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Lo que no nos dicen del amor por Natkido

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Lo primero que no nos dicen del amor es que este es totalmente inesperado.  Un evento que sale de nuestras manos y que llega a nuestras vidas sin avisar. Como una tormenta en verano o como la visita de un familiar lejano que sin invitación un día ya está parado en la puerta principal, con maleta en mano y una gran sonrisa en el rostro. 
 
Tan inesperado que es capaz de llegar enfundado en un conjunto negro de vestir.  Con cabello verde, piel morena, pendientes dorados, maletín en mano y un ceño furiosamente marcado. 
 
Y es que si alguien le hubiera dicho a Sanji que el amor lo encontraría en un hombre que tenía esas cualidades y que le ganaba con posiblemente 10 años, que encontró en la parada de autobuses, un día donde particularmente hacia un frio de mierda, que congelaba los huesos y ponía rojita la nariz, el sin duda alguna le hubiera pateado el trasero por decir grandísimo tamaño de estupidez. Pues la sola idea de que el quedara prendado de un “hombre” era tan ridícula como decir que la tierra era plana o que en el cielo había ciudades flotantes. 
 
Sip, eso era ridículo. Pero entonces ¿Por qué el chico de cejas rizadas sentía el corazón alborotado y las manos bañadas en un sudor nervioso? 
 
Eso era un misterio, incluso para el joven que escondió su nariz y boca en su esponjada bufanda de color cielo, buscando enterrar en ella ese cúmulo de sentimientos que llenaron de manera cálida y acogedoramente su joven corazón de solo diecisiete años. El cual lo empujo en contra de su voluntad a acercarse a ese hombre que parado a un par de metros de el, hablaba por su celular con mala cara y ajeno a todo lo que su presencia provocaba en un rubio de ojitos azules que lo miraban como la octava maravilla. Más lindo que cualquier mujer y más caliente que un actor porno. 
 
Y no es que el joven se dedicara a ver dichos videos de hombre fuertes y deliciosos. No, el solo era un adolecente sano, que en algún momento vio videos donde las fantasías sexuales de cualquiera eran cumplidas de la mano de una excitante mujer y su compañero hombre. Los cuales nunca llamaron la atención del rubio, que solo los vio como material de apoyo para el verdadero centro de sus “perversiones” que eran las chicas. 
 
El joven negó con la cabeza, provocando que sus mechones rubios se alborotaran en un bello desastre. Pensar en esas cosas mientras miraba al ser que robo su corazón con solo existir no era la idea más brillante que Sanji haya tenido. ¿Pero que podía hacer? No es como si tuviera el control de sus pensamientos y menos de su cuerpo, pues cuando se dio cuenta sus extremidades inferiores le traicionaron, llevándolo al lado de ese hombre intimidante y sus manos acompañaron a sus piernas con esa traición que al parecer todo su cuerpo se había vuelto parte en cuestión de segundos, pues estas se levantaron como si tuvieran vida propia y jalaron del sacó negro, buscando llamar la atención de su dueño, el cual se volteo a verlo, dejando de hablar a quien se hallaba al otro lado de la bocina. 
 
-“Oh mierda”- pensó Sanji presa del miedo, el asombro y la emoción; cuando esos ojos mieles cayeron sobre él, haciéndolo sentir pequeño y excitado – “como mierda se respira”- se preguntó el joven, cuando se dio cuenta que no recordaba cómo llevar a cabo esa simple y fundamental acción. 
 
Su corazón en un susurro le dijo que ya nunca más podría a volver a vivir sin esos ojos sobre él. Sin esa presencia calentando su pecho. Sin su ser que le volviera a enseñar como respirar. Ya nada sería lo mismo sin él. 
 
-¿Si?- pregunto el hombre y su voz hizo temblar el cielo, la tierra y las rodillas del chiquillo. 
 
-El bus ya tardo- su voz salió sin su consentimiento y al segundo se arrepintió de no pensar lo que decía pues la mirada que recibió lo hizo querer golpear la cabeza contra un poste. 
 
