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No es tan súper ser súper por Verdadero98

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Aquí va, mi primer fic de este año, me emociona comenzar una nueva historia.


Los personajes de Mai Hime pertenecen a Sunrise.


La historia es mía.


Ojalá disfruten la lectura.




NO ES TAN SÚPER SER SÚPER


CAPÍTULO 1


Desde antes de aprender a caminar, fui capaz de hacer un par de cosas que eran solo ciencia ficción para el resto de las personas, Saeko… digo, mi madre, me dijo que debía mantener oculto lo que para mí era lo más normal del mundo, ese hecho, sumado al de que tenía un nulo interés por relacionarme con los demás, mas mi personalidad arisca y sarcástica, dieron como resultado que yo misma decidiera aislarme, prácticamente mi única relación verdadera era la que mantenía con mi madre, y lo peor del caso, era que estaba cómoda con eso.


Si alguien me hubiera pedido que me describiera a mí misma, bueno, no le habría contestado, pero la respuesta habría estado clara en mi cabeza: Asocial, huraña, irrespetuosa, cínica y como la cereza del pastel, un poquito arrogante, esto último se debía a eso de que mis superpoderes me permitían ir siempre más allá que el resto, literalmente, y vaya, eso tarde o temprano terminaba subiéndosete a la cabeza.


En fin, mi autodescripción suena a que estaba muy lejos de ser una ciudadana ejemplar, ¿no es así?


Lo sé, y por eso mismo, era una locura que me hubieran considerado para aquella bizarra idea de ser un superhéroe, pero mejor empecemos por el inicio.


Partiremos del día en el que todo comenzó a ponerse de cabeza.


Estaba de vacaciones de invierno en la escuela, y aquella mañana dormía plácidamente, recuerdo que le tenía un amor incondicional a mi cama, el colchón y yo éramos uno solo, pero en esa hermosa relación había alguien que tenía celos, y ese alguien estaba haciendo que mi celular sonara como loco desde el bolsillo de mi pijama, contesté medio adormilada, sin salir de debajo de las sabanas. -¡NATSUKI KUGA!-. No había despertador ni tampoco rayos del sol mañaneros, para mí, la forma de iniciar el día era con los violentos buenos días de Saeko, digo, de mi madre. -¿¡DÓNDE DEMONIOS ESTÁS!?-.


Medió bostecé medió gruñí. -¿Dónde más? En mi habitación-. Era muy temprano para estar gritando, ni siquiera podía abrir los ojos aún.


-¿Oh, en serio? ¡Porque me sale que ni siquiera estás en el país!-.


Abrí los ojos de golpe y me quité las sabanas, ese definitivamente no era mi cuarto. -¡MIERDA!-. Estaba, con todo y mi cama, en el jardín de una casita, en alguna parte del hemisferio sur del planeta.


-¡NATSUKI!-.


-¡Mermelada, dije mermelada!-. Tenía un lenguaje que incluso los camioneros más malhablados podrían envidiarme, pero Sae… mi mamá, a ya, a la mierda, Saeko detestaba que hablará así, y había impuesto un frasco de palabrotas, que a menudo nos dejaba pobres a las dos, sí, a las dos. Ese florido vocabulario se lo había aprendido a ella.


-¡Vuelve a casa ahora mismo!-.


No quería hacer enojar más a la única mujer que me daba miedo, me teletransporté de regreso a mi habitación, y aparecí justo cuando ella abría la puerta.


Este es el momento en el cual ustedes se preguntan, ¿Qué rayos está pasando aquí? ¿Teletransportación? Sí bueno, ese era mi superpoder. Desde que tenía memoria era capaz de ir a donde quisiera, mientras supiera como llegar, y me iba súper la mayoría del tiempo, con algunas pequeñas excepciones, como esa de que a veces me teletransportaba inconscientemente mientras dormía.


-Natsuki…-. Saeko estaba parada en la puerta, con una ceja alzada de manera castigadora y los brazos en forma de jarra.


