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Confianza [DaiSuga] por Nappo

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Notas del fanfic:

Después de dos años sin escribir un fic, vuelvo a la carga con una de mis parejas favoritas para calentar motores

¡Espero que os guste!

La serie original Haikyuu y sus maravillosos personajes pertenecen a Haruichi Furudate. 

El móvil rompió la calma de la oscura habitación con un molesto zumbido y una luz blanca que se proyectó hacia arriba e iluminó parte de la habitación. El chico de cabellos grises se resistió a abrir los ojos hasta que un segundo toque del infernal aparato le obligó a rodar sobre su costado y extender la mano con torpeza hacia la mesilla. Cuando sus dedos sostuvieron el teléfono, guiñó un ojo molesto por la intensa fuente de luz y se fijó en los números que aparecían en la pantalla.


10:00


Por un momento se asustó, pues debería haberse levantado hace al menos tres horas. Sin embargo, recordó que era sábado, ya que siempre ponía la alarma a esa hora para evitar que se le pegasen las sábanas y perdiese la mañana durmiendo. Soltó un suspiro, aliviado y pensando que no le haría mal dormir treinta minutos más.


Se sentía aún cansado, la noche anterior había salido con el resto del equipo a celebrar su última victoria. En un principio, sólo iban a cenar, ya que todos estaban muy cansados; pero Tanaka insistió en que “los mayores” deberían salir a tomar algo. Así pues, Daichi, Tanaka, Asahi, Noya y él, celebraron su victoria hasta altas horas de la madrugada.


Lanzó un bostezo y sintió un repentino escalofrío. Encogió las piernas y volvió a girar sobre su costado para acurrucarse y buscar de nuevo el calor en las suaves y cómodas sábanas. Sus dedos rozaron un brazo y sistemáticamente, se abrazó hasta apoyar la cabeza en el hombro desconocido. Era cálido y olía bien, estaba tan cómodo que no se dio cuenta del detalle de que había pasado la noche con alguien.


—¡Qué! —exclamó sorprendido al darse cuenta y se puso en pie de un salto, observando el bulto de sábanas con forma humana que ahora remoloneaba sobre su cama. Con el corazón martilleando sobre su pecho, corrió hacia la ventana y levantó la persiana, haciendo que la luz del sol invadiese la habitación y desvelase las pruebas del delito de la noche anterior.


La ropa estaba tirada de mala manera por la habitación y por el suelo había algunas latas de cerveza. Suga miró el desorden y cuando se hizo a un lado, su pie descalzo chocó contra la silla del escritorio haciendo que soltase una palabrota.


—No sabía que por las mañanas fueses tan mal hablado —dijo una voz desde debajo de las sábanas.


—Y yo no sabía que te gustase jugar tanto al escondite —respondió, reconociendo la voz de su capitán y dando un par de saltitos por el dolor que sentía en su dedo meñique. Se sentó sobre la cama mientras Daichi emergía de debajo de las sábanas y se sentaba. —Creo que la fiesta se nos fue de las manos anoche.


Agachó la mirada y descubrió el segundo detalle escalofriante de la mañana: había dormido sin el pijama. No era la primera vez que dormía con Daichi, eran tan amigos que el dormir en la misma cama no les daba vergüenza. Aunque siempre dormían con pijama o como mucho con una camiseta.


—No estamos acostumbrados a beber, igual no fue para tanto —Daichi estaba tranquilo o al menos era lo que trataba de aparentar. Suga pensó que igual estaba malinterpretando las cosas y volvió la cabeza hacia el capitán, dispuesto a sonreírle. Sin embargo; sus ojos se abrieron con sorpresa cuando salió de la cama y rápidamente un rubor cubrió su rostro.


—¡Ah! ¡Da-Daichi! ¡Estás desnudo! —señaló el cuerpo del chico y con la otra mano se cubrió el rostro, mientras escuchaba al otro corretear por la habitación buscando su ropa. —N-no te preocupes… voy a darme una ducha, te dejo aquí solo ¿vale?


