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Más allá de nosotros por Yukino

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Notas del fanfic:

Historia en Wattpad

Más allá de nosotros


Fanfic yaoi basado en el anime de 


Yuri!!! On Ice


Por Yukino


Capítulo 1


 


 


En el hospital, que ahora se había convertido en su nuevo hogar, daba el acostumbrado paseo por el pasillo del café para consumir su taza número infinito. Las enfermeras lo adoraban, los doctores lo compadecían, pues a pesar de lo mucho que le habían explicado, él seguía esperando ¿esperando qué?: El milagro que el cine le había enseñado, aquel donde al final la esperanza y el amor lograban sacar adelante cualquier obstáculo. Y de eso se aferraba sin embargo la realidad en medio de sueros, respiradores artificiales y monitores de todos los estilos era muy diferente a lo que Viktor esperaba ya que en un inicio creyó que todo iba a solucionarse muy rápido y que en cuestión de días luego de ese accidente Yuuri regresaría a casa con él, pero la ciencia que todo lo sabía, en ese momento se había convertido en incertidumbre.


Un buen hombre que había estudiado para curar y ver rostros alegres al final del día era quien le daba tintes de esperanza a la situación. Si había una luz, por turbia que esta estuviera, de ahí debían agarrarse con furia para continuar. Él mismo se había apersonado del caso y era quien hablaba a diario con Viktor, para motivarle a seguir esperando, aunque no necesitaba mucho de eso, pues el hombre de ojos de mar, era el ser más optimista de la tierra, al menos en su hogar de paso.


—Bueno, es la hora del informe Viktor. Mi turno está por terminar, como bien lo sabes, y si yo me voy a descansar un poco, tú también deberías hacerlo. El sofá puede ser muy cómodo, pero no reemplaza una cama acolchada. —Le decía el joven doctor, sentados juntos en el pasillo mientras Viktor le veía expectante.


—Quizás vaya en un rato a asearme, pero por ahora quisiera saber qué tiene para decirme, hoy vi algo diferente en su rostro, sé que usted dirá que es una tontería, pero algo había diferente, quizás intentaba sonreír o algo…


—¡Pero claro que no creo que sea una tontería!, eres mejor enfermero de lo que imaginaba y nos das mejores reportes que nuestro personal de enfermería—hizo una pausa algo incómoda leyendo los papeles y aunque intentó disimular, no pudo hacerlo—según los escáneres que se le realizaron hoy, no hay variable en su actividad cerebral, ni la más mínima. Sigue estando en ese punto en el que no sabemos si va o viene… en ese aspecto, parece que no tengo nada nuevo que decirte. Sin embargo, la actividad de su corazón… no es tan satisfactoria como lo esperábamos… —Vio entonces el rostro de Viktor apagarse e intervino de inmediato—. Mañana haremos exámenes para poderte decir exactamente lo que sucede. Sabes que en el momento en que no haya nada que hacer, yo seré el primero en decírtelo, pero por ahora hay una luz muy pequeña al final de la ventana…


—De túnel querrá decir, doctor —corrigió Viktor sonriendo, intentando ausentar su mente de aquella situación.


—Bueno, para mí es una ventana, por aquello que cuando Dios cierra una puerta… En fin, por favor ve a tu casa, mañana seguro será otro día. —Viktor le dio la mano, regresó a la habitación a despedirse y luego sabiendo que por muy guapo que pudiera ser también tenía que asearse, por eso con ese propósito en mente salió de ahí directo a su casa.


Al abrir la puerta del departamento que había compartido con Yuuri, sentía ese aire frío que únicamente la soledad podría ofrecer. Ese lugar antes tan lleno de vida, ahora solo era un sitio donde obligado llegaba por las noches a dormir un poco y asearse, para de nuevo volver a la desesperanzada rutina de la espera. Esperar a que respondiera, a que ese por fin fuera el día, la hora, el minuto, el segundo en que regresara de donde fuera que estuviera. No tenía más opción para su alma y corazón que sentarse y esperar.