-Puedo explicarlo-. Si que tenía una explicación, que esta no fuera a gustarle era otra cosa muy diferente.


-Olvidaste ponértelo de nuevo, ¿cierto?-. Sonreí nerviosa, esa era precisamente la excusa que no iba a gustarle.


Verán, Saeko era una científica, una un poquito loca, pero sin duda era una genio, sin ayuda de nadie había diseñad y elaborado un cinturón que me ayudaba a controlar mi problema de teletransportación nocturna, desgraciadamente, de vez en cuando olvidaba ponérmelo.


-No…-. Tuve el cinismo de negarlo.


Mala idea. -¡Estoy viendo que no lo traes!-. Me dio un sape en la cabeza. -¡Si vas a mentirme no lo hagas tan mal!-.


-¡Pero no estoy mintiendo!-. Sentí otro sape, bueno, al menos así se me quitaba el sueño sí o sí. -¡Quizá todo esto es un sueño, piénsalo!-. Vi que iba a quitarse una de sus chanclas. -¡Ya, ya! ¡Sí lo olvidé!-. Admití derrotada, nunca había tenido una oportunidad de convencerla.


-Ves que fácil era decírmelo-. Me sobé la cabeza, Saeko golpeaba fuerte. -Intenta no olvidarlo, al menos no tan seguido, es la tercera vez está semana que me dejas con el Jesús en la boca-. Su humor cambió drásticamente, a uno un poco más maternal. -Anda, que el desayuno se enfría y no me levantó a las 5 de la madrugada para preparártelo y que se desperdicié por tus excursiones mañaneras-. Maternal a su manera.


-Sí mamá-. Bajamos las escaleras, solía teletransportarme del primer al segundo piso y viceversa, pero era mejor darle el gusto de verme usando las piernas de vez en cuando, de preferencia cuando se enojaba justamente por mis viajecitos.


La comida ya estaba en la mesa, había panqueques por montones, huevos estrellados, tocino y fruta picada, parecía el desayuno para una familia de unas 12 personas, aunque la mayoría de eso era para mí. -¿Qué?-. Había abierto el refrigerador solo para descubrir que no estaba el cartón con la vaquita feliz que estaba buscando. -Mamá-. En mi mente le llamaba Saeko, pero no era estúpida para decirle así en voz alta. -¿Y la leche?-. No iba a comerme mis panqueques sin leche, ¿oh sí?


-Me la terminé-. Su vaso estaba lleno.


Fruncí el ceño. -¡Mamá!-. Ella sabía que podía comerme mis panqueques sin miel, pero no sin leche.


-¿Quién la compra?-. Se defendió con un argumento maestro.


Pero yo tenía otro igual de bueno. -¡Pero yo soy quien va a la tienda!-. Claro que mis argumentos no eran tomados en cuenta.


-¡Como si caminaras para ir por ella! ¡Haces "Puff" y apareces allá!-.


-¿¡"Puff"!? ¡No hago ningún "Puff"!-. Era indignante que dijera eso. Mi teletransportación no generaba ningún sonido, y si lo hiciera, estaba segura de que no sería uno tan ridículo como "Puff".


-Como sea, ya no hay leche-. Le dio un tragó a su vaso.


-Estoy en pleno crecimiento…-. Me ignoró. -Necesito el calcio para tener huesos fuertes-. Blanqueó los ojos. -Imagínate que me atragantó con un pedazo de panqueque-.


-Natsuki…


-¿Cómo vivirías sabiendo que causaste la muerte de tu única hija?-.


-…


De esa manera, solo para no tener que aguantarme durante todo el desayuno, terminó dándome la mitad de su leche, la mitad, porque no iba a ceder más ante mi pésimo chantaje emocional.


Cuando acabé de comer, ella se fue al trabajo, o sea, al sótano, trabajaba desde casa en su propio laboratorio.


