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Hímero por Mascayeta

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“Si piensas que algo va a salir mal, tenlo por seguro que saldrá peor”. Esa era una de las leyes de Murphy que Yokozawa recordaba con mayor claridad desde que se dejó llevar por toda la locura de Queenie e Isaka. De un momento a otro, a sus veintiséis años, se vio como la imagen de una campaña publicitaria de joyas, alejado de lo que consideraba su pasión, su restaurante.


Lo único bueno, tal vez, fue el poder cancelar el contrato con Callagan y quedar completamente libre de su trabajo como anfitrión. Pero eso fue como saltar de la sartén al fuego, porque tuvo que aguantar el acoso de la señora McAllister de forma constante, las locuras del gerente general de Usami Jewerly, y el estar rodeado de personas que lo consideraban una de las niñas tontas que se llevaban a la cama, prometiéndole el cielo y la luna con tal de tenerlo a él “modelando” en exclusividad las joyas.


Descendió las escaleras de la gran casa Usami con la intención de poder salir un rato para desconectarse de ese maremágnum y poder disfrutar de la compañía de Ritsu y Takano, tras no verlos durante todos esos años, quería poder tomar unas copas, reírse de lo vivido y poder regresar un poco a sus orígenes. Se detuvo a buscar el número de su amigo, al no encontrarlo decidió ir por el mayordomo para que le dijera como podía salir de ahí. La única vez que había llegado al exclusivo sector, fue la policía quien le ayudo a volver a la ciudad.


El recuerdo de ese 18 de agosto no era para nada agradable. Un día que le había dejado el corazón roto, una fuerte bronquitis y pequeños cortes por los vidrios sobre los que se arrastró para poder meterse en lo que fue un fabuloso deportivo rojo, y ver si el tipo que lo manejaba estaba vivo; ahora que lo pensaba ¿qué habría sido de él?


Caminó hacia la sala para poder avisar a los dueños de casa, el que fuera su empleado no quería decir que debía permanecer de tiempo completo con ellos; sin embargo, cuando abrió la puerta nunca pensó encontrarse cara a cara con el motivo de su viaje a Inglaterra.


- Me alegro que hayas llegado – dijo Haruhiko de manera estoica mientras le hacía la señal de entrar. No pudo moverse hasta que el roce una mano en su espalda le empujó delicadamente, al virar su cabeza vio la sonrisa de Akihiko, los ojos lila le miraban tratando de entender por qué de su reacción.


Takafumi supuso que, por el papel que desempeñaba en la compañía, era necesario que el peliplata demostrara que todo lo tenía bajo control, de manera forzoda saludó al castaño y al hombre de gafas que analizaba su comportamiento.


- Disculpen la demora, - pidió Usagi-san, haciendo una leve reverencia - Kirishima-san le presento al hombre que logró vender la gargantilla de diamantes más cara que ha hecho la empresa – el mencionado asintió, para darle paso a su esposa. Sakura extendió su mano al menor de los Usami para posteriormente aceptar el saludo de Yokozawa que se inclinó a besarla con caballerosidad haciendo gala de lo aprendido como host.


Tanaka avisó la llegada de Iwaki-san; una vez estuvieron completos, la reunión de negocios dio inicio fijando las condiciones de la campaña para el mercado global. Sakura era la diseñadora de algunas de las prendas que luciría el joven en las fotografías para la publicidad, así que por más que odiara la situación, debía seleccionar lo que llevaría.


Acomodándose mejor, bufó al darse cuenta que esos seis años habían logrado darle un mayor atractivo, uno que no podía pasar desapercibido ni para mujeres ni hombres. Conocía a Isaka y si le había colocado esa joya era porque realmente incitaba a quitársela… de repente la imagen de Yokozawa y Zen la volvió a atormentar como en años anteriores.


¡Dios! ¿Qué estaba pensando? Kirishima la había elegido, le era fiel y se desvivía por complacerla junto a Hiyori; entonces si su hogar era tan perfecto, por qué sentía que el peligro latente se acababa de convertir en algo tangible…acarició su pecho, el dolor estaba allí presente, esa sensación de culpa que nunca se iba… aquella que no le dejaba olvidar cada una de las cosas que había hecho por retener a Kirishima su lado.


