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Trabajo embarazoso por zandaleesol

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Notas del fanfic:

Adaptación de la película «Labor Pains» de Lara Shapiro.

Título: Trabajo embarazoso

Disclaimer: Los personajes todos son de propiedad de J.K. Rowling. No percibo beneficio económico por esto.

Parejas: Harry/Draco

Clasificación: R

Advertencias: Post Deathly Hallows. EWE (Sin epílogo) Mpreg. Otras.



Capítulo 1. Una nueva adquisición


Caminaba lentamente por la adoquinada calle, respirando la agradable atmósfera estival. El callejón Diagon, bullía animadamente en esos últimos días de verano. La crisis económica en la que estaba sumido el mundo mágico no alcanzaba a reflejarse por completo en la gente. Ocho años habían transcurrido desde el la batalla final y la bonanza económica post guerra, que tanto prometió el Ministerio de la Magia aún no llegaba para todos los magos y brujas de Inglaterra.


Él pertenecía a ese ínfimo número de privilegiados cuya fortuna no sufrió merma alguna. Sus días transcurrían sin las preocupaciones de naturaleza económica que acometían a muchos otros. Él respiraba la tibia e insípida tranquilidad de una vida sin sobresaltos. Su vida era maravillosa. Cada día más rico, más poderoso. Pero a veces, en medio de esta tranquilidad, se inflamaba en su interior un fiero afán de sensaciones, de impresiones fuertes. Anhelaba abandonar esa vida solitaria, carente de afectos. No podía evitar el deseo de que su vida significara algo más que administrar su gran fortuna.


Pero este deseo, solo pasaba fugazmente, porque cuando las cabezas se inclinaban respetuosamente ante él, henchido de vanidad inconsciente otorgaba medio saludo. En momentos como aquellos era cuando comprendía a su padre. Era imposible sustraerse al efluvio poderoso del oro que llenaba groseramente la cámara de su familia en el Banco mágico.


Estaba feliz porque acaba de cerrar otro magnífico negocio. Como venía ocurriendo con frecuencia en los últimos cinco años, se ofreció a comprar otro negocio al borde de la quiebra. Esta vez se trataba de una Editorial. Al paso que iba acabaría siendo propietario de todos los negocios que aún quedaban en el mundo mágico.


En esos días el negocio editorial no era precisamente exitoso. No eran muchos los libros nuevos se que publicaban. Los autores nuevos escaseaban y la editorial que acababa de comprar hacía más de dos años que solo reeditaba libros para mantenerse. A pesar de haber adquirido recién el negocio, su cerebro ya elucubraba sobre el modo en que sacaría del pozo a su nueva empresa. De pronto recordó como en plena guerra, Rita Skeeter publicó un libro con la historia del director de Hogwarts. Él no pudo leer el libro, por aquel tiempo estaba demasiado ocupado intentando sobrevivir, pero pensó que si lograba publicar una historia sobre un personaje de la importancia que tuvo Dumbledore, a decir de muchos el mago más notable de los últimos años, quizá recompusiera las finanzas de la editorial. Aunque tenía serias dudas sobre la factibilidad de encontrar un mago que emulara aunque fuese solo un poco la notoriedad de Albus Dumbledore.


En realidad existía uno. Pero no había pensado en él durante ocho años y no empezaría a hacerlo en ese momento. Por muy tentador que resultara, la idea no era buena, porque el mago en cuestión no aceptaría jamás que fuese precisamente él quien publicara una biografía de su vida, ¿o tal vez sí? No, claro que no, no lo haría. No pudo evitar sonreír de forma maliciosa. El nombre del héroe aún despertaba interés, a pesar de los años transcurridos desde la Batalla Final.


