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Runner por Rising Sloth

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Notas del capitulo:

Y aquí está el capitulo 8, el título es una canción de Florence + Machine, no tiene que ver directamente con la trama de este episodio en concreto pero sí está bastante relacionada (o por lo menos la escuché varias veces mientras escribía).

En fin, que lo disfrutéis.

Capítulo 8. Shake It Out

 

Tras su mudanza, tardó mucho tiempo en querer salir a correr. Veía el mar desde la ventana y le daba aprensión. Él prefería el Parque Shabondy; los árboles le daban más oxígeno, le turbaban menos, y podía elegir el camino que quisiera en el laberinto que era aquella foresta.

Por fin, una mañana se vistió con su ropa deportiva y salió al paseo marítimo. Como temió, al principio fue frustrante: a un lado la carretera, al otro el mar; nada tenía que ver con el silencio de las arboledas; la humedad le presionaba los pulmones con acritud y la línea recta de aquel camino acrecentaba su pataleta de crío.

Poco a poco se fue calmando, el ejercicio evaporó el miasma de su cuerpo, el sol del amanecer tocó su hombro izquierdo de una manera desacostumbrada. Comenzó a pensar que no era tan desagradable y disfrutó un pequeño confort; empezó a fijarse en las personas que se cruzaban en su camino: corredores, ciclistas, ancianos, niños que se dirigían al colegio... Y entre todos ellos apareció él.

Se trataba de un joven de cabello verde, zapatillas reventadas del uso y unos auriculares, en ese momento naranjas, que salían de su sudadera hasta sus orejas, una de ellas adornadas con tres pendientes dorados. Era llamativo, por eso le prestó atención, como había hecho en el pasado con otros hombres. Tan sólo llamó su atención.

 

Tres meses y dos semanas después...

 

Nunca creyó que podría adorar tanto el cuerpo de un hombre. Se embriagaba al verlo, oírlo, tocarlo, olerlo y saborearlo. El recuerdo de haber pensado alguna vez que aquello, que el peliverde, no era para él se le hacía más falso, blasfemo. Posiblemente, era la primera vez que disfrutaba tanto con alguien.

–No puedes imaginarte lo bien que sabes.

–Deja de hacerme la pelota. Ya me tienes en la cama.

Hacía rato que Ace y Marco les había dejado solos. En ese tiempo había resuelto algunos asuntos entre ellos y ahora jugaban el uno con el otro. Mihawk alcanzó el brazo de Zoro cuando este intentó salir de la cama, tiró de él y atacó su boca. Ya no se resistía, el joven no estaba tenso ni a la defensiva, le recibía pleno, sumiso.

Aunque la palabra "sumiso" le quedaba un poco desentonada; por un lado, por tratase precisamente del peliverde, por otro porque Zoro era un sumiso bastante inusual. Se mostraba complaciente, deseoso, dispuesto a lo que quiera que Mihawk tuviese en mente, cualquier cosa que le pidiera; a la vez, su mirada y su sonrisa eran jactanciosas, retadoras, como si pensara que el mayor tenía el control de la situación únicamente porque el joven lo permitían. La sensación era la de estar acostándose con un tigre al que se le podían cruzar los cables en cualquier momento y decapitarle de un zarpazo por diversión; sin duda, eso lo encendió aún más.

Quizás por ello no se dio cuenta de lo que estaba haciendo el peliverde; de que no era un juego y que en realidad no habían arreglado nada. Zoro ya no se resistía ni se mostraba tenso porque le había cedido todo el control a Mihawk, mientras se sometía como si no valiera más que un trapo roto.

 

En ese mismo fin de semana, el domingo por la tarde...

 

Zoro regresó a su propio apartamento. Se le hizo extraño encontrarse ahí, puede que fuese el silencio, ¿había salido Luffy a algún lado? O, también, puede que fuese el que hubiera estado desde el viernes en casa de Mihawk. Le daba un poco de vergüenza haberse apalancado tanto, pero a la vez...

