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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

La segunda parte del final de esta larga noche.

XLIII
 
–Gracias por invitarme, lo pasé muy bien –dijo Ariel a la salida de la fiesta. Katerina iba con su abrigo y una expresión cansada, mas no desanimada–. Lástima que no vine en mi auto, habría podido llevarte a casa.
 
–Oh no, no hacía falta que te molestaras en hacer eso, tengo mi auto aparcado, pero ¿y tú?, ¿no quieres que te lleve? –dijo la chica.
 
–¿Y podrás conducir?, bebiste mucho, aunque… por lo que veo estás en mejor condición que yo –dijo, riendo.
 
–Me siento bien, y no te preocupes, lo he hecho en muchas ocasiones, puedes estar tranquilo de que llegarás a salvo en una pieza –dijo, sonriendo–, además es un gesto por haber aceptado venir con una completa desconocida, y aun después de todo lo que pasó esta noche.
 
–No tienes que disculparte, tenías tus razones y lo que me deja satisfecho es que valió la pena por completo, Ignacio y Javier estarán bien a partir de ahora.
 
–Y que lo digas, ¿viste que se fueron juntos antes de que la fiesta terminara?, de seguro pasarán el resto de la noche juntos.
 
–Sí.
 
–Pues bien, ¿te llevo a casa?
 
–Sí, gracias. Vamos.
 
El auto de Katerina, un modelo sencillo, estaba aparcado en el estacionamiento tras el local. Abordaron y tras recibir las indicaciones de Ariel, la chica inició el viaje de regreso; fue un viaje tranquilo, ambientado con la música suave que sonaba en la radio.
 
–Me gustaría que un día volviéramos a salir –dijo Ariel.
 
–¿De verdad?
 
–Sí. Aunque no me creas, me agradó mucho conocerte y bailar contigo. Quisiera tener ocasión de repetirlo, ehhh... si quieres podemos salir a almorzar o tomar un café, ya sabes, como amigos.
 
–Ummm... estaría bien, eres muy simpático y también me divertí muchísimo contigo, así que sí, podemos repetirlo un día –dijo Katerina, encendiendo el limpiaparabrisas. Comenzaba a llover.
 
–¡Qué bien que me has traído!, habría llegado empapado –dijo, soltando un suspiro de alivio.
 
–Es verdad, si que vives lejos, bueno, también yo vivo muy lejos del centro –y soltó una risa sutil. Ariel se la quedó viendo unos instantes con una extraña sensación.
 
Siguieron su camino durante otra media hora hasta llegar a destino; la lluvia era más intensa y soplaba el viento. Cuando por fin llegaron, Katerina detuvo el vehículo y mientras aguardaba que Ariel descendiera, éste se volvió hacia ella.
 
–Gracias por traerme y por esta noche tan emocionante –le dijo–, y avísame cuando llegues, ¿vale?
 
–Vale, te aviso.
 
–Bien, buenas noches y que descanses –Ariel se acercó y la besó en la mejilla, luego ella lo vio caminar a paso rápido hasta una vieja construcción cubriéndose la cabeza. 
 
Cuando el ayudante desapareció, Katerina se tocó la mejilla sonriendo melancólica. “Si Ignacio y Javier se dieron una oportunidad, quizá yo también pueda darme una”, pensó antes de ponerse otra vez en marcha.
 
… … … … …
 
Las calles desiertas apenas notaron la presencia de la pareja que corría a través de ellas. Se escuchaban sus risas, sus voces, sus pasos. En algunos tramos se detenían, se tomaban de ambas manos, daban giros, se abrazaban y volvían a correr.
 
Tras una prolongada carrera llegaron a la residencia de Javier: se trataba de un edificio antiguo en el punto más distante del barrio de las antigüedades, de tal manera que estaba a mayor distancia que el departamento de Ignacio, ubicado en la zona más “moderna” por así decirlo. Guardaron silencio mientras iban en el viejo ascensor, mientras cruzaban los pasillos grises y llegaban frente a la puerta de entrada.
 
