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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

Advertencia: Este capítulo contiene escenas explícitas (pueden considerarlo un adelanto de lo que vendrá en el futuro). Se recomienda discreción.

XLI
 
La media noche pronto quedó atrás y el tiempo transcurrió en medio de un ambiente cada vez más embriagador. La madrugada fue un vaivén de emociones en el que todo fluyó con naturalidad, saltando los chicos a la pista de baile y dejándose llevar por la música, las luces y el vapor que flotaba suave en medio de los asistentes, al mismo tiempo que las bebidas alcohólicas iban y venían desde la barra.
 
De tanto en tanto sonaban temas lentos y las parejas se apoderaban del escenario para bailar románticas y melosas; de entre todas ellas destacaba la recién anunciada por Javier e Ignacio que, abrazados, se movían al compás de la melodía al tiempo que captaban las miradas de todos a su alrededor.
 
–Ni en sueños me vi haciendo algo como esto –dijo Ignacio, recargando su cabeza en el hombro del peliblanco. Se aferraba fuerte a él como si en cualquier momento la ilusión fuera a desaparecer.
 
–Yo sí lo vi, muchas veces. Desde hace tiempo soñaba con este momento y ahora que se ha cumplido me siento como si estuviera en el cielo –Javier estaba deleitado, pero no dejó pasar la actitud de Ignacio, la forma en que le sostenía y su tono de voz. Con su mano tomó suavemente el rostro del chico y le dijo–. Me haces tan feliz, y quiero que esa también sea tu felicidad. No me hagas sentir que solo lo haces por complacerme, quiero verte feliz otra vez.
 
–No me malinterpretes, por favor, en ningún caso estoy actuando así porque me sienta forzado –dijo Ignacio–, es solo que se siente de una manera diferente, las cosas que hacíamos antes son ahora más íntimas, más nuestras, y aunque me siento feliz de tenerte de regreso, no dejo de sentir algo de melancolía.
 
–¿Melancolía? –dijo con extrañeza.
 
–Sí, pensar en nuestros recuerdos, son como voces del pasado –dijo y se aferró aún más a Javier–, han sido buenos, ¿verdad?
 
–Sí que lo han sido, desde que te conocí aquella vez mi vida cambió y estoy seguro que en adelante podremos crear muchos recuerdos más –dijo, sonriendo otra vez. Atrajo a Ignacio y lo besó sin dudar, gesto que el bartender correspondió de inmediato.
 
–Javier, tu… ¿siempre fuiste tan atractivo? –el aspecto del peliblanco le resultaba tan atrayente que no pudo evitar decirlo. Le echó la culpa al alcohol, pero en fondo esto no era cierto, estaba tan sobrio como siempre.
 
–¿Eh?, ¿qué dices? –dijo al fin que su sorpresa disminuyó–, ¿ya estás ebrio?
 
–Para nada, es solo que hoy me pareces más atractivo de lo que recuerdo –Ignacio tomó la mano que aún le sostenía el rostro y entrecruzó sus dedos, dejando mudo a Javier y con un sonrojo que le cubrió el rostro–, ¿te olvidas que tolero el alcohol mejor que tú?
 
–Entonces soy yo el que está ebrio porque tus ojos lucen hermosos y tú, te ves tan sexi, ¿cómo puedes provocarme tanto?
 
Mientras que los tonos lilas que vestía Ignacio resaltaban su brillante cabello oscuro, Javier y su playera negra destacaban sus cabellos descoloridos que ya recobraban su color natural.
 
Libres de las presiones, se besaron con intensidad y cuando se separaron, Ignacio se relamió los labios.
 
–¿Tus besos fueron siempre tan buenos?
 
–No lo sé, ¿qué crees tú? –dijo, relamiéndose los propios.
 
–Creo que me he negado a un placer tan delicioso como culposo.
 
–Pues ya no hay razón para privarnos más, esta noche es para nosotros.
 
… … … … …
 
–Realmente están enamorados, me alegro tanto por Ignacio –dijo Nicolás, observando a la pareja que se besaba fuertemente abrazados, estáticos bajo las luces.
 
–Verdad que sí, hacen una hermosa pareja –comentó Alejandro–, por cierto, ¿cuándo te hiciste amigo de Ignacio?, ¿o es que ya se conocían?
 
–La verdad es que no nos conocíamos. Comenzamos a hablar en el local y después de frecuentarnos un poco nos hicimos cercanos. Me agrada mucho aun cuando él se niega a aceptarme como amigo.
 
–No es de extrañar, Ignacio es un obstinado, pero en el fondo es un buen tipo y creo que Javier lo quiere con todo y su mal carácter.
 
