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Sustancia por aries_orion

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Notas del fanfic:

Gracias a una autoria que aprecio y admiro mucho este escrito vio la luz a tiempo. Gracias Dashi.

Los personajes le pertenecen a Marvel, mía es la historia.

 

Por esto me habría condenado para siempre. Por esto, hubiera renunciado a todo.


Will Herondale.


 


 


El olor era indescriptible, apenas podía captar la diferencia de olores a su alrededor. Su mente divagaba, pero su cuerpo reaccionaba a la situación que lo rodeaba. Sus dedos ejercían fuerza, blancos se tornaban y, desde ellos escurrían riachuelos de carmín, recorriendo sus  falanges, muñeca, antebrazo hasta llegar al codo, ahí, este se transformaba en una pequeña gotera que teñía la tierra.


La tráquea comenzaba a quebrarse e incrustarse en su mano. El iris desorbitado, con movimientos frenéticos, iguales a las fosas nasales y la boca. Las manos, en un intento vano, le golpeaban, más su agarre se volvía intenso. La bata dejó de ser blanca hace mucho.


El chasquido le trajo a la realidad, como un tronar de dedos. Parpadeo buscando enfocar su vista y aclarar su mente. Observó el cuerpo que yacía entre sus dedos, al notar su inmovilidad le arrojó cual basura a la calle. Examinó su alrededor y la furia se desató cual fuego de verano. Aquello no estaba en sus planes, detestaba las sorpresas.


Caminó sobre sangre, ropa y cuerpos. Evitó la electricidad, aplastó los cristales y terminó de destruir los escombros que sostenían una vieja edificación de hospital. No comprendía cómo llegó hasta ese punto. La ira tomaba control de su parte racional. Se movía, pero no sentía que avanzaba más de dos míseros pasos. Se suponía que estaría en aquel pueblo sólo tres días y ya llevaba una semana. Dar un paso era un infierno, respirar una agonía y ver un completo fastidio.


El único médico capaz de atenderlo, sólo hizo que su mundo se redujera a la nada. Prefería estar bajo los efectos de los experimentos de su maniático novio a estar en ese lugar. Se masajea las sienes, el dolor es insoportable, apenas puede mantenerse en pie. Está harto. Irá a casa por un poco de paz y rezando, por primera vez, que no se encuentre el dueño de casa.


No sabe qué hacer, por primera vez, de nuevo, se sintió perdido. Abrumado y no sabía cómo proceder. La hoguera tras su espalda le grita su inestabilidad. La verdad oculta bajo el manto de la llamarada.


Sus sentimientos eran un caos, así que hizo lo que mejor sabía hacer tiempo atrás. Negar la verdad y vivir en una patética realidad que en cualquier momento le explotaría en la cara.


El agua delineaba su cuerpo, fría como las dagas del Ártico, su mente pujaba por llevarlo a su cápsula y él se negaba enterrando las garras en el concreto. No quería aquello. No peleo consigo mismo para volver a lo que una vez fue. Sacude su cabeza, se deja caer a la tina mientras el agua hace lo suyo. No se toca, no se mueve y apenas respira. Desea tanto no pensar, que alguien tome las riendas, pero el único hombre en quien confía se encontraba haciendo quién sabe qué al otro lado del mundo.


Respiró profundo, el tiempo se unió a la exhalación.


Sin notarlo, como hipnotizado, siendo él, pero a la vez un segundo, cuatro meses han pasado. Apenas se enfoca en batalla, ya no explota como antes, apenas reacciona a las insinuaciones de otros hacia su pareja y él. Un muñeco que apenas logra caminar sin su marionetista.


Algo golpea contra su mejilla, su vista se transforma. Lleva su mano hacia el agresor para después mostrarlo a su cerebro.


–¡Maldita sea Rogers, mueve el culo!