Suga se levantó y cogió lo primero que encontró en el armario antes de salir corriendo de la habitación ¡Qué demonios habían hecho! La situación se le hacía demasiado surrealista. Daichi era su mejor amigo pero jamás hubiese pensado que llegarían a ser tan íntimos. No, debería ser un malentendido, estaba seguro de que había una explicación lógica para aquello.


“Piensa, Kôshi, piensa” se decía bajo la fría ducha que empapaba su cabello. “¿Qué hice ayer? Salimos del partido, cenamos y Tanaka nos dijo de salir” … ¿Y luego? Por alguna razón, su memoria acababa ahí. Tan sólo los sucesos recientes acudían después del recuerdo de Tanaka haciendo su propuesta. Chasqueó la lengua y se dio por vencido.


Al salir, Daichi estaba ya vestido y había preparado café. Suga vio dos tazas llenas sobre la mesa del comedor y tomó asiento, mirando por la ventana pensativo o mejor dicho, intentando dejar la mente en blanco. Al rato, Daichi se sentó frente a él y su voz hizo que sus ojos castaños se moviesen de la ventana hacia los de su amigo.


No dijeron nada, sólo se quedaron mirándose el uno al otro con la misma expresión de vergüenza y confusión. Tan sólo se escuchaba el ‘tic tac’ de un reloj, marcando el tiempo que ambos chicos estuvieron en esa misma posición.


Daichi fue el primero en reaccionar. Parpadeó, movió la cabeza hacia los lados y dio un trago a su café. —¿Recuerdas algo?


Suga negó con la cabeza y murmuró un “hay un montón de cervezas en mi habitación”; como si echándole la culpa a la evidencia fuese a hacerle sentirse mejor. Daichi sonrió un poco y se rascó la mejilla —Bueno, te ayudaré a limpiar y recoger. —El chico de pelo claro alzó la mirada e hizo una pequeña mueca. —No me mires así, Suga. Esto no va cambiar nada entre nosotros.


Las lágrimas acudieron a los ojos del chico y eso sobresalto a Daichi. No quería hacerle llorar, más bien al contrario. Quería hacerle entender que no le importaba lo que hubiese pasado la noche contraria, eso no iba a romper su amistad. —Suga… —extendió la mano hacia el contrario y la colocó sobre su hombro —Perdón…


—No tienes que disculparte Dai-san… Esto es cosa de dos —contestó Suga secándose las lágrimas —Confío en ti. Sé que no me harías algo que no quisiera —le miró con los ojos enrojecidos y sonrió un poco —Qué patético soy. Estoy montando un drama como si fuese una niña.


Daichi rio y aquello dispersó un poco la tensión. —Todavía no sabemos realmente lo que ha ocurrido y no estábamos solos. Seguro que los demás nos pueden refrescar la memoria. —Más tranquilo, Suga tomó la taza con ambas manos y se bebió el café en un par de tragos.


—Tienes razón, cuando les veamos en el club esta tarde, se lo preguntamos. Pero por favor… no mencionemos esto —se sonrojó y movió la cabeza como si señalase la habitación. —Posiblemente no sepan lo que hemos hecho en casa. —Se puso en pie y recogió las dos tazas para dejarlas en el fregadero. —Entonces, ¿me ayudas a recoger?


 


El día fue bastante duro. A pesar de que ambos amigos habían decidido pasar página y no hablar de aquel incidente, a los dos les costó mucho centrarse. Por suerte, los sábados no había clase, pero el entrenamiento que tenían para ese día era bastante importante y continuamente cometían errores al no estar nada concentrados. Las disculpas salían de sus labios con frecuencia y cuando Ukai decidió que todos tomasen un descanso, Hinata se acercó a Suga preocupado.


—Suga-san ¿va todo bien? Hoy te veo muy disperso.


—¡Oh! No es nada. Ayer me acosté muy tarde y ando aún con la cabeza en las nubes. —Suga sonrió y le ofreció al chico una botella de agua fresca.


