Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Polución nocturna por Lalamy

[Reviews - 25]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Anoche se me vino esta cosa a la cabeza y lo escribí como posesa.

El sueño húmedo.

 

Había tenido un sueño húmedo. Hacía demasiado tiempo que no tenía uno y curiosamente era la primera vez que no había una razón concreta para tenerlo más allá del sueño en sí, y lo más perturbador fue con la persona que decidí – o decidió mi subconsciente – tenerlo. No sé si les ha pasado, pero  después de un sueño húmedo a mi cuerpo le cuesta separar las cosas. Piensas en esa persona con algo despierto dentro de ti que es parecido a una pequeña llama que se propaga hasta en las partes más peligrosas, aunque la mayoría de las veces con el avanzar del tiempo dicha  llamarada termina extinguiéndose, lo que me calmó un poco recordar después, porque no era nada agradable sentirme así por el hermano menor de mi amigo, amigo con el que vivo.  Pero detengámonos un poco en el instante del sueño, no tengo idea cómo llegué ahí - ¡Qué loco que pase eso en los sueños! ¿verdad, capitán OBVIO? -  pero me encontraba en el camarín de hombres de mi antiguo colegio, todo estaba más desordenado de lo que realmente solía estar, y sólo nos encontrábamos él y yo, y de la nada, así como quien no necesita un contexto elaborado en una porno, llegué y me senté en las piernas de él, cosa rara, porque en mi vida me había sentado en las piernas de alguien que no fuese el viejo regordete de los regalos navideños, y no, no hablo de ningún Sugar Daddy. Digamos que cuando me había tocado tener una pareja hombre no se me daba mucho eso de ser el meloso, así que comprenderán mi sorpresa al sentirme muy excitado por ese mínimo detalle. La imagen ahora se me torna algo confusa, pero si recuerdo el manoseo. Sentía sus manos por todas partes, haciendo especial hincapié en mi entrepierna. Podía sentirlo frotar su mano por sobre la ropa con tanta rabia que no sabía si dolía o me gustaba, aunque es algo que más debía preguntármelo a mí mismo porque al fin y al cabo era yo el que me estaba haciendo todo esto, y como suelo ser aguafiestas incluso cuando estoy durmiendo, no sé qué pasó que algo me chilló un “¡Esto es un sueño y ya te vas a despertar!” y yo de “¡No, por favor, espérate un poquito, sólo un poco!” y que lo apresuro para que me meta la mano debajo del pantalón, estaba ardiendo de las ganas, pero nada, terminé despertando con la luz apenas dando su primer vistazo en la cortina y yo terminando el trabajo e intentando con todas mis fuerzas retornar al sueño a sabiendas que masturbarme con la imagen del hermano menor de mi mejor amigo era la cosa más cochina y baja que podía hacer recién empezado el viernes. 

-         Soy una mierda de persona – dije ya habiendo calmado a la bestia.

Verán, no es que el hermano de mi amigo sea tan pequeño como para sentirse un degenerado, tenía diecisiete y eventualmente llegaría a la mayoría de edad en este año, creo, pero eso no quitaba que lo conociera desde los quince o de los catorce, o de los trece… ya, no lo recuerdo, pero era chico y siempre lo vi así, pero no sé en qué momento éste dio el estirón, y de repente me vi diciendo  “¡Oh! ¡Se ha puesto guapo, el maldito!”, y claro, como la indecencia no deja pasar un inofensivo pensamiento, lo terminó volviendo toda una fantasía sexual, pero repito, que no pasaría de ese día.

Igual tratándose de él era raro verle de esa manera.

Salí de mi pieza a eso de las nueve sin la esperanza de toparme con Alonzo , mi amigo, porque le tocaba turno de mañana esa semana. Grande fue mi sorpresa al ver a su hermano recostado en el sofá con el notebook de mi amigo.

-         ¡PUTA MADRE, ARIEL! ¡Me asustaste! – dije sin exagerar, yo había salido así, en bóxer para ir a calentar agua a la cocina (teníamos una americana, el departamento no era muy grande, la verdad) pero luego recordé que era normal que me viera así.

-         No tengo clases – dijo sin despegar la mirada de la pantalla.

