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The Gift por midhiel

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The Gift

Ya había pasado la medianoche y en la Mansión X los estudiantes ya estaban en sus dormitorios. Algunos repasando sus lecciones y la mayoría durmiendo. El sueño de Charles Xavier se había hecho realidad y hoy los jóvenes mutantes agobiados y desprotegidos tenían un lugar donde cobijarse y aprender a controlar sus poderes.

Charles podía sentirse orgulloso y decir que la vida lo había favorecido pero no era una persona feliz. No cuando hacía dieciséis años que había perdido a su único amor: Erik Lehnsherr. Erik, su Erik, la razón de su existencia había muerto. El vacío que su ausencia le producía era el impedimento para que fuera dichoso. No, no podía serlo cuando lo extrañaba tanto. Por fuera, para los alumnos y para Hank, se mostraba como un hombre sabio y tranquilo, pero por dentro, cuando estaba solo en su despacho, lloraba. Junto al escritorio tenía el tablero con la última jugaba que habían disputado. No había movido ni una sola pieza en dieciséis años.

A veces, por las noches, despertaba después de haber soñado con él. Charles lo amaba, lo había amado y lo seguiría haciendo. Necesitaba a Erik. Muchas veces se preguntaba por qué la vida había sido tan injusta. Era imposible encontrar una respuesta.

Charles Xavier una vez había tenido esperanza. Ahora ya no la tenía más, no podía tenerla cuando Erik le faltaba.

Esa noche estaba tomando apuntes en su recámara de un nuevo libro recién publicado de genética. Hank golpeó y Charles sabía que solo lo interrumpía si algo grave pasaba. Movió la silla hasta la puerta y abrió.

-Es ella otra vez – murmuró Hank preocupado -. Pero ahora parece una pesadilla más fuerte, peor que todas las que haya tenido. Despertó a varios niños, que salieron al corredor y están asustados.

-Iré a verla – decidió Charles y se anudó la bata sobre la cintura.

Hank se mordió el labio y bajó la cabeza.

-Tienes que decírselo, Charles. Ella merece saberlo.

Charles suspiró. Le había ocultado la verdad por ocho años para protegerla pero era tiempo que Jean conociera su verdadero origen y quiénes eran sus padres. Solo así aprendería a controlar sus poderes.

-Tienes razón – reconoció finalmente -. Necesita saberlo.

Con calma, bajó por el ascensor hacia el piso donde dormían los estudiantes. Recorrió el pasillo, mirando a cada uno con una sonrisa y un consuelo. Los jóvenes, especialmente los más pequeños, estaban asustados. Los fue enviando uno por uno a la cama hasta que llegó a la puerta del dormitorio de Jean. De afuera podía sentir la energía mental que emanaba. Abrió la puerta con cuidado y vio que la madera de las paredes se estaba corroyendo por el intenso calor. Jean estaba durmiendo, gimiendo y sacudiéndose de un lado al otro. Se acercó, encendió el velador de cama y notó que estaba sudando. Tal vez hasta podía haber levantado fiebre. Con una mirada dolorida, Charles le acarició el rostro para que despertara.

La joven abrió los ojos y al reconocer a su mentor, comenzó a llorar. Charles juntó fuerzas y saltó a la cama para sentarse en el borde y abrazarla. Jean lloró contra su hombro. Charles la dejó desahogarse y cuando la sintió más tranquila, la apretó contra sí. Jean lo sentía como un padre y era hora de que supiera la verdad.

-¿Por qué me pasa esto? – quería saber la joven -. ¿Quién soy? ¿Por qué tengo esta fuerza que no puedo controlar? Mi poder no es el mismo que el de los demás. ¿Por qué es tan fuerte?

Charles sintió que era el momento de que lo supiera.

-Porque eres hija de dos de los mutantes más poderosos que existen – confesó y apretó los ojos. No podía creer que al fin lo hubiera soltado -. No te dije toda la verdad, te la estuve ocultando.

