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BEFORE I DECAY. por Akudo

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Fujimaki Tadatoshi.

Hubiese querido subir esto fics en el cumple de Himuro pero bueno.

[ANTES DE DESCOMPONERME]

Solo vio a Shuuzou comer en silencio, contemplando la lentitud con la que éste levantaba la cuchara con los cereales. Daba una imagen tan frágil que temió que si el mayor respiraba un poco fuerte se quebraría, no parecía quedar nada de aquel joven fibroso con fuerza de sobra.

Al final Nijimura no vació ni la mitad de su taza ya que el cereal se había convertido en grumos desagradables nadando en la leche. Himuro lo llamó con suavidad, preocupado, pero el más bajo se levantó sin decir nada para tirar el resto de su desayuno por el desagüe y lavar su taza con la misma desidia con la que se había levantado en estos últimos meses.

Volvió a pronunciar el nombre ajeno con una desolación palpable, pero una vez más no obtuvo respuesta. Quizás Nijimura no lo escuchó, perdido en la espuma del jabón líquido.

Al parecer Tatsuya no hablaba lo suficientemente alto.

Cuando el de ojos grises terminó de enjuagar todo se quedó mirando sus manos, rozando sus propios dedos ásperos.

— Siempre se te resecan las manos con facilidad. Recuerda usar esa crema que huele a coco.

— Lo recuerdo. —Shuuzou mostró una ligera curvatura en sus labios y Tatsuya lo imitó.

Definitivamente ambos recordaban los chistes y las burlas del uno hacia el otro, pues para un par de “callejeros” como ellos la idea de usar crema para las manos era lo más ridículo y marica del planeta, pero al final el del lunar siempre le acariciaba sus manos secas, callosas y con algunas deformidades gracias a antiguas peleas después de que usaba esa crema encantado con lo suaves que se las dejaba y se las mordía por encima como un gato que intenta atrapar ese delicioso aroma, hasta que Nijimura se fastidiaba y lo mandaba a volar.

A veces Himuro también se ganaba uno que otro guantazo que aprendió a esquivar, luego de comentar que lo que más le gustaba era cuando esas yemas suavizadas por la magia de la crema lo masturbaban, o cuando se apretaban en su espalda durante el éxtasis antes de que Shuu le terminara clavando las uñas con desesperación.

Tuvo que escapar de aquellos reconfortantes recuerdos para seguir a Nijimura al baño, quedándose en el arco de la puerta abierta. Lo llamó de nuevo sabiendo que el mayor no atendería a su voz, y dolía porque su amante estaba ahí mismo pero esta distancia invisible no lo dejaba alcanzarlo. Apoyó la mano en el marco, mientras que Nijimura suspiró en una especie de jadeo que parecía arrebatarle la vida misma y comenzó a desvestirse muy lentamente.

Metió la ropa en el cesto para lavar y se rodeó con sus propios brazos, pasando las palmas por sus costados de arriba abajo como si quisiera esconderse de la vista de Himuro. Shuu no necesitaba mirarse para saber lo cambiado que estaba; sumamente delgado, sin color, su piel se había consumido hasta abrazarle los huesos al punto en que parecía que ya no había músculo ni tejido en medio, además de las cicatrices que develaban un pasado rebelde y esa quemadura de aceite hirviendo que le cubría la espalda, su estigma.

Tatsuya apretó los puños sin poder soportar verlo así y dio un paso al frente intentando tocarlo, pero Shuuzou se alejó y lo escuchó resoplar nuevamente, esta vez con dolor contenido, antes de que se afirmara en la pared para pisar dentro de la ducha y le prestara atención a esos fríos azulejos bajo su mano.

El del lunar siguió donde apuntaban esos ojos apagados que apenas conservaban un atisbo de vitalidad y fue feliz al notar las palpitaciones de su pareja acelerándose como las suyas, rememorando el primer día en que oficialmente empezaron a vivir aquí. Acababan de acomodar sus modestas pertenencias junto con algunos muebles recién comprados y les tocaba turnarse para usar el minúsculo baño, donde terminaron peleando porque Himuro se negaba a aceptar su derrota en piedra, papel y tijeras mientras el chorro de agua caliente empezaba a enturbiar todo a su alcance.

Se supone que estaban demasiado agotados y por eso les urgía tomar un buen baño, comer hasta parecer embarazados y dormir, sin embargo la pelea pasó de jalones y cosquillas a un debate de besos y toqueteos por debajo de la ropa sudada, y en un minuto el cansancio se fue por ahí a la vez que Himuro lo rodeaba con sus brazos y le mordía la nuca, detrás de él, dentro de él, empujando certeramente en su interior para redescubrir el placer de sus cuerpos mientras los dedos de Shuuzou se clavaban en los azulejos empañados dejando sus huellas y gemían el nombre del otro.

— Ya no debo parecerte ni remotamente atractivo, ¿verdad?

Siempre serás perfecto para mí. Recuérdalo.

Himuro esperó al mayor en la habitación que compartían, donde no se diferenciaba qué cosas eran las que usaba Shuu y las que él usaba, y bueno, no es que fueran un gran desastre, simplemente olvidaban devolver algo al mismo sitio de donde lo tomaron. Preferían decir hasta con cierto orgullo que este era “el ambiente de un piso de hombres”, pero claro, luego venían los cabreos por no separar lo limpio de lo sucio ni poder hallar algo que necesitaran; como la vez en que Nijimura no encontraba el cortaúñas, el cual terminó recuperando de arriba de la nevera donde Tatsuya lo dejó dos días atrás mientras se preparaba un bocadillo.

