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BODA FARAONICA por itzerUchiha2

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Notas del capitulo:

Dedicado a la ganadora Carol elizabeth quién me concedió el honor de escribir este alocado Oneshot, espero lo disfrutes linda.

Y también ustedes mis queridos lectores.

12 de Niviembre, Ciudad de Karnak, Egipto.

La gente caminaba por aquella gran metrópoli, comprando, vendiendo o simplemente observando con curiosidad los muchos objetos y especias que les ofrecían. De pronto los transeúntes se asustaron al escuchar un estridente grito proveniente de uno de los cuartos de los hostales que allí se encontraban.

—¡¿Te importaría ser un poco más delicado?!—se quejó de pronto Manigoldo al sentir el algodón empapado en alcohol que había puesto su compañero sobre la herida que la cruzaba a todo lo ancho de su espalda.

—Ya cállate Manigoldo—reclamó el pisiciano sacando ahora un venda del botiquín que se hallaba a su diestra—De verdad no puedo creer que seas un caballero con lo llorón que eres—suspiró mientras comenzaba a envolver el torso de su compañero—bien ya estás listo—le dijo dándole una palmada sobre la espalda del otro arrancándole de nuevo un quejido doliente.

Tomó el botiquín entre sus manos bajando de la gran cama en la que momentos antes estaban sentado junto al canceriano guardándolo en el lugar de donde lo había tomado, se sentó a la orilla mientras Manigoldo se dejaba caer sobre las piernas de su compañero quién observaba con curiosidad un par de rollos que había sacado del bolso que llevaba con él, uno color dorado con la palabra eternidad y el otro color negro con la palabra mortalidad en el sello que lo contenía.

—Pasamos por muchos problemas para conseguir estos rollos, me es difícil creer que son piezas importantes para la próxima guerra santa—dijo algo incrédulo pues eran piezas pequeñas—A juzgar por la dificultad para obtenerlos, debe ser una información de vital importancia.

—Por lo que el tal Anubis es el dios del inframundo aquí en Egipto y esos rollos nos permitirán conocer la clave para quitarles la inmortalidad a los espectros o algo así me explico el viejo—dijo bostezando acomodándose mejor en las fuertes piernas del otro.

—No le digas viejo, es tu maestro y el patriarca debes respetarlo—movió sus piernas para evitar que su compañero se durmiese sobre ellas—Manigoldo—lo llamó moviendo sus piernas para que sus compañero se levantará.

—Vamos, sólo 5 minutos Alba-chan—lo miró con suplica acariciando su mejilla con sus dedos.

Albafica sonrió al sentir como Manigoldo tomaba uno de sus mechones de cabello que descansaban sobre su pecho para darle un tirón para que su rostro se agachará lo suficiente para unirlo con el del otro en un suave beso que conforme los segundo pasaban se iba haciendo cada vez más demandante, sus largos cabellos celestes cubrían en su totalidad el rostro de su compañero, sus cabezas y labios se movían en diferentes direcciones y ángulos con el objetivo de saborearse lo más que pudiesen.

Ninguno de sus compañeros de armas y mucho menos el patriarca sabían de esa relación clandestina que mantenían y la leve inmunidad de Manigoldo hacia el terrible veneno presente en la sangre de Albafica debido al lazo rojo que había hecho con su maestro, en las ocasiones en las que el patriarca permitía que escogiesen un compañero para las diferentes misiones siempre se escogían el uno al otro.

Disfrutaban cada momento y segundo que podían, aunque no pasaban de los apasionados besos, para Manigoldo el hecho de tener al caballero de piscis quién por tradición se autoexlibiaba por la potente toxicidad de su sangre, el poder besar sus labios era suficiente.

—Debemos ir al puerto, el barco zarpará pronto, anda—movió sus piernas de nuevo haciendo que el otro casi cayera, río al escuchar al pelicorto maldiciendo mientras se colocaba su camisa.

—Manigoldo, Albafica.

Ambos levantaron sus rostros al escuchar la conocida voz del patriarca quién se comunicaba a través de su cosmos, cerraron sus ojos viéndose de pronto frente al mismo en el santuario. No se sorprendieron pues Sage tenía la costumbre de usar sus ondas del inframundo cuando debía hablar con sus caballeros si estos se hallaban lejos.

—¿Cumplieron con su misión?—preguntó serio a ambos caballeros quiénes asintieron—un buen trabajo como siempre—sonrió orgulloso.

—Ya estamos listos para la siguiente misión viejo, me siento lleno de energía—dijo el canceriano golpeando su puño con la palma de su mano de forma emocionada.

—Deberás guardar esas energías para el día de mañana, Manigoldo.

—¿Mañana?—preguntó incrédulo.

—Alguna situación patriarca—intervino Albafica—nuestro cosmos puede llevarnos al santuario y estaríamos ahí en menos de una hora.

—No—dijo contundente—Karnak es una de las ciudades emblemáticas y representativas de los dioses egipcios, el que nos hayan permitido obtener los rollos de Anubis fue a modo de expiación

—¿Expiación?

—Sí, el cosmos del dios de Tanathos con ayuda del de Hades transformó una de las estrellas guerreras de Anubis en uno de los 108 espectros es por eso que se nos concedió ese permiso.

—Quiere decir que no podremos siquiera usar nuestros cosmos en este territorio—reclamó Manigoldo algo sorprendido.

—En efecto el hacer uso de él sin mi autorización pero sobre todo por otro motivo que no sea una batalla para proteger ese territorio será un insulto a los dioses egipcios—explicó—además Shion y a Dokho están cumpliendo una misión en la ciudad portuaria de Alejandría, por lo que ordene a Shion teletransportarse a esa ciudad y los 4 vuelvan al mismo tiempo al santuario—ambos asintieron—entonces nos veremos luego—movió su mano en forma horizontal hacia ellos lanzando un cegador rayo de luz haciendo que ambos caballeros se cubriesen por el fuerte brillo.

Ambos abrieron sus ojos hallándose en el mismo lugar donde momentos antes habían estado. Albafica suspiró no tenía opción más que esperar aquel barco que los llevaría de vuelta al santuario.

—Bueno ya que estaremos aquí hasta mañana, vayamos a ver la ciudad alba-chan—propuso el pelicorto mientras se ponía su gabardina caminando hacia la puerta.

—Y eso de ¿Qué nos serviría en estos momentos Manigoldo?

—Vamos no seas amargado, no desperdiciemos la oportunidad de conocer la ciudad con calma ahora que no tenemos responsabilidad de cumplir con una misión, anda vamos, ¿si?

—Pero…mis heridas…mi sangre.

—Estate tranquilo que no dejaré que ningún idiota se te acerque más de la cuenta—advirtió  sonriendo de una forma algo sádica.

—Más por eso, eres capaz de hacer un alboroto innecesario.

—Me portaré bien lo prometo, anda—le dijo al momento de tumbarlo en el mullido colchón—considéralo una cita, nunca tuvimos una y hoy puede ser el día, anda alba-chan—le dio un corto beso en los labios—si, por favor, por favor—pidió dando pequeños picoretes sobre los labios del otro quién sonrió ante esa actitud infantil.