—¡Es verdad! Ayer os quedasteis un rato más. Pero yo pensé que os volvisteis poco después, con Tanaka-senpai, Asahi-san y Noya-senpai —Hinata cogió la botella y dio un gran trago, antes de continuar con su discurso .— De hecho estabais juntos. Tanaka-senpai la había liado con unos tipos que tenían muy mala pinta —el chico pelirrojo infló las mejillas y frunció el ceño, como si quisiera imitar a esos tipos. —Asahi-san y Dai-san habían apartado a Tanaka mientras tú te disculpabas.


—¿En serio? No recuerdo eso. Supongo que pasaron cosas más interesantes después —comentó Suga en tono reflexivo, fingiendo hacer memoria. —Pero… ¿cómo sabes eso si tú no estabas?


—El idiota de Kageyama me retó a una carrera hasta la parada del autobús. Y quise hacer dar un rodeo para demostrar quién era el más listo… pero me perdí —Hinata juntó los dedos y sacó la lengua con torpeza. —Pero por suerte me topé con Noya-senpai y Tanaka-senpai —el más pequeño ladeó la cabeza y llevó el índice a su barbilla —hmmm… pero, ahora que lo pienso, los mayores no estabais.


De pronto, como si las palabras de Hinata hubiesen arrojado una luz sobre la densa niebla que cubría su memoria, Suga recordó el momento en el que se despidió de sus compañeros de primero para seguir la fiesta con sus antiguos camaradas. Sin embargo, en el bar al que querían entrar no permitían la entrada a menores de edad y Tanaka intentó persuadir a su manera al señor que vigilaba el acceso al local.


—Claro, Tanaka y Noya se marcharon porque no podían entrar —expresó sus pensamientos en voz alta e ignoró la expresión confusa del pelirrojo.


—¡Venga chicos, volvemos a la cancha! —la voz de Ukai cortó la conversación entre los dos chicos y mientras Hinata corría para continuar el entrenamiento, Suga se acercó al capitán y le sonrió. Era extraño, pero cada vez le resultaba más atractiva la idea de que ambos estuviesen juntos.


Cuando el entrenamiento finalizó, Daichi se entretuvo un poco más pues le tocaba a él recoger el material y guardarlo en el pequeño almacén. Sin embargo; cuando salió se encontró a Suga esperándole en la puerta, sentado en uno de los escalones. Aquel gesto era muy propio de su amigo y no pudo evitar sonreír ampliamente, pues el saber que aún seguían manteniendo una relación tan especial le aliviaba bastante. Sería horrible perder una amistad como aquella por haber bebido de más y ni siquiera estar seguro de si habían hecho algo o no.


Daichi bajó las escaleras y avanzó unos pocos pasos, hasta que se detuvo y volvió la vista hacia Suga —¿No vienes? —por un momento, pensó que tal vez el chico estaba esperando a alguien.


—No, perdón, estaba con la mente en otra parte. —La voz calmada de Suga ocultaba muy bien su preocupación. —Dai-san… ¿puedo darte la mano? —El chico tendió la mano con un poco de timidez. Daichi notó como el calor subía a sus mejillas, pero el gesto le pareció tan tierno que no pudo negarse. Asintió con la cabeza y al rato, sintió la suave y cálida mano de su amigo. Dobló los dedos, haciendo más estrecho el agarre y los dos macharon juntos, recorriendo el camino de vuelta a casa de Suga.


—Hinata me ha puesto más o menos al día —comentó Suga y contó el relato del chico bajito. Daichi permaneció serio, hasta que finalmente se encogió de hombros y suspiró.


—Supongo que lo pasó en tu habitación nadie lo sabrá y eso en parte me consuela. —La expresión del chico de cabellos plateados, hizo que Daichi se explicase mejor —¡No lo digo por nosotros! Es sólo que… bueno, no es algo que se hace con amigos. Me refiero a que…


—¿Somos amigos?