La vida de Harry Potter reproducida en un libro. De seguro que sería un exitazo. Casi podía ver el libro exhibido en los escaparates de Flourish y Blotts. Pero no, no contribuiría jamás a aumentar la fama de ese arrogante de Potter. Nunca. Antes muerto. Ya encontraría el modo de revertir las pérdidas de la editorial. Con su destreza en los negocios sin duda hallaría la forma. No por nada era Draco Malfoy, un genio de los negocios que a sus recién cumplidos veinticinco años era el mago más rico del mundo mágico inglés.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Era sábado por la mañana y observaba con ojo crítico las instalaciones de su nueva adquisición. Todo estaba dentro de lo esperable. No creía que fuese necesario algún cambio drástico por el momento. A excepción del personal que estaba compuesto por una nomina de treinta personas. Cantidad excesiva de empleados según su parecer, así que ya había decidido prescindir de a lo menos la mitad. Estaba seguro de que quince personas podían igual hacer el trabajo de treinta.


Decidió investigar la oficina de la anterior propietaria y naturalmente no le gustó ni un poco como lucía. Como a partir de la siguiente semana ese sería su lugar de trabajo diario, se dedicó a hacer los cambios necesarios para hacer el sitio más habitable. No le llevó más de una hora y al terminar sonrió con satisfacción.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


A las nueve de la mañana en punto Draco apareció en el hall de la editorial. La recepcionista le recibió con aire desconfiado. Naturalmente que al rubio no le gustó ni un poco esa actitud, he hizo una nota mental. En cuanto revisara la nómina de empleados, ella estaría entre los que pensaba despedir esa misma mañana. Sonrió con solo pensarlo. Era muy agradable ser así de poderoso.


Ciertamente para los empleados fue muy extraño ver a Draco Malfoy ahí. Las alarmas de todos se encendieron rápidamente. El rubio era conocido por que compraba todo negocio del mundo mágico que estuviese pasando problemas financieros. No podía ser que eso fuese justamente lo que estaba ocurriendo con la editorial.


Draco, con elegancia y altivez, caminó entre los que ahora eran sus empleados. Escuchó con satisfacción las preguntas del tipo: ¿qué hace él aquí? y otras más de la misma índole. Sonrió de modo imperceptible. Caminó con paso seguro hacia su oficina, pero cuando estaba por llegar, una figura menuda y muy poco agraciada le cerró el paso.


-Esta oficina pertenece a la directora y en este momento no se encuentra -dijo la mujer con cara de pocos amigos.


Draco alzó la ceja con elegancia y sin permitirse mostrar la furia que sentía hacia la mujer que le obstaculizaba el paso.


-Ya sé que no se encuentra -respondió el rubio con tono agrio -. Y no se encontrará nunca más. Soy el nuevo propietario.


La mujer solo se limitó a parpadear con cara de idiota, según le pareció al rubio. Sin embargo, al verle sacar la varita, ahogó un grito y se apartó.


Draco dirigió su varita hacia la puerta y haciendo una elegante floritura la abrió. Antes de ingresar a la oficina miró a la mujer con altivez.


-Quiero la nómina de los empleados sobre mi escritorio a más tardar en quince minutos -dijo con tono autoritario para luego adentrarse en la oficina y cerrar la puerta de golpe.


Una vez dentro de su oficina se acomodó en el sillón de cuero, regalo de su madre, y comenzó a contar los minutos en el reloj de la pared. La reacción de aquella mujer no le gustó. Lo cierto era que no esperaba algo diferente, pero no significaba que se hubiese acostumbrado a ese recibimiento que tenía lugar cada vez que se convertía en propietario de algo más en el mundo mágico.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


La secretaria de la anterior propietaria estaba hecha un manojo de nervios. Lo más rápido que pudo, convocó la carpeta donde estaba la nómina de los treinta empleados que tenía la editorial. Con paso presuroso caminó hacia la oficina del nuevo dueño y llamó a la puerta muy nerviosa. Estaba bien enterada de que Draco Malfoy, nada más llegar a los sitios que adquiría, despedía a todos y contrataba gente nueva, por la mitad del sueldo.


Draco tamborileaba los dedos mirando el reloj. Esa mujer tenía dos minutos de retraso, algo que a su parecer era ofensivo. Cuando escuchó los golpes en la puerta, se irguió aún más y respondió con un seco:


-Adelante.


La mujer menuda y nada bonita entró con aire compungido a la oficina y dio una mirada en derredor. Los cambios eran notorios, con mano temblorosa le tendió la carpeta al joven rubio.


-¿Necesita algo más señor Malfoy? -preguntó con tono apocado.

