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Crónicas de un nigromante por Silence Tsepesh de Lenfet

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Notas del capitulo:

Hola otra vez.  Espero disfruten del nueco capítulo.

 

---------------------> Portada<---------------------------

No soy de las personas que se impresiona. No  lo he hecho en…  bien, pasando por alto el incidente con Hadrien, la última vez que me sorprendí quizá fue hace siglos. No me sorprendió notar que este chico también es un mago  o algo así. No hay rastro de magia en este lugar. Ni siquiera  una leve presencia.


— ¿puedo moverme ya? No puedo hacer nada— no lo hago. Le miro. No tiene marca, no una que pueda ver al menos, su piel, cabello y color de ojos es normal. Sus manos parecen normales— Oye, niño…


— No soy un niño— respondo. Esto es curioso,  no me siento molesto por lo que me dijo— ¿Dónde está mi anillo? 


— Lo tengo aquí, esperaba encontrarte fuera, no pensé que fueras a… entrar aquí— dice. Luce calmado, no tiene miedo. Deshago la inmovilidad a la que le sometí, él se queda unos momentos más sin moverse, sin notarlo.    


— dámelo.


— Sí, espera…— busca en uno de los bolsillos de su pantalón, luego en otro, y  otro. Su expresión comienza cambiar, de perplejidad a una de pánico. Reprimo mis ganas de suspirar y matarle.  Podría matarle ahora mismo,  todavía estoy contrariado por mi derrota  sería algo relajante. Corre a la habitación y abre los cajones, mueve lo que hay encima— estoy seguro de que lo tenía aquí.


— ¿lo tienes o no?


— creo… creo que lo perdí.


—perdido… perdiste una reliquia de valor incalculable de más de ochocientos años. 


— ¡Lo siento! De seguro debe estar en mi área de trabajo… lo encontrare. Solo debo regresar y…


— ¿Acaso crees que soy idiota?


— No, no he dicho eso. Dije que quizá estaba en mi trabajo, iré y lo traeré.


— Escaparas más bien— escucho como los espíritus me dicen eso, no paran de repetirlo. Eso y que efectivamente, no sabe dónde está mi anillo— porque fuiste lo bastante estúpido para usar algo que no te pertenecía.


— No es justo— masculla. ¿De verdad pensó que podía engañarme?— te lo iba a devolver si volvía a verte, pero no creí que pasara. No era mi intención— sus ojos siguen los movimientos de los dos fantasmas a mi alrededor. Ah…


— puedes verlos


—  ¿a quién?


— deja de jugar ¿Crees que es divertido? Deberías tener más cuidado con lo que dices y haces si no quieres terminar como ellos. Y a mí me sirves más estando muerto— Por primera vez veo el miedo en sus ojos, aunque no en su expresión— has perdido algo mío, y ahora tienes que retribuirme.


— No tengo mucho, pero puedes tomar lo que quieras— ¿Qué piensa ese humano?


— no tienes nada aquí que me sea útil.


—  Mira, yo solo quiero que te marches y pueda seguir con mi vida. No quería meterme en problemas cuando te encontré en la calle. No estaba seguro de si ibas a morir o no, y bueno…— sé lo que intenta.


— yo no te pedí que me salvaras. No estaba en peligro, y no creas que siento deuda alguna contigo, te permití vivir ese día, y lo vuelvo hacer hoy. No voy a matarte, sin embargo…— le observo. No tiene apariencia débil, y sin duda, tiene algo de magia en él ¿Cuándo fue la última vez que tuve un sirviente?— tienes que pagar por lo que perdiste. Serás mi sirviente.


— ¿¡Qué?!


— hace mucho que no tengo a nadie en ese lugar, y justo ahora voy a necesitar que se hagan cargo de esas cosas. Bien, ya está.


— No, no. Nunca he dicho que si, además ¿Quién eres tú? Tengo una vida aquí, y si quieres que pague por esa cosa vieja, entonces lo hare. Juntare el dinero y te lo daré. Aunque no entiendo para que lo necesites  si puedes aparecer otro, crearlo o comprarlo no sé, tú eres el de la magia.   


— tú lo has dicho, no quiero el anillo por su valor monetario. Era algo preciado para mí, que no podre reemplazar.


