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ZERO por Ale Moriarty

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Misión II: Convivencia

Harry había llegado a una cabaña que estaba adentrándose en un bosque. Jaló el cuerpo de Riddle y observó la pérdida de sangre, agradecía que en su carrera estuviera acostumbrado a lidiar con esta clase de situaciones, porque de no ser así, ya se hubiera desmayado de la impresión.

Tenía que curarlo y salvarlo, esa sería su forma de agradecerle por mantenerlo con vida.

—¡Ten cuidado, mocoso de mierda! —cuando escuchó el reclamo de Voldemort, sonrió con alivio.

—Así que fingías estar muerto en el asiento trasero, eso es jugar sucio —suspiró y se metieron a la cabaña.

Harry lanzó a Tom, con la poca fuerza que le quedaba, sobre el sofá. La sangre seguía escurriéndose de la herida. El menor torció los labios y se acercó al asesino.

—Tengo que sacar la bala o sino la cosa se pondrá fea para ti —lo miró con compasión, sabía que lo que vendría le dolería hasta el culo a Riddle. Una expresión asustada se mostró en el estoico rostro del homicida, aquello emocionó de alguna forma al futuro veterinario.

—N-no me jodas, tú estás estudiando para curar animales, no dejaré que un novato intente salvarme.

—¡Deja de ser terco! ¿Quieres perder tu brazo derecho? —discutió, enfurecido.

—¡E-estás demente! —gruñó aún más enfurecido el mayor.

—¡Estás actuando como un niño!

—¡Porque un niño intenta curarme!

Los dos se gritoneaban como dos adolescentes en una pelea estúpida. Harry de verdad estaba preocupado por ese hombre que aplastaba las vidas humanas como si fueran juguetes inútiles, si lo pensaba detenidamente, era mejor que muriera, pero no podía permitirlo.

—¡Voldemort, por favor! —rogó, y el mayor se calló —. ¡No quiero que te mueras!

No hubo más reclamos y ese silencio fue el que Potter necesitaba.

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La bala yacía sobre la mesa de café y sudor frío bajaba por las sienes de Tom. El dolor que estaba obteniendo era enorme. Harry estaba lo más sereno que la situación se lo permitía, era la primera vez que sacaba una bala y ahora tenía que verter vodka sobre la herida para desinfectarla, los ojos de ambos se cruzaron y pudo notar una mirada llena de enfado por parte de Riddle.

—En mi defensa, es la única clase de alcohol que tienes en tu casa —comentó el menor con una sonrisa burlona. La situación era horrible, pero le daba una especie de satisfacción tener a un asesino a sueldo retorciéndose de dolor debajo de él.

—Vuelve a decir otra estupidez y te estrangularé —le retó con un gruñido.

—Intento refrescar el ambiente…

—Créeme Potter, te refrescaré el ambiente metiéndote mi rifle por la boca.

—Eso sonó mal en muchos aspectos —tras ese comentario, los dos se quedaron en un silencio incómodo, el cual aprovecho el futuro veterinario para derramar el licor sobre el hombro de Tom. El asesino se retorció y soltó un alarido que parecía provenir de un animal moribundo.

Mientras Riddle reunía todas sus fuerzas para no desmayarse del dolor, Harry consiguió una aguja, la cual desinfecto con más vodka, y un hilo negro. Sonrió preocupado y vio la expresión fastidiada de Tom, solo pudo encogerse de hombros.

—Si te sirve de consuelo, aprendí a coser desde joven —dijo juguetón.

—¿Acaso soy tu proyecto de corte y confección? —reclamó.

—No, la ropa sería menos ruidosa —se burló y comenzó a ensartar la aguja en la piel. Era difícil porque claramente no estaba diseñada para atravesar personas, pero tenía que suturarlo rápidamente.

Riddle sentía que su garganta ardía, durante todos sus años de vida jamás había usado tanto su voz, y desde que se topó con ese muchacho idiota, había experimentado más emociones que nunca, sobre todo la de la ira.

—¡Duele! —apretó los dientes, escuchando como rechinaban.

—¡Hago lo mejor que puedo! No eres un vestido. —se desahogó.

Los gritos siguieron por un buen rato.

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Tom cerró los ojos con pesadez y cayó rendido bajo los efectos de los analgésicos. Harry agradecía que ese kit de primeros auxilios contenía al menos algunas cosas útiles para aquellos procedimientos. Observó la bala y la tomó con sus dedos, algo tan pequeño podía causar la muerte de alguien tan fuerte, la ironía era asombrosa.

Se tiró en el suelo, a un lado del enorme sofá y recostó su cabeza, sintiendo el calor que emitía el cuerpo del asesino. Incluso las personas con sangre fría podían ser así de cálidos, otra ironía de la vida. Se preguntó si alguien lo estaría buscando, tenía pocos amigos y solo podía verlos cuando había clases, ahora mismo estaban de vacaciones así que tal vez ni se enterarían de que estaba desaparecido.

