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Rompiendo Cadenas por Ryouma XS

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Notas del fanfic:

Historia original con temática omegaverse

Notas del capitulo:

Si desean disfrutar de la historia aun mas, les recomiendo escuchar mientras leen, escuchen https://www.youtube.com/watch?v=03TddI_N4MM

 

Aita Manni, un hogar con más de 100 años de antigüedad ubicada al norte de la capital Española, su interior alberga a más de 50 niños entre los seis y dieciocho años, cada uno de ellos fue recogido de las calles por las instituciones encargadas de la protección a los menores, las historias que los llevaron son tan diversas que es su modo de divertirse por las noches, después de todo, es su único modo de volver a ser quienes alguna vez fueron.


Daniel Sagarra, un joven alfa de diecisiete años de edad fue el último en ingresar a la institución, sus padres murieron en un accidente y ningún familiar quiso tomar la custodia de un adolescente caprichoso, había tenido que ser sedado para poder llevarlo al que desde ese día debería llamar hogar, cuando el medicamento comenzó a perder efecto sus ojos se abrieron lentamente enfrentándose cara a cara con un techo pulcramente blanco, la luz le cegó momentáneamente y por esa razón una especie de gruñido salió de su boca.


− ¿Dónde estoy? − una vez que pudo ponerse en pie se dedicó a investigar el lugar al que estaba confinado, demasiado sencillo para su casa, y bastante lujoso para una celda.


− ¡Por fin despiertas!, parecías un cadáver cuando te trajeron aquí – por la puerta iba ingresando un pequeño niño, el collar que adornaba su blanco cuello era la señal de que se trataba de un omega, los ojos del joven le escanearon de arriba abajo y un leve olor a dulce se coló por sus fosas nasales.


− El cadáver vas a ser tú sí no me dices donde es "aquí" – el pequeño ni se inmuto y la sonrisa que tenía cada vez parecía más terrorífica, y acompañado de sus ojos apagados podría protagonizar la pesadilla de alguien.


El infante dejó una bandeja de comida en el suelo cercano a la cama y se arrojó a esta como si se encontrara en su propia habitación, sus pies quedaron colgados y se movían animadamente a un ritmo que estaba sólo en su cabeza.


− Estas en casa, o bueno, es el modo en el que nos hacen llamar a la residencia, aunque una vez te acostumbras no es tan malo...el doctor es muy amable, hay comida deliciosa y muchos niños con quien jugar, además no nos juzgan, quizá en el fondo y si es un hogar


− ¿Qué clase de broma es esta?, yo tengo una casa y está a kilómetros de este lugar, esto parece un loquero.


− Eres bastante curioso, pero no te preocupes, en este lugar nadie habla mal de los otros, mi nombre es Adam y ahora que pareces más cuerdo quizá podamos ir a la sala común con los demás, tendrás que aprender a moverte por la zona es bastante grande y puedes perderte.


Tal y como Adam había dicho, con salir de la habitación te podías encontrar con un laberinto de pasillos y varias puertas ambos lados del corredor, las luces del lugar no parpadeaban como en una película de terror y tampoco olía a humedad o algo similar.


− Espero que no seas alérgico al incienso, la mayoría de los que estamos aquí somos omegas, hace ya unos meses estuvo un alfa en la etapa adolescente y el doctor decidió poner estos productos aromáticos con el propósito de confundir su olfato, aun cuando se fue a nosotros nos gusta el olor, así que continuamos usándolos.


El salón principal en sus mejores épocas era donde se llevaban a cabo bailes con la elite más grande del lugar, mujeres con sus largos vestidos y hombres con sombreros más grandes que sus cabezas, sin embargo ahora estaba decorado con unos cuantos dibujos, en el centro había varias mesas con horribles manteles amarillos, hojas y colores por todos lados.


− Entonces, ¿supones que me voy a sentar ahí a pintar contigo y todos esos mocosos? – Daniel había contenido una sonrisa burlona, en la habitación sólo podía ver a unos niños que aparentaban menos edad de la que sus cuerpos mostraban, era como si hubiera regresado al preescolar.


Sin embargo mientras los ojos de Daniel escaneaban la "ridícula" habitación pudo ver en la mesa del rincón a un chico, delgado de pelo largo y negro, miraba por la ventana mientras golpeaba su labio con el dedo índice, por su complexión aparentaban ser de la misma edad e instantáneamente el recién llegado sintió cierta empatía.


− ¡Oh! Parece que le has puesto los ojos encima a Samuel, es un buen chico aunque demasiado silencioso, creo que ninguno de nosotros ha cruzado palabra con él, probablemente como es más grande que nosotros, no congeniamos del todo, además algunos lo odian por ser así de "raro"


El aura que rodeaba a Samuel era misteriosa, profunda y atrayente, Daniel en su vida había sentido una sensación similar, el aroma que llegaba a sus fosas nasales no era dulce, si tuviera que catalogarlo incluso entraría en un rango agrio pero era complicado darle una referencia más exacta. Como si fuera un imán, se aproximó a aquel misterioso hombre, sus miradas se encontraron y una electrizante atmósfera los rodeo.


Ninguno de los dos habló, parecía que no fuera necesario, si el olor pudiera producir sonidos, seguramente estaría sonando una empalagosa canción de película.


Adam se había quedado detrás, su cuerpo simplemente se había negado a seguirlo aun cuando sus manitas se estiraron como si quisiera frenarlo, su boca se movía intentando hablar pero al final no salía ni un sonido


Daniel sólo fue consciente de su entorno cuando unos niños volcaron en la mesa cercana una caja de crayones y se disponía a garabatear las hojas mientras tarareaban una singular canción; para cuando quiso volver a ese encuentro de ensueño, Samuel se había girado y recostado sobre la mesa en una clara señal de que no pasaría.


