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Deseos Navideños ||Destiel|| por Dark_Ness

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Notas del fanfic:

    Especial Destiel relacionado a la navidad ♥

La nieve estaba cayendo.


    ¿Qué tenía de especial una parte del proceso del ciclo de agua?


    Que en esa ciudad, significa el inicio de la Navidad.


    La Navidad era un evento conmemorativo en donde los más creyentes de la fe de la iglesia católica —junto a otras religiones—, celebraban la llegada de su salvador, el señor Jesucristo, a salvar y limpiar el mundo de los pecados que había en el. Pero para el resto del mundo, era una fecha comercial, en donde todo estaba lleno de rojo, verde y dorado, junto a los precios exorbitantes de obsequios que las personas ni siquiera van a usar después.


    La Navidad era un momento de paz y de unión entre familias y personas que no se han visto en mucho tiempo; era un momento en donde todos se tomaban un descanso de su arduo trabajo y se sentaban en la mesa a dar gracias por lo que tenían, mientras le sonríen a sus hijos y escuchan sus relatos eufóricos acerca de lo mucho que quieren lanzarse en la nieve sucia y hacer ángeles de cuerpo completo.


    Sin dudas, la Navidad debería ser un fecha hermosa para todos; sin importar si eres creyente de Jesucristo, de Alá, Lucifer o Zeus.


    Pero no era así para todos.


    Había en un rincón del mundo, en un ciudad poblada pero no tan resaltante, en donde vivía un chico solitario. Él estaba rodeado de su familia, que se componía de su papá y su hermano menor; y era feliz con ellos, que por momentos olvidaba que no tenía a nadie más. Ellos perdieron a su mamá en noviembre, después de un desafortunado problema con el cableado de su casa; y desde entonces, las navidades han sido motivo de silencio y pesar.


     Él estaba cansado de tener que hacerse cargo de su familia; de tener que vigilar a su padre cada vez que salía a beber por las noches, de tener que aguantar sus golpes y malas palabras para que su hermano no sufriera. Estaba cansado de fingir que todo iba bien, que no le dolía la ausencia de la única persona que probablemente lo defendería como un ángel guerrero, y que frenaría a su papá.


   Estaba tan cansado de ser niñera, madre, y padre a la vez. Porque él tan solo tenía quince años; en donde ni siquiera había podido disfrutar de una salida al cine con sus amigos, porque no tenía tiempo —ni amigos—, en donde nunca fue a una fiesta con personas de su edad; en donde ni siquiera había tenido el placer de dar su primer beso.


    Se sentía tan solo y tan miserable, que después de los primeros tres años en donde rogó al cielo todos los días y todas las noches; dejó de creer en la existencia de alguien que pudiera ayudarlo.


    Por eso, él no le veía mucho interés a la nieve, ni a la Navidad, ni a la euforia de su hermano por querer decorar un árbol que carecía de cualquier valor sentimental.


    Pero estaba encerrado, y no podía dejar que su máscara de perfección cayera al suelo.


— ¿Sabes, Dean? Este año pienso pedirle a Santa que me regale una consola de videojuegos; como la que tiene Bella en su casa —era el tercer día de Navidad. Y su hermano pequeño ya estaba haciendo las planas en donde dejaba su vida y alma en pedirle regalos a un ser imaginario; o que en su defecto, hacía propaganda a la coca cola— Quiero poder jugar Mortal Kombat contigo por una vez en mi vida.


—Si lo que quieres es que juguemos a los golpes, con gusto te enseño; y para eso ni siquiera necesitamos un videojuego —Dean le dio un pequeño golpe sin fuerza a su hermano en la cabeza. Éste se quejó y le devolvió el golpe; causándole una risa a Dean— Pero ya en serio; ¿No quieres otra cosa? Como... no sé... ¿la paz mundial y la unión de las naciones? O la finalización de la hambruna. Hay documentales de eso.


    El hermano menor miró a su insufrible hermano mayor, y el gesto en su rostro decía que no estaba de humor para chistes. Y bueno, noticia de último minuto; Dean tampoco lo estaba.


—No, Dean. Yo quiero mi consola de juegos —el niño se mantuvo firme— ¿Pero que quieres tú?


    Por unos escasos segundos, Dean se quedó sin habla. ¿Qué quería él? Hacía años que había dejado de hacerse esa pregunta; y ahora que alguien más se la hacía; responder era un reto.