El pensamiento lo entristeció, miró la cara de Tom y se percató que, en efecto, era un hombre completamente hermoso de pies a cabeza, ¿por qué estaba en el negocio de la muerte?

—Podrías ser un modelo mundialmente reconocido y te hundirías en dinero también, no entiendo por qué preferiste hacer esto. —murmuró tajante. No comprendió el lapso de tiempo, pero se quedó mirándole hasta que se durmió.

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Tom vio en sus sueños aquel orfanato en llamas y sintió un peso siendo liberado de sus hombros, aquellas piedras de odio comenzaban a alzarse poco a poco, sustituyéndolas por unas llenas de satisfacción y éxito. Escuchaba los gritos del director y los cuidadores, los niños habían huido a tiempo, porque Riddle les había avisado con antelación.

El asesino observaba el hermoso fuego consumiéndolo todo. Todos sus papeles y estadía en aquel infierno comenzaban a desvanecerse, ya no sería recordado como el niño abandonado por su padre multimillonario, ya no sería el paria y el abusado, no volverían a burlarse de él y a pisotearle como si fuera una escoria.

—Ya no más —murmuró adentro de sus recuerdos. Nunca había sentido una gota de alegría, todo lo que lo rodeaba estaba podrido y lleno de odio. Detestaba a las personas y por eso prefería que se le considerara un arma de matar, porque ser un instrumento era mejor que ser una persona.

Abrió los ojos y se movió en el incómodo sofá, observó al cálido muchacho recostado a su lado, su cabeza reposaba a un lado. Sintió el impulso de tocarlo y paseó sus dedos por el alborotado cabello azabache, era suave. Tocó la tibia piel y sintió la respiración ajena golpetear contra su mano. El sentimiento era diferente de todas esas mujeres con las que había compartido una mugrosa cama de hotel barato, Harry se sentía tan vivo bajo la palma de sus manos.

¿Por qué?

—Podrías convertirte en mi destrucción —balbuceó, manteniendo la cara seria. Palpó el cuchillo de caza escondido en sus ropas y sostuvo con fuerza el mango. Podría terminar todo con un degollamiento, solo tenía que cortar ese fino cuello.

Soltó su arma y cerró los ojos, prefirió hundir sus emociones en aquel calor.

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Anocheció y los dos se miraban fijamente, calmados y serenos. Riddle entrelazó sus dedos y posó su barbilla sobre la unión, se veía pensativo.

—¡No seas terco Voldemort! —alzó la voz Harry, siendo el primero en romper ese silencio —. Soy bueno cocinando, yo lo haré.

—No soy idiota, en esa cocina puedes encontrar cosas para envenenarme.

—¿Quieres cocinar tú? —se rindió el menor. Solo quería comer de una puta vez, el estómago le estaba matando.

—No sé hacerlo, por eso gasto mi dinero en comida de la calle.

—Bueno, a menos que quieras ir a la ciudad…

—No es una opción, debemos mantenernos escondidos durante toda esta semana. El juicio será en siete días, debes permanecer con vida todo este tiempo, sino habré perdido mi tiempo.

—Entonces, déjame cocinar.

—No.

—¡No soy tan estúpido como para matarte! —gruñó el chico de ojos verdes —. Te necesito con vida, eres el único que es capaz de protegerme, ¿por qué me desharía de ti?

Tom no podía luchar contra aquella lógica. Torció la boca en una mueca y se recostó sobre el mullido mueble, suspiró y accedió renuente.

—Si te veo sospechoso, te clavaré esta navaja… —con un rápido movimiento, sacó el arma del bolsillo de su gabardina y la clavó con fuerza sobre la mesa — …sobre la jodida pierna, llegarás cojo al juicio.

—E-entendido, demonios ¿cuán desconfiado puedes ser? —protestó Potter, levantándose del otro sillón. Se fue directo a la cocina y comenzó a hacer un traqueteo con las vasijas. Riddle se giró y observó cada uno de sus movimientos.

Había un tramo muy corto entre confiar rápidamente en una persona y al momento siguiente estar muerto de mil maneras creativas. En algún momento pensó que cualquier cuchillo que tuviera escrito el nombre de Harry Potter en la navaja, sería más doloroso que cualquier disparo, y ese pensamiento, lo estremeció.

Por unos segundos estuvo desconcentrado y volvió a la vida al oler la mezcla de especies en el aire, se levantó del sofá y caminó hasta la olla que contenía un sabroso estofado de carne y verduras. Tom había comprado algunos ingredientes la semana pasada, por mero capricho, ahora agradecía su arranque de impulsividad.