Se le formó media sonrisa en el rostro conforme se dirigía a la cocina. No habían hecho nada especial; se habían limitado a estar juntos, Mihawk, el gato y él; aun así, se le había hecho muy agradable. Quitando la pequeña anécdota en la que la mascota de su pareja se tiró a dormir la siesta en su cara y casi lo asfixia, pero en fin.

Sacó de la nevera una lata de cerveza. Dio cuatro tragos seguidos y exhaló de gusto. Se sentó en la silla y, con la frente apoyada en los azulejos de la pared, cerró los ojos. De verdad que hacía mucho tiempo que no se sentía tan bien estando con alguien. Encima todo un fin de semana, él daba por su puesto que el sábado por la mañana estaría dándole la patada. Aunque...

Abrió los ojos. Mihawk había estado muy raro esa mañana de domingo, sobre todo cuando salieron a comer. Era como si algo le cohibiera, se distraía en sí mismo y a veces respondía un poco seco. O tal vez eran imaginaciones suyas.

–Ejem, ejem.

Giró la mirada hacia el vano de la cocina y encontró a Luffy.

–Ya estás aquí, ¿eh? –dijo en un claro reproche–. ¿Te lo has pasado bien?

–Supongo... Oye, ¿te ocurre algo?

–¿Tu sabrás? –de brazos cruzados, alzó la barbilla a un lado, con suma indignación.

–...

–¡Ace conoció al Carapájaro!

–¿Qué?

–¡Sí! Hablamos ayer por teléfono, me dijo que tuvisteis una cita doble.

–Fue casualidad, no estaba en mis planes presentarlo todavía.

–Yo también tengo un novio, ¿sabes? Nosotros también podemos tener otra cita doble.

–¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?

–Sí, pero no me lo he creído. Así que, ¿cuándo quedamos? –mostró su ilusionada e irritante sonrisa–. ¿El fin de semana que viene? ¡Genial! ¡Podemos ir al parque de atracciones! ¡Torao! –dio una voz que atravesó el pasillo, el salón y llegó hasta la habitación del monito donde Law seguía durmiendo la siesta–. ¿¡Quieres ir al parque de atracciones el sábado!? ¿Sí? ¡Estupendo!

Le alzó el pulgar a Zoro con los ojos iluminados. Al peliverde le quedó claro que lo único que quería Luffy era ir al parque de atracciones, lo demás le daba igual.

–Espera un momento, no puedo decirle de repente que tenemos una cita doble.

–¿Por qué no?

–Pues porque apenas termina nuestra primera semana como pareja.

–La siguiente ya serán dos.

–No seas pesado. Sería incómodo.

–Más que incómodo, diría yo –entró Law en la cocina, despeinado, con las ojeras más marcadas que de costumbre, los tatuajes de su torso al descubierto. Fue directo a servirse un café–. Ace ya nos dijo que es algo hetero y algo divorciado. Todo un partidazo, enhorabuena al señor Roronoa.

–Cállate.

–¿Pero qué pasa? –insistió el monito–. A los heteros divorciados no les gustan los parques de atracciones, ¿o qué?

–Esos sitios suelen excederse en colapsos de familias con niños, cosa que a los divorciados no les suele gustar. A mí tampoco, por cierto.

–Eso es porque eres un triste, Torao.

Mientras ellos discutían por quién era triste y quién era un niñato, Zoro resopló. Conocía lo suficiente a su amigo para saber que sí o sí iban a ir al parque de atracciones. Lo único que podía hacer era invitar a alguien más para que no fuese esa cita doble. Pensó en Franky o Brook, más de la quinta de Mihawk, pero eso dos eran tan excéntricos que, sumado a Luffy, capaces eran de espantarle para siempre. Se le ocurrió Robin, pero si bien era de las más civilizadas y adultas del grupo, sus comentarios eran los más inapropiados en varios kilómetros a la redonda.

–Está bien, iremos. Pero me niego a que sea una quedada de parejas. Que venga Nami o Vivi.

–¡O las dos!

–O las dos...

 

Un rato más tarde...

 

El contestador sonó tres veces antes de que descolgara.

–¿Diga? ¿Zoro?

–Mihawk, hola. ¿Qué tal?

