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Zombie por JazzNoire

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Primer acto:

Víctor Nikiforov espera fuera de la oficina del director. Mónik no deja de reprenderlo, como haría una madre ya cansada de las travesuras de su hijo. Víctor finge no escuchar y eso la exaspera a un nivel en que poco le falta para abalanzarse sobre él y asfixiarlo.

"¿Qué planeas hacer si te expulsan?". Es un peligro real, demasiado latente, un peligro que Víctor no consideró antes de realizar su protesta y quebrantar varios puntos importantes del reglamento escolar.

“Solo quería ayudar a Georgi”. Un amigo en problemas, un amigo víctima del ensañamiento de un profesor a quien no le agradaba, un amigo que era calificado injustamente y que quiso probarlo, un amigo que fue suspendido durante una semana después de que su plan saliera horriblemente mal.

"Ambos sabemos que no lo has hecho solo por eso, Vitya". Sus miradas azules, cristalinas como espejos de mar, se encuentran entre sí. Y ambas se leen con la misma claridad con que lo harían con palabras exactas. Pero ninguno habla en realidad, ninguno dice una sola palabra, sus miradas son las que conversan en silencio y se reclaman cosas, se confiesan temores e idioteces, mientras el silencio se alza tenso entre los dos como una cuerda de guitarra a punto de reventar. “¿Qué le dirás al abuelo, Vitya?”.

Mónik sabe que con eso lo ha fulminado. Su mirada rehuyendo de ella se lo confirma; pero antes de poder continuar, de seguir hundiendo ese punto en la consciencia de Víctor para que comprenda la gravedad de sus acciones, una presencia ajena que se aproxima los hace callar. Jean Jacques Leroy, compañero de clase de Mónik, se planta enfrente de ambos. Su sonrisa la abruma a ella y le hace corresponderle, mientras que Víctor le deja muy en claro con la expresión de su rostro que no desea escuchar palabra alguna de sus labios. Por supuesto, JJ no hace caso.

"Nikiforov, ¿cierto? No sabía que podías cantar así". Víctor rueda los ojos, antes de girar su rostro al lado contrario con la esperanza de que eso le haga entender a Leroy que no le interesa escucharlo. Por supuesto, JJ continúa como si nada. “Planeo formar una banda, ¿sabes? Y creo que una voz como la tuya podría caernos bastante bien. ¿Qué dices? ¿Te unes? Sí lo haces, tal vez pueda salvar tu trasero del director”. Eso suena para Víctor como un reto, un intento de demostrar poderío sobre él. Acepta solo porque cree que le será imposible, porque le gustó la idea de verlo fallar y restregárselo en la cara. Leroy no es alguien que le agrade mucho, pese a que nunca ha tenido la oportunidad de hablar realmente con él; solo sabe que a Mónik le gusta y eso le es suficiente para tenerlo en los primeros números de su lista negra.

Sin embargo, pese a las sospechas, ocurre lo impensable: después de que JJ hablara con el director, Víctor solo tuvo que quedarse en castigo durante tres días. Ni siquiera lo suspendieron.

 

Segundo acto:

Víctor Nikiforov pertenece a dos bandas, pero poco a poco deja de lado aquella que le dio su primera oportunidad. Más que amistad, Víctor nota la diferencia de talentos y esfuerzo entre ambas. Aquella que forma con Georgi, Emil y Seung es un grupito de amigos que solo pasan el tiempo y juegan a querer ser músicos. En cambio, con JJ y Otabek las cosas van muy en serio. No hacen covers como en la primera, sino que trabajan con sus propias creaciones. Mientras todas las letras son de Víctor, algunas antiguas que mantenía ocultas en sus cuadernos y otras nuevas que nacieron producto del renovado aire de inspiración; los arreglos musicales suelen caer en manos del resto de la agrupación. Pese a eso, y por el desagrado de Víctor hacia JJ que nunca ha podido eliminar del todo, muchas veces le cuesta aceptar abiertamente que hacen un buen trabajo en conjunto y que la música que ahora acompaña sus letras no solo es magnífica, sino que ha hecho aflorar en él esa emoción que sintió al escribirlas, al escucharlas por primera vez en su cabeza, cuando apenas eran notas y palabras sueltas que poco a poco tomaban sentido. Así, conforme JJ y Otabek le muestran alguna novedad en la composición, de pronto Víctor se ve asintiendo con una sonrisa mientras escucha y nota como la música le hierve desde las venas y le inspira a cantar, a entonar con fuerza esos sentimientos vueltos palabras, vueltos canción. De esa forma, nacen las versiones primitivas de “Do I Wanna Know?”, “Feeling Good” y la que después Víctor sería incapaz de nombrar…  la canción de su protesta, la primera canción de su infancia, la canción que escribió como un réquiem para las personas más importantes de su vida.