–Sí, incluso alguien como él tiene a una persona que lo quiere y que está dispuesto a confesarle sus sentimientos.
 
–Como tú hiciste conmigo, eso fue la prueba de lo que sientes por mi –dijo Alejandro, besando al pelinegro, cruzando sus brazos por detrás y Nicolás sujetándole por la cintura–. Te quiero, Nicolás.
 
–Yo también te quiero, Alejandro, como no te imaginas.
 
Y se volvieron a besar. Era cursilería pura y dura, una que era como dulce miel que empalaga.
 
… … … … …
 
Las horas que vinieron luego cambiaron por completo el ambiente que había inundado el local. Las parejas bailaban en actitudes sensuales y provocadoras, intercambiando roces y caricias de tono sugerente.
 
Cristina y Sebastián no se soltaban para nada; él la abrazaba por la espalda mientras le susurraba cosas al oído que a ella la hacían temblar, se volteaba a verlo y lo besaba tan demandante que al chico lo hacía ver estrellas. Estaban de lo mejor hasta que Francisco llegó tambaleándose junto a ellos, completamente ebrio, y arrojándose sobre Cristina, la abrazó con tantas ganas que por poco y la besó.
 
–Oh…, mira quien llegó, mi amor –dijo la chica, sujetando a su amigo, que apenas se sostenía.
 
–Sí, puedo verlo, ¿ya estás ebrio, Fran? –dijo Sebastián con una expresión burlona. Extendió una mano y le dio golpecitos en la cara–, pues así parece, será mejor que se quede con nosotros, ¿no crees, Cris?
 
–Totalmente de acuerdo, ya no bailarás con nadie en ese estado –dijo Cristina, atrayéndolo hacia sí y rodeándolo con los brazos, mientras que Francisco hizo igual, sujetando a su amiga por la cintura, encontrándose con las manos de Sebastián.
 
–Juega limpio, ¿quieres?
 
–Lo siento, Seba, pero si me quieres aquí tendremos que compartir pareja, y déjame decir que Cristina está preciosa –dijo Francisco, dando una mirada muy atrevida a ambos.
 
–Por mí no hay problema en que me compartan –dijo ella, acariciándole el rostro a Francisco–, mejor aquí que causando problemas en otro sitio.
 
–Si tú lo dices, mi preciosa, pero ten cuidado donde tocas, ¿eh, Fran?
 
–Entonces estará bien si te toco, ¿no, Seba? –Francisco sonrió con descaro.
 
–Vale, pero seamos justos, si tú quieres tocar entonces yo también –Sebastián quitó una de las manos que sostenían la cintura de Cristina y la llevó hasta el hombro de Francisco.
 
–Juntos los tres –dijo Cristina, sonriendo ampliamente y acariciando los rostros de ambos chicos–, nos la pasamos muy bien.
 
Dio un fugaz beso a los dos y continuó bailando en medio de Francisco y Sebastián, quienes, intercambiando miradas de complicidad, estrecharon más a Cristina sin dejarle espacio para escapar. El trío que conformaban inspiraba tanta tensión que algunos cercanos no pudieron evitar mirarlos; estaban ebrios y bien acostumbrados a montar escenas como esas, provocativas y sensuales.
 
… … … … …
 
Los vapores y el calor del momento los había hecho ir a por más: al principio era el roce de las manos, pero luego fue el contacto físico e inevitablemente los besos, más y más demandantes. Nicolás y Alejandro, distraídos y embriagados por el deseo de tenerse mutuamente, abandonaron la pista y desaparecieron, en busca de un lugar discreto, alejado de las miradas curiosas que se voltearon a ver la pareja que se alejaba tomados de la manos. Llegaron hasta los baños pero tras dar un vistazo les pareció poco apropiado y salieron raudos antes de que siquiera los notaran. Con indiferencia a todo riesgo, ingresaron a las dependencias prohibidas al público y se encerraron en el primer cuarto que hallaron: se trataba de aquel pequeño espacio que queda debajo de las escaleras y que suele utilizarse como bodega o armario; eso fue lo que pensaron cuando estuvieron allí dentro pero en realidad se trataba de un minúsculo baño que apenas si tenía una ventanilla para la ventilación. Poco les importó esto pues de inmediato pusieron seguro a la puerta y dieron rienda suelta a la excitación de sus cuerpos inundando el aire con gemidos cada vez más sonoros.
 
