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Esquizofrenia por LycanZero

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Notas del fanfic:

Este ones-shot, como lo marca en el resumen, es para el Mes Aoki.

Aunque lamento subirlo tarde.

Me disculpo si hay errores ortográficos, debido al tiempo no pude entregarlo a mi beta.

Quise dejar un final no tan cerrado, así podrán echar a volar la imaginación XD

Notas del capitulo:

No quise adentrarme demasiado en el tema, porque sabía que más que un one-shot haría un fic. cosa que no debe ser XD

 

Me centre en uno de los síntomas habituales para esta historia.

 

Cualquier duda por favor ponerla en un Review

Las luces de las patrullas alumbraban parte del oscuro callejón, el bullicio de la gente solo atraía a más personas, movidas por la curiosidad de saber que había pasado. Pocos alcanzaban a ver el cuerpo sin vida en el suelo. El morbo de la gente aumentaba y los cuchicheos no tardaban en resonar en pequeños grupos, comentando un sinfín de suposiciones de lo que le había ocurrido a la mujer. Los peritos tomaban las fotos y los policías intentaban evitar que los curiosos se acercaran de más.


 


Aquella joven era la duodécima víctima en el mes y era incluso el mismo patrón que las anteriores: el cuello cortado, apuñaladas en el estómago, boca cosida y ojos arrancados de las cuencas para luego ser aplastados por los zapatos de la víctima. Una pintura bizarra que los policías ya no querían tener en sus mentes y aun así seguían habiendo más cadáveres. Los esfuerzos de la policía eran inmensos, analizaban una y otra vez los patrones posibles de este asesino serial, sin embargo no había mucho que obtener. Encontrar huellas era imposible, el arma homicida jamás era abandonada por su dueño y, aun con lupa, no había un solo cabello o alguna pista que pudiera guiarlos al monstruo que creaba estas masacres.


 


Aun cuando decían que era un hombre no estaban muy seguros, ya que no solo eran mujeres las que caían en sus garras sino también muchachos que, al parecer, se les daba una muerte más rápida. Muchos aseguraban que, por ser hombres, poseían más fuerza y por ende el asesino no podía retenerles mucho tiempo sin luchar, así que atacaba rápido para después hacer el mismo ritual que aplicaba con las mujeres, quienes al ser más fáciles de manipular les hacía lo anteriormente mencionado en vida, siendo el corte en el cuello y las apuñaladas en el estómago el fin del martirio. Un depredador silencioso que lograba dominarles en el instante en el que atacaba, pues ninguna de sus víctimas mostraba heridas defensivas.


 


— ¿Cuándo terminará esta pesadilla? —Aomine Daiki es un oficial dedicado a su trabajo y es quien se ha visto más afectado por la situación, ya que se había prometido así mismo cuidar de su ciudad y quienes habitan en ella en el momento en el que aceptó ser el jefe de la primera división de la Oficina de Investigación Criminal*. Era bastante obvio que no estaba haciendo un buen trabajo, aunque tampoco es que toda la responsabilidad esté cayendo sobre él, al menos no cuando tenía solo una semana de tener este trabajo.


 


—Jefe, ya hemos terminado de reunir las pruebas y de tomar las fotos. — Uno de los policías se acercó para informar y sacar a Daiki de su estupor. —Solicitamos permiso para retirar el cuerpo. —Se animó a decir al no tener ninguna respuesta por parte de Aomine.


 


—Háganlo. —Cuando tomó el mando sabía que no iba a ser fácil, más cuando había oficiales de mayor edad que él, sin embargo con los pocos días que llevaba en división logró demostrar que era apasionado a su trabajo, perspicaz en las situaciones presentadas y que poseía una inmensa hambre de justicia. No todos los que estaban en la división le respetaban, pero al menos se estaban guardando sus comentarios y le daban el beneficio de la duda.


 


Aomine Daiki está en una etapa plena de su vida, con apenas treinta años, aun cuando su apariencia no concordaba con la edad que presumía, ya poseía un rango alto dentro de la estricta estructura policiaca. Un gran logro que no pudo celebrar como esperaba, pues estos asesinatos no se detenían, ni siquiera en el día de su nombramiento. En vez de fiesta había tenido que correr a uno de los puentes, donde se había encontrado el cadáver de un chico a punto de ser comida de los perros callejeros.


 


Sus ojos azul oscuro observaban nuevamente el callejón, insistente en poder encontrar algo por muy pequeño que fuera y que le guiara hasta el asesino, sin embargo de nueva cuenta no encontró nada. Su mano morena froto con fuerza su cabello azul marino para hacer mostrar su frustración. Estos asesinatos eran perfectos, por definirlos de alguna manera. No había indicio alguno de quien era la persona, posible edad o estatura, seguía siendo una búsqueda a ciegas. Los forenses escaneaban, exageradamente, cada centímetro de piel con la esperanza de poder dar algo a los policías con lo que trabajar, pero lo único que lograban era poner una y otra vez las mismas palabras en los reportes.


 


Edades de las víctimas, variantes por pocos o varios años, género y causa de muerte. Había pequeños cambios en cuanto al contenido y el orden de algunas de las heridas causadas, pero nada que pudiese definirse como significativo.


 


— ¿Cómo es posible que no pueda encontrarse nada? —Exigía saber el moreno, una pregunta al aire que ninguno de los que le rodeaban iba a poder contestar.


