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RinHaru week 2018 por Yaoi lovers

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Notas del capitulo:

Pensé que no tendría el capítulo a tiempo pero con un poco de esfuerzo conseguí terminarlo a tiempo, espero sea de su agrado. 

Cualquiera pensaría que al ser el único heredero del legado y la fortuna Nanase su vida estaba solucionada y no tenía preocupaciones más que atender los asuntos de la empresa cuando tomara el cargo de presidente o de siempre lucir bien en las fotografías de todas las revistas pero eso era lo más alejado de las verdaderas preocupaciones que realmente tenía el único hijo una de las familias más poderosas y acaudaladas de Japón.
 
Haruka no era ambicioso ni tenía interés en la compañía familiar, mucho menos le agradaba ser el centro de atención y tener a un séquito de fotógrafos y reporteros tras él tras cada movimiento que hiciera, simplemente quería libertad para hacer lo que le plazca sin ser cuestionado o juzgado.
 
Pero considerando su posición social no le había quedado más opción que seguir al pie de la letra todas y cada una de las órdenes que su familia le daba, incluso si eso significaba no poder elegir siquiera que prendas utilizaría para estar en casa repasando las lecciones que llevarían al éxito de la compañía de su familia.
 
Ni siquiera había puesto escusas o pretextos cuando a temprana edad sus padres decidieron que, apenas cumpliera la mayoría de edad, se anunciaría su compromiso con la hija menor de uno de sus mayores inversionistas con el fin de unir ambas empresas y expandir mucho más el campo que ambas tenían por cuenta propia.
 
Sin embargo, a tan sólo un mes de que la fecha pactada llegara, el resentimiento acumulado en el interior del azabache por fin había salido a la superficie, comenzando a cuestionar todas y cada una de las decisiones que habían tomado por él, incluido su matrimonio, argumentando que no le importaba la compañía o cualquier otra cosa que no hubiera decidido por cuenta propia.
 
Cada día tenía un nuevo enfrentamiento desde el momento en que salía de su habitación hasta el momento en que volvía a encerrarse en ella esperando el nuevo día. Ya no le importaba discutir desde las escaleras mientras su padre, en el umbral de la puerta y con la voz más calmada posible, intentaba convencerlo de hablar como personas civilizadas una vez regresara.
 
Para su mala suerte las cosas no iban a mejorar pronto pues, justo el día que estaba a punto de decirle a su padre que no le importaba en lo más mínimo casarse, su prometida había llegado a pasar unos días a la residencia Nanase con motivo del anuncio de su boda para que comenzaran a retratarlos juntos y el resto de inversionista se acostumbraran a la pareja que en unos años estaría al frente de la empresa.
 
Y esa fue la gota que derramó el vaso. No es que tuviera quejas respecto a su prometida; pues era una chica de belleza inigualable, de gustos refinados y educada desde pequeña para caminar de la mano de un alto ejecutivo a quien apoyaría para sacar adelante el legado que los padres de ambos habían dejado; sino simplemente su rechazo se debía a que nunca había tenido oportunidad de experimentar el amor y apenas la conocía.
 
Habían coincidido un par de veces en las fiesta de ambas empresas, y durante su infancia cuando el compromiso fue decidido, pero ninguno sabía quien era el otro; que le apasionaba, sus miedos y temores, su color favorito o lo que le gustaba hacer en su tiempo libre. No eran más que desconocidos que estaban atados por las decisiones de su familia sin ninguna opción más que obedecer.
 
Pero Haruka estaba cansado de todo eso y en cuanto la vio llegar corrió hasta el estudio de su padre, sin esperar siquiera el aviso de que podía pasar abrió la puerta y se enfrentó a él con mucha más determinación que antes.
 
—¿Qué hace ella aquí?
 
—No tengo tiempo para discutir tonterías, casi eres un adulto así que deberías dejar de comportarte como un niño. Ve a recibir a tu prometida de forma adecuada y después podremos hablar.
 
—¿Después? ¿Cuándo? ¿¡Una vez que esté casado y no pueda hacer nada para evitarlo!? —estaba molesto y su voz había llegado hasta la planta baja donde la chica era recibida—. A ti no te importa en lo más mínimo lo que quiera y lo sé desde hace mucho, pero no voy a permitir que arruines mi vida de esta manera —su voz hizo eco en los oídos de la chica y no pudo evitar sentirse incómoda mientras caminaba hasta la habitación en que se quedaría.
 