 

Tercer acto:

Georgi quiere creer que la estancia de Víctor en la otra banda es solo una etapa, sin percatarse que es la suya la cual realmente está dejando atrás. Después de notar su ausencia en varios ensayos, Georgi intenta hacerlo permanecer con ellos, ya sea proponiendo componer canciones propias o buscar lugares nuevos en los cuales les permitan tocar. Pero mientras él se esfuerza por convencer al gerente de un pequeño bar con muy poca clientela que les permita la oportunidad, JJ llama por teléfono a Otabek y Víctor para anunciarles que desde ese momento, cada viernes y sábado, tocarán en el bar Prix, uno de los más concurridos de la ciudad.

 

Cuarto acto:

Como un intento desesperado más, al notar como la brecha entre ellos y Víctor se vuelve más grande, Georgi aparece en el garaje de su casa con la inscripción recién llenada para participar en un concurso de bandas. Víctor escucha con desgano los detalles, las bases, el premio que se promete al ganador. No es nada importante en realidad, nada que vaya a transcender más allá de ganar algo de dinero y una pequeña promoción a nivel estatal. De todas formas, Víctor sabe bien que no ganarán, lo nota en su ingenuidad y su entusiasmo, en la forma que celebran un próximo triunfo con canciones incompletas y covers que nadie desea escuchar.

“Participarás, ¿cierto? No podemos hacerlo sin nuestro vocalista estrella”. Alimentan su ego, ¿cómo negarse ante eso? Ante las miradas de los otros tres que esperan con ilusión una respuesta positiva de su parte, como si fuera el único ser capaz de cambiarles la existencia.

“Claro, ¿por qué no?”. Sí, ¿por qué no? No van a ganar, pero tal vez sea divertido, tal vez eso puede llenarlos de la pasión y la seriedad que tanta falta les ha hecho. Si Víctor sigue empeñado en mantenerse en su banda, pese a los grandes avances que ha logrado con JJ y Otabek, es porque los aprecia, porque le gustaría que fuese esa la que triunfara.

Pero justo el día del concurso, justo cuando Georgi, Emil y Seung aguardan a un lado del escenario con instrumentos en mano y una ansiedad que amenaza por consumirlos vivos, el celular de Víctor no es respondido por nadie. A tan solo dos minutos de su presentación, no hay ni una sola señal de su vocalista estrella. No saben que algo más interesante se ha cruzado en su camino.

 

Quinto acto:

Con uniformes de meseros y charolas en sus manos, Víctor, JJ y Otabek logran escabullirse a una fiesta privada donde, según los rumores, encontrarán gente importante del medio musical. Dentro, es fácil para ellos cambiar su ropa y hacerse pasar por un trio de invitados más, lo que les permite la libertad de deambular por el salón en busca de peces gordos. Pero las cosas se complican más de lo planeado, hay más rostros desconocidos que alguno que puedan identificar como importante, y la noche transcurre sin obtener ninguna novedad. Por lo menos no hasta que Víctor es abordado por un muy ebrio Christophe Giacometti, quien ha bebido casi al punto de la intoxicación porque su jefe, Yakov, le ha dado ya el ultimátum: será despedido a fin de mes. Entre sus lamentos y el arrepentimiento por haber perdido tan pronto un trabajo con excelente paga y beneficios, Chris se permite una última diversión antes de que ese mundo lo abandone…  Y, de inmediato, Víctor es quien capta su completa atención. Resalta por sobre todos los demás porque es la única figura que le parece estática y entera, que sobresale de ese universo distorsionado y caótico en el cual se encuentra sumergido. Es como si le inspirara estabilidad; como si supiera que, al acercarse a él y sostener su mano, su entorno dejará de girar. Quizá sea por el aura atrayente a su alrededor, como si fuera el sol de ese universo; quizá por esos ojos azules que parecen estallar en pequeñas y apasionantes explosiones cuando sus miradas se encuentran apenas unos segundos; o porque ya, desde ese momento, aun cuando olvidará ese encuentro debido a su ebriedad, intuye que ese chico va a ser su salvador, su mejor amigo, el hombre que volteará en tantos sentidos su perspectiva.