 


—Lo único que hemos podido delimitar es su zona de caza. —Kasamatsu Yukio, segundo al mando, se animó a decir mientras observaba el mapa que poseían de Tokio, con chinchetas rojas clavadas en las zonas donde habían sido encontrados los cadáveres. Ninguno pasaba los límites de la capital nipona.


 


—No es suficiente. —Su vista se centró en las fotos que estaban alrededor, cada una de las victimas estaba ahí, todos casos sin resolver.


 


—No, no lo es. —Coincidió Kasamatsu. —Pero es lo único que tenemos, el bastardo que hace esto sabe muy bien como ocultar sus huellas. —Aun cuando Aomine sabía que no era un halago, no pudo evitar gruñir ante lo dicho por el otro y, aunque le doliera reconocerlo, tenía razón.


 


— ¿Algún vínculo de esta víctima con las demás? —Cuestionó aun cuando, de forma inconsciente, sabía la respuesta; siempre era la misma. Y esa era otra de las grandes intrigas de Aomine, cada una de las personas que terminaban en las garras de esta quimera no tenían relación alguna, ningún conocido en común, familiar, trabajo, banco ni siquiera lugares frecuentes. Daiki desconocía cómo y porqué escogía a sus víctimas.


 


—Deberías ir a descansar, el idiota de Kise no para de mandarme mensajes de si estás bien. —Yukio mostró con molestia su celular, en la sección de mensajes se marcaban unos cuarenta y tantos mensajes de un solo contacto. —No sé porque no te pregunta directamente. — Guardó el aparato y salió del lugar, aún refunfuñando por la molestia que causaba su kohai de la preparatoria.


 


Daiki sonrió sutilmente ante lo dicho por Yukio, tenía dos días sin ir a casa y mucho menos de mandarle un mensaje a su pareja. Suspiró con cansancio y estiró los brazos, tal vez era hora de regresar y descansar entre los brazos de Kise Ryôta, una persona maravillosa que le recordaba que todavía había cosas buenas en el mundo y no solo monstruos como el que estaba cazando. Sabía que dormiría sin pesadillas, pues Kise tenía ese extraño poder en él. El sentirlo entre sus brazos le relajaba de sobre manera, disipando todas sus molestias, tanto físicas como mentales.


 


Para el moreno, Kise Ryôta es un ser excepcionalmente hermoso, no solo físicamente, sino que su manera de ser le convertía en la persona más valiosa del mundo. Sí, sonaba realmente exagerado pero ese era su sentir, puesto que desde hace años se había vuelto su razón de hacer esta la ciudad más segura, porque no quería que su pareja estuviera en peligro constantemente, por ello insistía en seguir de cerca este caso. Aquel monstruo no perdonaba a nadie.


 


 


También comprendía que no debía comentarle mucho a Ryôta sobre éste caso en particular, pues empezaría a preocuparse por su bienestar e incluso sus ataques de ansiedad podrían volver y él no iba a pasar por eso nuevamente, no soportaría ver a la luz de su vida sucumbir nuevamente a las pastillas y terapias. Esa etapa de su matrimonio estaba en el pasado, si bien no significaba que iban a olvidarla tampoco es que se quisiera recordar todos los días. Desde que comenzó su proceso de enamoramiento, como a Aomine le gustaba definirlo, habían sufrido varias cosas, tuvieron muchos problemas y obstáculos que lograron enfrentar juntos, aunque con cierto trabajo, pues sus caracteres tan diferentes complicaban algunas cosas.


 


Daiki y Ryôta pertenecen a una famosa generación de prodigios en el deporte del básquetbol iniciada en secundaria. Cinco genios formando un poderoso equipo que arrasó con todos sus rivales, llevando siempre a su escuela a la victoria. En preparatoria tomaron caminos separados y se enfrentaron unos contra otros haciendo cada juego un momento memorable, partidos increíbles que muchos incluso creyeron que eran surrealistas, más cuando apareció un sexto genio que, por no estar en la misma escuela que los otros cinco, no se ganó dicho título pero que aun así logró estar a la par de cada uno de ellos y vencerlos en la cancha.


 


Al principio todos sintieron frustración, pero poco a poco fueron procesando lo ocurrido y comenzaron a agradecerle a Kagami Taiga que les hubiera vencido, pues después de ello empezaron nuevamente a reunirse y a convivir como en los viejos tiempos, antes de que la fama se les subiera a la cabeza. Fue ahí donde para Aomine comenzó todo, la camaradería que tenía con todos sus compañeros volvió a cimentarse, pero una en particular fue evolucionando en algo más complejo.


 


 


Kise, desde que conoció a Aomine, lo había  admirado y declarado como su eterno rival, siendo una persona con una increíble capacidad para copiar ciertas habilidades deportivas difícilmente encontraba un oponente digno, hasta que conoció al moreno que no solo tenía una forma de jugar única sino que, por más que intentaba vencerle, terminaba siempre como el perdedor. Increíblemente después de que ambos fueron vencidos por la misma persona, se unieron más hasta el punto de jugar todos los días one on one y salir a diferentes eventos, centrados en el basket obviamente.