–Adelante, pasa por favor –dijo Javier, abriendo y dándole paso a su visitante. Ignacio fue recibido al interior por un agradable aroma a incienso, una sala de estar con apenas un sillón y un par de sillas dispersas, separadas por el mesón de la cocina, y el resto se reducía a un baño y dos habitaciones. Con todo el departamento resultaba más grande que el de Ignacio, aunque estaba menos amueblado.
 
–Este lugar es enorme, aunque no tienes casi nada –observó Ignacio.
 
–Sabía que dirías eso –dijo Javier apenado–, pero así está bien para mí, tengo todo lo que necesito.
 
–Muy propio de ti, siempre sencillo, a diferencia de mi… –dijo Ignacio, acercándose a la ventana. La vista era una ciudad iluminada y silenciosa, como la calle que habían recorrido.
 
–Tu eres diferente de mí, lo sé, tienes tus virtudes y tus defectos, como yo, pero eso no me impide sentir lo que siento –dijo Javier, abrazando a Ignacio por la espalda, quien se giró y le dedicó una sonrisa sincera. Feliz como estaba, ahora el peliblanco podía darse el lujo de tener sus labios cuando quisiera–. Te quiero, y no me cansaré de decirlo.
 
–Ni yo me cansaré de oírlo –dijo, cruzando los brazos tras su cuello–. Te quiero, Javier.
 
Se dieron un último beso y quedaron abrazados en medio de la sala, solo así, en contacto el uno con el otro, rodeados por el aroma tan agradable del incienso.
 
–Dime, ¿quieres tomar algo? –preguntó Javier al separarse–, ¿algo frío o caliente?
 
–Pensando mejor las cosas, quisiera un té –dijo Ignacio.
 
–Vale, te acompaño con uno –dijo, pidiéndole la chaqueta con la mano–. Siéntete como en casa.
 
–Gracias, voy a usar el baño si no te importa.
 
–Adelante.
 
En lo que Ignacio se lavaba las manos y la cara, Javier hirvió agua para preparar el té, así como preparó un par de tazas y azúcar; si bien los efectos del alcohol habían disminuido, no su excitación ni las ganas de pasar la noche con su novio. Pasaron unos instantes hasta que el sonido del hervidor anunciaba que el agua estaba lista, llamó a Ignacio y este apareció de regreso; no se quedaron en la cocina, Javier sirvió las tazas y cada cual tomó una para dirigirse al sofá de la sala. Allí compartieron un momento de cercanía mucho más relajado, y confortado por el té Ignacio se recargó en el peliblanco.
 
–Se siente cálido aquí, me gusta –dijo.
 
–Me alegra, sé que no es mucho, pero es suficiente para ocasiones como esta –dijo Javier, mirando a su alrededor–. Sabía que vendrías algún día, por eso compré té.
 
–Muy considerado, eso me recuerda que debo comprar cervezas para cuando vayas al departamento.
 
–Gracias, ¿te sientes mejor ahora?
 
–Sí, mucho mejor, ya estoy entrando en calor.
 
–Ya veo… –Javier se sintió extraño, como cuando no sabía cómo interpretar las palabras de Ignacio. No sabía si debía tomar esa última frase como algo más o no. Para su sorpresa, Ignacio soltó una risita y se quedó viéndole.
 
–¿Pasa algo con lo que dije?
 
Javier tragó saliva.
 
–Ahora sé que debo poner atención a tus reacciones, y es lo que hago, “entrar en calor”, te provocó algo, ¿verdad?
 
–Sí…, yo quiero…, quiero decirte…
 
–¿Sí?
 
–Te quiero a ti, Ignacio, solo te quiero a ti, tenerte para mí solo –lo había dicho con algo de esfuerzo. El alcohol le había dado ánimos para decir cosas en el pasado, pero ahora que volvía a estar sobrio, sentía dudas por la reacción del chico ante tales palabras. Ignacio, lejos de verlo como algo malo, miró al peliblanco con dulzura, bebió un sorbo de té y dio su respuesta.
 