Jean deshizo el abrazo para mirarlo a los ojos. ¿Su mentor, el hombre que adoraba como un padre le había mentido?

-¿Por qué?

-Para protegerte – suspiró Charles arrepentido.

-¿Protegerme de la verdad? – recriminó Jean -. Existe otra palabra para eso.

-Te mentí – reconoció con otro suspiro. Ella podía sentir su remordimiento -. Pensé que si vivías pensando que las personas que te habían criado en tus primeros años eran tus padres biológicos, te sentirías mejor, llevarías una vida más tranquila y eso te ayudaría a enfrentar el enorme poder que tienes.

Jean estaba conmovida. En el fondo, sabía la verdad desde hacía tiempo, la sospechaba, la intuía pero quería escucharla clara y limpia de los labios de Charles. Se acomodó en la cama y con la cabellera rojiza apoyada en la almohada, observó a los ojos a su mentor, aunque ahora reconocía que no era realmente su mentor.

-¿Quién es mi madre, padre? – preguntó.

Charles se mordió el labio, desde hacía tiempo sospechaba que Jean se había dado cuenta. Tenía que ser sincero.

-Tu otro padre, tienes otro padre más, Jean – la joven abrió los ojos como platos y eso que estaba preparada para sorpresas. Charles continuó -. Nos conocimos hace décadas, él buscaba vengarse de un hombre que lo había lastimado en el pasado y yo quería redimirlo para que no tuviese que lidiar con el peso de una venganza – recordó Charles. Tuvo que hacer silencio para secarse una lágrima. Jean parpadeó indulgente -. Nos enamoramos al instante pero teníamos visiones distintas y tuvimos que separarnos durante el accidente que me costó la movilidad.

-Magneto – suspiró la joven y abrió los ojos como platos -. Él fue el que provocó el accidente, su mejor amigo y el que selló su destino cuando se vengó de Shaw. Lo leí en los demás, en Beast, en Mystique, porque usted bloqueó su mente para que yo no me enterara.

-Lo siento, Jean – musitó Charles desde el alma. Continuaba con los ojos enrojecidos -. Estuvimos separados por diez años hasta que lo rescatamos del Pentágono, luego, dio su popular discurso frente a la Casa Blanca, que conocen todos los mutantes y algunos lo estudian y repiten. Magneto, Erik para mí – hizo silencio, mientras se preguntaba cuánto hacía que no pronunciaba ese nombre -. Erik regresó a escondidas para visitarme y nos volvimos los amantes que habíamos sido antes de la tragedia en Cuba.

-Cuando perdió la movilidad de sus piernas, ¿cierto?

-Así es.

Charles calló. Eran demasiados recuerdos y Erik, especialmente Erik, volvía a colarse en ellos. Durante más de una década no había pronunciado su nombre porque la sola mención lo hacía llorar. Se tomó su tiempo para seguir relatando. Jean lo aguardó con paciencia.

-Él se había mudado a una isla secreta para fundar una comunidad mutante. Todos aquellos perseguidos por su condición tenían asilo en ella.

-Genosha – completó Jean. Charles asintió -. Creía que había sido un mito.

-No fue un mito porque existió por tres años. Erik estaba orgulloso de lo que había conseguido. Me seguía visitando y me pedía que fuera yo un día a conocerla. Yo quería visitarla pero las obligaciones aquí me lo impedían. Erik era paciente conmigo – sonrió -. Erik me amaba.

Charles volvió a llamarse al mutismo, perdido en las memorias de los que habían sido sus mejores años con él. Rememoraba que la vida en esa época le parecía un sueño perfecto, de esos que uno tiene solo una vez y no quiere que concluyan. Pero como todo buen sueño tenía que terminar.