-         ¿Y por qué viniste tan temprano? – pregunté mientras me dirigía a hacer lo que tenía planeado.

-          Llegué anoche, pero me dijeron que estabas durmiendo. Algo con que te dolía la cabeza, creo.

-         Ah, sí – tenía sentido.

-         Creí que estabas ebrio, pero Alonzo me aseguró que no – esbozó una muy ligera sonrisa al decirlo.

Yo no dije nada, sólo le miré mal porque tampoco es que tuviese culpa de pensar eso. En el último tiempo me había puesto a tomar más de lo usual.

-         ¿Y cómo te fue en la entrevista?  - alzó la mirada para verme, lo noté porque también le miré por unos segundos mientras llenaba el hervidor de agua.

-         No sé…  no espero que me llamen, si te soy sincero.

-         Ah… bueno, será para la otra.

-         Supongo.

A diferencia que con Alonzo, siempre se me hizo más agradable hablar de esos temas con Ariel, ya que no hacía muchas preguntas y no intentaba desesperadamente ayudarme. Había días en los que simplemente no quería hablar de eso, y evitaba de diferentes formas el crear una instancia para que se tocara el tema, ya siendo por ebriedad o por un dolor de cabeza fingido, y no es que me sienta orgulloso de ser evasivo, solamente había cosas que eran mejor dejarlas ahí, quietas, y Ariel lo sabía leer bien a pesar de ser ocho años menor que Alonzo y yo.

-         ¿Has comido algo? – le pregunté.

-         Sí,  pero igual dame desayuno – dijo con su usual tono de matón.

-         ¿Y de casualidad qué comiste…?

-         Cereal.

-         ¿Mi cereal?

Me miró fijamente y sólo atinó a subirse de hombros como diciendo “Sí ¿y?”.

-         Siempre te comes lo mío – le reproché.

-         Porque ahora Alonzo  come pura mierda, desde que le gusta la vida sana todo es integral. Por eso su novia me cae mal, lo arruinó.

No pude evitar carcajear.

-         También la encuentro enfermante – reconocí –. Ya, ¿te gusta comer sano? bien por ti, pero controlar la boca de todo el mundo no te hace el alma de la fiesta, precisamente.

-         El otro día me hinchó porque había almorzado en el Burger después de clases en vez de llevar comida. No me gusta almorzar en el colegio, porque no me gusta la comida recalentada, pero no le dije nada porque pelear con ella es echarme encima a Alonzo, y no es que eso sea un problema, pero después no puedo venir aquí.

-         Odias más estar con tu hermana   que ver seguido a Fabiola – la novia de Alonzo .

-         Ya no sé cuál es el mal menor  - concluyó. Yo en su lugar tampoco lo sabría, la hermana con la que vivía era compleja de tratar.

 

 Le serví un café con leche y unas tostadas con huevo revuelto y tomate porque sabía que le gustaban ambas cosas, de hecho, sabía más cosas de lo que podrían saber sus hermanos por el hecho de que como tenía mucho tiempo disponible solía verlo más tiempo que ellos.

-         ¿Por qué tu té tiene ese color? – preguntó apenas mirando lo  que yo me había servido. Noté el desprecio.

-         Si como huevos y tomo café las cosas se pondrían mal, así que mejor me hice una agüita.

-         Miren al abuelo  – fue todo lo que dijo, sonriendo.

Mientras tomábamos desayuno sentados en el suelo – no teníamos mesa de verdad, solo una de centro –, no podía evitar mirarle de vez en cuando como si jamás le hubiese visto la cara. Aún me sentía embrujado por el sueño de la noche, así que una cosa rara sentía en el estómago cada vez que lo analizaba  con mayor detención.

Ariel era un tipo lindo, tenía unas pecas y unos ojazos verdes que llamaban mi atención, puesto que eran una combinación fetiche sabida sólo por mí. Tenía una pequeña cicatriz en el labio inferior de cuando se cayó en la bicicleta, y su cabello  a pesar de estar algo corto, siempre parecía tenerlo desordenado.  Pero habían cosas que odiaba también de él, una de ellas era que hacía un par de años ya me había pasado por unos centímetros – pocos, muy pocos, no empiecen a verme como un llavero ¡porque son escasísimos! –, la otra era que tenía la maldita costumbre de comerse las uñas. Siempre le daba un manotazo en el brazo para quitárselas de la boca. Eso era de persona nerviosa, aunque le doliera admitirlo.