Sin embargo, del otro extremo, la sensación es diferente: hay desagrado por parte de Víctor cuando Christophe se acerca a él. Está tan ebrio que apenas se le comprenden un par de frases sueltas, pero eso le permite a Víctor fingir con mayor facilidad que escucha sus delirios de borracho. Eso es un buen señuelo, un excelente distractor para que siga buscando algún rostro de renombre al cual acercarse. Christophe le parece inofensivo, algo patético incluso, hasta que una tarjeta de presentación aparece temblorosa justo frente a su rostro y Víctor no solo lee un nombre, sino un trabajo y un lugar: DV Records. Casi se atraganta con su propia saliva y el interés real se vuelca en Chris. Aun con su pobre fluidez debido al alcohol, Víctor se da cuenta del excelente pez que es y continua con el coqueteo, con el cortejo pobre y brusco de un borracho, hasta llevarlo casi a las últimas consecuencias: cuando la propuesta del hotel sale de los labios contrarios, Víctor declina y le devuelve su tarjeta, pero con una dirección escrita en el reverso y la promesa de que ahí encontrará algo espectacular.

 

Sexto acto:

Víctor se sentiría culpable por abandonar a Georgi y los demás en el concurso de no ser porque se encuentra demasiado entusiasmo ante la idea de haber cumplido su misión en aquella fiesta. Los desaires de sus amigos son fácilmente mitigados por la emoción que le genera esperar que, en algún momento, Christophe Giacometti cruce la puerta del bar Prix y los “descubra”. Tiene tanta confianza en lo que ha logrado crear en conjunto con JJ y Otabek, que está seguro que aquel asistente no dudara en llevarlos ante el representante para quien trabaja una vez los escuche y los vea arriba del escenario.

Toda la mente y la atención de Víctor se concentra en la espera de ese momento, como si Georgi, Emil y Seung ahora formaran parte de un pasado al cual ya no tiene acceso. No le molesta que ninguno le dirija la mirada durante sus breves encuentros en los pasillos de la escuela, que ya no guarden su lugar a la hora del almuerzo o no lo esperen a la salida para ir a la casa de Georgi a ensayar. Ni siquiera Víctor hace el intento de acercarse, puede decirse que incluso ha olvidado la banda que creó desde sus cimientos con ellos. Y quizá es lo que más les pesa, que Víctor no tenga el mínimo interés de pedirles una disculpa. Pero seguirán esperando por él, por aquel perdón, con la sensación agría sobre sus pechos de que son ellos quienes han perdido mucho más de lo que era justo, de lo que realmente merecían.

 

Séptimo acto:

Christophe Giocometti aparece una semana después en el bar Prix, tal como Víctor tanto lo deseó. No lo recuerda a él, a su encuentro, a sus propios patéticos intentos por llevarlo a la cama más por despecho que por deseo, pero la tarjeta con aquella dirección y aquella promesa generan un gusanillo de curiosidad que no puede eliminar. ¿Qué tiene que perder? Y tal vez sea que, aun sin recordar rostros, sucesos, sabe bastante bien que lo que encontrará ahí será una revelación. Y efectivamente lo es. Apenas pone un pie dentro, se encuentra con un escenario que parece estallar en llamas al ritmo potente del rock, a la melodía de una voz tan apasionante, intensa, que lo deja sin aliento, tembloroso, como si hubiera sido recibido de inmediato con un puñetazo al estómago. Le cuesta mucho procesar lo que sucede, quienes son aquellos tres chicos que tocan y se destruyen sobre el escenario, dejando tanta humanidad en él, que quedan solo alma y divinidad en ellos. Ciertamente, el rock nunca ha sido del agradado o desagrado de sus gustos, pero es la primera vez que se siente tan motivado y extasiado escuchando algo así. Quizá más que la música, es lo que ve al fondo de aquel bar, justo ahí donde una masa de personas se aglomera entre gritos y empujones que los vuelven irreconocibles entre sí y que los hace resaltar a ellos sobre los demás. Si esos chicos pueden lograr eso con una cantidad limitada de personas, Chris se imagina a la perfección como será frente a un auditorio repleto de miles de espectadores. Seguro serían capaces de desbaratar al mundo entero en un solo concierto.

La voz del vocalista es, sin duda, lo que más destaca sobre su sonido, lo que termina de convencerlo de que tiene oro puro al alcance de sus manos. Chris siente su corazón resonar de tal forma con ella, que ni siquiera llama a Yakov para informarle lo que ha descubierto y si acaso está interesado. Simplemente llama por ellos una vez el show termina, los sienta a los tres en la misma mesa y, con una invitación de tragos, les habla sobre la fama, el éxito, el dinero, el reconocimiento mundial, las multitudes coreando sus canciones y alabándolos como los dioses que demostraban ser, el cambiar la historia de la música y comenzar como estandartes de una nueva generación… promesas que para cualquiera podrían ser demasiado fantasiosas, irreales…  Para cualquiera menos para ellos.

Christophe sonríe cuando aceptan hablar con Feltsman casi de inmediato. Cree que está usando a esos chicos para mantener su trabajo, pero no sabe que en realidad él es usado por Víctor...  Y que no será la única vez.

 


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