-A veces se ausentaba un par de semanas, a veces un mes, pero siempre venía a verme. Nos amábamos como algún día amarás tú, Jean y serás amada – Charles bajó la vista hacia sus manos y movió los dedos para distraerse -. Una vez llegó con la noticia – sonrió -, Erik era tan especial, me soltó que estaba embarazado de mí. Yo me quedé con la boca abierta, no reaccionaba y él me decía que si creía que él era capaz de hacer una broma con un tema tan importante, que le leyera la cabeza. Claro que no se la leí, le creí al instante. Nos alegramos tanto – la miró a los ojos -. Él estaba tan feliz, nunca lo había visto así. Perdió a sus padres cuando era más joven que tú, se los quitaron y él no había podido superarlo.

-Sé su historia – contestó Jean conmovida. La había estudiado en los libros que ahora se imprimían de historia mutante, pero nunca pensó que al leer su biografía estaba leyendo la de su propio progenitor. Que descendía de Charles lo había sospechado, pero jamás de Magneto. Es más ni siquiera sabía que los hombres mutantes pudieran concebir.

Charles le apretó la mano.

-Contigo y conmigo, Erik sintió que volvería a tener una familia. Estaba feliz y disfrutaba cada instante. Yo estaba como él, lo único que me preocupaba era que en Genosha no iba a tener los recursos para que nacieras, pero él me decía que encontraríamos la forma, después de todo él era un sobreviviente y tú llevabas su sangre. Yo le propuse que utilizaría mi poder para controlar mentes y controlaría a todo un hospital cuando fuera necesario. Erik me llamaba melodramático y eso que él siempre era el rey del drama – rio. Después de todo, recordar el pasado hasta le traía alegrías -. Venía a visitarme de seguido y todas las noches yo me conectaba a Cerebro para saber cómo había pasado el día.

-Entonces, fui buscada – sonrió Jean. Cuando puso en duda su origen, había temido que sus padres biológicos la hubiesen rechazado.

-No buscada porque fuiste una sorpresa – corrigió Charles con una sonrisa -. Pero sí muy esperada. Él quería que crecieras en Genosha para que fueras libre y conocieras a los nuestros desde el momento en que abrieras los ojos. Yo deseaba educarte aquí pero me parecía que en esa isla no iba a faltarte nada. Me puse a pensar que tendría que encontrar el tiempo para conocerla y visitarla de seguido para estar contigo y con él.

-¿Qué ocurrió? – cuestionó Jean impaciente -. ¿Por qué ese sueño no se cumplió?

La mirada de Charles se ensombreció. Ahora venía la tragedia que lo había marcado.

-Erik era el mutante más buscado de la Tierra después de intentar asesinar al Presidente frente a las cámaras, y distintos gobiernos localizaron Genosha y le tendieron una emboscada. La destruyeron por completo.

-¡Dios mío! – gimió la joven -. Él tenía razón. Al final los humanos son nuestros enemigos.

-No – refutó Charles con énfasis y suavizó el tono -. No pienses eso, por favor. Ellos solo nos temen por eso debemos demostrarles que somos mejores personas.

-¿Cómo pueden creer en la humanidad con lo que le hicieron al amor de su vida? – cuestionó Jean. Charles se sintió tocado -. ¿Qué sucedió luego? ¿Lo mataron? ¿Sobrevivió? ¿Pudo ayudarlo? ¿Cómo llegué hasta mis padres?

-Erik sobrevivió al ataque y se refugiaron dentro de la isla para no ser capturados. Ya llevaba siete meses y había recibido un disparo en una pierna. Había perdido sangre y aunque sus acólitos le controlaron el sangrado y le limpiaron la herida a tiempo, no estaba en condiciones de escapar. Además, los militares habían desarrollado un campo de energía que impedía que manifestaran sus poderes, y cercaron la isla. Ninguno podía defenderse ni huir, solo podían mantenerse ocultos.

-No tenían escapatoria – suspiró Jean -. Usted tampoco los podía ayudar porque el campo de energía bloquearía a Cerebro.

