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Hojas de Almendro por Maria-sama

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Pensó que una vez que llegara al castillo de los Almendros sería llevado inmediatamente ante l presencia del tal “Lord Iason” , pero no fue así.

El lugar era enorme, una fortaleza emplazada en medio del bosque e Almendros más extenso de la tierra.

Tenían que franquear unas enormes puertas… mucho más grandes que los Trols de las montañas.

El rubio jefe elfo se adelantó para solicitar a los guardias del portón que abrieran.

Las puertas se abrieron con lentitud gimiendo sobre sus goznes, a tal guisa que pareciera que jamás la abrían.

Todo esto escapaba de la percepción del cautivo, pues en su mente recreaba una y otra vez el error que cometiera. Era obvio que un día los elfos los atraparían, pero como todo buen fanfarrón pensó que para eso todavía faltaba mucho… gran error.

Recordaba la falsa caravana y como los elfos caminaban de manera encorvada, simulando ser indefensos enanos, pero cuando él llegaba con refuerzos , se despojaron del disfraz y lucharon sin mucho esfuerzo, apresándolos en un abrir y cerrar de ojos.

Ahora estaba encadenado, sobre un asno, en “calidad de bulto”, custodiado por dos elfos a cada lado.

Tardaron todavía varios minutos más en llegar al centro del fuerte.

El eco de voces hablando en el extraño idioma élfico se tornaban cada vez más cercanos.
Hasta que por fin la “caravana” se detuvo.


-Irúviel- dijo Raoul llamando a una joven elfa quien no tardó en acudir.

-Dígame que es lo que se le ofrece Raoul-sama- dijo la hermosa muchacha elfa de cabellos rubios dorados.

-Lleva a este humano para que lo aseen ya que el Lord desea verlo.

-Como ordene Raoul-sama- dijo la mujer al tiempo que hacía una reverencia.

Riki, que aún permanecía atado, fue “escoltado” por dos elfos siendo guiados por Irúviel.

Llegaron a un río en donde docenas de esclavos humanos ( y de alguna que otra raza) lavaban ya sea ropas o trastos.

De golpe los que custodiaban a Riki lo arrojaron al piso con tal fuerza que los guijarros se le incrustaron en la piel.

-Guy y Thar vengan acá par de inútiles- espetó la elfa contrastando su bella figura con ese mal carácter.

Al instante aparecieron dos humanos. Ambos llevaban un brazalete de cobre que señalaba su condición de esclavos y un taparrabo por toda prenda.

-Quiero que bañen a este perro y lo dejen reluciente ya que el mismo Iason-sama lo verá. Pobres de ustedes si no le sacan toda esa mugre y ese hediondo aroma… ¡A trabajar ratas que es para hoy!

Ni si quiera se molestó en ver si los humanos cumplían o no su orden. Se alejó del lugar con paso veloz a la vez que se tapaba el rostro como evitando oler el sitio.

En cambio los guardias no se alejaron de allí.

Escapar sería una locura… por ahora.

Lo desataron para después tratar de quitarle los sucios pantalones y el abrigo de piel, remendados, cosa por demás difícil ya que Riki forcejeaba sin cesar.

-¡Estate quieto! Ni que deseara hacer esto…- dijo Guy dando cuenta de los pantalones, mientras Thar lo hacía del abrigo.

-¡Puedo hacerlo yo sólo!

-Si, si como digas.

Algunos minutos más tarde ya lo tenían completamente desnudo.

-¡JA! No esta nada mal, seguro y lo venden como semental- dijo Guy con sumo descaro.

-¿A qué te refieres?- preguntó Riki esperanzado.

-¡AH los nuevos! ¿no lo sabes?… bueno digámoslo así: cuando los elfos capturan los humanos no sólo los ocupan de esclavos en este fuerte, sino también comercian con ellos, ya sea con elfos o con otros… humanos y demás razas.

-¡Humanos!- dijo Riki en tono ofendido.

-Claro, algunos de los nuestros no son unos “bárbaros” y poseen riquezas en metales que los rubiecitos aprecian mucho.
-Hey Guy, ya cállate que te están escuchando.

-Si, ya lo sé.

Luego de eso ninguno de los dos hombres volvieron a pronunciar palabra alguna. 

Sentía humillación de que lo bañaran, a decir verdad esa actividad no le era del todo practicable y ahora se veía en la penosa situación de ser lavado como a un animal.

Le pusieron un lienzo de lino blanco por toda vestimenta.


-Listo- dijo Thar y los elfos tomaron a Riki uno en cada brazo.


Fue llevado a una parte del castillo principal. Lo dejaron en una gran galería de paredes blancas donde yacían mesas con diversos frascos. Por el olor dulzón del lugar se deducía que se trataba de una especie de “cuarto de belleza”.

Las puertas fueron cerradas tras los elfos, dejándolo sólo. Pero eso no duró demasiado tiempo. Un ejército de mujeres humanas llegaron, todas y cada una lo miraron de arriba a bajo. 

No resultaba fácil adivinar las edades de cada una de ellas. Las había viejas con manos nudosas y jóvenes de piel fresca y ojos claros.

Sin miramientos lo despojaron de su única prenda. En el momento en el que iba a reclamarles, sintió varias manos, pringosas de aceites aromáticos, tocándolo por todos lados.

-¡NO, dejen eso! ¿qué me están tocando?… ¡oigan allí NO!- replicaba sin éxito.

Tan rápido como aparecieron así se alejaron dejando a Riki confundido, pero eso si, peinado y perfumado.