Parpadea, busca y vuelve a ver lo que sus dedos le muestran. Espesa y carmesí. Vuelve a parpadear, el panorama no es el mejor, pero para ellos, es excitante. Un desafío al cual no se puede negar. Su pareja se encuentra peleando, su armadura cubriéndolo al completo. Cientos de cuerpos cubren el suelo, más caen conforme su pareja avanza.


Él apenas comprende qué hace ahí.


–¡Rogers!


Un pedazo de concreto le ha rozado el brazo, nada que alcohol y una venda no puedan curar.


No se mueve. Sigue ahí. Intentando ver la razón por la que se encuentran en el lugar. Nada viene, salvo su pareja furiosa que le golpea arrastrándolo varios metros lejos de él.


–¡¿Qué mierdas te pasa?!


Eso mismo se preguntaba.


Y, nuevamente, está bajo el chorro de agua, con su paciencia pendiendo de un hilo. SIM no ha parado de joderlo con sus fallos, con sus observaciones y su falta de acción. Apenas puede pensar, respira de milagro y lo único que le piden es mover el cuerpo. El hilo se sigue tensando. No tolera que le toquen. Desea comer cosas asquerosamente empalagosas o dormir por varios días.


Stark apenas le mira, pero cuando encuentra la mirada del otro, un escalofrío atravesó su cuerpo deseoso por sexo. Se detiene, por segunda vez en su vida refrena sus sentimientos. Aquello dicho en las montañas se muestra. Al único doctor que permite le examine y le lleve se ha ido desde hace un mes y regresa apenas en unas semanas.


Más olvida que Anthony Stark es todo, menos paciente.


Cuando menos se lo ha esperado, por la espalda y con sucios trucos ha sido enviado al suelo. Sus manos apresadas por nanobots, la mirada azul brillante le muestra un porcentaje de su futuro como no logre parar todo aquello. Pero vamos, su cuerpo le exige sexo y su mente le advierte que aquello terminara en un charco de sangre, semen y sudor si no logra controlar la situación.


–No sé qué carajos pasa contigo. –La sonrisa en esos labios macabros le asustaron. –Tendré que recordarte a quien perteneces, soldado.


Las caricias rudas comenzaron. La ropa fue quitada con excesiva fuerza. Apenas puede tener un pensamiento racional, pero el deseo gana. Se deja hacer como un vil gato. Gime con cada recorrida, jadea por las mordidas y mueve la pelvis en busca de mayor atención e incluso abre las piernas en espera de algo que sabe, sólo dolerá, pero le llevará al puto nirvana.


–¿Desde cuándo eres una puta Rogers?


Anthony le observa divertido, con esa mueca burlona y aquella expresión que indica sabe, él ha ganado algo. Intenta mantenerse alerta, pues eso siempre termina en experimentos extraños y, si mal no recordaba, una botella junto con unas bolas chinas y consolador terminaron en su ano ensangrentado la última vez.


Alerta debía estar, más su cuerpo se rendía cual mendigo ante la muestra de pan de parte del rey.


–Veamos si esto te hace reaccionar, mi pequeña ramera americana.


Apenas notó la jeringa, con un líquido marrón brillante, todas sus alarmas se prendieron. Eso bajo ninguna circunstancia debía entrar a su cuerpo, ni siquiera tocar su piel.


–Oh, lo has visto. –SIM se acercó a su rostro. –Un pequeño experimento con extremis, veamos cómo reacciona su suero, Capitán América. –La burla y el tono le crisparon los nervios como nadie más lo ha logrado.


–No te atrevas Stark. –Le advirtió con todo el cuerpo tenso, los ojos fijos en los contrarios en una advertencia clara y ruda.


–¿Ya empezamos con las amenazas? No, no, eso no se hace, un solado siempre debe acatar la orden de sus superiores. –Maldita burla.


–Tú no eres militar.


–Pero soy Superior IronMan. –Sus labios se rozaban, podía beber el aliento de su pareja. –Y tú amo. –Enfatizó la segunda palabra.


