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Speechless por Ale Moriarty

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Notas del fanfic:

2do. Reto literario de Mundo Yuri: El amor es ciego.


Advertencias: Relación lésbica (mujer x mujer). Discriminación.


Género: Fantasía, Lesbianas, Romance, Discriminación, Drama y Tragedia.


Original.


Palabras: 3,031 –OS-

Notas del capitulo:

Notas: Este escrito se realizó por el reto de mundo Yuri, donde la temática se mencionará abajo. El término Speechless significa sin palabras o hace referencia a una persona muda.


2- La pareja o parejas viven en entornos distintos y distantes (lo que puede ser ciudad/campo, mar/tierra, etc., a elección vuestra, sed creativos)

Speechless

[Siempre se le temerá a lo desconocido.

En el país de Maalan siempre ha habido una guerra de territorios entre los seres marinos y los humanos.

Zuneima es una chica que no habla debido a un trauma que tuvo de pequeña donde casi se ahoga. Es marginada por los habitantes de la ciudad y vive en los límites del país, donde nadie desea permanecer por su cercanía al mar.

Un día, observa las trampas a las orillas del agua y encuentra atrapada a una sirena, sabe que está mal ayudar a esas criaturas porque su beso se considera mortal, pero al ver sus ojos llenos de miedo, decide salvarla ¿qué les deparará a estas dos que vienen de dos mundos diferentes?]

Un chillido ensordecedor la despertó de su sueño. Zuneima se levantó apresurada de su cama y salió de su pequeña casa hecha de láminas y desechos que los aldeanos lanzaban en los límites del país, esperando que algunos animales o criaturas marinas se murieran gracias a su basura.

Zuneima buscó en medio de la madrugada, la causa de ese sonido tan atroz y en la orilla observó a la criatura que se intentaba zafar de la red que le cayó encima. Las carnadas para atraer sirenas eran las hermosas flores Aurora, las cuales eran de un brillante color dorado, su sabor era considerado como una exquisitez.

La sirena la observó y emitió un rugido que petrificó a la humana, de la impresión se fue de culo a la arena y no se movió ni un ápice. Las dos se miraron por un largo tiempo, Zuneima se percató que la criatura tenía unos ojos dorados que se asemejaban a las flores de las que tanto se enorgullecían en Maalan.

Pudo percibir el miedo en su mirada y sintió el temor hacia la muerte. Las sirenas no eran monstruos salvajes sin sentimientos como decían los de su pueblo, podía darse cuenta que también tenían alma como ella y que solo porque no lucían ni hablaban como los seres terrestres, los aldeanos decidían asesinarles.

En ese instante, sintió ganas de llorar.

Ella y esa sirena eran más parecidas de lo que se debería.

Comenzó a acercarse gateando de poco a poco. La sirena parecía renuente a dejarla avanzar, sus rugidos iban en aumento, no tardarían en llegar los guardias reales, tenía poco tiempo para regresarla al agua.

Se acercó el dedo índice a la boca y le hizo una seña para que guardara silencio, la sirena parecía confundida, se quedó callada por un momento, dejando que la humana se acercara, aunque permanecía en silencio, estaba a la defensiva.

Zuneima notó que la hermosa sirena se quedó quieta así que se levantó rápidamente del suelo y le quitó la red de encima, las dos se volvieron a mirar fijamente, y allí fue donde tal vez lo supieron, no necesitaban palabras para expresarse, la criatura marina estaba agradecida con la humana, por su parte, Zuneima le sonrió tiernamente.

Hace años que había olvidado que podía hacer esa clase de gesto.

Su momento fue interrumpido por el traqueteo metálico que hacían las armaduras de los soldados reales, parecía que pronto llegarían a las orillas del mar. Zuneima comenzó a hacerle señas a la hermosa sirena de cabello rojizo para que volviera al agua.

Y esta, rápidamente entró con gracia.