− Ese chico... ¿es un omega cierto?, ese aroma que desprendía era tan especial, tan delicioso− las preguntas iban hacia sí mismo pero la respuesta vino de otro lado


− El nuevo está enamorado, que lindura – Adam sufrió un ataque de risa, Daniel no supo en que momento un hombre alto, de bata y expresión amable había llegado a la sala, y había tomado al pequeño en brazos.


El hombre se presentó educadamente como Eleazar Lukomski, el medico a cargo de los habitantes de la institución.


Eleazar se acercó aún más Daniel mientras la sonrisa que traía en los labios dejaba ver unos perfectos dientes blancos.


− Es bueno ver que has despertado y decidido a convivir con los demás, después de la comida te haré un chequeo general por si necesitas medicación o medidas especiales.


− ¿Medicamentos?, ¿medidas especiales? – Daniel había abierto sus ojos como platos, no podía creer que alguien pudiera estar hablando de ese modo, y su expresión únicamente le irritaba más – No es necesario, no necesito medicina ni cuidados especiales, lo que requiero es irme de este lugar. Conozco a los que son como tú, se hacen los buenos pero en el fondo son unos desgraciados.


Sus ojos retaron al médico y tras intentar pasar, su cuerpo colapso haciendo que callera de rodillas, un sonido agudo le había perforado los oídos y persistía en su cerebro, cuando Daniel intento ver de dónde provenía pudo percatarse que la boca de Eleazar estaba ligeramente abierta.


Había usado la voz, una habilidad especial que sólo los alfas poseían, la cual tenía como único objetivo lograr emancipación, está era efectiva en omegas, betas y alfas de menor rango, sin duda un arma poderosa para imponerse en la rama jerárquica.


− No me gusta ser agresivo con mis invitados joven Sagarra, pero tampoco puedo permitir actos de rebeldía en esta casa, un buen padre educa, nos vemos esta tarde en mi oficina.− y así como llego se marchó, en una absoluta o por lo menos muy bien fingida tranquilidad.


− Ese imbécil... ¿Quién demonios se cree para tratarnos de ese modo?, usar un truco tan vil, me da asco.


− Papá no suele ser malo Daniel, únicamente busca lo mejor para nosotros.


El que Adam llamara padre a ese hombre causo que el estómago del adolescente se revolviera, estaba seguro que si hubiera comido algo, estaría corriendo en dirección a un baño que desconocía donde estaba.


Aquella tarde Daniel no tuvo de otra que asistir a la reunión con el médico, curiosamente no paso de un chequeo general donde se dirigieron la palabra lo necesario, Eleazar le dio algunas vitaminas para recuperar peso y nada más, incluso parecía que estaba complacido al ver su estado de salud. El consultorio era bastante simple y similar a la que se encuentran en los centros de salud, la gran diferencia era el tamaño de este y que al fondo se encontraban dos puertas, una de ellas suponía daba al dormitorio y otra a algún lado que no pensaba visitar.


Los días monótonos continuaron por dos semanas; levantarse, desayunar, salir al jardín, después algunas clases particulares y por último la tarde recreativa, que básicamente era encerrarse en la sala principal con las mesas de manteles feos para trabajar con plastilina, papel, colores y quizá demasiada purpurina, aunque lo único bueno ahí, tenía nombre, y era Samuel.


− Creo que las pastillas que te dio el doctor te están poniendo un poco loquito Daniel, o, tal vez, ¿te has obsesionado con el chico misterioso?


− Deja de decir estupideces Adam, simplemente es intriga, ¿Cuántos años llevará aquí encerrado?... ¿Por qué le aterra ver a ese médico de mierda?− Durante las visitas del médico, Danial había podido ver como el omega se mostraba nervioso y asustado, como un gatito en el matadero.


− Mi diagnostico querido joven Sagarra, es trastorno obsesivo compulsivo− Adam se había hecho unos lentes improvisados con sus dedos para simular ser un médico.


− Tsk... mejor cállate renacuajo.


Por extraño que parecía los árboles que rodeaban el lugar hacia que se obscureciera antes de lo previsto, a las seis de la tarde cuando todos debían volver después de la cena, la obscuridad del exterior era obvia gracias a los ventanales.


El eco de sus pisadas era algo aterrador a esa hora, el silencio que se hizo tras la broma de mal gusto de Adam no era incomodo pero parecía que algo aparecería de momento, como en aquellas películas de suspenso. Un sonido pesado se hizo presente tras una puerta que estaba unos metros más allá de donde era su habitación, Adam y Daniel tragaron saliva y ninguno de los dos chicos se pudo mover, era como si los hubieran paralizado, después de aquel sonido nada se escuchó y el menor de ambos fue el primero en dar un paso para entrar a su cuarto.


− Buenas noches – con esa despedida, la puerta se cerró lentamente hasta dejar oír el singular sonido del seguro de la puerta.


Sagarra perdió la noción del tiempo, cuando una gota de sudor le resbalo de la frente a su ojo fue el momento en el que regreso, ya no se escuchaba nada, sabía que no podían ser fantasmas ,o de serlo le reclamaría en sueños a su padre por haberle mentido, temiendo que fuera algo más se quitó los zapatos y anduvo hasta quedar frente a la puerta de donde suponía había salió el sonido, las luces estaban apagadas y si abría la puerta era obvio que lo atraparían, por esa razón agudizo su vista lo más que pudo y se asomó por la rendija que dejaba la bisagra de la puerta.


