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Runner por Rising Sloth

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Notas del capitulo:

Sí, aquí está el tercero, soy rápida ahora con las actualizaciones porque sé que más adelante (quizás para el siguiente) no será posible, aviso xD

Capítulo 3. Extrañas disculpas

 

Salió por la puerta trasera del teatro, estiró los brazos hacia arriba inspirando por la nariz y los relajó expirando. Por fin era viernes. Sacó el móvil para mirar la hora. Todo correcto, en quince minutos se plantaría en el cine poco antes de la hora indicada.

–¡Zoro!

Le dio un repullo al oír esa voz, giró la cabeza a un lado. Ahí estaban. Como la vez anterior, Luffy y Usopp le saludaban; con ellos Nami y un tipo alto, con peligro de vigorexia y voz de pito que sólo podía ser Chopper; detrás, el coche de Law con un Law enfurruñado. El peliverde se reprimió una mueca y se obligó a acercarse a ellos.

–¿Qué hacéis otra vez aquí?

–No tienes remedio –le sonrió la chica en tono resignado–. Es viernes y llevo mi conjunto de "voy a darlo todo" –guiñó un ojo de manera sugerente–, ¿qué crees que vamos a hacer?

–¡A emporracharse, comer y bailar! –alzó el monito los puños al aire, de manera que casi agrede a sus dos flancos–. ¡Fiestaaa!

–Los demás nos están esperando donde siempre –comentó Usopp–. Tenemos que aprovechar el milagro que es que a Chopper le dejen salir.

–Kureha dice que últimamente pierdo mucho el tiempo –explicó entre pena y miedo tembloroso–. Si me paso no me dejará ir a ayudaros.

Zoro se rascó el cogote y rebufó.

–No sé si me apetece hoy.

–¿¡Qué, qué!? –Luffy se echó las manos a la cara en una interpretación de El Grito–. ¿Por qué? ¿Estás enfermo?

–No, pero sí que estoy un poco cansado.

–¡Pero eso se te pasa comiendo! O bebiendo, en tu caso.

–Tampoco creo que salir esta noche sea una buena idea. ¿Qué hay de la casa abandonada? Mañana tenemos que ir para allá.

–La casa está casi terminada –le informó la pelirroja–. Si mañana vamos un poco más tarde no importa. Al contrario que en el rodaje –amenazó en general–, ahí todos a primera hora, eh.

–¡Tienes que venir, Zoro! ¡Aprovecha que ahora tienes dos piernas!

–Eso es verdad –secundó Nami–. Con la actitud de puerco espín con la que has estado por lo de tu esguince ya te valdría que ahora no quisieses salir de fiesta.

–Yo no he estado como un puerco espín –se ofendió.

–Venga ya, si sólo había que oírte –se rió Usopp–. "Mimimí, no puedo hacer nada porque soy un tullido", "mimimí, como siga encerrado me pego un tiro", "mimimí, al que no me lleve a darme una noche de cogorza en cuando me quiten este grillete lo reviento".

Mientras los demás se reían por la imitación del narizotas, el peliverde se enrojecía con una cara de malhumor palpable.

–Bueno, ya está bien. Si os digo que no quiero es que no quiero. No tengo porqué daros más explicaciones. Adiós –y dio una contundente vuelta para irse.

–¡Espera, Zoro! –le llamó Luffy–. No te enfades. Oye, si estás tan cansado podemos llevarte a casa.

–No hace falta.

–Si nos pilla de camino.

–He dicho que me voy solo.

–¡Pero, Zoro...!

–Tiene una cita.

Las tranquilas e indiferentes palabras de Law cayeron cual guillotina. Todo el mundo giró la vista hacia él, incluido el peliverde que se había quedado blanco.

–Ha salido del teatro con una sonrisa de oreja a oreja –siguió– y lo primero que ha hecho es sacar el móvil para mirar la hora. Está claro que tiene que llegar a tiempo a algún sitio. Siendo viernes por la noche, dudo que sea por trabajo o similares y mucho menos que vaya tan contento.

Las miradas volvieron a girar.

–¿¡En seriooo!? –se emocionaron los cuatro a la vez.

–Oh, ¿quién es? –se adelantó Nami a preguntar–. ¿es un chico o una chica?

–¿Es del trabajo? –secundó Usopp.