 


Para Daiki era simple convivencia con un buen amigo y rival; mientras que Kise gustaba de imaginar que eran citas con aquel que admiraba y amaba desde hacía tiempo. Sus sentimientos permanecieron ocultos hasta la salida de la preparatoria, donde uno de ellos mostró los primeros indicios de celos. Ryôta, resignado a que solo iba a tener de Daiki su amistad, decidió seguir adelante y comenzar una relación con uno de los nuevos modelos que trabajan con él. Aquel joven era atento y dedicado, no jugaba basket pero era un fanático de dicho deporte además de que hacía unos postres deliciosos que siempre deleitaban el paladar de Kise. Todas esas atenciones comenzaban a consumir gran parte de su tiempo, alejándose poco a poco del moreno, cosa que no le cayó en gracia.


 


Daiki mostró por un tiempo cierta renuencia aceptar sus sentimientos, pero estaba claro que solo era cuestión de un «plus» para que por fin comprendiera lo que estaba pasando en su interior, más cuando el rubio comenzó a centrarse casi por completo en su pareja que en él, su amigo. Era obvio que así tenía que ser, pero se negó a aceptarlo, por más que todos a su alrededor le dijeron que un amigo nunca iba a ser prioridad sobre un amante. La bomba explotó cuando fue al departamento de Ryôta y fue recibido por su estúpida pareja, solo con un pantalón desabrochado.


 


 


Él podía ser idiota en ocasiones, pero siempre hay cosas que son demasiado obvias como para no comprender que es lo que estaba pasando y, al ver así al tipejo, comprendió que fue lo que había pasado y perdió los estribos, arremetió verbalmente con el par, los cuales estaba sorprendidos por la intromisión del moreno al hogar del rubio, su corazón dolido sacaba a relucir no solo sus sentimientos sino también el claro desprecio que sentía por aquel hombre que le había arrebatado a Kise.


 


Después de aquel desahogo ambos se evitaron. El rubio no sabía que decir, siempre había esperado por una oportunidad que creía nunca iba a tener y cuando comenzaba a salir adelante con otra persona, llega Daiki a derrumbar todo con su declaración, aumentando su indecisión. En ese momento se vio en una encrucijada, pues aun cuando el amor por Aomine no moría por completo no significaba que no hubiese empezado a sentir cosas por aquel chico que no hizo nada más que llenarlo de cariño, no tenía en claro a quien elegir.


 


Mientras que Daiki no quería enfrentar lo que había causado, el haber perdido el control de esa manera y confesarse de esa forma tan tosca… simplemente no podía con la vergüenza que sentía por su acción. La amistad entre ellos volvió a fragmentarse y dejaron de verse por unas semanas, incluso la pareja de Kise decidió darle tiempo para que pensara bien las cosas y decidiera con quien deseaba quedarse, porque para él fue más que obvio que su lindo Ryôta aún poseía sentimientos por el otro.


 


Al no poderse arreglar las cosas, Daiki tomó una medida demasiado drástica y, por no poderlo definir de otra forma, cobarde. Su talento en el basket llamó la atención de reclutadores internacionales. Para él siempre fue un sueño poder jugar en un equipo de la NBA y cuando le llegó la invitación no dudo en aceptar, quería alejarse de todos y de todo. No fue la solución más sabia, pero fue la única que en estos momentos se le ocurrió. Obviamente sus amigos se opusieron e intentaron hacerlo entrar en razón, pero cuando a Aomine Daiki se le mete algo en la cabeza difícilmente se puede lograr que cambie de opinión, por lo que la otra alternativa que quedaba era decirle a Kise los planes del moreno y presionarlo para que tomase una decisión.


 


Sin embargo Ryôta no logró aclarar nada de momento, no porque el otro se hubiese ido, sino que el taxi en el que se dirigía al aeropuerto sufrió un accidente. Un chofer dormido, a causa de un viaje largo y unas copas de más, se estampó de lleno con el taxi donde viajaba Aomine. El impacto fue brutal, incluso le hizo salir disparado hacia el otro lado del vehículo. Todo se llenó de caos. Daiki tuvo varios vidrios clavados y golpes severos en el cuerpo, la operación fue inminente. Todos sus amigos y familiares llegaron al hospital, exigiendo saber su estado pero nadie podía responder hasta que el doctor saliera.


 


Fueron horas tortuosas en las que Kise sintió una poderosa agonía, le costaba trabajo mantener un ritmo en su respiración, las manos le sudaban, las náuseas permanecían y la piel tomaba un color cenizo. El accidente le hizo entender mejor sus sentimientos y a decidir con quién deseaba estar, solo rogaba que no fuera demasiado tarde para dar a conocer su decisión.


 


 


Luego de una larga noche, el médico llamó a los padres y comunicó que Aomine había sobrevivido pero que debía decirle adiós a su sueño de jugar aquel deporte al que tanto amaba, pues algunas de las fracturas más graves residieron en la muñeca y la rótula. Aclaro que podía haber una recuperación que le hiciese retomar una rutina de una persona «normal» pero para un deportista no podía ser completa, pues el agarre en su mano jamás sería el mismo y los movimientos de su rodilla derecha serían insuficientes para soportar el peso y las fintas que Aomine estaba acostumbrado a usar. Las puertas para ser un jugador profesional se vieron cerradas en un parpadeo.