Muchas veces se cuestionó a sí mismo por qué Nijimura. Vale, a veces tenían días insoportables en los que las malas costumbres del pasado los dominaban y discutían por todo, en realidad pasaba bastante a menudo al punto en que parecía que llegarían a los golpes, pero lograban frenarse antes de hacer algo de lo que se arrepintieran.

Puede que eso fuera motivo más que suficiente para que cualquiera dejara una relación hasta ahí, después de todo dos ex pandilleros que solían ser rivales no eran precisamente la pareja ideal en una historia de amor, pero a la mierda, ese detalle no les había importado antes y no los iba a separar después de dejar esa vida atrás. Tatsuya los veía a ambos muy parecidos solo que de diferente forma, y si aun conociendo lo peor del otro seguían amándose no había razón más grande para permanecer juntos.

Oyó perfectamente los pasos ajenos acercándose a la habitación ya que el departamento completo era bastante apretado, pero así y todo les gustaba porque era solo de ellos, porque esa caja de zapatos con paredes desconchadas era el mundo de Shuu y Tatsuya.

El olor a coco fue lo primero que Himuro percibió al abrirse la puerta y Nijimura entró desnudo sin preocuparse de ir chorreando agua, rebuscando entre la montaña de ropa amontonada que ocupaba media cama algo que pudiera ponerse encima. Nunca separaron sus cosas ya que usaban la misma talla así que daba igual quién había comprado qué, incluso era igual con los zapatos y la ropa interior siempre que estuviera limpia.

Al terminar de vestirse Nijimura abrió un cajón del que extrajo un collar con dos anillos de plata y se los quedó mirando un rato antes de colgárselo al cuello y besar los anillos. No podía usar el suyo, al menos no en el dedo que quería ya que su mano izquierda no tenía el anular sino un espacio vacío entre el meñique y el dedo medio.

— Shuu, no tienes que hacerlo. —le dijo Himuro al ver que del mismo cajón Shuuzou sacaba una pistola, asegurándose de que estuviera en buenas condiciones antes de meterle el cargador lleno y se guardó otro de reserva en el bolsillo de la chaqueta.

— A partir de hoy todo terminará. Nada cambiará para mí ni para ambos, pero esto es lo que debo hacer antes de ir contigo.

Por más que quisiera detenerlo sabía que la determinación de Shuu no iba a flaquear. Ya había localizado el paradero de sus objetivos y primero iría por Nash, su antiguo “dueño” que con un alicate le había cortado el dedo donde presumía el anillo que hacía juego con el de Tatsuya, para después ordenarle a los casi treinta subordinados que lo acompañaban que lo violaran delante del hombre del lunar que no pudo hacer más que gritar de impotencia.

Fueron cuatro días seguidos de tortura dentro de esa construcción abandonada donde ni siquiera Dios iría en su ayuda, el mismo número de meses que duró su fantasía de libertad al creer que habían logrado escapar de sus respectivas bandas, pero la única hazaña que lograron fue que ambos líderes enemigos acordaran una breve tregua para unirse y castigar a sus perros desertores.

Nash Gold Jr., el líder criminal de la zona norte de Los Ángeles y su odiado homólogo del oeste de engañosa sonrisa, Kiyoshi Teppei, que en esta ocasión tan especial solo iba en compañía de su “verdugo” Hanamiya Makoto, el encargado de rastrear y asesinar a los traidores como ellos.

En esos cuatro días siendo golpeado y cortado, que le arrancaran las uñas y los dientes, que sus dedos fueran fracturados en distintas direcciones y sus huesos quebrados hasta parecer hecho de goma, lo único que había pedido Himuro es que dejaran vivir a Shuuzou que apaleado, vejado y sangrando al borde de la muerte no fue capaz de objetar. Lo que lo hizo salir momentáneamente de la inconsciencia fue la olla de aceite caliente desbordándose en su espalda que le derritió la piel en segundos borrando el tatuaje que lo unía al grupo de Nash, solo para ver a su amado en semejante estado y como Makoto le había despellejado una de sus piernas hasta la rodilla como quien le quita la costra a una manzana.

A cambio de cumplir su deseo Hanamiya le arrancó de su cuenca el ojo izquierdo para guardarlo como trofeo antes de pisar la cabeza de Himuro contra el suelo y dispararle tantas veces en el cuello que casi lo decapita, todo ante la mirada hinchada e incrédula de Nijimura y su grito desgarrador. Después de ser abandonados ahí y que Shuuzou se arrastrara entre su propia sangre hasta el cadáver de Himuro, de entre su profunda tristeza brotó el odio y la sed de venganza, aún a costa de la vida que conservó gracias al sacrificio de su persona más importante.

Ya había dejado pasar mucho tiempo mientras se recuperaba y lloraba su pérdida, ahora iría a arrancarle el corazón a esos bastardos que le arrebataron el suyo.

Observó la habitación por última vez, ese lugar pequeño y desordenado que acobijó los mejores momentos de su vida, luego fue a la sala y arrancó la línea del teléfono para quemar los cables internos con un encendedor para iniciar el fuego que acabaría con su rastro y el de Himuro. Lo único que necesitaba conservar eran los anillos y una fotografía.

Antes de marcharse la mano fantasmal de Himuro traspasó su figura y aunque no pudiera sentirlo ni escucharlo se detuvo por un momento.

— Espera por mí, Tatsuya.

Lo haré.

Así la indefinida presencia de Tatsuya se desvaneció de su hogar mientras Shuuzou cerraba la puerta y el fuego se avivaba consumiéndolo todo.

Notas finales:

Ya no queda nada.
 ¿Puedes ver lo que estoy sintiendo? Solo me escondo en mi mente.
La tristeza duele.

Quiero encontrar las respuestas, encontrar las respuestas.
Encontrar las respuestas antes de que sea nada.


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