—Yo... yo quiero que mamá pueda estar aquí y vea lo mucho que has crecido, Sammy —Dean le revolvió el pelo a Sam— Eso me haría más que feliz.


    Y Sam entonces comprendió que los deseos de su hermano eran más desesperados y anhelados que los suyos; porque a pesar, de que probablemente no podría tener esa consola este año; al menos tenía la oportunidad de tenerla en algún momento de su vida. Pero Dean lo tenía más complicado; porque por más que deseara; él no tendría de regreso a Mary.


    Esa noche, cuando su padre regresó a la casa, Sam procuró no atosigarlo; y le dio toda su atención a Dean, tratando de desviar la tristeza inminente que él cargaba encima.


→∆←


    La hora de dormir era siempre la más dura para el mayor de los hermanos. Él podía conciliar el sueño fácilmente; pero era la facilidad con la que caía lo que lo abrumaba. Todas las noches soñaba con un hombre misterioso; que se sentaba junto a él, y le escuchaba hablar con una sonrisa cálida.


    Al principio pensó que era la manifestación de su subconsciente tratando de recrear las mejores partes de su padre, dándole forma con ayuda de sus anhelos y esperanzas más profundas. Pero al tiempo comprendió que no era así. Porque el nunca esperó mucho de su papá, y mientras pasaban los años, se le hizo más habitual verlo como a un compañero de piso que pagaba los gastos —a veces—, y que en pocas ocasiones se la pasaba con ellos para entablar conversaciones banales. En cambio, el misterioso hombre que aparecía en sus sueños tenía otro tipo de ambiente.


    La primera vez que se apareció en un sueño de Dean, el tenía cerca de diez años; había dejado de esperar una especie de salvación divina, y se resignó a vivir en la desgracia. Entonces él había ido a dormir temprano, y lo que en un principio parecía ser un sueño en donde el pescaba en un lago; terminó siendo el momento en donde conoció al hombre misterioso.


     Ese hombre siempre se aparecía; pero no siempre venía en la misma forma. A veces era una mujer con un traje pasado de moda, como si fuera un vestido de la aristocracia de la década de los años diez del siglo XX; o también venía en forma de una linda niña con cabellos rubios. Pero mayormente venía como un hombre enfundado en un extraño abrigo largo, con una mirada azul tan hermosa y una sonrisa tranquila.


    ¿Cómo sabía él que el hombre siempre era el mismo? Porque siempre cargaba esa bonita sonrisa y su tranquila calma alrededor.


    Dean se sentía tranquilo cuando soñaba. Pero a veces sus emociones le abrumaban.


—Aquí estás —saludó Dean cuando el hombre se acercó caminando— Creo que he estado pescando lo mismo por más de cinco años; y no consigo agarrar siquiera un solo pez —la risa calmada de Dean era verdadera— ¿Crees que algún día vaya a pescar un pez?


    El hombre se acercó a su lado y tomó asiento en una silla de madera que estaba junto a la de Dean. Él estaba calmado, con la mirada azul despejada y observaba el lago. Chasqueó los dedos; y la caña de pescar de Dean comenzó a moverse. Al fin había pescado algo.


—Gracias hombre —Dean sonrió mientras tiraba de la caña, había agarrado a un inmenso salmón— No pensé que los salmones habitaran en los lagos; pero igual lo llevaré a casa.


—Es tu sueño; aquí todo puede pasar —la voz gruesa y grave del hombre le estuvo causando muchos escalofríos a Dean desde que cumplió catorce, el año pasado. Y esta vez no fue la excepción— ¿Ya sabes lo que quieres para Navidad?


    Desde que Dean tenía memoria, en las fechas de Navidad, los encuentros con este hombre eran más significativos y más intensos. A veces le rozaba el cuerpo con una mano, y Dean lo sentía muy real; con el tacto fantasma impregnando en su piel. Cómo aquella vez en donde accidentalmente cayó al lago, y el hombre lo recogió por el brazo izquierdo. A veces, cuando se concentraba en sus sueños, Dean podía sentir la presión de esa mano en su piel protegida por la tela mojada de la camisa.


    Este año no sería la excepción; puesto que los encuentro se hacían cada vez más duraderos.