 


Aunque sorprendentemente, Daiki lo tomó con demasiada calma. ¿Qué se le puede hacer? Ni llorar hará que recupere lo ya perdido, solo tengo que elegir otra carrera. Sus padres le vigilaron minuciosamente en la época de su rehabilitación, temían que ese tipo de respuestas fueran solo para ocultar su dolor y que en un descuido cometiera una tontería, pero no Aomine. Él, aun con su hosco carácter, disfrutaba de la vida y de lo que le rodea, el saber que no podrá jugar basket de forma profesional le dolió y mucho, sin embargo se negó a darse el tiempo para encerrarse y lamentarse por ello, él no era así. Desde que fue derrotado en la preparatoria se juró así mismo no volver perderse de nuevo, tardaría tiempo en sanar esa herida pero no se permitió ser derribado.


 


Siempre recalcaba que con eso vino algo  mejor, Kise se dedicó de lleno a ayudarle en sus rehabilitaciones, le apoyaba incluso en sus ejercicios en casa y en aquel transcurso ambos pudieron aclarar las cosas para dar inicio a una relación más estrecha, una que los dos anhelaban tener; el rubio fue más sincero y lloró de alegría, el moreno solo le acarició la cabeza y desvió la mirada para ocultar su vergüenza. Fueron momentos tranquilos los que vivieron por un tiempo, estaban aprendiendo a cómo llevar la relación, ya que ambos se sentían bastante apenados para incluso tomarse de las manos, pero al querer más decidieron que tenían que derribar aquellas limitantes que de alguna manera se habían autoimpuesto. Fue en una de las salidas al centro de rehabilitación donde se dieron su primer beso y cuando Aomine fue dado de alta, Ryôta se entregó a él.


 


Como toda pareja tuvieron percances, peleas, desacuerdos y malos entendidos que hacían que su relación pendiera de un hilo. A veces hacía falta la intervención de sus amigos para que recapacitaran, calmaran su orgullo y dieran el paso para hablar, aclarar las cosas y que volvieran a ser de nuevo la pareja empalagosa que conocían. Pero todo fue superado y su amor les impulsaba a aprender nuevas formas para evitar esos conflictos, aprendieron a trabajar en equipo y con ello a tomar decisiones serias sobre su futuro. Daiki decidió unirse al cuerpo policiaco con el ferviente deseo de aportar su grano de arena a la justicia; por otro lado Kise decidió unirse a sus hermanas y hacerse socio en la creación de una pequeña empresa de ropa, siendo él uno de los modelos principales. Le convenía ya que de esa manera podía hacer sus horarios más flexibles para pasar más tiempo con su pareja y evitar que creyera que le estaba dejando en el olvido.


 


Los años transcurrieron y la relación no hizo otra cosa que hacerse fuerte, al punto de que llegaron a la firme decisión de querer permanecer juntos para toda la vida. Aun cuando los matrimonios entre dos hombres no eran aceptados ni legales, aun, en Japón. Eso no les fue un impedimento. Sorprendentemente tanto los padres de Daiki como la madre y hermanas de Kise les apoyaron en todo momento, consiguieron a un sacerdote de un templo para que les hiciera una pequeña ceremonia, quizá no había papel que dijera que estaban unidos en matrimonio, pero para ellos eso no era importante. Se consideraban esposos desde el momento en el que dijeron el: sí, acepto.


 


Pero ese no fue el final de todo, aun ya viviendo juntos y teniendo una vida de casados las cosas no estuvieron tranquilas mucho tiempo. Uno de los momentos más significativos para ellos fue cuando la madre de Kise repentinamente enloqueció, comenzó a gritar en la calle, atacando de igual forma a quien se le acercaba para preguntar si le dolía algo, exigía que dejaran de decirle cosas desagradables.


 


Fue un golpe duro para el rubio y sus hermanas enterarse de que su madre tenía esquizofrenia. Al estar cada quien centrado en su mundo no notaron los síntomas que su madre comenzaba a mostrar, todos creían que sus aislamientos y cambios de carácter se debían al estrés que estaba sufriendo por las cosas en su trabajo no iban bien. La culpa y los cambios que se tenían que hacer para ayudar a su madre causaron bastante daño en Ryôta, la culpa siempre estaba presente, el miedo a poder despertar aquella horrible enfermedad, los gastos médicos y además los problemas económicos que se presentaban en la empresa de la que era socio.


 


Tantas cosas acumuladas le hicieron tener ataques de ansiedad con demasiada frecuencia, empeorando incluso su interacción con el moreno. Cada que este le pedía ir con el médico o con un psicólogo Ryôta se ponía histérico, gritando cosas que delataban uno de sus más grandes temores, no quería terminar como su madre. Solo reaccionó cuando se dio cuenta de que estaba agrediendo a su esposo, no recordó los momentos en los que tomó las cosas y comenzó a arrojarlas a diestra y siniestra contra el moreno, quien se había atrincherado atrás de uno de los sillones, gritando y exigiendo a su rubio parar.


 


Las pastillas a veces le dejaban sin energía y en ocasiones perdía el control en las terapias, pero nunca estaba solo, Daiki le acompañaba en cada paso y eso le estaba dando fuerzas para seguir adelante, hasta que llegó el momento en el que las pastillas ya no fueron necesarias y el terapeuta le despidió con una sonrisa.


 


 


******************


 


—Estoy en casa. —Kise posee un brillante cabello rubio que contrastaba perfectamente con sus ojos color ámbar y piel blanca, al ser anteriormente un modelo podía decir que tenía un cuerpo perfecto y al que encantaba marcar como suyo.