—Deja de gritar y cierra la puerta, podemos hablar de esto sin armar un espectáculo —por primera vez levantó la mirada de sus papeles y lo enfrentó, esperando con eso calmar la furia de su hijo.
 
—¿¡Espectáculo!? Eso he sido siempre para ti, lo único que te importa es que los reflectores siempre estén sobre ti, sobre mamá y sobre mí retratando nuestra vida perfecta ¿Qué no haga un espectáculo? Perdón, pero es lo que me han enseñado a ser.
 
—¡Haruka! —por primera vez la voz de su padre se elevó haciendo que sus palabras se detuvieran—. Ve a recibir a tu prometida y cuando estés más tranquilo hablaremos, por la noche te llamaré y podrás decir lo que quieras.
 
Y con eso su ira aumentó, haciendo que el claro azul de sus ojos se oscureciera y, tal como había entrado, salió rápidamente sin dar tiempo a más. Incluso cuando su madre y su prometida intentaron decir algo para detenerlo, él simplemente salió de la casa tan rápido como sus piernas se lo permitían.
 
Ni siquiera sabía por donde caminaba y en ese momento era lo que menos le interesaba, ni siquiera le preocupaba no saber como volver a casa una vez su ira hubiera disminuído. Sólo podía pensar en huir lo más lejos posible de ese lugar y tener un poco de libertad.
 
Así fue como llegó a un pequeño parque que no tenía idea donde estaba ubicado pero, a juzgar por la velocidad con que corrió y el tiempo transcurrido antes de detenerse, asumía estaba lo suficientemente lejos para mantener a su familia buscando por un par de horas.
 
Decidió recuperar sus fuerzas en una banca y mantuvo su vista fija en un punto sin prestar atención a su alrededor intentando relajarse y olvidar lo que acababa de pasar. Pasaron unos minutos en completo silencio hasta que un chico de cabellera roja se plantó ante él con una sonrisa.
 
—¡Hola! Disculpa, estoy buscando esta dirección ¿Sabes hacia donde debo dirigirme? —al notar que por fin le prestaba atención le mostró la pantalla de su teléfono para que pudiera ver lo que decía.
 
—Lo siento, no tengo idea donde está —no quería tener que hablar así que esperaba que con eso el chico se fuera.
 
—¿También eres nuevo por aquí? Entiendo como se siente no saber como llegar a ningún lugar y tener que buscar a alguien que pueda ayudarte —sonrió mientras se sentaba a su lado con la clara intención de no irse pronto—. Soy Rin Matsuoka —giró hacia él con una sonrisa.
 
—No soy nuevo...
 
—¿Y cómo es que no sabes donde queda esta dirección? —apenas podía creer lo que acababa de la escuchar y no pudo evitar reír un poco al ver lo evasivo que se mostraba el azabache—. Ya veo, aprendiste bien a no hablar con extraños... —su risa fue más sonora cuando el chico negó con cierta incomodidad—. Ya es hora de la comida ¿Vienes? Soy bueno eligiendo lugares para comer.
 
Y sin esperar respuesta se levantó de su asiento esperando que el de ojos azules decidiera seguirlo. Haruka no sabía porqué estaba haciéndolo pero sus movimientos lo llevaron tras el pelirrojo quien, con una pequeña sonrisa de satisfacción, comenzó la conversación intentando que el otro se mostrara menos tenso.
 
Por fin llegaron a un pequeño local que vendía comida tradicional y, sin más que perder, Rin había pedido una mesa y el menú del día para hacer su pedido. Nanase no hacía más que verlo sin ser capaz de hacer algún comentario mientras lo escuchaba.
 
En ese tiempo ya sabía bastante sobre el chico: que viajaba de un lugar a otro consiguiendo trabajos temporales para pagar su estancia, que tenía el sueño de recorrer todo Japón y después iría tras el mundo, que tenían la misma edad con unos cuantos meses de diferencia, que sus padres le habían dado la libertad para salir a explorar el mundo por su cuenta y que nada le generaba más emoción que llegar a un lugar nuevo y conocer todo lo que tenía por ofrecerle.
 
Había escuchado atentamente sus palabras, le parecía maravilloso ser capaz de viajar hacia cualquier lugar que quieras sin tener las ataduras de tus padres ni sus constantes cuestionamientos.
 