El beso fue voraz. Apenas lograba seguir el ritmo. Sus ojos seguían puestos en la jeringa que Anthony mantenía entre sus dedos. Su conciencia se dividía en dos, seguir o alejarse. ¡Oh dios!, tan difícil cuestión cuando amas al demonio. Segundos, pequeños zeptosegundos cerró los ojos disfrutando del beso cuando el piquete de un mosquito roso su sensible piel. Chillo como nunca lo había hecho en su vida, ni siquiera cuando era un mocoso desnutrido y flacucho.


–¡Anthony!


El grito detuvo al hombre, su respiración se tornó errática, joder, era capaz de ver y crear obras peores de lo que suscitaba y no podía con un hombre que, valla la redundancia, también las hacía.


–¡Quítate, maldita sea quítate!


Se removía buscando liberar sus piernas para golpearlo, pues ni de broma podría quitarse el agarre de la armadura en sus muñecas.


–¿Quién eres?


La pregunta le descoloco, SIM le veía analíticamente, carajo, si aquello continuaba una pelea se armaría y no se encontraba con ganas de nada. Su cuerpo seguía temblando cual hoja por el terror. Más aquellos ojos chocolate se volvieron totalmente azul brillante. Mierda.


Los  nanobots actuaron, le arrastraron hasta la pared más cercana, sus talones dejaron las marcas de su camino, mostrando que la fuerza no era nada comparada con la tecnología de su impulsivo novio. Ahora no sólo estaba atado de manos, sino de pies y cadera. Se revolvía y por cada movimiento su enojo iba en aumento, combinado con el miedo, eso iba a terminar mal, muy mal.


–¡Suéltame bastardo!


–Oh mi querido Stevie. Dime, dime espejito, ¿eres acaso el Capitán Hydra o sólo un intento burdo de él?


–¡Por supuesto que soy yo estúpido! ¿Quién crees que te cede el control del pulpo para tus arranques idiotas de superioridad?


–Lenguaje y habla perfectos. Si, tienes un punto por ello. –Anthony se acercó contorsionando un poco las caderas, su barbilla arriba y derecho como tabla. Mostrando toda la virilidad digna de un espécimen de masculinidad en peligro de extinción.


Y por un momento, Rogers se perdió en aquello, deseó como nunca antes aquel pedazo de carne enterrado en su ano, esas manos llenas de callos por el trabajo con material pesado recorriendo su cuerpo, marcándolo como un caballo y, se asustó. Su línea de pensamiento comenzaba a asustarle, no se comprendía. Era volver a redescubrirse. Justo cuando SHIELD le descongeló. Miedo.


–Dígame Capitán. –Se estremeció, de pies a cabeza, el aliento chocando contra su oreja, mordiéndola con saña. ¿En qué momento llegó a su lado? –¿Cuándo traicionó a su equipo, a su nación y a sí mismo? –Parpadeo confundido. –¿Cuándo acepte que seas mi perro?


–¿De qué estás…? Mgh… –Un gemido abandonó sus labios, las manos heladas de Stark se metieron bajo su camisa, acariciando su espalda baja y cadera.


–Contesta, perra.


Difícil cuando en tu cerebro sólo se reproducía sexo, sexo y más sexo; dejando de lado la jeringa que aún portaba entre sus dedos SIM.


–Steve. –Le llamo con profundidad, con aquella voz que pocas veces usaba cuando de verdad deseaba ser el del control. De paso, derritiendo su personalidad, friendo sus neuronas y volviendo nada su raciocinio. –Winghead.


Eso, maldita seas no puede ser. Le observó completamente anonadado, años sin escuchar aquel apodo. Años transcurridos y apenas hoy, justo hoy se le ocurría pronunciarlo. Cuando debía alejarse. La jeringa entro. No sé dio cuenta, no hasta que le hablo.


–Comienza a hablar pedazo de mierda o término de introducir el arco.