 


—Bienvenido, cariño. —Ryôta en ocasiones le decía en juego que lamentaba no tener senos exuberantes como los de las mujeres de las revistas que el moreno antes veía, sin embargo eso era un hecho pasado, demasiado viejo. Desde que aceptó que se sentía atraído por un chico, había dejado atrás las revistas que contenían chicas y se centró en comprar todas las que poseían a su hermoso Kise, él le aseguraba al rubio que prefería masturbarse viendo sus fotos a las de las mujeres de pechos exagerados. Eso siempre hacía sonrojar a su pareja.


 


— ¿¡Pero qué demonios!? —Daiki se asustó al ver a su rubio con cuchillo en mano y manchado de algo rojizo en el filo de la herramienta, en la mejilla y en el delantal. — ¿Ha quien has asesinado? —La pregunta salió con ciertos tonos juguetones, si tenía suerte podría tener a Ryôta como postre esta noche.


 


— ¿Yo? —Kise de momento se vio desconcertado por la pregunta, provocando que le inundara el nerviosismo ante aquella inesperada cuestión, silenciándose por unos segundos.


 


Solo está jugando, no pierdas la cabeza. —Rápidamente aquella voz vino en su ayuda. La pregunta no les estaba acusando de nada, así que el rubio no tenía por qué alterarse.


 


Síguele el juego, no debe descubrir tu secreto. Se irá de tu lado sí se entera. —Advirtió la otra, haciendo reaccionar al rubio. —Sonríe, dile que él será tu víctima. —Volvió a animar.


 


—Pues he pensado que podría atacar a un sexy policía que ha tenido muy descuidado a su esposo. —Sonrió con coquetería, dejó el cuchillo en la mesa y se acercó a su moreno. —Eso es imperdonable, ¿no cree usted, oficial? —Puso las manos en el pecho, elevando un poco la mirada para ver con diversión a Aomine, casi estaban a la misma altura pero el rubio era más bajo por unos cuantos centímetros. —Tengo derecho a clamar venganza.


 


—Ciertamente es un delito grave. —El moreno sonrió y abrazó a Ryôta por la cintura, atrayéndolo para pegarlo completamente a su cuerpo. — ¿El oficial podrá ser perdonado sí se disculpa? —Buscó los labios de otro, deseoso de un beso pero Kise prefería torturarlo, esquivando los insinuantes labios, riendo al escuchar el gruñido frustrado de Daiki.


 


—Quien sabe. —Dio un sutil roce de sus labios con los ajenos. —Depende de qué tan sincera sea la disculpa. —Aomine se exasperó, con una de sus grandes manos sostuvo la cabeza del rubio para que dejara de moverse y poderle besar como era debido. Fue un beso intenso, apasionado. En tres segundos ya había introducido su lengua en la boca ajena, devorándolo con hambre.


 


—Dai~… —Cuando Ryôta fue liberado estaba completamente aturdido. Un solo beso había bastado para que sus labios comenzaran a hincharse, sus mejillas se tornaran rojas y nublados por el deseo. —Te extrañé. —Sus brazos rodearon el moreno cuello y pidió un segundo beso.


 


—Yo también te extrañe. —Él jamás iba a negarle a su pareja otro beso, no cuando él mismo era adicto a esos suaves labios y al sabor que poseían, pues el rubio tenía una obsesión por los dulces, podría variar entre chocolate, fresas o crema pastelera, cada sabor le encantaba y más si provenía de la boca de su amado. —Lo siento, he estado centrado demasiado en mi trabajo.


 


— ¿Aún no atrapas al asesino? —No sabía que sería de él sino tuviera a aquellas voces guiándole en el camino, siendo él alguien con pocas capacidades de mentir estaba seguro que hubiese sido descubierto sino hubiese sido por los sabios consejos que llegaban a su cabeza.


 


—Te prometo atraparlo pronto. —Aomine no quería que su esposo tuviera miedo de caminar por las calles solo, corriendo el peligro de ser la siguiente víctima de aquel monstruo sediento de sangre.


 


—Muestra preocupación, di que tienes miedo a que él sea el dañado. —Guío al moreno a la mesa, quería darle de cenar primero antes de iniciar con esta conversación. Si bien Daiki no tenía mucho en el puesto que hace poco le fue asignado, se había mostrado interesado desde el primer asesinato de aquellas personas. Siendo uno de los temas menos frecuentes en las conversaciones que tenía la pareja y aun así cuando salían a relucir provocaban que Kise se pusiera nervioso y fuera reprendido por las fieles voces que resonaban en su cabeza.


 


No es crueldad, no es un crimen. Solo estamos defendiendo lo que es tuyo. —Consoló una de ellas. Tenían razón, esto era simplemente una defensa, una lucha constante para mantener su felicidad intacta.


 


—Me preocupa que pueda sucederte algo, estás allá afuera, siempre poniéndote en peligro. —Él también estaba luchando duramente para que su burbuja no reventara pero al mismo tiempo sabía que no podía cortarle las alas a su esposo, no cuando por fin pueden estar bien.


 


—Prometo que tendré cuidado. —Aomine se enternecía por la sincera preocupación que veía en los ojos de su rubio, aunque y no le sorprendía, desde hace años que siempre ha sido así. Aun con los baches que se les presentaron en el camino pudieron seguir adelante y aun cuando Kise parecía todavía renuente a dejar algunas escenas del pasado. —Nunca estoy solo y, lamentablemente, siempre llegamos al lugar de los hechos cuando ya no hay nada más que hacer por las víctimas. —No pudo evitar hacer una mueca de desagrado por admisión, pero Ryôta no pudo verla pues se había alejado para ir a la cocina y comenzar a servir la cena.