Por otro lado, Iwaki observaba las expresiones del joven que tendría que representar. Su ceño fruncido y la mandíbula apretada, solo le dejaba ver que odiaba estar ahí, era demasiado transparente para el trabajo. No disimulaba sus emociones y eso se convertía en un problema en el momento de actuar, porque si algo había aprendido en sus años de actor y modelo, es que bien fuera una cámara fotográfica o de video, ellas dejaban ver los secretos del alma. Katou conocía lo que significaba esa mirada en su pareja, sabía que trataba de encontrar lo que volvía la situación incómoda e irritante; así que aprovechó la entrada de Tanaka avisando que la cena estaba servida, para distraer a sus anfitriones dando el tiempo para que Kyousuke pudiese hablar con el ojiazul.


- ¿Fumas? – preguntó el mayor acercándose a Yokozawa que había salido a la solana para prender un cigarro. Asintió ofreciéndole uno que fue rechazado inmediatamente – Debe ser difícil alejarse de lo que uno quiere para trabajar en lo que no le interesa.


- ¿Tan evidente soy? – la respuesta fue dura, pero no cortante, ahí estaba otra vez su capacidad de no ocultar sus emociones. El hombre a su lado sonrió, Takafumi ni en sus más locos sueños pensó en estar tan cerca de él, era una leyenda viviente, no pudo menos que se sentirse cohibido cuando le cogió la cara para detallarlo.


- La vida son oportunidades… tus emociones son tu arma en este trabajo – Iwaki hizo una seña con su cabeza hacia donde se encontraba Zen quien observaba un poco retirado la escena, antes de ir con el resto del grupo le dejo en que recapacitar – pienso que ya lo sabes, pero si dejas que ellas te controlen, se vuelven tu peor enemigo. Aprovecha el momento, más ahora que tienes a un Usami a tu lado.


La última frase no la entendió, pero el mensaje sobre su trabajo era claro. Tenía la forma de demostrarle a Kirishima que su tiempo había terminado, y si sus actuales jefes le daban la oportunidad no debía desaprovecharla.


Terminó el cigarrillo en silencio, al dar vuelta se encontró de frente con el castaño. Los escasos centímetros que le sacaba se hicieron demasiados al tener que subir su cabeza para verlo a los ojos. Su cuerpo pareció responder febrilmente ante la presencia del hombre, el problema fue que Zen lo notó, porque esa maldita sonrisa de autosuficiencia apareció en su rostro recalcándole que una vez más lo tenía a su merced.


Kirishima no resistió las ganas de tocarlo, llevó su mano al sitio donde lo había golpeado, paso suavemente la punta de sus dedos por su nariz, seguía tan perfecta como la recordaba, su piel mantenía esa suavidad que tanto adoraba, pero se entretuvo en sus labios, deseaba volver a tomarlos, lamió los propios procurando rememorar como se veían los de su Takafumi cuando ansioso los besaba. Si fuera otro el sitio ya lo tendría empotrado en una cama.


- Kirishima-san su esposa lo pregunta – Usami sintió incomodidad ante la escena que tenía frente a él, la cara de Yokozawa le demostró que su aparición había sido bastante oportuna; aproximándose a la pareja, tomó al peliazul por la cintura en un intento de marcar territorio.


La expresión del jefe de Recursos Humanos de la empresa fue de desagrado, sus ojos buscaron los del menor que fue oculto por la mano de Akihiko contra su hombro. Hay situaciones que se comprenden con los hechos, pero Zen ya había cometido el error de aventurarse a sacar conclusiones alejándolo hace seis años, así que dejó pasar la acción del CEO de la casa matriz en Inglaterra, para agradecer la información y dirigirse al comedor, seguido de los otros dos hombres; además, no había afán, no siempre podría estar con él en esa semana.


Yokozawa ocupó el lugar junto a Usagi-san como le llamaba Ryūichirō, si era necesario convertirse en su sombra, lo haría, su jefe le producía sensaciones que lo confundían, era como una gran roca de la cual podía aferrarse y sabía que no se desmoronaría, tal vez eso era lo que quería decirle Iwaki-san.