Se asomó al balcón, a ver la ciudad que conocía de palmo a palmo, pero ver la noche con la luna de queso, solo, ya no era divertido. Tenía que escuchar esa risa entrecortada, tenía que ver esos ojos que le esperaban siempre expectantes de lo que tuviera que contarle, de lo que había sucedido en el día, así como él esperaba su turno para contarle su rutina. Ahora ya no había más que silencio, un orden exagerado gracias a la empleada doméstica que había contratado y un espantoso olor a ambientador que no le permitía percibir el aroma de aquel que parecía ya no regresaría.


Entró a la también silenciosa habitación… el único lugar que no permitía que fuese aseado. Lo cerraba con llave por si acaso ella entraba curiosa a mover o intentar dar orden a ese lugar. Viktor entraba a la habitación imaginando que se llenaba de luz y él saltaba a sus brazos y le besaba con desenfreno, como sucedió las pocas veces que el extrovertido ser que Yuuri ocultaba en el fondo de su ser se le escapaba del alma, saltaba por encima de su piel y le pedía que lo amara hasta que sus cuerpos suplicaran detenerse.


Pero ahora ya no había tal bullicio. Viktor quiso dejar las cosas como seis meses atrás: intactas en su totalidad.  La cama desatendida como esa última mañana que compartieron juntos; la ropa en la silla de manera muy ordenada para que no se arrugara una contra la otra. Todo debía permanecer como lo había dejado, cuando regresara parecería que el tiempo no habría pasado y entonces, quizás no sería tan traumático.


Vio entonces en la mesita de estar esa taza de té que le había dejado había dejado servida a Yuuri ese desgraciado día, pero que no alcanzó a beber pues él iba tarde a su práctica. Viktor la cambiaba como todas las noches y servía té fresco uno de flores de cerezo que amaba tanto. De alguna manera, en su corazón sabía que él volvería para tomarlo o que tal vez, solo tal vez, todo era una horrorosa pesadilla de la que despertaría y todo sería igual que siempre. Se sentó de su lado de la mesita, tomando una taza de café, moviendo apenas los ojos para reconocer todo en la ahora gris habitación. Tener que respirarlo cada segundo y no poder estar con él era una tortura.


Y de nuevo vino la catarsis disfrazada de culpa materializada en lágrimas que se lanzaban suicidas, sin que nadie pudiera detenerlas, sin que nadie quisiera hacerlo. Viktor lloraba abrazado a sus piernas, sintiendo en cada esquina de aquel cuarto a la inmortal enemiga acechándolo, susurrándole al oído que nada podría hacerse, que solo era cuestión de un poco más de tiempo. Lloraba, para limpiarse con las lágrimas su rostro hipócrita y la alegría que todos los días reflejaba en la clínica, con ese optimismo a flor de piel, haciendo creer a todos que ese, seguro sería el día. Viktor se repetía una y otra vez que no podía seguir adelante un nuevo amanecer, gritaba un poco, se mordía los brazos para intentar detenerse y luego… Luego nada. Seguía igual de solo en ese cuarto con el olor de Yuuri impregnado de esquina a esquina, esperando. Esperando que al ir de nuevo a visitarlo el doctor saliera con una sonrisa y le dijera que Yuuri despertó, terminando entonces esa pesadilla que tanto dolía en el alma. Esperar era su nueva rutina.


Debía seguir ahora con su nueva rutina de tristeza. Se levantó de la silla con brusquedad y fue hacia la cama justo frente al lugar que le correspondía a Yuuri. Se abrió la camisa y se acostó ahí, como si eso significara que se acostaba encima de él como cuando lo poseía, como cuando ese cuarto era el testigo de horas y horas de amor y pasión, de unos cuerpos que parecían tener energía ilimitada. Ahora, de eso quedaba un hombre cansado que se consolaba él solo entre lágrimas y gemidos que ya no eran correspondidos. Ya nadie gritaba su nombre, ya nadie le pedía más. Pero él, en el lado de la cama de su amante se sumergía en los recuerdos de la piel cálida de Yuuri, de su cabello negro y de olor a nostalgia, pidiendo incluso escuchar en su oído el susurro de los gemidos que Yuuri casi siempre contenía por su extrema timidez, cosa que solo excitaba más a su amante ruso. El océano de recuerdos le invadía el alma y Viktor sacaba toda esa furia de su cuerpo en un desconsolado orgasmo.