—¿Quieres probar? —Harry alzó la cuchara con el líquido y le sonrió cariñosamente. Se veía complacido con su obra. El sicario estrechó los ojos y el menor suspiró cansinamente. Sorbió el contenido y le hizo una mueca de “ahora ¿estás feliz?” que fue muy clara.

—Sí. —sonrió satisfecho, tomó la cuchara y probó el guiso, sabía mejor que todo lo que había consumido antes, nunca había saboreado la comida casera y por lo mismo, no entendía lo entrañable que se sentía cuando otra persona cocinaba para ti.

—¿Sabe bien? —preguntó Potter con entusiasmo.

—Mm, no está mal —contestó cortante, viendo el mohín que provocó en el muchacho. Le gustaba verlo perder los estribos.

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Convivir con Harry era la tarea más difícil a la que se había enfrentado el asesino a sueldo. El menor era como una bola de energía, caminaba de un lado a otro, cambiaba cada media hora el canal de la televisión, se quejaba y ¡no dejaba de parlotear como un cotorro! Riddle se sorprendía de que existiera una persona como él, ¿no se cansaba de hablar tanto?

—Es aburrido permanecer en silencio contigo, han pasado tres días desde que estamos aquí —se quejó, dejándose caer sobre la mesa de café.

—¿No te cansas? —suspiró con fastidio el mayor.

—No —fue su respuesta inmediata.

Tom lo siguió observando con interés, este chico era asombroso de una manera que no podía describir con exactitud.

—Oye Voldemort, ¿cuál es tu verdadero nombre? —preguntó con un brillo en los ojos —. Es obvio que no te llamas así.

—¿Por qué lo dudas? —sonrió con diversión, le gustaba tomarle el pelo a ese mocoso medio ingenuo.

—Si yo tuviera ese nombre, me lo cambiaría.

—Mi verdadero nombre es confidencial.

—¿Hay algo que pueda saber sobre ti?, es molesto que tú sepas todo de mí y yo no tenga ni una puta idea de con quién convivo.

—Soy un hombre misterioso.

—O eres aburrido —contestó de regreso, provocando una vena de irritación en el asesino.

—¿Qué deseas saber? Contestaré si es algo simple.

—¿Cuál es tu comida favorita? —cuestionó con sencillez.

—La que sea, no soy quisquilloso. Con la clase de vida que llevo, solo me importa que sea comestible. —se encogió de hombros, en verdad le daba igual, si la comida no contenía veneno, era buena para él. Aunque siendo honesto, el estofado de Potter se había vuelto su favorito, pero no lo admitiría.

—¿Qué clase de animales te gustan?

—Reptiles.

—Wow, contestaste más rápido que nunca, ¿cuál es tu favorito? —dijo con una sonrisa brillante, que dejó sin palabras al otro, por un instante.

—Las serpientes —confesó.

—Mm, de alguna manera, siento que te queda —comentó, pensativo.

—Aunque, pensándolo mejor, ninguna mascota tendría buena vida conmigo. No soy la clase de hombre que cuida de alguien más.

—Tengo que contradecirte en eso —repuso el otro con una sonrisa genuina mientras se señalaba a sí mismo —. Me estás protegiendo a mí.

Riddle se sorprendió de aquel hecho tan obvio. No se había puesto a pensar que su forma de vida había dado un giro desde el instante donde decidió salvarle la vida a Potter, él siempre había vivido solo y se había protegido su espalda solamente, ahora cuidaba la vida de otro ser humano, la vida sí que tenía sorpresas muy macabras.

Se quedó en silencio, sintiéndose muy incómodo.

—¿Cuál es tu color favorito? —Harry fue inteligente y percibió el cambio de humor en el asesino, así que hizo otra pregunta simple. Riddle se giró y pestañeó confundido ante el repentino cambio de conversación, así que soltó lo primero que se le vino a la mente.

—Verde —contestó con simpleza. El menor batió sus pestañas y luego sonrió con diversión, aquello desconcentró a Tom, ¿cómo podía curvar sus labios de esa manera que lo hacía lucir tan resplandeciente?

—¿Verde como el color de mis ojos? —comentó con sorna, lo que provocó que Tom se percatara de su respuesta. Reaccionó con brusquedad y soltó un chillido avergonzado.

—¡No seas ridículo Potter! —ladró. —. Verde como el color del dinero.

—No tienes que sulfurarte, estoy bromeando. No eres divertido.

Otra vez observaba un gesto aniñado. No entendía por qué su corazón se aceleraba como loco cuando este mocoso irrespetuoso mostraba expresiones tan estúpidas, y no le agradaba ese poder extraño que lo condenaba.

—Yo no me sulfuro, no digas tonterías —bramó. No quería que el mocoso pensara que provocaba “algo” en él.

—Claro —respondió con notorio sarcasmo.