-¿Y…?- el entrecejo del peliverde se frunció más y Sanji solo quiso chillar. Sin duda era estúpido. 
 
-“piensa, piensa en algo, no te quedes callado como una estatua”- el mismo se alentó. 
 
  Trago el nudo que se formo en su garganta y aclarando su voz dijo: - ¿Quieres tomar un taxi conmigo?- pregunto con la voz vacilante- lo digo por que seguro no quieres llegar tarde a...- se lo pensó- a donde sea que vayas- explico el por que de su ofrecimiento, mientras sus manos se tallaban entre si, buscando quitar el entumecimiento de estas y hacer pasar desapercibido que las mismas temblaban. 
 
El peliverde lo miro de arriba abajo y Sanji tuvo que contenerse de soltar un grito y tapar su cuerpo con sus manos,  como si fuera una virgen.
 
Sanji se mordió el labio mientras los segundos pasaban y el otro no contestaba.  Cuando estuvo apunto de retirar su oferta el moreno habló:
 
-Tus cejas son raras – dijo con mirada curiosa y una sonrisa pequeña y burlona, formándose en sus labios. 
Con eso, la magia se acabo. El cosquilleo en su estómago se detuvo y el sonrojo en sus mejillas claras apareció. No por vergüenza. Sino por rabia y enojo. 
 
-No quiero escuchar que mis cejas son raras, de alguien que claramente es lo suficientemente estúpido como para teñirse el cabello de verde- Escupió con molestia- ¿Perdiste una apuesta?- pregunto con ojos afiliados- ¿O solo tienes un pésimo gustos?- se burló levantando una de sus rizadas cejas. 
Aquel rostro de por si serio y con aire de matón,  se volvió mucho más lúgubre, logrando incómodar un poco al joven,  quien vacilante bajo los ojos por un segundo. Para después alzarlos con más fuerza y fiereza. 
 
Ese hombre por muy guapo que fuera no lograría intimidarlo. 
 
-Tienes agallas pequeño- dijo con una sonrisa depredadora, anunciando que si el rubio se descuidaba un segundo siquiera, seria devorado por ese animal con piel de hombre- Nami, en veinte minutos llego a la empresa- hablo para la persona que se encontrada al otro lado del teléfono. 
 
-“Así que habla con una mujer”- dedujo por el nombre, que a pesar de no ser uno que el antes hubiera escuchado tenía toda la pinta de ser el de una fémina- “quizás es su novia”- comento una voz en lo más recóndito de su mente, con tono suave y aterciopelado, lleno de decepción por esa teoría que se había formado. 
-Bruja entiende, si te estoy diciendo que en veinte minutos llego es porque en veinte minutos voy a estar hay-  dijo con clara molestia- Voy a tomar un taxi- dijo centrando su mirada ahora en el rubio quien quiso celebrar de manera infantil con aplausos y saltitos al ver que su invitación había sido aceptada-Si, si, lo que digas-  un rato se quedó en silencio escuchando lo que la mujer decía.
 
-No me voy a perder… haya nos vemos- termino la llamada con esa frase. Guardo el celular en el bolsillo de su pantalón y de nueva cuenta centro toda su atención en el chiquillo parado enfrente de él. 
 
-Supongo que eso es un si- dijo risueño, regodeándose en la sensación grata de haber logrado su cometido. El peliverde rodo los ojos hacia atrás, con fingida molestia. 
 
- Por lo menos finge que no lo disfrutas tanto. 
 
-Mmmm…- su mano izquierda se colocó encima de su bufanda, a la altura de su mentón, fingiendo pensárselo para al final soltar con simpleza- No, gracias, me gusta demostrar cuando algo me gusta- se giró, dándole la espalda, para buscar algún taxi y para su suerte en menos de un minuto, uno paso cerca de ellos. Solo basto unos cuantos movimientos de manos del menor para llamar la atención del conductor que se paró enfrente de ellos. 
 