-Exactamente. Cuando supe del ataque, corrí a conectarme pero no lo pude localizar. Estuve días conectado, envié a Hank y a otros jóvenes con el jet pero no pudieron ni acercarse a la isla por el despliegue militar que había allí. Pasó el tiempo y tuve que aceptar que había muerto Erik y tú dentro de él – hizo silencio. Trataba de contenerse pero no pudo más y se cubrió el rostro con la mano mientras lloraba. Jean le acarició el brazo con indulgencia -. ¡No pude ayudarlo, Jean! ¡No pude ayudarte a ti! Él vivía, tú vivías y no pude ayudarlos. Conviví con la angustia de pensar que los había perdido a los dos hasta que ocho años después, vi en las noticias el accidente del que sobreviviste y sentí desde el corazón que esa niñita eras el hijo que había perdido.

-Por eso me buscó – replicó Jean, armando el rompecabezas de su pasado.

Charles la miró a los ojos. Los dos tenían lágrimas.

-¿Recuerdas, Jean? – preguntó, nostálgico -. ¿Recuerdas cuando entraste a esta casa por primera vez?

“¿Piensa que puede arreglarme?”

“Jean, no estás averiada.”

-En ese momento, mi pequeña – confesó Charles desde el corazón -, leí tu memoria más recóndita, te leí desde el momento en que habías llegado al mundo y supe que eras nuestra hija. Ni siquiera había sabido hasta ese momento que eras una niña. Erik sobrevivió apenas unas horas a la terrible cirugía, no tenían los recursos y él no tenía el cuerpo adaptado para darte a luz de manera natural.

-Lo que habrá sufrido – musitó Jean y se secó los ojos.

Charles hizo silencio. Durante dieciséis años había tratado de no imaginar su agonía.

-Sin embargo – continuó -, esas horas fueron suficientes para que alcanzara a conocerte y les suplicara a sus acólitos que te trajeran aquí, a Westchester para que yo te cuidara. Lamentablemente cuando falleció, Emma Frost, una mutante que pensamos que Trask había asesinado pero regresó y se unió a él en Genosha, no pensaba así. Me tenía celos porque había estado enamorada de tu padre y no iba a permitir que crecieras conmigo – la voz de Charles se volvió ronca de la furia que sentía -. Cuando los militares se marcharon tres meses después del ataque, ella sola te sacó de esa isla. No iba a permitir que yo supiera de tu existencia, quería destruir cualquier vínculo que Erik pudiera tener conmigo. Así que te entregó en adopción a los Grey y les transformó los recuerdos para que pensaran que eras su hija biológica.

Jean estaba emocionada. Al saber la verdad la tensión que desprendían sus sentimientos se había calmado y ahora en el dormitorio se respiraba una sensación de paz. Al fin estaba tranquila.

Charles se dio cuenta del error que había sido mantenerla en la mentira durante tanto tiempo, pero a partir de esa noche podía remediarlo.

-Ahora debes descansar, mi niña – le sonrió. Jean se recostó de lado y él la cubrió con las sábanas -. Mañana me haré de tiempo para que estemos juntos y podamos seguir hablando.

-Quiero saber de él, de usted, de todo – reclamó la joven. Tenía la mirada dormida pero se percibía su entusiasmo.

-Sabrás todo lo que quieras saber, no te ocultaré más nada – le aseguró Charles. Con cuidado, volvió a su silla y apagó el velador. Le hizo una caricia en el pelo, mientras pensaba que de ahora en más podría llamarla su hija al fin.

Emocionado, dejó la habitación. Afuera lo esperaba Hank, apartado de la puerta para no entrometerse.

-Se lo dije, Hank – declaró.

-¿Cómo te sientes?

-Libre al fin. Libre y feliz como no había estado desde que lo perdí.

Hank asintió condescendiente.

Cobijada entre las sábanas, Jean estaba durmiendo. Su mente se había relajado tanto que no percibía nada exterior a su sueño. Por eso no sintió la silueta de Erik que se corporizaba un instante, lo suficiente para besarla en la cabeza y evaporarse.


……………

¿Qué les pareció? ¿Lo dejo allí? ¿O lo sigo y veo la forma de que Erik regrese con Charles? No me maten por el angst y disculpen los errores que tenga. Es una idea loca que se me ocurrió anoche.

Gracias por leer.





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