-Es todo por ahora -respondió secamente Draco.


La mujer asintió y salió con prisa del despacho.


Draco comenzó a hojear la carpeta con gesto despectivo. Apenas se fijó en los nombres registrados en la primera página. Cada empleado tenía una ficha con sus datos y una foto de tamaño regular. Fue repasando con indiferencia cada fotografía, hasta que se encontró con una que le produjo una gama de sensaciones poco definidas. El cegatón «Salvador» del mundo mágico le sonrió desde su fotografía mágica. Cerró la carpeta de golpe. Pasaron apenas unos segundos y logró rehacerse, enseguida una voz en alguna parte de su cerebro preguntó: ¿Qué te pasa? Solo es Potter, el mestizo huérfano adorador de pobretones y toda gama de personajes indeseables.


Abrió la carpeta otra vez y decidió ignorar la fotografía de Potter. Le dio una leída a los datos contenidos ahí. Aquello más que ser una ficha, parecía una biografía. La antigua dueña era otra adoradora de Potter, sino de que otro modo hubiese escrito todas esas bobadas. Una infantil envidia se apoderó de Draco. Recordó, como siempre el cegatón atraía la admiración de todos, y una vez más sintió enojo. Respiró profundo, deseando apartar sentimientos tan pueriles. Era un adulto, hacía ocho años que no cruzaba su vida con la de Potter. No podía permitir que le afectara.


Sonrió de pronto. Potter era su empleado. Podía despedirlo. Una sensación agradable se instaló en su estómago. Potter encabezaría la lista de los que perderían su empleo esa misma mañana, luego le seguiría esa secretaria fea. Pero casi al instante de pensar aquello su entusiasmo se desinfló. De seguro que esa mujercita ya había corrido a contarles a todos los empleados quién era el nuevo dueño de la editorial. No le extrañaría ni un poco ver llegar a Potter a su oficina en los próximos minutos para presentar su renuncia. Sí, seguramente el héroe preferiría renunciar antes que ser despedido de su empleo por Draco Malfoy. Bien que así fuera, no le importaba, mejor para él.


Abrió otra vez la carpeta y le dio una ojeada a la ficha de algunos otros empleados, no encontró nada de interesante. La cerró otra vez y meditó por un instante. Desde el primer momento pensó en despedir por lo menos a la mitad del personal y Potter debía estar en esa mitad naturalmente. Pero al segundo siguiente una voz muy molesta dijo en su cerebro que no sería bien visto que él, Draco Malfoy, antiguo rival de Harry Potter, le despidiera de su empleo. Pero su orgullo muy pocas veces hacía caso de «la voz molesta». Le importaban tres pimientos las opiniones de los demás, era lo suficientemente poderoso como para acallar murmuraciones. Potter podía ser el odioso «Salvador», pero él, sustentaba la economía de muchos magos y brujas, así que podía hacer lo que le diera la gana.


Tamborileó los dedos sobre el escritorio, mientras decidía qué haría a continuación. Por lo general, en esas circunstancias semejantes convocaba a una reunión con todos los empleados y les daba la noticia del despido.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Cuando Harry cruzó la mampara que separaba las oficinas del taller de impresión notó un intenso revuelo en sus compañeros. Se preguntó qué estaría ocurriendo.


Nada más verlo, Adele, la secretaria de la antigua dueña, se le acercó con rostro pálido y visiblemente preocupada.


-Harry, no te puedes imaginar lo que ha sucedido -dijo ella con tono perturbado.


El joven de ojos esmeraldas arrugó el ceño y respondió con tono bromista.


-No me digas que ha surgido otro mago tenebroso.

-Peor -respondió Adele -. Draco Malfoy ha comprado la editorial.


Harry miró confuso a la mujer.


-Harry, ¿no entiendes? Janet ya no es la dueña… vendió el negocio. Draco Malfoy está ocupando en este preciso momento la oficina y hasta cambió la decoración.

-No puede ser, Janet no haría algo semejante sin decirle a nadie.

-Ya lo hizo.