 


—No me alegro por lo que le pasa a esas personas, pero no puedo evitar sentirme aliviado al saber que no vas a exponerte a nada temerario. — Comenzó a poner los cuencos enormes de arroz, pescado asado y algunas verduras cocidas para acompañar. — ¿Crees que eso me hace mala persona?


 


Muy bien dicho, estás aprendiendo. —El tono usado estaba lleno de orgullo, por lo que Kise se sintió satisfecho de su mentira.


 


—Por supuesto que no, idiota. —Reprende con cierto tono suave aunque no pudo ocultar por completo el enojo que sintió al escuchar lo que el rubio comenzaba a pensar de sí mismo. —Me amas, es normal que me quieras anteponer a la seguridad de los demás, yo hago lo mismo. —Aseguró, recibiendo como recompensa una radiante sonrisa por parte de Ryôta, mostrando su alivio ante la respuesta del otro.


 


—Yo solo quiero que te quedes conmigo para siempre. —Las mejillas tomaron un suave tono rosa, aun después de muchos años de estar viviendo bajo el mismo techo, todavía había algunas cosas que causaban vergüenza en el rubio y que difícilmente las decía. Sin embargo cuando eran pronunciadas aquellas cosas que difícilmente admitía, el rubor en las mejillas, o en todo el rostro, no se hacía esperar.


 


—Así será, siempre. —Daiki le tomo la mano y besó el dorso antes de empezar la cena. El tema quedó zanjado después de la afirmación del moreno.


 


Cambiaron de tema y la conversación se hizo amena. Ryôta contó anécdotas graciosas que ocurrieron en la empresa, por lo que las risas no tardaron en resonar en el departamento donde vivían. Con el transcurrir del tiempo la conversación fue muriendo, dando paso a los besos y las caricias ansiosas. El rubio fue atacado sorpresivamente por su esposo, pero no opuso resistencia, ya que él también tenía ansia de más contacto.


 


Cuando llegaron a la cama todo sucedió bastante lento, se desnudaron y se recorrieron con las manos y las bocas, tocando los puntos sensibles de cada uno. Aomine disfruto el atacar la cavidad ajena con su miembro e inundarlo con su semen y evitar que el otro se corriera para que suplicara por dejarlo llegar al clímax. Los ruegos del rubio le daban una sensación de poder enorme, sabía que Kise haría cualquier cosa que él le pidiese con tal de sentir orgasmo recorrer su cuerpo.


 


Los juegos se prolongaron por un tiempo, hasta que llegó el momento en que sus cuerpos se volvieron, de alguna forma, uno solo. El grueso miembro dentro de la estrecha entrada era el inicio del camino hacía el nirvana. El moreno se movió a velocidad constante, procurando tocar una y otra vez aquel sensible punto que hacía perder la cordura a su amado esposo, sus labios atacaban los rozados pezones, sus dientes inundaban de marcas la blanca piel y las manos sujetaban las estrechas caderas. Siguieron hasta que el final fue inminente, sus cuerpos se tensaron y dejaron que las oleadas de placer cubrieran sus cuerpos, llegando al esperado clímax. Por unos segundos vieron estrellas y luego Aomine cayó a lado de Kise, manteniendo un brazo rodeándole la cintura.


 


—Voy a estar todo pegajoso. —El pecho de Ryôta subía y bajaba de forma errática, estaba intentando recobrar el aliento.


 


—Te gusta y lo sabes. —El moreno se elevó un poco y atacó la boca del rubio, haciendo que las pocas reservas de oxígeno recuperadas se desaparecieran de nuevo.


 


—No me gusta. —Se movió hasta apoyar su cabeza en el fuerte pecho de su esposo y depositar un corto beso en el lugar donde está el corazón. —Me encanta. —Con una sonrisa en ambos rostros, se permitieron perderse en sus sueños. Daiki por esa noche no tuvo pesadillas y Ryôta descanso aliviado de tener a su hombre nuevamente en su cama.


 


Las cosas que sucedieron en el pasado no fueron fáciles y la que más dificultad le costó para procesar fue la de su madre enferma, pues no era algo que se quitara con un tratamiento o una vacuna, es un “carga” con lo que se tiene que aprender a vivir. Y él mejor que nadie lo sabía, pues ya tenía un tiempo escuchando aquellas voces en su cabeza, al principio le provocaban un inmenso temor pues había averiguado que, según algunos artículos, la esquizofrenia puede ser heredada. Su madre era la representación de un 50% de posibilidad de tener la enfermedad y al parecer había dado en el blanco.


 


Después de saber el diagnóstico de su madre se vinieron acumulando más situaciones que, a su creencia, desencadenaron aquella enfermedad. Las voces siempre sonaban en su cabeza, molestándolo y dándole ideas erróneas de las cosas; incluso en ocasiones le metían incertidumbre en cuanto a su esposo, pues él siempre deseó decirle su situación a Daiki, pero las voces pensaban diferente, le aseguraban que iba a ser internado en un psiquiátrico, que Aomine no estaría dispuesto a cuidarlo así como él no lo hizo con su madre, sino que, al igual que sus hermanas y él, contrataría a una enfermera que se encargara de los cuidados y el tratamiento, siendo visitado de vez en cuando.