–Bien, pero me sorprende que te atrevas a llamarme tan pronto –admitió divertido–. ¿Tanto me echas de menos que te has tenido que tragar tu orgullo de chico malo indiferente?

–Claro que no –se enrojeció–. Mira, Ace les ha dicho a unos amigos que tuvimos una cita doble.

–Eso no fue una cita doble, fue una casualidad.

–Lo sé. El caso es que quieren conocerte. No todos a la vez, sólo un par. El próximo fin de semana, en... en el parque de atracciones.

El silencio que emanó desde el otro lado de la línea se prolongó más de lo que le hubiese gustado.

–Tengo una comida importante ese día. Pero podría ir después. Si te parece bien.

–¿En serio? Sí, sí, estupendo. Entonces nos vemos el sábado, ¿no?

–¿O prefieres que tú y yo nos veamos antes? Tal vez el miércoles.

Ahora el que guardó silencio es el joven, y a continuación, le salió una risa entre dientes.

–Me parece que el que echa de menos a alguien eres tú a mí.

–Lo hago por el gato. No deja de mirar tu taza del desayuno de esta mañana, ni me deja recogerla.

 

Una semana más tarde...

 

Ahí estaban, a las cinco y cinco de la tarde, cinco jóvenes delante de la entrada del parque de atracciones a la espera del novio de uno de estos.

–El Carapájaro se retrasa.

–Deja de llamarle así. Su nombre es Mihawk, te lo he dicho veinte veces, hoy.

–Ah, sí. Es complicado.

–Luffy, déjale tranquilo –intervino Nami, con algo de malicia dio dos palmaditas en el pecho del peliverde–. ¿No ves que está nervioso?

–Yo no estoy nervioso.

–Te convendría estarlo –le recomendó Law–. Yo a penas llego a los veintiséis y esta quedada se me hace de niños de parvulario. Si fuera él no vendría.

–Pues yo voy a seguir viniendo aunque tenga sesenta, Torao.

–Conmigo no.

–¡JAJAJAJA! –se rió a la vez que le propinaba manotazos en la espalda–. Me encanta cuando me haces esas bromas, las dices tan serio que casi me las creo.

El peliverde puso los ojos en blanco. La última vez que quedaron avisó a Mihawk de lo que suponía conocer a Luffy; como por ejemplo que se olvidara de su nombre propio; pero a esas alturas no sabía sí bastaba con la advertencia.

–Zoro –alzó alguien la voz a su espalda.

Hacía su tiempo que el joven se había hecho a la idea de que su novio vestía como un modelo de revista allá donde fuera; en una cena elegante, en ropa deportiva para correr por la playa, en su casa con o sin pijama... Comprendía que era parte de su esencia, no obstante, cuando el joven se giró, de poco no se atraganta. Para empezar, era la primera vez que lo veía en vaqueros, después, su camiseta tenía un discreto, pero seductor, cuello de pico que permitía ver un poco de sus clavículas y, para rematar, ya no hacía tanto frío así que la había sustituido su gabardina negra por una chaqueta beige.

–Disculpa por el retraso, me ha costado escapar de esa comida.

–Ah, no, es igual, nosotros también acabamos de llegar.

Se volvió de nuevo hacia sus amigos, con sobresalto vio que todos se había quedado con cara de búhos. Sólo Vivi, hija de diplomáticos y acostumbrada por su trabajo de actriz a estar rodeada de otros actores que tenían la belleza por tenerla, reaccionó en la medida de lo normal.

–Encantada, soy Vivi –le tendió una mano que Mihawk tomó con derroche de educación–. Estábamos deseando conocerte.

–Por supuesto –la imitó la pelirroja–. Te habrás dado cuenta de lo reservado que es Zoro, hasta hemos tenido que adivinar si eras un hombre una mujer. Por cierto, soy Nami, encantada también.

–Igualmente.

Con Law también se dio un apretón de manos, pero sin florituras ni más palabras que un "soy Law" y "Yo Mihawk". En cuanto a Luffy, el monito lo analizó de arriba a abajo unos incómodos sesenta segundos. Luego sonrió.