—Está bien, vamos—dijo resignado al sucumbir ante la petición del caballero de cáncer.

—Perfecto, iré a lavarme la cara no tardo—anunció caminando hacia el pequeño baño que estaba dentro de su habitación.

—Así que, una cita—susurró sonriente al momento de recordar el día en que el canceriano se presentó en su campo de entrenamiento que se suponía nadie debía acercarse debido a sus altos índices de toxicidad.

Era su recuerdo más especial, pues no cabía en felicidad cuando ese rebelde caballero le pidió un par de minutos para charlar, la forma repentina y necesitada cuando lo besó, abrazándolo con fuerza para susurrarle al oído lo mucho que le gustaba pidiéndole la oportunidad de estar a su lado.

—¡Genial!—exclamó Manigoldo desde el baño sobresaltando un poco al otro.

—¿Qué ocurre?

—Mira lo que encontré Alba—salió del baño con una par de prendas sobre cada uno de sus antebrazos—parece que esta es la ropa que se usa en este lugar—explicó al ver el curioso diseño de las pendras expuestas—vamos escoge la que más te guste—le dijo al momento de extenderlas sobre la amplia cama.

Albafica eligió el conjunto que consistía en una chilaba color blanco con adornos dorados en el pecho, muñecas y capucha, pantalones de lino del mismo color y babuchas doradas, mientras que manigoldo se quedó con la chilaba color negro con adornos plateados, pantalones del mismo color y babuchas plateadas.

—Rápido cambiémonos, hay que aprovechar este tiempo para estar juntos.

Albafica sonrió comenzando a desabotonar su camisa, deteniendo su acción cuando volteo hacia donde estaba su compañero, sonrojándose al instante cuando Manigoldo quitó su camisa blanca dejando al descubierto sus fuertes brazos, su torso que a pesar de estar parcialmente cubierto por la venda que se aferraba a su acanelada piel, también marcaba cada uno de esos músculos, firmes y trabajados. No pudo evitar dar un suspiro cuando desató sus pantalones dejando que se deslizarán con tortuosa lentitud descubriendo ahora sus fuertes piernas.

 Agachó la mirada apenado cuando deseo que ese cuerpo se pegará al suyo compartiendo su calidez volviéndose una sola, deseaba a Manigoldo con gran fuerza, era un hombre atractivo, masculino y viril, quería que ese cuerpo lo tomará y le hiciera el amor con esa peculiar personalidad que le fascinaban del caballero de cáncer, quería sentirlo en su interior, que lo hiciera gemir su nombre con fuerza, pero, el veneno era su mayor obstáculo, ¿sacrificaría la vida de ese hombre por una sola y perfecta noche enredados en las sábanas? Valdría la pena privarse de su persona por algo tan banal como eso.

—No, no lo vale—susurró quitándose ya su camisa—prefiero seguir escuchando tu voz hasta que el destino lo permita—concluyó ahora comenzando a desabotonar sus pantalones.

—Ya estoy listo alba-chan—anunció terminándose de calzar las babuchas para observar a su compañero—por athena—susurró al presenciar la tremenda belleza pero sobretodo sensualidad que albafica desprendía con esa vestimenta quién trataba de atar su cabello, sonriendo al ver la desesperación de su compañero—a ver déjame ayudarte—-le dio caminando hacia él acomodando sus largas hebras celestes en una coleta alta que ató con una listón de lino color blanco.

—De verdad voy a cortarme el cabello cuando regresemos al santuario—dijo algo molesto ya que esos mechones que caían en ambos lado de su cara se negaban a abandonarla.

—No lo hagas—pidió tomando uno de ellos moviéndolo entre sus dedos—a mí me fascina así—se acercó besándolo con suavidad entrelazando sus manos con las del pisiciano, se separaron cuando el aire les hizo falta.

Se dieron un par de besos más y salieron de la habitación tomados de la mano, Manigoldo estaba emocionado y ansioso, esperaba con todo su ser que esa cita con Albafica saliera bien sin ninguna clase de contratiempos.

Salieron del hostal asombrándose de lo abarrotadas y coloridas que se encontraban las calles de esa ciuda, hombres y mujeres salían a la calle con ropas más ataviadas y llamativas, diferentes bailes, música y esculturas de una mujer que podrían suponer era de una de las diosas de aquellos territorios adornaban cada puesto, casa o colgaban de los cuellos de los creyentes en pequeños dije.

—Al parecer algo se va a celebrar este día.

—Eso parece—respondió curioso— “Perfecto”—pensó emocionado Manigoldo, que mejor que una tradicional celebración para una cita.

—¿Qué será?

—Lo sabremos pronto, ¡Oye tú!—exclamó a un niño que pasaba corriendo en ese momento frente a ellos—dime ¿En este día se festeja algo en especial?

—La boda faraónica señor—respondió

—Con eso no me dices nada niño.

—Es un festival que conmemora el resplandor histórico de nuestra civilización, además de que es una fecha en la que muchas parejas aprovechan para casarse en el templo principal de la ciudad, para que los dioses bendigan sus uniones—explico reanudando su carrera perdiéndose entre la multitud.

—Bueno entonces festejemos junto con los prometidos alba-chan—tomó de nuevo la mano del peliceleste con la intención de caminar hacia la multitud—¿Qué pasa?—preguntó al ver que su compañero no daba un solo paso manteniéndose firme en su lugar.

—No caminaré entre tanta gente.

—Oh vamos Alba—volvió a jalar su mano sin moverlo

Suspiro al ver como se cruzaba de brazos clara señal que no cedería ni un ápice, movía sus ojos en diferentes direcciones buscando algo que lo ayudase.

—¡Bingo!—exclamó caminando hacia un colorido puesto del cual colgaban guantes de lino de diferentes colores y adornos, tomó un par de color blancos, pago y camino hacía el peliceleste que lo veía curioso—Esto resolverá el problema—cubrió las manos de su pisiciano con ellos—ahora sí, vamos—lo jaló caminando entre la multitud.

Manigoldo no pudo evitar sonreír al ver la sincera sonrisa de Albafica quién disfrutaba del día con plenitud, pues al tener sus manos cubiertas podía moverse con total libertad entre la muchedumbre sin temor a dañar a un inocente con su sangre, aprovechó que el psiciano se distrajo con unas acróbatas que hacían malabares en medio de la calle donde se hallaban para caminar hacía un pequeño puesto donde vendían diferentes tipos de joyas.

—Excelente elección señor—le sonrió el locatario entregándole una pequeña bolsa de piel con el accesorio en el interior de la misma.

—Bien, hoy será el día—susurró sonriente observando la pequeña bolsa—cuando el día termine de lo diré alba-chan—observó ilusionado el perfecto perfil de Albafica quién sonreía emocionado ante el espectáculo del que era testigo.