Harry observó por un segundo al resto de sus compañeros. Ya sabía lo que vendría. Malfoy compraba y, prácticamente despedía a todo el personal. Lamentó la situación porque sabía que nadie en ese lugar trabajaba por diversión. Nunca se le pasó por la cabeza que su antiguo rival de la escuela compraría una editorial. Malfoy era como una plaga que poco a poco se apropiaba de todo, así como iban no pasaría mucho tiempo hasta que el mundo mágico le pertenecería por completo.


-Harry, ¿qué vamos a hacer? -preguntó Alex Willet, un hombre de unos cuarenta y tantos que tenía el cargo de editor.


Harry se mordió el labio e hizo un gesto desanimado.


-La verdad no lo sé. Si Malfoy ha comprado es probable que nos despida a todos, es lo que suele hacer según he oído.

-Para qué demonios quiere un Mortífago una editorial. A caso Malfoy pretende publicar libros en que cuente sus aventuras con magos tenebrosos -dijo con tono burlón Willet.


Harry entendía el enojo de Willet, pero igualmente no le pareció justo aquel comentario.


-No tengo idea para qué habrá comprado Malfoy la editorial, pero te aseguro que lo vivido con Voldemort no fue nada agradable para él -respondió Harry con tono de reproche.


Willet se sintió incómodo, pero no se retractó.


-Harry, tú conoces a Malfoy, quizá si hablas con él… -sugirió Melisa French, encargada de la sección Publicidad.

-¿Yo? -preguntó Harry sin saber qué más decir.

-Sí, Harry, ustedes fueron compañeros en la escuela -apoyó Adele.


Harry negó con la cabeza.


-Escuchen, hace años que no cruzó una palabra con Malfoy, y lo cierto es que nunca nos llevamos bien, es más, siempre nos detestamos. Malfoy odiaba a mis amigos y yo a los de él.

-Pero todos recordamos los juicios del Wizengamot. Tú hablaste a favor de él y su familia -repuso Adele.

-No le hice un favor, solo me limité a decir la verdad sobre lo que sucedió.

-Favor o no, tu testimonio le sirvió bastante, ni él ni sus padres pusieron un pie en Azkaban -dijo Willet.

-No creo que Malfoy me esté agradecido por eso. Todo lo contrario.

-Solo si es un muy mal sujeto -apuntó Adele.

-Entonces estamos perdidos -concluyó Melisa French.

-Sí, parece que no hay nada que hacer, salvo recoger nuestras cosas -sentenció Willet.


Harry se sintió muy mal. En realidad no quería decirle a sus compañeros que temía hablar con Malfoy en favor de ellos, porque era seguro de que el rubio acabaría con mayor razón despidiéndolos a todos. Su antiguo rival siempre detestó su tendencia a defender a los desvalidos.


Andy Podmore, un chico que era mensajero, con rostro temeroso y muy sonrojado vino a toda prisa hacia el grupo que formaban Harry y los demás.


-El señor Malfoy, ya entrevistó a Kelly y a Stern. Solo el primero se queda.


Harry y los otros intercambiaron una mirada de pesar.


-Por lo visto el «señor Malfoy» no se tocará el corazón -dijo con tono triste Adele.

-Tal vez no despida a todos -aventuró Willet -, y deje a los que considere imprescindibles para que la editorial continúe funcionando.


Todos miraron a Harry.


-¡Malfoy y su empleo se pueden ir al demonio! -exclamó Harry enojado -. No le daré el placer de que me despida. Renunciaré.

-Willet, el señor Malfoy quiere verte -dijo John Madden, encargado del taller de impresión, acercándose al grupo.


Willet asintió y salió hacia la oficina del nuevo dueño, mientras los demás le deseaban suerte.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Draco ya había cesado a un tal Stern, y aún tenía a catorce empleados que despedir. El siguiente en la lista era Willet. El día sábado, cuando acudió para remodelar la que sería su oficina, dejó activado un hechizo espía, aprendido hacía muchos años y que resultaba muy útil. A través de este hechizo podía escuchar cada conversación donde su nombre salía a relucir. De este modo se enteraba qué cosas decían con respecto a su persona los empleados de la editorial. Le servía de pauta a la hora de decidir de un modo práctico quien se quedaba.