—¿Huh? —la pregunta de Suga se le hizo inusual y su vista bajó al enlace de sus manos —Pues claro… ¿qué otra cosa, sino?


Suga se detuvo y soltó la mano contraria. Sus ojos estaban sobre los dedos extendidos, pero Daichi estaba convencido de que su mente estaba en otra parte. Le daba demasiadas vueltas al asunto, ¿no podía olvidarlo y ya está?


—Yo no me besaría con un amigo, ni me dejaría que me desnudara, ni mucho menos que me tocase. —Suga cerró el puño y aunque su voz era firme, Daichi se percató del temblor que sacudía su cuerpo. Estaba enfadado y eso empezó a preocuparle. —Si sólo somos amigos y no vamos a avanzar en esta relación, deja de complacerme. Porque no me estás ayudando.


Y dicho esto, Suga retomó el paso, pasando al lado de Daichi y sin intención de detenerse a esperarle. No obstante, cuando estuvo cerca de él, éste se movió con rapidez y agarró su mano, obligando a que se detuviese.


—¡Crees que tampoco lo he estado pensando! —No quería gritarle, pero le molestaba el hecho de que las culpas recayesen sobre su persona. — No me repugna la idea de estar juntos. Al contrario, pero sé que hay amistades que se han roto por querer dar este paso. Y prefiero mil veces quedarme a tu lado como tu amigo, aún sabiendo que podemos tener algo más, que siendo sólo un conocido.


Daichi hizo más fuerte el agarre en la muñeca del contrario, sin hacerle daño, sólo demostrándole que no quería dejarle escapar. Estaba siendo sincero y aunque su discurso era torpe, quería que Suga lo entendiese. Éste le miró, esos ojos marrones parecían tener la habilidad de leerle el pensamiento. Siempre, desde que le conoció, supo que ese chico iba a ser alguien muy importante en su vida.


—Creo… que lo de anoche no fue una casualidad. El alcohol simplemente me dio el empujón para ir más allá. —La voz del capitán era cada vez más bajita, hasta el punto de ser un susurro. Suga tuvo que acercarse más para poder escucharle y antes de que pudiese contestar nada, los labios del contrario se encontraron con los propios.


La sorpresa fue bastante grande, pero la calidez de los labios de Daichi apartó ese sentimiento rápidamente. Un calor sofocante, pero nada desagradable recorrió su cuerpo y sus manos, como si tuvieran vida propia, se abrazaron al cuello del chico y le atrajo más hacia él, hasta que sintió su respiración mezclarse con la propia.


El beso terminó con un pequeño jadeo por parte de Suga y sintió la mano del chico en su mejilla, lo que hizo que se sonrojase más. —¿Sabes qué es lo que me da rabia? —murmuró Daichi y besó la mejilla del ruborizado muchacho —No acordarme de lo que te hice ayer.


—Eso tiene fácil arreglo. —Suga tomó la mano que estaba en su mejilla y sonrió un poco tímido. —Podemos… repetirlo… esta vez sin cervezas.


 


Los nervios fueron intensificándose según se acercaban a la cama. Ambos chicos se sentían torpes e inexpertos, pues ahora que su mente estaba en pleno funcionamiento, pensaban demasiado sus movimientos. Daichi decidió quitar tensión besando de nuevo a Suga, mientras éste volvía abrazarle y cerraba los ojos para entregarse por completo a su capitán. Sintió como le tumbaba en la cama y cuando sus labios se separaron, le vio encima de él. La imagen era bastante atrayente, pero su corazón latía con cierto temor.


—No habrá vuelta atrás ¿estás seguro, Suga?


—Confío en ti. Sé que no me harás daño —respondió el chico, esforzándose, una vez más, en ocultar su nerviosismo —Pero no escatimes en besos, por favor.


Daichi soltó una pequeña carcajada ¿Desde cuándo Suga era tan adorable? Le miró desde su posición, estaba tan cerca de él que podía sentir el calor de su cuerpo y el sonrojo en sus pálidas mejillas era bastante encantador. Le desabrochó la camisa, dejando un beso en cada tramo de piel que descubría, trazando una línea invisible por su torso, desde el pecho hasta el ombligo. La respiración del otro chico cada vez era más acelerada.