Manigoldo sonrió al ver que el atardecer ya se hacía presente, ambos disfrutaban de la mutua compañía, viendo los espectáculos ofrecidos, se sintieron algo sorprendidos al ser testigos de cómo diferentes parejas ya fuese de ambos o el mismo sexo se besaban con cariño y pasión sin preocuparse por la muchedumbre que continuaba con sus actividades como si fuese una actitud de lo más normal del mundo.

—Sí que quieren unir sus vidas—susurró sonrojado observando a su compañero quién le sonrió de forma pícara jalando su brazo para que sus cuerpos quedasen juntos—Manigoldo—pronunció sonrojándose intensamente al sentir como el otro le daba una leve lamida a sus labios.

—Yo tampoco quiero desentonar con el festejo—le dijo al momento de abrazarlo juntando sus rostro en un apasionado y cariñoso beso.

Las manos de Manigoldo acariciaban los hombros del otro descendiéndolas hacia sus caderas mientras que Albafica enredo sus brazos alrededor del fuerte cuello del moreno para profundizar el gesto, quería más por lo que abrió su boca para que la lengua de su compañero entrase en ella permitiendo que lo saborease. Soltó un leve gemido cuando el canceriano tironeo su labio inferior.

—Te quiero—le susurró el peliceleste acariciando su nariz con la del otro.

—Yo tam… ¡agh!— tuvo que apoyarse en el muro de una casa cuando sintió un fuerte golpe en su espalda—pero ¡¿Qué rayos?!—exclamó molesto volteando hacia el culpable de romper la magia del momento.

—Lo siento mucho señor—se disculpó desde el suelo una chica de cortos cabellos negros que se hallaba sentada en el suelo.

—¡Arruinaste el momento, maldita mocosa!—gruñó el pelicorto.

—Manigoldo cálmate sólo fue un accidente—tranquilizó a su compañero para enseguida agacharse a la altura de la muchacha—¿Estás bien?

—¡No, no lo estoy!—exclamó—¡hoy iba a presentar una obra y mi actor principal enfermo!—comenzó a llorar dramáticamente.

—Tranquila, tranquila—trataba de calmarla Albafica—dime ¿cómo te llamas?

—Amunet.

—Bien, Amunet—acarició la cabeza de la chica con suavidad—no te pongas así encontrarás la solución.

—¡¿Cómo carajos se voy a resolver…?! esto…—guardó silencio al observar al caballero limpiándose los ojos de una manotazo—¡Tú!—lo señaló sorprendido a ambos por su repentino cambio de humor—¡Eres perfecto!—abrazó de pronto al peliceleste quién se sorprendió ante tal gesto.

—¡Oye mocosa, sin tocar!—dijo ahora Manigoldo jalándola de la parte trasera de su chilaba para separarlo del otro—Que mocosa tan loca, vámonos alba—lo tomó de la mano dándose la vuelta para caminar de vuelta al festilval.

—¡No te irás mi Horus!—exclamó sobresaltándolos—¡Te necesito, ven conmigo!—prácticamente arrebató a Albafica de la mano de Manigoldo llevándoselo consigo.

Llegaron a lo que parecía ser un teatro al aire libre, varios de los que se encontraban ahí los observaron con curiosidad sobre todo al pisiciano quién se sintió molesto ante las miradas lujuriosas que algunos de los presentes les dedicaban.

—¡Akins!—vociferó a un muchacho que volteó al escuchar su nombre.

—Hasta que por fin te apareces Amunet—le dijo aquel chico de cabello color blanco hasta las caderas atado en una media cola, piel morena y ojos dorados.

—¡Al fin encontré a tu Horus, Akins!—exclamó emocionada colocando al peliceleste frente al moreno que se quedó mudo al observar la radiante belleza del caballero de pisicis—Míralo, ¿verdad que es perfecto? Ahora podrás hacer la escena de amor con él, ¡sí, esta obra será todo un éxito!

—¡¿A qué escena de amor te refieres?—exigió saber con una vena saltándole en la sien.

—Es cierto, yo no te he dicho que lo haré—intervino Albafica con el seño fruncido al escuchar a la pelinegra quién lo observaba sonriente.

—Hasta molesto eres encantador.

—¿Qué? Oye yo no…

—¡Ya no hay tiempo!—exclamó soltándose de la mano del pelicorto empujándolo dentro de uno vestidor.

—¡Albafica!—se quiso caminar hacia donde se hallaba su compañero pero Amunet le impidió la entrada junto con 6 chicas que se hallaban paradas frente al vestidor donde su compañero estaba.

—Te lo encargo Mout—le dijo a una chica de cabellos negros hasta las caderas, piel morena y ojos verdes.

—Déjalo todo en nuestras manos mi querida amiga—abrió la cortina un poco pero las palabras del pelicorto la detuvieron.

—No, no lo toquen—exigió preocupado y a la vez molesto.

—Ay no te preocupes por ello, no tocaremos a tu novio si eso es lo que te preocupa—le mostró un pequeño frasco de barro con ungüento color dorado—cubriremos su piel con esto, sabemos bien que la piel del esposo de otra persona no debe ser tocado por alguien más que no sea con quien comparte el lecho.

—¿Qué?...esposo…—tartamudeo totalmente sonrojado al escuchar las palabras de la chica.

—Bueno ya aclarado el asunto.

—Danos 30 minutos.

—No, esperen ¿Qué piensan hacerme?—pronunció Albafica desde el interior del vestidor—¡No, pero que… ah no toquen ahí…!

—¡Ya estas listo!—Exclamó emocionada Mout saliendo del vestidor con una sonrisa llena de satisfacción—te presentó al dios Horus—se hicieron a un lado abriendo las cortinas mostrando al peliceleste.

Tanto Manigoldo como Akins quedaron totalmente perplejos ante la visión que le regalaba el caballero de pisicis quién se observaba sonrojado y sorprendido por sus vestimenta que consistía en un shenti de lino color blanco con un cinturón de cuero que se cernía sobre su cintura dejando su torso al descubierto, sandalias doradas de cuero trenzado, unos brazaletes dorados adornaban sus muñecas y una gorguera dorada descansaba sobre sus anchos hombros y cuello, en su cabeza descansaba lo que parecía ser una corona con la forma de la cabeza de un halcón, además de que su piel estaba totalmente dorada gracias a la cobertura de ese ungüento.

—Me puedes decir ¿Qué carajos planeas hacer?—exigió el pelicorto.

—Cierto no les he dicho que relato representará—dijo la pelinegra golpeando su puño sobre su palma.

—¡Manigoldo, no!—exclamó Albafica sujetando su mano al ver como este levantaba su dedo hacia el cielo para ejecutar sus ondas infernales contra la chica—no exageres.

—Interpretarán el mito de El-Lahun—dijo levantando su dedo índice.

—Y eso ¿Qué es? O de ¿Qué trata? Mocosa del demonio—suspiro tratando de tranquilizarse y no ahorcarla.

—Ah pues el mito trata de que Seth viola a Horus e intenta humillarlo. Llamando a los jueces para que diera constancia de los hechos, pero Horus, había recogido el semen de Seth por el consejo de su madre Isis quién lo puso en una lechuga, la comida favorita de Seth quién lo comió sin darse cuenta—explicaba caminando de un lado a otro—Los jueces llamaron al semen para constatar la fecundación de Horus quién fue exonerado, pues el semen de Seth se encontraba dentro de él mismo siendo deshonrado por tal mentira—terminó sonriente.