Sanji abrió la puerta del taxi para entrar, siendo seguido de inmediato por el moreno que se sentó muy pegado a la ventana, lo más lejos de él. 
 
-¿A dónde los llevo?- pregunto el hombre tras el volante, de llamativa nariz roja y redonda, tan parecida a la de un payaso. 
 
-A la avenida Grand line, por favor- respondió el hombre mayor y solo hasta ese momento se dio cuenta que por estar metido en su ensañamiento con el hombre se le había olvidado preguntarle a donde iba, para ver si sus destinos coincidían. Por desgracia para él, eso no paso.  
 
El carro comenzó a avanzar, introduciéndose de a poco en las calles más transitadas de la ciudad y a cada metro que el taxi avanzaba, Sanji se alejaba más de su destino original. 
 
-“Las tonterías que se hacen por un crush”- pensó golpeando su rostro en la ventana. 
 
- ¿Todo bien rizado?- pregunto el peliverde al ver la reacción del joven. 
 
-¡Claro!- se obligó a decir de manera nerviosa - ¡Todo esta genial!-  rio sin gracia huyendo de la mirada del otro hombre. Solo recibió un asentimiento de su parte, aunque pudo ver que no estaba convencido con su respuesta. 
 
Las manos pálidas retiraron la bufanda de su cara pues el calor en el auto era mayor al de afuera, por lo cual no era necesario traerla puesta. 
Pasaron escasos dos minutos de silencio que el joven sintió eterno y animándose decidió comenzar la plática. 
 
-Entonces… tienes un nombre o puedo llamarte marimo- dijo conforme con el mote que de manera imprevista salió de sus labios. Un gruñido de disgusto fue su contestación- Pues yo me llamo sanji, un placer- extendió su mano para un apretón de manos, el cual sinceramente no esperaba recibir, pero contrario a todo lo que él pensaba, su mano fue envuelta por una más grande, llena de callos producto de la edad. Con líneas y cicatrices surcando sus dedos. Cálida en demasía y con fuerza capaz de romper una botella de vidrio sin ningún esfuerzo. Unas manos que él estaría encantado de sentir a lo largo y ancho de su tierna piel. 
 
-Zoro, Roronoa Zoro- al terminar de decirlo separo sus manos. 
 
-¿En que trabajas?- preguntó de inmediato, necio a dejar morir la conversación. 
 
-¿Eres algún tipo de policía?- pregunto enarcando una ceja. 
 
-Tal vez- sonrió- Pero lo que me interesa es saber tú que eres. Apuesto que eres algo como un entrenador o deportista. 
 
-Perderías esa apuesta- contesto más interesado en la plática. 
 
-Si no eres un deportista quizás eres un adorno de pesera, ya sabes, por el cabello- señalo su verde cabellera- un alga marina. 
 
- SI yo soy un alga marina de decoración, entonces tu eres un diana de tiro. 
 
-Eeeehh…- el sonido incrédulo y molesto se escapó de sus labios. Un fruncimiento de sus cejas rizadas saco una risa complacida del hombre mayor y el solo sintió la indignación creciendo en su pecho. 
 
-El que se lleva se aguanta- recargo su peso en el respaldo del asiento, mirando de nuevas cuenta su celular, el cual no supo Sanji en que momento había sacado de su bolsillo. 
 
-Es de mala educación ver el celular cuando hablas con alguien, marimo sin modales. 
 
-Es de mala educación ir poniendo motes a desconocidos y henos aquí cejillas- dijo mientras sus dedos mandaban un mensaje a su amigo Brook pidiéndole algunos documentos que eran necesarios para su trabajo. 
 
-¡Deja mis cejas en paz! – grito cubriendo con su mano su visible remolino de bellosidad. 
-¿Dejarás mi cabello en paz?- pregunto inclinado la cabeza en su dirección. 
 
-¡Nunca! 
 
-Pues entonces no dejaré en paz tus cejas de caracol. 
 
-¡Eres despreciable!- lo señaló dramático. Zoro volvió a poner los ojos en blanco, una expresión que Sanji empezaba a creer que era una maña suya. 
 
