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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

LXII
 
La caminata que los cuatro chicos dieron después de comer resultó del todo beneficiosa para la digestión, aliviándoles no solo el estómago sino también la mente, respirando el aire fresco de la noche.
 
Conforme a lo acordado, Erika se llevó consigo a un muy emocionado Martín que, tras despedirse de su hermano y de Lucas, tomó del brazo a la chica y se marcharon de inmediato a su casa. Por otra parte, el rubio, sin previo aviso, tomó de la mano a Tomás, sin que éste hiciera el menor reparo. 
 
–¿Tanto me echabas en falta? –le dijo por lo bajo.
 
–Sí… no pensé que tanto… –dijo en un susurro–. Verte otra vez me hace desear estar contigo… como no te imaginas.
 
–Sí que me lo imagino, siempre he sabido lo que provoco en ti –se paró en frente del rubio y le tomó con fuerza las manos entre las suyas–. ¿Entiendes que será la última vez que estaremos juntos de esta forma?
 
Lucas asintió.
 
–Entonces no hay razón para privarnos, haz lo que tengas que hacer.
 
Sin dudar un instante, el rubio besó al de la trenza, rememorando el sabor no solo de aquellos labios sino de toda su antigua relación, y Tomás, respondiendo con la misma intensidad, se dejó llevar por un deseo que creía olvidado. 
 
Esa noche estaban decididos a revivir sus mejores momentos, incluso si era la última vez que lo hacían. 
 
… … … … …
 
Francisco llegó caminando hasta la casa de su novia, en donde fue recibido por el padre.
 
–¡Qué gusto verte, muchacho! –exclamó el hombre que, tras saludarle felizmente, le dejó entrar–. Llegas en buen momento, Erika ya regresó y está en la sala con un invitado especial.
 
–¿Invitado… especial? –preguntó con extrañeza mientras se quitaba la chaqueta.
 
–Sí, uno de esos chicos que asisten a todos los eventos que ella organiza, algo así como un fan, ¿puedes creerlo?, mi hija tiene fans –explicó el padre, sin ocultar la sorpresa que también le provocaba tal situación.
 
–Ya veo, y sí, puede resultar extraño que una chica como Erika pueda atraer a otras personas, pero supongo que incluso ella es capaz de despertar el interés de otros gracias a las actividades que realiza –reflexionó Francisco.
 
–Y que lo digas, bueno, no te distraigo más, ve con ella –dijo el hombre, alejándose en dirección a la cocina.
 
El chico se presentó en la sala, donde pudo ver a Erika sentada en el sofá frente a una enorme pila de libros, y sentado en el suelo alfombrado, un muchacho pelirrojo de menor edad que ellos y aspecto delicado, que hojeaba entusiasmado un tomo voluminoso. 
 
–Buenas noches –saludó, atrayéndose las miradas.
 
–¡Fran! ¡Qué bueno que viniste! –dijo ella, levantándose para ir a besar a su novio, pero al verle el rostro, no pudo pasarle inadvertido que algo pasaba con él–. ¿Cómo estás?, pareces desanimado.
 
–Estoy bien, descuida, es solo el cansancio, vine caminando desde la casa de Cristina y no pensé que tardaría tanto –dijo, intentando tranquilizarla–. ¿Cómo estás tú?, ¿cómo resultó el evento?
 
–Fue todo un éxito, tuvimos una gran concurrencia, fue increíble, y los asistentes, hubieras visto la cantidad de interesados en participar de las lecturas…
 
Francisco sonrió al ver como Erika se complacía describiendo las mil y una maravillas de lo vivido aquella tarde, y mientras ella continuaba hablando, no pudo evitar fijar su atención en el chico, que permanecía en la misma postura, aunque un extraño brillo en sus ojos parecía tener la fuerza suficiente para fulminar lo que fuera que se le pusiese por delante. 
 
