Estoy enamorado de ti.
Si, leíste bien. Estoy completamente enamorado de ti y es tu culpa.
Fueron tus ojos color cielo los que me hicieron caer por ti. Esa mirada determinada y llena de fuego.
Cuando te conocí pensé en ti como una persona sobria, aburrida. Pensé en ti como alguien completamente desechable.
Pensé en ti, como si fueras una sombra…
¡Qué equivocado estaba!
Ese mismo día me di cuenta de que eras lo contrario a alguien desechable, lo contrario a una sombra. Lo que tus ojos me demostraron en la cancha y fuera de ella hizo que me diera cuenta de que “luz” te quedaría mejor. Te quedaría perfecto.
Tus ojos ardían. Quemaban como el infierno, y esa sensación fue arrasadora… fue completamente adictiva.
Quería más de ella, y aun quiero.
Tus cabellos celestes, tu mirada azul cielo y tu pálida piel son atributos únicos. Pareces un ángel disfrazado de persona y créeme, no hay nada que desee más en este mundo que poder besar tus delicados labios y corromperte con mis impurezas de humano, de demonio si quieres. Deseo enamorarte y besarte volviéndote mío, porque aunque me cueste aceptarlo… yo ya soy completamente tuyo.
Escribo esta carta con el único fin de que sepas de mis sentimientos por ti o que al menos sepas quien soy.
Hay veces en las que me pregunto si nuestro encuentro en la cancha fue algo para ti. Porque debo decirlo, ese partido cambió mi mundo… porque desde ese momento, mi mundo eres tú.
He hablado con mis mejores amigos sobre estos sentimientos y todos me ofrecen la misma respuesta.
“Si es un ángel, como tu afirmas que es, entonces cambia”.
Cambiar suena demasiado complicado. Sin embargo, lo haría por ti.
Lo haría por conocer tu sonrisa.
Por besar tus labios.
Por poder perder mi mirada en la tuya.
Por poder decirte frente a frente todo lo que provocas en mí.
Quiero pedirte una oportunidad, solo una.
Ten una cita conmigo mi querido ángel, si no te sientes cómodo conmigo o con la cita usa tu “poder de invisibilidad” y escapa. Yo lo entenderé. Al menos habría logrado salir contigo y ya no volvería a molestarte. Pues sabría que esto, es unilateral.
Sabría que estos sentimientos que brotan en mi pecho cada vez que pienso en ti u oigo tu nombre no son más que eso. Mis sentimientos por ti.
Ya he escrito mucho. No sé si a esta altura sigues leyendo la carta o si ya es un mero bollo de papel descansando en el cesto de basura más cercano.
Paso por ti el sábado a las 10 A.M. vístete casual.
Atte: Hanamiya Makoto.-El Bad Boy del Baloncesto.
EXTRA:
Tomó la carta con ambas manos y sonrió con ternura. La colocó dentro del cajón de su mesita de noche y encendió la televisión. Diez años habían pasado del día en que recibió esa inesperada carta.
Diez años atrás volvía de entrenar cuando notó el sobre verde en la entrada de su casa.
La carta lo había tomado por sorpresa, sin embargo, las palabras allí escritas hicieron que su corazón palpitara desenfrenado al mismo tiempo que una intensa tonalidad rojiza se apoderaba de sus mejillas.
El no estaba enamorado de aquel hombre… no lo estaba.
Hasta que leyó las palabras que el mayor plasmó con una perfecta caligrafía sobre un delicado papel celeste y dio un vuelco de 360° a su vida.
La puerta principal se abre y el sonido de leves pisadas se hace presente. Un azabache entra en la habitación y lo mira tranquilo.
-Ya llegué Tetsuya.-anuncia colgando su saco en un perchero.
-Bienvenido Makoto.- devuelve el saludo besando los labios del mayor. El ex – chico malo del baloncesto corresponde la dulce muestra de afecto y rodea la cintura de su pareja con ambos brazos.
Se separa de el ligeramente para verlo a los ojos.-Estás sonrojado.-comenta acariciando la mejilla del menor.
-No es nada de lo que debas preocuparte.-responde aceptando la caricia del azabache.
-Volviste a leerla ¿Cierto?-pregunta sabiendo la respuesta. Cada aniversario que cumplían como pareja el menor releía la carta que lo había hecho enamorarse de él. El peliceleste asiente y el mayor le sonríe.
Ni en sus más locos sueños se habría imaginado lo que sucedió a raíz de la carta de su enamorado, mucho menos se había imaginado el poder recibirla.