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León al acecho por Ruedi

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Disclaimer: ninguno de los personajes aquí presentes me pertenecen, sino a sus respectivos autores (Akiyoshi Hongo, TOEI, Bandai, etc., etc.)

León al acecho

Pocas son las personas que se dejan ver tras el velo traslúcido de la luz. Pocas son aquéllas personan que se animan a quitarlo sin vergüenza y mostrarse en la oscuridad como leones a punto de acechar a su presa.

Sus hebras castañas asemejaban la melena de un león que ya no existía. Sus ojos se agudizaban con la poca luz que cubría su corazón en momentos donde absolutamente nadie era capaz de verla.

Pero aquél sigiloso zorro rojizo estaba a su lado a cada momento y, en alguna ocasión, encontró al león asechando.

Juri Katou no era la misma cuando no brillaba; Ruki Makino lo sabía y, aún así, estaba a su lado para todo lo que necesitaba.

Ya no precisaba ningún caballero. El último la había dejado marchar, incapaz de domar un león tan poco predecible. Sin embargo, el lazo con Takato no se rompería por nada en el mundo, podría decirse que hasta admiraba la luz del de blanca armadura, o rojiza, que aquél joven panadero emitía con el correr de los días.

Aquélla tarde, Ruki olvidó algo en el aula. La encontró sola, fuera de la luz, mirando la ventana en medio de aquél lugar a oscuras. Observaba minuciosamente el afuera, oscuro por una presunta tormenta. Makino intentó no hacer ruido, pisando con cuidado, observando que sus ligeras patas de zorro no delataran su presencia.

Pero como un agudo felino, Juri la oyó. Al verla, le sonrió con dulzura.

Sus ojos avellanas brillaban, sí, pero era una luz distinta.

—Lo siento —se disculpó Ruki y fue hasta su banco a buscar un libro. Juri negó con la cabeza y se la quedó viendo, curiosa. De más estaba por decir que la otra muchacha se sentía un poco nerviosa cuando la miraba así.

Después de todo, los leones son buenos depredadores; los zorros piensan con velocidad.

—¿Te molesta si te acompaño? Olvidé mi paraguas —Katou se puso de pie, acomodó su ropa y se aproximó a Ruki con soltura, con la gracia dulce de una niña sin crecer.

El zorro no podía negar, así que Ruki asintió.

Salieron juntas. Apenas dieron un paso fuera del colegio, cayeron unas gotas y el paraguas azul de Makino se abrió. Juri se abrazó un poco más a su compañera para no mojarse.

Imposible pensar una escapatoria. A fin de cuentas, Juri era agradable cuando no asemejaba a un león en acecho. Era dulce, pero también temible. A un león no se le podía negar nada y mucho menos una sonrisa.

Ruki acompañó a Juri hasta su casa. Agradecida, le preguntó si quería quedarse a cenar. Aceptó.

Su padre no había cerrado la tienda; su hermanastro estaba ayudando a su madre a cocinar. Poco después, había cinco personas en una mesa disfrutando de una cena agradable. Allí, Juri brilló como solía hacer siempre: cabello al viento, ojos alegres y una sonrisa que enamoraba a todos.

Incluso al pequeño zorro rojo.

Ruki quiso ayudar a levantar, pero la madrastra de Juri le dijo que no había problema, que se quedara con Juri.

Era un viernes por la noche. La tormenta se hizo más profunda y, entre una charla y otra, Juri le preguntó si no quería quedarse a dormir. Realmente podía ver que no había ninguna mala intención, pues estaba preocupada por la lluvia que no cesaba. Ruki suspiró y llamó a su casa, comentó la situación con su abuela y le dijo que era preferible que estuviera bajo techo y no corriendo debajo de las gotas feroces que podrían amenazar con enfermarla.

Se quedaron jugando a las cartas hasta tarde.

—No es justo, siempre me ganas —refunfuñó Juri, inflando graciosamente las mejillas. Ruki no pudo contener una risa, ahogándola con una de sus manos.

—Tienes que aprender a usar mejor las cartas especiales —respondió la pelirroja tomando las cartas y formando un nuevo mazo—. Takato y tú juegan parecido.

—Pero Takato a veces es muy temperamental, aunque no tanto como Kazu, quien siempre pierde por errores tontos —se pusieron a reír las dos.

La lluvia no paró. Cuando el sueño parecía vencerlas, Juri le prestó un pijama para dormir.

—¿Crees que me pondré eso?

—¿Por qué? Es adorable —eran dos piezas… de color rosa.

—Odio el rosa, Juri —Katou se largó a reír.

—¡Bueno, bueno! Espera que busque algo más adecuado… Para una reina —dijo la castaña, burlesca.

Ruki suspiró. Maldito el día que Ryo desapareció y la llamaron "reina", siempre le decían lo mismo por la calle. Se preguntaba si teniendo en un futuro setenta años le seguirían llamando así.

Prepararon una cama para Ruki y cuando Juri apagó la luz, todo quedó en penumbras…

El zorro sintió un escalofrío agradable.

—¿Tienes frío? —Ruki sintió esas palabras en su oído. Se dio vuelta y la vio: brillaba con intensidad—. Puedes… dormir a mi lado si tienes frío…

Ruki se tensó, ¿qué debía hacer?

—No te voy a comer —se burló, graciosa, la castaña. Ruki esbozó una sonrisa rara. En medio de la oscuridad de la habitación, distinguió a Juri corriéndose un poco para darle lugar.

Nunca hubiera creído que el pelaje de un león era tan suave, agradable y caliente.

Definitivamente, Ruki podía ver otras Juri en la oscuridad, cuando la luz no estaba y cuando ella misma dejaba aquélla coraza fría para rodearse de la calidez de la melena del león…

 


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