Steve observaba la jeringa en su vientre, con la camisa rota. La puta jeringa metida justo en su vientre, mostrándose arrogante y superior, déspota y retándolo a moverse sólo un gramo de su lugar. Igual a su creador. Si algo sucedió no se dio cuenta, sus sentidos estaban completamente evocados en la jeringa y su vientre. Apenas respiraba, apenas sentía latir su corazón. Algo borroso logró captar a sus lados, el agarre se debilitó, pero él no se movió. Fiel observador de la desgraciada jeringa que SIM le incrusto.


Unos dedos bronceados tocaron el tubo, sus ojos siguieron el trayecto de esa cosa fuera de su cuerpo. Fuera, esa cosa la quería al otro lado del mundo. Lejos de ellos. De él. Sólo lejos.


–Steve, respira y mírame.


Hizo lo pedido. Bruce a su lado midiendo sus acciones. Con la mirada inundada de furia, un halo de verde en sus ojos tranquilos, su respiración pesada. Anthony incrustado en una pared, en el otro extremo de la habitación. Completamente alejado de ellos. Estaba seguro.


–Vamos, necesito revisarte y de paso golpearte por no buscarme en cuanto regresaste de misión a sabiendas del hombre con el que te acuestas.


El resto es rápido y confuso. Máquinas, murmullos y silencios.


Él despertando de un sueño que no recuerda haber evocado, aferrado a una almohada, hecho ovillo sobre las sábanas negras de Anthony. Parpadeo confundido, los recuerdos regresaron como los mares de sangre dejados tras su paso. Se incorporó rápido, provocándose un fuerte mareo.


–Deja de hacer tonterías. Ambos son igual de idiotas cuando se trata de ustedes.


Bruce a su lado guardaba equipo médico. Aún con el halo verdoso.


–¿Él…?


Su voz apenas un murmullo, pero el suficiente para que el doctor le mirara.


–Están bien, sufriste de un ataque y afortunadamente llegue a tiempo para evitar la introducción de la sustancia. –Continuo buscando y guardando mientras hablaba en un tono parco y frío. –Debiste alejarte de él hasta que te examinara, ahora comprendo la hoguera que dejaste en aquel pueblo. Sin embargo, esto es algo que no me sorprende y temo por eso.


Le observó, su mirada fija en su torso. El silencio se instaló, Steve trataba de acomodar todas la piezas para comprender en qué lío le metió algo que supuestamente sólo mejoraría su sistema e instintos.


–Estaré viviendo en la torre, quinto piso. –Le observó, soltó aire y se giró con las maletas llenas del equipo guardado. –Vuelve a hacer otra de tus creaciones sobre él y lo que perderás no sólo será el orgullo Stark.


Hydra no entendió las palabras de Bruce antes de retirarse de la habitación hasta que giró el rostro hacía la ventana. Ahí, cubierto con las penumbras típicas de la noche se encontraba un par de iris azulino, resaltando por su color y frialdad. Se tensó. Alerta ante cualquier acción, esta vez no dudaría en matarlo como volviera a sentirse amenazado. Él se acercó, su mirada fija en su cuerpo. Instintivamente se recorrió lo que la cama le permitió, no se bajó de ella porque era consciente de que sus piernas apenas le soportarían. Le separaban los centímetros de ancho de la cama.


–A veces me pregunto si lo ocultas o aún conservas la ingenuidad que una vez te caracterizó.


No contestó, la almohada cubriendo su estómago, arremolinado en una esquina cual conejo en cacería. No le gustaba. Nunca le gustó la sensación del rincón, acorralado sin una posibilidad de escape, ni cuando era normal, ni América y mucho menos Hydra.


Simplemente no le gustaba. Punto.


–Deja de tensarte, te harás daño y no, no te haré nada. –Anthony levantó las manos en son de paz. –Realmente sabes cómo sacarme de la curva.


SIM se sentó en la cama, casi al filo, inhalando y exhalando con fuerza. Steve se destensó, aquella actitud hacía mucho no la veía. Ambos cambiados, uno por su propio experimento y el otro por situaciones. De héroes a asesinos.


¡Oh a la mierda!