Cualquiera podría pensar que aquello era asqueroso. Que no debería hacer semejante cosa en una situación como la que estaba viviendo, el sexo no debería ser prioridad bajo ninguna circunstancia aun cuando estaba solo. Por fortuna, el entrometido mundo no estaba en ese momento tan íntimo para él, en el que podía sentir a Yuuri cerca, abrazándolo fuertemente.


Por fin, terminando su rutina nocturna de llorar y alimentar la nostalgia, se levantó para ir al baño y de repente escuchó su móvil sonar en conocido escándalo.


—¿Señor Nikiforov? —Escuchó que le dijeron al otro lado de la línea—, usted no me conoce, pero es urgente que hable con usted, por favor no vaya a colgarme, sé dónde está Yuuri Katsuki.


—¿Con quién demonios hablo? —Respondió Viktor claramente molesto—. Yuuri Katsuki está donde siempre, en el Hospital Central. ¿Me habla usted acaso de allá? ¿Lo trasladaron sin mi autorización? —Viktor comenzaba a alterarse y el hombre al otro lado de la línea intentó calmarlo.


No hablo del hospital señor Nikiforov. Por favor reúnase conmigo, de verdad tenemos que hablar de manera urgente, le suplico me dé unos minutos. Yo no conozco a este hombre llamado Yuuri, ni a usted tampoco, fue muy difícil el por fin dar con usted para decirle que este muchacho, se está comunicando conmigo, porque desea decirle algo…


— ¡¿Le parece usted que puede bromear con esto?! —Dijo Viktor en extremo alterado—, Yuuri Katsuki está en coma desde hace seis meses y me dice que se comunica con usted, qué, ¿acaso le llama y conversan? ¡Maldito infeliz! ¡Cómo puede burlarse de una situación así! —Viktor se llevó la mano a su frente y se dejó caer en el sillón frente a mesita de café, con la ira atravesada en la garganta.


—Señor, por favor, veámonos, tiene que escucharme, él quiere decirle algo y solo hasta ahora pude saber de qué o de quién se trataba, por favor escúcheme…


Pero más tardó el hombre en intentar identificarse que Viktor en colgar la llamada. Parecía que se trataba de una estúpida burla y solo Dios sabía que su tolerancia no llegaba a tanto. Sin embargo, se sorprendió mucho al recibir un mensaje por Whatsapp, al parecer del mismo hombre, donde le decía que iría en la mañana al hospital para hablar con él. Viktor sorprendido y furioso con la insistencia del desconocido, tomó aire por unos segundos y no quiso pensar más en ese asunto, así que apagó su móvil y se acostó del lado de su cama a intentar dormir un poco.


Viktor y Yuuri habían tenido que sortear todo tipo de obstáculos cuando se descubrieron como pareja ante el mundo. Aunque muchos se alegraron por su unión, no todos tuvieron el mismo nivel de tolerancia. Así que decidieron instalarse en Estados Unidos, donde afortunadamente primaba su talento a sus gustos amorosos. Desde Estados Unidos siguieron recibiendo el apoyo de las federaciones de patinaje artístico de sus países y siguieron entrenando ya no con la dirección de Yakov. Sin embargo, con la ayuda de Celestino, encontraron nuevos entrenadores tan excelentes como los que había tenido la fortuna de toparse antes. Ya desde que Yuuri había ganado su primera medalla habían pasado tres años y los entrenadores colegas de Celestino estaban entusiastas en trabajar con él.


Fue así que seis meses atrás un día cualquiera de entrenamiento, Yuuri practicaba con toda su alma para poder participar en las primeras eliminatorias del Grand Prix que se realizarían en Finlandia. Yuuri estaba entusiasmado porque había montado una nueva rutina junto a Viktor, quien sería su rival en la pista, pero sin importar quién ganara esa medalla o medallas, ambos se irían para una misma casa. Había felicidad y el cielo era azul, como el de las tragedias. Yuuri se esforzaba mucho en un salto triple que no lograba dominar después de un movimiento de baile y terminaba cayendo estrepitosamente, y eso lo llevó a pensar incluso en cambiar ese paso, pero no quería decepcionar a su novio, que le tenía muchísima fe.