—No pediré nada. Dejaré que John le compre todo a Sammy —Dean guardó el salmón dentro de una hielera que mágicamente apareció, mientras regresaba a pescar. A pesar de que estaba tranquilo en su silla, el hombre misterioso sabía que algo le pasaba al muchacho— Y tampoco necesito nada; lo fundamental siempre lo cargo en mis bolsillos, y en mi mente.


    Esa tal vez fue la indirecta más extraña que había lanzado Dean en su vida. Hasta sintió como su rostro de calentó un poco por lo que había dicho.


—Pero no me respondiste. Te pregunté si sabes lo que quieres, no si ibas a pedirlo —el hombre se levantó de su silla y siguió mirando al horizonte. Había algo en él que causaba sensaciones contradictorias en el cuerpo de Dean; y el adolescente sentía que enloqueceria si no sabía que significaba ello— Sé que deseas a tu madre de vuelta; que quieres que ella llene el vacío que dejó en sus vidas cuando se fue repentinamente; y que esperas que la carga en tus hombros se aligere un poco más. Eres un alma pura, Dean Winchester.


—Wow, ¿Y te diste cuenta de todo ello porque eres parte de mi subconsciente y quieres darle sentido a los huecos de mi vida? Mi mente es más asombrosa de lo que pensé —Dean se levantó mientras observaba al hombre— Pero ya sabes que deseo. Y es algo que nunca tendré.


    De repente, el hombre se giró hasta encarar a Dean. De verdad era hermoso; y el pobre adolescente una vez más se quedó sin palabras. Parecía que su etapa hormonal estaba aún más descontrolada de lo que creía.


—Pero hay algo más que deseas. Y no puedo verlo con claridad. —a pesar de que estaban relativamente cerca el uno del otro, él se fue acercando más a Dean.


— ¿Mi propio subconsciente no puede ver mis más profundos deseos y anhelos? —bromeó Dean, en un vago intento de alejarse del hombre. Sentía que si respiraba el aliento de él en particular, iba a ceder, y la peor parte, es que no sabía a qué cedería— Entonces no soy tan increíble cómo pensaba.


    Desde que lo había conocido, la forma en como lo veía había cambiado con el pasar del tiempo. Al principio lo veía como un amigo, casi un padre en donde podía refugiarse; era de por sí, lo más cercano a una figura de autoridad a la cual ceñirse, y se sentía tan feliz de que al menos en sus sueños no tenía que seguir con la responsabilidad de hacerse cargo de una familia. Pero el tiempo pasaba, y con el se iban los años; lo que hizo crecer a Dean y ayudarlo a darse cuenta de los cambios de su cuerpo y su mente.


    En algún momento de esos años que compartieron, él le dijo su nombre; pero lo había olvidado, y solamente se refería a su persona como el hombre misterioso. También le había comentado que no era ni hombre ni mujer; que era solamente alguien encargado de ayudarle y hacerle compañía en los momentos más oscuros de su vida. Era curioso que siempre estaba con Dean; lo que significa que cada día de su vida necesitaba ayuda, y que todos los días eran oscuros.


    Pero después de un tiempo, ya no solamente era su amigo; sino ese alguien que sabía todo de él, que lo entendía y no lo juzgaba; era su apoyo todas las veces que dormía, y ese aliento de esperanza que necesitaba para salir adelante todos los días. Eso hacían los amigos, ¿Verdad? Pero aunque Dean no tenía amigos para comparar la experiencia; sabía que ahí había algo más.


    Una de las cosas que Dean anhelaba desesperadamente, era el amor de alguien. Y ni siquiera lo sabía. Dean quería ser amado por alguien, que le asegurara que cada día sería bonito aunque fuera una mentira; necesitaba que alguien le agarrara el hombro con un simple gesto y le sonriera, para decirle sin palabras que apreciaba su compañía. Él se sentía tan solo; que soñaba con un día levantarse y descubrir que alguien lo esperaba para decirle «Buenos días, Dean ¿dormiste bien?».


    Y tristemente, él reflejaba todo ese anhelo en el hombre que se aparecía en sus sueños. Lo cual era sumamente triste; porque era una linda ilusión que jamás se cumpliría. Y lo peor, era que él ni siquiera sabía que deseaba eso.


