Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La mirada del extraño por Augusto2414

[Reviews - 23]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

Admito que esta ha sido una de las escenas que más me ha costado escribir.

XXXVIII
 
Katerina lo llevó dentro del departamento, cerró la puerta y fueron hasta la sala. Dejó a Ignacio en el sofá y ella se sentó frente a él en una de las sillas.
 
–Ignacio, ¿es verdad lo que acaba de ocurrir?
 
–Sí, lo fue, ¿qué puedo hacer? –dijo el bartender, cubriéndose el rostro con las manos, completamente acongojado.
 
–Primero, hay que poner las cosas en claro, ¿qué sientes tu por Javier? –comenzó la chica, adoptando una actitud seria.
 
–Es mi amigo, el más importante y lo quiero mucho –afirmó Ignacio sin levantar la mirada.
 
–¿Sólo como amigo?
 
–¿Qué?, claro que sí, no entiendo por qué él ha visto otra cosa.
 
–Quizá tú le has dado señales de forma inconsciente y Javier las ha entendido de esa manera, mientras que él ha dado señales que tu no has sabido identificar, algo más que la extraña amistad que han llevado por tanto tiempo y que, como ves, los ha llevado inevitablemente a esta situación –dijo Katerina, quien había visto sus interacciones y pensado en más de una ocasión que ellos no actuaban como amigos, pues los roces y las miradas que se dedicaban eran indicadores de que allí había algo más, algo que ninguno de los dos era capaz de definir con exactitud, ya fuera porque resultaba más cómodo vivir así, o ya porque no sabían cómo hacerlo y salir de la incertidumbre–. Dime una cosa, ¿por qué Javier estaba aquí hoy?
 
–Se quedó y pasó la noche conmigo. Hoy desayunamos y dormimos un poco después, incluso íbamos a almorzar juntos.
 
–¿Durmieron juntos?
 
–Sólo después del desayuno.
 
–¿Crees que eso es normal entre amigos?
 
–No lo sé, supongo.
 
–No estoy de acuerdo, ¿estás seguro de que todo iba bien entre ustedes?, ¿no viste lo que Javier estaba sintiendo? –dijo Katerina visiblemente consternada.
 
–No, no pude verlo, ¿fue tanta mi ceguera?
 
–Al parecer, sí.
 
Ignacio hizo un recorrido por los momentos que habían compartido, desde que se conocieran en aquel pequeño recital de invierno, como intercambiaron teléfonos y empezaron a charlar, cada vez más hasta convertirse en amigos, unidos por el trabajo que desempeñaban y por la confianza que iba creciendo, al punto que, en el día que sus padres se divorciaron, Javier lo acompañó y fue su único consuelo; además de Katerina, el peliblanco era su único amigo, la única persona con la que se sentía conectado, la única persona por la que realmente tenía sentimientos, la única por la que sentía amor.
 
–No puedes dejarlo así, tienes que hablar con él.
 
–…
 
–Oye, tú no eres el único que está sufriendo, Javier debe estar igual o peor, y sabrá Dios por cuanto tiempo ha estado reprimiendo lo que siente. Lo que pasó hoy fue el punto de quiebre, el fin de su paciencia y acabó demostrando sus sentimientos por ti.
 
–¡No lo digas!, ¡no quiero oírlo!
 
–¡¿Cómo puedes ser tan egoísta?!, ¡¿no te importa Javier?!
 
–¡Claro que me importa!
 
–¿Estás seguro?
 
–¡Sí!, ¡lo estoy!, ¡pero no sé qué hacer!
 
–Comienza por calmarte, ¿vale? –dijo Katerina, tomándolo de las manos–. Tienes que definir tus propios sentimientos, ¿quieres perder a Javier?, ¿que siga sufriendo por tu causa?
 
–No quiero, no quiero porque… es lo único que tengo…, porque… lo quiero –acabó por confesar, volviendo a derramar lágrimas–. Sí, le quiero… no puedo evitarlo.
 
–Ignacio, ¿no te das cuenta?, ambos se quieren y son lo más importante que les ha ocurrido en la vida –dijo la chica, acariciando la mejilla humedecida del bartender–. Mantener esta situación sólo les traerá más dolor, tienen que solucionarlo de alguna forma y aceptando que, sea cual sea la decisión que tomen, las cosas ya no serán la mismas y su relación sólo tiene dos caminos a partir de aquí: dar un paso más allá o romperse sin remedio.
 
–¿Tan difícil será?
 
–Sí, y lo siento, pero si quieres mi ayuda, tú también debes asumir tu parte de la responsabilidad. Los ayudaré porque son mis amigos y así como hablé contigo, también hablaré con Javier. El resto se los dejo a ustedes –dijo Katerina y abrazó a Ignacio con fuerza. Era la primera vez que veía la fragilidad de un chico que siempre se veía tan fuerte y orgulloso. Ciertamente las apariencias engañan–. Quiero volver a verlos felices, como tantas veces antes. Sé que pueden arreglar esto, salir adelante, y créeme que, si ustedes logran superar esto y consiguen algo más, seré la primera en apoyarlos.
 