–¿Es buena gente? –siguió Chopper–. ¿A qué dedica el tiempo libre?

–¿Es la persona que decías que te sacaba una vida de años?

Silencio. Los ojos de los presentes hicieron un último giro en su trayectoria, hacia Luffy, que sonreía con los dientes como si su pregunta no fuera más reveladora que las demás.

–¡No me saca una vida de años! –objetó el peliverde.

–Pero te saca más años que Cora a Law, tú mismo me lo dijiste.

–¡Yo no te dije tal cosa! –aunque posiblemente era cierta.

–Anda, anda. Así que un hombre o mujer mayor que tú –se recompuso la chica–. Qué callado te lo tenías.

–Con razón no nos lo querías decir –asintió el narizotas, después se tapó la boca y murmuró–. Sugar baby.

Se rieron a carcajadas. A Zoro le iba a estallar las mejillas del rubor y la vena de la frente de rabia.

–¡Iros a la mierda!

Esta vez sí que se volvió para no mirar atrás.

–¡Buena suerte!

–¡Que te lo pases bien!

–¡A ver cuando nos presentas!

–¡Mas te vale que por lo menos no sea un tieso!

–¡Que os den! –le gritó y sus zancadas se hicieron más grandes e indignadas.

Las carcajadas de los amigos se fueron difuminando conforme perdieron al peliverde entre el gentío.

–Es verdad que se le veía ilusionado –comentó Nami. Resopló–. A ver si su humor mejora lo suficiente como para que no le eche demasiadas cuentas a lo de la nueva operadora de cámara.

–Uff... –se llevó Usopp la mano a la frente–. Cierto, se ha ido la oportunidad de decírselo cuando cogiera el punto de copas.

–Pero Zoro es montador de vídeo –empezó a duda Chopper–. Quiero decir: que lo suyo no es la cámara, ¿no?

–Pero lo hace mejor que muchos y es demasiado orgulloso –se cruzó el narizotas de brazos–. No le va a sentar bien.

–Le dais demasiadas vueltas –intervino Luffy–. Zoro es un poco tonto, pero no es idiota. Lo entenderá y se le pasará.

–Tú por si acaso no le digas nada –le avisó ella–. Ya sabemos cómo es tu tacto de cromañón –le dio un capirotazo en la frente.

 

Diez minutos después...

A pesar de la inesperada aparición de sus amigos, llegó como había pensado, poco antes de la hora. Oteó su alrededor para buscarle y, al encontrarle, le dio un pequeño paro cardíaco.

Existían personas que al llevar ropa de deporte resultaban más elegante que con otro tipo de hechuras. Creyó que Mihawk era de ese tipo, por ello; aun sin dudar de que la ropa para salir a correr le quedaba mejor que bien; de ninguna manera esperaba que con ropa de calle lo fuera aún más, muchísimo más. Con su vista perdida en dirección contraria a donde estaba el peliverde, el mayor vestía unos pantalones negros, camisa y un abrigo largo; exento de gorra, obviamente, y con el pelo reluciente bien peinado. Parecía un modelo posando en una sesión fotos.

Zoro tragó y bajó la mirada hacia si mismo. Aparte de la chaqueta vaquera, aún llevaba la ropa del set de grabación: zapatillas, camiseta, y un pantalón ancho plagado de bolsillos, más apropiado para las trincheras de festivales de música que para una cita. Se le formó un mohín en la cara, tal vez debió llevar ropa para cambiarse.

Un momento, ¿y a mí que más me da? Se flageló por su incomodidad. No era la primera vez que salía con alguien que vestía mejor que él, Sanji, por ejemplo, también era elegante y eso nunca le había hecho examinar su propio armario. Observó de nuevo a al mayor, su mueca se remarcó; lo de Sanji tampoco era comparable a lo que tenía delante de sus narices. Resopló y adelantó sus pasos, dispuesto a hablar con él o a desintegrarse. Lo que mejor encartara.

Mihawk se volteó antes de que Zoro terminara de alzar la mano y la voz para llamarle.

–Buenas noches –le dijo amable con una media sonrisa.

–Hola –respondió el joven–. ¿Llevas aquí mucho rato?