Ya había despedido a Stern por referirse a él como: «Mortífago desalmado», ahora era el turno del tal Willet. En cuanto a Potter, le dejaría de los últimos, ya que éste pensaba renunciar, le haría sufrir de los nervios un poco más que a los otros.


No se demoró ni diez minutos en despachar a Willet, e igualmente sucedió con los demás. Un cierto placer malicioso le invadía cuando finalmente le dijo a Adele, que por el momento no estaba despedida, y que llamara a Harry Potter.


Era extraño lo que le sucedía, porque hasta podía decirse que estaba algo nervioso. La última vez que había cruzado una palabra con Potter, fue al término de los juicios del Wizengamot. Cierto era que no sabía mucho de la vida del «Salvador». Estuvo aquellos años muy ocupado haciendo crecer su fortuna y no tenía tiempo para otros asuntos y más aún si esos involucraban a Potter.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


Harry respiró profundamente antes de entrar al despacho del «nuevo dueño». Detestaba la situación. Lamentó el no haber seguido su primer impulso y simplemente recoger sus cosas y largarse de ese sitio. Dejó escapar un suspiro y llamó a la puerta. Escuchó la voz de Malfoy diciendo adelante.


Draco estaba tenso, no entendía mucho el porqué, pues quien entraba a su oficina no era ningún alto dignatario, sino simplemente Potter. Le dedicó una rápida mirada, pero al instante la apartó, antes de que el moreno se percatara siquiera de ello.


Harry vaciló un segundo. Malfoy tenía los ojos fijos en unos documentos y aunque sabía que él estaba ahí, no se dignó levantar la vista. El rubio le pareció más arrogante de lo que recordaba. En una fracción de segundo pasó por su cabeza la frase: «No es necesario que me despidas Malfoy, renuncio».


Entonces recién el rubio levantó la vista, pero no fijó su mirada en el moreno, sino en un punto indefinido de la pared de enfrente.


-Toma asiento, Potter -indicó Draco, que ni siquiera se cuestionó el hecho de que le invitaba a sentarse, cuando con ninguno de los que pasaron anteriormente por la oficina tuvo esa deferencia.


Harry se extrañó un poco. El tono no era el antaño. Malfoy ya no arrastraba las palabras. Obedeció en silencio.


El rubio había regresado su mirada a los documentos.


-En tu ficha no se describe cuál es tu cargo en la editorial -dijo Malfoy -¿Qué haces exactamente, Potter?


Draco levantó la mirada y la fijó en su antiguo compañero por fin.


-No hago algo específico, un poco de todo en realidad -respondió Harry con tono neutro.

-Podrías ser un poco más claro, Potter -pidió Draco.

-Ayudo donde haga falta. A veces alguien enferma o sucede algo y yo realizo su trabajo.


Draco comprendió.


-Eso significa que conoces el trabajo de todos.

-Sí.


El rubio entendió que Potter le sería más útil que cualquiera. Pero la verdad era que no deseaba trabajar con el moreno. No quería tenerlo cerca. Había superado muchas situaciones de su pasado gracias a su nulo contacto con Potter, y no abriría la puerta a sentimientos incómodos. Era feliz así. La presencia del héroe era contraproducente para él. Potter sabía cosas con respecto a su persona, cosas íntimas, y aunque él ya no era el mismo, su pasado no podía borrarlo. No importaba cuantas cosas importantes lograra en su vida, lo exitoso que fuese. De un modo u otro, Potter le hacía sentir inferior y no pensaba convivir a diario con esa sensación tan desagradable.


-Imagino que renunciarás Potter, porque no creo que desees ser mi empleado.

-Tienes toda la razón Malfoy, no lo deseo en absoluto.


Draco, pese a tener certeza de que Harry renunciaría sin más, igual estaba molesto. No importaba que hubiese logrado ser el mago más rico de la comunidad con solo veinticinco años, Potter seguía considerándole una basura. Esta certeza le enojaba, pero también dolía aunque sería capaz de morir antes que reconocerlo.


-Me alegra que renuncies Potter. No quiero que mañana en El Profeta, digan que despedí al «Salvador». Además me ahorras la indemnización -dijo Draco con tono medio burlón.