–Muchas gracias, Katerina, de verdad, muchas gracias. Tengo tantas cosas en qué pensar, sobre mí, sobre Javier, sobre nosotros.
 
… … … … …
 
“Javier y yo somos amigos, siempre ha sido así… o eso pensaba.
 
Algo despertó dentro de mí que no supe cómo llamar, que no supe reconocer.
 
Él sí lo reconoció, pero lo guardó en su interior, no quería que yo lo supiera por temor a perderme. 
 
Sin embargo, el que está a punto de perderlo ahora soy yo, con mi torpeza y necedad, estoy perdiendo el bien más preciado que han tocado mis manos. 
 
No quería aceptar que mis sentimientos habían cambiado, pero me prometí no dejarlo ir y estoy dispuesto a arriesgarlo todo con tal de conseguir una oportunidad para nosotros, aun si tenga que enfrentarme a mis propios demonios.
 
Entre aceptar lo que siento y perderlo para siempre, ya no tengo dudas.
 
Javier me gusta”.
 
… … … … …
 
Permanecieron en silencio durante largos minutos y en el aire que los rodeaba flotaba la tensión del momento. 
 
Aunque había poca luz en esa zona, había observado a Javier y pese a su aspecto, lucía cierto atractivo con sus desordenados cabellos decolorados, que ya volvían a recobrar su color oscuro original y que caían sobre su rostro. Al fin, Ignacio tomó la palabra y se volvió hacia el chico que permanecía quieto y silente.
 
–Estuve pensando mucho estos días, sobre lo que pasó.
 
–¿Sí?, ¿y qué fue lo que pensaste? –respondió Javier en un susurro apenas audible.
 
–Después de esta conversación nuestra relación cambiará irremediablemente.
 
–Nuestra relación cambió a partir de ese día, cuando cometí ese error.
 
–No creo que lo haya sido –dijo Ignacio–, el verdadero error lo cometí yo, te llevé por un camino del que no había retorno.
 
–¿Qué quieres decir con eso? –Javier lo miró con incertidumbre.
 
–Yo tuve la culpa de todo. Si no hubiera estado ciego a las señales que me enviabas, a lo que estabas sintiendo, no habríamos llegado a esto. Tal vez yo habría reaccionado de otra manera.
 
–No digas eso, Ignacio, no estabas en la obligación de responder a mis señales, la obligación la tenía yo como amigo, debí ser sincero contigo y decirte la verdad, que mis sentimientos habían cambiado.
 
–Perdóname, Javier, te hice sufrir durante mucho tiempo, aun lo hago, con mi distancia y mi silencio.
 
–No, no tienes que pedirme perdón, soy yo, soy yo el que ha cargado con el dolor de una ilusión, la frustración que hay en mi por no ser capaz de aceptar la realidad, por no saber cómo enfrentar el futuro, uno en el que no te veo junto a mi –dijo, apretando los puños y ocultando el rostro. El aire se hacía pesado y comenzaba a marearse.
 
–Yo también vi ese futuro en el que no estás y fue como recibir un golpe en el estómago, es por eso que quiero definir lo que será de nosotros a partir de ahora, para liberarnos de este sufrimiento.
 
–Sea lo que sea que hayas decidido, Ignacio, lo aceptaré. 
 
El chico se preparó mentalmente para escuchar lo peor, para escuchar un rechazo que le haría trizas el corazón y derrumbar lo que quedaba de su espíritu.
 
–Javier, a pesar de todo lo que ha ocurrido, sigo estando seguro de una cosa y es que tú eres la persona más importante para mí.
 
Lejos de sentirse aliviado, el peliblanco estaba devastado por las palabras que oía, pues parecían un intento forzado por salvar la amistad y quedar en buenos términos.
 
–Es por eso que…
 
–¡Anda!, ¡dilo de una vez!, ¡dime que no quieres nada conmigo!, ¡maldita sea!, ¡deja a un lado los pretextos y dime la verdad!, ¡di que me odias por haber traicionado lo que teníamos! –Javier se levantó, dolido como estaba, e hizo el intento de marcharse, pero fue detenido por Ignacio–. ¡Suéltame!
 
–¡¿Crees que eres el único que sufre con esto?! –gritó Ignacio, sosteniéndole por el brazo, mientras que de sus ojos brotaban lágrimas–. ¡¿Crees que ha sido fácil aceptar de un día para otro que tu mejor amigo te ve como algo más?!
 
–¡Te dije que me sueltes! 
 