— pero…


— No te estoy dando opciones— escucho los murmullos de los espíritus, diciéndome que no hay peligro alrededor. Con un movimiento de la mano y un chasquido de los dedos, nos envió a mi castillo.  Nunca he tenido un esclavo en este lugar, porque es el único lugar que nadie más conoce. Hace siglos que ya nadie recuerda este lugar, y con un poco de magia, lo hice inaccesible hace muchos años.


— ¡No puedes hacer esto!


— ya lo hice, si no quieres morir, mejor acostúmbrate. Soy poco tolerante con mis sirvientes.


— No soy tu sirviente, ¿en qué carajo estás pensando? Esto es ridículo, me niego a hacer esto. Mátame si quieres, no lo hare. Nunca… carajo si me hubieran dicho que esto me iba a pasar por ayudar a alguien jamás lo hubiera hecho. Eso me pasa por ser buena persona… mierda, mierda, mierda…— creo que si pudiera, se golpearía la cabeza contra algo.


— lamentarte no va a cambiar nada. ¿De verdad quieres morir?


—  Sería preferible— entro primero, dejándole ahí. Sé que no tiene a donde más ir, no usa magia y no podría ir muy lejos. Aunque supongo que preferiría perderse en los bosques. Le dejo maldiciendo y pateando tierra.  No estoy haciendo esto por gusto, pero tampoco diré que no disfruto de atormentar a alguien, hace décadas que no lo hago, pero al fin y al cabo, soy un nigromante.


Su situación me interesa, pero no quiero demostrarlo. Esos brazaletes me han dado algunas ideas muy interesantes, y quiero averiguar todo lo que pueda de ellos. Sin duda, es o más bien fue un mago. Conoce sobre la magia, la ha visto, pero no la hace.  Le escucho llamarme a gritos.  Le atraigo por medio de la magia hasta el lugar que uso como estudio.


— No me gusta que me griten— le digo apenas entra— ¿Cómo me dijiste que te llamabas?


— dime primero tu nombre.


— Viktor.


— bien, Viktor. Déjame ir, es la última vez que lo pido. No seré tu sirviente, esclavo o como quieras llamarme, no voy a servirte por un ridículo anillo— se cruza de brazos.


— ah, sí, ya lo he recordado. Razvan… ¿Tan desagradable te resulta estar conmigo?— pienso en la distancia que ponen todos, en las palabras de Hadrien. Tengo una seria duda con eso porque no lo entiendo.


— ¿Qué? ¿Qué dices?— ya no está enojado— no es lo que eres, es lo que haces. Eres insoportable porque solo quieres hacer lo que dices. Yo no quiero estar aquí, mucho menos ser un esclavo. ¿No podemos llegar a un acuerdo? Eres anticuado.


— era un anillo importante.


— lo sé, fui irresponsable. Pero tampoco me dejaste averiguar si estaba en mi trabajo.


— ¿tú tienes amigos? ¿Por qué quieres volver a esa vida que tenías? Ese lugar era deplorable. Yo te estoy ofreciendo algo mucho mejor ¿Por qué lo rechazas?


—… tengo la sensación de que no estamos hablando de lo mismo. Mira, no sé qué problema tengas con eso, pero… si tratas de hacer que todos te obedezcan por la mala,  nunca llegaras muy lejos con los demás.


— ¿por la mala?


— ¿En serio?— murmura— ¿acaso eres un niño? Sé que no lo eres, te creí cuando me lo dijiste,  pero esto… ¿no tienes idea de cómo hablarle a otra persona como una persona y no como un rey solitario?


— …


— esto es…


— ¿Cómo terminaste así?  Sé que tienes magia en ti—  él se sienta, un poco lejos del escritorio. Su mano derecha acaricia el brazalete de la otra mano—  ¿Cuál es tu nombre real? ¿Cuántos años tienes?


— mi nombre real es  Razvan Tolvaj, supongo. No puedo quedarme con el mismo nombre mucho tiempo…  y he cumplido doscientos cuatro años. No tiene caso ocultarlo ¿no?— niego con la cabeza. Si no me lo decía él, se lo preguntaría a los muertos. Aun pienso hacerlo.


— ¿Por qué tienes esos brazaletes?


— restringen la magia.


— ¿Qué hiciste para que alguien te los pusiera?  Debes ser realmente mediocre si dejaste que te pusieran semejante artefacto— me sonríe.  Es raro, no lo entiendo. No hay motivo para que sonría.


— supongo que podría preguntar porque tú tienes apariencia de joven. Pero te equivocas, mi padre me llevo y me los puse por voluntad propia.  No sabía que no podría morir, si lo hubiera sabido, quizá no lo habría hecho. 