Zuneima corrió hacia su casa con el corazón acelerado, sentía un vacío al haber dejado ir al único ser viviente que la miró como si existiera, como si estuviera completa.

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—La princesa ha regresado—fueron los vítores alegres que pronunciaron las criaturas marinas al observar a la sirena de rizada cabellera roja, volviendo a las profundidades. Un enorme pulpo se acercó y le colocó una corona hecha de coral rosado.

—Omika, creí que los humanos te matarían, no vuelvas a subir a la superficie, ¿me entiendes? —regañó una sirena que lucía más grande y tenía cabellos blancos y unos ojos tan grises como el pelaje de un lobo.

—Los humanos no son tan malos, madre. —declaró, pero lo único que obtuvo como respuesta fue el chillido de todos los animales y seres que la rodeaban, incluso algunos peces dieron miles de giros ante las ofensivas palabras que acababa de soltar.

La pelirroja recibió una bofetada tan rápida como el ataque de una barracuda. Su madre parecía tan enfadada que aquellos ojos grises sin vida se volvieron rojos por la ira.

—¡NO VUELVAS A DECIR ESAS PALABRAS! —la amenazó. La reina Melgie, no soportaría que su única hija dijera cosas agradables sobre esas criaturas terrestres —¡Esos bastardos comen a nuestra gente, la matan por diversión y tiran basura en nuestro hogar!, ¡¿cómo te atreves?!

—¡Nuestra gente también se come los unos a los otros! —chilló Omika con tremenda furia, su cabello comenzó a brillar de un rojo sangre, varios peces se alejaron porque la sirena emanaba calor intenso.

—¡Suficiente! —la reina agitó su tridente y una burbuja encerró a su hija, controlando el poder que se descontrolaba de su cuerpo —Utiliza tus poderes para matar a los humanos, no para matar a los tuyos —la miró con decepción —Si te ordeno que no vuelvas a subir a la superficie, ¡harás lo que yo diga!

Y tras ese decreto, ordenó a sus súbditos que se llevaran aquella burbuja hacía las celdas que tenía en el fondo de su castillo marino. Aunque Omika era la princesa, su madre la trataba con dureza, como si fuera un habitante más.

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Zuneima se acercaba a la orilla del mar lo más que su fobia la dejaba, esperando que aquella sirena volviera a aparecer, no podía olvidar aquellos ojos dorados que suplicaban comprensión. Era extraño como dos seres completamente opuestos, se habían podido comunicar sin necesidad de un idioma, los gestos habían sido más que suficientes para entender sus corazones.

Días pasaron y aunque reunió un montón de flores doradas, la sirena no regresó.

En la segunda semana se dio por vencida, de nuevo volvería a estar inmersa en su soledad, volvería a hundirse en ese estado de paria que tanto la hacía sufrir. Ella solo quería una amiga, no importaba su especie, alguien que la viera como un ser vivo hermoso, como alguien preciado.

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Después de 10 días Omika fue liberada de su encierro, su hermoso cabello rojo estaba opaco ya que su tristeza se reflejaba en este. Durante esos largos días en confinamiento solo pudo pensar en aquella humana que le sonrió con aquello llamado amabilidad.

Al principio solo había sido atraída a la superficie por el brillo dorado de esas sabrosas flores que los humanos cultivaban, pero ahora tenía otro motivo por el cual regresar, aquella sonrisa había enternecido su corazón, la sirena solo deseaba a alguien que le viera por quien era, Omika, una sirena que deseaba disfrutar la vida y no solo como la princesa de los mares, quien tenía miles de responsabilidades desde antes de nacer, anhelaba a alguien que no esperara miles de cosas de ella, sino que se detuviera a disfrutar de los pequeños momentos de la vida.

—Princesa Omika, su madre ha dicho que puede salir —comentó un enorme calamar que abría las pesadas rejas rocosas, dejándola salir. La pelirroja nadó con porte orgulloso a pesar de su apariencia demacrada, no dejaría que la vieran desmoronarse.