Por mi parte regresé a mi habitación para ducharme y vestirme, tenía que ir al supermercado, ya que Saeko cocinaba siempre y cuando le llevará con que hacerlo, y era mejor cumplir con mi parte del trato, porque yo era un desastre en la cocina. Saben, era horrible comer como por 10 personas y no ser capaz de preparar ni un huevo estrellado, a duras penas me servía mi cereal, por eso amaba la comida rápida y la comida chatarra, así como el que cocinaran para mí.


Ya lista, me teletransporté a la cocina para tomar el dinero que estaba sobre el mesón, después al laboratorio de Saeko para preguntarle si encargaba algo extra, luego volví a mi habitación porque había olvidado mi cartera junto a las llaves que jamás usaba, ahí mismo me puse mi bufanda junto con la capucha de mi chaqueta, y finalmente usé mi teletransportación para irme a realizar las compras.


No me teletransporté directamente al supermercado, sería una tontería cuando no quería que nadie me viera, llegué a un callejón que estaba justo al lado, era el escenario perfecto para que cometieran un asesinato, pero eso me traía sin cuidado, tenía una exagerada confianza en mí misma, ya saben, por creer que nadie podría atraparme.


No me encontré con ningún asesino serial, aunque sí hubo un detallito, en la entrada del callejón había un niño, de unos 8 años, me veía entre confundido y asombrado, no me preocupé, con toda la tranquilidad del mundo me acerqué a él y le dije. -Yo también paseaba por aquí, antes de que me mataran justo donde estás parado-. Desaparecí, el niño salió corriendo, completamente asustado, y yo me reí desde mi lugar tras unas cajas. -No me canso de eso-. En teoría, nadie debía verme usando mi teletransportación, pero yo creía que podía evadir esa regla, sí conseguía que pensaran cualquier otra cosa, como por ejemplo, que habían visto un fantasma.


Destapé mi cara y caminé al supermercado, cuando entré una de las cajeras, esa que siempre me atendía, me saludó con una gran sonrisa, fruncí el ceño, igual no dejó de sonreírme, pero aun así no le devolví el saludo, no era nada personal contra ella, casi nadie me caía bien y las cortesías no eran lo mío, no me gustaba el contacto con otros seres humanos, no tenían nada que me interesara y yo no tenía nada que quisiera compartirles.


-¡Que tengas un lindo día!-. Me gritó.


-Como sea-. Contesté.


Tenía la lista de víveres en mi cabeza y fui pasando por los pasillos para llenar los dos carritos que llevaba conmigo, sí, dos carritos, se los dije, comía mucho, lo cual habría sido un problema si Saeko no hubiese tenido tanto éxito como científica, pero como teníamos dinero más que suficiente, podía darme el lujo de llenar uno de los carritos con mi comida chatarra. Mientras decidía si llevar las galletas de chispas de chocolate o las Oreo, pasó algo extraño, las luces parpadearon como locas.


-Rayos-. Alguien en el pasillo de al lado no parecía muy feliz. Las luces seguían parpadeando casi como si estuviesen poseídas. -Rayos, rayos, rayos-.


Para mí era extraño que algo me pareciera extraño, impulsada por la curiosidad, trepé el estante para ver que pasaba del otro lado. -¿Qué demonios?-. En el otro pasillo vi a una chica, como estaba de espaldas solo pude mirar su cabellera castaña.


Volteó a verme, tendría unos 17 años, obviamente a ella le pareció extraño ver a una desconocida viéndole desde un estante. -¿Ara?-. En cambió yo me desconcerté por sus ojos, para empezar, eran rojos, un color tan inusual como magnifico, y para rematar, en ellos había un algo… ¿electrizante?


Intenté verle más de cerca, para confirmar que no estaba alucinando, pero olvidé que estaba parada sobre un estante.


¡Y la cosa esa se vino abajo!


Creía que aplastaría a esa chica, y que Saeko me mataría por eso, sin embargo, me llevé otra sorpresa que superaba el efecto de su mirada, ¡Ella estaba sosteniendo el estante! ¡Con una sola mano!


Le vi.


Me vio.