—¿Ya puedo asesinarla?—preguntó el pelicorto apretando sus puños con fuerza.

—Pero Horus y Seth son sobrino y tío ¿no?—dijo sorprendido al escuchar la clase de relato que era.

—¡No me jodas!—exclamó Manigoldo ya cansado de la situación—¡te recuerdo que este día se festejan bodas!—la tomó de los hombros sacudiéndola con fuerza.

—No la sacudas así idiota—exigió Akins al ver que Amunet estaba ya despeinada por la acción del canceriano.

—¡A ver si así se te pegan el par de neuronas que tienes y piensas, ¿Cómo demonios puedes hablar de violación e incesto en un día así?!

—Ay no te preocupes por eso—respondió algo mareada—el incesto no es mal visto aquí además le daremos un toque de amor a este mito, dada la celebración.

—Tú…

—Ya estamos listos Amunet, anunció Mout.

—Genial, ven Albafica te llevaré a tu lugar—lo tomó de la mano llevándoselo consigo.

—Manigoldo—lo llamó Akins volteando a verlo—Díselo hoy o aplicaré la tradición y tu novio se quedará conmigo como mi esposo.

—¿Tradición?

—Si le propongo casarse conmigo y lo beso antes que tú, aunque me diga que no deberá aceptar así lo dicta la tradición—le dijo sonriendo de forma altanera.

— Me importan un carajo sus tradiciones, Albafica es mío y de nadie más.

—Si yo ganó deberán aceptarlo, sino una guerra santa entre Athena y los dioses Egipcios comenzará.

—así que eres un caballero de estos territorios—sonrió perverso al moreno—sabía que había algo extraño en ti, pero te aseguro que albafica no te aceptará.

—Ya veremos.

El teatro comenzó a llenarse de espectadores y parejas que se sentaban hasta el frente para poder disfrutar de la presentación, les emocionaba la idea de que aquel mito que era cruel fuese presentado desde otra perspectiva.

—Estoy muy nervioso—decía viendo como Mout le amarraba a su antebrazo derecho una tela dorada pasándola tras su espalda para terminar atándola en el izquierdo.

—Tranquilo, ten—le entregó una taza de barro que contenía lo que parecía ser un té de canela—bébelo para que calmes tus nervios.

—Gracias.

—De nada, ahora ya estás listo para tu baile—le dijo tomando de vuelta la taza.

—Ba…baile—tartamudeo—no me dijeron nada de un baile.

—Es parte de la función por eso te puse tu alas—le dijo alejándose del peliceleste—suerte.

—No, mout espe…—guardo silencio cuando el telón se abrió de pronto—rayos…rayos…

 

Los aplausos se escucharon en todo el lugar, las cortinas que cubrían el escenario se abrieron despacio mostrando al peliceleste quién estaba totalmente inmóvil ante tal audiencia que exclamó al presenciar su gran belleza.

—En la época del mito Seth sentía un gran amor por su sobrino Horus quién lo amaba y anhelaba en secreto—relató Mout con emoción—Pero por desgracia Seth no podía hallarlo pues su presencia había sido oculta por su madre Isis.

Albafica volteo hacía donde se hallaba Amunet quién le dijo “Improvisa”.

—Seth…Seth…mi adorado tío…¿Co…cómo puedo…atraer tu atención?—trato de usar un tono desesperado que no salió nada bien—desespero de…sólo…pensarlo.

Agradecía ese ungüento sobre su piel que ocultaba su enorme sonrojo tanto que hasta su torso estaría tan rojo como una manzana.

—Su actuación es pésima—dijo Amunet suspirando.

—¿Qué esperabas idiota? Lo involucraste en esto sin siquiera decirle o preguntarle nada, obviamente no sabría que hacer—explicó Manigoldo con una mirada sombría que dirigía a la chica—deja de joder y que tu maldita obra salga como tenga que salir.

—Bueno al menos recordarán que este Horus era hermoso, me conformó con eso

—Eres una maldi…

—Shh…callénse—dijo Akins—parece que al público le gusta.

—¿Cómo dices?—empujó a Manigoldo para asomarse al escenario.

Sonrió emocionada al ver como el público decía diferentes expresiones como “Que Horus tan más lindo, yo si te abrazó, atrae a Seth con esa belleza, ya dense amor”.

—Excelente—le hizo una señal a mout quién asintió.

De pronto las antorchas que iluminaban el escenario bajaron su intensidad permitiendo que la piel de albafica brillase aún más por el efecto que daban sobre su maquillada piel.

—Al fin después de tanto pensar, Horus decidió danzar para atraer la atención de amado tío, con una danza

 

Albafica no pudo más y aprovechando aquel lienzo que le colocó Mout cubrió su cuerpo de la audiencia, la música comenzaba pero Horus no salía de aquel cascaron de tela, su cuerpo temblaba estaba demasiado nervioso. Dirigió su vista hacia donde estaba la ojiverde quién comenzó a mover sus caderas, leyó en sus labios la palabra “Sígueme”, asintió abriendo con lentitud aquellas alas de tela.

Albafica junto sus manos comenzando a mover sus caderas en círculos de forma lenta, separo sus manos elevándolas dejándolas sobre sus caderas sin dejar de moverse de esa forma lenta, bajo sus manos hacia el frente para después abrirlas con lentitud a sus lados elevó su pierna derecha girando su cuerpo para darle la espalda al público, su cabello hizo un hermoso y brillante abanico ante ese movimiento dejando a más de uno embelesado que junto con aquel lienzo dorado había dado un toque casi celestial a ese movimiento. Ladeo su cuerpo elevando sus manos entrelazándolas mostrando su bello perfil, moviendo su vientre hacia delante y hacia atrás.

—Ya tuve suficiente—ignorando a la pelinegra quién le pedía que no entrará al escenario.

—Ese tipo de bailes sólo debo verlos yo, no todos estos idiotas—dijo en susurró molesto caminando hacia el peliceleste quién se detuvo al sentir como lo tomaba con suavidad de la muñeca caminando con él hacia fuera del escenario.

—Gracias, Manigoldo—le susurró agradecido a su salvador.

—Ya me cansé de esta estupidez—se quitó su chilaba quedando sólo en pantalones para cubrir el cuerpo del pisiciano—vámonos alba.

—Si—se dejó guiar por el pelicorto.

—¡Oh vaya, parece que la belleza de horus no sólo conquista dioses sino también mortales!—dijo Mout sobresaltando a Manigoldo quién olvido por un momento la situación en la que se encontraban.

—Pero sólo yo tengo derecho a tener a Horus—exclamó de pronto Akins del otro lado del escenario—no voy a permitir que nadie más intente quedarse con él—tomó la muñeca de Albafica impidiendo que se fuera para tirar de la misma y agrazarlo contra su cuerpo.

—¡Oye idiota suéltalo!—lo jaló hacia él una vez más.

