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Hímero por Mascayeta

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Los brazos de Akihiko lo envolvieron con delicadeza, se sintió como una mujer ante la atención, pero no se quejó, cuando pasa la excitación el cuerpo entra en el letargo posterior a la enorme carga de adrenalina y dopaminas que liberó.

El futón dispuesto en la misma habitación los recibió con agrado. No hubo más comentarios, se necesitaban era claro, la diferencia con las veces anteriores era que hoy aparentemente hablaban con la verdad.

La lengua de Usagi había impuesto el ritmo del beso en un principio, haciendo que Yokozawa cediera al erotismo de la unión. Solo por ese momento valía la pena haber esperado tanto, era una oportunidad para ambos, reencontrar la confianza de lo que significa ser amado.

El peliplata se separó para ver los hinchados labios de quien ahora podía llamar su amante, lo había aceptado, aunque sabía que todavía tenían que conversar para poder dar un paso definitivo en su relación. Eran varias situaciones la que los rodeaban, y aunque ya Kirishima y Misaki solo eran sus amigos, ellos formaban parte de su vida y de las decisiones que tomarían.

Las manos de Takafumi se encargaron de liberar el pene del peliplata comenzando a acariciarlo. El jadeo y la respiración entrecortada le demostró que lo rápido que podía terminar, dándole vuelta se sentó a horcajadas sobre él para agarrar los dos miembros y masajearlos al mismo tiempo.

El abogado victima del mimo, cerró los ojos para perderse en la sensación de ser atendido. El calor del roce de sus pieles confirmaba que ninguno era inocente en los menesteres amatorios, pero también que podían descubrir nuevas formas de seducir y satisfacer al otro.

—Yokozawa…necesito más.

Una petición tan simple cargada de tanta emoción obtuvo como respuesta que la mano libre del azabache se moviera sobre el pecho de Usami para tocar y tirar de sus pezones. El menor clavo con suavidad sus dientes en el cuello de su pareja, sonaba muy bien esa palabra en su cabeza. ¿Cómo sería su vida en Londres?

Se detuvo de inmediato asustando al mayor. No quería ponerse a pensar más allá de lo que tenía en esos minutos, ya le había pasado, se ilusionó para ser humillado.

Tal vez fue muy evidente, pero el verse recostado con las piernas abiertas, le confirmo que Akihiko sabía de sus miedos.

¿Amor? Palabra complicada sino se entiende el significado, o simplemente delicioso conjunto de letras que en consonancia para muchos no son nada. Besó sus dedos, probando el amargo liquido expulsado como premonición de lo que sus semillas juntas sabían.

—Levanta tus piernas en mis hombros.

Yokozawa siguió la instrucción, pero antes de poder ejecutarla por completo sus labios fueron de nuevo capturados en un contacto que mezclaba brutalidad y ternura. Sus lenguas se unieron provocando un leve mareo por la manera como la intensidad del ósculo demandaba su entrega.

«Dios me va a consumir», analizó Yokozawa con el poco raciocinio que le quedaba, si supiera que el pensamiento del vicepresidente de Usami Jewerly era similar al suyo sería consciente del poder que ese hombre le estaba dando sobre su vida.

Dándole un espacio para respirar la experta lengua de Akihiko recorrió el tórax y mordió los pezones rosados de su amante, esa palabra de provocaba un gran placer, más que un premio era el saber que su búsqueda había terminado, que la tentación de hace seis años la tenía servida en bandeja de plata.

La pequeña sacudida del cuerpo del sumiso le hizo reír consciente que no esperaba sentir su boca sobre polla. El deleite era mutuo, sin embargo, el ojilila quería satisfacerlo por completo. Llenó de caricias la blanca piel de Yokozawa, mientras su boca seguía en vaivén de la felación. Con pericia introdujo uno de los dedos en el ano de quien cada vez más pedía su penetración.