Era obvio que se le tenía prohibido volver a subir a tierra, pero quería verla.

No, ¡necesitaba verla! La humana se había vuelto una necesidad latente en su cuerpo.

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La madrugada del onceavo día volvió a emerger, la luna estaba llena y se reflejaba hermosamente sobre las oscuras aguas, el cabello rojizo de Omika emanaba su propio brillo y su cola dorada parecía haberse creado de los rayos lunares, ya que resplandecía como si fuera el Sol.

Omika se subió arriba de una enorme roca e intentó buscar a la humana que le había salvado, no la encontró, pero pudo ver una pequeña casa hecha de diversos materiales, a pesar de lucir inestable, parecía cálida.

La sirena se lanzó al mar y volvió a sumergirse para buscar una piedra, la tomó, ascendió y la lanzó contra un vidrio que fungía como ventana en aquella choza, este se rompió y escuchó un traqueteo en el interior, la humana de cabellos rubios salió asustada y buscó al causante del desastre, entonces de nuevo sus miradas se cruzaron y ambas permanecieron en un silencio muy cómodo.

Omika sonrió con alegría y se acercó lentamente, pero Zuneima le hizo una seña para que se detuviera. Corrió hasta la orilla, con algo de temor por su trauma, y desinstaló la trampa que habían colocado hace unos días los guardias. No quería que la hermosa sirena se hiriera, solo por querer visitarla. La princesa emitió un leve chillido de emoción y nadó con más efusividad, sentándose sobre la arena mientras su dorada cola salpicaba agua, Zuneima sintió que su admiración hacia este ser marino crecía más y más.

Era hermosa, una criatura tan bella como las noches estrelladas.

Al salir de su ensoñación, la humana recordó algo importante y corrió de regreso a su casa. La sirena parecía confundida, pero no temió, confiaba en la rubia. Al cabo de unos minutos vio salir a la chica con un enorme ramo de flores Aurora, sus facciones de sorpresa aparecieron de inmediato.

En ese momento no importaba lo brillante que era la luna llena, ni lo reluciente de las flores doradas, es más, ni lo hermoso que lograba verse el rubio cabello de Zuneima, su sonrisa… era la más cegadora de todas las cosas existentes en ese mundo, incluso de esta vida.

La humana la señaló con el dedo y luego se las entregó, indicándole que eran para ella. Había un total de 10 flores y dedujo que era 1 por cada día que la espero, su corazón se llenó de calidez y en ese instante juró, que no importaba si su madre la exiliaba por siempre, permanecería al lado de la humana hasta el final de sus días.

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Las madrugadas se volvieron sus horas de encuentro. Zuneima era una humana con talento para las manualidades, hasta la basura más maltrecha, se convertía en joyería de calidad cuando pasaba por sus manos, adornó el cabello de Omika con miles de objetos preciosos como conchas que pintaba de colores o cuarzos y piedras preciosas de la joyería que los habitantes de Maalan tiraban.

En ese pequeño vertedero a orillas del mar, las dos convivieron con risas, porque a pesar que Zuneima decidiera no hablar, podía llorar, gritar y reír, aunque ahora, sus días solo estaban llenos de felicidad.

No habían más lagrimas nocturnas, ni sollozos llenos de desesperación.

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Las sirenas podían entender el lenguaje humano, pero decidieron hace años ocultar su habilidad para que las personas no volvieran a acercárseles. Los humanos tenían corazones podridos y llenos de ambición, se apoderaban de lo que no les pertenecía y cuando veían una amenaza hacia sus comodidades, se deshacían cruelmente de todo, pisoteándoles sin importarles el dolor que causaban.

Ellos eran los verdaderos monstruos.

Pero al ver a Zuneima, la sirena no sintió nada de eso. Ella era más dulce que la música, más amable de lo que nunca nadie fue con ella, más relajante que flotar mientras el sol calentaba sus escamas.