 


Todo eso le impulsó a ponerse agresivo con la persona que más amaba en el mundo y al percatarse de ello tomó la decisión de buscar ayuda, pero no la que correspondía a su enfermedad. Ataques de ansiedad sonaban bien para él, las pastillas no callaban las voces pero las hacían tolerables, al punto de poder tener conversaciones amenas. Las terapias también ayudaban mucho, lograba desahogarse de algunas cosas que no sabía cómo lidiar, pero siempre teniendo cuidado en no levantar sospechas en cuanto a la esquizofrenia.


 


Con el tiempo fue aprendiendo a convivir con sus alucinaciones, no le estaban generando problema alguno, al contrario le daban buenos consejos y ayudaban a enfrentar ciertas situaciones con astucia y no con berrinches. Es claro que su carácter había cambiado, pero siempre se encargaba en recalcar que era porque ya estaba siendo un hombre «maduro», con el pretexto de tener mucho trabajo en su empresa comenzó a alejarse poco a poco de sus amigos, aunque estos también tenían vida propia por lo que no fue algo que resaltara realmente y con su esposo solo mostraba alegría pues le amaba cada día más.


 


—Te amo. —Daiki estaba profundamente dormido, por lo que pudo darse la oportunidad de delinear con un dedo todo el contorno del rostro. —Lamento que por mi culpa tengas mucho trabajo. —Hizo una mueca de culpa, pues era por su causa que toda la división estuviera ocupada.


 


Ya hablamos de esto, Ryôta.


 


No es tu culpa.


 


—Pero si no hubiera hecho… —Se mordió el labio inferior, no podía llorar en estos momentos, lo que menos podía hacer era despertar a su pareja y que esta le viera triste, se preocuparía y comenzarían a llover las insistentes preguntas para saber qué es lo que estaba pasando o qué es lo que le dolía.


 


Te lo querían quitar, no les importaba que estuviera casado contigo.


 


Esas personas querían robártelo, no desean verte feliz.


 


—Pero yo no les hice nada malo. —Insistió, aún no estaba seguro de porqué cada una de sus víctimas querían tener a su Aomine si ya tenía pareja, él era a quien su moreno amaba y siempre lo decía en público, sin embargo las personas eran sordas y como hienas en busca de la carne se aproximaban insinuantes para quererle arrebatar lo que es suyo.


 


Te tienen envidia. —Insistieron. El miedo de que le quitaran a Aomine Daiki era lo único que daba fuerzas a Kise para actuar, no le importaba quien fuera, no iba a permitir que le quitaran su felicidad, al menos no sin pelear.


 


Gracias a las voces era como se daba cuenta de las descaradas insinuaciones tanto de las mujeres como de los hombres, ellas le ayudaban a identificar a los peligros que amenazaban con arrebatarle lo más valioso que tiene. La primera fue una joven mesera que les atendió en un café, Kise estaba disfrutando su fin de semana en compañía de su esposo, tan centrado estaba en su felicidad que no se dio cuenta de que la chica sonreía coqueta a su moreno, que estaba siempre atenta a si quería algo, le preguntaba cosas e insistía siempre en mantener la vista sobre él.


 


No fue hasta la advertencia que resonó en su cabeza que pudo darse cuenta de la situación, los celos le inundaron, al ira casi fue incontrolable y los deseos de gritarle para que se alejara estaban a poco de salir; pero los sabios consejos le dieron una idea mejor, no podía armar un escándalo pues así solo incentivaría a la chica a ser más cuidadosa.


 


Los problemas tiene que terminarse de raíz. —Dos días después intentaría algo que jamás se le hubiese pasado por la cabeza, eliminar a una persona. Tuvo miedo, demasiado, no estaba seguro de si podría ser capaz de hacerlo, pero aquellas alucinaciones lograron infligirle valor. Fue un poco torpe en su técnica, pero cuando la joven decidió tomar un atajo por un terreno baldío el golpe que le dio solo la aturdió por lo que despertó rápido al sentir la aguja atravesarle sus labios una y otra vez.


 


El horror plasmado en sus ojos, incentivo al rubio a clavarle el pequeño cuchillo de cocina y con un leve movimiento sacarle los ojos, la víctima se retorció por el dolor infligido e intento gritar aun cuando casi toda la boca estaba sellada, las apuñaladas en el estómago eran torpes y el miedo comenzaba a tomar posesión de Ryôta, no quería que le descubrieran. Cansado de luchar dio un corte preciso en la garganta, provocando el desangre, en cuestión de minutos la pelea cesó, todo había terminado, concluyó su acto aplastando los ojos con los zapatos de la chica, no soportaba que lo siguieran viendo, tenía que hacerlos trizas para que ya no osaran mirarle.


 


Borrar sus huellas, atacar en lugares desolados, noquearlos para que no luchen, todas y cada una de las ideas eran proporcionadas por aquellas voces que aseguraban buscar solo el bienestar para con Aomine, querían verlo feliz por lo que las medidas para lograrlo no tenían límites.