–Pues más que pájaro a mí me parece un vampiro. ¡Qué gracia! –y se rió, los demás dejaron la cara en un rictus–. ¡Entremos ya! Si seguimos más aquí nos van a cerrar el parque. ¡Venga!

Tomó la mano de Law e, ignorando las quejas de éste, lo arrastró raudo al interior del recinto. Las chicas también se adelantaron, la pelirroja con resignación a la paciencia que iba a gastar esa tarde mientras la peliazul le aportaba algo de optimismo. Por su lado, Mihawk y Zoro se quedaron con los ojos puestos en el otro, un poco achantados. Era evidente que la situación se les hacía rara por más de un motivo. Al final, decidieron que era mejor no decir nada, se sonrieron y siguieron a los demás.

Luffy, una vez dentro, tiró de todos, de Law literalmente, y los guió por las atracciones que se le ocurrían.

–¡Los coches de choque! ¡Vamos, Zoro! ¡Formemos equipo cómo la última vez!

–Yo no sé...

–¿Tanto temes que alguien te vea perder contra un par de chicas? –le pinchó Nami–. Y yo que pensaba hacerlo interesante, pero si tanto apuro te da mejor lo dejamos.

Al peliverde se le hinchó una vena de la frente. A los pocos minutos estaban metidos en uno de esos coches; Luffy y Zoro en uno, Nami y Vivi en otro; ganaba la pareja que estrellara a la otra contra el borde tres veces. El premio consistía en la invitación a una merienda gratis. Por su parte, Mihawk se había quedado con Law, fuera de la atracción, observando a sus niñerías.

–A ellos nada más se les ocurre apostar –dijo el aspirante a cardiólogo–, Luffy es un peligro al volante y Zoro confunde la izquierda con la derecha, de poco no tiene el carnet.

–¿Tiene el carnet de conducir? –preguntó muy sorprendido puesto que el mismo había captado que el peliverde carecía de orientación. Se lo imaginaba en el examen tomando una dirección prohibida tras otra.

–¿No te lo ha dicho? Bueno, supongo que es normal, ya has oído a Nami, es muy reservado, más aún desde que rompió con Sanji.

Mihawk reconoció ese nombre, le turbó, pero se abstuvo a preguntar nada más.

Al final ganaron las chicas y fueron a por la siguiente atracción, Luffy les hizo el tour casi completo de medio parque, sin opción a sugerencias de otra ruta, aunque si con sugerencias propias de un director de cine:

–Qué cantidad de cosas podríamos rodar en este sitio. ¿Verdad que sí, Zoro? Imagina una escena de apocalipsis zombi aquí.

–Estaría bien, pero necesitaríamos demasiados planos para grabarlos a todos los extras.

–Ya... Necesitaríamos un dron.

–Sí, un dron estaría bien.

–¡Nami! ¡Para la próxima busca un dron!

–¿Pero que os habéis creído vosotros dos? ¿Qué soy una máquina expendedora de lo que os salga de las narices? Además, la escena de los zombis en un parque de atracciones ya está hecha.

–Buah, es verdad, siempre se nos adelantan con las mejores ideas. ¡Oh! ¡Esperad! ¿Y qué tal el ataque de una ballena intergaláctica? ¡No, mejor mitad ballena intergaláctica mitad dragón!

–¿Qué?

Zoro, por su parte, se le revolvían las tripas cada vez que prestaba mínima atención en Mihawk, algo que hacía constante. Si bien agradeció más la presencia de Law que de Nami y Vivi; el ojeroso era tan reacio a esos sitios como parecía que era Mihawk, se hacían compañía el uno al otro excepto cuando Luffy impedía que su novio se escaqueara de alguna atracción; el mayor iba casi por su cuenta. Mientras ellos se divertían, él, precavido, sacaba un libro y esperaba a que terminaran. Era como un padre o profesor que había llevado a un grupo de niños de excursión y hacía lo que podía para aguantar y aburrirse lo menos posible.

–Oye, Zoro –se le acercó Luffy–. Le pasa algo a tu novio, no se sube a ninguna atracción con nosotros. ¿Tendrá algún problema?