—Es obvio que Horus no puede estar con alguien tan común, sólo se merece a un dios como yo—le dio un empujón alejándolo del peliceleste lanzándose hacia Manigoldo empezando a forcejear con él.

—¡¿Qué dijiste idiota?! Ese chico es mí chico—entonó la penúltima palabra.

Los espectadores se sorprendieron al ver el inesperado giro que dio el relato, pues se estaba convirtiendo en algo totalmente distinto al que era conocido. Mout tuvo que improvisar el relato ante la escena que se estaba montando.

—Parece que la inocencia y belleza de Horus es reclamado por mortales y dioses, ahora todos nos preguntamos ¿Cómo se decidirá esta disputa de amor puro?

El público gritaba emocionado, algunos vitoreando a Manigoldo otro a Akins, de pronto Albafica se sostuvo la cabeza al sentir un fuerte mareo cayendo de rodillas en el suelo del escenario.

—¿Qué me pasa?—susurró tratando de ponerse en pie pero cayendo de sentón debido a los mareos, movió su cabeza logrando calmar esos mareos viendo como el canceriano y el otro muchacho forcejeaban entre ellos—Manigoldo—dio un paso hacia ellos pero se detuvo al momento.

—¡Horus mi amor!

—¡¿Quién eres tú?!—exclamó desconcertado al ver a un muchacho de piel morena, cabellos verdes y ojos marrones correr hacía él.

El público se sorprendio al ver a otro joven personificado como Seth correr hacia Albafica.

—Parece que el amor de Seth por Horus es tan grande que no cabe en un solo cuerpo—explicó Mout ante esa escena de esa obra que ya era todo menos eso.

—¡Akil ¿Qué rayos haces?!—exclamó Akins tratando de golpear a Manigoldo quién esquivo el mismo dándole un certero golpe en la mejilla separándolo al fin de su cuerpo para ponerse de pie y correr hacia su amado quién estaba indefenso.

—¡No lo harás maldito!

—Al verte no pude evitar participar en esta obra—dijo el actor acercándose peligrosamente a Albafica—Así que mi hermoso Horus tu tío cumplirá con tu petición, te besaré con esa pasión que tanto anhelas—estiró sus labios hacia el otro.

—¡Ah, no!—exclamó aterrorizado

—¡Déjalo en paz!—exclamó Manigoldo propinándole una patada en la espalda lanzándolo lejos del escenario—al fin estás a salvo mi amado Horus—le dijo cayendo en cuclillas frente al psiciano

—Mi amado mortal, haz venido por mí—sonrió abriendo sus brazos para abrazarlo acción que no completo cuando el canceriano desapareció de su vista al haber recibido el golpe de una silla que lo alejo de su compañero.

—¡Quítate, Horus sólo le pertenece a Seth!—exclamó ahora Akins tomando al caballero por la cintura acercándolo a su cuerpo.

—¡Oh Ra, ¿Quién es el mejor partido para este hermoso Horus?!

El público exclamaba emocionado al ver a todos esos personajes peleando por Horus. Exclamando primero, segundo o tercero, Manigoldo logró golpear a los otros dos se puso de pie rápido caminando hacia donde se hallaba el psiciano.

—¿En qué clase de locura se ha convertido todo esto?—susurró Albafica cansado ya sin entender a donde rayos se dirigía esa representación, viendo como los tres muchachos prácticamente corrían hacia él.

—¡A un lado!—exclamó Manigoldo empujándolo a ambos.

—Ya basta—dijo Akins devolviéndole el empujón—es obvio que no estas hecho para hacer el papel de Seth.

—No tienen lo necesario para siquiera besarlo, sólo yo puedo hacerlo—dijo ahora Akil en esa alocada carrera.

—¡No!—les dio un empujón tan fuerte que los derribo para caminar quedando frente a ellos—¡ninguno de ustedes es digno de él!—tomó al psiciano de la muñeca tirando de él plantándole un beso sin importarle el lugar en donde estaban.

Albafica se sintió un poco sorprendido por la repentina acción de si caballero, observo de reojo al público que se quedó enmudecido, clavó su vista en el rostro del pelicorto quién mantenía los ojos cerrados, le dio igual donde estaban simplemente cerró sus ojos, abrazando el fuerte cuello del canceriano profundizo el beso, se separaron con sus respiraciones agitadas. Sin soltarlo Manigoldo se enderezó con el peliceleste aún entre sus brazos.

—¡Yo soy el que más lo ama, el que más lo necesita, porque me hace sentirme vivo cada vez que beso sus labios, el que me hizo continuar y arriesgar por todo por tenerlo a su lado!

—Manigoldo—susurró sintiendo como sus lágrimas comenzaban a inundar sus orbes azules.

—¡Entiéndalo bien idiotas, el único que tiene el derecho a casarse con él a hacerle el amor, soy yo y nada más yo!

Mout, Amunet, Akins y Akil estaban también enmudecidos ante tal declaración, Manigoldo reaccionó a los pocos segundo poniéndose más rojo que un tomate maduro al escuchar los estridentes aplausos del público que se ponía de pie ovacionándolos emocionado.

—Supongo que no puedo contra eso—suspiró Akins.

—Nos han vencido.

La obra fue un éxito, el festejo continuó en la ciudad, ambos caballeros ya estaban vestidos con sus ropas despidiéndose de los miembros y elencos de ese teatro.

—Muchas gracias por su ayuda—hizo una reverencia a ambos caballeros—no hubiéramos logrado esto sin ustedes.

—Me da gusto por ti—respondió Albafica sonriéndole.

—Manigoldo—lo llamó Akins quedando a la diestra del caballero de cáncer—debes pedírselo ahora que tienes la oportunidad, la guerra santa contra el dios del inframundo griego, Hades, pronto comenzará.

—¿Qué me quieres decir con esto?

—Que no pierdas más tiempo, tú, yo y Albafica somos guerreros que consagraron su vida para proteger a nuestros dioses con ella, para que así ellos puedan proteger a los inocentes de la tierra.

Manigoldo no dijo nada simplemente estiró su mano hacia el moreno quién sonrió entendiendo el gesto estrechándola con la suya son fuerza.

—Bien, es hora de irnos alba—anunció el pelicorto caminando hacia la salida del lugar.

—Me dio gusto conocerlos—se despidió también Albafica.

Ya era de noche y caminaban de regreso a su hostal, aprovecharon las pocas horas que tenían para poder comer en un colorido y pequeño restaurante, sorprendiéndose al ser reconocidos por varias parejas que habían visto la obra. Charlaron y brindaron con ellos, Manigoldo suspiró sonriendo sincero al ver a su caballero sonriendo alegre, cumpliendo su gran añoranza, disfrutar un solo día como una persona normal, tal vez no había sido la cita que esperaba pero con que su rosa fuese feliz para él era suficiente. Salieron del lugar despidiéndose de los demás para caminar al fin hacia su hostal.

—Me sentí en una misión todo este día—río el psiciano al recordar toda la serie de eventos que vivió en ese único día.

