquiera su esencia. Se sentía apenado y confundido y cuando Jeyko le miró con una sonrisa divertida en los labios su vergüenza fue aún más grande.  Jeyko se levantó del sofá y lo miró por unos segundos antes de acercarse y revolverle los cabellos de nuevo y hacer un comentario burlón sobre lo largo que estaba e irse a su cuarto. La situación lo había tomado totalmente por sorpresa. Incluso el comportamiento de Jeyko fue algo que no pudo descifrar, ¿por qué le había acariciado en primer lugar? ¿Es posible que muy en el fondo él se sienta de la misma forma? Apagó el televisor y se fue a su propio cuarto, ese pequeño y acogedor cuarto de invitados.

 

El ambiente se sentía pesado. El respiradero que tenía por ventana la habitación de invitados de Jeyko en realidad no servía de mucho, le parecería mucho más pequeño e inútil de lo normal. Dio media vuelta bajo las sábanas y las estiró hasta tapar por completo su cabeza. Respiró hondo y cerró los ojos tratando de conciliar el sueño. Una oveja, dos quizás, tres eran un montón. Pero no, el sueño no llegó. Se giró de nuevo hasta estar completamente boca arriba. La habitación estaba demasiado oscura, ni siquiera era capaz de ver sus dedos frente a su rostro. Volvió a cerrar los ojos y el tacto de Jeyko entre sus cabellos volvió a su memoria. Posiblemente si fuera menos impulsivo y pudiera controlar su cuerpo con más facilidad hubiera podido prolongar esa sensación por unos segundos más. Pero era que los dedos finos de Jeyko, tan suaves como la primera vez que tomó su mano en aquel parque, le hicieron estremecer, de una forma que incluso al ser más frío le hubiera sido imposible controlar. Quiso perpetuar esa sensación en su piel, la cálida caricia sobre su cuello. Estiró un poco la cabeza hacia atrás y recreando de nuevo el movimiento con sus propios dedos gimió suave. Sus ojos se abrieron de la sorpresa, y ambas manos cayeron a un costado de su cuerpo sobre las sábanas, incrédulo de lo que acababa de hacer. Su respiración se agitó, se sentía nervioso, No era la primera vez que Jeyko le tocaba así, en incontables ocasiones aún después de cumplir la mayoría de edad, y de que Jeyko encontrará un espacio propio habían dormido juntos, uno muy cerca del otro. Jeyko solía abrazarlo por la espalda cuando estaban juntos, susurraba cosas a su oído y de vez en cuando propiciaba caricias como la de esa noche. Comportamientos que reservaba a la privacidad del apartamento estando los dos solos. Ángel nunca tuvo problema con eso, reconocía en la actitud de Jeyko un gesto algo infantil y carente de cariño. Nunca una de esas caricias que en juegos hacía le había excitado, ni a él ni a Jeyko, eran solo juegos entre los dos. Sin embargo, cuando la relación entre Jeyko y Andrea comenzó, los juegos entre los dos se hicieron cada vez más escasos hasta ser completamente nulos. Hasta ese momento no había caído en cuenta de esa situación. No se había extrañado de cuando las caricias por parte de su mejor amigo había desaparecido, finalmente era un juego extraño entre los dos. Más esa noche, luego de sentirlo de nuevo, reconoció la falta que ese tacto le hacía y lo relacionó con lo vacías que le parecían las relaciones pasajeras del último año. Extrañaba su cercanía, su voz resonante hablándole provocativamente cerca de su oído, mientras mascullaba alguna vulgaridad sobre el sexo femenino, o esos dedos deslizándose suavemente bajo su camisa cuando fingía quedarse dormido en algún juego individual de PlayStation. Extrañaba ese tacto, lo añoraba, por eso su reacción ante la inminente muestra de cariño lo había tomado por sorpresa y por eso su cuerpo había osado en reaccionar. Sin embargo, y bajo el manto de la oscuridad quedaba otro interrogante que resolver, ¿por qué estando solo en su cuarto, sentía la placentera necesidad de prolongar ese tacto? ¿Porque sus labios se habían abierto para dar paso a ese sonido? Sabía muy bien que nada de eso tenía que ver con el hecho de que extrañara su tacto o sus juegos, sabía que todo estaba relacionado con su cuerpo, solo debía encontrar la forma de unir los cabos sueltos y encontrar la respuesta, una respuesta de la que sería muy difícil escapar. Girando de nuevo su cuerpo y cerrando los ojos, logró conciliar el sueño luego de que el cansancio venciera sus vacilaciones. Esa misma mañana escuchó ruidos fuera de la habitación, reconoció la voz de Alex luego de prestar mayor atención, adivino entonces que Juan también estaría ahí, ya que el uno no salía sin el otro y viceversa. La relación de Alex y Juan era algo que había llamado desde un principio la atención de los otros dos. Eran inseparables, o más bien gracias a las apreciaciones de Jeyko, creían que Juan era inseparable de Alex.