Lo que se encontró le detuvo el corazón, sobre un colchón se encontraba Samuel, pero no estaba solo, Eleazar le hacía compañía, el joven estaba atado con unas cadenas, su piel desnuda brillaba al ser tocada por los rayos de la luna y también gracias a eso fueron visibles cientos de cicatrices; pequeñas, largas, grisáceas o de un tono rosado. Eleazar gruñía mientras impactaba un látigo en la tersa piel de Samuel dejando nuevas marcas que tardarían días en desaparecer; durante uno de sus movimientos la victima movió lo labios liberando un suave quejido...la voz de un omega, suplicando.


La expresión del doctor no era de éxtasis, pero su respiración pesada, la prominente erección que se marcaba en su ropa y su piel sudorosa era suficiente para saberlo, el omega gemía, sollozaba y volvía a liberar esa voz que incitaban a ambos alfas, a uno a seguir golpeando su piel y a otro haciéndolo desear abrir esa puerta y degollar al sádico; el ultimo gemido de la noche se presentó cuando Elezar había parado de golpearlo pero ahora incrustaba ese pedazo de carne entre las nalgas del joven, aquello fue demasiado para la mente de Daniel y su instinto le grito; "corre".


Los siguientes días Samuel no se apareció para trabajar en el jardín y mucho menos para contemplar el bosque durante la hora creativa, Daniel tras ver lo ocurrido se había escabullido a su habitación esperando que todo hubiese sido un horrible sueño, pero para su desgracia las cosas no fueron así.


− Tierra llamando a Daniel, tierra llamando a Daniel, ¡Hola! – Adam movía la mano energéticamente frente a su amigo que parecía perdido en sus pensamientos.


− Te escuche la primera vez, simplemente no quería contestarte, dime... ¿En verdad no recuerdas el sonido que escuchamos la otra noche?


− Te estoy diciendo que seguramente lo soñaste, no oímos nada, quizá estabas tan cansado que ya ves y escuchas cosas raras


Daniel podría jurar por su vida que nada de lo que vio fue una alucinación


− De todos modo, parece que el doctor Eleazar no vendrá hoy a acompañarnos unos momentos, escuche decir a otros que el Director está de visita, nunca lo hemos podido ver, la verdad me intriga, ¿Cómo será?, quizá es un hombre de sesenta años, gordo y feo, por eso no le gusta lo veamos – El director en verdad era un hombre misterioso, él siempre supervisaba la entrada de todos los huérfanos al hogar, pero por esa misma razón era extraño que ninguno de ellos pudiera decir cómo es que lucía.


− Quien sabe, y la verdad no me interesa saberlo... aunque tal vez podría ser mi boleto para salir de aquí, puede que sea un hombre más razonable que... ese sujeto


− Me gustaría ser optimista como tu Daniel


− ¿Optimista?, soy capaz de poner a cada santo del mundo en un altar si se logra mi salida. Si vienes conmigo quizá también puedas abogar por que te dejen tener una mascota...


Adam se levantó de su asiento y como si fuera un soldado se llevó la mano a la cabeza en señal de saludo,


− ¿Cuál es la estrategia mi general?


El plan que proponían no era la gran cosa, deambular por la residencia hasta que se toparan con la oficina del director, parecía una gran idea, hasta que después de tres horas recorriendo de arriba para abajo el lugar no encontraron nada similar a esa dichosa puerta. La noche en la casa podía ser aterradora por lo tanto la búsqueda del "salvador" se canceló, ambos de nuevo caminaron hasta sus habitaciones, Adam se despidió sonriendo mientras Daniel asentía con la cabeza, su mirada se perdía en la obscuridad del pasillo, aquel día no podía ver la puerta desde su posición, pero era obvio lo que pensaba.


− ¿Samuel estas ahí?... tan sólo quiero saber que estas bien, aunque sea dame una pista, una señal... algo – sus pies se movieron por inercia hasta parar frente al testigo de su travesura nocturna.


Le importaba poco si le descubrían en ese momento, abrió la puerta procurando no hacer mucho ruido y se deslizo dentro de la habitación, tal y como recordaba no había la gran cosa, mas sus ojos buscaban algo en especial, o mejor dicho a alguien. Su intrusión no tuvo resultados, el lugar estaba vació, pero algo llamo su atención; bajo la ventaba descansaba lo que parecía un cuaderno de dibujo, la curiosidad pudo con él y al instante de tomarlo sus manos comenzaron a ojearlo.


Eran dibujos bastante tontos y mal hechos en un inicio, sin embargo conforme avanzaban cobraban sentido, era una evolución, y las fechas que aparecían en el margen de las hojas le daban una pista, según los cálculos de Daniel, su musa llevaba en ese lugar casi diez años. A la mitad del cuaderno hubo un dibujo que era bastante frecuente, aparecía haciendo varias cosas, algunas demasiado inocentes, otras bastante peculiar más la que resaltaba sobre las otras era una donde esa figura que asemejaba a un diplomático por la ropa, apilaba varios cuerpos como si fueran una escalera, ninguno de los dibujos del diplomático tenía rostro, pero si un nombre, además en varias ilustraciones aparecía la puerta del director


− Lukomski... Seth, eres un monstruo –Daniel no lo había visto en su vida, pero parecía que Samuel si, y también parecía que él era el causante de todo el dolor por el que el joven omega estaba pasando.


A la mañana siguiente Daniel estaba ausente, toda la noche había pensado en un modo de ayudarlo, ahora no sólo quería irse, deseaba llevarse a Samuel y Adam con él, no podría soportar que al pequeño hiperactivo lo terminaran convirtiendo en un juguete más.


Estaban en el horario de trabajo en el jardín, Adam y Daniel se encargaban de quitar la maleza de algunas plantas que parecían estar algo secas, pero no podían objetar.


− Enamorado... mira por fin quien se dignó a aparecer – de la puerta trasera salía Samuel vistiendo su típica ropa para el jardín, directamente fue a parar a los rosales para comenzar a trabajar.