—Dean —el hombre cerró totalmente la distancia entre ellos, y con suavidad, le tomó el rostro entre sus manos. El corazón de Dean palpitando desenfrenado; y el golpeteo contra su pecho lo podía sentir hasta en sus oídos. De repente, no había nada más que ese hombre; el lago pasó a segundo plano mientras sus caras se acercaban lentamente— Estamos en un sueño, pero eso no quiere decir que yo no real. No soy parte de tu subconsciente; ni soy una recreación perfecta de todos tus deseos profundos. Soy Castiel, el ángel encargado de hacerte feliz.


—Eso suena como algo que diría mi subconsciente para hacerme feliz y caer en mi propio engaño —a estas alturas, Dean murmuraba sobre los labios de Castiel. El aliento de él era cálido y fresco, y Dean se sentía anhelante; quería degustarlos, para asegurarse de que eran igual de suaves, tal como él se los imaginaba— Pero yo nunca inventaría un ángel


—Es por eso que soy real.


    Lo siguiente que supo, es que las manos firme de Castiel le acariciaron el rostro mientras sellaban la distancia con el primer beso del adolescente. Era tan real. La sensación húmeda y suave en sus labios en armonía con el golpeteo de su corazón, era suficiente como para que el calor en su cuerpo se extendiera como si estuviera sufriendo una combustión espontánea. Dean no sabía en donde colocar sus temblorosas manos, ni por qué de repente se levantó en puntillas.


    Su primer beso fue muy tímido; con Castiel sosteniendo con una mano su rostro y con la otra la curva de su cintura. Sentía como su rostro se calentaba cada vez más, mientras que Castiel lo ayudaba a perder el estoicismo. Sus manos se trasladaron al cuello de Castiel y se aferraron a él como si fuera un salvavidas; mientras que el "ángel" se comía con jugosos besos.


—Feliz Navidad, Dean —le susurró sobre sus labios después de que se habían separado. Dean se sentía acalorado, un poco bochornoso, pero sobretodo feliz. Sus labios estaban rojizos e hinchados; y Castiel cargaba una feliz sonrisa en el rostro; como si por fin hubiera hecho algo que quería desde un principio— Este será uno de los pocos regalos que podré darte.


    Dean no tenía palabras, por lo que solo se abrazó a Castiel y dejó que el hombre le acariciara el cabello y lo abrazara de vuelta. Estaba feliz, viviendo en un sueño que no esperaba terminar jamás.


→∆←


    Pero Dean se levantó, cerca de las nueve de la mañana, empapado en sudor y con su erección matutina más presente que siempre. Se enrojeció cuando los pedazos de su sueño regresaron a su mente; y se dio cuenta que Castiel era ese hombre misterioso con quién llevaba soñando desde hace cinco años.


  Afuera se podía ver a Sam jugando con los otros niños cerca de la casa a la guerra de bolas de nieve. Su risa de niño feliz le calentó el corazón a Dean; y supo por ello, que John le había dado permiso de salir a jugar.


    Pero Dean tenía el pensamiento en otro lado. Y por más que quiso, no pudo concentrarse en ninguna otra cosa por varios días.


→∆←


    Finalmente, era 25 de diciembre en la mañana, y Sam despertó a Dean con saltos de niño feliz en su cama. Al adolescente no le quedó de otra que levantarse y seguir a su hermano hasta la sala, en donde habían muchas cajas envueltas en papel de regalo acomodadas debajo del árbol de Navidad.


    El corazón de Dean dio un pequeño salto al notar la cantidad de obsequios que estaban reunidos en mismo tiempo y espacio. Pero se sintió triste momentáneamente al darse cuenta que todos eran para Sam.


     Sin embargo, habían igual cantidad de regalos para él y para su hermano; lo que lo dejó extrañamente desubicado. Al parecer, John se había superado este año, y finalmente actuó como un padre responsable.


    Entre los regalos de Dean, habían discos de música de sus bandas favoritas; camisas estampadas que había visto en el centro comercial que estaba cerca de donde estudiaba; y varios discos de videojuegos y películas de las que hablaba con Sam de vez en cuando. La buena fortuna es que había una consola entre esos regalos.


—Definitivamente, John tuvo que haber robado una tienda —Dean murmuró feliz mientas desenvolvía un paquete que tenía una linda chaqueta marrón en ella.