Igual soy desgraciado, porque mientras lo miraba no podía dejar de pensar que me tuve que cambiar de bóxer porque estaba manchado con semen por culpa suya. Estoy seguro que si por obra y gracia del espíritu santo lograba darse cuenta de algo así, me volaba la cara. Firmado con sangre que así sería.

-         ¿Sabías que al final hoy vendrán todos? – interrumpió mi contemplación.

-         ¿Ah? – por un momento no sabía de qué me hablaba, hasta que caí  –. ¿Todos?

-         Sí, tu ex también. 

No evité el entornar los ojos al sentirme terriblemente desanimado por la noticia. Era lo malo de meterse con alguien del grupo, cuando la cosa terminaba, el grupo tal y como se conocía moría también, pero no era algo que podía evitar en ese momento, aunque hubiese deseado haberlo hecho. “Las cosas terminan, Ernesto” debí haberme dicho, pero bueno, ya la habíamos cagado.

Les contaré un resumen bien chiquitito para que entiendan cuál era la situación entre mi ex y yo. Alonzo, Nina y yo éramos compañeros de colegio. Nina y yo fuimos novios como a los quince años, pero eso no duró mucho porque éramos demasiado amigos para esas cosas, además que nuestro carácter era parecido. Ya mayorcitos de edad Nina me invitó a una fiesta a la que realmente le daba mucho tedio ir, y ahí conocí a mi ex que era el amigo de alguien que no me da tristeza el no recordar. Después de un tiempo terminó uniéndose a nuestro grupo y posteriormente a estar conmigo. Con mi ex éramos uña y mugre en un principio,  él era amigo de mis amigos, y yo… no me hice amigo de sus amigos porque los encontraba tontos, no les voy a mentir. Al principio él se aguantaba mi cero disposición de encajar con su círculo, mi afán exagerado por rehuir de sus cenas familiares, y mi innegable  capacidad de encontrar todo cansino. Lo admito,  me creía la gran polla parada, y no lo era, así que con el tiempo él terminó viéndome como una persona tóxica, y decidió sanarse, por decirlo de una forma, terminando nuestra relación. Duramos unos dos años y medio. Dos años y medio de amor y odio, y soy sincero al reconocer que el principal villano en esa relación fui yo. Y desde ese entonces él ha tenido esa extraña afición de desear dejarme mal con los demás, y de cierta forma le resultó, no con Nina porque me adora, pero sí admito que repercutió un poco en mi relación con Alonzo y otros amigos más. A veces me daban ganas de encararle y salpicarle unas cuantas mierdas en la cara, pero entiendo que lo herí mucho con mi inmadura arrogancia, así que lo dejaba vengarse, total, me lo busqué.

-         De repente me empecé a sentir mal del estómago  - comencé a dramatizar.

-         ¿Es viernes de fingir dolor de estómago? – Ariel sonrió  maliciosamente -. Anoche fue jueves de dolor de cabeza.

-         Puto Ariel, tú quédate callado con eso – le amenacé sin evitar reírme al ser pillado.  Siempre me detectaba las mentiras, de hecho,  hasta me ha dicho que soy una especie de Houdini, siempre buscando escaparme de los eventos sociales cuyo pronóstico podría ser incómodo.

Pero qué le iba a hacer, todos tenían trabajo menos yo. No quería escuchar cómo me aconsejaban ser menos fracasado. Siempre creí que era una persona genial, y admitir que ya no lo era me estaba volviendo en alguien irreconocible, incluso para mí.

Notas finales:

 

Bueno, no tengo mucho que decir al respecto. Parí este hijo y ya si lo encuentran feo o no es cosa suya, yo lo encuentro hermoso... no es cierto xD

La verdad, escuchaba temas de Arcade fire y mis dedos empezaron a moverse solos, lo positivo es que ya tengo su buen peazo avanzado. Será una historia cortita, así que espero disfruten del proceso.

Gracias por leer <3

 

PD: Creo que ya he escrito el término "la polla parada" antes.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).