—Cierto fue un día de locos—respondió soltando un suspiro decepcionado que no pasó desapercibido para Albafica quién no le dijo nada, pues tenía un tema muy importante del que quería hablar con él.

Al fin llegaron al hostal, Manigoldo se sentó al filo de la cama quitándose su chilaba lanzándola hacia el suelo con decepción, soltó un suspiro cuando sintió como Albafica lo abrazaba por la espalda recargando su barbilla sobre su hombro.

—Me dirás ¿Qué tienes?

—Perdóname—susurró recargando su cabeza a la del otro—arruiné nuestra cita, quería que este día fuese inolvidable para ti y mira el desastre en el que se convirtió.

—Que tonto eres—lo jaló hacia la cama para que quedase arrodillado frente al otro.

—A veces me pregunto ¿Por qué te interesaste en mí? si soy un fiasco en todo esto de las citas y los cortejos.

—Ya cállate, quieres—sin medir palabra se abrazó al torso desnudo de Manigoldo besándolo con profundidad y deseo, moviendo sus manos lentamente por todo la extensión de ese firme y trabajado torso provocando que el pelicorto soltará un leve gemido al sentir sus manos sobre su piel que estaba comenzando a calentarse, se  separó con su respiración agitada abrazándose con fuerza a su cuello—Estas equivocado si crees que este día fue un fiasco como tú le dices.

—Albafica—susurró correspondiendo el abrazó que le daba el pisciano.

—Lo que me enamoró de ti fue tu alocada personalidad, la incertidumbre de no saber de lo que eres capaz—le decía mientras le acariciaba la nuca con suavidad—no necesito  a un experto en citas que ya sabe a lo que va, tu misterio es lo que hace que me enamore de ti cada día.

Manigoldo sonrió con una sinceridad que nunca había sido presenciada por Albafica hasta ese día, se sentía dichoso de ser el único en recibirla, Manigoldo volvió a besarlo pero esta vez fue con una suavidad y ternura sin igual, coló sus manos bajo la chilaba del otro acariciando sus caderas arrancándole leves gemidos al peliceleste quién también movía sus manos sobre el torso. Se separó al sentir como la chilaba que cubría su cuerpo comenzaba a ascender por su torso, mientras las manos de su compañero aprovechaban el trayecto para acariciar con las yemas de sus dedos la tibia y blanca piel, descubriéndolo al fin.

Estaba sonrojado ante la mirada deseosa que Manigoldo le brindaba en ese momento, lo abrazo con fuerza suspirando contra su oído, lamiéndolo con lentitud.

—Quiero hacerte el amor—pidió en un jadeo.

—Manigoldo…yo…—quiso separarse del moreno quién aferró sus brazos en su cintura evitando que su calor dejase de ser uno con el de él—no puedo…tengo miedo

—¿Miedo?—preguntó lamiendo su cuello.

—Por ti—dijo al momento de soltar un leve sollozo que sorprendió a su compañero quién se separó de su cuello para observarlo.

—¿Acaso tienes miedo de mí?—preguntó en un tono decepcionado.

 —No, eso nunca.

—¿Entonces?—dio un casto beso en los labios del otro.

—No quiero perderte, sabes lo que tengo y tengo miedo que esta entrega sea la última que tengamos y yo… ¡no quiero!—exclamo abrazándose al cuello del otro con fuerza mientras sollozaba—no quiero perderte, que algo te pase por mi culpa, no quiero, no quiero.

Manigoldo sonrió separándolo limpiando sus lágrimas con sus dedos para besarlo con cariño soltando sus hebras celestes que cayeron como una hermosa cascada sobre el cuerpo de su rosa.

—No temas por mí, porque yo no tengo ni un ápice miedo hacia ti y de lo que me pueda pasar—junto su frente con la de él—lo único que sé—tomó la delgada mano del otro colocándola sobre su pectoral izquierdo a la altura de su corazón—es que te amo con toda mi razón y ser, que no me importa lo que me pase porque no temo perder mi vida con tal de sentirte, de ser uno contigo.

Soltó por un momento sus manos para bajar un momento del mullido colchón para tomar su chilaba y sacar la pequeña bolsa de entre los pliegues, yendo de nuevo a donde estaba el caballero de pisicis.

—Es por eso qué—tomó con suavidad la mano izquierda de Albafica para besar el dorso—aprovechando la fecha y el momento—río suave—quisiera preguntarte—colocó un anillo en el dedo anular de su rosa—Albafica de piscis, ¿Me permites compartir tu vida conmigo? ¿Amarte hasta que el destino nos los permita? ¿Quieres casarte conmigo?

Albafica soltó un sollozo al escuchar la petición de Manigoldo, se abrazó con fuerza asintiendo de forma enérgica, no podía pronunciar palabras ante la enorme avalancha de sentimientos que estaba experimentando, aquel lazo rojo que había considerado una maldición ahora lo consideraba una bendición, porque lo había hecho entender que sólo quién lo amase de verdad estaría dispuesto a arriesgarse para estar con él, nunca imagino que alguien así existiera hasta que conoció a…

—Manigoldo de cáncer, te permito amarme hasta que el destino lo permita.

No hubo más palabras, volvieron a unir sus labios de una forma anhelante y lujuriosa, Manigoldo recostó suavemente a su rosa sobre el mullido colchón moviendo sus labios de los del peliceleste a su cuello, lamiendo y marcado la blanca piel. Albafica acariciaba los fuertes hombros del canceriano gimiendo de pronto cuando este comenzó a succionar su pezón derecho mientras sus dedos jugaban con el izquierdo estimulándolo de forma circular.

Continuo con su camino de sinuosos besos hasta llegar al ombligo donde hundió su lengua, moviéndola de forma lenta y circular, aprovechando para poner sus manos en él resorte del pantalón de lino deslizándolo lentamente por las delgadas y suaves piernas del otro. Se separó observando el cuerpo desnudo de su rosa quién estaba sonrojado a más no poder.

 —Eres hermoso—le dijo relamiéndose los labios sin dejar de observarlo—y lo mejor…—volvió a agacharse para lamer toda la extensión del torso desnudo del peliceleste, descendiendo lentamente hasta su vientre quién dio un leve respingo al sentir la húmeda lengua del otro sobre su piel ya caliente por el deseo de ese cuerpo fuerte, abrió sus piernas para poder besarlas con lentitud, desde sus rodillas hasta sus ingles, acariciando con su mano el miembro de su rosa haciéndolo despertar—es que eres sólo mío—termino al momento de engullir el miembro sensible de su caballero de hebras celestes.

Albafica cubrió su boca con una de sus manos evitando soltar los fuertes gemidos de placer que la felación de Manigoldo le estaba provocando mientras su otra mano acariciaba y tironeaba las hebras añiles incrementando su deseo.

—Mani…Manigoldo…espera…—pidió al sentir un fuerte cosquilleo en su vientre señal de que terminaría gracias al trabajo del canceriano en su entrepierna—yo…me voy… ¡ah!—no pudo terminar la frase, gimió con fuerza cuando el fuerte orgasmo lo golpeo vaciándose en la boca del cangrejo quién gustoso recibió la simiente de su adorado pez.