—Papá dijo que consiguió un trabajo nuevo, y que cambiaría totalmente. Por lo que aprovechó y hablo con Santa, para que nuestros regalos fueran bonitos este año —Sam saltaba en el sofá con una camisa de Gryffindor puesta; parecía que estaba más que feliz— Y que regresará a las seis para hacer la cena navideña.


    Dean de repente se quedó congelado. Todo iba sumamente bien. Algo malo estaba pasando.


— ¿Y con quién trabaja papá? —preguntó mientas desenvolvía una caja de golosinas.


—Con un tal Castiel; dice que el hombre tiene una gran empresa con muchas sucursales en todo el país; vendiendo casas o algo así.


    El adolescente tuvo, por un corto intervalo de tiempo, un paro cardíaco. Escuchar el nombre de Castiel de la boca de alguien más era tan extraño; que se sintió como si estuviera todavía en un sueño.


— ¡Ah! —gritó Sam de repente, como si se estuviera acordando de algo importante— Vino un hombre buscándote hace rato; dice que te esperará en la cafetería que está cerca de la iglesia. Que no llegues tarde.


    Definitivamente, ese sería el último día de existencia del pobre adolescente Dean Winchester, porque se volvió a parar su corazón por segunda vez cuando escuchó aquello.


→∆←


    Seguía siendo 25 de diciembre, y la nieve no paraba de caer. Hacía mucho frío afuera; y todos los transeúntes tenían capas de ropas y venían envueltos en bufandas y gorros. Dean tan solo cargaba su nuevo chaqueta marrón para ahuyentar el frío; y caminaba por las calles con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón.


     Estaba sumamente nervioso; no podía negarlo. Por lo que observaba todo a su alrededor para obviar ciertas cosas; como por ejemplo el hecho de que dejó a Sammy solo con su vecina, y aquel no menos importante, el cual era ese encuentro con Castiel.


    De tan solo pensarlo, su rostro enrojecía completamente. El recuerdo del sueño en donde estuvo con él por última vez seguía vigente en su mente; el primer beso que logró dejarlo con la mente mareada y el cuerpo burbujeante, lo acompañaba desde ese día a cualquier lugar. Y ahora, que finalmente lo vería fuera del ambiente del lago por primera vez; sentía muchas cosas alejarse en su estómago.


    Los niños y las risas al alrededor de Dean lo llenaban de calma; como si finalmente fuera a ser un adolescente normal y corriente, que no tenía que sostener una familia. Era un momento casi idóneo e irreal la forma en como la nieve caía sobre él y le daba sensaciones tranquilas; como si su sueño de felicidad se hubiera hecho realidad.


    Al final, llegó a la cafetería que estaba cerca de la iglesia; la cual estaba llena de personas. Dean entró, sacudiéndose la nieve en la alfombra, y recorrió el interior con la mirada.


    Y ahí estaba él; con un traje de oficina caro mientras tomaba lo que parecía ser una buena bebida caliente. Tenía la misma mirada azul calmada y comprensiva de sus sueños; y esos labios que esbozaban esa hermosa sonrisa de la cual Dean había quedado prendado.


    El chico se acercó lentamente, con cautela, hasta donde se encontraba la mesa de Castiel. Y lo único que nunca se esperó; sucedió.


—Te dije que no era una invención de tu imaginación, Dean —el hombre dejó la taza sobre la mesa y encaró a Dean, quien estaba paralizado— Feliz Navidad.


    Dean tardó en responder. Pero finalmente cedió y se sentó frente a Castiel.


—Feliz Navidad, Castiel.


    Esa tarde, a pesar de que la nieve seguía cayendo como si nada hubiera cambiado; Dean comprendió que la Navidad no era solamente una fecha comercial en donde todos se enfocaban en comprar y derrochar dinero en banalidades. Al final entendió aquello que su mamá le decía antes de dormir cada noche, y es que esas fechas eran hermosas, porque significaba la unión de aquellos que estaban separados; y la felicidad del reencuentro.


    Más que nunca, a pesar de que Mary no estaba con ellos, comprendió que su amor le había guiado a través de la bruma. Pero más que ello, comprendió que si era amado por alguien; alguien que era dueño de una mirada azul hermosa. Y que ahora ya no estaba solo.


———

Notas finales:

    ¡Feliz Navidad a todos los que leen esto! Espero que también pueda encontrar a su Castiel en la vida, y puedan ser felices ?


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