Una vez que terminaron de comer Rin insistió en ayudarlo a buscar el rumbo a tomar para volver a casa mientras descubría un poco más de aquel lugar y así tenía oportunidad de buscar un empleo temporal, encontrar el lugar donde se hospedería y saber que sitios visitar antes de partir. Por fin se despidieron, no sin que antes el pelirrojo le dijera que lugares visitaría para que pudieran hacerlo juntos.
 
Haru no había respondido pues entendía la situación en que se encontraba con su prometida en su hogar y lo molesto que estaría su padre por su actitud antes de salir. Esperaba poder escapar de nuevo pero era algo incierto y lo mejor sería no esperar demasiado.
 
Así fue como volvió a casa, con el reclamo de su padre que comenzó apenas puso un pie en el interior. Le recriminaba lo poco caballeroso que había sido, lo irresponsable y lo grosero que era dejar a la chica sola cuando él era el único motivo porque estaba allí. Hizo caso omiso de la voz de su padre haciendo eco por los pasillos y habitaciones.
 
Volvió a encerrarse en su habitación pues sabía de sobra que su familia evitaría al máximo dar de que hablar mientras la mujer estuviera ahí y suficiente habían hecho con el regaño de esa misma mañana.
 
El día siguiente no fue diferente pues únicamente se presentó frente a su familia durante el desayuno y, tan pronto como terminó, salió del lugar rumbo al parque en que había conocido al pelirrojo. Sin mucho éxito siguió la ruta que le dijo el día anterior esperando, ya con pocos ánimos, encontrarlo nuevamente. 
 
Se sentía frustrado por la situación así que sólo buscaba algo que hacer para evitar volver a casa hasta que el chico apareció con la sorpresa grabada en su rostro acercándose rápidamente hasta donde estaba.
 
—Hola. Pensé que no vendrías ya que no dijiste nada ayer y tampoco sabía como contactarte. Ni siquiera me dijiste tu nombre así que buscarte no era una opción —sonrió mientras lo miraba esperando una explicación o al menos un intento de seguir la conversación.
 
—Soy Haruka Nanase. Intenté buscarte pero no sabía dónde estabas —aun si era difícil de creer incluso para él no pudo evitar ser sincero.
 
—¿Te parece si mañana acordamos un sitio y una hora para reunirnos? Como te dije necesitaba un empleo temporal y debo trabajar antes de poder ir a cualquier lugar así que será más fácil encontrarnos de esa manera. Acabo de terminar mi turno y me gustaría cambiarme antes de salir, si no te molesta puedes esperarme ahí y luego ir juntos.
 
Ninguno esperaba tan pronta aceptación así que fue una sorpresa para ambos pero, tal como prometió Matsuoka, una vez estuvo listo partieron rumbo a los lugares que había dicho anteriormente.
 
Esa se volvió la rutina de ambos durante casi un mes: el azabache salía temprano de casa, vagaba por la ciudad esperando la hora de su reunión, iban a la habitación del chico y partían a diferentes lugares que quería visitar. A veces comían cerca de su habitación y en otras compraban algo en el camino o visitaban algún establecimiento que le pareciera interesante.
 
Se habían hecho bastante cercanos en ese tiempo, tanto que un día Nanase por fin se sintió en confianza para hablarle de su situación familiar y su compromiso, explicando así la razón por la cual pasaba tanto tiempo a su lado sin querer partir, omitiendo la parte de lo mucho que disfrutaba su compañía y lo bien que se sentía a su lado.
 
Tal confesión tomó por sorpresa al chico quien no supo que responder. Por una parte quería decir algo que pudiera ayudarlo a sentirse aliviado y por otro luchaba con esa extraña sensación que le produjo saber que el otro estaba comprometido pero simplemente las palabras se negaban a salir de su boca. Sin embargo, ambos prefirieron no dejar que eso afectara su salida y simplemente siguieron con los planes para ese día.
 
Al día siguiente Haru estaba preparado para escapar nuevamente hasta que su padre apareció frente a la puerta evitando que saliera.
 
—Ha sido suficiente de tus niñerías, tienes a tu prometida en casa y no has hecho más que escapar cada día sin preocuparte por lo que pueda sentir.
 
—¿Y tú consideraste como podría sentirme cuando decidiste con quién debía casarme? No tienes derecho para hablar de ser insensible —intentaba mantener la calma para no causar más alboroto y poder salir lo más rápido posible.
 
—Vendrá la revista para entrevistarlos por la boda y no creas que dejaré que sigas haciendo lo que te de la gana. Arréglate que llegarán en media hora.
 
