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Hasta que vuelvas a brillar (One-shot) por Love_Triangle

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De la noche a la mañana, sin previo aviso ni razón, la habitación de Sol Daystar se había llenado de música. De diferentes melodías que al combinarse producían la serenata más calmada y relajante de la que un hospital podía gozar, una serenata que parecía existir con el único fin de sonar para él y de impregnar su corazón con una leve esperanza que guardaría en lo más profundo de su débil y desmejorado ser.

Aquel había sido el primer día, desde que había sido hospitalizado, en el que no había sentido la necesidad de encender el televisor o siquiera preguntarse por cómo le iría a sus compañeros y al Raimon. Incluso había hecho emerger cierta preocupación en el rostro de Camellia, que lo observaba con detenimiento cada vez que iba a comprobar su estado, conmocionada al ver que él simplemente gastaba su tiempo mirando por la ventana con ojos soñadores y disfrutando del paisaje que podía vislumbrar más allá del hospital, al mismo tiempo que tarareaba aquella melodía que la naturaleza y sus sentimientos habían compuesto en algún momento de la mañana.

Había tratado de hablar con él y de convencerle para que hiciese lo que acostumbraba a hacer cuando estaba ingresado, intentando devolverle a la monotonía de todos los días como si aquel pequeño pero impresionante cambio en su comportamiento significase que algo malo le sucedía.

No le pasaba nada, o por lo menos no le pasaba nada malo. Sus ojos brillaban como si durante la noche su cuerpo hubiese aniquilado cualquier rastro que en él quedase de la enfermedad. Si era cierto que los ojos eran los espejos del alma, aquella mañana su alma había sido alcanzada por los rayos de sol antes que su propio cuerpo y aquella melodía había nacido justo en el momento en el que eso sucedió. Lo que le pasaba era que estaba feliz, por primera vez en muchos años podía sentir la felicidad plena y absoluta que durante tanto tiempo había anhelado, felicidad que nunca pensó que volvería a sentir con la enfermedad todavía dañando su ser ¿Era eso motivo de tanto escándalo? ¿No debería de alegrarse Camellia también de poder ver una sonrisa sincera por fin plasmada en su rostro?

La enfermera le tendió una vez más el termómetro que tantas veces había sido su perdición, la sentencia de muerte a toda esperanza de poder chutar un balón aunque solo fuese por unos breves minutos. Ese día ardería, porque el sol había decidido instalarse en su pecho aquella noche y a medida que las horas pasaban, parecía arder cada vez más y más. En cualquier momento toda aquella energía se desataría y saldría de su cuerpo en forma de fuego incandescente. Aquella mañana se sentía como el ave Fénix, había vuelto a nacer de entre sus cenizas y brillaba más que nunca.

“Hoy tampoco podrás salir, tu cuerpo se agotó en el partido” esas fueron sus palabras tras comprobar su temperatura. ¿Por qué? ¿Por qué no podía? Si aquel día sentía que si quisiese podría volar.

El tiempo de visitas no comenzaría hasta pasadas dos horas y Camellia tenía más pacientes a los que atender, así que una vez más le dejó solo y Sol retomó la melodía que había dejado de tararear para colocarse el termómetro en la boca. Aquella canción era la que Arion le había regalado sin pretenderlo cuando antes de terminar el partido entró en los vestuarios del equipo rival y dejó aquella carta sobre su mochila.

*****

Hoy he podido ver la llama que vive en lo más profundo de ti, ha empequeñecido debido a tu propia inseguridad y a la desconfianza que tienes puesta sobre tu cuerpo. Me ha recordado al sol, un astro inmenso que desde aquí vemos del tamaño de una pelota de tenis ¿Qué le has hecho a tu sol?¿Por qué parece estar a años luz de ti? Toda esa pasión que llevas dentro es capaz de provocar un incendio, sin embargo hoy solo ha sido capaz de encender una pequeña vela.

Eres un jugador estrella, un prodigio, como tú solo hay uno cada diez años y me lo has demostrado, tu juego es impecable, tus supertécnicas memorables y tu espíritu guerrero parece haber nacido gracias a la influencia divina. Si me lo preguntasen, no tendría siquiera que pararme a pensar para decidir ficharte en mi equipo. Pero me falta algo… El verdadero Sol, el Sol que hay más allá del fútbol.

Es raro que yo lo diga, jeje. Tiendo a pensar que es el fútbol el que mueve el mundo y que es lo que todo puede arreglar, pero por primera vez he visto algo distinto. Algo en ti, que te apasiona el fútbol y eres capaz de jugarte la vida con tal de seguir jugando al lado de tus compañeros. Y es que… Pese a tu técnica y a tu pasión, estás vacío.

Cada partido que juegas te lo tomas como si fuese lo último que vas a hacer, lo peor es que esto puede ser cierto y puede que tus ojos se cierren para siempre durante uno o durante una simple pachanga. Por primera vez me duele que alguien ame tanto al fútbol como para decidir que quiere que ese sea su final. El fútbol está llorando.

No, soy yo el que está llorando mientras escribe esto y recuerda tu sonrisa cuando caíste al suelo inmóvil, cuando poco te faltó para despedirte para siempre de mí y de tus compañeros de equipo. Esa imagen me acompañará hasta la tumba. Irónico ¿Cierto?