Si bien los dos estaban ardiendo en deseos, la inexperiencia no les permitía avanzar más allá del roce entre sus cuerpos y los besos fogosos en los que sus lenguas iban de una boca a otra con húmedos movimientos. No se molestaron en encender la luz –ni siquiera buscaron el interruptor–, los rostros se borraban en la penumbra, pero aun así se reconocieron, brillantes de sudor y una respiración agitada, mientras que los restos de saliva relucían en sus labios enrojecidos. Sonrieron, y con las manos temblorosas, ansiosas de tocar más, bajaron hasta los pantalones.
 
–¿Puedo? –preguntó Alejandro sonrojado hasta las orejas, sintiendo el apretado bulto que Nicolás tenía entre las piernas.
 
–Cuanto quieras, ¿me dejarás hacerlo también? –preguntó el pelinegro, besándole otra vez.
 
–Claro que sí, tonto –le respondió, devorándole la boca mientras su mano acariciaba la evidente erección de su pareja.
 
–No tienes idea de lo que me provoca sentirte así, tocarte y ser tocado, solo me hace desear más –pese a que las manos le temblaban, estas no dudaron y siguieron adelante, soltando el cinturón de Alejandro y abriéndole el pantalón. El chico soltó un suspiro al aliviarse un poco la presión ahí abajo, no quiso quedarse atrás y se lanzó sobre el cuello de Nicolás, besándolo al tiempo que sus manos también desabotonaban la camisa violeta que llevaba: quería verlo parcialmente vestido y tras descubrir su pecho y abdomen, Alejandro extendió las manos para acariciarlos ávidamente. Nicolás no podía hacer otra cosa salvo soltar gemidos.
 
–Eres una visión tan hermosa y verte así solo me hace desearte más –susurró Alejandro en el oído ajeno. Por la ventanilla apenas entraba una tenue luz blanquecina que contorneaba las figuras, pero resultaba suficiente para estimular la imaginación. Cuando Nicolás estuvo a punto de despojarse de la camisa, fue detenido–. ¡No!, no te la quites, me gusta así.
 
–¿De veras?
 
–Sí, me excita más verte medio vestido, lo hace más erótico.
 
–¿Es alguna clase de fetiche tuyo? –preguntó con interés creciente.
 
–No lo sé, pero me gusta demasiado.
 
–Lo que es yo, te quiero sin ropa ahora –sin demora, Nicolás bajó los pantalones y le quitó la playera, dejando desnudo el torso de Alejandro, tan delgado y sin vello como el suyo. Solo verlo en esa forma le provocaba devorarlo.
 
–¿Te gusta lo que ves? –le preguntó Alejandro, tocando su pecho y acariciando uno de sus pezones.
 
–Me encanta, te ves delicioso –y le besó fogosamente, no sin antes llevar sus manos a los pezones del chico y bajar recorriendo su abdomen. Simplemente no podía tocar todo lo que quería. Por su parte, Alejandro llevó sus manos al trasero de Nicolás y acabó bajándole también los pantalones de un solo movimiento mientras besaba su pecho.
 
La temperatura era altísima y a lo lejos se oía el persistente ritmo de la música. Ambos sabían que llegados a este punto algo tenía que ocurrir sin estar seguros de cómo hacerlo o por dónde empezar.
 
–Hay algo que quiero hacer –susurró Alejandro, tomando la iniciativa.
 
–Muéstrame.
 
Alejandro llevó sus manos al bulto que sobresalía en la parte baja de Nicolás, tocó un poco por encima y luego se introdujo bajo la ropa interior del pelinegro, tomando para sí toda su erección.
 
–¡Ah…!, ¡qué osado!, ¡ah…!
 
–Te gusta, ¿verdad?, ¿sigo?
 
–Sí, continúa, pero, ¿y tú?
 
–Ya verás, dame tu mano.
 
Nicolás se la dio y Alejandro la llevó hasta su parte baja, introduciéndola directamente en el interior de su ropa.
 
–Tómalo ahora –le dijo y soltó un gemido cuando Nicolás sujetó su miembro con fuerza y lo sacaba fuera. En igualdad de condiciones, ambos empezaron a masturbarse mutuamente; se acercaron lo suficiente para sostenerse cruzando el brazo alrededor del otro, apoyando sus frentes una contra la otra. La ropa interior también había sido quitada y Alejandro, completamente desnudo, se deshacía en gemidos con la imagen de Nicolás que solo llevaba encima la camisa desabotonada, mostrándole el pecho que tanto le excitaba.
 
–Te mostraré… ahora… lo que quiero… hacer… –Alejandro atrajo su miembro con la mano y lo juntó con el de Nicolás, y con ambos manos los apretó. Los chicos dejaron escapar quejidos ahogados–. Juntos…, frótalos juntos…, y tócame… tócame más. ¡Ah…!
 
