Serenidad y afabilidad. Aquellas eran las caracterÃsticas que mejor representaban al primer jade de Lan. Para todos Lan XiChen representaba aquella calma inmutable que era capaz de calmar incluso a la más tempestuosa tormenta. Para muchos Lan XiChen repesentaba una perfección mortal imperturbable que divinizaban. Sin embargo bajo aquella apariencia de inmaculada serenidad Jiang Cheng sabÃa que habÃa mucho más.
Jiang Cheng sabÃa que bajo aquella imperturbable calma habÃa un hombre cuyo corazón latÃa inquieto, atormentado por el temor de perder a quienes amaba y los cuales anhelaba proteger. SabÃa que bajo aquella sonrisa afable yacÃa una determinación férrea; un hombre que nunca más dudarÃa en proteger a los que amaba, que aún recordaba aquella dolorosa traición de aquel hermano jurado en el cual confió ciegamente, entregando todo de sÃ.
Jiang Cheng sabÃa aquello que el mundo deslumbrado por la casi divina presencia del primer jade ignoraba. Lo sabÃa porque habÃa aprendido a ver más allá de lo que Lan XiChen mostraba al mundo. Pero sobre todo, en esos momentos lo sabÃa por la forma en la cual aquellas manos casi divinas de Lan XiChen se enredaban en los mechones de su cabello suelto, jugando con una vehemencia trémula con las sedosas hebras del lÃder de la secta Jiang. Lo sabÃa por la forma llena de intensidad y dolor con la cual le veÃan aquellos ojos, que gritaban el silencioso miedo a perderle para siempre.
Y era justo por culpa de aquella mirada que Jiang Cheng yacÃa allÃ, en la habitación del primer jade, de rodillas entre las piernas de este, con sus manos asiendo con fuerza los muslos de Lan XiChen, intentando lidiar con la amarga culpa que retorcÃa sus entrañas, sabiéndose responsable de aquella mirada, debido a su carácter y la imprudencia de arriesgarse en una cacerÃa nocturna que se tornó casi mortal.
¡Cuánto detestaba aquel sentir! La culpa era debilidad, y él desde hacÃa años habÃa dejado atrás cualquier debilidad, sepultándola bajo capas de rencor y odio. Sin embargo, en la actualidad muchas cosas habÃan ido cambiando, entre ellas la endurecida capa que en algunas ocasiones aún era su corazón. Por ello detestaba ver aquella mirada en el primer jade, afectar de aquella manera a quien le aceptaba y respetaba a pesar del dolor y la oscuridad que aún albergaban en su ser, y que poco a poco empezaban a sanar. Por esa razón, como hombre de principios debÃa reconocer aquella culpa, y como el lÃder que era, ofrecer una ofrenda de disculpas que expresara todo su sentir, que transmitiera en un gesto todo aquello que no lograba decir con palabras.
—WanYin —musitó Lan XiChen rozando con su pulgar los labios de Jiang Cheng mientras que sus ojos parecÃan instar al lÃder de la secta Jiang a retroceder de su intención. Sin embargo él no lo harÃa. Él querÃa hacer esto. Necesitaba hacer esto.
Por ello su ceño se frunció ligeramente en réplica a la mirada de Lan XiChen, a la vez que sus ojos se llenaban de determinación, observando con un intenso brillo en sus pupilas el miembro que se erguÃa ante él, ante aquello que anhelaba ofrecer de manera tan intensa.
Con parsimonia su lengua lamió el dedo que rozaba sus labios, para luego atraparlo en su boca, mordisqueándole ligeramente, viendo cómo la mirada de Lan XiChen parecÃa oscurecerse.
Alentado por esto, se acercó a aquel enhiesto miembro, detallando el rojizo glande para acto seguido y sin apartar sus ojos de los de Lan XiChen, deslizar su lengua desde el glande hasta lo largo de la extensión de aquel pene, percibiendo su calor, el tenue aroma del sándalo mezclado con la excitación de Lan XiChen, cómo parecÃa vibrar bajo su húmeda lengua.
Escuchó a Lan XiChen inspirar pesadamente, sintiendo a su vez aumentar el agarre en su cabello cuando se animó a tomar el glande en su boca, chupando con suavemente en inicio, paladeando el ligero amargor del lÃquido preseminal, pero sobre todo, disfrutando de la cálida palpitación de aquel miembro en su boca que reaccionaba ante él.
—WanYin —pronunció de nuevo Lan XiChen, esta vez en un tono en el cual se percibÃa un profundo anhelo al igual que un dejo de temor y dolor; el temor de la pérdida fatal.
Pugnando con la punzada de culpa en su interior, con el recuerdo de la horrorizada mirada de Lan XiChen al verle bañado en sangre, tomó la mayor parte posible de aquella gruesa longitud, dispuesto a demostrar todo su sentir, anhelando borrar aquellas sombrÃas emociones de aquel hombre.
Sintió a Lan XiChen estremecerse. Las manos del primer jade asieron con posesidad su cabello mientras él tomaba una y otra vez aquel miembro, manteniendo sus ojos fijos en Lan XiChen en una súplica muda de deseo, pero sobre todo de perdón, tomando cada empuje del hombre en su boca, sintiéndole hinchado y pesado entre sus labios, tensarse a punto de llegar al clÃmax que Jiang Cheng le ofreció con ardor, hasta sentirle finalmente estallar, haciéndole cerrar los ojos durante unos segundos mientras un ligero rastro de semen escapaba de su boca, deslizándose por su barbilla.
Lan XiChen se retiró de él, y la lengua de Jiang Cheng acarició una última vez el objeto del gesto de su redención. Y para cuando abrió sus ojos se encontró con la mirada del primer jade; una mirada llena de intensidad y más allá de eso, cargada de suma calidez. Y cuando la mano de Lan XiChen delineó sus hinchados labios para luego acunar su mejilla, Jiang Cheng se permitió suspirar aliviado, siendo inundado por el cálido y sereno sentir que solo Lan XiChen era capaz de transmitir.
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