Suga no quería quedarse atrás y aunque su cuerpo temblaba con cada caricia de Daichi, se obligó a llevar las manos al borde de la camiseta contraria y retirarla. Una vez descubrió la parte superior de su cuerpo, paseó la mano por su pecho, recreándose en los músculos y terminando el recorrido en la espalda, antes de abrazarle. Soltó un ligero suspiro. Era difícil arrancar, pero ahora que sus dedos habían probado la piel de Daichi, no tenía ninguna intención de detenerse.


La mano de Daichi ahora estaba sobre los pantalones de Suga. No vaciló, fue directo a desabrochar el botón y colar la mano para acariciar su entrepierna. Sintió como el miembro del chico reaccionaba a sus caricias, creciendo en su mano y endureciéndose. Se inclinó sobre su cuerpo y besó su vientre, luego dio una ligera mordida en la cadera.


—Ah… Dai-san… es-espera. —La mano de Suga le detuvo. —Deberíamos quitarnos los pantalones.


Daichi refunfuñó, pero terminó separándose para terminar de desvestirse. Suga estaba nervioso y aunque ya tenía el pantalón desabrochado, le costó bastante sacar una de las piernas y casi tropieza y cae al suelo. Cuando finalmente se liberó de la molesta prenda, Daichi le atrapó por la cintura e hizo que se sentase sobre él, en la cama.


—Tranquilo, Suga. —Le besó por el cuello y por la espalda. El otro chico gimió suave y cerró los ojos. Quería dejarse llevar, pero tampoco quería que Daichi lo hiciese todo. Él también tenía que disfrutar.


La mano del capitán fue de nuevo a su entrepierna , esta vez esquivando la ropa interior. El gemido fue mucho más claro y estiró el cuello al sentir un delicioso escalofrío recorrer su espinazo. De rejo, miró el rostro de Daichi y notó como los nervios se dispersaban un poco. Bajó las manos e imitó al contrario, colándose en la ropa interior y acariciando su miembro. Era grande. Eso iba a doler, estaba convencido.


Esta vez, Daichi soltó un gemido y movió ligeramente las caderas, buscando más contacto. No tardaron en quitar la molesta ropa interior y al estar uno sobre el otro, sus miembros estaban en contacto, frotándose mientras sus manos se acariciaban.


—Esto es… demasiado bueno… —susurró Daichi, preguntándose cómo había podido olvidar aquello. Notaba la cálida respiración de Suga en su cuello y como se movía para frotarse más contra su cuerpo. Su miembro estaba húmedo y duro, ansioso por llegar a más, pero Daichi tenía miedo de ser demasiado impaciente.


Suga entendió sus miedos cuando, al frotarse cada vez más insistente, notó como el contrario cesaba. Se dio la vuelta para encararle, apoyando las rodillas sobre el colchón y mirándole con decisión. —Ya te he dicho… que no te tengo miedo, Dai-san.


Cogió la mano del chico y la llevó hacia su trasero. No hizo falta insistir demasiado, Daichi acarició sus nalgas y uno de sus dedos resbaló hacia la entrada del chico. Notó cierta resistencia al principio pero con su otra mano siguió masturbándole, aumentando la excitación y la necesidad de continuar. Logró que su dedo entrase y poco después, cuando Suga estuvo más relajado, pudo meter dos. Abrió y cerró los dedos hasta vencer la tensión del músculo, los gemidos de Suga eran cada vez más excitantes y su propio miembro palpitaba ansioso.


Entonces, Suga volvió a tomar la mano de Daichi y la apartó. Se colocó mejor sobre su cuerpo y poco a poco, fue introduciendo su hombría en su interior. Un gemido de dolor escapó de sus labios, pero hizo un gesto de que estaba bien. Cogió aire y siguió empujando hacia abajo hasta que finalmente sintió como entraba completamente.