-Igualmente – sonrió con descaro, mostrando todos los dientes. Unos muy lindos y relucientes. A Sanji se le antojo más esa boca para besar. 
 
-Aun no me dices en que trabajas. 
 
-¿Por qué te debería decir? – pregunto con curiosidad por escuchar su respuesta. 
 
-Por qué te lo estoy preguntando- contestó con obviedad, lo cual saco un suspiro bastante fingido de Zoro. 
 
-¡Me encanta tu lógica! – felicito falsamente – lástima que no tenga tiempo para contestar a esa pregunta- respondió,  mientras se inclinaba al asiento del conductor – En el edificio Kokoashi por favor- pidió educado, mientras tomaba su maletín negro. 
 
-¡No te atrevas a bajarte sin darme una contestación – su voz exigente hizo sentir a Zoro que hablaba con un niño mimado. 
 
Pero el no respondió. 
 
Cuando el auto se detuvo Roronoa abrió la puerta, no sin antes haber pagado su parte al conductor. 
Antes de salir un nuevo tirón de su sacó lo detuvo he hizo que se girará al joven aún sentado-¿Si?...- 
 
-¿Te parece si mañana nos vemos en la terminal del autobús, a la misma hora y como hoy, volvemos a tomar un taxi? – pidió, con las mejillas rositas. Zoro pensó que se habían coloreado por la brisa fría que había entrado al vehículo al momento que abrió la puerta- Y así podrías tener tiempo para decirme en que trabajas- 
 
-No entiendes las indirectas ¿verdad?- lo miro de arriba a bajo, como a un caso perdido – tu ganas, nos vemos mañana y quizás, solo quizás te cuente a que me dedico- la sonrisa de satisfacción que puso, le volvió a confirmar que era un niño mimado, capaz de obtener lo que quisiera con solo poner ojitos de perrito mal herido, mientras sus pestañas se abanicaban con rapidez. Seguro esa mirada les había costado una millonada a sus padres. 
Y a decidir verdad le sorprendía ver que el joven no poseía un automóvil propio, pues seguro que con esa cara y esa actitud no le costaría sacarselo a su padre. 
 
-Hasta mañana – dijo Sanji,  empujando al mayor, que en medio de tropezones salió sin gracia del taxi, quedando parado en la cera, mientras veía al muchacho cerrar de nuevo la puerta y al conductor retomar el camino. 
 
- Que chiquillo más extraño- dijo,  mientras sus dedos se dedicaban a buscar su teléfono en sus bolsillos. Y sintió su corazón pararse cuando estos solo sujetaron el aire, do de sé suponía estar el maldito aparato-¡ Mierda! Lo deje en el asiento – recordó como después de mandar el mensaje no lo regreso a su bolsillo- Seré idiota- golpeó con la palma de su mano, su frente con un sonido tronante. 
 
Mientras en el taxi, Sanji jugaba con el celular apagado, pasándolo entre sus manos y dedos, tentado en prenderlo y echar un vistazo. 
 
-¿A dónde lo llevó? – pregunto el taxista y solo eso lo hizo discernir de esa idea acosadora y metiche. 
 
-A la preparatoria East blue, por favor. 
 
-Eso esta al otro lado de la ciudad – se quejo el conductor con tono ácido.
 
-Pagare el precio justo, no se preocupe – dijo al monento que abría su cartera de piel - ¿Cuánto va a ser? 
 
-200 berris 
-¡¿Queeee…?! 
 
-Si te parece muy caro, puedes bajarte- dijo con una sonrisa malévola el hombre. 
 
-Está bien,  toma el maldito dinero, payaso de cuarta- empujo los billetes en la palma abierta del hombre, que grito ofendido por el insulto. Sanji sólo lo ignoro, mientras centraba  su atención a la ventana- “Y a ahora, ¿Cómo comprare el libro del profesor sin dinero?" – pensó con pesar,viendo al hombre de nariz roja y pelo azulado guardar en su cartera los últimos billetes de la semana. 
 

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