Cambiar tanto le estaba cobrando facturas, una maldita montaña rusa se había vuelto su vida en los últimos cuatro meses. Vivir con los cambios de Tony le gustaba  y por ende él también cambiaba. Se acostó. Era demasiado que digerir. Mucho tiempo sin sentir terror.


–Entonces, ¿qué procede? –Anthony rompió el silencio que les envolvió.


–No lo sé. –Respondió igual de perdido que un principio.


–Con esto todas las cabezas querrán atarnos.


–Lo sé.


–Nos darán caza si desaparecemos.


–Lo sé.


–No podemos crear una burbuja en su entorno cuando estamos peor que el mundo.


–Stark, sé todo eso. –Le observó advirtiéndole que como siguiera le metería una bala en el cerebro. SIM se dejó caer a su lado, la cama crujió en protesta y él sólo lo quería sobre sí mismo. ¿Qué tanto le cambiaría eso?


–Esto será un completo fracaso.


–Con esa motivación para que quiero un novio.


–Sólo digo la verdad.


–Joder, que ya se todo eso. Me lie contigo, me adueñe de Hydra y controlo medio planeta a base de sangre y balas. Tú controlas a la otra mitad en base a tus armas y dinero, la sangre siempre te acompaña y eres un completo desastre. Lo somos. Con esto encima ni siquiera sé cómo mierdas terminó en mí.


–Te abrí de piernas. –Le soltó un puño sobre el hombro. –Auch.


–No seas estúpido.


El silencio volvió. Su mente trabajaba pensando y analizando todos los posibles escenarios futuros en relación con la situación que vivían.


–¿Pensabas decirme u ocultarlo?


–No lo sé.


–Sabes todo el futuro, pero el presente es nada.


–¿Qué crees que soy? ¿Un adivino? –La mirada de obviedad le enojó. –Para ya con esto, no eres de ayuda aunque seas un ser en extremo inteligente.


No hubo respuesta. Steve no instó a más porque simplemente no quería ni pensar, salvo en cómo agradecer a Bruce de seguir atendiéndolos cuando no aceptaba nada. Un ser más peligroso que ellos dos juntos siendo neutral era de cuidado. Suspiro. Se volteó, la espalda le dolía lo suficiente para cambiar de posición en la cama. Anthony a su lado perdido en el universo del techo no le prestaba atención. Sueño, se moría de sueño. Nunca antes el mundo de Morfeo le había parecido tan tentador como lo era ver a su pareja bañada de sangre y rodeado de cuerpos.


Pero como siempre, Steve olvidaba que con un ser como SIM nunca es bueno bajar la guardia.


Nuevamente los nanobots le tenían apresado, sin dañarlo del todo, pero lo suficiente para inmovilizarlo y dejarlo al antojo de su creador.


–Ahora que lo recuerdo. –Una hilera de pequeñas arañas caminaban sobre su cuerpo, deshaciendo su camisa y ropa interior. –Alguien estaba mostrando la cola. Tentador.


Anthony se metió entre sus piernas, tomando sus muslos, obligándolos a abrirse a los lados, exigiendo su flexibilidad y absoluta sumisión.


–¡Oye! Que no soy de tra… ¡Ah! –Sin preparación u aviso, introdujo su pene. Sus sentidos al máximo, percibiendo la sangre, el bastardo le había desgarrado. –¡Bastardo, hijo de tu perra madre!


–Ey, sin insultos, que la mujer era una santa. –Le observó furioso, maldito sarcasmo. –Si vas a insultar a alguno de mis padres, hazme el favor de hacerlo con Howard, no con ella.


–¡Quítate! –Le exigió, le punzaban las entrañas, pero su miembro traidor seguía al vilo, apuntando a las estrellas. SIM obedeció y comenzó a salir. –Mgh, ¡No, no te salgas!


Rayos, era difícil, con este hombre siempre era difícil encontrar una vía.


–Rogers, decídete, me muevo o no.


El maldito tono sarcástico le crispó los nervios, el suave movimiento pélvico le mandó directo a una caja de electricidad. Todo su cuerpo de puntas, con la piel chinita y los vellos erizados. Rozando el paraíso cuando quería seguir en el infierno.