Pero aquel momento me hizo darme cuenta de que no solo hay fútbol en mi vida, tengo muchas más ambiciones. Quiero jugar al fútbol más que a nada en el mundo, sí. Pero también quiero terminar el instituto, conocer a más gente, quiero descubrir nuevos hobbies, quiero ayudar a más personas, quiero encontrar a alguien especial, quiero tener una familia, quiero ver a mis amigos de mayores siendo felices, quiero convertirme en entrenador, quiero viajar. ¡Quiero demasiadas cosas, Sol! Quiero tener una vida. Una vida que girará en torno al fútbol, pero una vida.

Bueno… Me acabo de dar cuenta de que una de las cosas que he dicho que quiero ya la tengo ¡Pero no pienso decirte cual!

Sol, quédate a mi lado. He dicho que quiero muchas cosas, pero ninguna de ellas es llevarle flores a una lápida con tu nombre. Los médicos y tu “entrenador” Alex Zabel (O Axel Blaze, como lo llames ahora) me han dicho que hay días, cada cierto tiempo, en los que puedes permitirte jugar sin correr peligro alguno ¡Si no nunca te habrían permitido estar en un equipo de fútbol!

Merece la pena, Sol. La espera será larga y tediosa pero todos esos días o incluso meses de espera habrán valido la pena cuando el día en que en verdad llegue tu hora puedas decir: ¡He ganado! Pero no un partido, gánale a la enfermedad, Sol. Juega muchos partidos aunque sea en mucho tiempo.

Márcale gol a tu problema, no a tu rival. Piénsalo, mucho tiempo y muchos partidos además de una vida. Déjate llevar por las ansias y estoy seguro que ganarás el partido que decidas elegir como último, pero no será una victoria completa cuando al cerrar los ojos te des cuenta de que ha sido la enfermedad quien te ha ganado a ti.

¡Juguemos juntos al fútbol! Elige vivir, elígeme a mí. Te prometo que no habrá día en el que te dejen jugar que no vaya a buscarte al hospital y te lleve lejos de esa cárcel en la que te sientes atrapado. Sólo tienes que esperarme y haré que esos días tan señalados para ti sean, cada uno de ellos, tu nuevo renacer.

Ten fe en mí, Sol. Y haré que esa llama se desate y arrase con todo lo que en su momento fue una barrera inquebrantable, no soples la vela antes de que llegue el día y puedas ver.

Voy a estar contigo hasta que vuelvas a brillar.

Te lo juro.

Arion.

*****

Cuando la puerta fue corrida con suavidad hacia la derecha, permitiéndole la entrada a la estancia al visitante. La melodía que había conseguido calmar a Sol durante aquella interminable mañana llegó a sus notas finales. La luz de sus ojos refulgía mientras todavía miraba por la ventana, viendo el reflejo de su acompañante en el cristal de la misma.

Aquella persona hizo que sus pasos resonasen en las baldosas que conformaban el suelo a medida que avanzaba hacia la cama, haciendo que el cuerpo de Daystar notase una vez más aquel placentero cosquilleo que le provocaba el prever el recibimiento que aquel individuo le daría.

Arion colocó la palma de su mano sobre su mejilla y acariciándola con su dedo pulgar, hizo que el rostro de Sol se acercase al suyo. El jugador prodigio cerró sus ojos y dejó que su cuerpo se dejase llevar hacia él como si fuese un astro al cual la ausencia de gravedad dirige sin que él pueda resistirse.

Sin articular una sola palabra, sabedor de que eso arruinaría el hechizante momento, Arion besó los labios de Sol con suavidad. Una, dos, tres veces y más, avivando con cada beso la llama que, excepto en días como ese, dormitaba en el rincón más profundo del alma de Daystar. Sol separó sus labios con delicadeza al notar que la llama se había convertido en una estrella que con dificultar refulgía, volvía a sentir la fuerza llegar a su cuerpo, pero necesitaba que Arion le ayudase a dar el paso final y que esa estrella creciese hasta convertirse en aquel astro luminoso que poblaba de luz todo cuanto le rodeaba.

Arion aprovechó la apertura para introducir con timidez, su lengua en el interior de la boca de Daystar, buscando la suya para que ambas comenzasen a interpretar aquella bella danza que tanto les gustaba bailar y que tanto avivaba las llamas que residían en el interior de ambos corazones. Al igual que el aire podía hacer crecer al fuego, la brisa de Arion hacía que el brillo que Sol emitía aumentase de forma mágica y hasta hacía unos meses imposible. Era lo que se solía decir su alma gemela, la persona que le completaba. Eran los brazos que le estrechaban cuando la enfermedad le atemorizaba. Era la mano que chocaba cuando la euforia se desataba en su interior. Eran los dedos que limpiaban sus lágrimas cuando no podía más. Eran las manos que agarraban sus hombros cuando le declaraba la guerra a la vida. Eran los labios que le calmaban y le avivaban, causando el mayor descontrol en su cuerpo y mente que jamás había sentido.

Era simplemente… Arion, que cada cierto tiempo, tal y como le había prometido, venía a devolverle la vida.

—    El sol está brillando.


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