–Sí, que a ti no se te ocurrió otro sitio más adecuado para conocerle.

–¿Estás enfadado?

–No, estoy incómodo. Creo que deberíamos marcharnos.

–Espera –le detuvo Nami–. Vamos a una atracción más, que él venga con nosotros.

–No va a querer.

–Intentémoslo. Poco hay que perder, además, será como un paseo.

–¿Paseo?

Así era, un paseo por la casa del terror. Zoro no supo si Luffy se emocionó más de lo normal o si estaba adquiriendo una desconocida capacidad para sobreactuar, pero su entusiasmo se escuchó hasta más allá de los límites del parque. A parte, fue muy poco discreto cuando señaló a Mihawk con el dedo y le dijo "y tú también te vienes con nosotros o mi amigo corta contigo". Después saltó sobre los hombros de Law para que éste le llevara a caballito.

–Oye –le dijo el peliverde al mayor mientras el resto tomaba sitio en la cola–, las casas del terror tampoco son algo que necesite para vivir, podemos pasar si quieres.

–He llegado hasta aquí –le sonrió–, no me subestimes.

En cuanto traspasaron las puertas de la tétrica mansión, la situación rozó el colmo de lo absurdo. De primeras, Luffy no tuvo otra cosa que hacer que meter un zombi de nuevo en su tumba; de segundas, Nami era la doncella en apuros más rara de la historia, puesto que gritaba como tal, pero arreaba puñetazo y patadas dignas de un irreductible galo.

–¡Ah! –gritó la pelirroja–. ¡Ratas! ¡Ratas en mis pies! –se abrazó con fuerza a su amiga.

–Tranquila, tranquila –la consoló Vivi–. Es un truco con corrientes de aire, no pasa nada.

–Debería aprender a controlarse –espetó Zoro sólo para Mihawk; ambos se estaban quedando más atrás del grupo–. Si tuviera un espíritu más fuerte no te asustarías tanto.

Dijo eso con una confianza insultante, sin embargo, eso no le salvó. Alguien le dio dos toquecitos en la espalda. Al virar, esperando un monstruo de serie B cualquiera, se topó con una extraña bestia mitad zombie, mitad osito de peluche. Varios traumas infantiles acribillaron su cabeza al instante.

–¡Aaah!

Y acabó de espaldas y culo sobre un montón de tumbas. Una risa aguda e infantil salió del tétrico disfraz. El oso se quitó la cabeza y bajo ésta apareció la de una joven de pelo rosado.

–No puedo creer que sigas picando como un niño –se burló.

–Pe...Perona. ¿Qué mierda...? –alzó la mano y tomó la de Mihawk que le ayudó a levantarse.

–Trabajo aquí. Es sudoroso y con poca clase, pero el ambiente es romántico y el disfraz que llevo es de lo más encantador –se le enrojecieron las mejillas con empalagosidad–. Y no me queda otra, ya que a mí no me dejan ser una mantenida con más cara que espalda.

–Eh, que yo trabajo.

–Ese curro a penas te da para el alquiler que llevas a medias con tu amigo, y lo sabes. ¿Y tú que haces aquí? ¿Has venido solo?

–Eh... –oteó su alrededor–. Luffy y los demás se han adelantado.

Perona se dio cuenta de que Zoro acaba de hablar en plural. Se fijó entonces en el hombre tan guapo que había a su lado y que había tomado por un transeúnte ajeno al joven. Ató cabos rápidamente, cada vez más abrumada, miró a uno y a otro, a otro y a uno, así varias veces hasta que no cupo en sí misma.

–¡Un amor prohibido! –exclamó extasiada.

–¡Deja de decir tonterías! –se le encendió la cara–. ¡Que lo que hacemos es legal!

–Por muy poco, pero no te preocupes, estoy de tu parte. ¿Y tú cómo te llamas? –le preguntó al mayor.

–Mihawk. Encan...

–Vaya, ¿y te han gustado siempre de la edad de mi hermano pequeño o él es tan especial que te atreves a luchar contra lo que piense el mundo?