–…y concluimos con una magnifica cena en compañía de Tomás, que nos deleitó con una pieza en piano, deberías haberlo escuchado, es tan talentoso.
 
–Entiendo, sí que te lo pasaste bien… –dijo, mirando en otra dirección, pues hasta ese momento le había estado viendo el pelirrojo, sin quitarle los ojos de encima ni por un instante. “¿Por qué me mira? ¿Tengo algo en la cara?”
 
–Sí, todo fue increíble… –y como advirtiera la incomodidad de Francisco, comprendió que estaba olvidando algo–. ¡Qué torpeza la mía!, perdona, déjame presentarte a Martín, el hermano menor de Tomás y un fiel seguidor de mi trabajo.
 
El aludido se levantó de su sitio y con una sonrisa tan encantadora como inquietante, le extendió la mano a modo de saludo, a lo que Francisco tuvo que corresponder por cortesía.
 
–Es un gusto conocer al novio de la señorita Erika.
 
–El gusto es mío, “supongo”.
 
–Martín se quedará hoy como mi huésped, ya que su hermano está alojando en casa de otro amigo nuestro –explicó Erika.
 
–Ya veo, espero que sea una estadía de lo más agradable –dijo, volviendo a mirar a Martín, cosa que le costó trabajo, pues el pelirrojo, que en una actitud nerviosa se frotaba las manos, tenía un extraño poder en la mirada, poder que lo hacía sentirse disminuido.
 
–No… no fue idea mía, fue idea de ellos, de mi hermano y su amigo, yo pensé que regresaríamos a casa –dijo el chico, meneando la cabeza de un lado a otro, avergonzado.
 
–Bueno, si tú lo dices –se encogió de hombros, resignado ante la presencia de Martín y la imposibilidad de estar a solas con Erika. Ella, por su parte, parecía estar a gusto con su invitado, haciéndolo desistir de todo intento por apartarla de él.
 
–¡Fran!, ¡qué bueno verte, hijo!, podrás cenar con nosotros –exclamó la madre, saludándole afectuosamente–. Vas a quedarte, ¿verdad?
 
–Sí, me quedaré encantado, aunque solo seremos tres, porque Erika ya ha cenado –respondió Francisco.
 
–Descuida, ella y su invitado nos acompañarán de todos modos, así que tendremos una buena compañía, además, quiero todo acerca del evento. Ahora vayan a lavarse las manos y pasen a sentarse a la mesa.
 
La mujer estaba muy animada con las visitas que hoy recibían, y se esmeró por preparar una deliciosa cena, incluso si Martín y su hija no la probaron del todo. Pese a ello, resultó del agrado de todos, en especial para Francisco que, más cómodo que en un principio, pudo entablar conversación con sus suegros y aquel curioso huésped.
 
“Lo justo es que yo también comparta con tus amistades, ¿no?”, pensaba. Después de todo, quizá Erika se sentía de la misma manera cuando estaba en compañía de otras personas. “Al final, no soy quién para juzgarte”.
 
… … … … …
 
–Había olvidado lo que se siente estar contigo.
 
–También yo, y aunque haya pasado mucho tiempo, se siente tan familiar.
 
Lucas, desnudo sobre su cama, miraba al techo de la habitación, acariciando los ahora sueltos cabellos cobrizos de Tomás, también desnudo y con la cabeza recostada sobre el pecho del rubio. No necesitaban mirarse el uno al otro cuando hablaban, pero sí dejaban que sus manos se encontraran y aferraran en un contacto que pertenecía al pasado.
 
–¿Crees que habría sido diferente?, si nosotros… –preguntó Lucas en voz baja.
 
–No lo sé. Cuando pienso en ello, no puedo evitar preguntarme qué fue lo que hicimos mal –respondió, levantando la cabeza y mirándole con ojos nostálgicos–. Ojalá las cosas hubieran sido de otra manera. Habría querido hacer las cosas de otra manera.
 