—Veo que aún no sale ese travieso —dijo uno de los entrenadores a Yuuri al verlo esforzarse tanto—. Vamos Katsuki, por ahora descansa, ya mañana lo seguirás intentando.


—Por favor entrenador, solo unos minutos más —insistió el joven de ojos sesgados, confiado en que se daría el milagro. Viktor llegó a la pista y luego de charlar con el entrenador sobre la práctica de Yuuri, estuvo de acuerdo con que debía descansar.


Todos estaban abandonando la pista, pero Yuuri, terco por naturaleza, quiso quedarse diez minutos más. Solo era eso, unos minutos en los que creería encontraría el movimiento perfecto y tal vez así era. Viktor giró a verlo para regañarlo por no hacer caso y sobresforzarse, pero sus ojos vieron el cuerpo de su amante tomar demasiado impulso y terminar su salto contra las barandas que recibieron traidoras la nuca de Yuuri, rebotándolo luego al hielo donde cayó en un charco que formó su propia sangre que al parecer venía de su boca y nariz. Viktor corría aun cuando sentía que sus pies pesaban toneladas, y cuando llegó a su lado, el muchacho de cabello negro convulsionaba. Viktor dejó de escuchar los angustiosos gritos de todos y su cabeza estaba invadida de un pitido espantoso que estaba por enloquecerlo, mientras tenía a Yuuri en brazos sin saber qué hacer. Estaba en shock y fue muy difícil para los paramédicos, que afortunadamente llegaron en minutos, arrancarlo de sus brazos. Todo lo vivía como entre una nube, sentía como si eso no le estuviera sucediendo y lo estuviera viendo en un programa de televisión, no pudo reaccionar ni cuando lo subieron en la ambulancia, ni cuando lo vio convulsionar un par de veces aún sin llegar al hospital. Viktor solo pareció volver en sí, cuando un joven hombre de traje azul muy claro se sentó a su lado para hablar de la situación. De lo que le dijo entendió muy poco. Una lesión cerebral, inflamación del cerebro, reflejos del tronco encefálico disminuidos… y una terminología que no comprendía, por más sencillo que el hombre intentó explicárselo.


—¿Vivirá? —Viktor miró al doctor, que sabía era lo único que le importaba al hombre de cabellos cenizos en ese momento.


—Por ahora está en coma, señor Nikiforov. Está vivo en este momento y vamos a hacer lo posible por que regrese con usted a casa. No es un camino fácil, y quizás no se logre la meta, pero lo importante es no rendirse. Debería irse a descansar y a cambiarse de ropa, veo que no la ha pasado nada bien… —Viktor se vio a sí mismo bañado en la sangre de su hombre. Habían pasado horas y solo hasta ese momento parecía reaccionar. Yuuri no podía irse, Yuuri no podía desaparecer, no podría siquiera imaginar abrir los ojos en las mañanas sin él.


Pero, desafortunadamente, tuvo que hacerlo muchas veces: despertar viendo su lado derecho vacío. La familia de Yuuri al enterarse del accidente voló a Estados Unidos y luego de un tiempo, empezaron a turnarse las semanas para acompañarlo a él y a Viktor. La madre estaba desconsolada, pero aun así tomaba la mano inerte de su hijo, rogándole que por favor tomara una decisión. Viktor no entendía muy bien a qué se refería, pero con el pasar de los meses, comprendió a la perfección la súplica desesperada y la odió. Que él se fuera no era una opción.


«Viktor por favor, escúchalo…».


Viktor se despertó sobresaltado. Tenía que darse una ducha y de nuevo ir al hospital a pasar el día. Había abandonado por completo su carrera y trabajo para estar al pendiente de alguien que no se movería de ahí ni iría a ningún lado, pero no hubo poder humano que le hiciera cambiar de opinión. Esa semana en particular ningún miembro de la familia estaría presente, pues había una festividad importante en Hasetsu y el dinero del onsen era necesario. Viktor les tranquilizó mucho diciéndoles que ante cualquier cambio les hablaría de inmediato. Ya casi terminaban las festividades y él muy obediente enviaba mensajes a la familia informándoles la situación médica de Yuuri. Ya el siguiente lunes era el turno de Mari para estar con ellos.


 


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Con amor: Yukino. 


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