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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

XXXIX
 
–Tal vez debería ir y ver cómo están, ¿no crees? –dijo Katerina con voz preocupada.
 
–No, dales tiempo, lo necesitarán –dijo Ariel, tranquilizándola–, estoy seguro de que no es una conversación sencilla, pero ten confianza, ya verás como regresarán reconciliados.
 
–Suenas muy confiado.
 
–¿Tu no?
 
–No es eso, confío en ellos, pero no por eso dejan de preocuparme –la chica dio un trago a su bebida y relajó un poco el cuerpo, estaba muy tensa–, mi temor es que solo por mantener una buena relación acaben tomando una mala decisión.
 
–Verás que no, Katerina, verás que no y antes de que termine la noche los veremos juntos otra vez –dijo, dando un trago a su cerveza y agregó después con una risa–. Bueno, tú los verás juntos otra vez, para mi será la primera.
 
–Gracias, Ariel, y sí, será la primera vez que los veas. Me hace tanta ilusión que así sea.
 
–Estoy seguro que sí, ¿sabes?, me recuerdas a alguien que conozco, una de mis compañeras de trabajo.
 
–¿Sí?
 
–Sí, a Cristina. Ella tiene un amigo que está pasando por una situación similar, con la diferencia de que ella no apoya la relación. En cambio, tú eres amiga de ambos.
 
–Ya veo, quizá se comporta así porque no le agrada la pareja de su amigo, yo también lo haría si fuera el caso.
 
–Claro, pero las circunstancias han llevado a que esa relación solo se fortalezca muy a pesar de Cristina, es más –Ariel se acercó a Katerina y le habló como si fuera a revelar un secreto–, ¿ves a esos chicos que bailan juntos?, son ellos, Alejandro y Nicolás.
 
–Oh… –comentó Katerina, dirigiendo la vista hacia donde los chicos bailaban–, si me preguntas, creo que hacen buena pareja, ¿están saliendo?
 
–Así parece. No esperaba verlos aquí esta noche, al menos no a Nicolás. Con esto supongo que estarán formalizando su relación si es que no lo han hecho ya.
 
–Para mí lucen perfectamente como una pareja –dijo, encogiéndose de hombros.
 
Ariel no hizo ningún otro comentario y se quedó mirando a los chicos bailar, con una fluidez y naturalidad que solo había visto en Cristina y Sebastián. Tal vez ese par también estaba destinado a permanecer unido.
 
De un momento a otro todo se calmó, la música disminuyó y las luces grandes del local se fueron encendiendo.
 
–¿Eh?, ¿qué ocurre ahora?
 
–Julieta dará un discurso de agradecimiento.
 
–¡Oh!, ya entiendo, haremos una pausa antes de continuar con la fiesta.
 
–Sí, eso es. Julieta debiera llegar en cualquier momento –Katerina comenzó a mirar a su alrededor intentando ver a su jefa, pero aún no había señales de ella, ni tampoco de sus amigos.
 
Se quedaron conversando en el mismo lugar mientras los demás asistentes se dirigían a la barra, compartían tragos, conversaban en pequeños grupos, y otros se negaban a abandonar la pista y seguían bailando; poco les duró pues en un momento llegaron algunos trabajadores del local, retiraron a las personas y montaron una pequeña plataforma con micrófono, acto seguido se presentó la dueña del local, Julieta, flamantemente vestida y con su largo cabello recogido, acompañada de Julio y en medio de ruidosos aplausos. Katerina se apartó de Ariel y salió rumbo a la parte trasera.
 
–¿A dónde vas? –preguntó el ayudante.
 
–Voy por ellos, no aguanto más la angustia, quiero saber qué está ocurriendo.
 
–Espera, no…, oh, está bien, ve, pero no te tardes y no los obligues a regresar si no quieren. Dales su espacio, ¿vale?
 
–Vale, y tú espérame aquí, el discurso está por comenzar –dijo la chica, guiñándole el ojo y desapareciendo entre la gente que comenzaba a agruparse alrededor de la plataforma.
 
Katerina fue y buscó con la mirada a sus amigos, pero no los encontró, avanzó un poco más y se percató de unas siluetas junto a la pared que, por los movimientos que hacían, pensó que se estaban peleando; preocupada, se acercó corriendo y gritando que se detuvieran. Los chicos se separaron en el acto, completamente agitados y para cuando Katerina llegó con ellos, entendió perfectamente lo que estaba ocurriendo: los había interrumpido y las miradas que recibió en respuesta fueron de sorpresa y molestia. 
 
–¡Lo siento!, ¡lo siento! –la chica no pudo sino cubrirse con las manos el sonrojo extremo de su rostro.
 
–Y estábamos en lo mejor, ahhhh… –dijo Javier, suspirando con decepción.
 
