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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Después de una prolongada ausencia, dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

XLVI
 
Eran casi las tres de la tarde cuando Alejandro se marchó. No quiso quedarse a almorzar por considerarlo una molestia, además, no estaba dispuesto a soportar otra escena de celos por parte de Adolfo. Nicolás no lo presionó y aceptó que el chico se fuera, aunque, al final, acabó por acompañarlo en su regreso a casa.
 
Afuera la lluvia se había calmado lo suficiente como para caminar bajo ella sin la necesidad de un paraguas. Vistieron sus chaquetas y emprendieron el camino, siendo el viento el único que conservaba su fuerza, levantando las hojas mojadas del suelo y agitando los cabellos de los chicos, que iban en silencio, algo distanciados el uno del otro, separados no solo físicamente sino también por sus pensamientos. Intentaron tomarse de las manos mas no lo consiguieron: había algo que faltaba todavía por decirse, pero en ese momento no encontraban las palabras apropiadas.
 
–¿Vas a acompañarme hasta la casa? –preguntó Alejandro, volteándose a ver al pelinegro, que había quedado rezagado.
 
–Sí, la verdad es que quiero saber en dónde vives, pero si tu no quieres…
 
–¡Nicolás! –lo interrumpió–, ¿está bien si nos detenemos antes en otro lugar?
 
–Eh… sí, sí, está bien.
 
Alejandro guio al chico hasta una plazoleta que había en las cercanías. A diferencia de otras que conocía, esta tenía un aspecto seco pese a la lluvia que había caído durante toda la noche, poco agradable pues no poseía césped y la fuente que había en su centro no funcionaba. Nicolás buscó con la mirada en donde sentarse, pero descubrió que esa no era la intención del otro, que caminó hasta la fuente, con las manos en los bolsillos, deteniéndose al borde de la misma; una estructura que debió lucir hermosa en sus comienzos, ahora estaba sucia y cubierta de hojas.
 
–Escucha, Nicolás, sé bien que algo está pasando, desde que salimos de tu casa también lo notaste y no es un secreto que tu hermano es la causa –su voz se oía preocupada–, sin embargo, tampoco es un secreto el temor que siento por la reacción que tuvo hoy al vernos.
 
–Lo sé.
 
–Es por eso que, sabiendo lo que siento por ti, lo que tu sientes por mí y lo que me dijiste, ya pude tomar una decisión, y… mira –se dio la vuelta y mostró entre sus manos el prendedor que comprara el día anterior, a lo que Nicolás, con sorpresa y temblor, buscó también en los bolsillos de su chaqueta, sacando el segundo prendedor. Alejandro sonrió y se acercó, reuniendo ambos, el escorpión y la araña, una vez más–, tal vez no sean anillos, pero pueden cumplir la misma función.
 
Alejandro tomó el prendedor de la araña, lo apretó entre sus manos, lo besó y se lo regresó a su dueño. Nicolás, entendiendo el mensaje, repitió la operación con el prendedor del escorpión. Luego, cada uno procedió a colocar la joya en la ropa del otro, a fin de que siempre tuvieran cerca ese objeto, símbolo de su relación.
 
–Ahora escúchame, no tiene sentido volver atrás porque no tengo nada que rescatar. Todo lo que quiero está en el presente y en el futuro que está delante, y quiero que tu estés conmigo cuando llegue. En este momento eres lo más valioso que tengo y con este prendedor quiero que siempre lo recuerdes –su rostro estaba siendo surcado por las lágrimas, su voz era temblorosa, pero fue lo suficientemente clara para transmitirle a Nicolás la honestidad que había tras cada una de sus palabras. El pelinegro, conmovido por lo que acababa de oír, no se resistió y estrechó al chico entre sus brazos, con los ojos humedecidos en un acto de completa sinceridad.
 
–Por muchos años estuve solo, las personas que conocí y que estuvieron conmigo pronto quedaron atrás en ese nuboso pasado, pero cuando te conocí, sentí que una luz era arrojada sobre aquel oscuro rincón en donde oculté mi corazón, mis sentimientos. No… no quiero volver a estar solo, no ahora que conozco el dolor que puede ocasionar vivir de ese modo, sin ti… yo…
 
–No volverás a estar solo –Alejandro tomó suavemente su rostro y le miró a sus ojos enrojecidos–, mientras yo esté aquí no estarás solo. También conozco ese sentimiento y es horrible, no tener tu lugar ni a quien recurrir, pero verás que al final será la fuerza de nuestra voluntad la que nos permita avanzar y enfrentar nuestros miedos, verás como podremos los dos enfrentarnos a lo que sea y a quien sea. Ahora que te encontré no quiero dejarte, porque si lo hago ya no nos volveremos a encontrar, y no quiero eso, quiero alcanzar ese futuro, aquel que se levantará como fruto de nuestras decisiones.
 
Sus rostros estaban ruborizados por la cercanía y la natural vergüenza que se experimenta ante tales palabras. Cerraron los ojos unos instantes para luego volverse a ver. Nicolás puso sus manos sobre las mejillas de Alejandro y con suavidad las acarició.
 
–¿Esa es tu respuesta?, ¿es… es un sí? –preguntó al fin.
 
–Es un sí, acepto salir contigo, acepto ser tu pareja –sonrió, tocando la mano que le acariciaba–. Por más que quiera no puedo quitarte de mis recuerdos, desde esa noche en que nos encontramos, tu mirada, no pude olvidarla.
 
–Tampoco yo, tu recuerdo volvía a mi cada noche sin saber la razón y el solo pensar en que jamás volvería a saber de ti, me hacía enloquecer.
 
Alejandro abrió sus ojos de la impresión que le provocaba oír tal declaración.
 
–Fue en esas horas de duda e incertidumbre que pude darme cuenta, me había enamorado de ti.
 
Las lágrimas, imposibles de contener, otra vez surcaban libres su rostro. Ahora el sorprendido era Nicolás.
 
–¿Por qué lloras? –preguntó.
 
–¿Y todavía lo preguntas?, lloro porque me hace feliz que me digas todo esto. Yo… no quería reconocerlo porque estaba confundido, pero al final pude comprenderlo, también me enamoré de ti, sin saberlo, quería verte otra vez.
 
Sobrando las palabras y bastando solo sus miradas, empañadas por las lágrimas y al mismo tiempo cargadas de sentimiento, la pareja rompió el espacio que los separaba aproximando sus labios hasta alcanzarse en un tímido roce, casi como si se tratara de su primer beso, pero esta vez, lejos de la inexperiencia, transmitía por completo el amor que sentían el uno por el otro, la calidez y la dulzura de la correspondencia mutua.
 
Ni el frio ni el viento pudo separar el vínculo que había entre las dos almas que, errantes un día, ahora iban unidas irradiando luz sobre la vereda oscura que habían decidido recorrer.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Disculpen por la ausencia de los pasados meses, estuve muy ocupado con mis deberes, pero queden tranquilos, volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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