 

—Ángel, vamos levántate —dijo Alex dando ligeros golpes sobre la puerta— si no lo haces, entro y lo hago por ti.

 

La sentencia fue suficiente para que Ángel se decidiera por fin a abrir los ojos y retirar las sábanas de encima de su cuerpo, observó la hora en el celular y le sorprendió lo mucho que había dormido. Era día domingo así que no tendría que ir a trabajar a pesar de que generalmente lo hacía, su jefe explícitamente le había dicho que no quería verlo en domingo, que no tenía suficiente para pagar su trabajo en horas extras ese mes. Sin mucho afán se colocó los pantalones y salió de la habitación con el torso desnudo. El comentario de Alex referente a su cuerpo pasó desapercibido cuando entró en el baño a enjuagarse la boca con un gesto vulgar en su mano. Cuando salió del baño se encontró con Jeyko que salía de la cocina, de nuevo intentó verlo a los ojos, pero no los encontró, empezaba a pensar que Jeyko se los ocultaba a propósito. Recibió de sus manos una bandeja con unos huevos batidos y un vaso de café con un par de tostadas. Jeyko siempre tenía ese tipo de atenciones con él, y eso le gustaba, él tenía detalles que ni siquiera su mamá estando en casa había tenido. Ella nunca, después de levantarse a esa hora se hubiera preocupado por prepararle algo de comer, es más, estaba seguro que fuera la hora que fuera ella no lo haría. Se sentó en una de las sillas individuales de la sala y puso la bandeja sobre las piernas. Alex se detuvo a mirar con cautela la bandeja frente a Ángel y seguidamente miró a Jeyko que le alargaba un vaso de gaseosa. Frunció el ceño y lo dejó sobre la mesa.

 

—Quiero lo mismo que él —musitó cruzando los brazos sobre su pecho.

 

—Pues tendrás que prepararlo tú mismo porque no pienso cocinar nada más hoy —dijo Jeyko en tono burlón.

 

La situación ya se había presentado varias veces y Jeyko era consciente del apetito voraz de Alex, sin embargo, se entretenía viendo la forma en que sin necesidad de que Alex lo pidiera Juan se levantaba de su lugar para dirigirse a la cocina para prepararle un plato similar o más apetitoso del que Jeyko preparaba para Ángel, el cual Alex recibía apenado, pero con afán de devorarlo todo. 

 

En la leve ausencia de Ángel esa semana, los demás integrantes del pequeño grupo habían planeado pasar esa tarde en casa de Jeyko. Era tarde de fútbol, su equipo jugaba esa tarde de nuevo, y a pesar de que el resultado ya no tendría nada que ver con su ascenso a la final, si otorgaba emoción al enfrentarse con el que, según las estadísticas del torneo, podría convertirse en el campeón.

 

Ángel recordó el juego del sábado anterior, recordó como el resultado había sido desapercibido para él luego de la noticia, también se percató de que las sensaciones que había tenido desde entonces no habían disminuido en lo más mínimo, que por el contrario parecían acrecentarse aún más con el pasar de los días. Había sido capaz de aceptar que no se trataba de la noticia en sí, que incluso semanas atrás de eso se había sentido incómodo y perturbado. Hasta esa tarde de fútbol no había relacionado los hechos, pero entonces se dio cuenta que quizás tenía mucho que ver. Las tardes de Fútbol al igual que los juegos cariñosos con Jeyko en un principio de la relación de Jeyko y Andrea habían disminuido, sin embargo, Jeyko había logrado evitar que Andrea se inmiscuyera en el asunto y respetara sus espacios de ocio, lo cual no causó mayor conflicto como él habría imaginado en un principio. Así que pronto las tardes de juego volvieron a su normalidad, ella encontraba otras actividades que hacer en esas pocas horas de encuentro fraternal, teniendo en cuenta el poco tiempo libre que tenía Jeyko debido a su trabajo. 

 

Al final de una de esas tardes de fútbol que para encanto del grupo de amigos había caído un sábado tarde en la noche, habían decidido ir como era su costumbre a El Gran Conejo y celebrar el triunfo de esa noche. Eso que sucedió solo unas pocas semanas atrás, inició similar a todas las noches de juerga, pero lo que pasó esa noche fue lo que inició el malestar en Ángel. 