—Delicioso—le dijo limpiando la comisura de sus labios con su pulgar, tomó las manos de Albafica levantándolo del mullido colchón para quedar ambos arrodillados de nuevo, las guío hacía el resorte de sus pantalones—Desnúdame alba—pidió besándolo de nuevo.

Las manos de albafica temblaban un poco mientras descendían los pantalones de su cangrejo de forma lenta por sus fuertes piernas, aprovechando también para acariciar las firmes nalgas del moreno así como sus caderas y muslos, él también quería darle placer a su cangrejo por lo que movió su mano hacia su entrepierna acariciando toda su extensión con suavidad y tortuosa lentitud.

—Albafica…—gimió al sentir la delicada mano en esa ya muy sensible parte, presionó su cuerpo una vez más sobre el del otro volviéndolo a recostar para juntas sus caderas y miembros comenzando a moverse de atrás hacia delante estimulándolos.

El pisiciano gemía en la boca de su amado al sentir la exquisita sensación que ese movimiento causaba mientras acariciaba la fuerte espalda deslizando su mano una vez hacia la nalga derecha del cangrejo estrujándola con fuerza al momento de arquear su cuerpo. Manidolgo movió sus dedos hacia los labios de Albafica quién comenzó a lamerlos como si de un dulce se tratará, movía su lengua sobre ellos de forma sensual humedeciéndolos en su totalidad.

—Te amo…albafica—susurró bajando sus dedos hacia las redondas y suaves nalgas del pisiciano para colar sus dedos entre ellas haciéndose de la entrada de su compañero, deteniéndose por un momento observándolo.

—Hazlo—jadeo.

Manigoldo sonrió levantó las caderas para colocarlas sobre sus muslos, abrió un poco más su piernas e introdujo el primer dígito en el interior de su amado quién apretó los ojos con dolor al sentir la intromisión mientras que con su mano derecha apretaba con fuerza el brazo del pelicorto. Lo movió de atrás y hacia delante lentamente para evitar lacera el delicado y cálido interior del otro, pudo ver como su gesto se transformaba mostrando ahora un inmenso placer por lo que introdujo un segundo y un tercero.

—Ah…ah…—gemía suave comenzando a mover sus caderas buscando que llegasen más lejos.

—Llego el momento de cambiar esto…—dijo sacando sus dedos del interior para estimular su miembro colocándolo sobre la ya húmeda entrada de Albafica quién abrió los ojos asustado al sentirlo.

—Espera…Manigoldo…no…

No pudo terminar la frase ya que Manigoldo lo silencio besándolo con lujuría, callando cualquier queja o preocupación que tuviese mientras se hundía en su cuerpo con lentitud en su interior.

—Ah…delicioso—gimió cerrando sus ojos al sentir como la cálida estrechez del otro lo apretaba con fuerza, los abrió viendo el gesto extasiado del otro—lo vez…—tomó una de sus manos guiándola hacia donde estaban unidos—estamos hechos el uno para el otro.

—Manigoldo…—dijo sonrojado sonriéndole con cariño al otro, estiró sus manos tomando su rostro, uniéndolos de nuevo.

El canceriano estaba haciendo uso de todo su autocontrol para no comenzar a embestirlo de forma desenfrenada, había deseado por mucho tiempo a su rosa y ahora que estaban unidos de esa forma le resultaba sumamente difícil, pasaron un par de minutos en los que se permitió dar un par de embistes sin dejar de besar al otro quién gimió con un poco de dolor, deteniéndose al instante.

—Más…—gimió moviendo sus caderas contra las del pelicorto quién gimió con sorpresa—a ¿Qué le temes?—le sonrió provocativo volviéndose a mover.

—Así que…—tomó la pierna enredándola en su cintura comenzando a embestirlo—me retas…eh…

Los embistes fueron aumentando su fuerza y velocidad, Albafica se aferraba a los fuertes muslos de Manigoldo marcándolos con sus dedos en afán de que llegase más profundo, la exquisita sensación de sentir el enorme miembro de su cangrejo en su interior lo hacía prácticamente gritar, sentir como lo habría golpeando con fuerza su próstata era un placer que ni siquiera los dioses tendrían derecho a sentir pues Manigoldo era suyo, totalmente suyo. Se colocó en cuclillas tomando las pantorrillas de su rosa abriendo más sus piernas para llegar tan profundo como ese delgado cuerpo que se arqueaba bajo él lo permitiese.

—Me…gusta…me…gusta—gemía mientras sus manos apretaban los brazos de su compañero con fuerza arañándolos, marcándolo como suyos al igual que la morena espalda, porque sí, todo el cuerpo de Manigoldo le pertenecía solamente a él.

—Lo siento…pero…necesito…más—anunció jadeante al pisiciano.

Soltó un gruñido molesto cuando Manigoldo salió de interior para colocarlo en cuatro sobre el colchón, iba a reclamarle, pero antes de que pudiese siquiera pronunciar una palabra dio un fuerte gemido cuando sintió como se volvía a hundir de una forma más fuerte y profunda.

—Así esta…mucho mejor…—pronunció el cangrejo mientras sostenía las blancas caderas del otro embistiéndolo con tal fuerza y profundidad que estas provocaban un sonido fuerte y excitante para ambos cuando estas chocaban. Albafica apretaba con fuerza las sábanas hasta el punto de poner sus nudillos blancos, Manigoldo tomó las largas hebras del otro colocándolas sobre su hombro derecho despejando su espalda para poder besarla sin dejar de moverse, coló su mano hacia el miembro del peliceleste estimulándolo al ritmo de las embestidas que le propinaba, sonrió satisfecho al ver como su rosa despegaba el  rostro de la almohada para gemir con tal pasión y fuerza que incluso su sonrosada lengua se asomaba levemente fuera de su boca.

—Alba-chan…yo voy a…—no pudo concluir la frase cuando el orgasmo lo golpeo llenando el interior de Albafica con tal fuerza que parte de su semen salió del interior del otro  resbalándose por sus blancos muslos.

Albafica se dejó caer agotado sobre la almohada mientras que Manigoldo trataba de regular su respiración, tomó la cadera del otro con la intención de salir de su interior sorprendiéndose cuando el peliceleste golpeo su pecho con su espalda tumbándolo ahora a él sobre el colchón, se giró quedando a horcajadas frente al pelicorto quién lo observaba sorprendido.

—Lo siento…pero…necesito… más…—sonrió al usar las palabras que momento antes el cangrejo había usado con él—más…—apoyo sus manos sobre el fuerte pecho del otro moviendo de arriba hacia abajo, sacándolo casi de su interior para dejarse caer de sopetón en las caderas del otro haciendo que ahora él diera un grito de placer.

—No sabía…que fueses tan…apasionado—le dijo jadeante cerrando sus ojos al sentir de nuevo el sinuoso movimiento de Albafica sobre sus caderas.

—Cállate…—dijo moviendo ahora sus caderas de la misma forma que en aquella danza sobre el escenario, circular.