Justo cuando Tom estaba a punto de contestarle que se pudriera en el Infierno escucharon un golpe en la puerta. Las alarmas internas del asesino se encendieron y jaloneó a Harry con su brazo sano, lo lanzó detrás del sofá y se escabulló hasta la puerta, se agachó y preparó su cuchillo con el brazo libre. Su sed de sangre se reflejaba en aquellos ojos grises.

Abrió con rapidez la puerta y justo cuando iba a clavarle el cuchillo al enemigo “imaginario”, un ciervo cayó sobre el piso de la cabaña. Lucía moribundo y respiraba con dificultad, Tom lo miró con repudio y bufó enfadado.

—¿Qué? Solo es un animal medio muerto —se quejó —. Bueno, hoy cenaremos carne de venado —cuando estuvo a punto de eliminar el sufrimiento del animal, sintió un peso en su cuerpo, los brazos de Harry rodeaban su cintura y lo tiraban hacia atrás.

—¡NO! —exclamó a todo pulmón. Su voz se escuchaba agrietada.

—¿Qué mierda te ocurre? —gruñó Tom, zafándose con facilidad y tirándolo al suelo —. El animal está más muerto que vivo.

—¡Lo salvaré! No lo mates por favor, no lo mates —lloriqueó, viéndose tan lamentable como nunca.

Tom jamás había llorado por nada, ni cuando se enteró que su padre renegó de él y su madre murió al estar en labor de parto, ni cuando las niñeras del orfanato lo golpeaban o el director lo azotaba, ni cuando se dio cuenta que nadie lo amaría sinceramente y mucho menos cuando asesinó a su progenitor a sangre fría.

Ni una sola vez había llorado y ahora veía a ese chico sintiendo lástima por un animal que moría lentamente, sus tripas se revolvían ante la escena.

—Está bien —accedió, aunque se podía observar que sus ojos se habían vuelto lúgubres —. Te dejaré conservar a ese animal bueno para nada. Pero de ahora en adelante obedecerás lo que yo diga, hasta que te entregue al juicio, no importa si lo salvas o no, ¿entiendes?

Potter asintió con vehemencia y corrió por el botiquín de primeros auxilios, allí tenía lo necesario para tratar la herida de bala del cazador que había intentado cazarlo. Tom salió por la puerta y se adentró al bosque para buscar al cazador que andaba merodeando por los alrededores, tenía que deshacerse de cualquiera que delatara su ubicación.

Se preguntó si Harry lloraría por él si le llegaba a pasar algo.

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Riddle se deshizo del cuerpo del hombre con facilidad, lo asfixió y aventó a un pantano que tenía cerca, el cazador desaparecería para siempre. Vio como el cuerpo sin vida se hundía en las profundidades lodosas y se sacudió el polvo. Guardó su cuchillo de caza en la gabardina y caminó hasta la cabaña.

Al llegar, entró y observó al sonriente Harry acariciando al ciervo. Se había largado por unas horas y este mocoso ya había salvado una vida, era sorprendente.

—¡Mira Voldemort! —agitó su mano con energía y aquella sonrisa lo deslumbró con tanta potencia que tuvo que entrecerrar sus ojos —. Lo salvé.

—Excelente —contestó sarcásticamente, caminando hasta el sillón y sentándose. Le importaba una mierda si el animal estaba respirando o no.

—Eres un amargado, por cierto, ¿a dónde fuiste? —le cuestionó con interés, sirviéndole agua en un recipiente al venado.

—Fui a dar un paseo. —mintió. No quería que Potter supiera sobre el asesinato de otra persona, de alguna forma, no quería que este chico puro se manchara de más oscuridad. Observó al ciervo y notó que parecía encariñado con Harry.

—¿Ya te enamoraste de Cornamenta, también? —preguntó el menor y el asesino alzó una ceja con confusión.

—¿Cornamenta?

—Es el nombre de mi ciervo.

—¿De tu qué?

—¿Acaso el paseo te dejó sordo? —Harry se quejó —. Dije que este es el nombre de mi ciervo, dijiste que podía conservarlo mientras hiciera lo que quisieras, ¿no?

Tom sintió una punzada de amargura palpitando en su frente. Se levantó iracundo del sillón y rechinó sus dientes. Estaba harto de que este mocoso cambiara sus palabras.

—Yo no…

—¡Gracias! —interrumpió con un brillo en los ojos—. Sin tu ayuda no lo hubiera salvado.

Riddle se quedó callado y todo su malestar se esfumó con el viento. Comenzaba a darse cuenta que Harry Potter era más poderoso que la bala que estaba sobre la mesa de café, con aquellos ojos esmeraldas se había librado de la muerte y ahora, con esa radiante sonrisa había conseguido salvar a un ser vivo.

Tom comenzó a temer de los poderes de este chico, ¿de qué más sería capaz?


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