–Descuida. Me ha dado tiempo a pasarme por la taquilla –tomó la cartera del bolsillo interior de su abrigo y sacó dos entradas. Ofreció una al joven–, tenemos tiempo, pero podemos ir entrando.

–Vale –recogió el ticket–, ¿cuánto te debo?

–Nada, invito yo. Me estás haciendo un favor, después de todo.

Había poca gente en la sala, lo normal siendo final de semana y a esa hora, por lo que el ambiente se hizo bastante íntimo. Eso logró que Zoro estuviese más tenso. Tuvo que hacer algunos esfuerzo para centrarse en el película; no porque fuese mala o aburrida, aunque bastante introspectiva para su gusto, sino por su acompañante.

Debería haber dicho que quería palomitas o algo, se lamentó. A pesar de la cercanía, era incapaz de interactuar con él, como si alguien hubiese colocado un muro de cristal entre los dos. Había que joderse, con otra persona no hubiese tardado ni diez minutos en llevar el brazo por su hombro, pero con Mihawk habían pasado como tres cuartos de hora de largometraje y ni siquiera se había sucedido un roce tonto con el codo.

–¿Estás bien? –el mayor traspasó el muro imaginario y le susurró al oído. Su brazo estaba apoyado en el del peliverde.

En unas milésimas que se hicieron eternas, el joven sintió como su espalda recibía una descarga, sus pulmones se paraban en seco y su pulsaciones cogían carrerilla. Giró el rostro hacía Mihawk mientras se ordenaba así mismo no enrojecerse. Sus caras estaban muy juntas.

–Claro –pudo decir de manera natural y confiada–. Pensabas que no entendería la película y me echaría la siesta, ¿o qué?

–Temía que te resultara algo tediosa –confesó–. El libro lo era en más de una ocasión.

–Admito que no es mi estilo, pero tampoco es para que salga corriendo.

Mihawk rió entre dientes su ocurrencia, asintió y recuperó su anterior postura. El muro volvió y Zoro se permitió respirar. Algo tenía ese hombre que no era normal.

 

Una hora después...

–Bueno, pues se acabó –suspiró el joven masajeándose el cuello una vez salieron de la sala de cine.

–Si quieres, la próxima vez puedes elegir tú la película.

A lo mejor había oído un poco regular, pero creyó entender que Mihawk, con un deje de disculpa, había pronunciado "la próxima vez".

–Eh, no estaba tan mal. Era entretenida. Tenía su historia, sus personajes, más o menos iba bien montada. Aunque habría que denunciarles por publicidad engañosa –señaló el cartel de la película donde una sonriente mujer rubia atendía a algo fuera de plano–. Ponen a Victoria Cindry como si fuera la protagonista y ni sale tres minutos.

El mayor volvió a sonreír, agradecido quizás de que no le acribillara por meterle en una película somnolienta.

–¿Te apetece ir a cenar algo?

–Vale, hay un sitio bueno y barato por aquí. Está casi al salir.

–Donde quieras –dijo y siguió al peliverde–. No conozco bien esta zona, así que tú eres el guía.

–¿Nunca habías venido a este cine? –el otro negó con la cabeza–. Ahora que lo dices, es verdad que lo conoce poca gente.

–¿Cómo llegaste a encontrarlo?

–Por mi hermana, antes trabajaba aquí.

Se sentaron en una de las mesas de un pequeño local que formaba parte de una franquicia de restaurantes especializados en bocadillos de todo tipo. Fue en ese momento donde se hizo más espacio para el tonteo, puesto que no venían camarero a hacerte el pedido sino que, con una ficha previamente colocada para clientes, tenías que marcar lo que querías. Entre pases de bolígrafo con roces de mano, equivocaciones entre la carta y lo que apuntaban, comentarios sobre lo que le gustaba a cada uno, terminaron la comanda.

–Deja que pague yo –se levantó Zoro para llevarla a la barra–. Así vamos medias.

Al corto rato, brindaron con sus cervezas e iniciaron la cena y el debate sobre la película. Zoro descubrió que, si bien Mihawk no tenía mucha idea sobre cine, sabía bastante de lo que era la estructura de una historia y los recursos para darle un tono y ritmo determinado.

–No sé si puedo decir que ha sido una buena adaptación –comentó el mayor con un deje frustrado–. Tanto por tu punto de vista como por el mío parece que está todo correcto, pero... –chistó sin terminar la frase–. Creo que la película se me queda un poco coja.