— ¿Por qué harías algo así? renunciar a la magia.


— Te lo diré si me dejas ir— me reclino en la silla, y finalmente asiento.


— pero me dirás todo. Si no lo haces, lo sabré y voy a buscarte—  Razvan vuelve a sonreír— y responderás a lo que  pregunte— pone los ojos en blanco, pero alza las mangas y deja al descubierto los brazaletes.


— mi madre era una hechicera, en sus viajes, se enamoró de mi padre, que era una persona normal, era herrero en un poblado muy transitado, muchos lo conocían y tenía mucho trabajo.   Mi madre tenía su propio lugar para hacer magia, una casa a las afueras, rodeada de árboles.  Supongo que eran felices, no lo sé muy bien. Viajaba mucho con mi mamá, me enseño algo de magia.


— ¿sabes hacer magia?


— cosas realmente muy básicas. A ella no le gustaba que yo lo hiciera, decía… ella decía que era un mundo muy peligroso, que lo mejor era que no me involucrara. Pero me enseño sobre hierbas y brebajes. Era muy buena con eso.


— ¿tu padre lo sabía?


— ¿Qué ella era una hechicera? Sí, y también sabía que yo lo seria.  No te aburro más con esto, cuando tenía trece años mi mamá no regreso.  A veces se iba a lugares lejanos  y no me llevaba. Después supe que eso lo hacía cuando había peligro, si iba a un lugar peligroso no me llevaba. Pero también, si en el pueblo iba a pasar algo peligroso, me llevaba. Ella no regreso, y por la noche, mi padre y yo fuimos a buscarla. Su casa… donde hacia las pociones estaba ardiendo.


— ¿Un accidente?— es una historia interesante.


— no. yo no lo sabía, pero mi padre sí. Hizo que siguiéramos caminando, no nos acercamos. Nos fuimos del pueblo esa misma noche. No sabía que a mi madre la perseguían, el parlamento la encontró y…  paso eso.


— Tu madre... era un nigromante— no conocí a ninguna nigromante que muriera de esa forma, pero en esa época yo estaba muy lejos, y no me importaba  mucho lo que hicieran los demás. 


— sí.  Hacia venenos, pociones y esas cosas para vender, creaba maleficios.  Sabía que nunca estaría en paz.


— ¿ella te los dio?


— no. pero le dijo a mi padre donde podría encontrarlos. Mi padre me conto todo, como era el deseo de ella, y de él, que no fuera  a usar magia. Creo que mi madre vio algo sobre mí, que esos espíritus le dijeron algo, porque insistió mucho en que no usara magia.  Yo me asuste. No quería terminar como mi mamá, y sabía que no tendría una vida normal si no lo hacía. Viajamos lejos, y a mi padre no le costó encontrar a la persona que los hizo. Creo que sabía que iríamos, también es un nigromante, o era, no sé si murió o no.


— ya veo.


— me los quede de buena gana, no puedo quitarlos, nunca.  Y limitan mi magia, o unos aspectos. No pueden hacer nada con mi vida. Crecí un poco más, y luego deje de hacerlo. No he cambiado desde entonces.


— ¿Y desde cuando sabes que también eres un nigromante?— me mira con sorpresa— mencionaste a los espíritus delante de mí, no soy idiota. Sé que puedes verlos, y solo un nigromante puede verlos.


— desde niño. Nunca le dije a mi madre, o me los hubiera puesto desde niño.  No me arrepiento, he escuchado que los nigromantes no tienen una vida muy feliz. Y creo que no me he salvado del todo de la maldición de serlo,  cada que hago algo bueno, me pasa algo malo. A veces término haciendo cosas malas sin querer.


— eso es inevitable.


— supongo.


— entonces, por eso no quieres tener nada que ver conmigo, ni con la magia. Quieres alejarte de nuestro mundo y ser un humano normal.


— es lo que intento.


— no eres un humano normal.


— lo sé… ¿sabes? estoy cansándome de esto. He pasado doscientos años mudándome cada diez años, he visto morir a mis amigos uno por uno. A las personas que quise las he visto envejecer ante mis ojos— está mirando los brazaletes. Ah, debieron parecerle increíbles los primeros años, un corto periodo de tranquilidad— no me di cuenta de lo malo que era hasta que me enamore por primera vez.  La vi envejecer y morir. Y luego otra vez, y  otra.