–Pero cómo es posible, ¿no podían aguantarse las ganas? –preguntó Katerina.
 
–Evidentemente no –respondió Ignacio, arreglándose la ropa.
 
–Ya tendrán ocasión de hacer las cosas con calma y en un lugar más discreto, ¿verdad?, porque voy a asumir que se han reconciliado, ¿o me equivoco?
 
–¡Sí!, ¡nos hemos reconciliado! –exclamó Javier, dando un salto de alegría.
 
–Eso también es evidente, ¿no lo crees? –dijo Ignacio, cruzándose de brazos.
 
–Me alegro mucho, chicos, no saben la angustia que me quitan de encima. Y… ¿en qué términos han quedado?, ¿amigos o… novios?
 
Ignacio y Javier se miraron mutuamente y tras intercambiar un par de sonrojos, Ignacio se atrevió a responder.
 
–Como novios –y tomó de la mano a Javier–, o al menos eso intentaremos.
 
–¿De verdad?
 
–¡Sí!, ¡de verdad!, ¡novios!, ¿puedes creerlo, Katerina?, ¡estamos juntos! –dijo Javier, llevándose la mano de Ignacio a los labios para besarla.
 
–¡Los felicito, chicos!, no saben la alegría que me provoca verlos juntos nuevamente, la vida les sonríe otra vez –dijo, abrazándolos muy emocionada, y éstos hicieron igual sonriendo aliviados, libres, sinceros. Cuando terminó con las muestras de afecto, la chica explicó las razones por las que estaba allí–. Bueno, yo vine porque quería saber de ustedes y lo que estaba ocurriendo, pero además para avisarles que Julieta dará un discurso y quiere que todos estén presentes. Y luego vendrá la fiesta, la "real" fiesta y disfrutar la noche como queramos, juntos los tres, como siempre.
 
Ambos, Ignacio y Javier volvieron a abrazarse con Katerina, agradeciéndole por ser tan buena amiga y cuidar siempre de ellos. Y con el asunto claro, regresaron en calma al salón principal.
 
… … … … …
 
–Gracias, gracias a todos por venir esta noche a «la Dama Azul» –dijo Julieta, cuya esbelta figura sobre la plataforma captaba todas las miradas, especialmente la de Julio que, orgulloso, estaba de pie junto a ella–. Esta noche es para celebrar, en primer lugar, los logros que he alcanzado con muchísimo esfuerzo y han llevado al crecimiento de este pequeño local, que ahora mismo de pequeño no tiene nada; «la Dama Azul» ha sido mi mayor tesoro desde que lo recibiera de mi padre y aquí he vivido las mejores experiencias de mi vida. Es por eso que, gracias a la lealtad y preferencia de nuestros clientes, decidí emprender una serie de reformas que nos han conducido al resultado que tienen frente a sus ojos: una considerable ampliación de nuestras instalaciones, la barra, el salón principal, la pista de baile y una futura terraza al aire libre en la parte trasera, para brindar a todos los asistentes un servicio de la mejor calidad, un sello que siempre nos ha caracterizado y esperamos mantener para mayor satisfacción de ustedes.
 
Fuertes aplausos se oyeron en toda la sala, que fueron apaciguados por Julio. El discurso aun no terminaba.
 
–En segundo lugar, quiero celebrar con ustedes al excelente equipo que tengo trabajando conmigo, ¡acérquense, por favor!, quiero que conozcan a Katerina, mi recepcionista, y a Javier, mi bartender –hubo un momento de silencio entre los asistentes, que se volteaban a mirar en todas direcciones–. ¿Eh…?, ¿no están aquí?
 
–¡Aquí…, aquí estamos, Julieta!, ¡permiso, por favor! –la chica llegó junto al peliblanco, haciéndose paso entre la gente amontonada junto a la plataforma. Javier se separó a regañadientes de Ignacio, pero éste le insistió en que fuera con Katerina, que él se quedaría abajo junto a los chicos, que también estaban entre la multitud y se lo quedaron mirando con ojos de asombro.
 
–¿Cuándo llegaste? –preguntó Cristina, acercándose junto con Sebastián–, ¿estabas aquí desde hace mucho?
 
–No…, no en realidad –respondió, encogiéndose de brazos.
 
–Vaya, vaya, te ves muy bien, Ignacio, ¿te vestiste especialmente para la ocasión? –observó Francisco tras llegar junto al grupo.
 
–Sí, y para que lo sepan, alguien me invitó –respondió con un dejo de superioridad.
 
–Ya, chicos, dejen en paz a Ignacio –intervino Ariel y luego agregó, dirigiéndose al bartender–, parece que las cosas van mejor en tu vida, ¿verdad?
 
–Sí, gracias –respondió, entendiendo a lo que se refería.
 
