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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

Han pasado dos meses desde la última actualización. Disculpen por eso, estuve muy ocupado y falto de inspiración.

XXIV
 
Tan rápido como pudieron, Sebastián y Francisco abandonaron el recinto en donde practicaban y se encaminaron al supermercado en el que Cristina les iba a esperar. Por su parte, Cristina también había salido de su casa y estaba de camino al centro; como no quería demorarse, abordó un taxi y estuvo en el lugar en menos de diez minutos. No pasó mucho para que se encontrara con los chicos, que cargaban consigo sus bolsos y raquetas de la práctica, se saludaron y entraron al supermercado.
 
–¿Ocurrió algo grave con Alejandro? –preguntó Francisco mientras recorrían los pasillos.
 
–Sí, pero no tengo el detalle de lo sucedido, por eso le propuse a Alejandro que podríamos almorzar juntos. La idea es que podamos hablar de lo que pasó ayer –explicó Cristina, deteniéndose frente a una estantería llena de latas de conserva–. Disculpen chicos, no he pensado aun en lo que podemos preparar para el almuerzo, ¿qué piensan ustedes?, ¿qué podemos comprar?
 
–Podríamos llevar pastas, son más fáciles de cocinar, ¿no? –sugirió Sebastián–, ¿o quieren comer otra cosa?
 
–Pensé en preparar una crema de verduras o algo así. El día está un poco frío y podríamos comer algo más cálido –señaló Cristina–, pero no tenemos mucho tiempo para cocinar, a menos que quieran almorzar a las 15:00.
 
–¿Y si preparas una sopa y luego comemos pastas, con algunas verduras o una de esas salsas? –propuso Francisco, señalando las latas de conserva junto a ellos.
 
–Sí, un consomé estaría bien, y las verduras servirlas junto con la pasta, o en una salsa –dijo Sebastián convencido.
 
–Suena bien, aunque me habría gustado preparar un guiso. En fin, será para otro día en el que nos organicemos mejor –resolvió Cristina.
 
–Entonces, vamos pronto, no hay mucho tiempo. No queremos que Alejandro se impaciente –dijo Francisco con una risita. Sebastián le imitó.
 
–No lo creo, Alejandro no quería que fuéramos en primer lugar, pero logré que cambiara de opinión –dijo Cristina–, y, en cualquier caso, es probable que aun esté en pijama. Aunque nos retrasemos, él no se dará cuenta.
 
Los chicos solo aumentaron la intensidad de las risas y continuaron su camino, no sin antes detenerse a mirar las salsas enlatadas que había en el pasillo.
 
… … … … …
 
Un delicioso aroma alcanzó su nariz, así como el sonido de platos y cubiertos. Nicolás se levantó de la cama y caminó hacia la habitación de Adolfo; éste ya no estaba allí, así que supuso que su hermano era el que estaba cocinando y haciendo todo el ruido en la cocina. Después de entrar al baño, lavarse la cara y las manos, se recogió el cabello y bajó las escaleras en dirección a la cocina, en donde encontró a Adolfo vestido con un delantal y con su atención puesta en la sartén que contenía verduras y pollo, cocinándose sobre el fuego de la estufa.
 
–Buenos días –dijo Nicolás, acercándose y dando un beso en la mejilla a su hermano, para luego sentarse y beber un poco de jugo.
 
–¿Buenos días? Eres un descarado, mira la hora que es –Adolfo señaló el reloj que estaba en la pared: eran pasadas las 14:00–, ¿dormiste bien?
 
–Sí, ya me siento mucho mejor –respondió Nicolás–. Eso huele muy bien, ¿qué es?
 
–Es mi guisado de berenjenas, hace tiempo que no lo cocinaba y me pareció una buena ocasión para ocupar las que había en el refrigerador. Estará listo en unos minutos –Adolfo cubrió la sartén con la tapa y se sentó frente a su hermano–. Bueno, ¿vas a decirme qué fue lo que ocurrió ayer?
 
–Sí –Nicolás bebió un sorbo de jugo y habló–. Prepárate para una larga historia.
 
–Soy todo oídos –respondió Adolfo.
 
–Hace varios días, semanas más bien, conocí a un chico.
 
–¿Un chico? –el rostro de Adolfo se oscureció.
 
–Sí, un chico… un chico que me gusta –esto último lo dijo Nicolás casi en un susurro. 
 
Adolfo no hizo más comentarios y se limitó a escuchar la historia, sin saber que un sentimiento comenzaría a carcomer su corazón.
 