Lo pormenorizó con calma, no podía negar que el hombre era atractivo, Akihiko medía lo mismo que él, así que siempre que lo miraba era de frente, como su igual. Su cuerpo era delgado, pero con músculos definidos por el ejercicio, tenía entendido que en los últimos años se había aficionado al gimnasio por cuestiones de salud. Pasó sus ojos por el costoso traje que vestía, nunca estaba desarreglado, siempre elegante. Sus manos eran largas y bien cuidadas, por las pocas veces que habían tenido contacto, se dio cuenta que permanecían particularmente frías.


Con algo de disimulo lo vio llevarse la copa a la boca, la mueca que hizo al degustar el licor le pareció graciosa, más cuando, su conocimiento por la buena comida, le confirmaba que el vino estaba mal elegido. Haciendo un gesto a Tanaka le pidió algo al oído, el hombre asintió, mientras ordenó un cambio en la mesa.


Haruhiko le extrañó el comportamiento de su mayordomo, pero quiso saber que era lo que le había dicho el “modelito”; no transcurrió mucho para que se sirviera junto con las chuletitas de cordero un Carmenére. Confirmando la temperatura, llenó primero la copa de Akihiko que lo miraba extrañado; sin embargo, divertido prefirió seguirle la corriente, era la primera vez que lo veía entusiasmado. El cambio fue notorio, aconsejando a la mesa que probaran la mezcla, se generó un ambiente diferente. La suave sonrisa en los labios de Yokozawa fue distinta a la remembranza que el ojilila tenía de ella. La sensación que le produjo le alegró… era momento de dar un paso hacia adelante.


La conversación llevó la reunión hasta media noche, las risas acompañaron esta parte de la velada, fijando con ayuda de Sakura lo que podía llamar la atención a las mujeres frente a la imagen de la colección. El encanto y sapiencia que demostraba, llenó a los presentes de una completa admiración, deshaciéndose en elogios y felicitaciones para Kirishima por tan excelente pareja. No obstante, el teatro siempre tenía un lado oscuro, y por más que quisiera disimular, la sonrisa de Zen era la que hacía cuando algo le incomodaba, y ella sabía perfectamente que ese algo era el comportamiento de Yokozawa con Akihiko.


Deseando dar por terminado el asunto, antes de marcharse encontró el momento preciso para hacer la pregunta que, a su criterio, le dejaría claro a Kirishima su papel con el ojiazul.


Las facciones del menor de los Usami cambiaron ante la pregunta; sin embargo, el que respondió fue Haruhiko.


- Les pido que esto no salga de estas cuatro paredes, pero Takafumi-kun es el prometido de mi hermano.


El único que comprendió la charada fue Iwaki-san, apretando la mano de Katou esperó que no se dijera nada del fotógrafo solicitado por la empresa para la campaña. No era un secreto para los cercanos a la familia la situación que llevó a Akihiko a estar por tres años en terapia. Pero bien dicen que "la pelea es peleando” y Kirishima no se iba a quedar quieto, antes de que Iwaki pudiese frenar cualquier comentario, el castaño felicitó al ojilila por la noticia, pronunciando las palabras mágicas.


- Espero que Misaki-kun no sienta celos al conocer a su nueva pareja mañana en la sesión de fotos – la expresión de sorpresa confirmó a Zen que había logrado su objetivo. Despidiéndose se retiró satisfecho.


Usagi subió sin mirar a nadie, encerrándose en su alcoba pensó en el error que había sido volver a Tokio, no estaba preparado para encontrarse con Misaki. Los suaves pero insistentes golpes en la puerta, le obligaron a abrir. De pie frente a él se hallaba Yokozawa con una taza de leche caliente y el aroma indiscutible del brandy. Ver el sonrojo en su cara y el ceño fruncido, hizo que su corazón latiera de manera rápida. ¿Cómo este hombre podía sacarlo de su eje con tan poco?


Quitándole la pequeña bandeja lo entró a la habitación, puso una mano tras su cuello y tomó su boca sin restricciones.


Takafumi cedió al beso en total sumisión, después de lo ocurrido esa noche era la mejor cura para ambos.


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