–¡Sí…!, ¡así…! –Nicolás unió sus manos a las de Alejandro en su tarea, masturbando los miembros erectos en un roce placentero y en extremo erótico. Dejando una mano, llevó la otra hasta el pezón de Alejandro, lo acarició y sin ser suficiente, lo lamió y besó; Alejandro también quería más: apartó una mano y con ella acarició el plano abdomen del otro, solo para llegar a sus pezones, apretarlos y retorcerlos, apartando un poco la camisa y descubriendo sus hombros.
 
El ambiente era la gloria. Con la cabeza recargada contra la pared, Alejandro no dejaba de gemir pues Nicolás no soltaba sus pezones y cuando su boca asaltó el cuello, el primero lo guió hasta sus labios, que ávidos, se devoraron entre sí, ensalivándose y sin dejar de rozar sus miembros en ardiente fricción. Las respiraciones agitadas, así como los ahogos por la falta de aire llegaron a su culminación, mientras que los besos se volvían más torpes cada vez. El frotamiento se aceleró entre sus miembros y el toque de sus cuerpos solo aceleraba la llegada del clímax, estaban casi abrazados para aumentar la intensidad del contacto. La música en el exterior era solo un aliciente y tensándose sus cuerpos, soltaron un fuerte quejido, acabando dramáticamente entre sus abdómenes, manchando sus manos y piernas; éstas fallaron y les hicieron perder el equilibrio, cayendo los chicos contra la pared del estrecho recinto.
 
–¿Estás… estás bien? –preguntó Nicolás, mirando al peliclaro. Lo había rodeado con los brazos evitando que se golpeara.
 
–Sí, estoy bien, ¿y tú?, te golpeaste, ¿verdad?, ¡déjame ver! –Alejandro sonaba preocupado. Intentó levantarse, pero las piernas estaban entumecidas.
 
–Tranquilo, estoy bien, no te preocupes –le dijo, incorporándose, apoyándose contra el muro frío de concreto y atrayendo a Alejandro junto a sí–. No creo que podamos hacer más por hoy.
 
–Así parece, se nos durmieron las piernas, ¿eh?, mucho trabajo de pie –comentó Alejandro, recargándose sobre el hombro de Nicolás–, la próxima vez hay que hacerlo en un sitio más cómodo.
 
–Tenlo por seguro –respondió–. Estoy agotado y aún tenemos que limpiar esto.
 
–Es verdad, por suerte estamos en un baño –dijo, mirando sus manos–, ¿me dejas hacer una última cosa?
 
–Sí, ¿qué es?
 
Alejandro tomó la mano de Nicolás y la lamió.
 
–¿Es en serio?
 
–Absolutamente –dijo con una sonrisa que le dio un gran atractivo a su rostro sonrojado.
 
Sin replicarle, Nicolás tomó la mano de Alejandro y le imitó, lamiéndola hasta los dedos.
 
–¡No tenías que hacerlo! –exclamó, fingiendo molestia cuando en realidad le provocó más morbo del que pensaba.
 
–Ya no importa –dijo Nicolás despreocupado, con una sonrisa de satisfacción por la reacción del otro, y solo para provocarlo más, lamió los dedos de su propia mano. Alejandro, incapaz de resistirse, lo besó, acariciando su larga cabellera, dejándose también tocar una última vez por su amado pelinegro.
 
–¿Satisfecho?
 
–Por completo. Me conformo ahora con descansar un rato aquí, los dos juntos.
 
–Vale, pero no demasiado. En cualquier momento podría venir alguien.
 
–¿Ahora te preocupa eso?, hemos hecho casi de todo sin siquiera pensar en que podría venir alguien.
 
–Tú lo has dicho, “casi todo”. Pero está bien, ha sido excitante hacerlo aquí.
 
–Y ahora que sé las cosas que te gustan, podré hacerlas contigo cuando quiera.
 
–Eso me gustaría mucho –Alejandro se abrazó a Nicolás, y éste también le rodeo con sus brazos, acariciándose en un tono más tierno y dulzón.
 
Quedaron así durante unos minutos, minutos que se prolongaron tanto que ya casi se dormían pese a lo incómodo del lugar. Oían sus respiraciones acompasadas y aquel ambiente que todavía resonaba a fiesta, decayó en un silencio cada vez más absoluto. Cuando la música desapareció, fue la señal que trajo a los chicos de vuelta a la realidad de un sobresalto. Voces y pasos se escucharon en las cercanías, casi detrás de la puerta.
 
–Hora de irnos –dijo Nicolás, incorporándose.
 
–Y rápido –dijo Alejandro, imitándole.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.

 

Recuerden que pueden seguirme en la cuenta oficial de Instagram @augusto_2414 LMDE.


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