–Éramos unos chiquillos en aquel entonces e íbamos juntos a todas partes –continuó diciendo Lucas–. Creíamos que todo sería perfecto, que nadie nos separaría, pero no fue así. Mira lo que ocurrió.
 
–…
 
–¿Te arrepientes de algo?
 
–Solo cuando pienso en ello. Era hermoso y no lo cuidamos, dejamos que se derrumbara –dijo Tomás, volviendo a recostarse sobre el pecho del chico.
 
–Sí, quizás demasiado, pero aquí estamos otra vez, como si se cumpliera aquella promesa que hicimos el día que te marchaste, que dondequiera que fuéramos, estaríamos siempre juntos –sin previo aviso, Lucas rodeó al pianista con sus brazos y lo estrechó contra su cuerpo–. ¿Crees que aún queda algo para nosotros?
 
–Sí, lo creo, pero no juntos, mi amado, no como la pareja que un día fuimos –dijo Tomás, separándose del rubio un momento, solo para ir a tenderse a su lado y besarlo en los labios–. Pese a todo, me alegra el estar aquí para ti. Me conforta saber que aun podemos estar así, tú y yo, desnudarnos sin pudores, tal y como hacíamos antes, ¿recuerdas?, a escondidas, lejos de tus padres.
 
–Claro que lo recuerdo, y lejos de tu padre. Me alegra que no esté aquí para molestarnos –extendió su mano para acariciarle el rostro–. Es verdad que el tiempo no pasó sobre ti, porque sigues siendo el mismo chico lindo del que me enamoré.
 
Por un momento, Tomás sintió que volvían a ser los niños inocentes de antes, los mismos que se encerraban en el baño, se quitaban la ropa y exploraban sus cuerpos con creciente curiosidad, sin dejar espacio al morbo. Tan cómodos como estaban, la antigua pareja volvió a besarse, trayendo a la memoria un episodio en particular: Cuando hubieron crecido y ya era evidente que se gustaban, resultaba cada vez más complicado disimular las miradas que se dedicaban, sobre todo cuando se pasaban tardes enteras en la piscina para pasar el caluroso verano; esta situación era llevada al límite cuando se iban a las duchas, pues no siendo suficiente con verse todo el día en traje de baño, debían desnudarse cuando fueran a cambiarse, pero la vergüenza podía más en los chicos y solo se daban la espalda. Un día, sin embargo, la tensión se rompió cuando, estando los dos bajo las regaderas, Lucas, muerto de los nervios, se animó a verle y extender su mano para tocarle, y Tomás, sintiendo el roce, se voltea, le toma la mano y tras sonreírle con la más bella sonrisa, le besa en la mejilla, feliz de que el rubio tomara la iniciativa, demostrándole que tenía sentimientos por él. Luego de eso, los chicos compartieron el que sería su primer beso, allí en las duchas, en medio del vapor del agua, simple y espontáneo, acariciándose y dando paso a algo más intenso, el comienzo de su relación.
 
–Te pude haber dicho que no te fueras –dijo Lucas, acariciándole su mejilla, tan cerca el uno del otro que sentían sus respiraciones.
 
–Debí ser más fuerte, pude haberte dicho que me quedaría contigo, pero no estaba en nuestras manos decidir lo que iba a ocurrir, tú mismo lo dijiste, éramos unos chiquillos –respondió Tomás–. Además, nuestros padres tenían el control de nuestras vidas.
 
–¿De verdad fue así cómo ocurrió?, porque ya no lo recuerdo bien.
 
Un silencio rodeó a la ex pareja, cuyas imágenes de su separación se volvían más y más difusas. De pronto, Lucas pareció afligirse y buscó protección en los brazos de Tomás, quien lo acogió tiernamente.
 