Antes de que pudieran seguir hablando, la voz de Julieta volvió a escucharse fuerte en toda la sala. Estaba acompañada por Katerina y Javier.
 
–Estos chicos aquí presentes y mi socio, Julio, son los responsables de mi éxito y a quienes debo todo lo que he logrado; todo lo que sucede aquí dentro es gracias a ellos, de que este sitio funcione apropiadamente y haya alcanzado la reputación de la que goza en el barrio. Es por eso que con esta fiesta quiero darles el reconocimiento que se merecen –se volvió hacia ellos y les dijo directamente–: Gracias infinitas por estar aquí, por ser más que trabajadores y mis colaboradores, por ser mis amigos. Muchas gracias.
 
Julieta comenzó a aplaudir y el auditorio la siguió, haciendo que Katerina se ruborizara de la emoción y fuera abrazada por Javier.
 
–Y gracias a ustedes por seguir viniendo aquí, a compartir con nosotros. Por ustedes seguiremos dando lo mejor de nuestro servicio. ¡Gracias!, ¡gracias a todos!
 
Los aplausos volvieron a estallar y Julieta no pudo evitar soltar lágrimas, siendo contenida por Julio, que afectuosamente la abrazó. Katerina y Javier se unieron y también abrazaron a la dueña; les sonrió tiernamente y dio un beso a cada uno.
 
–Pero por favor, digan unas palabras también, pueden hacerlo si quieren, como amigos y parte fundamental de esta empresa –les instó Julieta.
 
–Yo solo quiero decir que agradezco tu confianza, Julieta, y los años de trabajo arduo que te han hecho obtener tu éxito actual. Espero que sigamos venciendo obstáculos y alcanzando metas. Gracias –dijo Julio y comenzó a aplaudirla.
 
–Muchas gracias, Julio, yo también espero que sigamos trabajando juntos, que los éxitos obtenidos se multipliquen. ¿Katerina?
 
–Julieta, no solamente eres mi jefa sino también mi mejor amiga, te quiero mucho y comparto contigo la alegría de tus logros, todo lo que has conseguido es un orgullo y me hace feliz ser parte de tu vida. Muchas felicidades –dijo la chica y la abrazó fuertemente.
 
–Muchas gracias, querida mía, ¿y tú, Javier?
 
–¿Yo?
 
–Sí, ¿hay algo que quieras decirnos?
 
–Eh… sí, la verdad es que sí –lo pensó un momento y se dirigió a los presentes que aguardaban expectantes–. Cuando llegué aquí no conocía a nadie, fue difícil, pero con el tiempo conocí a personas increíbles como usted Julieta, a don Julio y a Katerina, que siempre ha sido un apoyo para mí, y quiero agradecerles la gentileza y respaldo que han dado a mi trabajo, sin ustedes y el esfuerzo necesario no habría logrado alcanzar la calidad en las bebidas que aquí se sirven y que son tan reconocidas por todos ustedes, muchas gracias –hizo una pausa y luego continuó–. Antes de terminar, quiero agradecer a alguien muy especial, a quien me trajo a «la Dama Azul», alguien a quien debo mucho de lo que soy, esa persona es Ignacio, mi novio, con quien deseo seguir compartiendo muchos más momentos.
 
Todos se voltearon a ver al bartender que fue iluminado por uno de los reflectores, haciendo que deseara ser tragado por la tierra de la vergüenza que le provocaba una situación tan embarazosa como esa, y para rematar Javier le extendió la mano para que se acercara. Ignacio respiró profundo y aceptó la mano del peliblanco, subiendo a la plataforma en medio de los murmullos del público.
 
–En este lugar he vivido los mejores momentos, es aquí donde he sido feliz y quiero seguir siéndolo al lado de los que me aman –sin soltarle la mano, Javier miró a Ignacio con tanta sinceridad y transparencia que lo hizo estremecerse. Le hizo sentirse como el protagonista de una obra teatral que de pronto salía a escena y sobre el cual recaían todas las miradas–. Te quiero, Ignacio.
 
–Yo también te quiero, Javier, demasiado –y se acercaron al punto que todos creyeron que se besarían, pero no lo hicieron. Se escuchó más de un suspiro o una expresión ahogada entre los asistentes, seguido de una ronda de aplausos. Abajo, de entre todos, Cristina, Sebastián y Francisco se miraron entre ellos con expresiones de sorpresa y asombro, sin pronunciar una sola palabra; Nicolás y Alejandro, también tomados de la mano, sonreían pues compartían la felicidad que ahora inundaba las vidas de aquel peliblanco melancólico y el malhumorado Ignacio.
 
–¡Y ahora todos a disfrutar, que la noche es joven! ¡Buenas noches! –exclamó Julieta, dando inicio a la "real" fiesta.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.

 

Recuerden que pueden seguirme en la cuenta oficial de Instagram @augusto_2414 LMDE.


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