Lo amaba, por supuesto que lo amaba. Él era su todo. Fue así desde la primera vez que lo vio, en el momento en que sus ojos quedaron cegados ante tal perfección, tal magnetismo que irradiaba y lo hacía esclavo de cada una de sus palabras.
Misaki observaba con orgullo, desde una de las mesas, el atractivo rostro de su pareja, Ijuuin. Levantó su copa de cristal y vació sobre su boca el dulce líquido que contenía. Misaki no era muy fanático de ese tipo de reuniones, pero nada le costaba complacer al hombre que lo hacía inmensamente feliz día con día.
―Es muy guapo ―comentó una joven que se encontraba a su lado.
―Y dicen que sigue soltero ―dijo el amiguito de esta, con una sonrisa pícara y para nada disimulada―. ¿A que es un buen partido?
Ambos se rieron.
Misaki dejó su copa sobre la mesa e hizo una mueca de desagrado ante tal comentario. Se impresionaba de su propia fuerza de voluntad para no ir y gritar a todo pulmón que Ijuuin era suyo, solamente suyo.
Pero no podía.
Simplemente no podía o no debía.
Se levantó con desgano cuando los demás invitados aplaudieron la culminación del discurso del nuevo presidente de la compañía Kyo. Y por el infierno, Misaki estaba más que orgulloso con todo lo que Ijuuin había conseguido, aunque a veces eso significaba largas noches sin él, almuerzos cancelados súbitamente y días sin saber nada de su existencia.
Caminó por el lujoso salón hasta detenerse frente a la inmensa ventana que daba al balcón. El ambiente empezaba a sofocarlo, hacía demasiado calor.
Cuando un mozo se acercó a brindarle otra bebida, Misaki no se negó. Toleraba a duras penas el vino, pero en esos instantes, le valía hasta el brandy.
Se apoyó en las barandas del balcón y observó las lucecillas plateadas que alumbraban el hermoso jardín de la casa Kyo. Ser millonario era fascinante, ¿a quién demonios no le gustaba la idea de nacer en una cuna de oro?
Entonces Misaki volvió a recordar a sus padres. La pareja Takahashi que en el pasado fue una de las familias que ocupó uno de esos puestos tan ansiados por otras familias de alcurnia. Si ellos siguieran con vida, Misaki estaba casi seguro de que no dejarían en paz a los Kyo, después de todo, fue el hijo mayor, Ijuuin, quien había arrebatado al único hijo de los Takahashi. O “arrebatar” quizás no era la palabra buscada… “enamorado” sonaba mejor.
Los padres de Misaki lo cuidaron como si de cristal se tratara. Lo consintieron de una manera tan arrebatada y lo quisieron como nadie en este mundo. Claro, fue de esa manera hasta que Misaki decidió que era tiempo de contarles sobre su novio, el primero que tenía. Ellos no lo tomaron para nada bien, menos luego de descubrir los tratos fraudulentos que tenía el padre de Ijuuin con la mafia.
Flash Back:
―Si te vas con él, no te atrevas a volver a poner un pie en esta casa ¿He sido claro, Misaki? ―hablo con dureza el señor Takahashi, sin mirar ni una sola vez a su hijo.
―Papá…
―Y es evidente que después de esto, has perdido el derecho de llamarme de esa manera. A partir de hoy, me considero como un hombre que jamás engendró un heredero.
A Misaki se le llenaron los ojos de lágrimas y es que ¿cómo podía decirle aquellas cosas tan crueles el ser que siempre juró estar a su lado?
Del otro lado del despacho, su madre miraba un punto fijo de aquel cuadro familiar ubicado en el centro de la pared, frente al escritorio. Ella parecía más sosegada, de alguna manera menos emotiva.
―Mamá… ―dijo Misaki con vacilación―. Por favor, mamá, esto no tiene por qué ser así.
La señora Takahashi volvió sus hermosos ojos verdes hacia la silueta indefensa del castaño. Misaki era tan guapo, tan inocente y dulce, y por lo mismo, demasiado confiado para su propio bien. ¿Era de esa manera el primer amor? ¿Tan desgarradoramente imposible de romper?
―Discúlpanos, Misaki ―dijo ella entonces―. Tomaste una decisión. No veo el motivo por el cual sigas aquí. Nosotros jamás aprobaremos esa degradante relación que tanto te empecinas en defender ―soltó con dureza, retirándose de la habitación, en compañía de su esposo.
Misaki quedó de rodillas, llorando como si su alma se estuviera partiendo en dos. No era el único, del otro lado, sus padres contuvieron muy bien sus emociones y fue solo el señor Takahashi quien no pudo evitar derramar una lágrima de frustración ante tal situación.
Fin del Flash Back
Misaki sonrió con tristeza a la nada. Fue exactamente hace un año, que se enteró que el avión privado que transportaba a la pareja Takahashi, había sufrido un serio accidente, dejando a nadie de los pasajeros con vida.
Tantas cosas que tuvo que pasar, pero Misaki jamás se arrepintió de la decisión que tomó. Él era la persona más afortunada por tener a su lado al hombre que amaba y sabía que Ijuuin le correspondía. Cuatro magníficos años a su lado, todo era perfecto, salvo un pequeño detalle.