− Vuelvo en un momento – Debía hablar con él, si planeaban escapar era necesario tener algo con lo cual argumentar su problema, y aunque fuera cruel, Daniel sabía que Samuel podría ayudarle.


− Hola, es bueno ver que regresaras, la verdad te extrañe durante el momento de artes – era obvio que no iría directamente a hablar del tema, primero debía convencerlo de que podía confiar en él − Puede que no nos hayan presentado formalmente Samuel, mi nombre es Daniel Sagarra, llevo poco tiempo aquí es bastante raro...pero sabes no planeo quedarme mucho – el joven de pelo negro ni se había dignado en mirarlo hasta que pronunció la última oración.


− Planeo que nos vayamos, saldremos y no daremos media vuelta. Seremos libres y podremos seguir con nuestra vida... tal y como debía ser.


Durante las horas de jardinería y dibujo, Daniel procuraba darle argumentos para que se fugase con él, sin embargo, no importaba que puntos tocara, que oportunidades le diera, no conseguía una respuesta, buena o mala, eso era lo que menos importaba ahí, el joven alfa quería sentir que no estaba solo en eso.


Cuando el reloj de la sala común sonó, era momento de que todos se fueran a dormir, la mayoría se apresuraban a desaparecer para poder refugiarse en sus camas o bien, poder tener aunque sea un poco de intimidad con sus vidas.


Para Daniel las oportunidades se acababan y si quería convencerlo, debía ser sincero... en su totalidad.


− Sabes... Samuel, lo lamento tanto, pero vi tu cuaderno de dibujo, sé que ha sido una locura y sobre todo fue una violación a tu privacidad, pero quiero que sepas que te entiendo y planeo ayudarte, te lo suplico, confía en mí, saldremos de esta− el tono que había usado era esperanzador, o por lo menos ese había sido la intención.


− No hay modo de salir – justo en el momento en el que Daniel había dado media vuelta rindiéndose por ese día, aquellas palabras calaron su ser entero – Es como una enredadera... mientras más quieres salir, menos podrás


Dulce, ese fue el aroma que invadió la sala cuando el azabache cruzo la habitación en tiempo record, dejando a los pocos presentes callados, aun cuando la voz que salió de su boca era suave, incluso podrían catalogarla como angelical, estaba llena de una acidez que le revolvería el estómago a cualquiera, pero, Daniel no era cualquiera, además tenía una duda, ¿Era posible tener dos aromas?


Cuando era cerca de media noche Sagarra se dio cuenta de que por más que lo intentara no podría dormir, incluso cuando había cuatro habitaciones que les separaban el aroma de Samuel estaba presente, parecía una droga que le incitaba a despertar sus más primitivos instintos, incluso aunque su mano ya se había encargado de desaparecer la erección de hace más o menos una hora tenía el deseo de saltarle encima y devorarlo.


Mientras intentaba descansar el aroma parecía intensificarse peligrosamente hasta que se escuchó aquel chirriante sonido que producían las bisagras de las puertas al ser abiertas, lo que le siguió fue el click del seguro y después una respiración jadeante, lenta... morbosa.


Daniel casi se atraganta con su saliva cuando vio acercarse a Samuel, su andar era pausado y tambaleante, estaba vistiendo lo que parecía una camisa muy grande...o quizá una bata muy pequeña, sus piernas estaban húmedas y por su mirada pudo deducirlo, estaba en celo, y en aquel lugar únicamente se encontraban dos alfas, o por lo menos eso era lo que había visto.


Aunque por boca de Adam y otros niños sabía que antes existieron otros como él, solo que simplemente un día desaparecían, y Elezar mencionaba que como ya eran mayores de edad podían irse.


En su vida se había tenido que enfrentar a una situación similar, no sabía si en aquel sitio usarían supresores, lo más probable es que no fuera así, después de todo los habitantes eran niños, aun no deberían pasar por esos cambios tan escalofriantes; la información que había recibido por años le decía eso, entonces ¿Por qué ese chico era diferente?


− Samuel, para, deberías ir con el médico – su inexperiencia con los omegas le habían hecho decir esa locura, si iba con Eleazar lo más probable era que se repitiera aquella escena de unas noches atrás.


− No necesito ver a nadie... dijiste que querías ayudarme... entonces hazlo, ayuda a que este calor pase – Durante el tiempo que habían "convivido" era la primera vez que intercambiaban tantas palabras.


El omega se había situado sobre el cuerpo de su contrario, únicamente jadeaba y se frotaba en su cuerpo despertando de ese modo lo que en verdad le interesaba. Era obvio que el chico tenía experiencia con lo que hacía, se movía con bastante precisión y agilidad a tal grado que Daniel no pudo reaccionar sino hasta que veía su erección ser devorada con gula por el joven, en algún momento también a Samuel le habían salido las orejas y la cola, unas esponjosas extremidades que se movía inquietas de un lado para el otro.


− Creo que por fin vas a cooperar conmigo... ¿serás un buen niño y ayudaras a mamá a sentirse bien? – el alfa estaba siendo totalmente dominado, le cabalgaban de forma agresiva, Samuel se había empalado en el miembro del chico mientras sonreía perversamente, el sonido de sus cuerpos al encontrarse hacia eco en la habitación provocando una sensual sinfonía que impulsaba los movimientos hasta que aquel lado salvaje del dominado salió a relucir.


Invirtió las posiciones y tomo el control de las embestidas, sus ojos se había tornado de un tono dorado y sus colmillos sobresalían de las encías y buscaban morder cualquier pedazo de piel que tuvieran al alcance.