Y hubo algo así como una chispa entre nosotras, literalmente, sentía como si mi ropa estuviera cargándose de estática, y estaba segurísima de que era obra de ella.


-¿Qué…


Las luces encima de mí estallaron, por reflejo, me teletransporté terminando a su lado, del susto ella aventó el estante, como si fuera de juguete, en verdad que se veía que no le había costado nada, y como eso me asustó a mí, volví a teletransportarme medio metro hacia atrás.


Esa cadena de impresiones nos había hecho actuar sin pensar.


Caí en cuenta de inmediato.


Había roto la regla de oro de Saeko.


-¡Demonios!-. Grité. Saeko iba a despellejarme viva si se enteraba.


-¡Rayos!-. Gritó, y con eso pensé que alguien iba a despellejarla a ella.


No sabía que demonios estaba pasando ahí, pero algo era seguro, habíamos hecho un desastre y las dos estábamos nerviosas, pero no por eso, era porque obviamente tal como yo la cagué mostrándole mi habilidad, ella hizo una cosa o tal vez más, que no debió hacer frente a mí.


Éramos dos completas desconocidas con algo en común: Tener que evitar que se ventilará nuestro error.


Por eso, sumida en pánico, me dirigí a ella. -Yo no vi nada si tú tampoco lo hiciste-. Rogué que estuviera de acuerdo con fingir demencia.


-Hecho-. Ella también parecía tener pánico, pero lo controlaba bastante bien.


Los empleados del supermercado gritaban, en cuestión de nada estarían en ese pasillo, pero era difícil romper el contacto visual con ella, de nuevo sentí aquella chispa, y quizá estuviese siendo una ridícula al pensarlo, pero era como… a ver, ¿Qué palabra sería buena?, era como un vínculo, sí eso, era como un vínculo instantáneo con una completa desconocida.


-Deberías apurarte y huir-. Sonrió.


-Te digo lo mismo-. Después de todo, yo en un segundo podría llegar a casa.


Así, con el mayor cinismo del mundo nos fuimos de la escena del crimen, cuando ella salió del pasillo, me teletransporté, y bueno, digo que fue de manera cínica, porque además de huir, me llevé conmigo los dos carritos de compras.


Cayendo en cuenta de lo que hice, de inmediato sentí que estaba en peligro de muerte, si Saeko se enteraba de que me había robado la comida, con todo y carritos incluidos, no vería la luz del sol en semanas. Apurada, vacíe el contenido en la cocina, regresé al supermercado, dejé los carritos en el estacionamiento, y me teletransporté al área de las cajas registradoras, con todo el caos de los pasillos, no había nadie cerca, perfecto, porque tenía que dejarles el dinero sin explicar que las cosas ni siquiera habían salido por sus puertas, sí, iba a pagarles, porque quizá era una asocial, irrespetuosa y cínica, pero no una ladrona, por la facilidad que tenía para agarrar las cosas sin que la gente se diera cuenta, Saeko se había asegurado de inculcarme los valores suficientes para que no lo hiciera.


Obvio las cajas registradoras estaban cerradas, ¿creen que eso iba a impedirme hacer las cosas? Déjenme decirles que no, ni siquiera necesitaba abrirlas.


No dije que la teletransportación fuese mi único superpoder. También era capaz de controlar la densidad y dureza de mis moléculas, lo cual significaba que mi cuerpo podía ser tan duro como el acero o llegar a traspasar las cosas. Hasta cierta medida, mediante contacto directo, podía transferir esta particularidad a objetos pequeños, como los billetes en mi puño, o la ropa que traía puesta. Así fue como metí el dinero de las compras, y un extra por el desastre, en la caja registradora.


Después de eso, que me había llevado tan solo unos segundos, regresé a casa, rezando para que Saeko no se enterará de nada.


-Demonios, demonios-. Di vueltas en la cocina. -¿Qué ha sido eso?-. Esa chica del supermercado, ¿¡qué había hecho!?, no iba a tragarme el cuento de que actuó con la adrenalina del momento, yo misma había usado esa excusa mínima una docena de veces. -Ella…-. Quemé mis neuronas con eso durante unos treinta minutos.