Javier se volteó y lo empujó bruscamente contra la pared, en una imagen que resultaba irreconocible para Ignacio, pudiendo percibir, además, el olor a alcohol que emanaba; el peliblanco había estado bebiendo, quién sabe hace cuánto tiempo y en qué cantidad. Ignacio sintió como se le oprimía el pecho al verlo en semejante estado y la desesperación comenzaba a quebrarle la voz.
 
–¡Maldita sea!, ¡¿por qué tuvo que pasar esto si éramos tan felices?! –exclamó, cubriéndose el rostro con las manos, intentando ahogar los sollozos.
 
–Javier, ¿qué no lo entiendes?, creíamos ser felices y no era así, vivíamos en una ilusión que, afortunadamente, ha terminado. Ya no estoy ciego y no puedo seguir ignorando tus sentimientos, ni tampoco los míos. No quiero que abandones mi vida.
 
–¡Pero lo haré! Todo se destruyó cuando te besé, pero dime, ¿qué podía hacer?, ¿cómo debía sentirme cada vez que nos veíamos?, ¿qué debía hacer?, ¿seguir ocultando que me gustabas?, ¡dímelo!, ¡qué debía hacer! –Javier golpeó la pared con el puño, cargado con la frustración–. Lo… lo siento, no es tu culpa. He sido yo…
 
–No es verdad, fue ese gesto el que me hizo reaccionar, quitarme las vendas que me cubrían los ojos y despertar a la realidad. Javier, lo nuestro aún puede ser –dijo Ignacio, situándose frente al peliblanco y tomando su rostro.
 
–¿Lo nuestro?
 
–Sí, lo nuestro, algo que puede ser tanto o más hermoso que la amistad que tenemos. Yo… estoy dispuesto a intentarlo, y eso es porque… me gustas, Javier, te quiero como no creí que podría llegar a hacerlo.
 
–Yo también… te quiero, te amo Ignacio, pero no quiero que te veas forzado a corresponderme solo para evitar lastimarme –dijo Javier, sosteniéndole la mirada y tocando sus mejillas con las manos temblorosas.
 
–No me estás forzando a nada, es mi decisión –dijo Ignacio, sonriendo por primera vez después de mucho.
 
–Después de todo lo que ha ocurrido, todavía estás a tiempo de terminar con todo esto y que cada uno siga su camino por separado –dijo, arrepintiéndose de cada palabra que salía por su boca, traicionándolo y apuñalándolo.
 
–No hay caminos separados, no para nosotros, esta es la dolorosa realidad, mas no para siempre, y aquí estoy frente a ti con mis sentimientos que, como los tuyos, son reales.
 
Javier había enmudecido. Tenía a Ignacio enfrente, con sus brillantes cabellos lacios, ojos llorosos y rostro enrojecido. No había duda en sus palabras, sólo certeza.
 
–¿De verdad quieres seguir adelante? –preguntó.
 
–Sí, estar a tu lado es todo lo que necesito –dijo Ignacio, acortando la distancia entre ambos, acercándose hasta los labios del peliblanco–. Cuando estoy contigo no hay necesidad de pretender. Soy libre para amarte.
 
–Ignacio, ¿qué estás…?
 
–No digas nada más, o me enfadaré –dijo, y aunque estaba temblando, besó a Javier con decisión. Éste, abriendo sus enrojecidos ojos producto de la sorpresa, no pudo resistirse más al deseo de probar esos labios una vez más; extendió los brazos y atrajo a Ignacio posesivamente, apretándolo contra su pecho, haciendo el contacto más intenso y profundo. Por su parte, el bartender atrajo al peliblanco por el cuello de su chaqueta, para luego acariciarle el rostro y el cabello. 
 
Ambos lloraron aliviados, ligeros, enamorados, unidos en la correspondencia de un beso que no querían terminar, unidos en el latir acelerado de sus corazones.
 
Cuando al fin se separaron, agitados y sonrojados, apoyaron sus frentes una contra otra, se miraron tiernamente y rieron como solían hacerlo.
 
–Ignacio –dijo Javier sin separarse ni un centímetro. Tomó su mano con seriedad y continuó–, después de todo lo que nos hemos dicho, sólo me queda una pregunta por hacer: ¿aceptarías salir conmigo?, ¿aceptarías ser mi pareja, mi novio, mi amigo, mi amante?
 
–Javier, acepto ser todo eso y más, porque en tanto sigamos juntos no tengo nada que temer –respondió, sosteniéndole la mano, mirándola con un brillo en los ojos que pocas veces tenía ocasión de disfrutar–. Me enamoré de ti, Javier, esa es mi verdad.
 
Permanecieron así, recargados contra la pared, besándose, aunque diferente pues ambos podían ahora dar rienda suelta al sentimiento que vivía oculto en su interior, recorrer sus cuerpos y saciarse por todo el tiempo que habían callado. 
 
Era el comienzo de algo nuevo y que, como tantas otras veces, enfrentarían juntos, a su manera, pero juntos.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).