–¿No serán prejuicios? Ya sabes, del tipo "el libro siempre es mejor que la peli".

–Un libro siempre tiene más detalles, más facetas –reconoció–. En este caso, por ejemplo, la protagonista tenía reflexiones consigo misma muy interesantes.

–Serían interesantes, pero en cine las historias avanzan mejor cuando esas reflexiones se hacen a través de tipos de planos, movimiento de cámara o encuadres, por no hablar de la interpretación del actor de turno. Aunque si se quiere un calco del libro siempre está la facilona y horrible voz en off.

–¿Qué quieres decir?

–Imagina un tío que le gusta vestirse de mujer pero tiene que guardar las formas. Para mostrar bien ese conflicto tendrían que rodarse varias escenas o en una muy currada: planos detalles por un lado, metáforas visuales por otro, planos inclinados para demostrar inseguridad... Con voz en off sería más bien: "otro día más, Pepe se levantó sabiendo que es un travesti" y tiras para adelante con la historia.

–Desde luego no sería buena película –entendió divertido antes de dar un trago a su cerveza.

Era elegante, amable, inteligente y culto, a la vez algo estricto y arrogante. No había conocido a nadie a sí. Empezó a gustarle de verdad.

 

Después de que los echaran del restaurante porque tenían que cerrar...

Salieron del local, riéndose cada uno a su manera por cualquier tontería. Analizaron la aglomeración, todavía era pronto y entre el gentío se destacaba que el aura de fiesta no había hecho más que comenzar. Se miraron.

–¿Tenías planes de ir a algún lado? –le preguntó el mayor.

–¿Hum? ¿de juerga, dices? Mis amigos han salido, pero yo ya les dije que iba por mi cuenta.

–Entenderé si quieres reunirte con ellos, conmigo ya has cumplido.

Zoro se encogió de hombros.

–Puedo salir con ellos cualquier otro día –sonrió, entonces, suspicaz y más envalentonado después de las cervezas que se había tomado–. Seguro que tienes algo mejor que ofrecerme.

Mihawk mostró un gesto bastante entretenido.

–Conozco de un sitio donde sirven buenas copas. Ron, vino... Está lejos para ir andando. Para mí no es un problema, he aparcado el coche por aquí cerca, pero a lo mejor te parece demasiado lioso.

–A mí una buenas copas nunca me parecen liosas.

Ambos dejaron escapar otra risa.

–Está bien, iré a por el coche y...

–¿Zoro?

El joven se giró al escuchar su nombre proclamado por una voz femenina. Encontró una chica, de melena verdosa como la suya y algo enmarañada.

–Monet, ¿qué haces aquí?

–Eso debería preguntarte yo, ¿cómo que no estás con todos tus amiguitos un viernes por la noche?

–Ni que fuéramos un rebaño de borregos.

–Ah, ¿no? –bromeó de manera corrosiva y apoyó insinuante la mano en el hombro del chico–. Oye, ya que estás, vente a mi casa y repetimos lo de la otra vez. Hecho en falta pasármelo tan bien con el "animal salvaje".

–Tengo planes.

–Y no estoy invitada.

–No.

–Que crueldad por tu parte –se lamentó y alcanzó la mejilla del peliverde para besarla–. Llámame cuando cambies de opinión.

Se fue, Zoro respiró, se volvió para continuar su conversación con Mihawk. Sin embargo, antes de decir nada, su cuerpo se puso alerta. Algo había cambiado en el mayor, que observaba por donde se había ido Monet con el ceño fruncido. Sus pupilas emanaban rabia helada.

–¿Te ocurre algo? –preguntó con cautela.

Durante más que un par de segundos Mihawk se dedicó a atravesarle con la mirada.

–Dime tu dirección, te llevaré a casa.

–¿Qué? Pero... las copas...

–He cambiado de opinión.

Zoro se quedó a cuadros. Luego entrecerró los ojos, sin entender a qué venía eso. Apartó el rostro a un lado.

–En la Calle Merry.

A partir de ahí les secuestró un silencio desagradable, pesado, como una fosa de cadáveres a la espalda.

–No entiendo por qué te pones así –le dijo el joven una vez en el coche.

Mihawk se dio su tiempo para contestar.