–Querido, dame tu amor esta noche que yo me quedo contigo. Diese kalte Nacht
 
Javier no se contuvo más. Dejó a un lado la taza y se arrojó sobre Ignacio, que tanto o más dispuesto, lo recibió en sus brazos, cayendo de espaldas sobre el sofá, entregándose a besos y caricias; las manos recorrían sus cuerpos con avidez, pero a poco andar se hizo evidente que querían más y el sitio no era el lugar más apropiado para continuar. Notando que Javier recorría su pecho por debajo de la playera, Ignacio lo hizo levantarse un momento y se sentó a horcajadas sobre sus piernas, en una postura que le facilitó el trabajo de quitarle la prenda.
 
–No necesitas el alcohol para seguir siendo atrevido, ¿verdad? –dijo Javier, también quitándose la playera.
 
–No, prefiero estar sobrio y recordar perfectamente lo que he hecho –dijo con una expresión orgullosa.
 
–Siendo así… –Javier asaltó los labios de Ignacio, que solo se aferró más a su novio rodeándolo con sus brazos. Acto seguido, Javier se levantó del sofá cargando a Ignacio consigo, y éste rodeó la cintura del chico con sus piernas.
 
Dejaron la sala y fueron a la habitación del peliblanco, que cerró la puerta tras de sí y dejó al bartender sobre la cama para proceder a desvestirlo. Ignacio se dejó hacer y pronto quedó solo en los interiores; Javier hizo lo mismo quitándose los pantalones y se le arrojó encima para continuar lo que habían comenzado, evidenciándose las crecientes erecciones que cada uno tenía al tocarse sus partes. En ese momento hicieron una pausa.
 
–Sé que hoy han ocurrido muchas cosas, muchas emociones, por eso es que antes de hacer lo que tengamos que hacer, quiero saber si tú estás dispuesto a hacerlo conmigo, ¿hasta dónde podemos llegar? –dijo Javier, acariciándole el rostro.
 
–Estoy dispuesto, pero siento que todavía no es el momento para ir hasta el final, Javier, y no te desanimes por favor, sé que tendremos ocasión de hacerlo, te lo prometo –dijo, depositando un beso en sus labios enrojecidos.
 
–Gracias por ser honesto conmigo –respondió el chico y siguió devorándole la boca, esta vez usando también la lengua, aumentándole la excitación a Ignacio, sintiendo la erección más molesta que antes–. Hay que hacer algo al respecto, ¿no crees?
 
–¿Eh?
 
–No podemos quedarnos así, lo que es yo no podré aguantar mucho más –Javier se levantó y sin previo aviso se quitó la última prenda que lo cubría, dejando a la vista su miembro erecto. Ignacio le miró de pies a cabeza haciendo que el otro se sonrojara.
 
–Me siento un poco envidioso, mi cuerpo no es la gran cosa –el bartender se levantó de la cama y se tocó el abdomen: no es que estuviera gordo pero debido a la falta de ejercicio, Javier lucía mucho mejor a sus ojos, y hablando de “ciertas partes”, el peliblanco tenía mucho que ofrecer.
 
–Oye, no te sientas mal, estoy seguro de que también tienes lo tuyo, en todo sentido. Sigues gustándome, eh… ¿puedo? –dijo, señalando los interiores que aun llevaba.
 
–Sí, claro que sí.
 
Javier quitó la prenda y liberó el miembro de Ignacio, que para su sorpresa se le antojó más grande que el propio.
 
–¡Madre mía!, no me esperaba que fuera tan..., quiero decir, no me imagino lo que sentiré cuando tú me…, bueno, ya habrá tiempo para eso.
 
Ignacio era el avergonzado ahora, y la verdad es que sí, estaba mejor dotado que el peliblanco, aunque pensara lo contrario.
 
–¿Qué decías sobre esto?, ¿lo solucionamos ya? –dijo Ignacio, tocándose sus partes.
 
–¡Espera, espera!, no te adelantes, hagámoslo juntos –dijo, tomando el miembro de Ignacio y llevando la mano de éste hacia el suyo–. Toma el mío.
 