Los movimientos simularon la intromisión aumentando en número y estableciendo que podían entenderse de múltiples formas en lo que ahora sería su relación. El cuerpo de Takafumi empezó a exigir un mayor placer.

—¡Por favor hazlo! Te quiero a ti.

Pronunció jadeante separando con gran esfuerzo la cara del hombre entre sus piernas de su falo. Usagi sonrió regresando a su boca.

Yokozawa gritó en el momento que sin aviso el pene del peliplata lo empotró de una sola estocada. No hizo falta lubricante, con el mismo aceite que esparció sobre las marcas de la fusta, procuró entrar sin lastimarlo.

El goce por tenerlo de esa manera le generó una explosión de emociones que aumentaron proporcional al intento de Yokozawa de marcar el ritmo.

—Tendré que castigarte —susurró a quien escasamente podía ofrecerle una invitación al máximo regodeo, porque ya se encontraba sumergido en este.

—Dej…deja de hablar y muévete.

De verdad que lo haría. Ese era su reto, domar el carácter de su pareja. Atrapando entre sus manos la cara del ojigris vio como el goce lo embargaba, esta vez fue a él a quien besaron, al separarse el azabache prácticamente gruñó una amenaza.

—Si no te mueves te aseguro que seré yo quien te monte la próxima vez, querido “a-mo”.

¡Maldita sea!, en definitiva, Yokozawa no se la dejaría fácil.

—No lo dudes que algún día lo harás, pero bajo mis condiciones “sumiso”.

Los pocos segundos de duda en el ojigris fueron suficientes para que Usami retomara el control. Cada embestida fue mejor que la anterior, no se cansó de hacer suyo a quien desde el accidente era el objeto de sus sueños.

Las uñas de Takafumi se clavaron en su espalda con fuerza, la marca de propiedad era mutua porque su cuerpo estaba lleno de chupones y mordiscos, finalmente apretó su mano para besarlo con fiereza y terminar dentro de él, mientras el otro lo hacía entre ellos.

No se cansaría de eso.

 

     

 

—Diez minutos, te espero en la sala.

Quería matar a Hatori, como pudo se acomodó para ver a Yokozawa dormir, un beso en la frente y salió a darse un baño.

Vestido con una sudadera apareció para encontrarse con tres personas que ni en sus pesadillas quería tener en su casa.

Ishi saludó afablemente, en la medida que Ijuuin y a Haruhiko lo hacían con una inclinación de su cabeza. Hatori ya había preparado algo de desayuno y estaba sirviéndolo en el comedor, se preguntó a qué horas había llegado su amigo. Por lo menos tuvo la delicadeza de dejarlo descansar.

La charla fue amena dentro de la formalidad de estar involucrados en el mismo problema, al final lo único que quedaba era encontrar a quien el testigo había señalado.

—Entonces queda decidido, Misaki se ira con Takafumi a Londres. Es mejor que ambos estén alejados de este problema.

—Hablare con Kirishima de hacerse las cosas así, su traslado tendrá que adelantarse.

El productor veía como los dos hermanos mantenían la misma actitud y lo parecido que podían actuar sin darse cuenta.

—¿Permitirás que se lleve a Hiyori? —preguntó Hatori tratando de descifrar las razones del Haruhiko.

—Es su hija, no tengo porque dañar su relación —en diciembre ante la evidencia que le proporciono Kyo, Kirishima le envió el resultado de la prueba de ADN, desde entonces ambos habían decidido mantener todo en reserva.

—Bueno —expresó Shizuku— aquí el problema es saber dónde se metió ese par, como saben las ratas huyen al encontrarse en peligro.

—Quizás yo pueda ayudarles.

La voz de Yokozawa los hizo conscientes de su presencia, aproximándose a Akihiko le dio los «buenos días» con un leve beso en los labios, el hombre asintió para permitirle que continuará.

—¿Cuándo deben estar aquí?

—Quince días.

—Denlo por hecho.


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