–¿Has estado con esa chica?

–Sí, una vez y no más. Es una harpía. ¿Qué más te da? –no recibió respuesta, pero él se imaginaba cual era y le ardía cual ponzoña en la garganta–. ¿Te molesta que haya estado con una mujer?

Le vio apretar el volante, aun así el mayor siguió sin abrir la boca. Zoro desvió su atención a la ventanilla, se mordió los labios para aguantarse los calificativos degradantes, no hacia Mihawk, sino hacia sí mismo.

Otra vez, se dijo, no puedo creer que me esté pasando esto otra vez. Era lo mismo que con Sanji, daba igual lo abierto de mentes que dijeran ser, al final el peliverde acababa bajo los mismos reproches. Se rió de sí mismo, ahora entendía por qué Mihawk le había intimidado tanto; sus heridas de la antigua relación con el rubio no habían sanado, le habían dejado temeroso, y sus temores se habían confirmado.

El coche se detuvo justo delante de su portal, cuando el silencio no podía ser más asfixiante. Se mantuvieron quietos y callados unos instantes, sin saber si había esperanza de arreglar algo o, por el contrario, si hacer algo equivaldría a la destrucción.

–Gracias por traerme.

No esperó contestación, salió del vehículo y tras un portazo caminó los cuatro pasos hasta la entrada del edificio. Sacó las llaves, del cabreo le costó atinar cual era la indicada. En el tercer intento oyó su voz detrás suya.

–Zoro.

El joven se volvió extrañado de esa recuperada suavidad. Mihawk inspiró profundo y resopló por la nariz.

–Discúlpame, no tenía por qué comportarme como lo he hecho. Debí haberme imaginado cuales eran tus gustos.

–Ya. Sigo sin entender por qué te molesta tanto.

El mayor retrasó su respuesta. Parecía hacer un gran esfuerzo en cada palabra:

–Creí que habías aceptado acompañarme hoy por otros motivos. Creí que yo te intere... –negó con la cabeza, agobiado–. Ahora sé que solo has sido amable. Acepta mis disculpas, no volveré a molestarte.

Mihawk le dio la espalda. El tiempo se ralentizó mientras los párpados del peliverde se abrían con estupefacción. ¿Qué había sido esa última declaración? Era como si hubiese entendido que el joven era heterosexual. Pero eso no era posible, los heterosexuales no aceptan una cita como la acababan de tener con otro hombre. Cine, cena, copas; las connotaciones estaban claras. No era posible que hubiese entendido que no le gustaba por ser hombre. ¿O sí?

–Mihawk –el mayor se detuvo y le miró–. A mí me gustan las mujeres. Pero... también me gustan los hombres –tenía que intentarlo–. No he quedado contigo sólo por ser amable. De hecho, soy la persona más poco amable que te puedan tirar a la cara.

Calló, contuvo el aliento y sacó fuerzas de flaqueza para mantenerle la mirada. Vio un brillo en esos ojos dorados. De repente, el mayor parecía que le había permitido respirar mejor, que una cadena se había soltado. Cuando quiso darse cuenta, Mihawk había rebasado la distancia con él, rodeó su cintura con un brazo, tomó su cara y, tras un segundo de incertidumbre, le besó en los labios.

Zoro, recuperado de aquel repentino asalto, abrazó su cuello, sintió como su cadena también se rompía y se dejaba llevar por lo que había querido hacer desde que le vio en la puerta de del cine. Recibió su sabor, su olor, el calor y la consistencia de su cuerpo. Podía morirse allí mismo.

La falta de aire les hizo separar sus bocas. Entre jadeos se observaron, el mayor dio un último beso en la comisura de los labios del joven. Zoro le sonrió y junto frente con frente.

Sin embargo, Mihawk no correspondió. Si razón alguna, se puso pálido, su rostro fue enmarcado por un grave halo de preocupación.

–Lo siento.

Se separó del peliverde, evitó el contacto visual, y le dio la espalda para alejarse con zancadas pronunciadas. Antes de que Zoro pudiese decir o preguntar nada, su coche se marchó sobrepasando la velocidad.

 

Continuará...

Notas finales:

Me he sentido bastante rara con este capítulo, lo más posible porque creo que es la primera vez que escribo un MiZo y su relación empieza por una sencilla y normal cita xD


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