Ella era… su todo.

Una madrugada, la sirena tomó una rama que estaba tirada a la orilla del mar y comenzó a escribir su nombre sobre la arena. La rubia observó asombrada la perfecta caligrafía de la hermosa criatura y le sonrió.

Gesticuló el nombre de Omika con sus labios y la sirena sonrió llena de emoción, en ese instante sus ojos dorados se volvieron azules y comenzó a expulsar lágrimas de felicidad.

Después la humana comenzó a escribir de forma más torpe su nombre.

Cuando la mañana apareció y las dos se tuvieron que despedir, en lo único que pudo pensar la princesa cuando se fue a dormir al castillo marino, fue en pronunciar una simple palabra:

“Zuneima”.

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Ya habían pasado meses de sus encuentros. Nadie les había atrapado, ya fuera por parte de los seres marinos o los terrestres. Habían permanecido a salvo.

Zuneima decidió regalarle un pequeño collar con forma de concha a su amada sirena, había tardado varios días en forjarlo para que tuviera esa forma, pero al final había sido perfecto, estaba teñido con pintura dorada, porque no había podido olvidar esos hermosos ojos que expulsaban felicidad y cambiaban de color cuando Omika tenía diversas emociones.

No dejaba de sorprenderse.

Cuando la princesa lo tuvo entre sus manos sonrió efusivamente, abrazándola, sintió la calidez de un cuerpo humano por primera vez, no quería dejarla ir, ni ahora ni nunca. Zuneima eran esos rayos de sol que disfrutaba con alegría, mientras que para Zuneima, la sirena era esa porción de mar que no le generaba miedo, al contrario, deseaba hundirse más en ella mientras saboreaba lo salado de su piel.

Esa noche, la sirena cantó.

No era como los humanos que producían música con instrumentos y cantaban baladas románticas con letras melosas. No, las sirenas emitían sonidos relajantes sin necesidad de que hubiera una letra que las acompañará, si querían emitir felicidad solo necesitaban abrir la boca y salían las melodías más alegres que nadie había sido capaz de crear en Maalan.

Zuneima lloró ese día, sintiendo que Dios le daba el regalo más grande del mundo.

Gracias a esa canción, se dio cuenta que estaba enamorada, por única vez en su vida, supo lo que era enamorarse, y se dejó embriagar por el hermoso sentimiento.

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Pero la paz no puede durar para siempre y los secretos tarde o temprano se descubren.

Ellas ya lo sabían, pero decidieron arriesgarse para permanecer al lado de su amada.

Durante una madrugada, la reina ordenó a los guardias reales, es decir los tritones, que siguieran a su hija, se había percatado de ese collar que tenía que haber sido creado por manos humanas. Tenía que eliminar cualquier contacto entre los seres del mar y los de tierra.

Su hija no debía involucrarse con ellos.

Y entonces, por aquella intromisión, sucedió la catástrofe.

Todo fue repentino.

Los tritones intentaron arrastrar a la sirena de regreso al mar para que recibiera su castigo, mientras Zuneima la jalaba de la mano para que permaneciera en la tierra, pero era inútil. Las criaturas marinas eran muy fuertes.

Omika comenzó a chillar con tanta fuerza que ensordeció a todos los presentes, pero aquello provocó que los humanos despertaran de su sueño.

En un instante, los límites de Maalan se llenaron de soldados de brillantes armaduras doradas que apuntaban a los seres marítimos con sus lanzas y arcos.

—¡Zuneima! —le gritaron furiosos a la rubia —¡¿Qué demonios crees que haces jalando a una sirena para que toque tierra?! ¡Son nuestros enemigos!

La chica lo ignoró por completo. No dejaría ir fácilmente esa mano.

—¡Te hemos dicho que la sueltes! —dijo uno de los enormes guardias mientras jalaba el hermoso cabello de la chica y la separaba de la sirena que era arrastrada por los tritones.