Ambos volvieron a la cama y se sentaron como lo hicieron en el sofá, Javier abajo recargado en el respaldo de la cama, con Ignacio encima, a horcajadas sobre sus piernas. Procedieron entonces a masturbarse mutuamente, alternando con besos que iban desde el cuello hasta el pecho, deteniéndose y lamiéndose los pezones, soltando gemidos que llenaban la habitación.
 
–¡Ahhh…, así, sigue así!
 
–¡Ah… ah…!
 
Apretaban más las manos alrededor de los miembros que comenzaban a pulsar.
 
–Ya casi… ya… casi…
 
–Me… ya me… ¡ah…!
 
Ninguno acabó sus frases pues antes se corrieron, estremeciéndose enteros, escondiendo sus rostros en el hombro del contrario, solo para besarse al fin cuando sus respiraciones se calmaron.
 
–Eso estuvo… –dijo Ignacio aun extasiado–, no creo que…
 
–Lo siento, pero todavía no estoy satisfecho, hay algo que quiero hacer, no te enojes por favor –y empujó al chico sobre la cama para situarse entre sus piernas e introducirse en la boca su miembro aun erecto, comenzando una felación con todo y los restos de la eyaculación. Ignacio se contrajo, aferrándose a las sábanas y elevando sus caderas, para satisfacción de Javier que saboreaba cada centímetro con su lengua, tocándole el pecho, rozándole los pezones, mientras que él mismo volvía a masturbarse.
 
–¡Ah…, ah…!, si sigues así…. voy a… –gemía Ignacio, con una mano sobre su pecho y otra sobre la cabeza de Javier.
 
–Anda… déjame oírte, me excitas tanto que… –le dijo con una amplia sonrisa, relamiéndose los labios–. Desde que la vi me gustó y ahora sé que no tendré suficiente de ella hasta que me satisfaga por completo.
 
–Ah…, me vas a… a hacer correr… de nuevo…, ¡ahhh…!
 
–¡Dámelo!, ¡anda!, ¡dámelo todo!
 
No tardó en hacerlo. Ignacio estalló en la boca del peliblanco, que saboreó por completo el flujo, y como el mismo estaba por correrse, lo hizo sobre el pecho del chico solo para volver a recorrer su cuerpo con la lengua, alcanzar sus labios y caer rendido sobre su cuerpo agitado.
 
–Esto ha sido, ufff… increíble –dijo, calmando de a poco su respiración.
 
–Me has dejado agotadísimo, y esto último fue tan erótico, morboso, me ha puesto a mil –dijo Ignacio, cubriéndose con el antebrazo.
 
–Y tus gemidos, ¡cielos!, no podía más de la excitación –dijo Javier, mirándole–. Me volveré adicto a ti.
 
–La próxima vez lo haré yo, para que tú también disfrutes. No quiero parecer egoísta.
 
–No hace falta, puedo hacerlo todas las veces sin cansarme, pero sí, estaría bien probar algo diferente la próxima vez.
 
–Eso me gustaría, aunque no ahora, no puedo más.
 
–Tampoco yo, ahora ven aquí, cubrámonos o nos resfriaremos por quedarnos encima.
 
Se acomodaron en la cama y se cubrieron con varias mantas hasta el cuello, la noche helaba y aunque permanecieron desnudos, el calor del momento perduró bastante.
 
–Gracias por esta noche, Ignacio, me has hecho el chico más feliz de la Tierra.
 
–De nada, gracias a ti por enseñarme cosas nuevas y experimentarlas juntos. Te quiero, Javier.
 
–También yo –dijo, abrazándose al chico, tanto como siempre quiso hacerlo–. No volveré a contenerme en lo que siento.
 
–Tampoco yo, te mantendré a mi lado siempre.
 
Se dieron un último beso y se rindieron ante el cansancio. Acababa aquel día lleno de emociones, bajo un cielo nublado que dejaba caer su lluvia sobre la ciudad.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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