–Veamos que tan sensible te has vuelto, Capitán Hydra.


La tortura comenzó.


–¡Anthony!


 


*************


 


El olor a hierro bailaba libremente por el ambiente, haciéndose del olor a lluvia y tierra. Sus dedos hormigueaban con cada disparo o puño. El éxtasis arrastrándolo a la locura con cada grito y mirada de terror. Veía. Se extasiaba al ver a su pareja pisando los cráneos de lo que una vez fueron los líderes de naciones. Otro de sus arranques. Otra de sus obras siendo creada en su presencia, la diferencia, era un regalo.


SIM se detuvo, se giró con esa maldita sonrisa arrogante, con los lentes obscuros de aviador, a través de ellos resaltan sus ojos azules. Tan deliciosos y exquisitos como su pene. Su cerebro y lengua.


Caminó hacia él, dejado un rastro de gotas, su armadura resaltaba con los ríos de sangre igual a sus dedos. No pudo moverse. Anthony ha sido el único hombre capaz de dejarlo atornillado al suelo con sólo una mirada, una acción o simplemente el respirar. Caliente. Su cuerpo era un pan listo para quien deseara comérselo.


–¿Te gusta lo que ves? –Profunda y viril, así se volvió la voz de SIM ante los oídos de Steve, cargada de brutal deseo sexual.


Sus piernas se movieron sin ordenárselo, atraídas por el imán negativo de su compañero. Unos pasos, centímetros, una mano sobre su cintura le arrastró hasta su objetivo. Perdido. Completamente perdido en aquel mundo de caos y sangre que representaban los chocolates y azules ojos del CEO de Industrias Stark.


–Tres meses.


No comprendió, sus labios siendo devorados por otros, mordidos, dañados y heridos. Absorbiendo su alma. Su infierno era el jodido paraíso. La presión se fue hasta su trasero. Gimió necesitado. Dedos estimulando su pene. Dedos moviéndose sobre su traje en busca de convertirse en taladros para entrar a su ano. Sólo nanosegundos. El beso terminó, la sonrisa psicópata y Capitán Hydra tenía a SIM de rodillas tragando su pene.


–Anthony.


Gemir y llamar se tornó su vida. Completamente en celo como una gata, con la cola al vilo, siempre meneándose para llamar a su amo. Placer y complacencia a mitad de lo que fue un edificio de diálogo entre naciones, bañado en fuego, terror y sangre con un toque, próximamente, de semen.


El tornado terminó apenas sus labios fueron capturados de nuevo.


–El mundo es de él.


Parpadeo confundido, aún sumergido en el mar del embelesamiento. Más la expresión y los ojos de su novio le decían todo aquello que una vez temió. Sonrió con superioridad.


–El universo será su cruzada. Shellhead.


–Me encanta como piensas Stevie, ahora, se bueno y ábrete de piernas pequeña gatita.


–Lo disfrutas, ¿cierto? –Levanto una ceja, inquisitivo, pero en su tono mostraba lo divertido y calmado que se encontraba. Consecuencias de una mamada espectacular. ¡Oh benditas hormonas!


–Como no tienes idea.


–Espero que así sea porque una vez que salga, –Se apuntó al vientre. –y me reponga, tú serás el empotrado.


–Promesas, promesas.


Steve se estremeció cuando su piel desnuda fue acariciada con extrema suavidad y ternura. Él lo negaría, pero le gustaba muchísimo que Anthony fuera así con su piel. Sólo en su vientre. Sólo con su hijo. Con él, un maldito bastardo.


–Feliz cumpleaños, Winghead.


¿Podía sentirse feliz rodeado de muerte?


 

Notas finales:

Es el cumpleaños de la paleta humana, tan tierno y bonito como el sólo. Es primer escrito de esta pareja. Veamos cómo me trata este famndom. 

Esperó haya gustado. Nos vemos en otra locura. 

Yanne. xD


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