— eso es muy lamentable.


— es lo que hay. Ya no sé nada de cómo están las cosas ente los magos y hechiceros.


—  no ha cambiado mucho.  ¿Nunca has intentado quitarlos?— señalo con la mano los brazaletes. Él también los mira.


— muchas veces, cuando supe que no podría estar con nadie, pero es imposible a menos que me corte las manos, y también lo intente, pero termine en un hospital antes de terminar. ¿El anillo que perdí?


— un recuerdo familiar.


— oh, lamento haberlo perdido. No parece que seas muy sentimental. Creo que si sonrieras o hicieras alguna expresión tendrías más personas a tu alrededor ¿no puedes cambiar tu apariencia? Sé que algunos pueden.


— todos pueden. Y no, esto es una maldición, como tus brazaletes. Solo que en mi caso, es un pago insignificante. No estamos hablando de mí ¿puedes usar magia con esos?


— al inicio no, nada. Ahora puedo hacer esto— extiende la palma y brota una llama color azul— y también puedo mover un poco el viento, pero nada más. Es útil cuando no encuentro cerillas— le observo en silencio.  Es un caso singular. Un mago que ha vivido como humano por doscientos años. Un mago que no puede usar magia,  pero que está condenado a no envejecer. Es casi un humano, no sabe nada de magia, se alejó por completo de nuestro mundo.


— tu apariencia, no tienes marca visible ¿también ocultan eso los brazaletes?


— ah, la marca. No, no lo ocultan, pero la puedo ocultar con la ropa, mi marca está en mi espalda—será uno de los pocos que sabrá todo sobre el mundo moderno. ¿Cómo será ser como él? saber que eres más que todos y no serlo— es una suerte, porque no podría explicar algo como tus ojos.


— hay cosas peores. Bien, Razvan. Quédate aquí esta noche, no puedo llevarte de regreso hoy mismo.


— ¿en serio? ¿Me vas a dejar ir solo así?


— lo prometimos. Tú me lo contaste,  soy un hombre de palabra— se ríe, me molesta que se ría de mí. Deja de reír cuando ve las sombras moverse, la oscuridad intentando alcanzarle.


— tranquilo, amigo. Solo me rio de que dices que eres un hombre de palabra, pero no pareces un hombre. Es irónico, no me estaba burlando de ti.  Tienes que relajarte más.  Me quedare, bien, dime dónde— hago aparecer un espectro— entiendo, le seguiré.


— Espero que me hayas contado la verdad, o te esperara un castigo mucho peor— se gira cuando está en la puerta.


— si siempre tratas a tus invitados así, nunca harás amigos.   


Un amo no es un amigo


 


De nuevo esas palabras. Sujeto mi cabeza al sentir una punzada de dolor.  No entiendo.  No. me paseo por el lugar, mirando los pasillos vacíos, los patios tranquilos. No hay nadie más en este lugar, perdí a mis esclavos la noche que luche contra Hadrien y ese maldito. ¿Qué tiene de especial ese tal Kiran? es alguien del parlamento, se la ha pasado años persiguiendo y matando nigromantes, y Hadrien no ha visto eso.  No pueden estar juntos, es ilógico, y sin duda las cosas no terminaran bien si él sigue estando en el parlamento.   Ah, tengo que poner atención a eso, no sé qué ha sido de ellos desde esa noche, y si Hadrien está en problemas, le demostrare quien vale más aquí.


En este lugar, uso una habitación subterránea para poder hablar con los muertos.  Es un lugar tan antiguo, y hubo muchas batallas en la zona, no faltan espíritus.


Me quedo de pie en el centro de la sala. Las velas encendidas con una luz verde pintan todo de una luz lúgubre y apenas visible. Cierro los ojos y dejo que la cacofonía de voces estalle.  Mientras escucho, me concentro en lo que quiero saber, ya no necesito dar órdenes, todos hacen mi voluntad.  Comienzo a ver una imagen, primero borrosa, y luego más nítida, aun así, es como ver a través de la tela o un cristal sucio. Es una imagen de Hadrien.  Esta inconsciente, en una cama. No puedo saber en dónde en estos momentos, intento mirar alrededor, y solo veo a su aprendiz, ordenando algunas cosas en la habitación.  Él levanta la mirada, parece notar que algo más está allí. Recorre con la mirada el lugar y luego levanta la mano. La  visión se corta. Bueno, sabía que seguía vivo y si quisiera podría averiguar en unas horas en donde está, pero no estoy listo aun.