Manigoldo apretó su gesto al sentir esos sensuales y excitantes movimientos por parte de Albafica quién arqueaba su cuerpo al compás de las mismas, llevo sus manos hacia los pezones de su rosa estimulándolos al ritmo de sus embistes para después bajarlas hacia las suaves nalgas, abriéndolas, buscando llegar más profundo si fuese posible.

—Ah…no puedo más…Manigoldo…voy a venirme…—anuncio aumentando sus movimientos.

—Hazlo…yo también estoy…a punto de llegar…

Ambos gimieron con fuerza el nombre del otro, dejando que un fuerte orgasmo los golpease una vez más, Manigoldo en su interior y Albafica sobre sus estómagos y pecho. Se dejó caer sobre el firme y fuerte pecho del otro tratando de normalizar su respiración teniéndolo aún en su interior.

—Gracias…Manigoldo…

—¿Por qué?—preguntó también regularizando poco su respiración observando como un par de lágrimas resbalaban por las sonrojadas mejillas de Albafica.

—Por permitirme ser uno contigo—le sonrió besándolo una última vez para sacarlo de su interior de forma suave soltando un leve gemido al sentir como la semilla de su amado cangrejo se deslizaba por sus muslos.

—Lo mismo digo—mencionó al momento de abrazarlo besándolo con gran cariño quitando unos mechones de la sudorosa frente de Albafica—Gracias por permitirme ser uno contigo—beso la frente del otro limpiando sus lágrimas mientras le sonreía con un sincero y gran amor—Entonces ¿Cuál es tu respuesta?—preguntó acariciando el anillo que adornada el dedo del otro.

—De verdad ¿Necesito decirlo con palabras?—reclamó acomodándose mejor sobre el fuerte pecho de Manigoldo quién lo abrazó pegándolo a su cuerpo compartiendo su calidez una vez más.

Albafica se quedó dormido al instante, estaba agotado, pudo deducir Manigoldo quién lo observaba embelesado delineando su rostro con las yemas de sus dedos, acercándose de vez en cuando para besar sus labios con suavidad.

—Te amo—le susurró cubriendo sus cuerpos desnudos con la sábana para poder dormir también.

Amaneció, el primero en despertar fue Albafica, de momento se sobresaltó al sentirse de pronto apresado, movió su rostro topándose con el masculino rostro de Manigoldo que dormía plácidamente abrazándolo, sonrió sonrojándose fuertemente al recordar lo sucedido la noche anterior, logró desenredar los fuertes brazos de su compañero observándolo una vez más, suspiro de forma enamorada y camino hacia el cuarto de baño para poder ducharse. Manigoldo despertó al escuchar el correr del agua, sonrió caminando hacia la misma sorprendiendo a su rosa quién sonrió recibiéndolo. Ambos aprovecharon ese momento para volver a entregarse bajo el chorro de agua que se mezclaba con sus gemidos y promesas de amor que se dedicaban uno al otro.

Eran ya las 12 del día, entregaban las llaves de su habitación que fue testigo de su entrega, se despidieron del encargado de forma divertida pue él fue parte del público de aquella alocada representación, caminaron tomados de la mano hacia las afueras de la ciudad donde sus compañeros ya los esperaban, así pudieron sentirlo en sus cosmos, se soltaron cuando estaban a su vista.

—Bien es hora de regresar—anunció Shion—en un momento volveremos al santuario, me imagino que ya estaban muy aburridos de esperar—bromeo concentrando su cosmos que envolvió a los demás haciendo que sus cabellos comenzarán a elevarse sutilmente.

—Para nada Shion, no fue aburrido en ningún momento ¿Verdad Albafica?—respondió Manigoldo guiñándole el ojo a Albafica quién sonrió levemente sonrojándose para tomar la mano del otro sin que sus compañeros se diesen cuenta.

—Concuerdo contigo.

Los cuatro desaparecieron del lugar, llegaron al fin al santuario aterrizando en la casa de Aries. Llegaron al fin a la sala del patriarca para rendir su informe, dokho y Shion salieron al terminar dejando que sus compañeros ingresarán ahora, entregaron los rollos que habían llevado consigo desde las calurosas tierras de Egipto también rindiendo su informe. Se despidieron del patriarca, apenas entraron al templo de piscis y sin perder un segundo Manigoldo estrecho entre sus brazos al pisiciano recargándolo en uno de los pilares para besarlo con pasión.

—¿Te veré mañana?—preguntó sonriente cuando se separó acariciando su nariz con la del otro.

—Que pregunta tan más obvia Manigoldo—respondió delineando los labios del pelicorto—¿No te has dado cuenta que eres el único ser sobre la tierra inmune a mi veneno?—le dio un corto beso en los labios—El veneno que fue capaz de matar a mi maestro, no lo hizo contigo y anoche fuiste capaz de comprobarlo—se sonrojo fuertemente al decir esto último mientras acariciaba la mejilla del pelicorto quién cerró sus ojos disfrutándola.

—Cierto mi belle rose—comenzó a besar el cuello de su rosa quién dio un leve respingo para después suspirar.

—¡Ah, es cierto!—exclamó sobresaltando al canceriano—Espérame aquí—corrió al interior de su templo.

Manigoldo espero un par de minutos recargado en uno de los enormes pilares cuando vio llegar a su compañero quién tenía algo entre sus dedos, sin decirle nada se puso de puntitas y paso sus brazos alrededor del cuello del moreno quién vio curioso el dije que colgaba de su cuello, que era un hermoso cristal color carmesí.

—Es un regalo de maestro, representó nuestra unión en el lazo rojo y ahora te lo doy a ti por lo que nos une ahora—le sonrió.

Manigoldo acarició con las yemas de sus dedos la joya sonriendo con sinceridad ante el regalo que su amado le daba, no dijo nada simplemente lo abrazó uniendo sus labios en una silenciosa promesa.

—Maldición—dijo de pronto frunciendo el ceño al sentir como el patriarca lo llamaba con su cosmos—Agh ahora no.

—Anda ve—le dijo separándolo mientras lo empujaba hacia la salida de su templo.

—Acabamos de llegar, maldición—reclamó dejándose empujar por el otro—quería estar más tiempo contigo.

—Lo harás, después de todo ya estamos casados ¿No?—dijo divertido ante el puchero del otro.

—Cierto—anunció corriendo hacia la sala del patriarca—¡Todavía me debes mi noche de bodas!—exclamó despidiéndose con la mano levantada.

—¡Cállate!—gritó sonrojado.

Sonrió soltando un suspiro cuando Manigoldo desapareció de su vista, se adentró a su templo para sentarse en la cama de su habitación mientras acariciaba el anillo que adornaba su dedo, símbolo de su unión hacia ese alocado caballero que lo había rescatado de la perpetua soledad a la que se había autocondenado.

—Te amaré hasta que el destino y la vida me lo permitadeclaró sonriendo con ilusión y decisión.

Notas finales:

Gracias por leer, esperando se hayan divertido tanto como yo al escribir este fic.

Saludos y ya muy pronto acutalizaré A tu lado y Eres mi maestro :)


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