-¿Pagar una indemnización más te arruinará Malfoy? -preguntó Harry en el mismo tono.

-No me arruinaría Potter, en lo absoluto. Soy muy rico, como ya te habrás dado cuenta -hizo una pausa el rubio -. No es cosa de dinero. No deseo tenerte como empleado. Sería muy desagradable.


Harry guardó silencio. El sentimiento que le inspiraba el rubio en ese instante era muy infantil. Tenía ganas de borrarle la sonrisa de satisfacción de un solo puñetazo, tal como había hecho Hermione en el tercer año en Hogwarts. Pero sabía que a esas alturas no podía dejarse provocar de esa manera. Se levantó y sin decir ni una sola palabra se dirigió hacia la puerta, cuando ya tomaba el tirador se volvió y miró a Draco con una sonrisa.


-Malfoy, es una pena que te hayas esforzado tanto por limpiar tu imagen. De seguro que estarás muy triste cuando veas todo ese esfuerzo irse a la basura.


Draco le miró con una mezcla de molestia y preocupación.


-¿Qué significa eso Potter? Sé claro.

-Te ha llevado años obtener un poco de respeto para tu apellido, aunque no estoy seguro de que es respeto lo que siente hacia ti la comunidad mágica. Creo que es temor al poder del oro que tanto presumes. Igual cómo sucedía con tu padre.


Aquella comparación con su padre molestó profundamente a Draco, pero no se lo dejaría saber al moreno.


-Me da igual lo que creas, Potter.


Harry decidió ir un poco más allá. Se acercó al escritorio otra vez.


-Imagino que estás al tanto de las nuevas leyes que ha impulsado mi amiga en el Ministerio. Hermione estará encantada de patearte el trasero Malfoy, cuando se entere de que me has despedido, pese a que estoy embarazado.


Entre todo lo dicho por Harry, lo único que asimiló Draco fue la parte de «patearte el trasero» y «embarazado».


-¿De qué hablas, Potter?

-La buena reputación por la que tanto has luchado se irá a la basura, cuando en el Ministerio se enteren que me has despedido estando embarazado. Las nuevas leyes me protegen Malfoy. Tú no estás por encima de la ley, de seguro que la multa que deberás pagar será cuantiosa -concluyó Harry con una sonrisa.


Draco se quedó de piedra. Su cerebro asimiló con horrorosa rapidez las palabras del moreno.


Harry no dejó de sonreír, se volteó y caminó hacia la puerta. La abrió, pero la misma se cerró de golpe, se giró. Malfoy, estaba de pie y tenía la varita en la mano. Esperó ver en la mirada del muchacho rubio indignación por lo que acababa de revelar, pero no, Malfoy solo le observaba de un modo extraño.


-¿Has dicho qué estás embarazado, Potter?


Harry no respondió, miró al rubio con cierto placer burlón.


-Quiero ver el informe del sanador -espetó el rubio.

-Lo tendrás mañana a primera hora sobre tu escritorio -dijo Harry, y enseguida salió de la oficina.


Draco permaneció en la misma posición, mirando la puerta que acababa de cerrarse. Potter estaba embarazado, se repitió. A Potter le iban los hombres. Recién se dio cuenta de eso. En aquel instante lo único que podía pensar era que no sabía nada de Harry Potter. Ni siquiera se preguntó si estaba casado. Imaginó que no. No llevaba un anillo de matrimonio. Además, por más que pasara esos años evitando saber algo de la vida del «Salvador», se hubiese enterado de todas formas de algo tan importante como lo era una boda, pues El Profeta lo hubiese puesto en primera página.


Pasada la primera impresión, tomó asiento en su sillón de cuero. Un sinfín de pensamientos se sucedieron sin parar. Harry Potter, era gay. En seguida se planteó la pregunta más importante de todas ¿Quién sería el padre del bebé que esperaba Potter? Aquello era sin duda muy extraño, en todos esos años nunca escuchó ni siquiera un rumor al respecto. Finalmente decidió no darle más vueltas al tema, le tenía sin cuidado la vida de Potter, especialmente la sexual.



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