Unos minutos más tarde llegaron tres hombres que lo inspeccionaron como si se tratara de un garañón, metiéndole mano aquí y allá. Concluida la revisión y ya satisfechos los tres salieron luego de ponerle una túnica blanca, corta que dejaba ver sus musculosas piernas de la misma forma que sus brazos.

Ira y confusión se mezclaban por igual en el jefe de la horda. Tenía varias interrogantes que seguramente ningún ser se tomaría la molestia en responderle.

La puerta se abrió nuevamente y por ella pasó la elfa llamada Irúviel.

-¡Vaya que cambio!, así ya no te ves tan salvaje. Es hora el Lord te espera- dijo la mujer esperando a que Riki la siguiera- por cierto no debes verlo a los ojos ni hablar sin su permiso ¿entiendes bárbaro?- añadió lentamente las instrucciones como si el humano fuese estúpido.

Por su parte Riki se limitó a asentir.

-Es un auténtico honor para un perro como tu que el mismísimo Lord Iason te ponga el brazalete de la esclavitud. Sencillamente yo lo encuentro innecesario porque…

La perorata de la rubia no cesaba y como sólo decía cosas que carecían de importancia para el humano, éste decidió que ignorarla sería lo mejor.

El eco de los pasos a si como de la charla interminable de la elfa resonaba como un eco mientras subían las escaleras, rectas en algunos casos y de caracol en otros.

Riki se preguntaba cuánto más habrían de subir, hasta que su respuesta llegó junto a la aparición de unas puertas exquisitamente labradas, con motivos de hojas y flores, custodiadas por dos elfos, armados con escudos y lanzas.

Tras un breve anuncio las puertas se abrieron y el salón que dejaron a la vista resultó abrumador para un hombre de las montañas. Tanto lujo y riqueza jamás vista le causaron un mareo horrendo.

Columnas interminables custodiaban una especie de pasillo que llevaba al trono donde la figura de un rubio sentado le tensó el cuerpo… sin duda ese era “Lord Iason”

-¡Camina animal!- le espetó uno de los elfos guardias, golpeando a Riki para que llegara ante el señor de los elfos.

Con lentitud avanzó al encuentro. Aunque pareciera extraño no lo habían amarrado nuevamente.

Al acercarse al hermoso ser entendió el por qué.

No necesitaba de los guardias que estaban a su lado cerca del trono, ya que su sola presencia era apabullante. 

Irúviel aún lo acompañaba y al llegar al frente del trono hizo una seña al guardia elfo quien acto seguido golpeó a Riki detrás de la rodillas con su lanza, haciendo que éste perdiera el equilibrio y cayera de rodillas.

La elfa hincó la rodilla izquierda en el piso y colocándose la mano derecha en el pecho declaró:

-Aquí lo tiene mi señor. El bárbaro está a su disposición.

-Puedes retirarte Irúviel- dijo el rubio con monocorde voz.

La mujer así lo hizo, luego de levantarse y hacer una reverencia.

Entre tanto Riki seguía con la cabeza gacha y su pose sumisa.

-¿Tu eres Riki jefe de las hordas que han asolado estos lares?

-Obviamente que es así “señor” ya que de no serlo no estaría ante su augusta presencia- dijo el humano viendo a los ojos azules con desafío.

-¡Miserable! ¿cómo te atreves?- dijo uno de los guardias tras propinarle otro golpe con la lanza, pero ahora en la espalda.

-Dhaarel… no te pedí que hicieses eso.

-Pero señor…

-No existe pero alguno. Si vuelves a hacerlo serás tu el azotado.

-Si señor.

-Bien así que aún no pierdes las esperanzas ¿o me equivoco bárbaro?

-No entiendo a qué se refiere “señor”

-Me hubiese maravillado que lo hicieras ya que eso demostraría que no eres “tan” bárbaro como se cree- dijo el rubio- sigues siendo fuerte a pesar de tu adverso sino.

El moreno se limitó a verlo con furia para después decir:

-Es curioso “señor” que nos digan bárbaros a los humanos por robar lo que ustedes ganan con la sangre derramada de otras razas y con el miedo impuesto, además de esclavizar a otros por considerarlos inferiores.
-Veo que tendré que enseñarte yo mismo sobre quien manda y quien obedece.

-Me gustaría ver eso “señor”

-Lo verás eso te lo puedo asegurar.

El brillo que cruzó en esos momentos los bellos ojos azules causo un escalofrió en el humano.

-Dhaarel, lleva al humano a mis aposentos. Es tarde y debo empezar a domarlo. Informa al pueblo que por hoy no daré más audiencias.


-Como usted desee Señor.

El elfo tomó al moreno del brazo y lo condujo con suma facilidad sin importar el esfuerzo de Riki por soltarse.

Una vez dentro de los aposentos del rey elfo en guardia puso a Riki en una pared cercana al mullido lecho de su señor, colocándole unos grilletes que salían de la roca misma. Dejándolo de pie con tobillos y muñecas unidas a la fría piedra.


El guardián salió luego de encadenarlo.


Pensaba que Iason se había arrepentido o que algún pendiente lo retuvo, pero unos instantes más tarde apareció, vestido con una túnica color turquesa que le llagaba hasta los pies y blandiendo una vara.

-Tenía pensado venderte, pero veo que puedes servirme de diversión.

-Ni si quiera lo intentes.

-¡Me amenazas!- dijo el elfo con suma incredulidad para luego reír de lo lindo- ¿Has olvidado en qué posición estás?

Continuara...


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