El esfuerzo que había hecho Mihawk durante toda la tarde para que su incomodidad no aflorase se estaba derrumbando a cachos, y lo que era peor, con un aura de fastidio indigerible. Al mismo tiempo, Zoro se puso tan pálido que parecía una fantasma más de la casa encantada; le entraron unas ganas terribles de tirarse al suelo y pedir perdón por haber nacido, pero que parase eso ya.

–¡Vámonos! –empujó al otro por los hombros–. ¡Vámonos ahora!

–¿Qué? –se quejó ella–. ¿Me vas a dejar así? ¡Estaba a punto de contarle cuando te perdías para ir al baño por la noche y me pedías que te acompañase!

–¡Pasó hace dieciocho años! ¡Yo tenía tres! ¡Deja de contarlo!

De alguna manera salieron de esa atracción de pesadilla, pero con la sensación que algo de ellos se había quedado atrás.

–Menuda cara tenéis –se percató Luffy–. Sí que os asustan las casas encantadas. Habernos avisado, que tampoco pasaba nada.

Nami y Vivi se percataron de que el panorama no pintaba bien y entre ambas sugirieron un receso para la merienda que le debían los dos amigos; esté último detalle lo apuntó la pelirroja. Los seis se dirigieron a una cafetería-heladería-crepería que había dentro del parque y se sentaron alrededor de una de las mesas de la terraza. Fue una buena idea, porque resultó el primer momento en que ambos se pudieron relajar allí dentro, cosa que dio a los demás cierta confianza para interactuar con Mihawk.

–Voy a hacer la pregunta del millón –anunció Nami con su crepe por delante–. ¿Cómo os conocisteis?

–En el paseo marítimo –respondió el mayor luego de una pausa en la que sorbió su café–. Coincidíamos por las mañanas cuando salíamos a correr.

–¿Coincidíais?

–Sí, ahora voy al Parque Shabondy.

–¿Por qué?

–Porque era donde iba antes y le gusta más –le cortó Zoro a la pelirroja–. ¿Qué más te da?

–Eres un borde, sólo me preguntaba por qué no salíais a correr juntos.

Buena pregunta, tan buena que nadie la respondió.

–Es bueno que por fin te hayamos conocido –intervino la peliazul–. No solo Zoro no nos ha contado nada, tampoco nos ha enseñado una foto tuya, hasta hace un momento sólo podíamos imaginarnos como eras.

–Yo me lo imaginaba gordo y calvo –comentó Luffy con la boca manchada por el castillo de helado que se había pedido–. Y con nariz de pájaro. Oye, Torao, este helado está buenisimimo, ¿quieres?

Law, de una manera bastante natural que pilló desprevenido a Mihawk, comió de la cuchara de Luffy sin queja alguna; asintió con un gesto de aprobación y aprovechó para besar a su joven pareja, primero en la mejilla y luego en los labios.

–Pero Vivi tiene razón –retomó Nami la conversación–. Mira que ni siquiera enseñarnos una foto.

–Será porque no la tengo.

Se hizo otro silencio, esta vez por parte de los cuatro amigos, incluso Law se sorprendió.

–¿Todavía no tenéis una foto? ¿Ni siquiera juntos?

El peliverde apartó la mirada, aún más incómodo si cabía la posibilidad, Mihawk dio otro trago a su café.

–Eso no puede ser. Zoro, dame tú móvil.

–Usa el tuyo.

–¿De verdad quieres que el mío sea el que haga y tenga vuestra primera foto? Recuerda que yo no hago ni doy nada gratis.

Acompañado de un gruñido, el peliverde le dio el móvil a la usurera de su amiga. Ella alzó el aparato y encuadró a la pareja.

–Si os acercáis un poco más al otro a lo mejor no parece que os estéis haciendo una foto de instituto de monjas.

A regañadientes, acercaron un buen tramo sus sillas. Se oyó el clic que imitaba los objetivos de las cámaras homologadas.

–Vaya foto más aburrida –opinó el monito–. Ni parecéis novios. Daos un beso o algo.