Si hago lo mismo solo voy a hacer que pase lo mismo. Necesito cambiar lo que sea que este mal conmigo antes de poder hacer algo. Tengo que hacer que Hadrien se interese en mí de verdad, y no solo porque me deba un favor.  Y al final he sido víctima de la maldición también, fui bueno al no forzar su memoria, al no hacerle olvidar. Si lo hubiera hecho, nada de eso habría pasado. Es tarde para lamentarse.


 


Los nigromantes solemos tener pesadillas, sueños realmente escalofriantes que le quitarían el sueño a cualquiera. Yo me he acostumbrado a ellas, no me afecta, ni despierto… o eso pasaba antes. Ahora mis pesadillas repiten una y otra vez ese momento.  Es molesto, y preferiría no dormir.


  Me levanto temprano, y por  primera vez en mucho tiempo, espero. Estoy perdiendo la paciencia cuando al final el espectro que envié por ese humano entra y desaparece. Razvan entra detrás,  bostezando.


— ¿Qué quieres tan temprano?


— es tarde. La hora del desayuno paso hace cuarenta y cinco minutos.


— umm, no sé qué hora es. Deberías tomarte las cosas con calma— hago aparecer comida en la mesa— Wow, eso es increíble, nunca vi que hicieran eso ¿y está bueno? ¿No tiene alguna cosa rara que me obligara a quedarme?


— Es solo comida— sonrió un poco. No es una idea tan mala, sin duda, tiene muy en claro lo que es ser nigromante. Mis palabras parecen convencerle, porque toma un plato y se sirve hasta llenarlo. Se pone a comer con la misma voracidad que un animal— y no va a desaparecer si la comes más despacio.


— no comí ayer, y tampoco cene, me estoy muriendo de hambre—  yo como despacio, ignorándole. Sin duda, es una mala idea, pero… debería preguntar, ver el futuro, aunque el futuro cambia tan rápido, antes me fiaba de lo que veía, con Hadrien… ese maldito interfirió en el futuro.  Por eso debo matarle, sacarle la partida y no preocuparme más por él— ¿Qué te pasa? Estas haciendo que los espíritus vengan, no es cómodo en el desayuno.


— disculpa.  Razvan ¿no te interesaría librarte de esos brazaletes?


— ¿Quitarlos?— hace una mueca— no estoy seguro. Quiero mantenerme al margen de todos ustedes, he vivido bien, pero ha sido difícil también.


— podrías hacer lo que quisieras después.


— no sé hacer magia, y soy mayor para aprenderla, no sabría con quién ir, a donde… no, definitivamente no.


— ¿Y si yo te enseño?— esos brazaletes podrían servir. Hay muchas personas a las que le vendrían bien,  y se quién sería el primero en probarlos.  


— Ja ¿me enseñarías? ¿Tu?


— sí. Lo hare si puedo quedarme con ellos cuando te los quite.


— ¿Puedes quitarlos?


— No lo sé, hare todo lo que pueda— me mira, sé que no me cree del todo pero yo estoy hablando en serio. Soportarle unos años no interfiere para nada en mis planes, y si él se cansa, no me opondré a que se vaya— Serás libre de irte cuando quieras, ¿no eras tú quien decía que tenía que cambiar mi manera de relacionarme con los demás? Enséñame eso, y yo haré lo que te dije.


— bueno… parece justo,  pero quiero algo más que tu palabra, un contrato o que se yo— me sonríe— conozco mucho sobre letras pequeñas, y ocultar la verdad es una forma sutil de mentir.


— No entiendo a qué te refieres,   pero puedo firmar un pacto— no es difícil,  hago aparecer un papel, con los términos que hemos hablado y nuestros nombres. Se lo extiendo— ¿Esto te basta?


— Si ¿Cómo voy a firmar?— le señalo el cuchillo— ah, típico ¿sangre? ¿En serio?— dice, pero toma el cuchillo y se pincha el pulgar— solo pondré mi huella.


— como quieras— me lo regresa y hago lo mismo— bien, entonces… ¿Por dónde quieres iniciar?— él suspira, y alza las muñecas.  Sí, echarle un vistazo a esos es el primer paso.

Notas finales:

Gracias por leer, nos leemos la próxima semana en el nuevo capítulo o mañana con el final de Appassionata, o en mi nueva historia llamada Besos de vainilla.


Les quiero <3


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