Omika chillaba disgustada mientras sus ojos se volvían rojos al igual que su cabello y cola, estaba tan furiosa que el mar comenzaba a hervir como si fuera una sopa caliente. Muchas criaturas marinas salieron a la superficie para observar a su princesa iracunda.

Zuneima gritaba con desesperación para que le dejaran irse, quería estar al lado de su amada criatura, mordió la mano de aquel idiota que la maltrataba y se escapó fácilmente corriendo hacia el mar.

Ya no le importaba su fobia, un mundo sin Omika le aterrorizaba más que la idea de morir ahogada.

Tomó una tabla que estaba tirada cerca del mar y antes de que la alcanzaran los guardias se metió a las profundas aguas, comenzó a remar con sus propios brazos para alcanzar a su querida sirena que luchaba para que los guardias marinos no la metieran adentro del agua.

El agua quemaba las manos de la humana, pero a pesar de las quemaduras, siguió y siguió, con lágrimas en los ojos, quería llegar a su princesa sirena, quería abrazarla de nuevo.

Y entonces… sintió una punzada en su pecho.

El pequeño cuerpo de la humana se encorvó y dejó de remar, pudo notar como los ojos furiosos de Omika se volvían negros, eso era nuevo, ¿qué clase de emoción intentaba transmitir? Zuneima se sintió cansada de repente y comenzó a entrecerrar sus ojos, oía los chillidos preocupados de su amada Omika, pero decidió recordar la melodía que había oído hace varios días atrás.

Esa melodía que le permitió descubrir su amor.

—Te amo Omika… —pronunció por primera y última vez en su vida. Se desplomó sobre la tabla y dio su último respiro de vida mientras una lanza humana le perforaba el corazón. El mar comenzó a teñirse de carmesí y el llanto desesperado de Omika dejó sordos a todos los presentes.

Le dolía tanto que todo su ser se volvió negro, solo el collar dorado que su amada humana le había hecho, relucía en aquella piel negra.

Zuneima estaba muerta, su amada Zuneima, la única que le había amado por quien era, la única que le sonreía con ternura… la única que le había amado incondicionalmente.

¿Qué haría sin sus risas?

¿Qué sería ahora de su vida?

Nadó hacia ella y la abrazó con fuerza, el mar se volvió salvaje en ese momento. Una tormenta se desató y muchos rayos comenzaron a caer sobre los humanos que huían despavoridos, incluso las criaturas marinas comenzaron a temer por sus vidas, ya que torbellinos los comenzaron a consumir. Enormes olas se alzaron y arrasaron todo a su paso.

La naturaleza sentía el dolor de Omika.

Cuando eliminó a cada molestia a su alrededor, se hundió con el cuerpo de su amada humana y comenzó a volver a sus viejos colores, su cabellera roja, sus ojos dorados, su piel pálida y su cola fue la única que cambió a un azul brillante, un azul que reflejaba su tristeza.

Omika besó a Zuneima en los labios y aquel acto que se consideraba mortífero, selló su destino.

El cuerpo de ambas se transformó en espuma de mar, si Omika no podía estar en esa vida con su amada humana, al menos quería permanecer a su lado en las orillas del mar, en aquel sitio donde las dos se reunieron en vida.

Un mundo sin Zuneima, no era nada.

No podía vivir su vida sin ella.

Tal vez, si existía la reencarnación, les pediría a los dioses que esta vez les dejaran amarse, no importaba si eran seres marinos o terrestres, solo quería volverla a abrazar, a cantarle, a sonreírle y amarle como la primera vez.

Y quizá en esa próxima vida, podría decirle todos los días lo mucho que la amaba.

Fin.

 

 

Notas finales:

¿Qué les pareció? Lamento tanta sadness, mi alma lesbiana ama el drama & tragedia. Espero sus comentarios♥


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