–Luffy, comete el helado y calla –le amenazó con una voz arrastrada.

–No, es verdad –dijo de nuevo Nami–. Tampoco hace falta que os morreéis, pero estáis de lo más estoicos. Mihawk, ¿por qué no pasas tu brazo por el hombro de Zoro? ¿O prefieres al revés?

El peliverde le miró de reojo, estaba tan rígido que parecía a punto de transformarse en piedra. Aun así, mientras el joven se contenía para no tragar saliva, el mayor hizo lo que la pelirroja le decía. El segundo clic tardó una eternidad en pronunciarse.

–Ya está –le devolvió el móvil al peliverde, que con un resoplo contenido lo guardó sin interés alguno en ninguna de las dos fotos.

Terminaron de comer y siguieron su improvisado camino por el parque. La barriga llena de Luffy le había parado un poco los pies porque ahora no iba como un toro a lo que se le ponía por delante; incluso dio la posibilidad de que otra persona escogiera donde se montaban esta vez.

–Mirad –señaló Vivi–, es la noria. Me encantaría subir y ver las vistas.

–Por mi perfecto –la otra tomó su mano–. Vamos juntas y descansamos un poco de alguno de por aquí.

–Yo también quiero subir –se quejó Luffy.

–Pues montaos vosotros cuatro en otra cabina, hay de sobra.

–Yo prefiero pasar de ésta –dijo Zoro mientras se rascaba el cogote–. No me apetece estar encerrado. Os esperaré aquí.

–En ese caso me quedaré contigo –se ofreció Mihawk.

–Como queráis, nos vemos en un rato.

–Hasta ahora.

Terminaron de despedirse y se separaron, Zoro y Mihawk se sentaron en un banco. Como antes, se echaron una buena mirada cargada de incomodidad. Resoplaron.

–Sí quieres cortar conmigo lo entenderé.

El mayor se rió entre dientes.

–Me alegro de haber venido. He conocido una parte tuya... distinta. Sin significado negativo. Me ha gustado oír como hablabas con tus amigos de cine, como refunfuñas pero a la vez te dejas llevar por todo lo que se les ocurre, y lo de tu hermana...

–Ah, no, yo ya no tengo hermana, te lo aseguro.

–Ha sido bastante tierno –terminó de decir para que el joven se sumiera en la vergüenza–. También admito que ha sido una sorpresa que me metieras en una cita triple.

–¿Cita triple? Vivi y Nami no son pareja. Es verdad que a Nami le gustan las mujeres, pero Vivi es hetero, o por lo menos estuvo saliendo con un tipo durante mucho tiempo. ¿Koza era?

Mihawk se mostró escéptico, pero no le pareció un tema que fuese necesario discutir. Se fijó en la noria, su mirada acogió un tono de aprensión, resoplo por la nariz.

–Y ahora entiendo bastante más cosas que esta mañana: La forma en que se tratan tu amigo Luffy y Law. Son polos opuestos, pero no tienen reparo en darse la mano, abrazarse o besarse delante de todo el mundo.

El joven observó los ojos dorados del mayor.

–Bueno, Luffy es un poco...

–Law no lo es y aun así no tiene problema en corresponderle.

Zoro se quedó sin palabras. Mihawk le volvió a sonreír, en esa ocasión con una mueca.

–Desde el fin de semana pasado me he preguntado por qué preferiste que te usara antes de decirme que no estabas a gusto acostándote conmigo.

El joven se le quedó mirando, como si en realidad no le viera, agachó la cabeza hacia el suelo.

–Era la única forma de que no me volviera a dar un espasmo y te apartara.

–No tienes que justificarte –tomó aire antes de continuar–. La primera vez que lo hicimos no te hizo falta denigrarte de esa manera. Fue perfecto

La boca del peliverde mostró otra sonrisa en forma de mueca.

–Porque pensaba que sería la última vez que te vería.

Mihawk sintió una molestia en el pecho, un vacío que contraía sus costillas.

–Ojalá pudiera hacer algo para que confiaras en mí. Pero visto lo de esta tarde entiendo que...