En una sociedad regida por las leyes de la genética, por lo menos la gente busca disfrutar de su cordura en momentos especiales; el primer beso, el primer abrazo, la primera cita...el primer encuentro sexual. Daniel había soñado que en su primera vez las cosas serían lentas y dulces, pero la realidad le golpeaba la cara al demostrarle que las cosas no serían como él las quería y el instinto salvaje le nublo la razón al instante en que sus manos destrozaron la escasa ropa del joven dejando expuesta su profanada piel.


Cuando el sol estaba saliendo fue en el instante en el que Daniel pudo reaccionar levemente, bajo él se encontraba Samuel, arañado, mordido y con moretones, no recordaba cuantas veces había eyaculado en su interior, su propio cuerpo le cobro factura, estaba cansado, seguramente estuvieron retozando por horas; en cuanto pudo salir del interior de este se dejó caer en la cama, su respiración era agitada y su piel estaba llena de sudor.


La verdad estaba disfrutando de ese momento de intimidad pos orgásmica, el sentimiento que había despertado en su ser le recordó a los cuentos que su abuela le contaba, aquella misteriosa leyenda de los destinado. Sin importar la distancia, la época o la situación, la vida tiene preparada para ti a esa persona especial, la cual una vez conozcas no podrás dejar.


En ese momento por la mente del alfa pasaba la idea de convertirse en una familia, desde que había llegado la sensación de acercarse al contrario había sido magnética, era difícil el atribuir ese poder a algo que no fuera el destino o alguna otra fuerza sobrenatural, aquellas agradables imágenes en su cabeza le arrullaron hasta que cayó en un profundo sueño, del cual, era obvio no quería despertar, pero una inquieta pregunta se coló en su fantasía, antes de perder el control había visto, ¿una mordida en la nuca de Samuel?


− Daniel... oye Daniel – el mencionado abrió los ojos algo aturdido, el aire acaricio su cuerpo desnudo y pudo notar que estaba solo en la cama, en cuanto levanto los ojos fue cuando se encontró con la atenta mirada de Adam.


− Pensé que habías muerto... de nuevo, te saltaste el desayuno y la jardinería... me asuste tanto, me aterraba la idea de que también tú me abandonaras – sus ojos se habían llenado de lágrimas que silenciosamente bajaban, ese pequeño que desde el primer día que lo conoció le regalo sonrisas, ahora parecía sufrir, no por algo superficial, en verdad parecía que se destrozaba por dentro.


− ¿Por qué te abandonaría?, eres un niño muy molesto y algo extraño, pero eso no es malo, además eres la única persona que me hace compañía...eres como un hermanito para mí.


− ¿En verdad?, es que, después de que todos conocen a Samuel nos dejan, sabemos que no se van por ser mayores...es más como si se los tragara el edificio – Aquella información era un secreto que se pasaba entre algunos de los niños de la residencia y que sin duda alguna haría estremecer a la gran mayoría.


Daniel sentía un vació en el pecho, ¿Cuántos más habían pasado antes?, ¿él era el primero en compartir la cama con el joven a quien imagino como su destinado?...o ¿estaba siendo paranoico?, tal vez era Eleazar el encargado de desaparecerlos, después de todo aquel medico jamás le había dado buena espina.


− Esta noche Adam...es la noche en la que nos iremos de aquí – si las cosas eran como el pequeño le decía solo era cuestión de tiempo para que el también ¿Desapareciera? O lo que fuera que sucedía.


− ...Por cierto, dijiste que todos, ¿Cuántos hubo antes que yo?


− Alexander, Nina, Tobías... no recuerdo más nombres, pero creo que son aproximadamente unos cinco, yo no los conocí a todos.


− ¿Hay algo que hayan tenido en común todos ellos? – Daniel se hacía una idea de cuál era la respuesta, pero siempre era mejor que alguien más lo dijera.


− Todos ellos eran alfas, la edad variaba, entre quince y dieciocho años, el doctor Eleazar nos decía que no nos preocupáramos, que estaban en un mejor lugar.


Pensándolo con el cerebro frio el médico no mostraba alguna actitud sospechosa en el horario de actividades, salvo que sonreír todo el día contara como como una actitud extraña, no ponía especial atención pero por las noches parecía ser alguien totalmente diferente, incluso la casa se rodeaba de un aura fría y pesada.


− Ese intento de medico tiene la culpa, seguramente también manipula y tortura a Samuel... antes de irnos, deberíamos hacer algo por los niños, deshacernos de ese sujeto sería lo... − La palabra deshacer había funcionado como un interruptor en la mente del pequeño y con desesperación había tapado la boca del joven.


− No lo digas... no te atrevas, ma... mamá se enfadaría demasiado si algo le pasa a papá, nos matara a todos Daniel, ¡Nos quemara, nos echara agua hirviendo en la espalda, nos meterá en ese horrible cuarto!, se deshará de nosotros – la desesperación y el terror se apreciaban en su voz, sus pupilas se habían contraído y sus ojos se movían erráticos hasta que Daniel lo abrazo con cuidado, ¿Mamá?, ¿quién demonios era esa mamá de la que hablaba?


Daniel había escuchado que llamaban papá al médico, pero siempre lo había atribuido al hecho de que estaban viviendo bajo el mismo techo y la costumbre los había orillado a eso, pero ahora que sabía que existía una mamá las cosas eran distintas. No había enfermeras o monjas que estuvieran ayudando, gobierno no mandaba a trabajadoras sociales por el hecho de que en su mayoría soló había betas y omegas en el lugar, era complicado imaginar que una mujer pudiera estar a lado de un sujeto tan demente como Eleazar, sin embargo al joven Daniel no se le paso por la mente la idea de que, "mamá" no necesariamente debía ser una mujer.


Después de que estuvo consolando a Adam, consiguió que se quedara dormido, por lo visto no podría ayudarlo esa noche, pero le prometía que volvería por él, una vez que hubiese solucionado su problema con el doctor.