… … … … …
 
No había dado a Javier tiempo siquiera para que explicara sus motivos. Corrió a encerrarse en el baño mientras se cubría la boca con una mano. Ignacio estaba temblando y no sabía por qué. ¿Dónde había quedado la dureza y orgullo del bartender malhumorado que todos conocían? Se había convertido en un mocoso asustado y patético, incapaz de aceptar que su mejor amigo lo había besado. No culpaba a Javier, pues las circunstancias que él mismo había creado, así como la invitación a dormir la siesta en la misma cama, habían orillado al chico a dicha acción. ¿Debió haber pensado que eso podría ocurrir?, ¿o acaso estaba siendo demasiado ingenuo y Javier en realidad lo había estaba viendo como algo más que un amigo durante todo ese tiempo? Si lo pensaba un poco más, era cierto que ambos se comportaban de manera muy cercana y era normal, al menos para él, que Javier lo abrazara sin problemas; de hecho, era el único al que le permitía hacer eso. Javier había sido el único apoyo que tuvo durante el divorcio de sus padres y la única persona que había estado solo para él. Pero, ¿era esa cercanía justificación suficiente para despertar sentimientos tan fuertes en el corazón de su amigo?, ¿de verdad pensaba él que había algo más entre ellos? No lo sabía con seguridad, pero las reacciones de Javier eran algo que lo estaba molestando, y sus piernas temblaban tanto que se dejó caer sobre el suelo frío de cerámica.
 
–¡Ignacio!, ¿estás bien?, ¿qué fue ese ruido? –la voz de Javier se escuchó fuerte y pronto sus pasos se oían acercarse a la puerta–, ¿Ignacio?, abre la puerta, por favor.
 
Éste no respondió. Estaba confundido. ¿Sentía algo por Javier?, ¿era solo su amigo, o estaba sintiendo algo más y que no reconocía? Debía haber algo más, sino por qué estaba encerrado, negándose a abrirle la puerta, ocultándose de lo que, a cada instante, resultaba más evidente con cada segundo que transcurría allí sentado en el piso. Los golpes en la puerta tras de sí se comenzaron a repetir uno tras otro con fuerza, acompañados por la voz preocupada de Javier.
 
–¡Ignacio!, ¡abre la puerta, por favor!, ¿qué ocurre?
 
–Es… Estoy bien, dame un momento y saldré –intentó decir Ignacio, recobrándose y levantándose, fue al lavamanos y se mojó el rostro. Cuando se vio al espejo, parecía como si hubiera estado llorando por horas. Respiró hondo y abrió la puerta, solo para encontrarse con un efusivo abrazo de Javier, quien le recibió entre sollozos.
 
–No vuelvas a asustarme así, creí que te habías lastimado allí dentro.
 
Ignacio guardó silencio. Se limitó a corresponder el abrazo.
 
–Por favor, perdóname Ignacio, no volveré a comportarme así contigo. Te lo prometo –seguía diciendo Javier con los ojos húmedos.
 
Simplemente no podía estar molesto con él, no tenía nada que perdonarle, pero antes de hacer cualquier otra cosa, había puntos que aclarar.
 
–Javier, ¿yo te gusto?
 
–¿Eh?, ¿qué dijiste?, espera ¿estabas llorando? –Javier se separó un poco para mirar el rostro de Ignacio, que estaba enrojecido.
 
–No estaba llorando, ahora responde mi pregunta –aclaró, viéndolo directo a los ojos. No era el momento de ser cobarde.
 
–¿Por qué quieres saberlo?
 
–Porque eso definirá nuestra relación a partir de ahora. Responde, por favor, ¿yo te gusto?, una vez que lo sepa y por qué, definiré mi curso de acción.
 
Ahora Javier había enmudecido. Ignacio podía ser tan directo como una bala disparada. No había pensado siquiera que el sueño de la otra noche sería una señal de lo que tenía frente a sí: la oportunidad de conseguir lo que tanto quería, una oportunidad con Ignacio, o la oportunidad de estropear todo y perderlo como amigo, perderlo todo.
 
–Sí, me gustas y no puedo hacer nada para evitarlo –aunque quería ocultarlo, se estaba manteniendo en pie solo gracias a que Ignacio lo sostenía con sus brazos, delgados pero fuertes–. Lo siento, no sé en qué momento ocurrió, pero ya no puedo verte con los mismos ojos, y aunque no voy a forzarte a hacer algo que tu no quieras, no puedo concebir la idea de no tenerte conmigo, sería demasiado doloroso.
 
–Y si te digo que solo podemos ser amigos, ¿te resignarías a vivir de esa manera? –volvió a preguntar Ignacio con firmeza que hasta parecía frialdad.
 
–No creo que pueda hacerlo, eres demasiado importante para mí y aunque estuviera de acuerdo con tal de que no me alejaras de tu vida, no creo poder soportar el dolor, más del que siento ahora –Javier se enjugó los ojos antes de continuar–. Jamás imaginé que tendría estos sentimientos por ti y me duele porque siento que traicioné la relación que llevábamos, y no sé qué harás a continuación, debería callarme ya, ¿verdad?, ¿qué estás pensando?
 
No hubo respuesta. Ignacio solo cerró los ojos con una expresión afligida, cosa que Javier interpretó negativamente, soltándose de los brazos y cayendo de rodillas al suelo.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.

 

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