Un tiempo récord, por eso de que nadie me interesaba lo suficiente como para mantenerle en mi mente de manera constante. -Quizá… -. Pero no tenía sentido romperse la cabeza. -Al diablo-. No iba a volver a verla, ¿Cuál era el punto de volverme loca pensando en lo que había pasado, si no se repetiría nunca?


Me dije a mí misma que daría el tema por muerto.




Más tarde, ya estaba en el sofá de la sala, con un tazón enorme de cereal en el que había echado toda la caja y un cartón entero de leche, es que me iba a dar pereza servirme varias veces, volviendo al punto, estaba comiendo y viendo la televisión, cuando Saeko salió del sótano y me arrebató el control para cambiarle al noticiero.


Casi se me cayó mi cuchara, en la pantalla estaba el supermercado. -¿Qué pasó?-. Pregunté con fingido desinterés.


-Al parecer hubo un apagón bastante extraño, dicen que antes de quedarse a oscuras, las luces parpadearon como locas y que incluso unas estallaron, pero lo más raro fue que un estante inexplicablemente terminó muy lejos de su sitio, sobre otros-. Contuve un suspiro de alivio, no sospechaba de mí, si lo hubiera hecho, ya habría estado gritándome.


Tenía que tantear el terreno, mi pregunta habría sido un movimiento suicida, si no hubiera sabido que las cámaras no me grabaron, era un as evitándolas. -¿Y las grabaciones de seguridad no dicen nada?-. Tragué una cucharada de cereal.


-Pues-. Iba a responderme, pero el noticiero lo hizo por ella. Todas las cámaras y los servidores en los que se guardaban los videos de seguridad se habían descompuesto y no tenían arregló, según la versión oficial, al volver la electricidad se había producido un enorme corto circuito que fundió todo.


-Vaya, que loco-. Estaba segura de que esa chica, fuese quien fuese, era la verdadera responsable.


Me terminé mi cereal y fui por una bolsa de papas fritas. -Cuando veo este tipo de cosas, no puedo evitar preguntarme si existen más como tú-. Saeko me robó el lugar en el sofá.


-¿Cómo yo?-. Dije con la boca llena de papitas.


-¡No hables con la boca llena!-. Tragué. -Y sí, como tú, especiales-. Volví al sofá, por más que la miré fijamente no se movió de mi lugar favorito, que también era el suyo. -Capaces de hacer lo que se supone es imposible-.


A veces también me lo preguntaba, el mundo era muy grande, no podía ser la única con unas cuantas habilidades extra, mi encuentro de esa mañana era una excelente prueba. Tal vez Saeko esperaba un comentario filosófico sobre el tema de mi parte, pero…


-¿Ya puedo cambiarle al canal?-. Quería seguir viendo las carreras de motocicletas.


-Sí, sí-. Me aventó el control, se levantó y caminó de regreso a su laboratorio. -Diosito, dame paciencia, si me das fuerza la mato-.


-¡Te escuché!-. Ya iba por mi segunda bolsa de papitas.


-¡Ese era el punto!-. Cerró la puerta.


-Mierda-. Mascullé.


-¡Aja!-. Saeko abrió la puerta. -¡Te escuché!-. Me señaló el frasco en el mesón de la cocina.


-¡Demonios!-. Me teletransporté allá para echar una moneda.


Volví al sofá, aunque se suponía que estaba viendo la televisión, terminé pensando en esa chica, definitivamente no iba a poder dar por muerto el tema, por más que pretendiera hacerlo.




DOS DÍAS DESPUÉS


Estaba durmiendo de lo lindo, ahora sí en mi habitación gracias a que no olvidé ponerme mi cinturón. -¡NATSUKI!-. Pero Saeko me gritó desde el primer piso. -¡BAJA AHORA MISMO!-. Giré sobre la cama. -¡NATSUKI KUGA!-.