—No voy a dar una entrevista sobre una boda que no se va a llevar a cabo, sabes que odio hablar ante las cámaras.
 
—No está a discusión. Será mejor que te des prisa y pongas buena cara porque si es necesario estaré ahí todo el tiempo para evitar que hagas tonterías —y sin esperar respuesta se alejó de la entrada, había dado órdenes claras de no dejar salir a su único hijo así que no había necesidad de preocuparse.
 
Fue así como, a regañadientes, tuvo que atender a la entrevistadora y soportar que su padre corrigiera todas y cada una de sus respuestas, disculpándose con la mujer con el pretexto de que el chico estaba nervioso y no encontraba las palabras adecuadas para explicar su sentir.
 
Luego de ello tuvo que soportar una eterna sesión de fotos que retrataban "la vida diaria del futuro matrimonio" y varias entrevistas más que consumieron todo su día sin dejar escapatoria para reunirse con Rin. Estaba molesto y no se contuvo ni un poco con los reclamos al mayor de los Nanase demostrando abiertamente lo mucho que despreciaba que le hiciera eso.
 
Por su parte, el pelirrojo había hecho su recorrido planeado sin poder disfrutarlo del todo pues no dejaba de pensar en lo que el chico dijo el día anterior y menos aún cuando no apareció ese día. Sentía una ligera presión en su pecho y no sabía como quitarla, entendía lo que estaba ocurriendo aunque aun se negara a aceptarlo y eso sólo empeoraba la situación.
 
Debía decidir rápido, tenía dinero suficiente para viajar al día siguiente y los lugares que le interesaba conocer estaban casi recorridos por completo y la respuesta era obvia; sin embargo, no quería partir sin antes ver por última vez al azabache aunque sólo fuera con la intención de despedirse.
 
Por esa razón al día siguiente volvió al lugar acordado a la hora de siempre, esperando que esa vez el chico estuviera ahí para así comunicarle su decisión. Estuvo un par de horas ahí, esperando que de un momento a otro llegara dispuesto a visitar los lugares que no habían podido ver juntos. Sin embargo había comenzado a perder la esperanza pues por más tiempo que pasaba el azabache no aparecía.
 
Justo cuando estaba a punto de volver a su habitación para guardar sus cosas y marcar el camino que seguiría para su nuevo viaje vio una sombra corriendo en su dirección.
 
—¿Haru...? Creí que no vendrías —el chico no podía hablar aún debido a la agitación que le causó correr una distancia tan larga—. Después de que tampoco estuvieras aquí ayer pensé que no volvería a verte.
 
—Mi padre no me ha dejado salir de casa, tuve que escapar por la ventana para venir en este momento —desvío su mirada, muestra de lo avergonzado que estaba por decir aquello.
 
—Quien diría que escaparías de casa —sus afilados dientes se mostraron cuando comenzó a reír—. Así al menos puedo despedirme de ti de manera adecuada —sabía que era mejor afrontar el tema sin titubear ni esperar más tiempo aún si para él mismo era difícil.
 
—¿Despedirte? ¿A dónde vas?
 
—Vamos, no hagas como si no supieras de que hablo —se sentía incómodo y la presión en su pecho aumentaba con cada palabra—. No voy a quedarme aquí por siempre, ya vi e hice todo lo que quería y tengo suficiente dinero para ir a otro lugar. Es momento de que me vaya.
 
Haruka se sentía confundido con lo que escuchaba, suficiente era tener que luchar contra su familia como para perder a la única persona con quien se sentía cómodo y libre. No quería dejar de ver al chico con tan poco tiempo que pudieron compartir.
 
—Supongo que entonces es momento de decirnos adiós —rascó su nuca evitando mirarlo a los ojos.
 
—Iré contigo —no sabía si era la mejor elección pero no estaba dispuesto a quedarse en un lugar que no era feliz sin nadie a quien recurrir para sentir aunque fuera un poco de libertad.
 
—¿¡Huh...!? ¿Qué estás diciendo? No puedes venir conmigo —sintió el rubor subir por su rostro ante esa afirmación, no podía creer lo que el chico le decía—. Tus padres no te dejan hacer nada sin su aprobación y además está tu prometida —hablar del tema lo incomodaba pero era mejor hacer eso que aferrarse a una esperanza sin sentido.
 
—No la amo y te lo dije, no tengo intenciones de casarme con ella —sus ojos azules brillaban con determinación, quizá era apresurado pero estaba seguro de que recorrer el mundo al lado de la única persona con quien se sentía feliz sonaba grandioso.
 