–Ya, ya, mi amado, tranquilo, nada malo te va a pasar –decía para calmarlo. Sabía que la separación resultó mucho más dolorosa para el rubio que para él, y aunque intentara ocultarlo bajo esa apariencia soberbia y prepotente, en el fondo era una persona muy sensible, capaz de romperse si sabías donde golpear. Viéndolo así, Tomás no pudo evitar hacer una pregunta que le asaltaba desde la tarde–: Dime, Lucas, ¿te gusta ese chico?
 
–¿Chico?
 
–Sí, hablo de Adolfo, lo estuviste mirando durante el evento y también en la cena. Esos ojos que pusiste, me atrevo a decir, son los mismos que hacías cuando me mirabas.
 
–No, ¡no es así!, ¡no es verdad! –respondió, incorporándose sobre la cama.
 
–Y ahí vas de nuevo, era lo mismo que decías cuando te preguntaba por tus sentimientos, que yo no te gustaba, y ahora esto.
 
El rubio apartó la mirada haciendo un puchero, a lo que Tomás confirmó sus pensamientos y soltó una risa: Lucas estaba enamorado de Adolfo y no quería reconocerlo.
 
–Me alegra saber que tienes a alguien que te despierte emociones otra vez, que te haga palpitar el corazón y sentirte vivo –Tomás se levantó de la cama y caminó hacia el fuego de la chimenea–. No como yo, que sigo siendo un perdedor.
 
–¡No lo eres!, ¡nunca lo has sido!, eres brillante, brillante como nadie y lo que siento por ti no desaparecerá, incluso si encuentras a alguien que pueda hacerte feliz, como yo no pude hacerlo.
 
–No digas eso, fui muy feliz a tu lado, jamás olvidaré que tu fuiste el primer chico en mi vida y el único que me hizo conocer lo que es el amor. Solo espero que, cuando nos volvamos a encontrar, tú y yo podamos seguir siendo amigos, felices con la persona que hayamos escogido.
 
Lucas asintió en silencio. Ese chico, cuya silueta se recortaba frente al fuego, era todo lo que podía rescatar de su pasado, y tenerlo otra vez le entristecía, pues ya no estaba a su alcance. Como si fuera a llorar, Tomás llegó junto a él rápidamente y lo rodeó con sus brazos.
 
–No sufras, después de esta noche, los dos seremos libres. Por ahora, vivamos este sueño, tómame y déjame tomarte, y bésame, bésame mucho…
 
–Como si fuera esta noche la última vez…
 
–Bésame, bésame mucho…
 
–Que tengo miedo a perderte, perderme después.
 
Con toda naturalidad fluyó la letra de aquella canción, que alguna vez oyeron en casa de los padres de Lucas. Se pusieron de pie y dejaron que estos siguieran el compás lento de la melodía que solamente oían en sus mentes. Bailaron y bailaron, desnudos como estaban, sobre la alfombra frente a la lumbre, dándole a aquella estancia un tono místico y extraterreno.
 
«Quiero tenerte muy cerca
Mirarme en tus ojos
Estar junto a ti
Piensa que tal vez mañana
Estaré muy lejos
Muy lejos de aquí.»
 
… … … … …
 
Adolfo regresó a casa antes de lo previsto. La casa estaba en silencio. No había señal de sus padres ni de su hermano, asumiendo que se habían ido a sus cuartos después de la comida, considerando que aún había un tenue aroma flotando en la sala.
 
Cuando subió por la escalera y pasó frente a la puerta del dormitorio de Nicolás, no pudo evitar escuchar como una canción sonaba del otro lado: se trataba de You Make Me Feel Brand New, de Simply Red. Se los imaginó bailando dentro de la habitación, abrazados los dos, cuerpo a cuerpo y envueltos por su atmósfera irrompible, besándose, al ritmo de un solo latido toda la noche. “¿Cómo puede ser que ahora me sienta así?, ¿cómo puede ser que sienta envidia de ellos?, de mi hermano y Alejandro, de Lucas y Tomás, de todas las parejas del mundo. Yo… yo… también quisiera algo así. ¿Será mucho pedir?”
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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