Cuando gritaba mi nombre completo era mejor hacerle caso rápido, en pijama, toda lagañosa y con baba seca en la mejilla, me teletransporté a la sala. -¿Qué?-. Me froté los ojos y bostecé.


-Magnífica, es impresionante-. La sangre me huyó del rostro. -Buenos días, señorita Kuga-. Saeko no estaba sola en la sala.


Pensé que la había cagado al teletransportarme, pero luego pensé que ahí había gato encerrado, porque aunque se suponía que nadie debía verme usando mis superpoderes, Saeko me hizo bajar aun sabiendo que en casa los usaba todo el tiempo.


Definitivamente era un gato encerrado muy sospechoso, que provocó que entrará en estado de alerta, sin estar muy convencida de querer hacerlo, giré sobre mis talones, vi a dos hombres y a una mujer uniformados, entonces sentí a la correccional respirándome en la nuca y sudé en frío, era demasiado joven para estar tras las rejas, apenas tenía 16 años.


-Venimos de…


-Sea lo que sea, no lo hice, soy inocente-. Me puse detrás de Saeko.


Ella me dio un golpe en la cabeza. -Ya te he dicho que cuando abogas tu inocencia sin que te acusen, ¡Pareces más culpable, idiota!-. Otro golpe. -¡Ve a tu cuarto a arreglarte y regresa!-. Desaparecí antes del tercer golpe.


Unos minutos más tarde reaparecí en la sala, ya aseada y vestida decentemente. -Ahora escúchalos con atención-. Fruncí el ceño, ¿Por qué tenía que escucharlos si no había hecho nada? Al menos no nada que hubiera salido a la luz.


-Como ya le explicamos a tu madre-. Habló la mujer, era una anciana, si me decían que ella había criado a los dinosaurios, se los creía, además tenía una cara de amargada que decía a gritos que llevaríamos una relación complicada. -Soy la agente Maria Graceburt, mis compañeros y yo somos del gobierno-. Desde ahí no me gustó por donde iba la cosa.


Hice como que tosía. -Reptilianos corruptos-. Aunque fue una tos cínicamente falsa.


-¡Carajo, Natsuki!-.


-¡Mamá!-. Le señalé el frasco de palabrotas.


-¡Crustáceo, Natsuki!-. De mala gana, echó una moneda.


La vieja esa tosió para llamar nuestra atención. -Pertenecemos a una facción especial llamada Garderobe-.


-No investigan casos paranormales, ¿cierto?-. Les miré con desconfianza.


-¡Ya déjalos hablar!-. Mejor dejaba de cabrear a Saeko.


-No, no procesamos casos paranormales. Pero nuestra organización es un área de investigación y manejo, para casos muy especiales. Y venimos a reclutarte, Kuga Natsuki-.


Bueno al menos no estaba ahí para arrestarme. -¿Reclutarme?-. Aunque esa palabra tampoco me gustaba. Pasé la mirada de ellos a Saeko y viceversa. -¿Sí sabes que tengo 16 años, no?-. Mi pregunta casi sonó a que le estaba llamando imbécil.


Carraspeó. -Somos conscientes de su edad, joven Kuga-. Y su respuesta sonó a que me quería dar una bofetada por impertinente. -Y sí, queremos reclutarle, para un grupo especial, un pequeño grupo de personas excepcionales-.


Retrocedí un paso. -Eso suena a un manicomio o a un laboratorio de experimentación, y no me apetece visitar ninguno de los dos-. La vieja, que ya sabía que se llamaba Maria pero seguiría diciéndole vieja, arrugó la frente. -¿Qué quieren de mi?-. Y yo fruncí el ceño, para hacer malas caras había pocos que podían ganarme, e iba a defender mi título.