Mientras se dedicaba a guardar algunas cosas para su escape, se percató de que le hacían falta camisas y pantalones, curiosamente, los que había usado recientemente, aquello le causó cierta incomodidad, perder cosas no era extraño, pero en aquel lugar cualquier cosa podría ser peligrosa, sin embargo no tenía tiempo que perder, aun si le hacían un muñeco vudú..


Caída la noche Daniel puso manos a la obra, su objetivo también involucraba a Samuel pero este no se encontraba en la horrible habitación, el chico tampoco sabía si ahí era donde dormía o simplemente se había convertido en el cuarto de la tortura; las palabras de Adam aun resonaban en su cabeza y no podía evitar imaginar a los niños de la casa sufriendo tales atrocidades.


Con toda la cautela del mundo atravesó el aterrador pasillo, sabía que todos deberían dormir por lo tanto no tendría algún incauto que lo delatara, su primera parada fue la cocina del lugar, ya le había tocado hacer de chef para los niños una ocasión, el lugar era espacioso, de baldosas azules y la humedad latente. Esa noche parecía que ese aroma de madera podrida era aún más persistente, los cajones se atoraban de vez en cuando y Sagarra deseaba que esta ocasión no sucediera, como si fuera un milagro, el cajón en el que estaban los utensilios para cortar la carne salió sin problema y pudo cargarse un par de cuchillos, uno en la cadera y otro en la mochila que llevaba.


La puerta del consultorio parecía más aterradora de noche, incluso simularía que había crecidos varios centímetros hacia todas direcciones, la obscura madera y el vidrio polarizado de donde colgaba la placa con su nombre, daban la sensación de que había alguien detrás que le recibiría, el alfa se había preparado con un alambre para abrir la puerta, que para su sorpresa estaba abierta, dentro las luces estaban apagadas más pudo distinguir el escritorio, la mesa de exploración y una gaveta donde suponía debían estar los expedientes de todos.


Tal como recordaba las puertas estaban ahí, más eran las únicas en toda la casa que estaban con llave, con la poca visibilidad que le otorgaba su gen alfa por las noches escarbo en los cajones del escritorio, encontró diversos utensilios, libretas e incluso algunos pastelillos podridos que le habían dado algunos niños en agradecimiento.


− ¡Mierda!... ¿Dónde dejaste esas llaves maldito pervertido? – se cubrió la boca al proferir aquella blasfemia, no importaba cuanto moviera no encontraba nada, una vocesilla en su mente le hizo voltear a una especie de caja musical que era el único adorno en el lugar. Una caja negra con el símbolo de sol en la tapa, las manos de Daniel se movieron para levantar la tapa, una lenta música se dejó escuchar.


Triste, si había alguna emoción que representara lo que salía del engranaje, era la tristeza, aun cuando en el centro una pareja bailaba al son de la canción, no era posible sentir alegría, un juego de llaves descansaban en la esquina del aparato, opacas y oxidadas. El intruso las tomo y decidió acercarse a la primera puerta.


Probo una a una las llaves hasta encontrar la indicada, el interior estaba igual vacío, una solitaria cama matrimonial era tocada por la luz que entraba en la ventana, en ambos costados había mesitas de noche, era difícil ignorar ese descubrimiento, quizá, y solo quizá ahí encontraría alguna pista. En los cajones había diversos libros, en su mayoría dedicados a la psiquiatría pero en el otro mueble había algo diferente, al fondo del último cajón estaba un álbum de fotos, pero no uno cualquiera.


− Recuerdo de nuestra boda, ¿Ese medico está casado? – No recordaba haber visto alguna argolla en su dedo o siquiera algún indicio de que así fuera, pero las cosas tenían sentido... Mamá, la persona que estaba a su lado era aquel cruel ser.


Sin pensarlo mucho abrió las páginas del libro, había cientos de fotos, en todas podía ver a Eleazar verdaderamente feliz, no era como aquella sonrisa que solía mostrar, ese hombre había estado perdidamente enamorado, Daniel hubiera sonreído con amargura de no ser por lo bizarro del contenido, había recortes por doquier, alguien había sido removido de las fotografías y por el contexto era obvio que era la "novia", en algunas se podía ver un poco del elegante traje blanco que aquel chico uso ese día.


− Esto me revuelve el estómago, es tan extraño, me enoja...y me entristece hasta el alma


− También a mí – Daniel levanto la mirada de golpe ante la voz que se había escuchado, en el marco de la puerta estaba Eleazar con una tristeza inimaginable en el rostro, la música de la caja aún se escuchaba de la otra habitación – Ahora no puedo recordar la mirada que tenía en ese momento, sé que sus manos temblaban y sudaban de los nervios, no era normal que un omega y un alfa se casaran, sabíamos que la sociedad nos tacharía pero nos daba igual.


− ¿Cuánto tiempo llevas ahí? – el corazón de Daniel latió con fuerza y su cuerpo entero tembló, pero no de miedo, era una sensación diferente


− Tiene años que no entro a esta habitación, es doloroso dormir solo joven Daniel, sobre todo cuando has encontrado a tu persona destinada.


− Usted la mato... por eso la ha borrado de sus recuerdos – aun cuando sonaba a una afirmación solo había salido sin control de la boca del alfa menor.


− Claro que no, jamás me hubiera atrevido a hacerle algo así, muchos dicen que un omega no puede vivir sin su alfa, pero sabes, creo que es totalmente lo contrario, ellos tienen un aroma tan dulce y cálido... que te hace pensar que el mundo no es tan malo, ese accidente fue el causante de todo, él se quebró por completo, yo lo culpe y lo deje solo asumiendo el dolor, intente remediar las cosas, pero fue demasiado tarde


− ¡No le creo!.. si eso fuera así, usted no estaría torturando a Samuel de ese modo, ¿No escucha sus suplicas cada que le hace todo eso? – en su mente aún se mantenía presente aquel gemido que había salido de la voz del omega aquella noche donde todo comenzó.