Ambos se mantuvieron en silencio durante unos instantes, la situación era tan extraña y repentina que ninguno estaba seguro de lo que podría pasar. Un suspiro profundo escapó de los labios del pelirrojo, manteniendo su vista alejada de Nanase mientras rascaba su nuca.
 
—Sí que eres problematico —volvió a suspirar antes de mirarlo con el carmín más evidente en sus mejillas—. Dejaré que vayas conmigo ¡Pero tenemos que hacerlo rápido! No estoy dispuesto a meterme en problemas porque piensen que secuestré a su único hijo...
 
Acordaron el lugar en que se reunirían, pues ambos debían recoger algunas cosas antes de poder partir, la adrenalina corría por las venas del azabache y apenas podía estar tranquilo. Sabía que era arriesgado huir de casa, y más a sabiendas de que probablemente todos en casa se habían dado cuenta de que no estaba y estarían buscándolo por todas partes.
 
Había pasado desapercibido hasta llegar a la ventana de su habitación y, tal como había hecho al salir, volvió a escabullirse por la ventana hasta su habitación comenzando a sacar diversas prendas y algunas cosas que pensaban le serían útiles durante el viaje. Estaba tan concentrado en su labor que ni siquiera cerró la puerta y mucho menos se percató de que su prometida estaba de pie en el marco de la puerta mirándolo.
 
Una vez terminó de empacar lo necesario dio la vuelta hacia la entrada de la habitación con la sorpresa grabada en su rostro mientras la chica lo miraba con atención. El ambiente era tenso y ninguno sabía que decir pues la situación era por demás incómoda.
 
—Adelante, dile a mi padre que estoy aquí —estaba decidido a enfrentarlo sin importar las consecuencias.
 
—¿Te vas? —los brazos de la mujer estaban sobre su pecho mientras su mirada evitaba la del chico, intentando mantenerse en algún lugar de la habitación.
 
—Yo nunca quise casarme y se lo repetí miles de veces a mi padre, pero a él no le importó en absoluto. No pretendo obedecerlo hasta el último momento de mi vida.
 
—Siempre he sabido que no estabas de acuerdo con esto, pero esperaba que con el tiempo me quisieras —su voz sonaba ligeramente quebrada mientras jugaba con sus dedos sobre sus brazos—. ¿Eres feliz cuando están juntos? —quizá no estaba enterada de toda la situación, pero definitivamente se había dado cuenta que el chico conoció a alguien y era la razón para su ausencia.
 
No fueron necesarias las palabras, con la expresión que había hecho resultaba más que evidente que en esos días compartidos con Matsuoka habían sido los que más felicidad le habían causado.
 
—Date prisa, están buscándote y no creo que tu padre te deje tranquilo —la mirada de Nanase mostraba su confusión, provocando la risa disimulada de la chica—. Vete ya, haré lo que pueda por distraer a tu padre —sonrió mirando al chico salir de la misma forma en que entró sin perder detalle en lo emocionado que se veía—. Prefiero saber que eres feliz aunque sea con alguien más a tenerte a mi lado sufriendo...
 
Mientras tanto Rin seguía esperando en el lugar acordado dudando un poco aún de su elección. Pero era tarde para arrepentirse pues su nuevo compañero de viaje ya había llegado.
 
—Tardaste más de lo que esperaba. Vámonos ya, no quiero tener problemas con nadie de tu familia y menos aún si son igual de problemáticos que tú —sin esperar respuesta comenzó a caminar rápidamente con el azabache siguiéndolo tan rápido como le era posible.
 
Seguía avergonzado aunque a la vez saber que de ahora en adelante todas sus aventuras las compartiría con ese chico de ojos azules que apenas mostraba emociones la causaba emoción y esperaba con ansias empezar todo lo que aún tenía planeado.
 
Por su parte, Haruka no dejaba de pensar en todo lo que viviría junto con el pelirrojo que llegó a su vida sin previo aviso y que consiguió causarle emociones que nunca antes había experimentado.
 
No sabía lo que deparaba el futuro o que tan complicadas serían las situaciones a las que se enfrentaría a partir de ahora, pero estaba seguro: si era Rin Matsuoka quien lo acompañaba todo estaría bien.
Notas finales:

Hasta aquí el capítulo de hoy, espero haya sido de su agrado y pueda tenerlos aquí el resto de la semana. 


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