 


Y así fue que con cada rival iba puliendo más su técnica. Pronto la mano le dejo de temblar cuando daba las puñaladas en el estómago, ya sabía cómo mover la muñeca para sacar los ojos fácilmente, la velocidad para coser las bocas también mejoraba y el corte en la garganta desde el principio fue preciso. Él no quería hacerlo, no le gustaba matar a las personas pero ellas tenían la culpa. Solo bastaba una mirada, una sonrisa o un roce para que la guerra fuera declarada. Al igual que Aomine, el prometió jamás volver a sentir aquella fea sensación de pérdida, por lo que lucharía con dientes y uñas por mantener a su moreno a su lado.


 


— ¿Sucede algo? —Unos ojos azul oscuro le veían aún adormilados.


 


—No, solo quería verte dormir. —Sonrió y dio un beso en la mejilla, volvió a acurrucarse para poder descansar. Solo muerto entregaría a su esposo a otra persona.


 


A la mañana siguiente todo estaba tranquilo, Daiki se preparaba para ir al trabajo mientras Kise preparaba el desayuno. Era paz absoluta hasta que el timbre sonó.


 


—Daikicchi, ¿podrías ver quien es, por favor? —Estaba friendo los huevos, no podía descuidarse.


 


—Sí. —Fue la corta respuesta por parte del moreno mientras se aproximaba a la puerta. —Oh, Ryô, no te esperaba aquí. —Sakurai Ryô fue un compañero en el equipo de basket de Aomine, su apariencia no ha cambiado mucho con el pasar de los años, su cabello castaño seguía teniendo el mismo peinado, sus ojos castaños aún mostraban cierto nerviosismo y su actitud sumisa solo había aumentado al entrar al cuerpo policiaco. Si bien Sakurai no tiene una amistad estrecha con Daiki, en estos momentos interactúan más debido al caso del asesino serial, pues Ryô pertenece a las Oficinas Regionales de Seguridad Pública**.


 


—Bueno… lo siento… pero… pero habrá una reunión… y dijeron… tenemos que estar todos… a las 11 am. —Anunció nervioso, a decir verdad planeaba mandarle un mensaje sin embargo por las prisas que estaban metiendo sus superiores decidió mejor dar el mensaje personalmente.


 


—Pasa, estamos a punto de desayunar. Iremos una vez que acabemos, aún queda tiempo. —Daiki estaba decepcionado, esperaba poder estar más tiempo con su rubio antes de partir al trabajo. —Cariño, es Ryô. Le invite a desayunar.


 


—Claro, hice suficiente para un ejército. —Respondió con burla mientras salía de la cocina y justo en ese momento vio a Sakurai en los brazos de su esposo, pues el castaño por las prisas de quitarse los zapatos perdió el equilibrio y comenzó a caer pero Aomine fue más rápido y logró atraparlo antes de llegar al suelo.


 


—Ten más cuidado. —Reprendió, le ayudo a pararse antes de tomar asiento para comenzar a desayunar, moría de hambre.


 


—Vamos, Sakuracchi, deben de comer antes de ir a trabajar. —La sonrisa del rubio, pese a ser falsa, mostraba una alegría que no sentía.


 


Es una amenaza.


 


¿Viste cómo se arrojó a los brazos de tu Daiki? También quiere quitártelo.


 


—Sí, lo vi. —Susurro mientras se sentaba a lado del moreno, con una suave sonrisa surcando su rostro, planeando su siguiente movimiento, pues aun cuando Sakurai fuera parte de la policía no dejaba de ser enemigo. —No permitiré que lo alejes de mi lado. —Sí matar era el precio por ser feliz, entonces no tendría compasión.


 


— ¿Sucede algo, cariño?


 


—No, nada, solo estaba pensando en algunas cosas. —Calmó a su esposo.


 


Daiki siempre buscaba una conexión entre las víctimas, pero nunca encontraba ninguna y eso era porque al estar siempre a lado de Ryôta todo a su alrededor desaparecía. No se daba cuenta de la atención que le daban las chicas en los restaurantes, heladerías o pastelerías, todo con tal de tener una buena propina, tampoco se percataba de los jóvenes que insistían en que probara sus productos para tener una buena venta o de los que simplemente por prisas pasaban a golpearle el brazo y se volvían para dar una disculpa.


 


Todo carecía de importancia mientras el rubio estuviera a su alrededor.


 


Pero para Kise cada sonrisa, disculpa, roce o insistencia de compra era solo un mero pretexto. Cada uno de ellos deseaba a su pareja.


 


Te ayudaremos a mantenerlo siempre a tu lado.


 


Esa era siempre la promesa que retumbaba en su cabeza.


 


 

Notas finales:

*Homicidio o armas no registradas: Está a cargo de las estadísticas de investigación y la investigación de casos de importancia nacional e internacional. El Departamento de Seguridad de este buró es responsable de la prevención del delito, la lucha contra la delincuencia juvenil, y control de la contaminación. Además, la Oficina de Investigación Criminal se encarga de las encuestas; la misma fórmula y recomienda la legislación sobre armas de fuego, explosivos, alimentos, drogas y estupefacientes.


 


**ejerce el control y la supervisión necesaria a la jefatura de policía dentro de su jurisdicción, bajo la autoridad y órdenes del Comisario General de la Agencia Nacional de Policía. Adjunto a cada una de las Oficinas Regionales de Policía está una Escuela Regional de Policía, la cual provee personal de policía con educación y formación necesaria.


 


Criticas, jitomatazos, etc. son bien recibidos XD


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