− La escucho, siento la súplica recorrer todo mi cuerpo cuando profiere ese sonido y es por eso que no puedo parar...


Aquella respuesta parecía tener continuación pero para Daniel no hubo retorno, arrojo el álbum de fotos y el doctor se impulsó para intentar atraparlo, cosa inútil, al impactar en el piso todas las fotografías se regaron en la habitación; el joven aprovecho la situación para posicionarse sobre el alfa que miraba atónito el desastre.


− Esto... es por todos lo que fueron antes que yo – el cuchillo entro en el hombro del médico que profirió un gruñido de dolor.


− Esto...por Adam y todos los demás omegas que sufren en este lugar – esta ocasión entro en el vientre provocando que sangre brotara de su boca.


− Y esto, por Samuel y nuestro futuro – el último fue a parar en el pecho de Eleazar de su lado derecho – los ojos de la víctima se abrieron de golpe por el impacto, y sus parpados comenzaron a cerrarse lentamente.


− Sebastian... − aquel nombre capto la atención del alfa más joven, pudo ver la sangre manchando sus manos y sintió que vomitaría lo que había llegado a comer ese día.


El cuerpo tembloroso de Daniel se separó observando lo que había hecho, y ese instante la música de la caja se detuvo, la moral que le habían enseñado le comenzó a atormentar, lo había matado, había asesinado a alguien, intentaba consolarse pensando que fue por un bien mayor, había sido para salvarlos a todos, para poder ser felices.


Con esa idea salió de la habitación dirigiéndose a la segunda puerta, sus manos se movieron como si supieran cual era la llave, la cerradura cedió con click, el pasillo que se mostró nada más abrir era incomodo de ver, el chico juraba que lo había visto antes, conforme camino por este llego a su mente la respuesta


"Los dibujos de Samuel"


Tal y como imagino, al fondo estaba aquella puerta que tanto busco hace unos días.


− Así que...Director Seth, tan cobarde que se oculta detrás de ese hombre− esas palabras eran para darse confianza a sí mismo, el picaporte se abrió sin mucho problema, el interior no era nada similar a lo que uno conocía como la oficina del director, parecía más el laboratorio de un científico loco, el olor en ese lugar te invitaba a irte, más Daniel tenía un objetivo, algo le decía que ahí dentro estaba Samuel.


Conforme caminaba pudo ver todo con más claridad, parecía que la sala no había sido usada en un buen rato y aun así el aroma a sangre perduraba, sus ojos siguieron buscando hasta que se topó con algo curioso, en un rincón había montones de ropa, pudo distinguir pantalones y camisas, también algunas batas que suponía habían pertenecido a Eleazar, pero ahí, en la cima estaba la ropa que creyó desaparecida.


− Lo había visto en libros... pero jamás en la vida real, eso es...


− Es un nido Daniel, los cachorros necesitan el aroma de su familia – aun cuando esa voz era la del hombre del cual se enamoró no podía voltear. Miedo, tenía miedo de dar la vuelta.


− Samuel, ¿Por qué estás aquí?


− Si vas a preguntar algo, haz lo mirándome a los ojos – peligro era lo que gritaba el cuerpo del alfa mientras se giraba lentamente sólo para encontrarse el chico sonriente mientras descansaba sobre una silla de oficina, su ropa era diferente a como solía recordar que se vestía, un pantalón de gala y una camisa de color claro.


− ¿Por qué estas vistiendo de ese modo?, debemos irnos de este lugar Samuel, sino lo hacemos yo...


− ¿Moriras?, claro que no, Eleazar me dijo que estabas saludable y en completa forma, tu eres el indicado, desde que el gobierno te vino a dejar estaba seguro de eso – Era bastante escalofriante la sonrisa que tenía en el rostro, cuando bajo de la silla se acercó al montón de ropa y se colocó encima una de las batas ahí presentes, deslizo sus manos por su cabello y se puso unos lentes.


− ¿En verdad no te soy familiar Daniel?


Le costaba encontrar una repuesta, hace unos segundos hubiera respondido con facilidad, pero ahora su mente estaba hecha un caos, hasta que un fugaz recuerdo llego a su cabeza. El día que había llegado había despertado cuando lo estaban registrando, ¿Samuel había estado ahí?, no, el nombre con el que se lo presentaron fue...


− Seth, tu verdadero nombre es Seth – la boca se le había secado al sólo pronunciar ese nombre.


− ¡Bingo!, por lo visto en verdad eres muy bueno...serás perfecto para engendrar a mis cachorros.


− ¿Qué?, yo no puedo hacer tal cosa...


− ¿No habías dicho que estabas enamorado de Samuel?, toda la noche mientras me embestías susurrabas esas románticas palabras.


− ¡Me mentiste!... nos mentiste a todos – de nuevo un impulso asesino le ataco y acorralo al director quien no quito aquella sonrisa burlona de sus labios.


− Yo no te mentí, Samuel es un niño muy asustadizo, pero es un excelente cebo ¿no te parece?, y bien, creo que podríamos empezar a intentar tener cachorros – Daniel perdió fuerza en su brazo cuando el omega le arrojo quedando sobre de este de manera provocadora, su diestra comenzaba a moverse para quitar el pantalón cuando algo sucedió.


Desde la oficina comenzó a sonar de nueva cuenta la caja musical, el sonido era bajo en donde estaban pero consiguió llegar al director quien al instante se apartó cubriendo sus oídos, gritaba y se movía inquieto por la habitación.