 

Había pasado la medianoche cuando Andrea había decidido unirse a ellos. Bromeaba con Alex mientras lanzaba miradas asesinas a Ángel y este respondía de la misma forma. Cansado de la situación, busco entre las mujeres del bar una con la cual podría acostarse esa noche y solo para incomodar; en el cuarto de invitados. La mujer alta y delgada de largos cabellos negros le pareció perfecta, la invitó a la mesa y para lograr quedar frente a ella la ubico en medio de Jeyko y Andrea que en ese momento bailaban en la pista de baile improvisada por ellos mismos años atrás. En cuanto ellos regresaron, fue obvia la cara de incomodidad en Andrea que conocía de antemano los acontecimientos que proseguirá la noche sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo. Jeyko nervioso ante la situación y ante la atenta mirada de Andrea decidió mantenerse en pie a su lado hasta que la amiga de Ángel apenada les ofreció cambiar de lugares, quedando finalmente al lado de Ángel, quién era realmente quien le interesaba. La noche había pasado rápidamente luego de que los tragos se le subieran a la cabeza a la nueva pareja. Alex había encontrado alguien con quien pasar la noche también. Juan se había ido con ellos aun a sabiendas de que terminaría durmiendo en la cocina del pequeño apartamento que compartían, consciente de lo insoportables que eran los sonidos que Alex lograba que las mujeres en su cama realizarán. Jeyko había ofrecido como cortesía la habitación en su apartamento a Ángel, aun sabiendo que él no se negaría y que Andrea lo mataría por eso. Lo que no sabía era cuánto Ángel terminaría arrepintiéndose de haber aceptado esa noche. 

 

Habían entrado besándose en el apartamento. Sus cuerpos torpes cayeron sobre el sofá mientras tropezaban con los objetos a su alrededor sin dejar de besarse. Andrea y Jeyko por su parte entraron directamente a su habitación sin prestar demasiada importancia a la escena detrás de ellos. Jeyko temía que esa noche no hubiera acción para él, que tendría que conformarse escuchando los gemidos incesantes de la mujer que ahora acompañaba a su amigo. Ángel con el morbo de la situación colándose en su cuerpo, y con el deseo de enojar a Andrea, tomó a la mujer por la cintura hasta ponerla sobre sus caderas haciendo que ella se agarrara a él con sus piernas. Por la dificultad de la posición, y la torpeza que el alcohol producía en ellos, terminaron estrellándose contra la puerta de la habitación de Jeyko. Al otro lado de la puerta, contrario a lo que Jeyko había imaginado, Andrea había iniciado con un ritual que pocas veces llevaba a cabo. Con las luces apagadas y a la luz de la luna había empezado a hacer un show frente a él sin quitarse la ropa del todo, aprovechando los compases de la música que minutos antes había colocado. Andrea no escuchó el golpe de los cuerpos chocando contra la puerta. Jeyko estaba demasiado absorto por las sensaciones que la boca de Andrea dejaba en su miembro, para siquiera percatarse de algún ruido en el exterior. La puerta resistió el primer golpe, pero Ángel ya preparado y tranquilo de que la puerta se mantuviera cerrada y no haber recibido ningún grito del otro lado, inició con un fuerte movimiento de caderas, el cuerpo de la mujer chocó una y otra vez contra la puerta. La puerta se abrió cuando el picaporte de la puerta se rompió. El cuerpo pesado de la mujer con el de él encima cayó fuertemente al suelo. Andrea se espantó ante la escena separándose rápidamente de Jeyko y empezando a gritar, intentó sacarlos de la habitación. Jeyko se echó hacia atrás enojado por la abrupta interrupción. La mujer en el piso buscó la forma de levantarse rápidamente y salir de allí. Ángel permaneció en el piso con los ojos abiertos, ignorante de las palabras de Andrea, de sus gritos y de sus amenazas. La imagen que había visto frente a él, era algo que jamás había imaginado ver. El cuerpo completamente desnudo de Jeyko se dejaba ver por encima de la cama, junto a su prominente erección. Una patada en el abdomen le hizo darse cuenta del lugar en el que estaba, rápidamente se levantó y salió de la habitación cerrando la puerta tras él. Los gritos de Andrea eran audibles a mitad de la sala. El teléfono sonó, Ángel contestó. Los vecinos se estaban quejando y la mujer con la que estaba se había ido sin siquiera despedirse.

Notas finales:

Gracias por leer.


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