-Para nada jovencita-. Podía percatarme de que estaba colmándole la paciencia muy rápido, suprimí una sonrisa, tenía un don para desquiciar a los adultos. -Y lo que queremos de ti, es que te unas a nosotros, para que uses tus habilidades para ayudar a otros. Japón está en problemas, por eso buscamos formar un equipo de superhéroes que lo salven, y tú tienes potencial para ser uno de ellos-.


Solté una carcajada, Saeko se dio una palmada en la frente, sintiendo pena ajena, yo seguí riendo, ¿Superhéroes? ¿Y que yo fuera uno? ¿Qué sé creían, que vivíamos en un comic? Tenía mucho sin haberme reído tanto. Que quisieran que ayudará a salvar Japón era una completa ridiculez, ¿Me veían cara de altruista? Solo veía por Saeko y por mí, punto, además era una asocial, ¿Cómo iba a ir por ahí ayudando gente al azar?


-Sí que estás loca, vieja-. Fuera de mi madre, no sentía respetó por nada ni nadie. Dejé de reír para verle acusatoriamente. -Lo que me interesa aquí-. Me crucé de brazos. -Es como supieron de mí-. Si yo ni redes sociales tenía, y los lugares que frecuentaba con mi teletransportación no se encontraban en el país, me había asegurado de que no me siguieran la pista, pero ahí estaban esos tipos uniformados, consideré que esta siendo acosada sí o sí.


La vieja hizo como que no se daba cuenta de que le veía diciéndole: STALKER. -Contactos-. Respondió a la defensiva.


-Contactos mis…-. Prácticamente la vieja y yo nos lanzamos rayos con la mirada.


-¡Natsuki!-. Miré a Saeko como si por fin hubiera terminado de enloquecer. Llevábamos años, TODA MI VIDA, ocultando mis superpoderes, de la nada venía un fósil del gobierno pidiéndome unirme a ellos, ¿¡y ella no quería saber como habían dado conmigo!? -Hija, son el gobierno, de seguro espían hasta al papa-. Se acercó más a mí para susurrarme al oído. -Pero yo los tengo más espiados a ellos que ellos a nosotras-. Suprimí una sonrisa, era tan típico de ella, no respetaba las reglas ni del mismísimo presidente, de ahí había aprendido a ser como era.


-Ayuda a tu país, a la humanidad, y ven con nosotros Kuga Natsuki-. Me extendió la mano, la rechacé.


-No-. ¿Qué había hecho el país por mí? -Que la humanidad se ayudé solita-. Digo, hablábamos de la misma humanidad que iba a usarme como rata de laboratorio, si se enteraban de lo que podía hacer.


-Pero…-.


-Dije que no-.


Me teletransporté a mi cuarto. -¡KUGA NATSUKI!-. Suspiré y regresé a la sala.


Escupí las palabras. -¿Ahora qué?-. Vi que Saeko se ponía las manos en la cintura, mala señal.


-Te unirás a ellos-. Me crucé de brazos y fruncí el ceño.


-¡Claro que no!-. Ella alzó la ceja, como diciéndome: ¿Me estás retando?


-¡Oh sí! ¡Sí lo harás!-. Gruñí molesta. -¡Y no me gruñas!-.


Los agentes nos veían sin decir nada, incluso ellos entendían que era mejor no meterse con una madre enojada.


-¡No quiero! ¡No puedes obligarme!-. Pobre idiota de mí, claro que podía porque…


-¡Sí que puedo! ¡Porque soy tu madre, y si digo que irás, irás!-. Como odiaba ese argumento, o sea, ni argumento era, pero nada podía ganarle.


-¡Eso no es justo!-. Si fruncía más el ceño mas bien sería un ceño frunciendo a Natsuki.


-¡Serás un miembro útil de la sociedad y te gustará!-.


Para no hacérselas larga, Saeko sí que me obligó a unirme a la organización Garderobe.


En contra de mi voluntad, salí de casa con mis maletas y subí a la camioneta de aquella vieja amargada. No tenía idea de cómo una señora como ella, que a leguas se notaba que también detestaba el contacto humano, planeaba convertirme en un superhéroe, pero estaba por averiguarlo.


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