—Ah… espera… déjame que… ngh...—Suga se abrazó al cuello de Daichi, respirando agitadamente. Éste acariciaba sus muslos y luego su entrepierna, esperando a que el chico se acostumbrase. Se sentía apretado y con mucho calor, pero sin duda la peor parte se la había llevado Suga.


Sin embargo, al rato, esa tensión pareció ceder, como si el cuerpo del chico aceptase a aquel intruso y el calor y la ligera presión que sentía a lo largo de su erección era bastante placentera. Suga se aferró a sus hombros y comenzó a mover las caderas. Daichi buscó sus labios y mientras le besaba también empujó, sintiendo como su miembro penetraba un poco más. Los interiores suaves y cálidos del contrario le volvían loco.


—Suga… —gimió sobre los labios de su compañero y este se encogió, arqueando la espalda. Había cerrado los ojos, pero al escuchar su nombre los abrió y volvió a besarle con pasión. No fue un beso muy intenso, pues una especie de descarga hizo que se separase.


—Dai… Dai-san… ya… estoy en mi límite... —Le miró jadeando y con una expresión de disculpa. Le hubiese gustado aguantar un poco más, pero todo estaba siendo demasiado intenso. Se estiró para llegar a su oído y poder susurrarle —vamos juntos, quiero que me llenes.


Esa frase jamás se la hubiese esperado por parte de Suga, pero se sintió muy feliz al saber que realmente, su confianza llegaba hasta ese extremo. Abrazó la cintura de Suga y antes de embestir y llegar al orgasmo, besó una vez más sus labios.


Suga se derramó, sintió su calidez en el vientre y casi en el mismo momento, Daichi también terminó. La sensación fue tan increíble que no supo como describirla. Gimió su nombre y puede que se le escapase un “te quiero”. Luego, después de esa ola de placer intensa, sintió como la calma le abatía y se dejó caer sobre el colchón, jadeando.


Suga esperó a que su respiración volviese a la normalidad antes de separarse. Al hacerlo, sintió como el semen de Daichi resbalaba entre sus piernas. Era una sensación extraña, pero no se arrepentía de nada. Se tumbó al lado del contrario y le besó en la mejilla. Poco a poco, según se iba pasando la sensación del orgasmo, sintió un tremendo dolor en la parte baja de la espalda. No dijo nada, pero estaba seguro de que recordaría ese dolor. Igual, no llegaron a acostarse la noche anterior y sólo se quedaron dormidos.


—Dai-san —.Se abrazó a su brazo y le miró fijamente.


—Dime —Daichi parecía cansado, pero una gran sonrisa decoraba su rostro. A Suga le pareció que estaba más atractivo que nunca.


—¿Qué somos?


—Sigues con eso… —Daichi se giró para enfrentarle y se encontró con el ceño fruncido del otro chico —Podemos ser algo más que amigos, si dejas de llamarme “Dai-san”, Kôishi.


Las mejillas de Suga se sonrojaron pero le abrazó con cariño y asintió con la cabeza. —Esta bien, te llamaré Sawa-san ¡No me mires así! Sawamura es muy largo.


Un ataque de risa invadió a los chicos. Los nervios seguían estando ahí, pero ninguno de los dos se arrepentía de haber dado aquel paso.


Tal vez, no se emborracharon la noche pasada y ambos buscaban una excusa para ocultar aquella atracción que se tenían. Igual, intentaron probar qué pasaba aprovechando que estaban solos con unas cervezas. Como fuese, al final habían decidido ser sinceros y soltar sus sentimientos.


¿No era maravilloso tener ese tipo de amistad?

Notas finales:

Tenía ganas de escribir algo de estos dos. Mis disculpas si ha quedado algo cursi o no he cumplido vuestras expectativas >.< Aún estoy un poco oxidada, a ver si logro remontar.

 

Gracias por leerle y muchas gracias también a los que dejéis algún comentario.

¡Un saludo!


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