–No tienes que hacer nada, no es en ti en quien no confío sino en mí.

Mihawk vio como el peliverde se llevaba una mano a los ojos; se los frotó, soltó el suspiró pesado, oscuro; sus manos temblaban.

–No puedo contártelo, aún no.

El mayor le contempló con impotencia. Aun así, sonrió una vez más.

–Entonces esperaré.

Se miraron a los ojos una vez más. El más joven se dio cuenta de que todo ese tiempo su hombro había estado pegado al de Mihawk, y que sus manos estaba muy cerca la una de la otra, a punto de enlazarse por el dedo índice: y sus rostros muy cerca, como a punto de besarse, como si el mayor se muriera por hacerlo. Era extraño notar su aliento contra el suyo delante de la gente que pasaba frente a ellos. Y era cómodo, agradable, hacía pensar que no necesitaba más, puesto que era más de lo que había tenido en el pasado, con otra persona que había dejado su cabeza llena de demonios.

–Vale –le dijo después de sonreirle.

 

De nuevo a la entrada del parque, al anochecer...

 

–¡Pues ha sido divertidísimo! –concluyó Luffy–. ¡Deberíamos repetir todos los fines de semana!

Los demás suspiraron agotados.

–Zoro –le llamó el ojeroso–. ¿Tú que vas a hacer? ¿Te vuelves con nosotros?

–No, me voy en el coche de Mihawk. Así tenéis más espacio para el pato.

Se refería al enorme pato de peluche que Nami había conseguido para Vivi en la zona de juegos recreativos. La peliazul se había vuelto loca de contenta, sobre todo cuando su amiga le había dicho que se llamaba Calu.

–¡Como el patito que tuve de pequeña! ¡No me puedo creer que te acordaras! Es maravilloso, muchas gracias.

Se habían dado besos y abrazos, más otras muestras pasadas de cariño, por los que Mihawk le había lanzado otra mirada suspicaz al peliverde.

Finalmente se separaron y, por fin, Mihawk y Zoro se quedaron sólo. Había sido un día tan intenso que hasta el silencio les sonó extraño.

–Bueno, has sobrevivido a una panda de niños inmaduros –el joven se ajustó el cinturón del asiento copiloto–. Estarás contento y orgulloso.

–Tampoco ha sido para tanto, tengo un amigo con la edad metal de un crío de guardería, creo que le conoces, te vio desnudo en mi sofá.

–Ah, sí, el tipo con nombre de gato.

Los dos se rieron, sus risas acarreaban bastante cansancio.

–Zoro, aún no me has enseñado la foto.

–¿La de antes? Espera.

Sacó el móvil y abrió la galería. Primero vieron la que estaban sentados en cada cual, en su silla, luego la que Mihawk pasaba su brazo por los hombros de Zoro.

–Me gusta más la primera.

–Lo que tu digas. Las dos parecen que soy un fan que le acaba de pedir una foto a su idol favorito.

–En un honor –bromeó–. Pásamelas, me gustaría tenerlas.

Mihawk, tranquilo, arrancó el motor del vehículo. Salieron del aparcamiento y se dirigieron al piso del mayor. Una vez fuera del recinto, el peliverde dejó descansar su cuerpo en el asiento, la cabeza en el cristal. La noche que les esperaba sería rara; dormirían juntos, pero no se acostarían, ninguno de los dos quería volver a sentir que forzaban algo; sin embargo, respiraban mejor que antes. Poco a poco.

 

Continuará...

Notas finales:

De verdad que este capítulo se me ha hecho de lo más incómodo, varias veces me plantee que se me ocurriera otra cosa, incluso le consulté a mi beta (sí, tú) y ella me dijo "dale, dale" xD Pero en fin, pensé que si yo estaba incómoda y los personajes estaban incómodos, algo incómodo estaría el que lo leyera .-. que digo yo que eso es bueno, ¿no?

En cuanto a Perona de hermana mayor no me lo he inventado, del todo, puesto que la Perona canon es mayor que el Zoro canon xD me llevé una sorpresa cuando me enteré.

Gracias por leer! Nos vemos!


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