− Mierda, ¡Callen esa cosa!, se supone que debería estar pudriéndose en un basurero...


Daniel aprovecho para ponerse en pie y acercarse a la puerta, aun si quería escapar el miedo y algo más lo tenían paralizado hasta que los gritos de Seth pararon y su cuerpo se quedó estático de rodillas frente a lo debía ser el nido.


La música poco a poco fue subiendo de tono, cuando el joven quiso girar un poco su rostro se encontró con que ahí estaba de piel Eleazar, sangraba y su mirada se veía apagada.


− ¿No crees que te has divertido lo suficiente...Seth?, regrésalo, trae de regreso a Sebastian, te lo suplico, he hecho todo lo que me has pedido, voy a morir, deja por lo menos que me despida de él, deja que me disculpe– mientras hablaba las fuerzas del médico se perdían y cayo de rodillas, la caja musical impacto en el suelo y el sonido paro, pero con este el cuerpo del director se levantó, la mirada que tenía era diferente, triste, cansada.


− Eleazar – ambos intercambiaron miradas antes de que el medico por fin cayera en el piso, el ahora llamado Sebastian se arrastró hasta donde estaba y le tomo en brazos con fuerza.


− ¿Qué está pasando aquí? – Daniel estaba aturdido, incluso el aroma que ambos desprendían era diferente, ese chico olía a vainilla, pero no sólo a eso, estaba mezclado con la lavanda... ese era el aroma que desprendía el médico− ustedes son..., tú eres el hombre con quien Eleazar se casó.


Sebastian sonrió con tristeza mientras miraba su mano, donde ahora recordaba debería estar su anillo de bodas. Esa era una larga historia que deseaba no recordar, la culpa le carcomía.


− Así debería ser, casados, con una linda familia viviendo al norte del país, lo lamento, sobre lo que escuchaste... yo no puedo tener cachorros, en un accidente perdí la posibilidad, todos nuestros sueños se vinieron abajo y yo, nosotros arrastramos a muchos a este dolor – mientras hablaba sus manos acariciaban el cabello del médico, el cual hacia unos minutos había dejado de respirar, el dolor que invadió a Sebastián se mostró cuando lagrimas sin piedad bajaron por su rostro.


− Seth... mi otro yo es un maestro de la hipnosis, una tortura psicológica puede ser peor que el mismo golpe, un corazón corrompido y destrozado puede transformarte en un monstruo... fundamos este lugar para intentar ayudar a otros que como nosotros lo perdieron todo, pero en algún momento, el odio y el egoísmo nos corrompió, deseando tener lo que jamás seriamos... ser mamá y papá de alguien, terminamos destruyendo nuestro sueño y a los niños que confiaron en nosotros, la locura puede matarte


Daniel había escuchado todo con calma, no podía perdonar lo que ahora sabia les habían hecho a todos esos jóvenes, se habían aprovechado de su dolor, aun si su propósito inicial no había sido malo.


− No pueden obligarlos a amar después de haber sufrido de ese modo.


− Lo sé, por eso surgió Samuel, un niño abandonado como ellos que quería ayudarlos, lamentablemente aquello sólo lo aprovecho Seth, no puedo cambiar lo que hicimos, pero si puedo intentar arreglarlo.


La sonrisa que estaba en el rostro del azabache era de absoluta tristeza, dejo un suave beso en la mejilla del médico y rápidamente se levantó para archivar algunos datos dentro de las computadoras de la habitación, al fijarse en la fecha no pudo sentir más que un doloroso Déjà vu.


− Nosotros íbamos a tener una lindo bebé... se iba a llamar Daniel, y hoy es su aniversario de muerte, quizá es momento de que por primera vez le demos un regalo. Dentro de la caja de música están los ahorros de nuestra vida.


Daniel estaba aturdido, aun si quería matarlo no podía, simplemente su cuerpo se negaba a responder.


− Toma a los niños y saca los de este lugar, es egoísta de mi parte pedirlo, pero cuida de ellos, sabes, siento que mi hijo pudo haber sido un hombre como tú, valeroso, fuerte, sensible – los dedos de Sebastian dieron un último click y la computadora se sobrecalentó, era cuestión de tiempo.


El cuerpo del adolescente sintió un aura rodearle, no era miedo, era tristeza, soledad, el causante era ese chico que se acostaba sobre el cadáver de su esposo muerto, sus pies comenzaron a retroceder y en el momento en el que la primera explosión se hizo presente se echó a correr.


Fue por Adam, por lo visto una alarma había sonado y casi todos los niños estaban en el salón principal reunidos, Daniel como pudo los hizo salir del edificio, cuando todos estaban fuera, se giraron para encontrarse con que lo que había sido su hogar ahora se consumía en llamas. Muchos gritaban el nombre de Eleazar, por lo visto el medico se había negado a seguir las ordenes de Seth, ninguno de los niños ahí exceptuando a los más antiguos, estaban saludables.


Daniel sabía que sería complicado sanar a aquellos que si se habían visto victimas del director, pero aquel par de locos tenían razón, nunca era tarde para intentar hacer lo correcto.


Mientras se alejaban, Daniel pudo escucharlo, de entre las llamas se escuchaba la caja musical, hasta que poco a poco esta desapareció.


− Entonces, ¿esto es el final de todo?− Daniel le sonrió a Adam mientras le revolvía el cabello y se percataba de ese dulce aroma que desprendía, era el olor a gardenias, su flor favorita, ahora mismo maldecía esos inciensos por haberle privado de esa ambrosia


− No Adam, esto, solo es un nuevo inicio, para todos nosotros – y mientras ambos se tomaban la mano le daban la espalda a la residencia Aita Menni, le daban la espalda a su pasado.


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